Finales de Marzo.
Se
encontraba en Londres, en la casa de su hermano Peter celebrando la semana
santa. Bueno, en verdad, su hermano se había marchado de viaje a España a una
pequeña reunión que tendría allí lugar. Y había aprovechado para llevarse a su
pequeña familia y a su madre, para disfrutar unos días aquel país. Pero en
teoría ya tenía que llegar aquella
mañana.
Ella,
se alojaba junto a Patrice y Robert, en casa de Peter para hacerles de canguro
de un cachorro de seis meses de bóxer que su hermano había adoptado al
encontrarlo herido en la carretera hacia unos meses. Rayo, que así se llamaba
el dichoso animal era lo más travieso que se habían podido encontrar. En aquel
momento, se encontraba con él en el patio trasero de la casa después de haber estado jugando un buen rato
con él, cuando vieron que llegaban unos camiones de la mudanza a la casa
contigua de su hermano.
Peter
ya le había avisado, que la casa se la había quedado un conocido de él. De
manera, que le había advertido de que dejara la valla que comunicaba los dos
jardines traseros abierta, para que el perro deambulara por las dos e hiciera
un poco de vigilancia así.
Alex,
había confesado que aquella separación serviría para saber si ella lo amaba y
no se trataba simplemente de una
atracción física. Consiguiendo con aquello, que se atreviera a
confesarle cuanto lo quería y lo mucho que deseaba estar con él.
Dejando
esos felices pensamientos a un lado, silbó a Rayo para que la siguiera y se
quedara sentado con un hueso en el escalón que daba a la entrada trasera de la
casa. Necesitaba darse una ducha, pues había acabado toda sudada y llena de
arena por culpa de aquel dichoso perro.
Al
final, media hora después entraba en su dormitorio tras darse un buen baño
relajante de espuma. Se dirigió al armario donde tenía la ropa y sacó la que se
iba a poner dejándola encima de la cama. Tras tenerla toda preparada, se
inclinó hacia delante para sacarse la toalla que llevaba anudada alrededor de
la cabeza y secarse un poco más el cabello con unas pocas friegas. Cuando al
hallarse de aquella postura, vio aparecer las patas del perro al lado de la
cama y como de pronto salía totalmente excitado de allí. Aquello no presagiaba
nada bueno… Efectivamente, alzó la mirada y paseó su vista por la muda que
tenía lista para darse cuenta de que el perro le había robado sus braguitas.
-¡Maldito
seas! –Vociferó completamente harta de las travesuras de aquel nuevo integrante
de la familia de su hermano-. ¡Rayo! –Lo llamó tras ir detrás de él, para ver
que este salía disparado escaleras abajo y se metía en la cocina-. Cuando te
coja irás al horno… -Pero no iba a ser posible, el dichoso perro no estaba
tampoco en la cocina sino sentado en los escalones y mordiendo sus braguitas
preferidas de encaje-. ¡Rayo, quieto! –Lo riñó al tiempo que se dirigía a él.
Pero mal hecho, pudo comprobar al momento cuando el perro al escuchar el grito
se levantó con el trofeo en sus dientes y salió disparado hacia la casa
contigua-. ¡No! –Miró un momento hacia la calle, para ver que los camiones de
la mudanza ya no se hallaban allí. Pero seguramente que el nuevo inquilino
estaba dentro de la casa, y no creía que le hiciera mucha gracia tener a una
mujer paseándose desnuda con una toalla por su jardín, tras un perro que
llevaba sus braguitas en la boca, o lo que quedaba de ellas…
Descalza,
con un poco de frío y gruñendo por lo bajo. Atravesó la valla que separaba las
dos propiedades, y fue tras el perro mientras sorteaba los charcos de barro que
había en aquel jardín al no haber sido cuidado. Pero su mala suerte solo hacía
que empeorar por momentos, cuando el perro decidió plantarse en medio de un
gran charco de barro que al parecer se veía un poco profundo, y ponerse allí a
mordisquear sus braguitas.
