- ¡Acaso se te corto circuito la única neurona, tarugo! –Bramó Mandy, bajando del lecho despavorida, para asomarse por la ventana y descubrir, que su silla tenía una pata y un reposa brazos rotos.
-Que va –Chascó los dedos con ritmo-. Esto, es solo el principio para que estemos juntos ahí –Indicó con gesto de barbilla y sonrisa socarrona, hacia el lecho.
-No estoy diciendo de hacer el amor –Empezó hablar él, pero fue interrumpido por ella.
-Dirás sexo –Rió sarcástica, para volver a girar el rostro hacia la puerta y golpear la madera, por repetidas veces, con las palmas de sus manos.
-Sexo, hubiera sido al principio de la noche bajo el efecto de la pastilla –dijo dando los pasos justos para, parar detrás de ella, alzar sus brazos y apoyarlos en la madera a la altura de la cabellera pelirroja-. Lo que te haré al convertirte en mi esposa, será el amor –susurró en su oído con voz ronca.
-Pues entonces elijo sexo –Soltó agachando su cuerpo, para salir del circulo de sus brazos.
Pero de poco le sirvió, al notar como aquella vez, los brazos de éste le rodeaban la cintura, para izarla nuevamente por los aires y que cayera sobre el lecho una vez más.
-Sus deseos son órdenes –Canturreó Alex, subiéndose de rodillas al colchón, riendo al observar como con los ojos como platos ella saltaba de la cama, igual como si ésta tuviera pinchos.
-Aclárate idiota –Gruñó, apartando su cabello de la cara.
-Aquí la única indecisa, eres tú –Se cruzó de brazos, mientras rebufaba con gran humor-. No quieres aceptar mi amor, crees que es sexo –Se alzó de hombros-. Bien, pues primero tendremos sexo –alzó el dedo índice-, luego haremos el amor y...
Calló frunciendo el ceño, al ver como se acercaba la joven al colchón y agarrándolo por una esquina, trataba de arrastrarlo hacia la ventana.
- ¿Qué haces? –Se cruzó de brazos, con expresión divertida.
-Eliminar otro problema –Soltó con voz tirante, consiguiendo enderezarlo frente al ventanal con cierta falta de aire-. Igual que hiciste con mi silla –Se alzó de hombros con sonrisa triunfante.
Alex, soltó una sonora carcajada al tiempo que veía como con cierto esfuerzo, lograba sacar el objeto pecaminoso por la ventana y acto seguido, se volvía a oír crujir la silla.
- ¿Y ahora, te pondrás a tirar las dos alfombras que tienes, para que no te tumbe sobre ellas? –Inquirió con mirada entrecerrada y voz sensual.
-Porque no –Alzó su nariz de forma impertinente-. De todos modos, le hago un favor a mis padres al limpiar el dormitorio para cuando me vaya. Podrán instalar lo que quieran.
Abajo en la cocina.
-Y tampoco nadie, va a ir, averiguar que ha sido ése segundo sonido fuerte –Soltó exasperada Eleonor, observando a su marido, su hijo y a Donovan, quienes sonreían por las comisuras, a cada golpe o ruido que se había escuchado de la planta alta-. Pues no me quedará más remedio que ir yo –Comunicó dejando su taza de café, con un golpe seco en la mesa de la cocina.
-Tesoro –Habló Patrick con voz calmada-. Solo están riñendo por un rato el gato y el perro –Soltó cómico lo último, arrancando fuertes risas de los hombres restantes.
-Qué gato y perro, si no tenemos ninguno –Inquirió con los brazos en jarra y mirando a los hombres de la mesa.
-No te hagas la ilusa, que lo quieres saber todo –Habló aquella vez Steve con broma, recibiendo al momento una mirada de reproche de su madre-. Solo deja, que Alex, haga su intento. Lo único que debería preocuparnos, es que el siguiente ruido no sea él –Soltó divertido, pero recibiendo un capote de Silvia al momento-. ¡AUCH! –Se rascó tras la cabeza.
