Con la cabeza agachada y dándole la espalda se puso la maldita camisa de Donovan. ¿Porqué puñetas tenía que oler a él si era limpia? Pensó con gran rabia y frustración… ¿Cómo podía ser tan cretino? Jamás hubiera pensado eso de él… ¿Acaso no había sentido nada tras acariciarle el cuerpo y besarla de aquella manera? Tan poco atractiva le resultaba… Sus ojos se empañaron de lágrimas al comprender que sus sentimientos eran imposibles de ser correspondidos. Y notando como una rabia interna iba creciendo poco a poco a causa de que hubiera jugado con ella.
Ya empezaba a estar un poco harta del jueguecito que se traía entre manos. Sus músculos de la espalda se tensaron, al escuchar como él se volvía a situar tras ella para situar sus grandes manos en sus hombros y poder voltearla hacia él.
-Hay que hablar Silvia. Eh… -Calló sorprendido al notar como el puño de la joven se estrellaba contra su cara lastimándole en la nariz-. ¡Pero que demonios! –Se llevó las manos al rostro.
-¡No vuelvas a tocarme! –Escupió rabiosa, para acto seguido sujetarse el puño izquierdo al tiempo que sus ojos vertían un gran torrente de lágrimas-. ¡Dios, como duele!
-¡Joder, me esta sangrando la nariz! –Gimió Donovan acercándose a ella con preocupación en la mirada al ver como ésta lloraba-. ¿Te duele mucho? Déjame ver tu mano…
-¡No! –Lo miró con odio, para cerrar al momento los ojos mientras gemía del dolor y daba saltos en el suelo expulsando el aire.
-No seas imbécil –La regañó con dureza-. Aunque te has comportado como tal… Déjame que te inspeccione.
-¿No tuviste suficiente con la anterior inspección? –Le recriminó con tirantez y comenzando a caminar dirección al grupo.
-Mierda Silvia, te dije que teníamos que hablar –Caminaba un paso detrás de ella-. Déjame ver tu mano –Pidió adelantando su brazo hacia ella para detenerla. Pero se le escapó cuando ella se soltó veloz dando un tirón hacia delante.
-¡Te dije que no me tocaras! –Exclamó con fuerza por el dolor que sentía de su mano y por el de su orgullo herido, llamando la atención de Peter y Camila que se hallaban sacando lo último de su jeep.
-¡Quieres dejar de ser tan terca! –Soltó enfadado cuando ya estaban en el coche de ella y ésta abría la puerta del piloto-. Tú no vas a conducir… Déjame ver si hay que llevarte al hospital.
-¿Hospital? –Preguntó Camila acercándose a ellos dos, junto con Peter-. ¿Chicos qué ha ocurrido? –Ninguno decía nada-. Donovan, por que te está sangrando la nariz…
-Digamos que hubo una pequeña confusión –Sonrió con gesto torcido-. Y tú pequeña inocente niña, me pegó un puñetazo en la cara.
-¿Así llamas a eso? –Soltó ella con veneno en la mirada y mostrando con aquello a los otros dos, que había ocurrido algo allí arriba.
-Déjate de memeces ahora… -La miró por un segundo-. Es posible que se haya roto la mano.
-¿De verdad le atizaste un puñetazo? –Preguntó Peter cauteloso y sorprendido.
-Eso no importa ahora –Soltó el aire Donovan, apoyando las manos en sus caderas-. Hay que llevarte al hospital.
-Deja de ordenarme maldito…
-¡Silvia! –La regañó Camila-. Tiene razón, hay que llevarte a que te vean esa mano. ¿Cómo se te ha podido ocurrir el pegarle un puñetazo al hombre?... ¡Y tú, pequeño demonio que le hiciste para merecértelo! –Encaró al hombre con el dedo extendido-. Llévala al hospital, a que esperas… A que te atice yo el segundo, por estar ahí quieto como un pasmarote.
-Voy yo sola –Soltó orgullosa-. No hace falta que me lleve él.
-Por que tienes que ser tan… -Comenzó exasperado, pero fue interrumpido por Peter.
-Ya la llevo yo –Se acercó a Silvia y la empujó fuera del lugar del piloto-. ¿A ti no te hace falta también?
-En mi coche no se sube –Zanjó Silvia tajante y cerrando con energía la puerta-. Y si le hace falta venir, es que es un marica…
-¿Aún dudas de ese punto? –Sonrió él un poco-. No te preocupes cuando vaya ésta noche a despedirme antes de salir de viaje, para volver a refrescarte la memoria…
-¡Y juro que esta vez si te romperé la nariz maldito engreído! –Escupió enfadada, aplastando a Peter al sacar su cuerpo por la ventanilla del conductor-. ¡Me oyes!
