jueves, 26 de enero de 2012
Pequeño Cuento: Aprendiendo A Seducir; Parte XV
-¡Oh, genial! –Resopló Silvia cuando el pequeño chilló a los cuatro vientos su posición y encima, dejando la puerta abierta de par en par para ir acoplarse a la cama junto con ellos dos.
-¿Hay que hacerle cosquillas? –Sus pequeños ojos brillaban con anticipada diversión.
-¡No! –Respondió ella alarmada.
-Sí –Permitió él, estando aún encima de ella-. Prueba por su cuello.
-Por favor, estaos quietos –Suplicó con pavor dado que por mala suerte era débil ante un ataque de aquellas características.
-Toda mí vida con mucho cuidado –Protestó Elisabeth apareciendo en el marco de la puerta-. Y vosotros, en un periquete me vais a pervertir a los niños –soltó con humor tras ver en que situación se hallaban.
-¿Qué es pervertir? –Preguntó con inocencia el niño.
-Nada tesoro –Sonrió su prima-. Significa lo que siempre os decimos papá y yo. Que no hay que jugar antes de cenar, sino se enfría la comida y se hace esperar a los demás.
-Ah… -Dijo bajándose de la cama.
-Venga pequeño –Lo agarró por los hombros-. Vamos en busca de tu hermano, que hay que bajar a cenar –Le guiñó un ojo a ellos dos-. Puedo inventar cualquier excusa, por si vais a retrasaros…
-¡No, espérame! –Clamó Silvia empujando al hombre y quedando al fin libre-. Bajo con vosotros tres.
-Aguafiestas –Protestó su prima saliendo del dormitorio masculino, y sin fijarse si entre ellos dos se decían alguna palabra mientras Silvia la seguía-. Pero si quieres que no le diga nada a tu madre de esto –La amenazó una vez fuera de peligro a los oídos de Donovan-. Ya me estas contando que hacías aquí cuando no paras de renegar de él.
-Me alegra comunicarte, que no hay nada que explicar –Soltó con cierta mofa-. Y mi madre, ya sabe de sobras que me hallaba aquí con Donovan –Dijo empleando aquella vez un poco de amargor.
-¿En serio que no hay nada que contar? –Se giró a mirarla delante de la puerta del dormitorio de los niños-. ¿Y qué diantres hacías bajo él y entre sus piernas? Buscar una lentilla, seguro que no… -Bromeó.
-Pues que crees –Suspiró-. Lo de siempre… Pero esta vez ha sido raro –Susurró por si había alguien más pasando por allí-. Esta vez, quien se ha detenido ha sido él –Frunció el ceño recordando el momento-. Ha sido como un abandono ha su fuerte interés de estos últimos días.
-¿Cómo? –Preguntó con gran curiosidad y mirando también a su alrededor-. ¿Qué quieres decir?
-Mejor te lo comento después de cenar –Volvió a susurrar-. Será más seguro y cómodo.
Entraron en la cocina, donde las dos madres junto con Alan y Alex, los estaban esperando sentados en la mesa. Por el rabillo del ojo al tomar asiento en una de las sillas libres, pudo visualizar como su madre no le quitaba el ojo de encima. Aquello fue lo que necesitaba, para saber que no había sido ninguna casualidad lo ocurrido allí arriba.
-¿Quieres decirme algo mamá? –Peguntó girándose de sopetón a ella, cuando Donovan hacía su entrada.
-Que… -Carraspeó un poco por la directa pregunta de su hija-. No hija… ¿Por qué me preguntas? –Se levantó con Luisa para comenzar a servir la deliciosa cena.
-Por nada –Se alzó de hombros-, pensé que estabas esperando que te informara de algo…
-Pues no tesoro –Rió la mujer mayor con disimulo-. Bueno… -Se acercó a la mesa con el primer plato para Donovan-. ¿Cómo vas con la novela?
-¡Mamá! –Protestó Silvia un poco consternada con rapidez.
-¡Margaret! –Avisó Elisabeth sonriente.
-¿Novela? –Preguntó Alex con curiosidad y mirando a todos.
-¡OH! –Exclamó la mujer mayor con arrepentimiento-. No me acordaba de él… Yo… -Miraba nerviosa también a todos.
