miércoles, 6 de julio de 2011

Pequeño cuento: Aprendiendo a Seducir Parte III


¿Qué era eso? ¿Tambores? ¡Dios, le dolía la cabeza mucho! Incluso le costaba abrir los ojos… ¿Estaría enferma?... Al fin lo logró, y comprendió que no tenía una banda de música en su dormitorio. Se trata de su despertador, que la despertaba a la misma hora de todos los días. Alargó su brazo para desconectarlo y poder disfrutar de un poco de silencio, mientras miraba un tanto aturdida al techo. Había algo que no cuadraba aquella mañana, estaba rodeada de demasiada calma. Cuando normalmente su madre… ¡Su madre! Se incorporó veloz en la cama, soltando un gemido al tiempo que se llevaba una mano a la cabeza…

-¡Maldito vino!... Donovan… -Susurró en un suspiro tras acordarse de todo-. Mierda, mierda… -Se golpeó la frente al recordar su comportamiento.

Por culpa de ese imbécil, ayer había hecho el ridículo. Sería mejor levantarse y darse una ducha para refrescarse la cabeza. ¿Cómo se encontraría la pobre de su madre? Esperaba que un poco mejor que ella, por que hacer un viaje de aquella manera podía resultar toda una pesadilla… Apartó las sábanas y es cuando se dio cuenta de que aún llevaba la ropa puesta. No recordaba haber llegado y… ¡Donovan! Gimió con horror, al comenzar a tener una lluvia de recuerdos. ¡Había vomitado a los pies de él! Recordó con gran horror, pero frunció el ceño ante un recuerdo confuso que le venía a la mente. Donovan se había acercado mucho a ella... Bueno, a sus labios… ¡Oh dios mío! ¿Era posible que el hombre hubiera intentado besarla?


-¿Hola? –Dos golpes a su dormitorio y el saludo de Camila, el ama de llaves hicieron que gritara fuerte de la impresión.

-¡AH! –Se llevó las manos al cuello, para ver como la mujer asomaba la cabeza preocupada por el quicio de la puerta.

-¿Todo bien?

-Sí, gracias Camila… -Tenía la boca seca-. No te esperaba, eso es todo –Le sonrió amasándose la melena despeinada.

-Ya me avisó Donovan –Sonrió ésta-, de que hoy posiblemente no tendrías buen aspecto. Dúchate que tendrás el desayuno listo.

Ya se había duchado, vestido y ahora estaba en la tarea de complacer a Camila, en tomarse un pequeño nutritivo desayuno en la cocina bajo si vigilancia. Pero en verdad, era como si no se hallara allí. Mordía la tostada de forma mecánica al igual, que daba los sorbos a su vaso de zumo de naranja. Si alguien leyera su mente en aquel preciso momento, solo vería una y otra vez, los ojos de Donovan acercarse a su rostro para besarla.

-Idiota –Renegó en voz alta con el ceño fruncido, logrando que la mujer mayor sonriera por lo bajo. ¿Qué hacia allí perdiendo el tiempo en idioteces? Estaba claro, que el intento de beso por parte de Donovan no era un punto a tener en cuenta. El hombre, simplemente lo había hecho por todo lo ocurrido del día anterior. El muy creído, quería demostrarle que ella también era de las mujeres que suspiraba por su cuerpo-. Aunque tiene un poco de razón… -Volvió hablar en voz alta con cierto tono de fastidio.

-¿Quién tiene razón? –Le preguntó divertida Camila, al ver la discusión que estaba manteniendo ella sola.

-Alguien, que si se entera se le hinchará aún más el pecho –Le guiñó un ojo levantándose y dejando el plato y el vaso en la pica-. ¿Las pastillas para el dolor de cabeza, se hallan en el botiquín del baño?

-Sí –Sonrió la mujer-. Tomate una junto con un anti-inflamatorio… Verás que bien te va.

-Gracias Camila –Le dio un beso en la mejilla antes de desaparecer de allí.


Cerca de seis horas después, Mike interrumpió en su despacho dando tres golpes musicales en la puerta abierta, logrando que sus ojos se tomaran un descanso de la pantalla del ordenador.

-Hola Mike –Le sonrió reclinándose en el viejo sillón-. ¿Todo bien?

-Sí –Se acercó hasta el escritorio y se sentó en una de las dos sillas que había predispuestas-. La valla arreglada, el sistema de riego funcionando con normalidad… Solo venía a comentarte que estoy de acuerdo con Donovan, en ir yo con él a la venta de las reses.

