lunes, 22 de mayo de 2017

Aprendiendo A Seducir 36

Dichas aquellas palabras, Mand fijamente al hombre, quien, a su vez, también le aguantaba la mirada, pero con cierta socarronería, sabiendo que la había pillado contra la pared.
¿O eso creía tontamente él?
Pero lo que le gustaría saber, es si él, sentía también correr sus pulsaciones a mil por hora, con el juego de camino que había extendido entre ellos.
¿Hablaba en serio? ¿Se sacrificaba por todos los allí presentes, o estaba aceptando por fin, los sentimientos que creía haber visto en él un día?
¿Pero por qué ahora? ¿Por qué no cuando ella, se había acercado a él?
Todos aguardaban en silencio tenso, su respuesta. Era como estar en medio de un campo de burbujas de jabón y ver, cuantas rompía, dejando atrás sus deseos y sueños, por el que se suponía era el más grande.
El amor.
Ése sentimiento, que de verdad te hace disfrutar de la vida plenamente.
¿Y si no era así? ¿Y si había antes otras cosas que te llenaban por igual?
¿Por qué tenía que entregarse ya a él?
En aquel día, había descubierto una forma de pensar nueva en ella, que había estado siempre oculta. Y acababa de descubrir que le gustaba. Le importaba un rábano, que fuera gracias a ellos, que se destapara.
Siempre había peleado con sus padres, por ser la buena a ojos de ellos debido a su oficio. Pero sin querer, había mantenido esa forma de ser a ojos de los demás. Solo se había empezado a revelar con sus seres queridos, pero no con los demás.
Era momento, de demostrar que ella era así, que le gustaba ser así. Soltar sus quejas, sus verdaderas opiniones, y no decir lo que se creía conveniente por tener un padre pastor. Acababa de descubrir, que era aventurera, que le gustaba dar el primer paso.
Por ello, que ya lo tenía decidido. Si Alex, la quería de verdad, que se lo demostrara, que la cortejara. Quería poder sentirse femenina y deseada, como muchas chicas del pueblo. No una pobre oveja en ofrenda.
Con determinación, alzó sus comisuras con cierta intrepidez.
-De modo, que pública o privada –Repitió con deje burlón el ofrecimiento del hombre, para mirarlo divertida-. Primero, veamos si te mereces optar a una de ésas dos formas –Le guiñó un ojo-. Una semana Alex –Alzó un dedo índice hacia el hombre-. Es el tiempo que tienes, no para convencerme –Se encogió de hombros-. Ya todos conocéis mis sentimientos de sobras. Sino más bien, para no perderme para siempre. Porque acabo de ver, que la vida no solo tiene caminos privados o públicos, también tiene secretos y fantásticos –Señaló con socarronería, antes de darse media vuelta y agarrar a su hermano de la solapa de la camisa y tirar de él hacia la salida.



Con los nervios a flor de piel, mientras trataba de sujetarse la melena mojada, con una goma del cabello, que llevaba en su muñeca a modo de pulsera, giró su cabeza por encima de su hombro izquierdo, para mirar la casa de Donovan, justo antes de perderla de vista, en cuanto Steve girara su coche hacia la carretera.
- ¿Seguro que no quieres que dé la vuelta? –Cuestionó Steve, con media sonrisa ladeada y señalando con su mano, hacia atrás de ellos.
Mandy, volteó su rostro veloz para mirar con enfado al hombre.
-Seguro no quieres te parta la cara de un bofetón –Masculló entre dientes.
-Se nota, que no has podido soltar tu frustración –Reprochó con tono socarrón, para al momento encoger su cabeza al ver venir la mano de su hermana-. ¡Oye! –rio-. Estoy conduciendo, manos quietas.
-Imbécil –Soltó sentándose en el sillón correctamente.
-Perdona –Se disculpó al ver el estado de agitación de su hermana-. Pero debes aceptar, que todo lo que te ha ocurrido hoy, es muy tú –Dijo con tono sonriente-. Muy surrealista, patoso...
-Vale, Steve... -Gruñó molesta-. Llévame a casa, sin decir más tonterías por favor.
- ¿Y una vez que estés allí, qué vas hacer? –Preguntó con curiosidad.
-Seguir con mi vida –Dijo alzando sus hombros, mientras fijaba la vista en el oscuro horizonte.
- ¿Y en ella entra Alex? –Alzó una ceja, mirándola por un segundo, para captar como la chica realizaba una mueca de fastidio.
-Esto es increíble –Soltó con tono molesto-. Tengo la sensación, de ser yo la mala y él, el bueno de la historia... -Rebufó cruzando sus brazos. 

