- Querida, llegaremos tarde.
- Lo siento Papá, enseguida estoy. – Bajaba corriendo la escalera.
- La Condesa de Rotchild ha preguntado por ti, como no te ha visto últimamente.
- He estado ocupada y lo sabes – Le decía mientras brincaba con un pie para ponerse el zapato que le faltaba en el otro.
- Y por supuesto, Elissa y Cassandra han extrañado tu ausencia.
Más bien han estado encantadas de no verme, pensaba ella agriamente. Elissa aspiraba a ser la futura Lady Wellesley y su hija que tenía su edad no veía la hora de entrar a las altas esferas que conllevaría ser hijastra de Lord Wellesley. No estaba de más decir que no las soportaba y el sentimiento era recíproco.
- Por supuesto. – Respondió a su Padre tratando de no hacerlo con acritud.
- Conozco ese tono cielo.
- ¿Cuál? – Preguntó sin pensar.
- Ese tono agrio que tratas de enmascarar con uno dulce, conmigo no funciona.
- Afortunadamente si me funciona con el resto de los miembros botarates de la alta sociedad.
- Por eso los evitas lo más que puedes ¿No? No todos son así y lo sabes.
- Lo sé, pero lamentablemente son pocos lo que realmente tienen la capacidad para tener una conversación con sentido, con una visión de la realidad. Están tan encantados de vivir en su burbuja que…
- Formas parte de esto, aunque sé que no te gusta para nada la idea. – La interrumpió su padre. – Sin embargo, ser hija de un Lord y sobrina de un conde, te pone en este delicioso predicamento.
- Mi madre es americana – Le recordó con el ceño fruncido, viendo como su padre tenía la capacidad para recordarle sus obligaciones como miembro de la nobleza.
- Y tú eres Lady Kendra Wellesley hija del segundo hijo del Conde de Leicester – En realidad su padre no era de esos que les interesara mucho un título pero sabía que tenían responsabilidades y él las cumplía religiosamente. No se agobiaba demasiado por que Kendra no mostrara demasiado interés por el círculo especial en el que había nacido, pero a veces su presencia si era necesaria y ella agradecida de que él la dejara vivir su vida a su antojo, acudía a las galas, eventos y demás cuando podía, solo para complacerle.
Lo único bueno de la velada es que vería a Brisia y a Sulin, ellas tampoco habían podido escaparse de asistir a ese evento benéfico, estando juntas podría sentirse más a gusto. No eran para nada tontas o superficiales eran como ella por algo trabajaban juntas y aparte de eso disfrutaba pasar el tiempo con las dos. Además no se habían visto desde lo de Hong Kong ya que una vez terminado el trabajo los cuatro se habían ido por distintos caminos, a distintos países para despistar cualquier intento de seguirles el rastro, de eso tenía tres días.
Ella se había pasado el fin de semana en la finca de su padre en la campiña inglesa descansando, sobre todo durmiendo y tratando de no seguir enfadada por lo mal que había salido todo, por que aunque habían logrado el objetivo, el camino para lograrlo había estado lleno de espinas. Había soñado demasiadas veces su caída al vacío aunque ya lo tenía superado.
- Y tu madre tiene más gracia y elegancia que cualquier mujer que yo haya conocido. – Dijo su padre en ese momento para responderle a la mención que ella había hecho de su origen materno.
- ¿Entonces por que la dejaste ir? – Reclamó poniéndose unos pendientes de diamantes. Sus padres se habían divorciado hacía 10 años cuando ella tenía 15 - ¿Más elegancia que Elissa? – Preguntó con una brillante sonrisa, había pillado a su padre elogiando a su madre muy por encima de su pegajosa y habitual compañera.
- Se hace tarde. – Respondió él y salió enseguida dejándola atrás.
- ¿Dónde está la fina y elegante educación de caballero inglés? – Ella salió tras él por fin arreglada y lista para incordiarlo un poco. Una vez dentro del auto su padre se enzarzó en una conversación sobre el clima con James su chofer y Kendra puso los ojos en blanco al ver los intentos de su padre por no aceptar lo que había dicho.
Minutos después entraban en la mansión de estilo victoriano de los Rotchild, la condesa en particular le caía divinamente, era una mujer de unos sesenta años pero era de mente abierta, vivaracha y feliz. El conde de Rotchild era afable y tranquilo, solo Dios sabía como dos personas encantadoras habían engendrado a Jonathan su único hijo varón que se sentía parido por los Dioses y creía hacerle un favor al prestarle su atención. Al menos sus hermanas eran encantadoras igual que los condes. Y ahí estaba bajando del auto y preguntándose como escaparse de las garras de Jonathan que en ocasiones parecía pulpo al intentar manosearla, podría haberse librado de él con un dedo y de hecho matarlo, pero luego tendría que dar demasiadas explicaciones, así que por regla evitaba quedarse a solas con Jonathan alias el pulpo.
El jardín de la mansión rebosaba de carpas de color melocotón que era el color de la organización en beneficio de los niños con discapacidades, las mesas redondas estaban primorosamente arregladas en tonos crema igual que las sillas y con lazos del mismo tono que las carpas. Se trataba de un desayuno donde se subastarían lienzos de un joven pintor muy talentoso que estaba causando furor recientemente y que ella había recomendado. Las mujeres iban elegantemente arregladas y luciendo sus joyas a juego con la ropa y en perfecta sincronía con los zapatos, bolsos y sombreros y claro, los hombres iban perfectamente vestidos. Y aunque ella prefería escalar el k-2 en el Karakorum a estar allí, eso no significaba que iba mal vestida, de hecho la ropa y los zapatos los tenía por montones y en esa ocasión iba con un vestido de seda en color amarillo pálido que le llegaba a las rodillas y envolvía sutilmente su cuerpo realzando sus curvas, su cabello lo llevaba en un moño algo suelto dejando algunos mechones libres, maquillaje ligero y sin tanto artificio se miraba estupenda. Así que como ir al Himalaya a escalar el k-2 no era una opción, se obligó a relajarse, no era tan malo después de todo.
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