-¡OH! –Se sorprendió un poco-. Pero son tres días fuera de casa, que dirá Janice cuando se lo digas…

-No te preocupes que lo comprenderá muy bien –Sonrió-. La pequeña Lucy no da ningún problema, es muy buena. Y se que estas sola, tu madre también se ha marchado… No puedes dejar el rancho solo.

-Pero sabes que confío mucho en ti –Le sonrió con cariño-, son muchos los años que trabajas en este rancho.

-Muchas gracias cielo –Le guiñó un ojo-. Pero siempre tiene que haber un mando. Si os marcháis tú y Donovan, al no estar tu madre no queda nadie para que implicara fuerza en alguna situación que pudiera surgir.

-Pero gracias a dios, hoy por hoy existe un maravilloso invento como el teléfono móvil… Déjame que antes hable con Donovan –Sospechaba que a causa de lo ocurrido, quería estar un poco lejos. ¡Sabía que no tenía que preocuparse de aquel amago de beso! Él ya había visto que era un error… ¿Y por qué estaba ahora enfadada?

-Muy bien pequeña, tú mandas –Se puso el stetson y se acercó a la salida deteniéndose una vez más-. ¿Has comido ya? –Ella negó con la cabeza-. Los chicos han dispuesto hoy la mesa bajo un árbol grande de la cuadra pequeña. Y Camila ha llevado allí toda la comida. ¿Te apuntas?

-Sí –Rió animada y levantándose del sillón para acercarse a él y agarrarlo por el brazo-. Ya estamos tardando –Le guiñó ella un ojo muy animada.


Iba por el camino del brazo de Mike y hablando de su pequeña recién nacida hija, que no miró en ningún momento dirección al establo pequeño. Si lo hubiera hecho, se habría preparado para encontrarse con él allí. Como él solía comer normalmente en su casa, no había pensado que posiblemente los chicos también lo hubieran invitado.
Cuando llegaron junto al grupo, todos la saludaron encantados de que se reuniera con ellos. A pesar de ser su jefa, la apreciaban mucho. Saludó a todos menos a uno en concreto, que trató por todos los medios de atrasar su encuentro de miradas. Y para nada se trataba por aquel amago de beso…. Sabía que aquello había sido un pequeño lapsus que había sufrido el pobre hombre, pero aún así le daba vergüenza mirarlo después de su comportamiento de anoche.


Pero una vez que hubo saludado a todos, tenía que hacerlo también con él, si no quería que el resto se dieran cuenta y sospecharan de qué algo ocurría. De manera que cogiendo aire, se soltó del brazo de Mike y se acercó a su objetivo con el nivel de tranquilidad por los suelos.

-Hola Donovan… -Saludó sin atreverse a mirarlo a la cara.

-Hola Silvia… -Devolvió el saludo sonriente, viendo como la joven no se atrevía a mirarlo directamente-. ¿Te encuentras ésta mañana bien? –Preguntó con voz dulce obligando a la joven a tener que mirarlo por la seducción de su tono.

-Sí –Se obligó a forzar una sonrisa y mentirle, dado que aún no había desaparecido del todo el idiota que tocaba el tambor en su cabeza. Pero no quería darle aquella satisfacción-. Te pido disculpas por lo ocurrido. Hay que ver las idioteces que se llegan hacer cuando se esta bebido.

-Por suerte, yo no bebí en ningún momento –Comentó al tiempo que le guiñaba un ojo.

-¿Ya me estas volviendo a recalcar que tu eres mayor y yo una jovencita? ¡Pues bien que mi madre lleva un dolor de cabeza, por que un adulto no me dejó ponerle freno ayer noche! –Masculló entre dientes, para que nadie reparara en su enfado.

-Y tú ya estas poniendo cosas en mi boca, que no dije –Siguió sonriendo.

-Claro que sí, solo tuve que leer entre líneas –Puso los brazos en jarra.

-Pues déjame decirte que lees fatal –Se burló de ella, cruzándose de brazos y guiñándole una vez más el ojo-. No me extraña que…

-¡EH, chicos! –Los llamó Camila interrumpiendo la conversación-. Venid a comer ya…

-Claro –Obedeció Donovan, dando el primer paso.

-Espera, qué ibas a contarme… -Intentó detenerlo, pero él simplemente le sonrió y se marchó a sentarse junto a los muchachos-. Maldito seas… -Gruñó nuevamente por lo bajo, hiendo también a sentarse en la mesa.


