martes, 4 de octubre de 2011

Pequeño Cuento; Aprendiendo a Seducir Parte IX




¿Se podía morir una por un simple beso? La respuesta era sí. En aquel momento ella tendría que estar dándole de guantazos, y sin embargo allí estaba. Quieta, sintiendo como Donovan iba llevándola a un mundo de perdición con sus labios. ¿Cómo podía resultar tan… seductor, dulce, cariñoso? Y en otros momentos ser tan idiota, que la hacía estallar como una tetera.

Tenía miedo a moverse, porque no sabía como actuar. ¿Y si se equivocaba en su paso? Desde luego menuda escritora de romance estaba hecha. Pensó con cierto fastidio… ¿Y qué se suponía que tenía que hacer, tomar apuntes para la secuencia que estaba escribiendo en su novela? ¿Era aquello a lo que se refería él?


-¡OH! -Donovan abandonó sus labios, para capturar el óvulo de su oreja derecha con una maestría que la hizo temblar de pies a cabeza. Después, comenzó un lento descenso con su lengua por todo su cuello… ¡Por dios, todo el vello de su cuerpo estaba erizado! Ahora debía parecer un puerco espín…

-No pienses en nada pequeña… -Susurró con voz rasposa él, volviendo ascender a sus labios-. Siente conmigo, déjate llevar…


Las manos masculinas comenzaron a moverse, con la misma delicadeza que sus labios. Aquello era una dulce agonía… Se obligó a expulsar el aire que tenía contenido desde hacía un rato… Dejarse llevar lo estaba haciendo. Porque lo único que ansiaba ahora mismo su cuerpo era sentir las caricias, pero no por su rostro y brazos como estaba haciendo él. Las quería por todo su cuerpo. Lo malo que no sabía como pedirlo…



¡Por fin abandonaba sus brazos y bajaba a su cintura! Con aquel paso, pudo sentir como miles de mariposas hubieran alzado vuelo en la boca de su estomago. Era simplemente perfecto… Ese anhelo, producido por la parsimoniosa caricia de sus masculinas manos por la base de su cintura en dirección a sus senos, la estaba matando. Cuando le abarcó uno de sus pequeños senos, pudo notar con satisfacción como no fue ella sola la que lanzó un pequeño gemido. Teniendo la pronta necesidad de apretarse más a él. Quería decirle de aquella manera que era toda suya, que podía avanzar más como quisiera. Porque ella quería más, no sabía bien el qué, pero quería mucho más de Donovan…


Gracias a su empuje de rodearle su cintura con las piernas, las sensaciones aumentaron en cuanto sus dos pelvis entraron en contacto. Pudiendo notar el fuerte deseo del hombre, ante la dureza que presentaba su anatomía. Abrió los ojos de golpe y despegó sus labios de los de él, para proferir una fuerte exclamación de placer cuando Donovan movió ligeramente sus caderas para acrecentar el roce de sus partes íntimas. Con sus ojos abiertos por la pasión y la respiración alterada, pudo ver como la miraba detenidamente al rostro. Aquello provocó que sus mejillas se sonrojaran un poco más. Sin darse cuenta que su belleza aumentaba un tanto, consiguiendo que Donovan no tuviera freno en su pasión al lanzarse nuevamente hacia sus senos pero aquella vez con sus labios.


No tuvo otra obligación que reclinarse hacía atrás. Dejar caer su cuerpo encima de la incómoda fregadera, para que pudiera levantarle el jersey y dejar al descubierto sus senos. Quienes al segundo recibieron la total atención de Donovan.


-Exquisita… -Susurró apenas en un susurro el hombre, poco antes de atrapar su erecto pezón y volver a transportarla a miles de sensaciones completamente desconocidas para ella hasta el momento.


