jueves, 28 de diciembre de 2017

Noches En El Balcón 40

Justo entraba por la puerta de la clase, cuando sonaba el timbre finalizando lengua castellana y mandaba a todo el instituto a su casa a comer. Era el único día de la semana, que se finalizaba tan pronto. Pero aquello le iba a ir de perlas, porque así su profesora Tamara no la miraría por más rato de aquella manera. Pero tampoco estaría de más, de acercarse y explicarse que había sido el café el culpable.
Cinco minutos después, con su mochila colgada en su espalda, salía de la clase y acudía a ella su amiga Carlota.
Quién nuevamente la arrastraba a un rincón solitario, para increparla  con tono preocupado.
-¿ Qué ha sucedido, me tenías muy preocupada?
- Lo que ha sucedido, ha sido en parte por ti y Elizabeth.
-¿Cómo? -Soltó indignada-. Yo intenté detenerte, ha sido tú la que saliste, corriendo con sed de sangre.
-¡Eso no! -Soltó ofuscada-. Sé que es un maldito impulso de los míos, pero mi comedura de cabeza, ante los movimientos de Eric, son parte culpa vuestra. Me hicisteis sentirme nerviosa, asustada y ansiosa...Así me pilló Tamara en el baño – su rostro comenzó adquirir  un tono sonrojado-. La ansiedad, a veces me provoca náuseas … - desvío su mirada al suelo-. Me llevo a  enfermería, donde también acudió Eric por ser mi tutor – rebufó al recordarlo todo-. Tamara, creía que estoy embarazada.
-¡Ostras! – Se llevó Carlota las manos a la boca sorprendida.
- Eric, sabe que mi negativa era sincera – sus ojos se achicaron a una fina línea-. Y aún así, se lo pasó  divertido pidiéndome que me hiciera la prueba de embarazo.
Carlota ya no pudo más y rompió en carcajadas, teniendo que limpiarse los ojos por las lágrimas que no lograba contener.
- Tuviste que mear…- la risa no la dejaba continuar.
- No -Gruñó-. Tamara y la enfermera, salieron mientras se suponía que él me tenía que convencer. Obvio que lo dejé allí plantado para que meara  él en ella.
- Elisabeth -seguía riendo la chica rubia-. Debe saberlo.
- Por mí, os podéis ir al cuerno las dos -Soltó recolocando su mochila y saliendo del rincón, para bajar las escaleras y salir del instituto. 
Al llegar a su casa, recordó que su madre no iría al mediodía a comer. Y bien podría haberse quedado a comer un bocadillo por la rambla, para después mirar alguna tienda de ropa. Tenía que mirarse algún abrigo nuevo, y ya que tenía su propio dinero, no hacía falta que esperara a que su madre dispusiera de tiempo.
Además de mirarse un gorro nuevo y guantes. Ahora, lo dejaría para ir a mirarlo el sábado en la mañana o tarde.
Se acercó a la nevera, para descubrir que aún quedaba comida de días anteriores en tapers, de modo que le iba de maravilla el no tener que ponerse a cocinar.
Se decidió por el huevo cocido, con tomate y verduras.
Y unos minutos después, se hallaba en la silenciosa cocina, dando buenos bocados a la comida, cuando su móvil sonó con la entrada de un correo electrónico.
Al abrirlo, comprobó que era del instituto, donde se les notificaba que aquella tarde tampoco había clases de filosofía, dado que aún estaban en espera del profesor sustituto.
Aquello, suponía un gran cambio para planificar algo qué hacer aquel día. No tenían aún deberes, por ser la primera semana, de modo que había muchas horas por delante para emplearlas en cualquier actividad. Y decidido, que se iba de compras. Le enviaría un mensaje a su amiga Carlota, sin querer molestar a Elisabeth, ésta tenía mucho tiempo que recuperar con Jordi. Y, además, le informaría a su madre de sus planes, por si acaso ocurría algo, que estuviera en todo momento informada.
Casi una hora después, se hallaba por la zona del puerto, algo mosqueada por no haber encontrado un abrigo de su tamaño o gusto, en las tiendas del centro comercial que había en el puerto. Con cierta frustración, iba a enviarle otro mensaje a su amiga, para indicarle que se apresurara, cuando escuchó como alguien la llamaba.
 Al darse la vuelta, sonrió con amabilidad al toparse con su compañero de clase, Cesc.
-Hola –Sonrió, cuando el chico se acercó a ella.
-Tarde divertida sin clases –Rio éste, al enseñarle que él también se hallaba de compras-. ¿Estás sola?
-Sí –Le informó-. En un rato, debe llegar Carlota –Se encogió de hombros-. Está esperando, que le llegue un paquete por transporte.
- ¿Ya terminaste tus compras?
-Sí y no –hizo una mueca con sus labios de fastidio-. Me compré los guantes y el gorro, pero las chaquetas que hay por aquí, o son muy grandes o no me gustan. No me queda más remedio que aplazarlo para el sábado, si Carlota tarda mucho en venir. Desconozco aún ciertos sitios para comprar.
- ¿Quieres que nos tomemos un batido, mientras esperas a Carlota? –Preguntó el chico con tono cordial-. En la planta de arriba, además hacen unos creps muy ricos.
-Vale –Aceptó animada, al ver que su lista de amigos iba en aumento en la ciudad.
Llevaban unos veinte minutos, sentados con sus creps y batidos, cuando a Yola le pitó el móvil. Carlota, andaba buscándola por el centro comercial. Y diciéndole que cafetería era, en cinco minutos, aparecía su amiga con cara de sorpresa, por hallarse allí en compañía del delegado de la clase.
-Hola chicos –Saludó con su acostumbrada jovialidad, para sentarse al lado de la chica y guiñarle un ojo con expresión divertida, causando que Yola, frunciera el ceño sin comprender su actitud-. Que casualidad, que los dos estéis de compras lejos del barrio.
Yola se encogió de hombros, mientras que el joven se sonrojaba levemente, gesto que no pasó desapercibido para la rubia.
-Sí –Se rascó tras la cabeza-. A veces vengo por aquí a comprar.
-Increíble –Rio divertida-, porque Yola lo encontró pro mirar en internet. La pobre, aún va perdida.
-Porque no me respondiste el mensaje, dónde te preguntaba qué lugar acudir de compras –Rebufó la chica pelirroja-. Eres muy lenta.
Carlota volteó los ojos.
-Prometo llevarte otro día –LE imploró pasándole los brazos por el cuello.
- ¿Y por qué no ahora? Soltó en un leve quejido, por el fuerte agarre de su amiga.
-Traigo mi portátil, para ir a tú casa, donde nos vamos a instalar programas para el curso y de otros, que parecen muy chulos que estuve investigando por internet –Le guiñó un ojo picarona.
-Pero… -Yola la miraba con incredulidad-. Te recuerdo, que mucho no se de informática –Se encogió de hombros divertida.
-Si queréis, os puedo echar una mano –Se ofreció Cesc con amabilidad.
-Genial –Acetó Yola-. Así, sé que no me quedaré calva por culpa de ella –Confesó sacándole la lengua a su amiga.
- ¿Te parece bien Carlota? –Preguntó el chico a la rubia, quien se encogía de hombros.
-Mientras tenga mis programas –Sonreía divertida-. ¿A casa de quién vamos? Preguntó entonces, mirándolos de forma intermitente-. ¿Dónde vives Cesc?
-Cerca del instituto –Dijo con media sonrisa, ante la expresión de ellas.
- ¡Muy lejos! –Se quejó Carlota-. Mejor en casa de Yola –Soltó con sonrisa pillina, obteniendo por ello, un resoplo de la chica al comprender a qué venía tanta excitación por ir a su casa.
Sabía que era la vecina de Eric, y sabía lo que ocurría con sus balcones.

