Si era sincera a veces disfrutaba cuando tenía conversaciones amenas, cuando en un baile tenía como pareja a un buen bailarín o cuando la comida era exquisita y eso era casi siempre. O cuando se encontraba con Su y Bri y se divertían a expensas de uno que otro pedante miembro de la nobleza.
Hablando de ellas ¿Dónde estaban? Observó con detenimiento a la muchedumbre y en particular buscó donde hubiera una gran concentración del género masculino, enseguida vio a varios jóvenes rodeando a dos chicas y las reconoció enseguida.
Brisia como siempre espléndida luciendo su cuerpo perfecto en un sencillo y vaporoso vestido en color lavanda, a ella todo le quedaba bien y Sulin no se quedaba atrás, con ese vestido en distintos tonos de azul pegado a su cuerpo casi como segunda piel tenía a todos en sus manos, sonrió notando como las tres habían prescindido de los sombreros ese día. Viendo que su padre había desaparecido y pensando que seguramente estaba buscando a Elissa, avanzó hacia ellas esperando no tener que saludar a nadie. Pero no era un día de esos, enseguida la interceptó la mordaz Juliette, hija de Lord no se que rayos, esa chica le tenía envidia desde que estaban de internas en un colegio en Suiza.
- Kendra ¡Que milagro encontrarte aquí! – Dijo al tiempo que se acercaba a su mejilla y lanzaba besos al aire en un gesto que Kendra encontraba sumamente irritante. Si ibas a besar lo hacías, sino mejor ahorrarse semejante gesto hipócrita.
- ¿Cómo estás Juliette?
- Encantada de la vida. Creo que Jonathan me propondrá que tengamos algo serio hoy ¡Ah! ¿Es que no lo sabías? Hemos estado saliendo, el pobre se sintió algo solo desde que tú ya no has estado por aquí y bueno, hemos sido inseparables. – Kendra estuvo a punto de soltarse a reír a carcajadas. El día no podía ir mejor, ya no tendría al pulpo cerca de ella rondándola. Ahora tenía a la muy disponible Juliette ¡Genial!
- Son el uno para el otro – Se obligó a decir de manera tranquila tratando de controlar el ataque de risa. – Me da mucho gusto por ti – Y la besó al aire tal como ella lo había hecho hacía unos segundos. – Tengo que irme y por cierto July querida, serás una excelente condesa – Dicho eso le dedicó una enorme y en realidad aliviada sonrisa a modo de despedida, dejándola un tanto descompuesta ¿Qué esperaba? ¿celos? ¿furia? ¡Que se lo quedara! ¡Era todo suyo!
En cuanto llegó donde estaban las chicas sonrió con picardía.
- Uff... ¡Cuanta testosterona! – Dijo en voz baja al percibir como todos observaban a Bri y a Su y ahora a ella que acaba de unirse al grupo, esos rostros masculinos denotaban apreciación y sobre todo lujuria disfrazada de encanto y caballerosidad. Al escucharla todos se echaron a reír. - ¿No hay mas chicas a quienes perseguir? – Les acusó ella.
- Hay muchas pero no como ustedes querida. – Dijo el rubio Miles Wentworth otro flamante heredero pero a diferencia de Jonathan era simpático.
- Sugiero que no digas eso en voz alta o nos ganaremos el odio de todo el mundo. – Dijo sonriendo Sulin.
- ¿Podrían explicarme por que monopolizan la atención de estas señoritas? – Fuerte y clara llegó la voz de Amelia la Condesa de Rotchild. – Hay demasiadas jovencitas que reclaman su presencia caballeros. – Dicho eso los jóvenes se retiraron, no se podía ignorar a la anfitriona. – Hola queridas – Las saludó afectuosamente - Espero se la pasen bien, odiaría verlas aburridas.
- Nunca en sus eventos Condesa – Respondió Brisia y después de una breve charla, se marchó dejándolas solas.
- ¿Nunca en sus eventos Condesa? – Se burló Su de Brisia.
- ¡Es cierto! Bueno, al menos no me aburro tanto como en otros. Diplomacia mi querida Su, diplomacia.
- ¿Qué tal les fue? Por cierto Su, gracias por la cuerda. – Kendra fue directa al asunto que aún le rondaba por la cabeza.
- ¿Es que no vas a olvidarlo nunca? – Gimió Sulin.
- Ya quisiera yo poder olvidarlo.
- Chicas, chicas… no es lugar para reclamos de ese tipo – Les dijo entre dientes Bri. Un fotógrafo se acercó y las tres posaron sonrientes.
- ¿Cómo rayos se te ocurrió meter una cuerda y no otra clase de equipo? – Siguió reclamando Kendra en cuanto el fotógrafo se fue.
- Me hice pasar por personal de mantenimiento, no nos dejaban pasar nada que no estuviera a la vista, la cuerda la pude tener oculta entre mi ropa pero únicamente eso y pude haber hecho más lo sé. No era en realidad una seguridad extrema, pero andábamos cortas de tiempo. Jamás en la vida volveremos a aceptar más de lo que podemos abarcar.
- Eso puedes jurarlo – Dijo Bri. – Esa misma noche Sulin estaba en la parte norte de la ciudad en el Hotel The Luxe Manor en un no menos complicado trabajo y coordinar distintos tipos de mecanismos de seguridad al mismo tiempo no es estar precisamente en un lecho de rosas.
- Pero tú eres la experta, pocos hay que puedan igualarte ¿Cómo conseguiste los números de la caja fuerte? – Dijo Ken recordando.