Sabía que debía estarse quieta por el lugar en donde estaba tumbada, pero no podía dejar de mover su cuerpo ante las sensaciones que le producían las caricias de Donovan. Su cuerpo clamaba más de él. Sus manos antes sin vida propia por la timidez, ahora no paraban quietas por la cabeza, hombros y brazos de él. Daba gracias a no tener las uñas largas, sino el pobre se hallaría ahora mismo con cientos de señales causadas por ella.


El remolino de sensaciones en su estómago se acrecentó cuando los labios dejaron de acosar sus senos, para bajar de forma decadente por su estómago hasta llegar a la cintura de sus pantalones tejanos. Allí volvió a olvidar el proceso de respiración, notando como sus pulsaciones se tornaban más violentas en su oído, cuando su pantalón comenzaba a ser desabrochado con cierta filosofía por las manos masculinas. Tal vez fue por el nerviosismo reflejado en la tensión de su estómago, que tras haber bajado la cremallera Donovan abandonó aquella zona para volver ascender a la captura de sus labios en un beso devastador. Consiguiendo que se olvidara por un momento de sus nervios y volviera a entregarse al placer. Pocos segundos después, completamente entregada a devolverle el beso que notó como una mano comenzaba a descender hacía abajo. Pasando por encima de sus senos, ombligo y deteniéndose en la protuberancia de su monte Venus. Su primer impulso fue de intentar detenerlo, pero todo quedó en un intento cuando se quedó paralizada al sentir el primer torbellino por todas sus terminaciones nerviosas, cuando los dedos capturaron la punta del iceberg de su sexo.



-¡Ha! Donovan… -Gimió entrecortada por querer coger aire.

-Dime tesoro… -Habló en un susurro justo en su oído izquierdo. En ningún momento dejó de acariciarla allí. El hombre tenía toda su atención centrada en su clítoris con suaves caricias. De tanto en tanto, sus labios mordisqueaban de forma leve el óvulo de su oreja-. ¿Te gusta? –Volvió a susurrar en un tono apenas audible, pero que resultaba de alto voltaje para sus sentidos.


-Yo… -Es lo único que pudo pronunciar, al mirarlo a los ojos y sonrojarse por completo. Sabía que tenía que hacer algo, pero no sabía el qué. Y tampoco es que pudiera pensar mucho en aquel momento. Cerró sus ojos ante la nueva oleada de placer que le atizó cuando los dedos de él empezaron a jugar con los labios de ella. Sabía que aquello era una premonición a lo que vendría después… Y también sabía que a pesar de estar viviendo un magnifico episodio de placer, la vergüenza no había quien se la quitara.



El pantalón le tiró un poco del trasero, cuando sintió como introducía más su mano para poder acariciarla mejor ante el espacio estrecho que había entre la ropa y su sexo. Ante aquello, automáticamente tuvo el reflejo de abrir más sus piernas y alzar sus caderas a él. No sabía si ayudaba en algo, pero era lo que su cuerpo le dictaminaba hacer… Viendo como era lo correcto, cuando él aprovechó para sujetarla con la otra mano la cintura del tejano y comenzar a deslizárselo por las caderas un poco, solo hasta dejar al descubierto sus braguitas blancas de encaje. Después, pudo notar como la siguiente prenda a deslizar con sutileza eran sus braguitas.


Ansiedad, histeria… Lo que fuera… Solo sabía que iba a volverse loca de anticipación por querer saber cual iba a ser el siguiente movimiento de Donovan. Ahora comprendía lo que decían muchas mujeres del pueblo sobre él. Les daba igual que solo las utilizara para una vez o dos, con tal de que más adelante las volviera a necesitar. Y como se alegraba de haberse depilado la semana anterior… Volvió a notar sus labios en la curva de su estómago, provocando que diera un brinco por la electrizante corriente que había sentido. Pero aquello no iba a ser el final, para nada. Sus labios siguieron descendiendo hasta llegar a escalar su monte Venus. ¿Acaso pretendía?... Se intentó incorporar veloz para protestar ante sus intenciones, pero llegó tarde. Sus intenciones fueron adivinadas, siendo empujada nuevamente a la fregadera con su masculina mano y profiriendo una pequeña y socarrona risa, poco antes de darle la estacada con su lengua en su clítoris.