Pasadas tres horas, se estaba riendo de como su amiga apaleaba al chico con los cojines de su cama, por criticar a su grupo de música favorito.
Y era con cosas como aquella, que comprendía que a cada día que pasaba, su corazón se afianzaba más a la ciudad de Barcelona. Bajo su punto de vista, hasta aquel momento, su vida había sido una línea recta predecible. Ahora, estaba llena de curvas que le daban una gran chispa a su vida.
Aquella ciudad, con todas las personas que había conocido y que aún le faltaba por conocer, le estaban dando por fin un sentido a su vida.
Le daba rabia y tristeza, que su madre hubiese tenido que pasar por aquel dolor, para ella poder encontrar una felicidad plena con un entorno maravilloso. No es que renegara de sus amistades en su ciudad natal, pero no le habían llenado tanto, como lo hacían los pocos de allí.  
Y al que se llevaba todos los premios, a causarle más sentimientos contradictorios pasando de la alegría hasta el enfado, era Eric. Miró un segundo, la hora en su móvil de forma disimulada.
Quedaban, tres horas y media, para que dieran las diez de la noche. Cuando el susodicho, la había citado allí, para que repitiera el examen.
Solo de pensar en él, su corazón se aceleraba. ¿De verdad, se iba atrever acudir a su casa, después de lo que había ocurrido en los últimos días?
En un momento que se habían quedado a solas Carlota y ella, en el dormitorio, porque el chico había ido al baño. Ésta, le había soltado, que si tenía un imán para atraer a todos los chicos guapos.
Y ahora que se detenía a mirar a su compañero de clase, admitía que era muy guapo, como así lo había visto el día que chocó con él. Y dejando de lado los cuchicheos de su amiga, de que parecía estar interesado en ella… Admitía que el único que le hacía tener sentimientos contradictorios e impulsos raros, era Eric. Su compañero de clase, Cesc, no agitaba su sistema nervioso como lo hacía su profesor.
- ¡Descanso! –Gritaba Cesc, logrando arrancarle el cojín a su amiga-. Necesito reponer fuerzas, tengo la garganta seca.
- ¿Queréis un cacaolat fresco y galletas? –Ofreció Yola, levantando su trasero de la silla de ordenador, para encaminarse hacia la cocina seguida por los dos.