-Vaya… -Sonrió un poco Donovan-. Yo me pensaba que había más confianza entre vosotros dos –Dijo mirando a una Silvia completamente sonrojada.
-Lo interesante –Interrumpió Alex-, es ir conociendo poco a poco a la otra persona –Sonrió mirando a Silvia-. Solo hace dos días que estoy aquí… Y no ocurre nada, porque no quiera contarme aún nada.
-En verdad, se que también eres persona de confianza a pesar de los dos días que llevas aquí –Habló Silvia con tirantez hacia Donovan-. Y quería comentarte mi secreto, pero de una manera diferente –Miró a su madre con humor-. Pero digamos que mi madre se me adelanta siempre.
-Lo siento tesoro –Volvió a disculparse, mientras seguía sirviendo la cena-. Pero sabes lo difícil que es guardarme lo orgullosa que me siento porque mi hija sea la famosa Susan Parks.
-¡Eres Susan Parks! –Exclamó Alex sorprendido, mientras que todos asentían con la cabeza-. Guau… Mañana me compro un libro tuyo y me lo dedicas.
-¿Vas a presumir de él a cada rancho que vayas atender sus caballos? –Soltó con cierta guasa Donovan.
-¿Tiene algo de malo mi novela? –Inquirió Silvia con mirada entrecerrada.
-Ninguna –La miró directamente a los ojos-. Sabes que soy un hombre y no me eh vuelto gay por leer novela romántica… Escribes muy bien… Solo fallas en que tienen pocas escenas de sexo y son muy limitadas –Ahora sus ojos brillaban a algo parecido a la irritación-. Pero se que de eso ya mismo te estas encargando.
-Dejad de pelearos –Interrumpió Margaret-. Y tienes razón, según me ha dicho mi sobrina Elisabeth, te están quedando muy bien las escenas picantes de esta nueva novela ¿Cuándo me dejaras leer lo avanzado?
-Luego –Respondió Silvia atacando su plato eh ignorando la mirada de él. Sabía perfectamente a lo que se refería. Dichoso el día que había decidido adquirir el muñeco hinchable. Que por cierto, tenía que hablar con Peter para saber que había hecho con él-. ¡Dios Elisabeth, esto esta riquísimo! Podría comer todos los días champiñones –Soltó con buen humor, mirándolo un momento a él para luego parar en Alex quien no pudo evitar que soltara una pequeña risa ante su comentario.
-Vaya… Veo que es cierto que habéis llegado a compartir una cierta intimidad –Masculló Donovan un tanto molesto, al tiempo que los demás se miraban sin comprender sus palabras-. Al menos, ahora puedo quedarme algo más tranquilo sabiendo que al final has escogido algo mejor que el plástico para tus anotaciones –Acto seguido pinchó champiñones con su tenedor para poder probar su sabor-. Elisabeth, no te vayas de aquí sin darme esta receta –Dijo con buen humor, logrando que todos rieran y olvidaran la tensión que había flotado por unos segundos. Menos Silvia, quien lo miraba con el ceño fruncido.
Quitando el primer momento de la cena, en donde ellos dos se dijeron unas pocas cosas, todo transcurrió con cierta normalidad. Y sin que nadie notara que Donovan ni la miraba a los ojos en ningún momento. Era obvio, que este se hallaba molesto con ella y había sido cuando se había entregado a él. Cosa que no comprendía para nada.
Ahora se hallaba sentada en el borde de la piscina, tomándose su café bajo el manto de las estrellas. En unos minutos se le uniría su prima, después de que acostara a lso pequeños. Pero por ahora, aprovechaba aquella soledad para pensar un poco. Alan y Alex, se encontraban en el porche fumándose un cigarro. Su madre y su tía, sentadas en la cocina con su café. Y Donovan, había pedido con amabilidad si le dejaba el despacho libre para mirar unas cosas antes de irse a la cama. Había puesto como excusa, que estaba muy cansado. Pero seguro que la culpa la tenían los champiñones.
Expulsó aire completamente frustrada. Realmente se hallaba muy confusa. Su vida, con un ajetreo de lo más normal. Había sufrido un cambio radical en pocos días. No comprendía el porque él la tenía tomada con ella día tras día. Para ahora, en pocos segundos apartarse de ella como la peste.
