22 de Diciembre de 2011
El despertador sonó a las 5.30 como cada mañana.Se levantó y encontró en el mueble junto a su cama la caja con cartas.
Mary las había dejado allí, Isabella gimió con disgusto y las dejó donde estaban sin mirarlas. Luego se fue a dar un baño para después leer los diarios mientras desayunaba para después partir al trabajo bien temprano.
Tenía mucho que hacer , ella trabajaría el 24 y 25 , pero sus empleados tendrían licencia a partir del 23..No podía negarles esos días pues era un derecho laboral, de la misma forma nadie podía obligarla a ella a quedarse en casa celebrando.
El día estaba muy nublado, parecía que después de todo iba a nevar tal como lo habían anunciado.
Llegó temprano como siempre, hizo una revisión general de cómo iba todo y luego fue a su oficina para encargarse del trabajo del día. Había muchas cosas que quería dejar listas antes de que sus empleados se marchasen.
Cerca de las cinco de la tarde Julia le pasó una llamada, según parecía había un problema con los terrenos que había comprado recientemente y con la orden de demolición de los edificios existentes en el lugar. Cómo si no hubiese complicaciones , nadie podía ir a ver que sucedía, finalmente decidió hacerlo ella misma.
-¿Está segura Señorita Charles?.Es un lugar bastante alejado y está comenzando a nevar.
-Una nevisca no es suficientemente fuerte para detenerme. – dijo mientras observaba por la ventana la leve nevada que caía-Tengo que arreglar esto hoy, invertí mucho dinero como para que haya inconvenientes y según parece la gente que empleé es incapaz de solucionarlo. Si quiero un buen trabajo debo hacerlo yo misma.
-Bien, pero seguramente le llevará lo que resta del día y mañana…
-Está bien Julia. Sólo asegúrate que se cumpla con las tareas que encargué para hoy, mañana yo me encargaré del resto. Ah, me olvidaba, llama a Manuel Arra y dile que nuestro contrato con él está revocado, los informes que le pedí no llegaron.
-Está bien, señorita Charles yo me encargo.- dijo la muchacha retirándose
A medida que avanzaba por la ruta la nevisca se hacía cada vez más intensa, cuando tuvo que desviarse por un camino secundario estaba tan oscuro como si fuera de noche.
-Por suerte tengo mi GPS – dijo Isabella en voz alta y como si sus palabras fueran una maldición vio como el costoso navegador dejaba de funcionar.
-¡Maldición!- exclamó y siguió conduciendo otro trecho, hacía mucho tiempo que había dejado atrás las zonas habitadas . Además el camino por el que avanzaba cada vez se hacía más agreste igual que se intensificaba la nieve, de hecho era un temporal que apenas la dejaba ver hacia donde iba.
Como si eso no fuera suficiente, el auto se detuvo. Intentó una y otra vez hacerlo arrancar, incluso bajó para ver si el problema estaba en algo del exterior que ella pudiese visualizar, pero no logró ponerlo en marcha.
No importaba, llamaría algún servicio mecánico que viniese a buscarla, con ese clima y lo lejos que estaba le costaría un dineral pero ella podía afrontarlo.
Buscó su celular y entonces se dio cuenta que lo había olvidado en la oficina.
Aún conservaba la calma, ella era Isabella Charles, se especializaba en salir de situaciones complicadas, claro que en general tenían que ver con situaciones económicas y no con la inclemencia del tiempo ni la maldición del destino.
Empezaba a pensar que el mes entero de Diciembre debería ser erradicado del calendario.
Empezó a analizar todas sus opciones. Si se quedaba allí temía que la nieve terminara por impedirle salir y quedar congelada. No era fatalista, pero la calefacción había dejado de funcionar.
Optó por lo menos sensato, pero no podía quedarse sin hacer nada. Se puso su abrigo y salió al exterior. Tal vez encontrara algo de ayuda , aunque si había alguien que no creía en milagros ,esa era ella.
¿Cómo podía haberse acumulado tanta nieve en tan poco tiempo?
Los copos caían sin cesar y difícilmente podía guiarse, además el frío comenzaba a metérsele en los huesos, la ropa la tenía mojada .Por suerte su estado físico era bastante bueno, la misma disciplina que tenía en los negocios la tenía para salir a correr y hacer ejercicio. Agradecía tener esa resistencia ahora, pero no aguantaría mucho más.
De pronto a pesar de la cortina de copos blancos, distinguió un destello. Una luz, a pocos metros había una luz.
Se alegró inmensamente, aunque no fuese a admitirlo ni en un millón de años.
