Después de comprar la ropa ,
arrastro a Albus a comprar nuestros útiles escolares y los libros que nos han
encargado para el primer semestre.
-¿Y no vas a comprarte ropa
para ti?- pregunta curioso
-Tengo suficiente ropa – digo
sin querer ahondar en aquel pensamiento.
-Creí que las chicas nunca
tenían suficiente ropa.
-Nunca he sido como las demás.
-Es cierto, mutante, nunca has
sido como las demás – dice Albus con una sonrisa y siento que es un cumplido,
así que no lo golpeo.
Nos entretenemos
eligiendo cuadernillos, lapiceras y
cosas varias, luego al ir a la librería, tomo a Albus del brazo y lo detengo en
la puerta.
-Sólo los libros de estudio
que necesitamos, nada extra- le advierto.
-Lo mismo va para ti – me dice.
-¡Estamos condenados! – exclamo
sabiendo que ninguno de los dos tiene mucho sentido común cuando se trata de
libros que queremos, nos salva que llevamos poco dinero y que estoy decidida a
que la vida de Albus sea mucho más rica que una habitación llena de libros.
-Así sea- dice él y me empuja
dentro.
Logramos comportarnos y
compramos los libros escolares y sólo un
libro “que no estaba en los planes” cada uno. Yo elegí un libro de poemas de
e.e. cummings, escuché poemas suyos en unas películas que me gustaron y siempre
me dio curiosidad, sobre todo uno que dice “llevo tu corazón en mi corazón”, me
parece precioso más allá de la ironía de que justamente ese órgano y yo estemos
en mala sintonía.
Albus eligió uno de terror.
-Me lo recomendaron los chicos
– dice y yo elevo una ceja.
-¿De verdad no tienes amigos
reales? Necesitas algunos con urgencia.
-¡Oye! Son reales, que sean
amigos por internet no los hace menos
reales y compartimos muchas cosas. Bienvenida a la nueva era, las redes
sociales y la tecnología te ponen en contacto con gente que comparte tus
intereses y te ahorra la innecesaria interacción social para dar con alguien
que te cae bien, sin tener que soportar mil personas que detestas.
-Necesitas algo más real,
amigos con quienes salir, jugar a algo que no sea juegos on line, ir a
comer…cosas así.
-Te tengo a ti para eso-
responde convencido.
-No soy un chico.
-Para las cosas de “chicos”
los tengo a ellos. Están a un click cuando los necesito – responde sin ver el
problema de que sus amigos sean de grupos en internet. Esto va a ser mucho más
difícil de lo que pensaba y no
puedo evitar sentirme culpable, es probable que mi amistad lo haya alejado de
otras personas.
-Tampoco veo a tus hordas de
amigas – dice de pronto.
-Es que no hay nadie como
tú, sabes distinguir el azul del
turquesa, puedes cenar helado y ver películas melodramáticas, te he escuchado
cantando canciones de Kate Perry y eres bastante discreto, en resumen,
eres una amiga perfecta.- digo para
molestarlo, y antes de que reaccione veo un brillo extraño en su mirada, como
si estuviera a punto de contestar algo que inmediatamente descarta.
-Admítelo, eres demasiado
extraña para que alguien más te soporte – responde finalmente.
-Pero este año eso va a
cambiar.
-¿Vas a dejar de ser extraña?
- No, pero voy a ser más
amistosa, voy a hacer nuevas amigas, conseguir un novio y todo eso.- digo
absolutamente convencida. Albus frena de golpe y pone su mano sobre mi frente.
-¿Te sientes bien? ¿Un novio?
El año que viene nos iremos a la universidad, ¿de verdad quieres un novio?- me
pregunta incrédulo.
-Sí, es el último año, quiero
hacer todo – declaro estoicamente, en realidad sólo trato de entusiasmarlo, de
que me siga en mis planes como siempre lo ha hecho. Y si tengo que conseguirme
un novio para que Albus consiga una novia, lo haré, después de todo no sería
mala idea experimentar el romance adolescente. De hecho eso debió haber
estado al principio de mi lista Bucket,
en lugar de ocuparme de mi amigo y su vida social.
-¿Un novio? – insiste Albus.
-¿Qué no puedo tener uno?
-Suena raro como lo dices. No estamos hablando de una
cartera nueva o una hamburguesa, ¿sabes?