-Alto y claro pequeña, pero se que en el fondo muerdes poco –Soltó con tono socarrón justo antes de adelantar su cuerpo hacia delante y capturar los labios de la joven en un rápido roce-. En marcha Peter… -Sonrió golpeando el vehículo para que emprendiera la marcha.
-¡Serás mal nacido! –Reaccionó al final tras la primera sorpresa, por haber realizado aquello delante de todos una vez más-. ¡Como te atrevas aparecer juro que te mato! –Ladró a pleno pulmón, pues Peter circulaba en dirección al hospital sin importarle tener apenas visibilidad a causa de hallarse prácticamente encima de él.
-¡Pero primero líquida a don plástico! –Exclamó riéndose y despidiéndose de ella con la mano.- Será posible… -Suspiró sin perder la sonrisa.
-¿Todo esto es a causa de ese muñeco? –Se sorprendió Camila.
-Mmm… Más o menos… -Le guiñó un ojo-. Vamos a darles de comer a mis chicos.
-Vaya, debe de ser algo interesante si ignoras tu nariz y no me das ninguna respuesta coherente…
-Eres un viejo bicho –Rió Donovan pasándole un brazo por encima de sus hombros y conduciéndola a los hombres, quienes estaban sin comer y sin saber que había ocurrido.
-¿Crees qué estará bien?
-Esperemos que sí –Resopló éste mostrando su estado verdadero de nervios y de culpabilidad.
Solo se escuchaba el traqueteo de su jeep, conducido por un Peter nervioso y curioso. Ya casi llegaban, solo faltaba cruzar el centro de la ciudad. De momento, iba aguantándose el dolor de su mano y estaba sorprendida por el aguante de Peter en no preguntarle nada aún. Pero notaba como de tanto en tanto, sus ojos se fijaban encima de ella de forma inquisitiva.
-¡Esta bien! –Soltó exasperada y resoplando.
-Tranquila, yo puedo esperar –Sonrió con cariño-. Me preocupa tu mano más… -Pasaron dos segundos más de silencio-. ¡Y una mierda! –Se giró a ella cuando se detuvo en un semáforo-. ¿Por qué puñetas le pegaste a Donovan?
-¿No dijiste que podías aguantarte? –Escupió con cierta ironía.
-Mentí –La miró divertido.
-Toda esta tontería comenzó el día que aproveché que Donovan iba a la ciudad. Por puro accidente y mala suerte, éste vio el libro que me compré en la librería –Resopló con enfado sin evitar que alguna lágrima resbalara por su rostro a causa de algún pequeño pinchazo que sentía en su mano-. Desde entonces que se ha vuelto mi eterna pesadilla. Te puedo asegurar que si aún existieran los cinturones de castidad, yo tendría uno clavado a conciencia en mi cuerpo.
-No digas tonterías mujer –Sonrió Peter-. Venga, que ya mismo llegamos –La animó reanudando la marcha tras ponerse el semáforo en verde.
-No es ninguna tontería. Yo solo estoy utilizando el libro y el dichoso muñeco, como base de estudio para mi próxima novela… -Soltó exasperada.
-¿Qué es eso de siguiente novela? –Se giró a mirarla sin comprender.
-Peter… -Lo miró con cierta disculpa-. Yo soy Susan Parks… -Vio como la expresión del hombre cambiaba ante aquella confesión. Su mirada aún seguía clavada en ella, pero con los ojos abiertos de forma desmesurada. Mientras que su boca formaba una gran “o”. Desvió un momento la mirada del rostro del hombre hacia el frente, para ser ella quien abriera seguidamente los ojos de forma alarmante-. ¡Semáforo en rojo! ¡Semáforo! –El dolor de su mano dejó de existir por aquellos segundos de agonía, cuando pasaban por debajo del dichoso aparato con la luz roja encendida indicando peligro-. ¡Rojo! ¡Frena Peter! –Ordenó en un grito, provocando que éste despertara y accionara en seco el pedal de freno quedando en medio del cruce. Genial, la agonía seguía cuando quedaron completamente expuestos ante los coches que circulaban por allí, como el camión que se les acercaba tocando la bocina-. ¡Mierda, acelera! ¡Acelera, idiota! –Ya a salvo y lejos del cruce, pudo respirar aliviada.
-¿Estás bien? –Preguntó Peter con los nudillos completamente blancos a causa de la fuerza que estaba empleando en sujetar el volante.
-¡Serás burro, casi nos matamos! –Soltó histérica.
-Tu lo has dicho, casi… -Rió aliviado-. Ese tipo de bombas, no se sueltan cuando uno va al volante… -La riñó entrando ya en las calles que rodeaban el hospital-. Tienes mucho que contarme pequeña, pero lo harás una vez sepamos el daño que te hiciste –Indicó entrando en el parquin.
-Vale… -Aceptó con un suspiro.