Era una casa, no, en realidad alcanzaba a distinguir la forma de una iglesia, pero junto a esta había una casa y de allí provenía la luz.
Jamás estuvo tan feliz de ver una ventana iluminada.
Llegó hasta allí con lo último de sus fuerzas y golpeó a la puerta.
Cuando se abrió, pareció que toda la luz del interior se volcaba sobre ella hasta que algo la opacó. Alguien., un alto hombre que la miró sorprendido y luego cuatro niños que se asomaron desde atrás de él.
-¿Puedo pasar?- preguntó ella con la voz pastosa, apenas era capaz de hablar.
-Por favor , adelante – dijo el hombre haciéndose a un lado y ella pasó al interior mientras cinco pares de curiosos ojos la estudiaban.
-¿Está bien?- preguntó el hombre y entonces ella pudo observarlo con cuidado. No era como los hombres que ella estaba acostumbrada a ver. Vestía informalmente con un jean y un sweater negro, nada era de marca. Era alto , llevaba el cabello un poco largo, era oscuro y levemente ondulado, tenía ojos azules y cuando llegó a ellos se dio cuenta que lo había estado mirando como una tonta. El hombre era atractivo , aunque no era elegante , pero en aquel momento estaba segura de que ella no se veía mucho mejor y encima él parecía creer que tenía algún tipo de daño cerebral.
-Estoy bien – contestó ella reaccionando finalmente – Mi auto se arruinó, olvidé mi celular y me perdí…yo…
-¿Caminó con este tiempo? – preguntó él , pero la voz de un niño lo interrumpió
-Nick, su ropa está mojada.
-¡¡Cielos!! Va a enfermarse - exclamó él
-Teo, ve a buscar algo de ropa mía.
-No, no es necesario. Si me puede prestar su teléfono, yo pediré que me vengan a buscar.
-Me temo que no hay teléfono, el de línea fue cortado y mi celular está fuera de servicio. El temporal debió arruinar las señales.- se disculpó él.
-¿Un auto?
-Me temo que lo presté, con los niños no teníamos planes de salir.
-¿Estamos atrapados?
-Bueno, suena demasiado dramático, pero si quiere verlo así…me temo que sí. Por eso será mejor que se ponga ropa seca y se quede aquí. Seguramente mañana estará despejado y solucionaremos su problema. Podrá volver a casa.
-Gracias – dijo ella y jamás le había costado tanto pronunciar una palabra.
-No hay problema, estamos aquí para ayudar a quien lo necesite, ¿verdad niños? – preguntó mirando a las criaturas que se encontraban a cierta distancia observando ansiosos.
-¡Sí!- contestaron al unísono con sonrisas.
-Teo busca la ropa, Mandy trae una manta.
-¿Y yo?- preguntó una niñita de unos cinco años .
-Tú cariño…veamos…busca una taza, esa con ositos que le prepararemos una buena taza de chocolate caliente a esta señorita
-Sí Nick – dijo la niña y salió corriendo hacia lo que debía ser la cocina. Un niño de unos seis o siete años se los quedó mirando.
-Tú Ezequiel, acompáñanos, le mostraré donde cambiarse a la señorita – dijo el hombre y extendió una mano que el niño tomó apresurado.
-Por aquí – la guió él y entraron a una modesta habitación. Había una cama simple, un armario pequeño y un escritorio…no mucho más.
Inmediatamente aparecieron los niños mayores.
El niño llevaba un bolso y la niña una manta y toallas.
-No sabía que traer – se excusó el niño alcanzándole el bolso al hombre.
-No te preocupes, yo me encargo. Vaya Mandy, te acordaste de las toallas- elogió a la niña y esta sonrió complacida. Luego revolvió el bolso y extrajo una camisa blanca, un sweater gris y un pantalón de gimnasia en un gris más claro.
Le alcanzó las prendas a Isabella.
-Es lo único que tengo, le irán grandes pero la mantendrán abrigada mientras secamos su ropa. Están limpias, así que no se preocupe. Puede darse un baño caliente, allí está el baño – dijo señalando una puerta junto al armario y luego se fue con los niños dejándola sola.
Isabella volvió a mirar el lugar, así que eso era ser pobre…porque aquel lugar carecía de cualquier comodidad y lujo. Finalmente su mirada se posó sobre la mesa de luz y en el libro que había allí. La Biblia, entonces cayó en la cuenta de que era natural que el clima fuera austero…y también notó algo más..el hombre era el cura de aquel lugar.¿Y los niños?
Dejando su curiosidad de lado, se fue a duchar rápidamente, estaba segura de que el agua caliente le había devuelto el color a su cara.
