sábado, 14 de enero de 2012

Dark Angel 1 "Un Ángel a Medianoche" Prólogo



Regla  número 1: Nunca, nunca mirar hacia abajo estando a grandes alturas.

Regla número 2: No olvidar la regla número 1.

¿Cuál era la 3? En ese momento no recordaba más de esas tontas reglas que no eran otra cosa más que una broma entre ella y las chicas y que se habían inventado después de que ella estuviera a punto de caer de la cornisa de un tercer piso. Pero esa era otra historia.
Ahora no estaba en un tercer piso, se encontraba en una fría noche en el piso 27 de un rascacielos en Hong Kong  y no precisamente dentro sino más bien fuera y balanceándose como acróbata de circo desde una cuerda previamente sujeta a un balcón del piso 28.

La encargada  de poner la cuerda en el balcón era por supuesto Sulin, pero no había calculado bien el largo preciso, cosa extraña tomando en cuenta su obsesión por todos los detalles. Viendo muy difícil llegar a la ventana por la cual se suponía tenía que entrar se había empezado a balancear para ver si así alcanzaba su objetivo, pero todo había sido en vano y tontamente había mirado hacia abajo. Los autos parecían de juguete, las personas parecían hormigas y de pronto empezó a sudar frío. El viento escogió ese momento para soplar con fuerza y se vio de un lado a otro como una marioneta. Se sujetó a la cuerda que tenía atada a su cintura  y trepó por ella hasta llegar al balcón de donde pendía y se sentó en el, respiró hondo y se pegó a la pared para evitar que el azote del viento le hiciera perder el equilibrio. Puso una mano sobre su oreja y usando su intercomunicador habló.

-          Brisia, tengo un problemita aquí. – Dijo a quien en esa ocasión estaba a cargo del aspecto técnico de la operación.
-          ¿Es la cuerda verdad? Acabo de ver que se hicieron recientes reformas al piso y por ello la ventana te queda fuera de alcance. No culpes a Sulin, cúlpame a mí por no darme cuenta antes.
-          ¿Cómo se te pudo escapar un detalle como este? – Casi gritó.
-          Cálmate Ken, tú sabes que la carga de trabajo ha sido inmensa y como este trabajo ha sido el más fácil que hemos tenido hasta ahora… Pues, hemos investigado más bien a la carrera, cosa que nunca habíamos hecho antes y que no volverá a pasar lo juro.
-          ¡No sé por que accedimos a este trabajo de último momento! ¡Y no  sé por que usamos una simple cuerda teniendo equipo más sofisticado y sobre todo más seguro!
-          La seguridad resultó muy buena – Le contestó Brisia con voz apaciguadora – Aparte de eso no podíamos dedicarle demasiado tiempo a este trabajito, así que lo único que pudo introducir Su fue la cuerda, pero los métodos antiguos siguen siendo eficaces y menos complicados.
-          Estar varada en un balcón del piso 28 ¿Te resulta poco complicado? – Escuchó la risita de Brisia y quiso estrangularla en el acto.
-          No dudo que sabrás como entrar… Y por cierto, acabas de perder minutos valiosos. Te quedan solo cinco antes de que el guarda de seguridad haga su ronda.
-          ¡Genial! ¿Las cámaras de vigilancia ya están…?
-          Listas, no capturarán ninguna imagen tuya. Preocúpate por tu parte en esta operación Ken. Apresúrate.
-          Eso haré – Refunfuñó.
-          ¿Ken…?
-          ¿Sí?
-          Confío en ti.
-          Lo sé.

Dicho eso ideó a la carrera otro método para entrar. Ahora sólo tenía cuatro minutos, se quitó la cuerda de la cintura y la utilizó para bajar de nuevo pero sin la protección de tenerla anudada al cuerpo. El viento había amainado y aprovechando el momento y sin mirar abajo se impulsó usando la pared para balancearse de nuevo hacia la ventana de ese condenado despacho. Tenía que brincar no había otra opción que le permitiera llegar. La cornisa en la cual tenía intención de utilizar estaba demasiado lejos para su gusto y sobre todo demasiado pequeña. No teniendo alternativa y con un último impulso, calculó y brincó. Sus cálculos no habían sido de lo mejor ya que quedó con los talones y medio cuerpo prácticamente al aire, solo las puntas de los pies tocaban la cornisa y ella por primera vez sintió que le entraba el pánico al cuerpo.  Sin pensarlo dos veces se aventó hacia la ventana chocando con fuerza contra ella.

