martes, 20 de diciembre de 2011

Pequeño Cuento: Aprendiendo A Seducir Parte XIV


¡Aquello era increíble! Pensó indignada al verse en aquella situación. Con lo animada que se hallaba, al saber que aquella noche iba a poder librarse de un posible ataque de Donovan. Cogía, se fiaba de su madre y acababa encontrando de lo que huía. ¡Si es que lo sabía! Para que diantres entraba en su dormitorio. No hubiera ocurrido nada por que los pequeños hubieran correteado desnudos por la casa. ¡Era verano! ¿Y por cierto, dónde estaba entonces aquel par de ángeles? De seguro que su madre los tenía encerrados bajo llave, para poder haber hecho aquello. ¡Y además! ¿De dónde venía aquel hombre vestido de aquella guisa? ¡Mataba a su madre!

-Esto… -Ya notaba el calor en sus mejillas. Tenía que mirarlo fijamente a los ojos, a ninguna parte más por mucho que notara fuertes impulsos de hacerlo-. Yo ya me marchaba… -Carraspeó un poco y mordiéndose el labio retrocedió un paso.
-Tan pronto te arrepientes, después de haber venido a mi dormitorio a… -Habló con cierta diversión, pero siendo interrumpido por ella.
-A traer los pijamas de los niños –Señaló con su cabeza-. Bajo la petición de mi madre… -Dijo lo último utilizando cierto matiz brusco.

-Muchas gracias –Se acercó a ella un poco más-. Se les había olvidado dármelos.
-Que oportuno para ti –Dijo con cierta ironía.
-Ahora que lo dices sí –Avanzó otro paso más y sonriendo al ver que ella retrocedía a la vez-. Pero por tu tono, diría que hay más.
-No me vengas haciéndote el inocente ¡Y quieres quedarte quieto ahí! –Masculló entre dientes.
-Como siempre, poniéndome a mí como el único culpable –La miró con duda por si dar otro paso más de acercamiento-. ¿Te da reparo verme así? Que yo recuerde el día que te llevé a la ciudad, bien que me miraste refrescarme bajo la manguera.
-Y tampoco me recuerdes ese día –Frunció el ceño amargada-. Desde entonces, todo me sale del revés.
-Mira que te gusta quejarte por nada –Se burló y dando aquel paso, al saber que la tenía distraída con la pelea.
-¡Por nada, dices! –Exclamó encolerizada-. Entre las tonterías de mi madre y las tuyas, vais a conseguir volverme loca en dos días.
-Muy feo en solo ver las tonterías de los demás –Se detuvo delante de ella-. ¿Qué me dices de las tuyas?
-¿Mías? –Repitió encarándose a él-. Deja de poner a mi madre de tu parte… -Recriminó, para rectificar al momento-. No perdona, si eso ya lo hace ella solita –Resopló exasperada-. Solo deja de meterte en mi vida.
-Me temo que no va a ser posible –Negó con la cabeza-. Pues si no lo hiciera, tu vida iría muy mal encaminada.
-¿Perdona? –Soltó con cierta socarronería-. Se puede saber que llevo mal de mi vida… La parte de trabajar en el rancho como una más o la de ser una escritora… Dime, por que me siento algo contrariada con tu señalización.
-De esas dos partes no tengo casualmente ninguna queja –Le indicó con tono guasón.
-Bien, porque es de una de ellas de las que tal vez podrías manifestar alguna queja –Lo miró con dureza-. De ninguna más, y aún así, ni tan solo de una si yo quisiera… -Ahora lo miró con consternación-. No eres mi padre.
-Y no sabes lo que me alegro de ello –La miró de arriba abajo, antes de mostrar una leve sonrisa en la comisura de sus labios.
-Te estas pasando de la raya Donovan –Se atrevió a acusar cruzándose de brazos.
-Gallina –Se burló de ella con mirada divertida-. Por nada, ya me estas poniendo un límite.
-Lo mismo te digo –alzó una ceja-. Y veo que tú eres aquí el único, que puede saltarse esas líneas. ¿No llamaste la atención de tu primo por pasearse con más ropa de la que tú llevas en estos momentos?
-Cierto –Alzó una de sus manos para sujetarle la barbilla con suavidad en apenas una caricia, y poder mirarla a la cara mejor-. Pero él se paseó por la casa. Yo solo eh ido un segundo al dormitorio de los chicos. Están pintando mientras yo venía a cambiarme… Pero me encontré un entretenimiento mejor –Susurró con voz sexy y acercando su rostro al de ella de forma alarmantemente peligrosa.