Luego se puso la ropa limpia, era extraño no sentir el aroma perfumado de su propia ropa, no se percibían los caros aromas de perfumes importados ni jabones especiales, sólo olía a limpio y extrañamente era reconfortante.
Como le habían advertido todo le iba un poco grande, sobre todo porque las mangas de la camisa y el sweater era largas, igual que los pantalones. Obviamente ella era más baja que el dueño de aquellas prendas.
Las acomodó lo mejor que pudo, después de todo lo importante era que le daban calor, poco a poco volvía a ser ella misma, aunque cuando se hecho un vistazo en el pequeño espejo que había en el baño, no se reconoció.
Su pelo rubio oscuro caía desordenado y húmedo , ondulándose levemente, su perfecto peinado había desaparecido, igual que el maquillaje. Sus grandes ojos marrones se veían más cálidos. Se veía más joven y ”humana”.
Se corrió del espejo rápidamente para evitar aquella imagen extraña, salió de la habitación y entonces notó que estaba descalza, sus botas de diseño se habían estropeado con la nieve.
Fue hasta el salón y se detuvo en el umbral, paralizada por el sonido…risas. Escuchó risas. Cuatro niños y un hombre adulto reían mientras preparaban humeantes tazas de chocolate.
De repente se volvieron a mirarla y las risas cesaron.
-¿Mejor? – preguntó el hombre acercándose.
-Sí gracias señor…
-Nick, llámame Nick.¿Tu nombre?
-Isabella – dijo ella y estuvo a punto de agregar su apellido presuntuosamente, pero él no le había dicho el suyo , como si en aquel lugar no importara. Tal vez así fuera.
-Ven, únete a nosotros, una bebida caliente te hará bien. ¡Estás descalza! – dijo de pronto y ella casi se sintió avergonzada.
-Mis botas…
-Sí, lo sé.¿Qué haremos?, mis zapatos definitivamente te irán grandes..ya sé…Mandy tráele tus pantuflas. Son bastante grandes y ella tiene pies pequeños…- razonó hablándole a la niña que debía tener unos doce años.
-Sí Nick – contestó y salió rápidamente. Apenas unos minutos después, Isabella tenía los pies protegidos por unas cálidas pantuflas con forma de tigre. Eran lo más ridículo que había visto nunca, pero eran calentitas.
Recibió de buena gana la taza de chocolate caliente y las galletas.
-Lo siento, pero ya nos terminamos la cena…- se disculpó el hombre y ella le dijo que no había problema. No tenía mucha hambre después de todo.
Cuando acabaron el chocolate, Nick les dijo a los niños que era hora de ir a dormir pero protestaron pidiendo otro cuento.
-Bien, sólo uno más y luego a la cama…- accedió él mientras iba a buscar un libro.
Se sentó junto a la chimenea y los niños se acurrucaron a su alrededor.
La niña más pequeña, tomó la mano de Isabella y la llevó consigo.
-Ven tú también - dijo la pequeña y ella la siguió.
Se sentó en una silla frente a Nick, mientras la niña se apartaba para acomodarse en el regazo de él.
Era una historia navideña. Isabella estuvo a punto de retirarse, pero no tenía a donde ir, así que permaneció allí con estoicismo y poco a poco fue capturada por la historia y por la voz del hombre que la leía.
Cuando el cuento acabó los niños bostezaban y la más pequeña estaba profundamente dormida.
-Eso es todo por hoy, a la cama- dijo Nick dejando el libro en el suelo, luego se levantó cargando a la niña.
Los tres niños se acercaron a ella y sorpresivamente la besaron antes de desearle buenas noches.
-También para ustedes…-casi tartamudeó ella
Un rato después, el hombre volvió solo.
-Creo que hoy van a dormirse rápido – comentó divertido- Cuando quieras dormir puedes usar el cuarto donde te cambiaste, yo dormiré en la habitación de los chicos.
-Perdón por las molestias – dijo ella educadamente y él le sonrió.
-No es molestia.
-¿Ellos..?- peguntó y él supo a que se refería.
-Son huérfanos, bueno en realidad sólo Amanda y Teo lo son. A Rose, la pequeña la abandonaron, y también a Ezequiel. A él lo encontraron en la ciudad pidiendo en las calles…- comentó con tristeza y ella creyó entender cierta hosquedad que mostraba el pequeño.
Isabella no preguntó más y Nick le acercó otra taza de chocolate caliente.
-Será lo mejor para que concilies el sueño, mañana podrás irte a casa- le dijo y después de tomar él también otra taza de la dulce bebida, se fueron a dormir.
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