¡Dios mío! ¿Cuándo le había pasado semejante sucesión de errores y problemas antes? ¡Nunca! Se aferró al cristal y luchando contra el deseo de emprenderla a patadas contra la pobre ventana, sacó de su mochila lo que necesitaba para hacer un círculo perfecto e introducir la mano para quitar el seguro. Asombrada se dio cuenta que el seguro no estaba puesto y en segundos ella ya se encontraba dentro. Se puso las gafas de visión nocturna y localizó inmediatamente el cuadro: Un precioso Rembrandt valorado en varios millones de dólares, así que ese era. Sonrió con satisfacción, su dueño si que sabía rodearse de cosas bellas. Se dirigió hacia el cuadro  y se detuvo a dos metros, sabía que había censores de movimiento que dispararían la alarma.

-          ¿Bri? – Susurró.
-          Un segundo – Le respondió de inmediato – Ya casi… ¡Listo! Dos minutos.

Desactivados los censores corrió y quitó el cuadro de su lugar, detrás apareció la caja fuerte  con dispositivo electrónico ¡Diablos! Siseó con furia. Las habían engañado, ya que les habían dicho que la caja fuerte era de las antiguas, así que no esperaba encontrarse con una caja fuerte de las más seguras en el mercado que seguramente contaba con una contraseña alfanumérica infinita.

-          Voy  a volar la maldita caja Bri, no es como nos dijeron, es electrónica – Dijo tensa.
-          ¡No, espera! Tengo los números.
-          ¿Cómo rayos..?
-          ¡Tecléalos maldición! – Le dijo Bri.

Y eso fue lo que hizo a toda velocidad, por fin la caja se abrió y ella sacó los documentos por los cuales había ido. Condenados papeles que contenían datos secretos de la empresa que alquilaba el piso 27 los introdujo en su mochila doblándolos con rapidez pero al mismo tiempo con cuidado, mientras lo hacía observó el Rembrandt y sus ojos relampaguearon, lo quitó del marco en un abrir y cerrar de ojos y haciéndolo un rollo se lo colocó en la espalda ¿Querían jugar? Pues no tenían idea de lo bien que ella sabía hacerlo. Salió de nuevo a la cornisa y cerró la ventana, la cuerda seguía quedándole lejos, para alcanzarla tendría que brincar hacia el vacío e intentar tomarla ¿En serio había quienes se quejaban de estrés laboral? Mientras no tuvieran que brincar a la nada desde lo alto de un rascacielos no veía que podía ser más estresante y peligroso. Era de locos, aunque ella lo estaba desde que había empezado en el negocio.

El guarda entró en ese momento, vio la potente luz con que apuntaba inspeccionando y que se filtraba fuera de la ventana, se pegó a la pared lo más que pudo. En cuanto escuchó sus pasos alejándose no se detuvo a pensarlo más tiempo, se impulsó con todas sus fuerzas hacia la cuerda y afortunadamente la alcanzó, trepó y enseguida ya estaba de nuevo en la seguridad del piso 28, ignoró los fuertes latidos de su corazón y  también ignoró que podía haber caído. Dado que en ese piso no había documentos ni cuadros valiosos no inspeccionaban con la misma minuciosidad así que enseguida atravesó la habitación donde estaba y que era parte de unas oficinas, abrió la puerta y sin quitarse el pasamontañas se asomó. Viendo la zona libre, caminó como quien no acababa de estar colgada afuera y tomó el ascensor que a esa hora de la madrugada estaba por supuesto vacío, una vez dentro pulsó el último piso que la llevaría a la azotea, en lo que subía informó a Brisia que iba en camino. En cuanto llegó a la azotea  vio un helicóptero sobrevolando cerca, se acercó a ella en cuanto la vio y una escalerilla se desprendió del aparato, subió rápido.  Una vez dentro el helicóptero se alejó del rascacielos.

-          ¿Cómo fue todo? – Le preguntó el piloto.
-          Mejor, imposible – Respondió con sarcasmo al tiempo que se ponía el casco y se sentaba en el asiento vacío del copiloto. 
-          Así que te divertiste ¿Eh? – Decía burlón Derek mientras pilotaba.
-          No tienes idea cuanto…
-          No te puedes quejar de aburrimiento Ken.
-          Nunca podré quejarme de eso, este negocio es de lo más excitante… - Sonriéndole burlona se concentró en observar las luces de la ciudad, a pesar de ser más de medianoche parecía que nadie dormía aún. Nunca había tenido tantos problemas con un asunto tan sencillo. La idea de haber estado más cerca del desastre que en otras ocasiones le hizo apretar los dientes. Ellos no fallaban, no lo hacían nunca. Por eso eran los mejores, por eso los contrataban tanto y por eso es que planeaban todo con una precisión que la CIA envidiaría. Aunque lo sucedido esa noche no lo envidiaría nadie se dijo con coraje. Trató de relajarse, no iba a estallar contra Su y Bri, la culpa había sido de todos, Derek incluido. Pero sobre todo de quienes les habían contratado. Ya arreglaría cuentas.

 

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