Y estos, eran los que luego iban por ahí acusando que las complicadas eran ellas. Verdaderamente el mundo se había vuelto loco.
-Bueno, al fin un poco de paz… -Suspiró Elisabeth sentándose a su lado y sumergiendo los pies en el agua de la piscina-. ¿Qué le ocurre a Donovan? Se ha encerrado en el despacho y…
-No le ocurre nada –Se alzó de hombros mientras mentalmente se acordaba de los champiñones-. Salvando que esté enfadado conmigo, supongo que tendrá trabajo.
-Querrás decir, frustrado contigo –rió-. Por lo que interrumpió mi hijo en el dormitorio.
-Ahí, si que no te doy la razón –Sonrió un poco, al tiempo que su mirada vagaba por los dibujos que se formaban en el agua a causa del suave balanceo de sus piernas-. Si hubiera un pequeño ápice de frustración, sería si él no hubiese interrumpido apartándose de mí como la peste.
-¿En serio me dices eso? –La miró fijamente-. A lo mejor se cree derrotado por Alex… ¿Qué le diste pie?
-No –Respondió con total sinceridad-. Créeme que hemos simpatizado como amigos, pero nada más –Rió-. Solo que él ha jugado un poco con Donovan, por un asunto pendiente de hace unos años… Cosa inocente según él… Solo le ha querido fundir un poco de celos… Cosa inútil, creo yo… Pero no creo que sea el causante de su carácter.
-Si tan segura estas… -Se quedó meditando un poco-. Si quieres, puedo tratar de sonsacarle información a Donovan sin que él se de cuenta.
-Muchas gracias, pero no le veo razón alguna para ello. Realmente todo éste jaleo con él, es algo confuso… Pero diría que pasajero… No tendría que darle mucha importancia. Verdaderamente, no creo que ocurra nada pues Donovan ha sido y es, un buen amigo de la familia…
-Muy atractivo –Interrumpió Elisabeth con tono divertido.
-Esta bien, no lo niego –Suspiró con una sonrisa en sus labios-. Pero digamos, que simplemente él quería protegerme por una idea equivocada que tenía de mí –Dio el último sorbo a su café-. Y hoy despertó de lo que realmente estaba haciendo conmigo, dándose cuenta de su error… Ahora, supongo que se hallará un poco enfadado consigo mismo por semejante estupidez cometida conmigo…
-¿Te crees toda esa charada? –Preguntó su prima.
-Es lo único que me responde al lío de estos días –Se encogió de hombros.
-Y te vas a quedar de brazos cruzados –Señaló indignada la otra chica.
-¿Pero tú qué quieres? –Le preguntó con el ceño fruncido.
-Esa pregunta no me la hagas a mí –Se levantó del suelo-. Sino a ti, guapa. Creo que va siendo hora de que hagas algo como las chicas de tus novelas.
-¿Te refieres a echar un polvo?
-Eso por supuesto –Rió-. Pero me refiero, que ya es hora de que vayas hacia el amor de tu vida.
-Ah, no… -Negó con gran efusividad, moviendo su cabeza de izquierda a derecha.
-¿Por qué? –Se cruzó de brazos-. No sabía que fueras tan miedica.
-No soy miedica –Se puso también a su altura-. Solo que estas muy equivocada.
-Silvia, dale a la bombilla de tu cerebro para que alumbre a tu corazón –Habló empleando cierta exasperación-. Me parece que éste últimamente ha andado a ciegas…
Me voy a buscar a mi marido, que va siendo hora de irse a la cama.
Se quedó unos minutos allí sola. Sin pensar en nada. No quería hacerlo porque tenía miedo. Sabía a lo que se refería Elisabeth. Aquella sensación que tenía cada vez que tenía a Donovan cerca, no era mera atracción sexual. Eran unos sentimientos, que hasta el momento se había negado admitir. Y pasaba de analizarlos, no quería acabar en un baño de lágrimas. Por ello, que prefería la indiferencia que había habido hasta el momento entre ellos dos… Necesitaba que volviera… Aunque pro otro lado, aquello era ser una cobarde. Y estaba segura, que su padre no aceptaría aquella actitud en ella. Mejor iba a la cama, puede que el dormir le fuera bien para el lío que tenía ahí arriba.