- Y tú necesitas una novia.
-Prefiero una pizza – dice él y no puedo evitarlo, le doy
un golpecito en el brazo. Simplemente es imposible, si no estuviera enferma,
este chico acabaría conmigo. Si logro que consiga novia, Cupido tendrá que
pasarme su cetro, o arco, o lo que sea.
Vagabundeamos un rato más y le pido que regresemos, lo
cierto es que me canso fácil , pero no le digo eso.
De camino a casa, nos sentamos juntos en el autobús, Albus me pasa uno de sus auriculares para
hacerme escuchar un tema musical que le
gustó. La canción tiene una melodía dulce y tranquila, sin darme cuenta apoyo
la cabeza sobre el hombro de él, y vuelvo a poner la canción, como si deseara
detener el momento.
Cuando regreso a casa, me
encuentro con dos personas esperándome para saber cómo me fue, mi hermano y mi
madre.
Como dije tengo un hermanito,
llegó a interrumpir mi reinado de hija única cuando tenía diez años, no me
gustó nada al principio, pero luego les dije a mis padres que podíamos
quedárnoslo, creo que fue una buena idea. Tiene siete años y se llama Leo,
Leonardo en realidad. Es muy extrovertido, enérgico e inteligente, sí, estoy
orgullosa de él, al menos la mayoría de las veces. Debo decir que no sabe de mi
enfermedad, cuando me dio “la crisis” y me internaron, mis padres lo enviaron
con mis abuelos, por suerte lo tuvieron tan entretenido llevándolo de aquí para
allá y con diversas actividades que no tuvo tiempo de sospechar. Y cuando
regresamos a casa y me vio rara, concluyó que
era normal pues yo estaba en
plena adolescencia. Parece ser que investigó en internet mis síntomas: la
apatía, los cambios de humor, mis silencios, el corte de pelo y descubrió que
eran características de la adolescencia. Cuando me lo dijo tan serio, estuve
tentada de reírme pero no lo hice porque me conmovió su preocupación por mí.
Por primera vez agradecí a internet y su poco conocimiento del alma humana, y
que mis síntomas fueran explicados de una forma tan normal. No estaba muriendo sino que atravesando la
adolescencia, me gusta mucho más esa explicación. Así que mi relación con leo
siguió como siempre, a veces compinches y a veces enemigos, pero estoy muy
agradecida de tenerlo, y de que mis padres lo tengan. Aunque supongo que voy a
dejarle la vida un poco desordenada cuando me vaya. Trato de no pensar en eso,
y en cambio, agradezco su inocencia, su entusiasmo infantil y que me trate como
siempre.
Ahora mismo estaba esperando
para preguntar si fui a la tienda de cómics con Albus, le respondo que no y
antes que tenga tiempo de desilusionarse, prometo llevarlo el fin de semana. Me
temo que mi pobre hermano ha sido corrompido por mi amigo en cuanto a sus
gustos de lectura.
-¿Lo pasaron bien? –
interrumpe mamá y asiento.
Es difícil hablar con ella,
puedo ver su desesperación cada vez que me mira, quisiera decirle que no se
preocupe, que no esté asustada, pero no me sale.
La entiendo, me pasaría lo
mismo si la situación fuera al revés. Sé que si pudiera me arrastraría al
quirófano para que me hagan la cirugía, sé que haría lo que fuera necesario
para salvarme , comprendo su desesperación y , por ello, valoro que haya
aceptado cumplir con mis deseos. Aún así es difícil.
-Sí, lo pasamos bien –
respondo escuetamente y le sonrío, sé que es una sonrisa forzada, pero quiero
darle algo de tranquilidad.
-¿Quieres comer algo?-
pregunta ansiosa.
-No, voy a descansar un rato.
– digo y subo a mi habitación. Me pongo a escuchar canciones de Kate Perry
mientras planifico mis siguientes pasos en mi plan con Albus. Mañana tocará un
día difícil, mi próximo objetivo es su cabello
y eso será una batalla épica, una que pienso ganar.
A la mañana siguiente no estoy
tan segura de mi misma.
-No – dice Albus firmemente
cuando lo hablo de un corte de cabello y tiene los brazos cruzados sobre el
pecho. Su tono de voz y su mirada transmiten
que es un no rotundo, innegociable, tal como cuando su madre intentó
vestirlo de Harry Potter para el último Hallowen o cuando intenté convencerlo que la nueva saga de
Stars Wars era mejor a la original porque su protagonista es una mujer.