Una hora después, Silvia se acercaba a la sala de espera con el dedo escayolado en busca de Peter. Frunció el ceño al no encontrarlo allí. ¿Habría salido a fumar a la entrada? Con paso lento a causa de los calmantes que le habían suministrado, fue en busca del hombre a la puerta principal. Y sí, allí se encontraba con un cigarro en la mano y el teléfono en la oreja. ¿Con quién hablaba? Esperaba que no fuera Donovan. No quería saber nada de él en mucho tiempo. Se acercó para tratar de averiguar.
-Sí, ahora me la llevaré a que coma alguna cosa –Dijo Peter guiñándole un ojo cuando se puso a su lado.
-¿Quién es?
-Tu protector –Bromeó éste, sorprendiéndose un poco al ver como ella intentaba conseguir el aparato-. No… Para Silvia, solo vas a dañarte en la mano… Te cuelgo Donovan. Nos vemos luego… -Sonrió-. No creo que le guste ese mensaje…
-¿Mensaje? –Se quedó quita-. ¡Dile a esa sabandija que como aparezca lo castro!
-¡Silvia no seas así! –Colgó el teléfono riéndose-. ¿Ya te han dejado libre?
-Sí –Le sacó la lengua-. Ya podemos volver a casa. Tengo trabajo que hacer y…
-Estas de broma –La interrumpió él-. Hay que llenar nuestros estómagos. Y contarme cosas, muchas cosas… Mejor ahora que estas medio drogada y no me pegaras a mí –Le sacó también la lengua-. Además, es mejor esperar a que se te pase el enfado. Quien sabe si irías detrás de Donovan.
-Si voy detrás suyo es solo para matarlo.
-Claro, es lo que eh dicho –Frunció el ceño-. ¿Qué pensabas que decía? ¡OH! –Captó veloz y rió-. Ya comprendo…
-Ni se te ocurra ir por ese camino –Lo amenazó con irritación-. Ni loca iría detrás de él en ese sentido.
-Pues no comprendo porque has llegado a éste estado –Señaló su mano enyesada-. Reconoce que algo te importa.
-Si me importara, no le habría pegado ¿No crees? –Comenzó a caminar hacia la calle de enfrente en donde habían bares-. ¿Nos movemos? Tengo un poco de hambre.
-No se… -Dijo con duda, al tiempo que acomodaba sus piernas al paso de ella.
-Mira Peter, entre Donovan y yo no existe nada… -Se paró delante de un bar-restaurante.
-Si no existiera nada, ahora mismo no estarías en esta situación pequeña –Le guiñó un ojo, mientras le abría la puerta del local.
-Simplemente se está comportando como el gallo del corral y nada más… -Rebufó tomando asiento y cogiendo la carta, dándose cuenta del hambre que tenía.
-No creo que le haga ninguna gracia que lo llames de esa manera –Cogió la carta justo cuando se les acercaba la camarera-. Hola guapa, a mí me pones un plato combinado de lo que quieras para un pobre hambriento –Le guiñó un ojo dejando la carta en la mesa.
-A mí lo mismo, pero sin exagerar en el volumen –Indicó Silvia sonriendo un poco a la chica, mientras se agarraba la mano escayolada.
-¿Te duele aún? –Preguntó Peter cuando se hubieron quedado a solas.
-No, llevo suficientes calmantes como para dormir a una vaca –Indicó quisquillosa-. Solo que me incomoda mucho…
-Con razón eh conseguido a conquistar a mí chica , si eh tenido a la mejor maestra del romance –Soltó al fin él.
-¿Estas enfadado? –Preguntó con un puchero.
-No –Respondió con sinceridad-. Realmente, hace pocos meses que somos tan íntimos amigos por llamarlo de alguna manera –Le guiñó un ojo-. Comprendo que guardaras silencio. Pero si quieres que lo guarde yo, deberás firmarme un ejemplar para mi novia –Amenazó con tono cariñoso, logrando que ella sonriera.
-No hay ningún problema –Calló cuando les trajeron las bebidas y un plato con olivas y palillos de pan de aceite de oliva.
-¿Me dejas darte un consejo?-Pidió de repente con cautela.
-Por que tengo la sensación de que no me va a gustar –Achicó los ojos ella, mientras que él se alzaba de hombros.
-Poco vas a conseguir con ese muñeco de plástico –Dijo con las mejillas un poco sonrojadas.
-Tú también… -Soltó consternada.
-Solo es un consejo –Alzó las manos pidiendo clemencia-. No se bien como lo vas ha emplear, ni me interesa… -Recalcó veloz con apuro-. Pero yo utilizaría otra cosa…
-Me estás sugiriendo que utilice a Donovan –Se atrevió a decir ella lo que él no decía.
-Mmm… Bueno verás… Mira, no me hagas caso…
-Sí, mejor no te hago caso –Cogió un palillo y lo mordió con furor para reprimirse las ganas de ir en busca de Donovan y cogerlo por el cuello-. Mejor comamos, que como dije antes tengo cosas que hacer en casa.