Cuando entró en la casa, comprendió que no era muy temprano al hallarse todo a oscuras y en silencio. Por lo visto, había estado más rato del que pensaba allí fuera, y se habían ido todos acostar. Se acercó a la alarma y conectó la seguridad, con la clave que les había facilitado Donovan. Suponía que una vez que ellos volvieran a su casa, la cambiaria por otra. Con mucho cuidado para no hacer ruido, caminó con sigilo para no tropezarse con nada en la oscuridad que la envolvía.
Abrió la puerta sin llamar antes para llevarse una sorpresa al hallar aún ahí a oscuras a Donovan, sentado enfrente del ordenador con unos papeles en la mano.
-Perdona –Se disculpó ella un poco avergonzada por el encuentro inesperado-. Como no vi luz bajo la puerta y todos se fueron a la cama…
-¿Ya es tan tarde? –Se refregó los ojos, apoyándose en el respaldo de la silla-. No te disculpes, la culpa la tengo yo que te estoy retrasando para irte a dormir.
-Eso no es verdad –Entró dentro del despacho y cerró la puerta, para acercarse al sofá y comenzar a prepararlo-. Somos nosotros los que hemos invadido tu casa, molestándote en tu trabajo y demás…
-Sabes que eso no voy aceptarlo –Suspiró-. Vosotras también abríais hecho lo mismo por mí –La miró detenidamente, aprovechando que ella estaba ocupada en vestir el sofá con la ropa de cama-. Sí, me abríais dejado una cama… Opero seguro que renegando un poco –Dijo consiguiendo sacarle una sonrisa.
-Puede que sí –Se incorporó y se sonrojó al pillarlo observándola detenidamente-. Yo… Voy un momento al baño a cambiarme –Dijo cogiendo su pijama de la bolsa de viaje.
-Que idiota soy –Se incorporó de la silla-. Estoy aquí molestándote y tú quieres irte a la cama.
-No… No… -Levantó las manos y abriendo nuevamente la puerta del despacho-. A mí no me molestas Donovan, puedes quedarte para seguir trabajando. No quiero que se te acumule faena pro culpa mía… Yo aún no tengo sueño… Puedo sentarme en la cama con mi portátil…
-Pero… -No pudo acabar. Ella desapareció cerrando la puerta-. No creo que sea lo más sensato –Exhaló aire con gran pesar.
Se miró en el espejo del baño, tras haberse cambiado la ropa del día por su camisón malva de raso. ¿Qué diantres estaba haciendo? ¿Por qué era tan idiota de haber dado pie a Donovan de quedarse más rato allí? Acaso no estaban un poco enfadados… Aunque también era un poco idiota, simplemente le había indicado que podía seguir trabajando. No tenía que comerse así la cabeza… Eso era… Bueno… Suspiró, pensando que mejor volvía ya.
Se quitaba la camisa por la cabeza, cuando Silvia abría la puerta y entraba en el despacho un poco desilusionada y animada a la vez, preparada para intentar dormir. Había hecho lo que creía correcto con tanta gente por la casa. Le había sido muy difícil el retirarse, pero lo hacía muy a su pesar. Y tampoco creía que fuera muy bueno el llegar a un punto de excitación, para luego no aliviarlo de ninguna manera. Sus nervios tenían un aguante, pero no tanto… Tenía que averiguar qué quería realmente Silvia, para saber si debía seguir con su ataque, o lamentablemente olvidarlo todo. Y sobre todo, tenía que hablar algo con Alex. Quería saber si era ella la que estaba dispuesta, o era él quien se insinuaba… Resopló completamente frustrado, ante lo que estaba sufriendo aquellos días con el despertar de Silvia en referencia a la atracción sexual con los hombres. Por ser un completo gilipollas, y tomarse las cosas con demasiada calma ahora se veía atacado de los nervios y con prisas. Se quitó los tejanos para lanzarlos con enfado encima del sillón, que tenía en una esquina del dormitorio. Escuchando como algún tornillo de haber reparado algo en el día, caía al suelo. Se acercó hasta allí para recogerlo todo, viendo por la ventana que la luz de la piscina estaba encendida.