-Tampoco hay que burlarse, en verdad, se están jugando su felicidad –Soltó con cierto lamento-. Solo hay que esperar, que acepten bajarse del burro cada uno.
- ¿Cómo lo hiciste tú, cielo? –Señaló Margaret, con cierto tono cariñoso, pero irónico.
-Yo no tuve que bajarme de ningún burro –alzó su barbilla-. Solo me hizo falta comprender su idioma –Respondió divertida, con un guiño de lengua.
- ¡EH! –Se indignó Donovan, girando a enfrentar a su prometida.
-Es la verdad –Soltó divertida-. Admite, que, si no hubiese ido a buscarte, puede que aún siguiésemos haciendo el tonto.
-Porque las jóvenes, nos confundís y trastornáis nuestro sentido cuerdo –Le guiñó un ojo de manera jovial-. Y a mí primo, le está sucediendo exactamente lo mismo.
-Ya te digo –Se carcajeó Silvia-. Incluso la escena del dormitorio y su posterior declaración, como tú y yo.
-Cierto –Se quedó por un segundo pensativo él-. Si me permitís un momento –Se alzó de la silla, para ir en dirección a las escaleras que conducían a la planta superior.
Pero Silvia y Patrick, salieron a su encuentro al pasillo.
- ¿Se puede saber qué vas hacer? –Inquirió molesta la chica.
-Exactamente lo mismo que él me hizo, si se da la misma situación –Respondió con cara malévola.
- ¡Oh! –Se sorprendió su prometida-. ¿Cómo se puede ser tan rencoroso? –Se cruzó de brazos, mientras que el párroco los observaba en silencio.
-Tras muchos años de aguante a sus bromas –Respondió sincero, pero con humor-. Puedes estar tranquila, solo escucharé un poquito tras la puerta...
- ¿Qué quieres hacer exactamente o qué es lo que esperas, exactamente? –Intervino el hombre mayor aquella vez.
Un Donovan divertido, se giró hacia el hombre y con sincera disponibilidad, le contó lo que esperaba.
-Bien, Patrick –Aspiró con exageración-. Tampoco debería sorprenderse mucho, al cederle un lugar a solas y con privacidad con su hija –Se encogió de hombros, al ver que el hombre asentía con la cabeza-. No digo, que Alex sea un hombre para desconfiar. Pongo la mano en el fuego por él. Pero somos hombres, nos movemos por ése instinto... -Se pasó la lengua por los labios resecos-. Él, solo la quiere a ella. Y hará todo lo que esté en sus manos ahí dentro, para logarlo. Sí sale victorioso, puede que la cosa vaya a más... -Se rio divertido-. Coño, es que irá a más. Nosotros lo fuimos –hizo una mueca de fastidio al recordar lo sucedido-. Pero no llegamos hasta la meta, él nos interrumpió, diciendo que ya dicho lo bonito, solo cabía esperar a que estuviera la familia y todo consolidado.
-Ya comprendo –Rumió éste, rascándose la barbilla.
-Yo, solo voy a escuchar si están juntos, para interrumpir también y que lo hagan, tras la consolidación.
-No lo veo bien –Refunfuñó Silvia-. No hemos esperado a estar casados.
-Íbamos hacerlo de aquella manera, solo que intervinieron unas malditas esposas –Gruñó entre dientes Donovan-, así lo tenía preparado con Patrick.
-A mí no me culpes –Rio entonces Silvia, observando el rostro sonrojado del hombre mayor-. Yo tengo una mente sana.
-Anda hija, mejor no me sigáis explicando más detalles de alcoba y dejemos a tú prometido, que haga lo que quiera –Dijo agarrándola suavemente de la mano-. Puede que así, podamos marcharnos todos a descansar un rato.
-Gracias Patrick –Agradeció eufórico, empezando a subir los peldaños.