¿Lo había perdido o aún seguía teniendo su corazón en su lugar? No estaba muy segura con lo rápido que le iban las pulsaciones. Estaba muy cerca de ella, por no decir en como le quemaba la mano que la tenía sujeta por la barbilla.
Ya era de él, no sabía de donde podía sacar fuerzas para apartarse. Iba a volver a perder… Se presentaba un nuevo ataque de seducción. ¿Iría por el camino del juego que hubo encima de la fregadera? Pero tampoco creía que Donovan se atreviera a mucho más estando tanta gente revoloteando por la casa.
-No sabes las ganas que tenía de poder tener un momento a solas contigo –el aliento de sus labios daba calor a los suyos-. Desde aquella noche en tu casa…

Suavidad, calor, ternura, embriaguez… Aquello fue lo que sintió cuando él atrapó sus labios. Sí, no se resistió para nada del mundo. ¡Por el amor de dios, si lo llevaba necesitando desde hacía mucho! Más tarde, ya pensaría en lo estúpida que había sido. Como él había dicho, era un entretenimiento. No más… Así que no tenía que esperar nada de todo aquello.
Su madre no sabía lo que había hecho.

-Mira que llegas a ser cabezona –susurró mientras sus labios mordisqueaban la base de su cuello. Aquello era el sexto cielo, pensó mientras soltaba un pequeño gemido de placer y reclinaba hacia atrás su cuello, para que Donovan pudiera besar con mayor comodidad toda aquella zona.

Como tenía los ojos cerrados, no pudo ver la mirada hambrienta que le mostró él, poco antes de abandonar aquella zona para atrapar nuevamente sus labios, al tiempo que la alzaba por su trasero y caminaba con ella hacia la cama. En donde la depositaba con suma delicadeza, y la besaba con ardorosa presión.
Estaba claro que aquello era para que no pudiera protestar. Y debería hacerlo… Debería… Pero se estaba tan bien allí en la cama. Era tan blandita, que no había ningún peligro de que accionara ningún grifo… Y Donovan era todo un maestro en aquello. Y por fin sus manos podían acariciarlo, como tantas veces había imaginado cuando trabajaba en sus novelas y lo imaginaba a él en las situaciones.
Su piel era suave, sus brazos fuertes y su pecho increíble. Pensó en un remolino de sensaciones mientras participaba bien gustosa en aquel beso lleno de pasión. Ya le importaba un comino ser otra muesca más de aquella cama. ¡Ahora quería serlo! Quería que él hiciera el paso, que la convirtiera en una mujer completa. Iba a dolerle mucho, pero tenía que ser fuerte de corazón. Más valía tener aquel magnifico recuerdo, que uno lamentable con alguien que no amase lo suficiente. Con sonrisa en sus labios, besó su cuello. En donde aspiró con gran fuerza su olor, para sentirse atraída a morderle con cierta delicadeza el óvulo y luego susurrarle entre suspiros.
-Esta bien, tú ganas hazme mujer… -Y le succionó con más ansia el óvulo.
Seguía perdida en mordisquear su cuello, que no reparó hasta pasados unos segundos en que Donovan se había detenido. Giró su cuello y pudo verlo encima de ella con los ojos cerrados y controlándose poco apoco la respiración. ¿Aquello era normal? ¿Por qué comenzaba a sentirse asustada?
-¿Donovan? –Susurró con temor en apenas un tono audible para sus oídos. ¿Qué es lo que había hecho mal? Aquella vez no había habido ningún chorro de agua fría, para templar el deseo mutuo…
De pronto él abrió los ojos y la miró detenidamente pro unos segundos. ¿Aquello era arrepentimiento? Se sorprendió enormemente al captar aquel brillo en la mirada masculina. ¿Pero por qué? ¿Tan verde era en la cama?
-Yo gano… -Repitió el hombre con énfasis-. Me parece increíble –Se rió.
-¿Qué? –Frunció el ceño sin comprender a qué diantres se refería él-. Donovan yo…
-¡Donovan! –Gritó de repente la voz de uno de los demonios tras la puerta-. ¿Ya te vestiste?
-Mierda… -Susurró Silvia, tratando de salir de debajo de él para que no la pillaran de aquella guisa.
-¿Qué haces? –Frunció el ceño él, al ver sus inútiles y nerviosos movimientos por escapar-. Espérate un segundo que…
-Date prisa… -Susurró entre dientes.
-¡Ala! –Demasiado tarde, cuando uno de los pequeños abrió la puerta y se sorprendió al verlos en la cama-. ¡Mama! Esta aquí, jugando en la cama con Donovan… -Rió divertido el niño sin comprender la enormidad de sus palabras.

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