Ana tenia ojeras
, había tenido una mala noche, con extraños sueños...Finn estaba en ellos, de a
ratos siendo un adolescente que la invitaba a bailar...de a ratos el hombre
adulto que la besaba en el viejo salón donde habían hecho el amor. Presente y
pasado se habían mezclado en su subconsciente y ahora se sentía muy cansada.
Preparó el
desayuno y despertó a Sean para que se
alistara para la escuela.
- Sean, no podré
venir a almorzar, quiero hacer horas extras para terminar mis pendientes y
salir antes para pasar por el mecánico.
-No hay
problema, igualmente yo estaré en casa de Candance para terminar un trabajo que
tenemos pendiente.
-De acuerdo.-
dio Ana tranquila. Candance era la hija de los vecinos y ella y Sean eran
buenos amigos además de compañeros de clase, podía estar tranquila si él estaba
allí, y últimamente se preocupaba mucho de que él se encontrara con Finn O
‘Connell.
El chico terminó
de desayunar y se marchó a tomar el bus para el colegio, un rato después ella
partió al trabajo.
Eran cerca de
las seis de la tarde cuando terminó todo el papelerío que tenía pendiente.
-¡Vete niña! Ve
a ver como va el arreglo de tu auto -
insistió Helena.
-ya termino.
-Ana, cualquiera
pensaría que soy un déspota, puedes terminar mañana lo que quede pendiente.
-Sabes bien que
la déspota soy yo, no tú. Me gusta que todo quede arreglado...es mi
responsabilidad.
-Vete ya , antes
de que se largue la tormenta aunque podrías bailar y cantar bajo la lluvia, te
hace falta algo así, Señorita Responsabilidad.
-Bien, ya me voy
...-dijo Ana, tomó su cartera, su chaqueta, saludo a Helena y se marchó.
Llegó a lo del
mecánico para recibir malas noticias, su
auto demoraría cerca de una semana en estar en condiciones.
-Por favor, no
puede estar antes....- insistió
-Lo siento, Ana,
pero aunque quisiera tenerlo antes, necesito los repuestos y demorarán. Pero te
garantizo que quedara perfecto...si te sirve de consuelo.
-No mucho Harry,
no mucho- le dijo al viejo mecánico y se marchó bastante desilusionada. A mitad
de camino, comenzó a lloviznar. Poco a poco la lluvia se hizo más fuerte.
Corrió para
encontrar refugió y por ir sin mirar se chocó con alguien que venía en sentido
contrario. Al levantar la vista descubrió espantada que era Finn.
-¡Tú! – exclamó
él sorprendido y acto seguido la tomó del brazo, la cubrió con su abrigo y la
llevó corriendo hasta una tienda para buscar amparo de la lluvia que se había
intensificado.
-A salvo...-
susurró el con una leve sonrisa.
-No pedí que me
rescataras, además es solo agua – protestó ella.
-Lo sé, ya también sé que no pediste ayuda, tengo la
sensación de que nunca lo haces. Pero si te mojas demasiado podrías acabar con
un resfrío...mejor esperamos un rato que pase.
-Supongo que no
es tan mala idea – reconoció ella.
-Tu
cabello...-susurró Finn y ella tomó un mechón que estaba levemente ondulado.
Siempre le pasaba cuando se lo mojaba, años de alisarlo y no podía domarlo
completamente, cuando se humedecía, se ondulaba levemente.
-La lluvia –
respondió cortante. No quiso recordar el pasado, cuando su cabeza estaba
poblada de rizos indomables.
-También así se
ve bien.-comentó él.
-Señor O
‘Connell ...no estoy interesada – dijo ella enfrentándolo.
-¿Qué?
-No sé lo que se
propone, los comentarios en la fiesta,
ahora...pero sea lo que sea, no me interesa.- le dijo con severidad y él
se puso a reír.
-Es bueno que
sirva para divertirlo.
-No, no ,
disculpa...pero no estaba preparado para eso. Y lo que me propongo, sólo quería
conocerte mejor, Ana...porque me temo que a mí si me interesas.
-Ya le dije...
-Lo sé, y me lo
haces notar cada vez que nos vemos.
-¿Entonces?
-Tenía una
esperanza de que no fuera cierto, de que me estuviera equivocando, después de
todo, lo que siento cuando te veo...
-Sr.
O’Connell...ya le dije que no estoy interesada.
-¿Es por el
hombre que fue contigo ala fiesta?
-No es asunto
suyo – dijo y empezó a tratarlo de usted para marcar una distancia.
-Ana...
-Ya dejó de
llover – dijo y sin darle tiempo a nada se marchó.
“¿Por qué de
todos los lugares del mundo, él había ido a parar allí? “
No lo entendía, y para empeorar la situación
se le había ocurrido coquetear con ella. Estaba segura que a Finn O’ Connell no
le faltaban mujeres, así que no entendía aquel interés en ella.
Era totalmente
irónico, años atrás habría dado cualquier cosa porque se diera esa situación y
ahora sólo la incomodaba.
Iba a volverse
loca con aquello, incluso había llegado a pensar en empacar todo y marcharse
con Sean, pero no podía hacer algo tan insensato. Le había llevado años
encontrar un buen lugar, tener un buen trabajo y construir un hogar para ellos,
no iba a destruirlo por miedo.
