Le sabía mal, porque les debía todo a ellas. Cuando sus padres murieron
en un accidente de moto, se vio sola con catorce años, en un mundo muy difícil
para ella. Su vida, no iba a ser como la de cualquier niña de su clase. No,
señor… Su vida, una parte de ella estaba
dominada por la mística. Tanto su padre como su madre eran brujos. ¿Quién le
iba a decir, que el mundo de Harry Potter existía? Pensó con cierta ironía.
Pero por suerte, no existían malvados tan malvados. Solo la magia negra. Y
ella, gracias a dios, pertenecía a la magia blanca. Porque con su mala pata,
para hacer hechizos no iba a ser una mala muy creíble…
Nueve años, son los que habían pasado desde que sus tías aparecieron en
su casa de Orleans y se la habían llevado a Bélgica, a la ciudad de Brujas ¡Que
coincidencia con el nombre! Se rió para sí… Siempre habían sido muy dulces con
ella… Aún incluso, cuando comprobaron que no sabía hacer magia. Era bruja, por
que al menos sabía bajar pantalones con sus ojos. Solo esperaba, no quedarse
ciega por ello…
En aquellos tiempos tan modernos, todo era muy diferente a la época
medieval. Gracias a dios, sino seguro que por culpa de su torpeza habría
acabado en la hoguera o en cualquier mesa de tortura. Según sus tías, la magia
seguía existiendo. Pero su enfoque era muy diferente al de otras épocas. En aquella, apenas se creía en temas
místicos, por lo tanto se desconocía mucho quien era bruja o no. Existía el
mal, como existía el bien… Todo aquel que adorara a Satán y la magia negra, era
el mal. Los únicos que conocía que fueran brujos, a parte de los miembros de su
familia. Eran a un hombre muy viejo amigo de sus tías y a una anciana, también
con ciertos poderes… Decía ciertos poderes, por que sabía que existían
diferentes personas que su poder era otro en ésta vida. ¿Cuál? No lo sabía, sus
tías nunca habían querido hablarle mucho. Que lo que quisiera sobre brujería,
perfecto ¿Pero qué mas había? Nunca lo sabría. De manera, que en ésta aventura
que se había dispuesto a vivir, iba a ser básicamente para conocerse a ella, es
decir, su lado de bruja… ¿Sería cierto, lo que decían ellas? Que no lanzaba
hechizos, por estar aun traumatizada por la muerte de sus padres. Pero sabía
que no, que simplemente todo aquello era por que era una chica muy torpe.
Siempre se tropezaba con las cosas, olvidaba todo encargo, siempre se manchaba
la ropa con algo ¿Y sobre los hombres? Que iba a decir… Uno, el primero que
tubo a sus diecisiete años en el instituto, la dejó por que cuando la fue a
besar acercó su cabeza a la de él de tal forma que chocaron, provocando que
éste sangrara por la nariz… Al segundo en la universidad, por que le bolló la
puerta de su descapotable contra una farola. Seguía pensando, que la culpa era
de él. Porque aparcó junto a ella, sino que hubiera avisado… Con tonterías como
aquella, había ido quedándose sin novios. Era virgen a sus veinte y tres años,
pero no porque fuera alguna norma por ser bruja. Simplemente, porque no había conseguido
aguantar a los hombres más de una semana…
El último, había conseguido subirlo a su habitación un fin de semana que
sus tías no estaban, dispuesta simplemente a saber que era el sexo. Se había
puesto chispita, con el champan en el bar musical y el primer chico atractivo
que se le había acercado se lo había llevado
¿Pero para qué? Si nada más tumbarse éste en su cama mientras que ella
se ponía más cómoda en el baño, su gato había decidido convertirlo en un
colador al clavarle las uñas por todas partes. Lo último que vio, fue al pobre
chico salir corriendo escaleras abajo, con el gato clavado en su cabeza.
Por eso se iba. Ya estaba harta de todo. Incluso de los hombres, y eso
que aun era virgen. Pero se marchaba para descubrirse a sí misma como bruja, si
es que existía ese poder dentro de ella… De manera que nada de tías, nada de
gatos y nada de hombres. Tranquilidad y armonía, lo justo necesario para poder
concentrarse en sus pinturas y en su existencia mística. Que era, empollarse
montones de libros sobre brujería… Puede que fuera una locura, pero hacía dos
días que se había levantado con aquella
necesidad de realizar un cambio en su vida. Y parecía, que aquel trabajo la
aclamaba. No sabía mucho de secretaria y conserje para un internado, pero
esperaba que fuera coser y cantar.
Suspirando por su decisión, cogió las bolsas del sillón del copiloto y
se dispuso a entrar en casa de sus tías.