La verdad, había resultado ser un descanso muy agradable. El comer con todos, había aportado mucha diversión y había dejado por un rato sus preocupaciones a un lado. Pero aún así, su maldito tambor seguía resonando de fondo… Soltó un profundo suspiro con gran pesar, mientras se apretaba las sienes un poco, cuando de repente se encontró delante de ella un café con hielo y unas pastillas. Miró a su lado y se halló a Donovan, con otro vaso igual que ella y un cigarro en sus manos.

-No sabía que fumabas –Frunció el ceño-. ¿Y qué son esas pastillas?

-No suelo fumar… -Se alzó de hombros-. Pero me han invitado los chicos. Y esas pastillas, me fueron muy bien cuando pillé unas cuantas resacas –Sonrió antes de darle una calada al cigarro.

-Yo no tengo resaca –Volvió a mentir, acercándole las pastillas a él-. Y aparta ese cigarro de mi cara –Movió el aire con su mano-. Apesta…

-Esas ojeras te delatan cielo –Volvió acercárselas a ella-. Puedes estar tranquila, que no te mataran…. Cosa que tu si harías conmigo por lo que puedo ver con tu humor de hoy.

-No hace falta –Se alzó de hombros y sonrió con falsedad-. Tu mismo lo estas haciendo con eso –Señaló el cigarro.

-¿Entonces ya hablaste con tu madre? –Preguntó apagando el cigarro completamente entero-. ¿Cuándo vuelve?

-No lo hagas por mí –Dijo ella veloz-. Con que te vayas a la otra punta de la mesa ya me va bien –Señaló con sarcasmo.

-Acaso pones en entredicho mi caballerosidad –Se llevó las manos al corazón, fingiendo gran dolor por sus palabras.

-¿Tú un caballero? –Rió, aceptando que tenía razón en la resaca y abrió una pastilla de su envoltorio, para tragársela con un buen trago del frío café.

-Te llevé a tu cama y no te desnudé –Señaló con voz apenas audible, por si alguien de los que había por allí tenía buen oído.

-Pero un caballero, no se aprovecha de la embriaguez de una joven e intenta besarla –Señaló con gesto torcido y lamentando bien rápido el haber sacado el tema. No quería que él pensara, que llevaba toda la mañana pensando en ello. Si él no había dicho nada… Es que no lo había dicho. Si hubiese querido, había tenido toda la mañana para acercarse a su oficina hablar con ella. Así, que ella era la que acababa de quedar como una jovencita idiota, volviendo a señalar un acontecimiento que para él no era nada importante.

-Vaya… -Rió Donovan, mirando un momento a su alrededor para después volver a mirarla a ella detenidamente-. Pensé que no te acordabas de ello… -Se calló un momento para mirar a su alrededor, y nuevamente volver a poner sus ojos en su rostro-. Dime quien es…

-¿El qué? –Preguntó totalmente confundida. ¿Estaban hablando aún del intento del beso?-. Y sí, me acuerdo de todo. Por eso te pido medio disculpas, dado que acabé en aquel estado por ti.

-No me culpes de tus actos preciosa –Volvió a sonreír él-. Pero ahora, me gustaría saber quien es tu cita y para cundo la tienes programada.

-Perdona… -Dijo casi en un chillido-. No comiences otra vez con esa estupidez.

-No se trata de ninguna estupidez –Masculló él-. Y tú te lo tomas muy a la ligera… Eres virgen Silvia…

-Schh… -Lo calló avergonzada y alarmada, de que alguien más lo hubiera escuchado-. Acaso eres imbécil –Señaló enfadada-. Empiezo a estar harta de que te metas en ese punto de mí vida.

-Pues vete acostumbrando por que voy a ser tu sombra –Avisó acercando su rostro al de ella apenas a unos centímetros-. No estoy de acuerdo que vayas acostarte con un hombre, solo para escribir tu novela…

-¿Qué? –Dijo incrédula, tras escuchar sus palabras.

-¿Va todo bien por aquí? –Se atrevió a interrumpir Mike, sentándose enfrente de ellos en la gran mesa-. ¿No estaréis discutiendo pro el viaje de la venta de reses?

-Tranquilo no ocurre nada –Se giró Donovan con una sonrisa en el rostro, para restar la tensión que había entre ellos.

-No, pero de eso sí quería hablar –Recordó ella sin mostrar ninguna sonrisa-. No veo bien el quedarme aquí…

-Y yo veo una tontería dejar el rancho solo –contraatacó-. Te recuerdo que tú madre se halla de viaje.

-Pues entonces yo me voy con Mike y tu echas un vistazo por aquí –Sugirió dando un trago a su café con hielo aguado.