-Necesitas un corte de
cabello.- insisto y toco el mechón que cubre su cara
-Que tú hayas decidido podarte
no significa que yo deba hacerlo, todo tiene un límite – me dice.
-Dijiste que no se veía mal-
protesto.
-Mentí.
-¡Albus!
-Ya discutimos esto, deja mi
pelo en paz, Rony, no te ha hecho nada.
-Pareces un cocker spaniel,
dentro de poco esa cortina que llevas en la frente no te dejará ver.
-A veces, eso es una ventaja-
dice convencido y suelto un gruñido. Me
hace sentir frustrada.
-Di que sí y te concederé un
deseo, lo que tú quieras- digo casi al borde de la desesperación, no puede ser
que un poco de cabello acabe con mi plan magistral.
-¿Lo que quiera? – pregunta
-Lo que quieras – confirmo y
su mirada se enfoca interesada, puedo ver los engranajes de su cerebro funcionando, no sé qué loca idea va a
ocurrírsele, pero estoy dispuesta a hacer lo que él quiera. Una ventaja de
estar sentenciada es que el ridículo deja de importarte, o sea puedo morir en
cualquier momento si para salirme con la mía debo cacarear como una gallina en
medio del salón de clases no me importa. Aunque Albus jamás pediría algo así,
lo malo es que puede ser algo mucho más absurdo, tiene demasiada imaginación.
-Trato hecho – dice y extiende
su mano para sellar el pacto.
-¿Y qué vas a pedir a cambio?
-No ahora, Rony. Es mi deseo,
lo usaré cuando yo quiera, esa es mi condición- dice sonriendo.
-Está bien- concedo magnánima,
quizás y hasta me salve de hacer lo que pida- A la tarde vendré por ti, vamos a
deshacernos de ese nido- digo señalando
su cabello y sonrió triunfalmente.
Al dirigirnos a la peluquería
que elegí, Albus va callado y pálido, cualquiera diría que lo llevan al
matadero.
Entramos y cuando le indican que se siente parece a
punto de salir huyendo.
-Cobarde – le susurro.
-Pequeña sangre sucia – me
insulta con el famoso agravio de Harry
Potter, sólo usamos ese epíteto en situaciones límites.
-Muggle cobarde, no haces
honor a tu nombre – le contesto y en ese momento el estilista se acerca.
-¿Qué estilo te gustaría? –
pregunta y antes que él responda, lo hago yo.
-Rapado, con un copete, ya
sabe el clásico mohawk- sugiero y cuando Albus se gira
hacia mí espantado, le saco una foto con mi teléfono celular.- Voy a enmarcar
esta foto, tu expresión no tiene precio – digo y me río mientras él comprende
que es una broma.
-¿Entonces? – insiste el
estilista.
-Sólo corto, clásico, pero a la
moda.- intento explicar y el hombre me mira sacudiendo la cabeza como si yo
acabara de decir una tontería.
- Nada exótico – acota Albus y
antes que alguno agregue más, el estilista empieza a cortar. Extrañamente me
angustio cuando veo caer los mechones,
así que me retiro y espero sentada. Me distraigo leyendo una historia en mi
celular, está tan interesante que me ausento totalmente hasta que alguien me
toca el hombro. Pestañeo un par de veces ante el muchacho que tengo adelante.
-¿Y? ¿Cómo me veo? –pregunta
Albus ansioso y se pasa la mano pro el cabello, está corto pero no demasiado y
mantiene un poco más largo un mechón sobre su frente. Es exactamente lo que
había imaginado, y más, tiene un aire atrevido, sexy.
-¿No pueden volver a pegarlo,
verdad? – pregunto bromeando.
-¡Rony!
-Te queda bien, Albus. Muy bien-
confieso sonriendo y él me sonríe de vuelta.
Me siento feliz, es algo tan pequeño,
casi frívolo, pero me hace feliz. Después de todo ,la felicidad no es más que
eso, un pequeño momento en que las piezas encajan como si fuera un rompecabezas
resuelto, una imagen que al fin está completa y que podemos disfrutar sin
pensar en nada más.
I love Albus
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