Aprendiendo A Seducir 37

- ¡Cómo! –Exclamó sorprendida Silvia, mientras observaba como Patrick, se dirigía hacia la salida-. ¿Usted lo sabía? –Preguntó siguiendo afuera al hombre.

Éste, detuvo sus pasos, para girarse y hablar con sinceridad.

-No hija.

- ¿Por qué no, nos casa primero? –Salió Donovan, en compañía de Alex-. Y de éste modo, podemos ir para hacer de testigos, en la boda de Margaret –Sugirió con interés.

–Creo que tiene sus propios testigos escogidos –Señaló.

-Me parece increíble –Susurró Silvia-. Apuesto que mi tía, es el testigo –Seguía susurrando pensativa-. ¿Cómo puede casarse en secreto sin mí? –Inquirió, para al momento ser reprendida por un leve carraspeo del pastor-. Lo mío, era una sorpresa –Se excusó.

-Pero ibas hacerlo –Señaló Alex, encogiéndose de hombros-. Estuviera ella o no.

-Donovan –Interrumpió Patrick, con cierto pesar en su voz-. Puntualicé delante de mi hija, que no iba a casaros, hasta que éstos dos...

- ¡Pero es injusto! –Gruñó en desacuerdo.

-No puedo retractarme ahora –Señaló algo abatido.

-Tan pocas esperanzas tienes puestas en mí –soltó con cierta burla Alex.

Donovan, achicó sus ojos mientras aspiraba profundamente, para después hablar con determinación.

-Muy bien –Mostró una gran sonrisa, mientras chocaba el puño derecho, en la palma izquierda-. Pues vayamos todos con usted –Aquella vez, fue el cura quien achicó la mirada-. Veremos si hacemos falta. Y además, apuesto que Mandy está también allí –Se giró a su primo-. Puede que tengas más suerte ahora... Y quién sabe –Se alzó de hombros-. Tal vez oficie tres bodas ésta noche -Le sonrió con ironía al cura.

-Válgame señor –Volteó los ojos al cielo-. Tanto cuesta, esperarse una semana.

-Sí.

-Pero por qué no vivís juntos, como hacen tantas parejas hoy en día, y después, se casan. Solo serán siete días –Insistió.

Aquella vez, quien dijo algo fue Silvia, rompiendo a carcajadas fuertes.

-No sabe cómo se las gasta mi familia.

-Creo que puedo hacerme una idea, tras ver todo lo que está sucediendo hoy –Soltó con ironía-. Vayamos ya, y veamos como transcurre el resto de ésta maldita noche.

-No blasfeme, padre –Reprendió Alex algo divertido eh inquieto, obteniendo que éste achicara sus ojos.

-Silencio, si no quieres que te ponga una maldita cruz ya, como negativo en la familia –Reprendió con dureza, para guiñarle un ojo al volverse a Silvia, antes de entrar en su coche.

Llegaban los cuatro, a la casa de Patrick en dos coches diferentes, que la puerta principal de la vivienda se abría, dando paso a una Margaret sorprendida, que sin nervio alguno se acercaba a ellos, pero con la mirada puesta en su hija.

-Me acabo de enterar, que Patrick estuvo en casa de Donovan, para oficiar una boda –Soltó dirigiendo su mirada hacia las manos de su hija, para fruncir el ceño-. No lleváis anillo.

-Pero creo, que en unos veinte minutos, tú sí –Soltó tosca Silvia, cruzándose de brazos y captando el leve sonrojo de la mujer.

-No te enfades tesoro –Le sonrió leve-. Creo que la culpa de que me halle aquí con Vigo, es toda tuya –Señaló con mirada altiva.

- ¿Perdona? –Dijo con voz casi chillona.

-Tú le metiste con tu comentario, en el granero, de que acabaría desposándome-Sus nervios aparecieron con un leve tartamudeo-. Pues, se me tiró toda la noche con razonamientos de que tenías razón y era de tontos, perder más el tiempo...

-Creo que tú madre, está harta de jugar a escondidas –Rio por lo bajo Donovan, yendo hacia ellas y pasando un brazo por la cintura de Silvia-. Al final, creo que Patrick tiene razón, y vas a tener que mudarte conmigo, para que estén solos -Soltó con tono ronco y guiando un ojo a la chica.

- ¡Qué! –Dijo sin entender Margaret.

-Siempre tengo razón –Puntualizó Patrick-. Voy adentro, para ver como empiezo todo éste lío... -Indicó algo evasivo, al ver como Donovan lo miraba con los ojos achicados.