-No –Soltó todo tajante.

-¿No? ¿Acaso dudas de mí capacidad para la venta?

-No empieces poniendo palabras en mí boca, que yo no eh dicho… -Amenazó levantando un dedo y dándole un toque en su pequeña y respingona nariz, como si fuera una niña de cinco años.

-Pues quien lo creería, cuando no paras de ponerme trabas para ese viaje…

-¿De verdad qué va todo bien por aquí? –Volvió a preguntar Mike con el ceño fruncido al ver la tensión que había entre los dos chicos.

-Sí –Respondieron al unísono los dos chicos, sin apartar la mirada el uno del otro.

-Bien… -Carraspeó un poco-. Esto…

-Tranquilo Mike –Sonrió de repente Silvia, logrando descolocar a los dos hombres por el cambio tan repentino en su humor-. Donovan tiene razón… -Aquella vez, sus ojos también sonrieron pero con cierto brillo travieso. Sabiendo que él lo captaría de seguida-. Si a tu mujer no le importa que te alejes tres días, quedándose ella sola con la pequeña… Yo mejor me quedo aquí en el rancho… Tengo cosas que hacer… -Volvió a sonreír antes de ponerse en pie y coger su móvil de encima la mesa-. Bueno, yo me vuelvo ya que tengo que organizar cosas en el despacho… Cualquier cosa ya sabéis donde encontrarme…


Donovan observó atentamente todos sus movimientos, desde que se hubo levantado de su lado con aquella aura secreta, hasta que se hubo acercado a despedirse de los chicos, viendo como se detenía un poco más con Peter. Y éste, era uno de los solteros observó con cierto fastidio.

Nunca se hubiera imaginado que tuviera tanta amistad con los chicos de allí. Bueno, eso era por que tampoco había visto a Silvia tratar a los chicos. Y se notaba que la apreciaban mucho. Todos estaban encantados de tener aquellas dos mujeres al mando. Frunció un momento el ceño, al ver como Peter le pasaba un brazo pro alrededor de su cuello, y se la llevaba caminando a la zona donde estaban los coches de todos estacionados. ¿Qué diantres significaba aquel brazo? ¿Peter era su cita? Pero… Pero si él y Peter, solo se llevaban unos dos años de diferencia… ¿Dónde estaba la decencia de aquel hombre? ¡Dónde él mismo tenía la suya! Pensó mordiendo con rabia lo que quedaba de uno de los cubitos de su café con hielo, y no viendo como Mike observaba sus gestos con media sonrisa.


Acaso él mismo no abría besado ya a Silvia, si no hubiera sido interrumpido por el malestar de la chica a causa del vino. ¿Y quién le decía que todo se hubiera quedado en un solo beso? Tampoco parecía muy enfadada por ello…

-No te comas tanto la cabeza –Le recomendó con una sonrisa Mike.

-¿Decías Mike? –Preguntó sin prestar mucha atención, pues aún seguía mirando hacia
la zona de parquin, donde ya no divisaba aquellos dos.

-Decía que…. Silvia y Peter… -Se calló un momento al ver como éste aún no había girado su cabeza, y aquello le dio una idea-. Hacen buena pareja… -Donovan se giró a mirarlo veloz con fuego en los ojos.- ¿No crees?

-Pues… ¿Sabes sí ellos dos?...

-Ni idea… -Se alzó de hombros poco antes de incorporarse de la mesa-. Pero se llevan muy bien, y últimamente hablan mucho a solas…

-Ya veo… -Respondió con amargor.

-Bueno… Yo me voy al lío, que aún quedan cosas por mirar… Hasta luego –Se despidió silbando una melodía feliz.


Entonces ella había comprado aquel libro y vete a saber que más, en el sex-shop para entregarse a Peter. Se levantó de la mesa y con paso ligero, se dirigió a la zona de los coches. ¿Cuándo habían llegado a intimar tanto, para poder dar aquel paso? ¡Estaba furioso! Sus zancadas eran cada vez más duras y largas. La verdad es que no podía hacer nada contra ello… Peter era un buen hombre. Gran trabajador y no iba muy a lo loco con las mujeres, como Silvia le marcaba a él.