-¡No,
no! –Gimió totalmente desconsolada al dar ya por perdidas aquellas braguitas
suyas-. Rayo, bonito… Si te vienes conmigo ahora, te daré un buen trozo de
pollo que hay en la nevera… -Habló con tono suave para no asustarlo, mientras
se inclinaba y conseguía agarrar la prenda por un extremó. El perro se pensó
que aquello era un juego, y se levantó del suelo para tirar en sentido
contrario con tanta fuerza que la acabó tirando
a ella encima del charco-. ¡Te odio! ¡Yo a ti te mato! –Golpeó con sus
puños a la fangosa superficie que tenía bajo su cuerpo, por no coger al perro y
estrangularlo.
-Yo
pensé que me amabas –Dijo una profunda voz tras ella.
Se
quedó un momento quieta, pensando que había sido su imaginación. Pero al
comprobar que Rayo gruñía un poco, era obvio que allí había una persona más. Y
que su imaginación, no le estaba haciendo ninguna trastada. Se dio la vuelta y
allí estaba él, sonriendo por la situación y la alegría de encontrarse con ella
después de tanto tiempo.
-Alex…
-Susurró con lágrimas en los ojos-. Estas aquí… Eres tú…
-Sí
–Sonrió el hombre, sin dejar de mirarla toda ella-. Acabo de llegar ahora mismo
del aeropuerto con compañía… Y me alegra un montón encontrarte en nuestra casa…
Pero
ella no prestaba atención a sus palabras, simplemente estaba allí absorbiendo
toda embelesada su cuerpo. Después de tantos días, al fin lo tenía allí… Iba a
poder abrazarlo y besarlo… Con gran emoción, se levantó del suelo exclamando su
nombre, para lanzarse a sus brazos totalmente emocionada.
-¡Alex!
–Sollozó totalmente feliz-. ¡HO! –Pero se había olvidado del embarrado terreno,
que hizo que trastabillara por el camino llevándose al hombre por delante y
acabando como hizo en el mes de Junio.
-¡Dios,
mi trasero! –Se quejó entre risas Alex, al volver hallarse en aquella situación
con aquella preciosa joven que ahora era suya.
Una
vez más, el destino había querido que la toalla que llevaba se aflojara y
aplastara un poco a Alex con sus senos. Pero aquella vez no salió corriendo,
simplemente corrió a taparse completamente sonrojada mientras lo miraba
divertida.
-¡Por
qué cada vez que os encuentro juntos, tiene que haber una toalla por el medio y
uno de los dos desnudos! –Recalcó su hermano Peter apareciendo por allí.
-¡Peter!
–Lo riñó su madre, mientras le daba una cachetada en la cabeza a su hijo-.
Déjalos tranquilos… Hola Alex, has hecho
muy buena compra con esta casa…
-Yo
me alegro de estar de vuelta, y gracias por lo de la casa… -Rió pero sin dejar
de mirar la asombrada expresión de Julia.
-¿Tu
eres el nuevo dueño de esta casa? –Preguntó asombrada.
-Somos,
los nuevos dueños cariño… -Le susurró con los labios más cerca de los suyos.
-¿De
verdad?... –No acababa de creérselo-. ¿Puedo?...
-Por
supuesto, vamos dentro que te la enseño… -Dijo impaciente levantándose del
suelo y ayudándola a ella.
-Apuesto
que el recorrido acaba en el baño… -Señaló su hermano.
-Ya
ti que te importa –Lo regañó Olivia-. Déjalos y ven a echarme una mano con las
maletas…
-Cariño,
que no están casados aún y tú no has visto lo que yo eh visto que hacen estos
en los baños… -Señaló Peter, mientras era arrastrado por su mujer a la casa de
al lado, y la feliz pareja se alejaba abrazada, sin prestar atención a nada más
que no fuera ellos.
Fin
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