martes, 17 de julio de 2018

Embaucando A Mí Princesa 4

Harmonie, frunció el ceño ante sus últimas palabras, para sujetarse bien el vestido y poder salir por aquella estrecha puerta, y correr tras él.
- ¿Cómo qué cinco días? -Inquirió saber, atrapándolo justo antes de subir por la escalerilla.
-Es lo que dura la regata –Respondió con gesto duro.
-Pero...
-No –Respondió volteándose con sonrisa malévola-, ni lo pienses. No haberte subido.
-Pero mi intención, era bajar antes de que embarcaras –Protestó.
-Mala suerte –Dijo, dándose la vuelta y desapareciendo de allí.
¿Mala suerte? Será cretino, pensó rabiosa decidiendo buscar algo con lo que poder comunicarse con los de tierra.
¿Aunque, no había acudido allí para poder coger las fotografías en traición a su familia? Pues no le quedaba otra que resignarse por el momento, y ponerse a buscar por las pertenencias electrónicas de éste. Puede que, si tuviera suerte, en unas horas podría hacer que alguien la recogiera en alta mar.

                                                          ***
 A pesar de que su vestido de novia le encantaba, había decidido hacia un buen rato, de cambiarse para poder moverse con gran comodidad por el jardín de los juzgados y poder interactuar así, de forma cómoda con los ciudadanos de Mónaco. De aquel modo, con su traje pantalón de color blanco, pudo caminar de forma ágil por el césped en busca de su padre, que se hallaba en un rincón charlando con gente.

Kénan, iba tras ella, sonriendo a todo aquel que le felicitaba.
-Papá –Se detuvo a su lado, con sus manos entrelazadas a la altura de su pelvis-, podemos hablar un segundo.
Ramón, se volteó todo sonriente, pero después sus ojos se convirtieron en una linea de extrañeza.
-Claro, preciosa –Se giró a las personas que estaban con él, con una enorme sonrisa-. Si me disculpan, debemos acabar de ultimar ciertos detalles del viaje de luna de miel –Con aquello, quienes fruncieron el ceño, fue la pareja recién casada.
Pero callaron, hasta llegar a un rincón apartado, donde había unos bancos de piedra junto a un estanque. Sin saber, que anteriormente, su padre había estado por aquel lugar al igual que su hermana Harmonie.
- ¿Y bien? –Chocó las palmas de su mano, sin perder la sonrisa de su rostro.
-No te hagas el tonto conmigo –Soltó con cierta dureza Jacqui, alzando su dedo índice, y siendo calmada en susurros por su marido.
-No comprendo qué me estás recriminando tesoro –Puso rostro de confusión.
- ¡Que no lo comprendes! –Exclamó mirando por unos segundos a su alrededor-. Pero si lo hemos hablado, hará unas horas y no has perdido ni un minuto en comenzar con ello –Expuso sarcástica. 

-Tesoro –Sonrió alzando las palmas de su mano, para volver a indicar desconocer del tema, pero su hija volvió a interrumpirlo.
- ¡De Harmonie, papá! –Profirió sulfurada-. Sé que tú sabes algo, al igual que tus hombres –Lo acusó con tono seguro-. Mamá, aún desconoce lo que está ocurriendo. Pero espero que me convenzas, para no ir a ella y chivarme de todo. Enora, ha notado su falta presencia hace mucho. La hemos buscado, mis hombres y los suyos lo han hecho también. Y es cuando hemos podido deducir algo... Los tuyos, nos esquivan las preguntas –Acusó enfadada-. Y hoy mismo, maldita sea, ha sido ésta mañana que te comenté de ella. ¿Dónde la tienes escondida? –Se cruzó de brazos-. ¿O debería preguntar, dónde los tienes? –Inquirió con una ceja alzada.

-Cariño, yo...
-Nada de cariño –Volvió a interrumpirlo-. Dime qué fuiste tú, porque si no, habrá que levantar una alerta a nivel internacional.
-Fui yo –Acabó por confesar.
-Joder Ramón –Rio por lo bajo Kénan-. Cualquiera diría, que tenéis ganas de quedaros a solas en la casa para ir desnudos.
- ¡Kénan! –Lo riñó su esposa.
-Perdón –Alzó sus manos en disculpa-. Es solo, que no pudimos coger aún aliento con lo nuestro, para que hayan vuelto a encerrar a la gente en las mazmorras.
Allí su mujer se giró con sorpresa hacia su padre.
- ¿Es eso verdad, está allí? –Exigió saber esperanzada-. ¿Y con quién puñetas la tienes? –Pidió con celeridad.
-El con quién –Sonrió Kénan-. Creo que ya lo sé... -Miró la sonrisa socarrona de su suegro-. Es la primera vez que vi a mi cuñada reaccionar de aquella manera con un hombre... Gerard Garnier.
- ¡Gerard! –Exclamó sorprendida Jacqui-. Hay mi madre... Cómo pude estar tan ciega...
-Porque te llevaban liada tú propia existencia –Señaló divertido su padre.
- ¡A callar! –Le zanjó en tono seco-. ¿Dónde están?
-Me acabas de mandar a callar y ahora me exiges –Jugó su padre con ella con tono zalamero, consiguiendo que Kenan se riera también.
- ¡Papá! -Demandó con los nervios a flor de piel.

-En la regata –Acabó por confesar con cierta mueca de fastidio-. Se encuentra bien. No debes preocuparte por ella, sé que Gerard va a cuidar de ella.
-Ya –Dijo ella con tono no conforme-. ¿Acabo allí por propia decisión?
Ramón, solo supo echarse a reír por lo bajo y alzarse de hombros.
- ¡Por dios, papá! Qué fue lo qué hiciste –Demandó completamente fuera de sus casillas.
 -Maldita sea, mirar por su bien –Soltó renegando-. La única que hizo las cosas algo normales, fue tú hermana Enora. Pero tú y Harmonie, os gusta complicar vuestra situación amorosa, por dios –Resopló exasperado-. Tuve que hacer que tú hermana acudiera al barco de Gerard, porque escuchó de forma casual –Alzó sus dedos índices-. Que él tenía en su poder, fotos vuestras en pleno acto sexual...

- ¡Coño! –Rompió a toser divertido Kenan-. Esas las quiero solo para mí –Señaló divertido, para voltear los ojos al cielo, ante la mirada de su esposa.
-Y apuesto que no es verdad –Reprendió con los brazos cruzados.
-No –Negó el monarca-. Fue la trampa, para que acudiera allí. Dónde la sorprendieron y la durmieron con un sedante... Supongo, que si no está por aquí –Se alzó de hombros-. Es que el plan salió bien, y Gerard la habrá descubierto a bordo a horas de haber emprendido la carrera. Ahora, la cosa corre por cuenta de ellos.
- ¡Con Harmonie, creyendo que el hombre que ama, traiciona a la corona! –Bramó en el oído de su padre-. Hay que hacer algo.
- ¡No! –Frunció el ceño el hombre mayor.
-Pues yo sí –Soltó puntillosa, alzándose de barbilla-. No pienso dejar que mi hermana pequeña sufra de amor por tus tonterías de cupido.
Ramón, se giró en busca de apoyo hacia su yerno.
-Lo siento –Se alzó de hombros riéndose-. Creo que tiene razón.
-Calzonazos –Susurró entre dientes, volteando los ojos con fastidio al tiempo que veía como su hija mayor, marchaba seguida por su marido. 


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