-Cierto –Soltó con voz lánguida Álex-, les vas a dejar el dormitorio vacío, como sus vidas y la mía –Volvió a decir con mirada segura, causando otro estremecimiento en el corazón de ella-. Mandy –Dijo su nombre, tras soltar un profundo suspiro-, no quiero ser l abarrera a tú felicidad. Si en verdad, quieres viajar o vivir lejos de nosotros, porque así lo deseas. Por mucho que te ame, no quiero ser quien te rompa las alas –Se pasó las manos por el rostro con cierta frustración-. Eres una mujer joven, que aún tiene mucho que vivir. Eso, lo acepto perfectamente –Sin dejar de mirarla, dio los pasos de distancia que había entre los dos, parándose solo a un palmo de ella, para sonreírle con mucha ternura, antes de alzar una mano, y llevarla con delicadeza a su blanca y tersa mejilla, observando como ella aceptaba por un segundo la caricia, cerrando los ojos-. Solo quiero que comprendas una cosa. Voy en serio, al decir que soy un idiota por no haberte hablado tiempo atrás –dijo, dejando escapar una leve risa-. Te amo y te quiero, todos los días que me quedan de vida a mí lado –suspiró nuevamente-. Y por ello, si quieres irte, no te voy a poner más impedimentos en ninguna cerradura. Ni en la de mí corazón... -Su voz era ronca y tierna, observando como ella aún tenía los ojos cerrados, pero entre sus pestañas, empezaba asomar el brillo de diamantes de lágrimas-. Solo quiero saber si tú me quieres. A más, de que comprendas, que sí quieres que te espere, lo haré encantado.
-Yo... -Abrió los ojos, para mirarlo y romper en un silencioso llanto.
-No quiero que me tengas lástima –alzó sus manos, para enmarcarle el rostro-. No quiero, que llegue un día que me odies. Solo quiero tú felicidad y sinceridad, pequeña. ¿Quieres que te conceda siete días y lo piensas? –Se reclinó, para poner sus ojos a la altura de los de ella.
-Solo quiero siete segundos –Rio entre un sollozo-. Después, bésame como a la vida misma –ante aquello, Álex, curvó sus labios en una enorme sonrisa-. Te amo y acepto ser tú esposa.
- ¿Estás segura? –Preguntó con gran emoción-. No quieres viajar.
-Tranquilo –Rio feliz-. Te obligaré a que lo hagamos juntos, como muchas otras cosas.
Alex, la miró por un segundo con profundo amor.
-Acepto –dijo, justo antes de atrapar los labios de ella con profunda pasión.
Estaba ilusionado, besándola con gran pasión y entregándose a las caricias de sus manos, sin poder creerse que iban a estar juntos para siempre.
Por fin, iba a poder quitarse la amargura que llevaba encima. Ya no más... Lo que había sido su tormento, por imaginársela inalcanzable, ahora era su felicidad.
-Para qué diantres, te habré dejado tirar el colchón –rio mordisqueando sus labios, antes de descender por su cuello.
A Mandy, se le escapó su carcajada de satisfacción.
-Pero me detuviste antes de hacer lo mismo con las alfombras –Soltó con tono sensual, gimiendo por el beso en la base de su cuello.
-Es verdad –Chupó en su clavícula, antes de inclinarse y cargarla a ella en su cintura-. Vamos preciosa.
-Sí –Soltó ansiosa, dejándose cargar por el hombre, pero de pronto, un fuerte estruendo en la puerta los detuvo-. ¿Qué es?
-No lo...
Antes de que acabara, volvió a sonar el crujido de la puerta y acto seguido, ésta se desplomó delante de ellos, para mostrarles al otro lado, a un Donovan sonriente ante el estropicio que había creado.
- ¡Acaba de cargarse mi pared! –Alucinaba Mandy.
-Tú no estás muy fino –Protestó Alex, observando como su primo se acercaba a ellos, y hacía un gesto con las manos de que le pasara a su chica-. Ni de coña, largo.
Donovan soltó una fuerte carcajada, justo cuando llegaban todos los de la planta de abajo.
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