¡Dios, pero aquello que era! De la fuerte impresión que recorrió su cuerpo, no fue capaz ni de proferir sonido alguno cuando intentó gemir por el placer que le estaba proliferando Donovan. Allí estaba, como una tonta con la boca medio abierta, los ojos cerrados y las manos… Por todas partes, realmente no sabía que hacer con ellas. Del placer que estaba sintiendo, sabía que si lo tocaba podía llegar hacerle daño. De manera que pasó sus brazos por encima de su cabeza para sujetarse por donde pudiera, no prestando gran atención en donde lo hacía… Hasta que unas milésimas de segundo después, tuvo que incorporarse rápido si no quería morir ahogada por el agua que salía del grifo completamente fría. ¡Idiota, había accionado el grifo!


Ahora estaba sentada en la fregadera, con todo el rostro y jersey empapado más los pantalones y sus braguitas un palmo debajo de donde debían estar colocados. Mientras que tenía enfrente de ella a un Donovan, que no paraba de reírse de forma exagerada, sin soltarle la cintura. Aquello resultaba verdaderamente mortificante. ¿Cuando pararía de hacer el ridículo delante de él?
Con mucha rabia le dio un fuerte empujón, logrando escaparse de sus brazos para subirse medio bien sus prendas y salir disparada en dirección a su dormitorio. Como no, él la siguió hasta allí para comenzar aporrear la puerta.

-Silvia, ábreme la puerta… -Susurró en un principio.


-¡Lárgate de aquí! –Vociferó ella desde dentro y a medio llanto.



-No seas tonta… -Volvió a golpear con su puño-. Pido disculpas por haberme reído –Suerte que la madera no transparentaba, sino seguro que le hubiera atizado un nuevo puñetazo al ver como tenía la sonrisa fija en sus labios.- Silvia, déjame entrar y pedirte disculpas de una manera más confortable a lo que estábamos haciendo…


-¡No! ¡Todo ha sido un error! –Volvió a gritarle-. Quiero que te vayas y que te hagas a la idea de que esto no ha sucedido.


-¿De verdad que nos vas a dejar así? –Preguntó en súplica-. Sabes perfectamente que los dos llevamos tiempo deseando que esto ocurriera. Y ahora ya esta… Todo perdido por un pequeño accidente… Por dios pequeña, estas cosas suelen ocurrir…



¡Seguro que sí! Se respondió a si misma con gran sarcasmo y mirada de odio hacia la puerta. Si de verdad se pensaba que iba a levantarse de la cama para abrirle esa puerta y seguir en donde lo habían dejado, es que no tenía dos dedos de frente. Acaso no sabía ver cuando una mujer se sentía completamente abochornada por algo… Se sentiría verdaderamente mortificada si tenía que mirarlo a la cara. Lo mejor era que se largara y que pasaran los días para poder calmarse así ella.


-Donovan, no pienso abrir esa puerta para nada del mundo. De manera que lárgate a tu casa, que mañana al amanecer te vas de viaje… Y quiero que te olvides de todo lo ocurrido. Jamás tenía que haber ocurrido… Y sabes, que tú tienes la culpa… Si no me hubieras buscado…



-¡Por qué tienes que ser tan cabezona! –Volvió a golpear frustrado-. Muy bien, si tus deseos son que me vaya… Así lo haré –Suspiró-. Pero en cuanto llegue del viaje, vamos a tener una bonita y larga charla. Para nada la cosa ha terminado con un punto y final.


Minutos después, se atrevió a salir de la cama y escuchar tras la puerta. Sí, había cumplido su palabra. Donovan había marchado a su casa, y por suerte suya en dos o tres días no le vería el pelo por allí. Con paso lánguido se dejó caer nuevamente en el colchón y con mejillas sonrojadas, se permitió el lujo de volver a recordar todo lo sucedido en la cocina.

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