Si el destino
había puesto a Finn en sus vidas nuevamente, ella iba a ignorarlo. Había
aprendido por la fuerza que el destino debía forjarlo uno mismo.
Ana observó atentamente
la bicicleta mientras se aseguraba que estuviera en condiciones, hacía tiempo que
no la usaba, pero según decían era una de las cosas que uno no olvidaba.
Ya que no tenía
auto, tendría que movilizarse en bicicleta, era hora de tomar la iniciativa, no
podía dejarse vencer, durante los últimos años , había sido una luchadora, así
que iba a seguir siéndolo.
Lo otro que
había decidido tenía que ver con Andrew, debía ser sincera, con ella y con él,
así que lo llamó y le pidió verlo . Helena la dejó salir antes y se dirigió a
la oficina de Thompson.
Era un buen hombre
pero no lo quería, así que lo mejor era decírselo claramente en lugar de jugar
con él, Andrew merecía encontrar a alguien y ella no era esa persona.
No fue un
momento grato, y no porque Andrew estuviera grosero ni nada por el estilo, fue
muy comprensivo pero tenía una mirada de pena que le hizo las cosas muy difíciles
a Ana. Aunque estaba segura que era ella quien le daba más lástima, ella que
había dicho que no estaba preparada para tener una relación amorosa y que tal
vez no lo estuviera nunca, entonces él la había mirado con mucha tristeza y le
había preguntado si el padre de Sean le había hecho tanto daño.
Finalmente se
habían despedido como amigos. Se sentía mucho más tranquila ahora, no quería
herir a nadie, y la pregunta de Andrew aún rondaba su cabeza.
Si lo pensaba
bien, no era que Finn hubiera sido malvado con ella ni nada de eso, sólo que lo
que había pasado entre ellos había cambiado su vida para siempre, lo había
amado aquella noche y Ana tenía la sensación de que su capacidad de amar se había
agotado en esa única vez. Cierto que luego se había sentido sumamente lastimada
por la actitud de él, por los comentarios, por el abandono de sus padres, pero
eso no explicaba que no se hubiera vuelto a enamorar. No era que desconfiara de
los hombres ni nada por el estilo, sólo que no sentía nada, como si aquella
parte de su ser se hubiera apagado.
Pero su vida si
tenía una luz y era su hijo, Sean.
Cuando llegó a
casa, él estaba esperándola para almorzar.
-¿Todo bien con
tu nueva Ferrari? – bromeó Sean sobre la bicicleta.
-Perfecto,
aunque espero recuperar mi otro auto pronto, así podré llevarte a la escuela
también...
-El autobús no
está tan mal.- dijo él.
Estaban
terminando de almorzar cuando escucharon gritos que venían de afuera. Ana se
asomó a la ventana a ver qué sucedía.
-Son Candance y
su padre, están discutiendo en el jardín...
-¡Oh no! –
exclamó Sean y salió corriendo hacia fuera. Ana fue detrás de él. Los jardines
de las dos casas no estaban separados así que era fácil escuchar la discusión.
-¡¡Embarazada!!
¡Dime quién es el maldito, dime quién es el padre! – gritó el hombre a su hija
mientras la zamarreaba.
-Suéltela, la
está lastimando – dijo Sean interponiéndose.
-Señor Brent, cálmese,
por favor...-intervino Ana.
-¡¡Habla!! ¿Quién
es? – siguió gritando el hombre a su hija.
-Soy yo, yo soy
el padre – dijo Sean de pronto y los otros tres se quedaron mudos.
-Sean...-susurró
Candance y agarró a su padre de un brazo.
-¡¿Qué, tú?!-
exclamaron Ana y el hombre al mismo tiempo pero el muchacho se quedó allí callado
mirándolos fijamente.
-Vamos a hablar
adentro, por favor papá – rogó Candance arrastrando al sorprendido hombre.
Ana, no lo podía
creer, avanzó hasta su hijo y le dio una bofetada.
-¡Cómo pudiste! –
gritó- ¡cómo pudiste desilusionarme así! Yo confiaba en ti – dijo y vio la
mirada herida de su hijo.
La madre de
Candance salió y junto a la chica
obligaron al hombre a entrar a la casa. EN el patio sólo Quedaron Ana y Sean mirándose
frente a frente. De pronto, el chico sin decir nada salió corriendo.
-¡Sean! ¡Sean! –
lo llamó e intentó correr detrás de él, pero era mucho más rápido. Ana recordó
el golpe que le había dado, las crueles palabras y la mirada de dolor de su
hijo.
-¡No, Sean, no! –
exclamó sintiendo que acababa de perderlo.
por que me haces sufrir asi? Por quee? Quiero saber que paso, ya no podre dormir jajaja
ResponderEliminarTodo iba muy bien!!!!! Y de golpe me cambias la historia con este golpe!!! Zas!!!! Eso es a traición!!!! Pobre Sean con lo caballero que es!!!! Y ahora se, que vendrá una charla madre eh hijo en al que me harás llorar por lo que vayan a decir... snif, snif... Y dime una cosa por curiosidad? Tal vez esté Finn allí y haya algún resquicio de... jejeje Dimelo ya!!!!!
ResponderEliminarPor cierto, como et encuentras bella vieja chocha arrugada?
E.J , ya mejor aunque no puedo andar dando serenatas aún...y tú? cómo vas? Besosssssssss
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