¿Significaba aquello que había sido un completo imbécil, al dejar pasar el tiempo en espera de que ella conociera mundo? Sí, ahí mismo tenía la respuesta. Aunque fuera una bella mujer veinteañera, aún era virgen… Y por tener prejuicios sobre su edad, un hombre dos años menor que él había sido más listo y atrevido dando el primer paso antes de que lo hiciera él…

¿Pero se amaban ellos dos? Quien no le decía que aquello formaba todo de una jugarreta de la loca cabeza de Silvia… Ella quería avanzar en un punto y que además le hacía falta para su profesión. Que siendo Peter, un hombre libre y atractivo, le había parecido perfecto para su plan. Sabía perfectamente, que ningún hombre en sus cabales rechazaría una oferta como aquella.

¡Entonces aún había posibilidades! Aún podía intervenir en el plan de seducción de ella… Tenía que eliminar a Peter de su cabeza, y comenzar en aquel mismo momento a seducir aquella jovencita que llevaba años atormentándolo. Con sonrisa y mirada decidida, llegó a la esquina de la cuadra pequeña para que su alma se le cayera a los pies, cuando se encontró a Peter dándole un beso en la mejilla a Silvia, para después guardar una bolsa en su coche mientras los dos sonreían como tontos.

¡Mierda, mierda, mierda!



No quería mirar el reloj, pero sabía que era tarde. Seguramente serían cerca de las nueve y media de la noche. Y ahí se encontraba completamente agotado y frustrado en compañía de Peter. Sabía que su comportamiento era el de un cerdo, pero la furia que llevaba dentro lo había cegado. Le había pedido al hombre si podía echarle una mano en reparar el motor del tractor, para que estuviera listo antes de que se marchara con Mike a la venta de reses. Y aquello lo había propuesto, sabiendo que el hombre nunca se negaba a nada. Y ahí estaban, de camino a la finca principal del rancho de Silvia, tras haberlos dejado a los dos completamente agotados. Era un modo de saber que el hombre no tendría ganas de tener una noche de ensueño junto con Silvia y la compra de la dichosa bolsa a juego con el libro.


Dando un profundo suspiro, abrió la puerta principal y cedió el paso a Peter. Observando que tendría que avisar a Silvia, de recordarle que durante aquellos días que iba a estar sola era mejor que por la noche cerrara la puerta de la finca.
Atravesaron los dos las estancias hasta llegar a la cocina, donde Peter fue directo al grifo a beber agua y él abrió la nevera, en busca de las sobras del mediodía agradeciendo en voz alta cuando las vio bien guardadas en una bandeja.
Que raro… Llevaban unos diez minutos satisfaciendo sus necesidades, cuando aún no hubo asomado ella la cabeza. ¿Dónde estaría? ¡OH! ¿Acaso estaría esperando en secreto a Peter en su dormitorio? Si mal no recordaba, su móvil no había parado de sonar en toda la tarde y noche… Mejor iba averiguar algo de forma disimulada.

-Voy un momento al servicio –Le comunicó al hombre al tiempo que desaparecía de allí
en dirección al dormitorio de ella, que casualmente se encontraba contiguo con el lavabo. Pero unos minutos después, bastante aliviado descubría que ella no estaba allí esperando nada ni a nadie… Aquello significaba que tenía que hallarse en el despacho completamente enfrascada en su novela. Margaret ya le había informado que cuando arrancaba, era como si no estuviera en aquel mundo.



Encerrada en su despacho y ajena a que no estaba sola en la casa...

-Esto es rematadamente ridículo… -Suspiró con pesar. Se encontraba sentada encima de su escritorio de espaldas a la puerta, vestida con un sujetador y una falda tejana de tubo con un corte en el lateral, mientras que entre sus piernas tenía al supuesto amante de su novela. Que en aquel caso, se trataba de un muñeco hinchable de la tienda de sex-shop de la ciudad. ¿Cómo se suponía que iba animarse a meterle mano aquel trozo de plástico? Bueno, una cosa si tenía que decir… Digamos que la parte importante de aquel personaje estaba muy bien lograda… No es que hubiera visto en vivo uno… Bueno, algún video y foto por internet si que había buscado para ver si conseguía datos para su novela, pero no habían sido de su agrado. ¿Y si imprimía la cara de Donovan de alguna fotografía que tenía por ahí y se la implantaba aquel muñeco sonriente?-. ¡Por dios! –Soltó en ese momento con cierto fastidio, abrazando el muñeco a su cuerpo justo cuando la puerta se abrió de sopetón y asustada la obligó a girar el cuello hacía allí.

-¡Pero qué! –Exclamó con los ojos abiertos como platos Donovan.

-¡Donovan! –Exclamó sorprendida y soltando de sopetón al muñeco que cayó al suelo con un ruido sordo al tocar cierta cosa dura el suelo de la habitación.

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