Cogiendo aire pro la frustración, desesperación y cansancio físico y mental, decidió bajar en ropa interior. Sabía que aquello mismo se lo había prohibido a Alex. Quien se había paseado por la casa con más ropa que él. Pero ya hacia rato que todos estaban en sus dormitorios. Y además, era como si fuera con un bañador… Pensándolo bien, aquella prenda le dio la buena idea de darse un chapuzón. Estaba seguro que unos largos le ayudarían a relajar la tensión que llevaba acumulada en aquellos días de locura.
Fue a desconectar la alarma de la puerta trasera de la casa, cuando vio que no se hallaba conectada… Al parecer, todos estaban cansados y deseosos de ir a dormir, que se les había olvidado conectarla. Se quedó un momento dudando con la mano levantada en el panel de alarma, para en un último instante accionar el cierre en modo nocturno y apagar las luces de la zona de la piscina. Mejor volvía a la cama… Dio media vuelta, y cuando pasó por delante del despacho, no pudo evitar el dirigir su mirada a la ranura de la puerta, por si veía alguna franja de luz… Pero era obvio que tenía la luz apagada, y de seguro dormía pacíficamente en aquel momento. Él era el único idiota que no. Pero ya iba a remediarlo, subiendo las escaleras de dos en dos.
-Pero que… -Masculló extrañada y deteniéndose en mitad de la piscina, ante la oscuridad que se había cernido sobre ella de repente-. No me fastidies… -Siguió hablando en media voz alta y un poco nerviosa, al tiempo que se acercaba al borde de la piscina para impulsarse y salir del agua. Aquello no tenía pinta de ser un apagón, si no más bien de alguien que había creído que todos estaban durmiendo y se les había olvidado apagar las luces y conectar la alarma. Y sabía quien era el único que había podido ser… Donovan… Pensó en él con cierto fastidio, al tiempo que se ponía su camisón encima de la ropa interior empapada. Lo sabía, sabía que no había sido buena idea el ir a dar un par de largos a la piscina, para sacarse un poco el lío de cabeza que llevaba-. Estúpida… -Se insultó así misma al comprobar que la puerta trasera no se abría. ¿Y ahora qué hacía? Miró un momento a su alrededor, para comprender que no quería quedarse sola en la oscuridad de la noche. Volvió un poco tras sus pasos, para alzar la mirada a la fachada y ver que arriba a la derecha, había una tenue luz encendida. Donovan. Sí, aquel era su dormitorio… Caminó hasta posicionarse en línea recta con la ventana y mirando a su alrededor, recolectó unas pequeñas piedras para lanzarlas contra el cristal-. Mierda, mierda… -Gruñó aún más enfadada, al ver que el inútil las tenía abiertas. Solo él, tenía que ser el que no le gustara dormir con el fresco del aire acondicionado-. No tengo mucho que perder, y mejor si le abro la cabeza… -Se rió alzándose de hombros, para luego lanzar la primera piedra acertando en el tiro y colándola por la ventana. Esperó unos segundos, viendo que no obtenía resultado al ver como se apagaba la luz-. No te duermas aún bella durmiente… -Suplicó un poco desesperada, mirándose la mano cargada de piedras pequeñas. Comprendiendo que no le quedaba más remedio que probar un último intento, antes de que cogiera el sueño. Cogió aire en sus pulmones, y lanzó por lo menos unas diez piedras a la vez consiguiendo que la luz volviera aparecer y poco después, él se asomara con el pecho desnudo por la ventana.
-¿Silvia, eres tu? –Preguntó incrédulo en un susurro.
-Sí –Respondió exasperada.
-Que sepas, que ese truco se hace con la ventana cerrada y un par de piedras –Rió-. ¿Y no se supone que Julieta es la de la ventana y Romeo, quien la llama? Como cambian los tiempos… -Se burló nuevamente.
-Quieres dejar de decir idioteces –Lo encaró con enfado.
-Idiotez la tuya, de venir hablar conmigo por aquí fuera, en vez de picar a mi puerta como persona civilizada –Alzó una ceja ante su carácter.
-Ya quisieras tu eso –Renegó cruzando sus brazos pro comenzar a sentir un poco de fresco en su piel-. Solo quiero que me abras la puerta. Estaba nadando en la piscina, cuando un imbécil me dejó en la calle.
-¡Ups! –Rió-. Pido disculpas y ahora bajo a rescatarte Julieta… -Dijo con humor justo antes de desparecer del marco de la ventana.
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