 Soltaba el casco en la mesa de su estudio, se quitaba la chaqueta de la moto y con media sonrisa, tras dejar la maleta encima de su silla y extraer de ahí, el examen que habían hecho los chicos aquella mañana, dejó a un lado el de su pequeño demonio rojo, para cuando dieran las diez lo volviera a repetir.
¿Estaría en su casa?
Por la hora que era, sabía que su madre aún no habría llegado. Y, además, al no hacer buen tiempo y con todo lo ocurrido del otro día, con su hermano Jordi, fijo que la joven tenía el cierre echado a su ventana.
Aún se estaba riendo, por lo sucedido de aquella mañana. Demasiadas cosas habían sucedido, y ella sin saberlo, demasiado sentimiento había confesado sin darse cuenta. Por ello, que se sentía tan excitado, en verla, sentirla…
Estaba exultante, por haber decidido ir a por ella. Pero quería que fuera poco a poco, no quería asustarla, como bien sabía que podía ocurrir por su falta de experiencia ante el sexo.
Pero ahora, solo quería verla, ponerla un pelín nerviosa, ver su sonrojo… De modo, que sonriendo salió hacia su terraza para acercarse al balcón de ella y comprobar si tenía el paso prohibido.



- ¡Carlota! –Chilló saltando hacia tras Yola, cunado ésta ante un comentario del chico escupió el sorbo que acababa de darle a su bebida, dándole de forma desafortunada a ella en todo el jersey-. Estas como una cabra… -Reía junto a sus dos amigos.
-Lo siento –Casi lloraba de la risa ésta-. La culpa es de Cesc, que te compre un jersey nuevo.
-Voy a cambiarme –Darme un minuto y venís al dormitorio, para seguir.
Dos minutos después, volvía a brincar dando nuevamente un grito causando que escuchara como sus amigos corrían hacia allí.
Eric, el idiota de su vecino, se hallaba en su dormitorio y estaban a punto de descubrirlo. Entre enfadada por que hubiera vuelto a saltarse la norma de entrar allí, sin permiso alguno, lo agarró de malas maneras con el corazón a mil vueltas, para abrir las puertas de su armario ropero y empujarlo dentro, observando como éste con cara de incredulidad soltaba alguna mueca por algún mal golpe, al tiempo que acababa tirado en el suelo con algún vestido encima de su cuerpo.
Agarró un primer jersey del estante primero, y lo miró con cara de cabreo.
-Como te muevas o hagas ruido, juro que ésta vez conocerás al verdadero demonio –Soltó en tono amenazante. 

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