- ¡Ah no! –exclamó Margaret-. Tú no te mudas por mi culpa –Dijo empleando su tono firme.

- ¡Mamá! –Volteó los ojos Silvia en una queja.

-No estáis casados –Corrió a protestar.

-Ni tú tampoco, para haber jugado –Señaló alzando una ceja Silvia.

- ¡Hija! –La riñó avergonzada por ir aireando sus encuentros-. ¿Por cierto, qué hacéis aquí y por qué, no estáis casados?

-Patrick –Dijo Silvia.

-Alex –Gruñó Donovan.

-Patrick –Rebufó Alex.

- ¡EH! –Protestó el aludido, casi bajo el marco de la entrada, para hablar con tono ofendido-. Solo hago mi trabajo... -Alzó su barbilla.

-Pues quien lo diría –soltó burlón Donovan-. Aún no ha oficiado boda alguna hoy, para ser ése su cometido.

Silvia y Alex, se rieron divertidos al ver la pequeña pelea que se traían aquellos dos, aquella noche.

-Joven, te recuerdo que estás jugando con la llave de tú felicidad –Soltó algo tirante hacia Alex, quien dejó de reírse al momento.

-Aguafiestas –Masculló por lo bajo, para emprender la marcha hacia el interior-. Sí, señor –Carraspeó-. Con su permiso, yo voy en busca de su hija...

- ¿Quieres un poco de agua bendita, hijo? –Sugirió Patrick serio, dejando bloqueado por un instante al veterinario.

- ¡Qué! –Frunció el ceño, completamente descolocado, para al instante, hacer una mueca de fastidio al ver como el cura se empezaba a reír a carcajadas-. Gracioso, muy gracioso... -Rebufó, dándose la vuelta y entrando por la puerta principal, mientras se reían de él todos los de afuera. 

-Bueno –Aspiró Patrick profundamente, para girarse con sonrisa encantadora a Margaret-. ¿Damos comienzo querida?

-No –Respondió directa, causando que todos la miraran algo atónitos -. Hasta que no vea como acaba lo de Alex –Guiñó un ojo divertida-. Estoy segura, que Vigo y tú tía, querrán también enterarse de lo ocurrido tras nuestra marcha del granero.

-Entonces, le diré a mí mujer que prepare café y algo de picoteo –Soltó con ironía Patrick-. Conociendo a mí hija, puede que tengamos ruidos hasta el amanecer.

- ¿Ruidos? –Repitió confusa Silvia, mientras andaba junto con los demás hacia el interior de la vivienda.

-Sí –Soltó exasperado el hombre mayor-. Gritos, tortas, muebles lanzados... Vaya –Sonrió sarcástico-. Creo que sí, debía haberle entregado agua bendita a ése joven.

Subió las escaleras, con la sensación nerviosa y ansiosa, recorriéndole por todo el cuerpo, a más de ir aterrado, por la actitud que tendría Mandy, al verlo allí. Arrastró sus botas hasta la mitad del pasillo, para detenerse en la tercera puerta de la derecha, tal como le había indicado Steve, al toparse con él en ellas hacía unos segundos.

Una vez delante, dio dos veces con su puño, para no oír nada.

¿Sabría que estaba allí y lo iba a ignorar? Puede que los hubiera escuchado llegar y hablar…

Aspiró profundamente, para pasarse la lengua por sus labios y llamar una vez más con decisión, pero controlando la fuerza. No quería parecer un bestia.

Nada.

Notando como empezaba a sentirse un poco enfadado por su actitud de rechazo, decidió abrir la puerta del tirón, para notar al momento una corriente fresca de aire por estar la ventana justo enfrente y abierta de par en par.

Vacío.

Frunció el ceño, pues Steve le había asegurado que estaba allí. Se asomó al pasillo, y comprobó que era la tercera puerta, la siguiente era el baño. Con el ceño fruncido, anduvo dos pasos hasta posicionarse casi enfrente de la ventana, y echar un vistazo al femenino dormitorio, donde captó varias fotografías de Mandy con gente, por los estantes.

Pero al volver a realizar el mismo camino de vuelta con la mirada, fue cuando pudo reparar en el movimiento de la cortina y como tras ésta, había una cuerda que salía del radiador por el marco de la ventana.

- ¡Será posible! –Bramó dando una zancada y asomando medio cuerpo por la ventana, para descubrir a una Mandy, descendiendo por allí a paso marcado.

Iba abrir la boca, cuando decidió con sonrisa torcida, que mejor cambiaba el juego. De modo, que con una ensanchada sonrisa, salió del dormitorio para bajar las escaleras y darle una sorpresa abajo.