No sabía a
que prestarle atención primero, si al dolor de su trasero o codos por la caída,
o el sentir el pecho desnudo de Donovan contra el suyo. ¿Qué demonios había
hecho, para acabar siempre mojada y medio desnuda con él? Se preguntó con gran
fastidio, al recordar la vez de la manguera y la otra del grifo en la cocina.
Sin apuntar, la que apareció mojada de la piscina delante de él… ¿Sería aquello
un mensaje subliminal? Donde el mundo le indicaba que una posible relación
entre ellos dos, tocaría aguas… Ya no sabía que pensar.
-¿Estás bien?
–Preguntó con una sonrisa en sus labios el hombre, con su rostro a pocos
centímetros del de ella. Y observando, como Silvia estaba con los ojos cerrados
y apretados. Para en un segundo abrirlos y sonrojarse al ver lo cerca que
estaban sus labios.
-En la cabeza
sabemos que no es –Dijo con un poco de rezongo-. Sigues teniendo el mismo mal
carácter… -Soltó desviando un momento la mirada a la zona de sus cinturas
abrazadas, para volver alzarla nuevamente y quedarse un segundo con el ceño
fruncido, al pillarla a ella sacándole la lengua en un tipo de burla por su
comentario-. Sigues sin aprender… -Suspiró-. No aprendes ni de lo que escribes…
-Le replicó moviendo una de sus fuertes manos camino abajo, hasta llegar a su
desnuda cintura. Allí, acariciando con electrizante calma su mojada piel, pudo
observar como la tenía bajo su poder. Su garganta, hizo movimiento al pasar
saliva. Sí, la chica se hallaba nerviosa ante el siguiente movimiento de él.
Podía observar ansiedad en sus labios entre abiertos y deseo, en su nublada
mirada. ¿Qué debía hacer? Una vez más, el destino le colocaba aquella joven a
su disposición. Estaba seguro, que si capturaba sus labios estarían los dos
atrapados en un laberinto de sensaciones. No tenían impedimento alguno, a pesar
de la hora que era… Sí, la casa estaba llena de gente. Pero tenía la total
seguridad de hallarse en su baño. Allí, nadie osaría entrar sin su permiso. Y
también sabía, que nadie adivinaría que Silvia se encontraba en su bañera…
Verdaderamente no tenían ningún impedimento, solo el de sus indecisos impulsos.
Y por más que aquella muchacha le gritara a mil decibelios que no sentía
interés alguno en él. Sabía que mentía… Era una mentira, que utilizaba tal vez
para ocultar su fuerte deseo. No queriendo salir dañada o simplemente por
llevarle la contraría, como últimamente no paraba de hacer sacándole de quicio.
Mientras su
cerebro daba aquellas vueltas, sus dedos iban solos escalando sin su permiso la
tersa piel de Silvia, hasta detenerse justo debajo de su busto. En aquel
momento fueron los dos que cogieron aliento. Ella por el deseo creciente que
iba sintiendo ante lo que él le estaba provocando, con la suave caricia de sus
dedos. Y él, por encontrarse en aquel punto sin haber sido consciente de ello.
Estaba a un solo paso de perder sus papeles… Sabía, que si sentía por un solo
momento la suavidad de la piel que escondía aquella fina tela de encaje, era
hombre perdido. Y es cuando ella conseguiría su objetivo de estudio. Tenía que
ser fuerte y no dejarse embaucar por lo que él mismo había provocado. Pero le
estaba siendo muy difícil… El ver sus ojos cerrados, con el rostro inclinado
hacia atrás y el agua cayéndole por su melena mojada. Completamente entregada a
él, lejos de mostrar el desacuerdo que le daba en un principio. Aquella imagen,
es la que tantas veces había soñado. Y ahora la tenía ante él, maravillado,
hipnotizado. ¡Dios, que dulce era! Pensó maravillado comiéndosela con la
mirada.
¿Abría los
ojos o no los abría? Dios del amor hermoso, una vez más, se encontraba a merced
de Donovan. Pero aquella vez era diferente. El agua no los había separado, si
no más bien unido. Era sorprendente lo que su contacto conseguía en ella.
Derretirla y nublarle todo pensamiento racional. Porque a pesar de estar
entregándose a sus caricias, con cierto anhelo. Su cabeza iba girando la idea
de una muesca más en la cama de aquel
atractivo vaquero. Justo antes de que los labios masculinos atraparan los de
ella reaccionó girando su rostro a un lado.
-No, por
favor –Susurró aún con los ojos cerrados, no viendo la capa de furia que
aparecía momentáneamente en Donovan. Ni tampoco el gran esfuerzo que hacia por
separarse y dejarle vía libre de escape.
-Tranquila
–Soltó socarrón-. Yo solo quiero ducharme… -Continuó con aquel tono burlón-. No
me gusta desflorar a vírgenes fogosas.
Una vez dicho
aquello, sabía que tenía que tragarse su dolor por palabras tan duras. No
existía el arrepentimiento con ella. Si se lo demostraba, estaría completamente
perdido. Aunque ciertamente, dudaba de no estarlo ya. Con el corazón en un
puño, observó como con mirada baja ella salía de la bañera, dejando al odiado
intermediante de sus disputas tirado en el suelo. Estaba claro que era un
verdadero estúpido.
En casa. Una
hora después de aquel encontronazo con Donovan, por llamarlo de alguna manera.