-¿Hola? –Preguntó al entrar y hallar la casa en absoluto silencio-. ¡Ya
llegué! –Dejó el abrigo y el bolso en el perchero, y las bolsas apoyadas en la
pared. Como no recibía respuesta alguna, se dirigió a la cocina porque percibía
un delicioso aroma proveniente de allí. Y allí, estaba su tía abuela
Amalie -Hola… Huele muy rico.
-Hola cariño… -Sonrió un poco girándose a mirarla-. Decidí asar un
cordero para calmarme por tu decisión.
-No recuerdo que compráramos cordero ayer -La miró suspicaz, notando su carácter
raro.
-Bueno… -Se puso un poco colorada la mujer-. Me venía en gana –Se alzó
de hombros sin darle mucha importancia a su observación.
-¿Has utilizado magia? –Preguntó achicando los ojos y cruzando los brazos.
-Sí –Admitió su tía sin culpa alguna.
-No vale –Se rió pero protestando-. Sabes que estará exquisito y comeré
el doble, genial para mis michelines -Señaló con cierto fastidio.
-¡Estas delgada! –La riñó la mujer -¿Y me estas señalando con ello, que
mi cocina sin magia es pésima? –Alzó una ceja inquisitiva.
-¡No! –Se puso un poco nerviosa-. Solo a veces -Se rió-. ¿Pero no habrás
utilizado la magia, para ocultar algo verdad? –Cambió de tema, dudando aún de
que su tía se hallara en la cocina.
-¿Perdona? –Preguntó con cierto sarcasmo.
-Que a pesar de que huele a una cena deliciosa, noto el olor a plantas…
-Explicó con testarudez.
-Le eh echado al cordero un poco de tomillo eh hinojo… -Le respondió, levantando
la nariz.
-¿Y el rabo de cereza para qué? –Inquirió seria.
-¡OH! –Abrió la mujer los ojos como platos por su recién adquirido
olfato fino-. Bueno, me parece que te confundes… Ya sabemos, que no eres muy
buena con las plantas…
-Pero gracias a dios, mi vista sigue siendo perfecta -Comentó
acercándose a ella y quitándole algunos rabos
de cereza, que se le habían quedado agarrados en la manga derecha del jersey.
-¡Giselle! –Llamó a su hermana un tanto desesperada por ser descubierta.
-Genial -se enfadó Ziria-, así que habéis hecho alguna trastada y eso
que os lo advertí… -La amenazó con el dedo-. Espero tener aún mi puesto de
trabajo…
-Por supuesto -Le sonrió un tanto nerviosa-. ¡Giselle!
-¡Me vas a dejar sorda! –Comentó la otra mujer mayor apareciendo en la
habitación-. ¿Qué quieres, estaba en la biblioteca?
-¿Qué conjuro habéis realizado? –Preguntó directamente su sobrina.
-¿Perdona, hija? –Se hizo la despistada.
-Me refiero… -Se acercó otra vez enfadada a Amalie, y le agarró de la
manga para levantársela al aire y señalar los rabos de cereza culpables-. A
esto…
Giselle alzó los ojos al cielo, por tan tonto despiste. Sería mejor que
dijera, que si había hecho un poquito.
-Muy bien, nos pillaste -Admitió Giselle
sentándose en una silla de la mesa-. ¡Pero no hemos hecho nada malo!
-Eso, deberé de juzgarlo yo… -Soltó en un gruñido y soltando el brazo de
su tía.
-Solo hemos investigado un poco las instalaciones –Se disculpó-. Ya sabes que el rabo de cereza lo utilizamos
para ver…
-Yo quería saber como ibas a vivir… -Habló un poco atropellada Amalie,
por la mentira.
-Sois imposibles –Suspiró con pesar-. No me va a pasar nada, ya habéis
visto que hay mucho jardín, todo muy espacioso, una gran biblioteca…
-Pero lo encuentro triste… -Señaló Amalie-. No es muy de tu estilo…
-Voy a trabajar, no a vivir para siempre –Les señaló con voz dulce-.
Siento un gran deseo de ir y conocer el lugar… -ante aquel comentario, las dos
mujeres mayores se miraron-. Voy a estar bien. Por favor, quiero hacer algo
diferente a mi habitual rutina.
-Muy bien… -Acabó por aceptar Giselle-. Pero déjanos ayudarte con
cualquier cosa que necesites…
-Por supuesto, cualquier duda os llamo… -Mostró una dulce sonrisa.
-¡Pues todo aclarado! –Palmeó las manos su tía Giselle-. Vamos a cenar
que me rugen las tripas.
-No comas tanto, que te estás engordando –Puntilleó su hermana Amalie.
-Cállate, vieja bruja… -Le sacó la lengua en respuesta Giselle.
-Como que lo soy… -Afirmó, haciendo que todas rieran por ello.
Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssss jiji
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