Aquel era el mejor momento, para sentarse uno en el capó de la ranchera y tomarse una cerveza bien fría. Pensó Donovan, mientras le daba el último trago a la lata de cerveza que le había dado Peter. Se encontraban los dos en la zona del granero pequeño, escuchando el ruido de los grillos en aquella fresca noche de verano. Miró su reloj para ver que éste marcaba las diez y media de la noche. Nuevamente volvía hacer plegar tarde a Peter, pero había sido necesario dado los acontecimientos del día. Como había vuelto tarde de la ciudad con Silvia, habían empezado tarde con los preparativos para los días siguientes que él no se hallaría allí.
Solo había visto a Silvia desde lo lejos. No había querido acercarse a molestarla nada más aparecer ella por allí. Sabía por Peter, que se encontraba un poco adormecida por los calmantes que le habían suministrado. De modo que había preferido esperarse un poco a que ella repusiera fuerzas. Pero no pensaba marcharse de viaje con aquel enfado de por medio. Además, tenía que hacerse un poco responsable de ella por haberle causado aquel daño. Pensó divertido, con la idea que tenía en mente para aquella noche.
-¿Por qué será que esa sonrisa tuya me da escalofríos? –Interrumpió Peter el silencio de la noche.
-No lo sé… -Sonrió levemente.
-¿Vas a ir a molestarla, verdad? –Le dio la última calada al cigarro y lo apagó.
-Vamos a ir a molestarla –Se giró a mirarlo-. Tengo que darte los albaranes para mañana. No es mi culpa, que el despacho con toda la documentación necesaria se halle en esa casa.
-Disfrutas como un niño pequeño –Reveló el otro hombre divertido-. Y no hay derecho, te aprovechas de mí para que no se te tire al cuello…
-Eso no es verdad hasta cierto punto… -Subrayó con risa-. Yo solo quiero que entres conmigo para darte esos papeles, después esfúmate…
-Mmm… Ya veo… -Lo miró pensativo-. ¿Estas seguro de lo que vas hacer? Te recuerdo, que si te vuelve a pegar te hará más daño esta vez. Su mano esta reforzada por la escayola –Rió al mirarlo a la cara y ver la pequeña tirita que tenía puesta. Al parecer, el anillo que llevaba Silvia le había echo un buen rasguño.
-Sí, no seas tu el cobarde… -Lo apresuró bajando del coche y caminando colina abajo.
-¡Maldito cacharro! –Exclamó tirando el micro que estaba conectado al ordenador a unos metros lejos de ella. Estaba enfadada por varios motivos. Uno, el efecto de las pastillas comenzaba a pasarse. Y dos, al tener la mano escayolada no podía escribir bien y aquel dictador de voz era muy lento. Todo aquello era desesperante. Y solo había un culpable.
Se reclinó en su sillón y miró unos segundos al techo. Y el tercero, que no avanzaba en su novela. Aquel era el punto que más le preocupaba. Una vez más, se encontraba encerrada en su despacho pero aquella vez con el cerrojo del propio puesto y apoyado en la mesa, su maniquí. Pero no le venía nada a la cabeza. Bueno, si le venían cosas pero eran inocentes. No había nada que le hiciera subir la temperatura a partir de todo lo que había escrito gracias al remojón de Donovan. Pero ya está… Se había quedado con sus personajes de pie en la cocina semidesnudos y no sabía como seguir que fuera verdaderamente real…
Bajó la mirada y la puso en el muñeco, soltando un suspiro. ¿Qué inspiración iba a recibir del pobre, si todo el mundo tenía ganas de liquidarlo? ¿Pero a qué diantres venía tanto alboroto por ello? Ni su madre se había escandalizado tanto ante aquella idea suya. Lo había cogido, para poder visualizar bien las caricias de una mujer sobre el cuerpo masculino. Y sobre todo en la protuberancia de éste… Tenía que ser sincera, nunca había jugado con una. Y apostaba el dinero de todo un año, a que no creía que fueran tan exageradas como la que tenía delante. Volviendo a suspirar, levantó su mano sana y pasó un par de dedos por el punto principal del muñeco, para después agarrarlo en todo su tamaño mientras pensaba en escenas de su novela. Cuando el ruido de una exclamación, hizo que diera un bote en la silla y mirara tras su espalda por la ventana.
¡Madre de dios! ¿Otra vez ocurría lo mismo? Allí tenía a un Donovan con cara de pocos amigos y a Peter, que miraba con apuro hacia el cielo estrellado mientras silbaba algo animado. ¿Es qué no existía ninguna intimidad en aquella casa con aquel hombre? Con ira se acercó a la ventana y la abrió a duras penas con una mano.
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