Volvía a respirar calma a medias. Pero era su terreno, un punto de más
seguridad para sí. Aunque dudaba que de ahora en adelante, ella y Donovan
mantuvieran el mismo trato. De modo, que su vida sería más tranquila de lo que
había sido hasta el momento.
Sentada en su
despacho, enfrente al ordenador pensaba que se calmaría al ponerse a escribir
un poco. Pero no tenía ganas. Su cerebro no quería pensar, solo sentir… Sentir
sus caricias, su voz, su casi beso. Lágrimas asomaron a sus ojos, al no poder
evitar de pensar en él incluso después de haberle hecho daño con sus palabras.
Pero es lo malo que tenía el amor. Los sentimientos que podía sentir uno, no
eran conducidos por la cordura. Mejor salía a dar una vuelta a caballo, decidió
apagando el ordenador.
Ya estaba
oscureciendo, cuando volvía a las cuadras encontrándose allí fuera a Peter. El
verlo, le infundo un poco más de animo. Él, al menos tenía un amor que era
correspondido.
-Hola
preciosa –Le dio un beso en la mejilla, una vez que ella se bajó y puso en el
abrevadero a su caballo-. ¿Has estado toda la tarde fuera? –Preguntó con el
ceño fruncido al ver tristeza en sus ojos-. ¿Y eso? –Suspiró-. Donovan te ha
estado buscando toda la tarde.
-¿Y qué
quieres decirme con ello? –Se alzó de hombros momentáneamente, sin querer mirar
al hombre a la cara.
-¿Por
casualidad te has dejado el móvil? –Siguió preguntando, sin ver que comenzaba a
molestarla con aquel interrogatorio.
-Lo llevo
encima –lo miró un momento-, sabes que nunca me lo dejo –Se cruzó de brazos y
seguidamente empleó un poco de dureza en sus palabras-. ¿A dónde quieres llegar
Peter?
-¿Qué te
ocurre conmigo? –Preguntó con ternura-. Hasta hace pocos días, compartíamos
secretos –Resopló apoyando las manos en la cadera-. Y ahora, me han informado
eh incluso lo eh visto, que compartes confidencias con Alex.
-Creía que
estabas de lado de Donovan –Rebufó achicando su mirada.
-¡Ah no! –Se
defendió veloz-. Aquel día me sentí atrapado entre los dos… -Dio dos pasos hacia
ella, para alzar sus manos y apoyarlas en los delicados hombros de la chica-.
¡Maldita sea Silvia! Sabéis que recibo ostias por parte de los dos… ¿Cuándo
vais a dejar de ser tan cabezones y arregláis vuestra pequeña discordia?
Lágrimas no
le quedaban, había derramado todas en la tarde sentada en una colina. Pero
necesitaba la calidez de Peter, él la comprendía. Le daría el cariño que le
hacía falta en aquel momento. Por eso dejó caer su cuerpo contra su pecho al
tiempo que lo abrazaba por la cintura. Soltando un suspiro, cuando sintió los
brazos del hombre rodearla y besarle la cabeza. Él lo sabía. Sabía que
necesitaba por aquel momento aquella paz. No le dijo nada, solo la abrazó
durante unos minutos sin pedirle explicación alguna.
-No hay nada
que arreglar –susurró con su rostro apoyado en el hombro masculino-. Lo único
que ocurre, es que no nos llevamos bien. Solo que hasta ahora, no lo habíamos
visto porque nunca habíamos estado más de media hora juntos.
-¡Pero que
idiotez me estas contando! –Gruñó apartando a la joven lo justo de sí, para
poder escrutarle el rostro. Apenas les salvaban unos diez centímetros-. ¿De
verdad te crees esa chorrada? –Preguntó con el ceño fruncido.
-Hazme caso,
se lo que digo –Lo miró a los ojos, mostrándole el dolor que arrastraba
consigo-. Hoy mismo me ha dicho la verdad.
-Silvia, creo
que estas confundida –La interrumpió-. Quiero que me hagas caso en una cosa.
Tan absorta
estaba con su dolor y las palabras de Peter, que no vio la llegada de Donovan
al lugar en donde estaban ellos. Ni tampoco, como desaparecía la desesperación
de su rostro al encontrarla después de buscarla todo el día, para remplazarla
por celos al verlos tan juntos.
Fue tan
fuerte la rabia que sintió en aquel momento, que bajó del caballo para acercarse
a hasta ellos sin molestarse en saludar.
-¡Donovan!
–Exclamó en un gemido ahogado Silvia separándose de Peter.
Pero él no
dijo nada, simplemente avanzó hasta pararse enfrente de ella, cargarla en sus
hombros sorprendiéndolos y después, lanzarla dentro del abrevadero asustando al
pobre caballo que se alejó un poco.
Cuando ella
emergió, fue cuando se dignó hablar el hombre.
-Creo que te
hacía falta. Se te veía muy acalorada –Dijo con voz dura, para alzarse el
stetson a modo de despedida y volver alejarse hacia su caballo.
-¡Esto no
acaba aquí! –Exclamó furiosa Silvia-. ¡Me tienes hasta las narices! ¡Déjame
vivir como quiera!
Soltó todo
aquello raviosa y con nuevas lágrimas. No sabiendo si él la había oído al
alejarse de allí montado a caballo.
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