- Igual me gusta formar parte de la acción como bien saben, la forma de conseguir los números me la dio un genio experto en ese tipo de dispositivos, me aseguré de ello tomando en cuenta que podía surgir un imprevisto de esa naturaleza.
- Bien por ello y en cuanto a formar parte de la acción, créeme no te hubiera gustado estar con medio cuerpo al aire teniendo como precario punto de apoyo una casi inexistente cornisa. - Ken suspiró, tenía que olvidarlo.
- Aparentar tener 60 años tampoco fue divertido y menos salir por los conductos que se utilizan para enviar la ropa sucia de las habitaciones a la lavandería. No sabes con que porquerías te puedes topar. – Sulin frunció la nariz recordando. - ¿Cómo está eso que la caja no era como nos habían dicho?
- O nos engañaron o no se aseguraron de que la caja no hubiese sido cambiada. – Bri cavilaba -Pero la segunda opción no creo que sea. Seguro querían probarnos y ver de lo que somos capaces de hacer. Creo que esa duda la hemos contestado ¿No, Ken?
- El trato no era ponernos a prueba, nosotras somos las que ponemos a prueba sus sistemas de seguridad en todo caso. El acuerdo era que entraríamos por esos dichosos documentos y listo, no acordamos sorpresitas de ningún tipo. Pero como veo que les gustan las sorpresas, me tomé la libertad de darles una.
- ¿De que hablas Kendra? – Preguntó en un susurro Su con ojos chispeantes.
- El Rembrandt. – Fue lo único que dijo.
- ¡El Rembrandt! – Repitieron las dos al unísono entendiendo a lo que se refería y después se echaron a reír.
- No dudo de que esta vez que el que nos contrató no vuelva a hacerlo, pero sólo a ti se te ocurre llevarte ese cuadro. – Decía Su, todas conocían de su existencia por la breve investigación hecha.
- Eso no me quita el sueño y ustedes hubieran hecho lo mismo en mi lugar ¿O no? – Ninguna se atrevió a negarlo.
- ¿Qué método usaste para sacarlo del País? – Preguntó interesada Brisia.
- Me lo mandé por correo. Lo mandé a nombre de Mary Ann Johnson al orfanato que ella fundó.- Las tres eran voluntarias allí de vez en cuando - Fui por el paquete y justo llegaba el de la paquetería así que yo misma recibí el cuadro y asunto arreglado. Maravillosa coincidencia ¿no? – Claro que no era coincidencia, ella había monitoreado el paquete con precisión.
- Mary Ann está muerta. – Le dijo con sorna Su. – Chica lista. Estoy segura que Derek ha sido bombardeado con llamadas furiosas por parte de nuestro último cliente. Me sorprende no haya venido en persona a arreglar este asunto. El Rembrandt no estaba en el trato, implica muchos más líos.– Justo en ese momento el móvil de Ken sonó y ella de mala gana contestó. Todas habían tenido los móviles apagados desde Hong Kong. Se alejaban de todo por cierto espacio de tiempo.
- ¿Qué tal Derek? ¡No…! Espera, no grites ¡Maldición! Dile que su querido cuadro le será devuelto, pero que es un recordatorio de que con nosotros no se juega. Que deje de chillar como niña, no me importa cuantas veces haya llamado, lo siento, si, por ti, pero… lo tendrá esta misma semana ¡Mañana si eso quiere! Sí, si… Adiós.
Brisia y Sulin la observaban con expresión divertida. Derek era un cabezota con frecuencia, solamente su dulce esposa lo soportaba. Con ellas tenía fenomenales peleas, sobre todo cuando se saltaban las reglas, pero en general se tenían mucho cariño.
- ¡Ni una palabra al respecto! ¡Debería exponer el maldito cuadro en nuestra galería! – Bramó Ken y ellas miraron a otro lado para ocultar la diversión de sus ojos. – Vamos a comer, tengo hambre. – Dicho eso las tres caminaron hacia su mesa.
No eran observadas solo por los varones presentes, la antipatía de muchas de las féminas presentes la tenían desde hace tiempo y en esos instantes Cassandra Jenkins que las miraba con algo parecido al odio, comentaba a su madre Elissa.
- Las niñas mimadas de la alta sociedad ¡Como las detesto! Pero sobre todo a Kendra. Se cree superior a mí.
- Tranquila cariño, su padre ya está en mis manos… - Eduard Wellesley se acercó a ellas en ese momento haciéndolas callar.
- ¿Han visto a mi pequeña? – Les preguntó a las dos.
- De pequeña no tiene nada Eduard – Contestó con fingida dulzura Elissa – Debes aceptar que es toda una mujer, se acaba de ir con sus amigas.
- Oh si, las encantadoras Bri y Su. Son inseparables. – Sonrió buscándolas con la mirada.
- ¿Te sentarás con nosotras verdad? Tu hija no te echará de menos.
- Está bien. – Aceptó sabiendo que cuando esas tres estaban juntas, no paraban de charlar y se olvidaban de todo.
- No he visto a su bella hija Lord Eduard – Lo interceptó Jonathan.
- Yo menos, pero no debe estar lejos. – Espero no la encuentre se dijo para sí, sabía que Kendra no lo soportaba. Jonathan parecía diseccionar a la multitud con la vista en búsqueda de Ken.
Sentadas las tres cómodamente, charlaban y reían de todo y de nada. Las tres eran miembros de ese círculo único y privado aunque se resistieran a entrar en todos sus cánones. Su espíritu libre iba más allá de lo que nadie imaginaba.
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