-No se trata de quien es el bueno o el malo, Mandy –Habló Steve con tono de ternura, sin apartar la mirada de la carretera-. Se trata, de poder dar comienzo a esa fantástica historia de la vida.
-Papá y mamá, te han calado hondo con el ruido de sus muelles –Se mofó para esconder, un asomo de lágrimas, al no querer reconocer un poco el miedo que sentía.
- ¡Dios! –Gimió horrorizado el hombre-. No me recuerdes esa pesadilla... Y mira, que les ofrecí un colchón nuevo –Confesó con cierto tono de asombro-. Y me lo rechazaron.
- ¡En serio! –Se sorprendió por la similitud de pensamientos con su hermano-. Iba a comprarles uno.
-Ni te molestes –Hizo una mueca de hastío-. Les gusta el ruido que hace el suyo -Allí, Mandy solo supo romper a carcajadas con su hermano, por las locuras de sus padres-. Piénsalo bien, Mandy –Soltó un suspiro-. Estás segura, de querer perder lo que viven nuestros padres, con lo difícil que resulta encontrarlo a día de hoy.
- ¿Y si después de todo, descubro que no es todo lo que mi mente había imaginado? –Se descubrió, mostrando sus miedos-. Supón, que los primeros días son la novedad y de ahí, me aventuro a una vida monótona sin aventuras... Nunca he tenido novio.
-Pero es que eso es lo divertido del amor –Le guiñó un ojo-. Hacer de cada día, el primero en enamorar a tu pareja.
-Eso, más bien suena a condena –Admitió con cierta mueca divertida.
- Entonces, ¿qué me dices en referencia a Alex? –Preguntó estacionando el vehículo enfrente la vivienda.
-Que tiene siete días –Soltó resuelta-. Si no, me iré a buscar una nueva ciudad donde vivir el comienzo de mis nuevas aventuras.
-Espero salga todo bien, Mandy.


En el tiempo de la marcha de Mandy, Álex los echó de su dormitorio, para poder curarse el corte en su pene, causado por la endemoniada pulsera de tobillo que llevaba ella.
- ¡Joder! – Bramó, cuando se desinfectó y limpió el corte, cogiendo aire por el fuerte escozor en la zona.
Verdaderamente, su primo tenía mucha razón al recalcarle, la mala fortuna que tenía su anatomía aquellos días.
Pero ahora, aquello era su preocupación menor. Tenía que darle prioridad a la amenaza impuesta por ella, averiguar que diantres significaba lo de una semana. Pero por el momento, debía apresurarse en vestirse y bajar a la cocina, para pedir disculpas a la pareja por haberle roto los planes de aquella noche.
Y eso hacía, exactamente cinco minutos después, para hallarse a la pareja sentada con cara de fastidio en la mesa y al padre de Mandy, serio con su teléfono móvil en las manos.
-Hola –Saludó con tono bajo, captando la atención de la pareja.
- ¿Pudiste curarte? –Preguntó Silvia con una sonrisa traviesa-. Aquí tú primo –volteó los ojos al techo-, no me dejó echarte una mano. Por lo visto, ahora que estamos prometidos, su incomodidad se me transmite –Rió divertida, causando que Donovan gruñera por lo bajo.
-No es eso –Lo fulminó por un momento con la mirada-. Es solo, que por hoy ya tubo suficiente visión de… -Fue acallado, con el carraspeo de Patrick tras colgar la llamada.
-Bien, las ovejas perdidas vuelven a estar reunidas –Bromeó el hombre mayor, consiguiendo que Donovan frunciera aún más su ceño, para que se acercara al oído de Silvia a susurrarle.
-Podríamos ir al juzgado mañana y… -Pero el nuevo carraspeo del hombre mayor, hizo que callara.
-Haré como que no oí esa ofensa a mi persona… -Soltó con cierta burla-. No tengo reparos en casaros –Nada más decir aquello, Donovan se alzó con tal ímpetu de la silla, que acabó derribada en el suelo-. Calma, calma –Alzó las palmas de su mano riendo-. Nunca creo haber visto un novio tan decidido a lanzarse al matrimonio –Dijo, logrando hacer reír a Silvia, quien, al ver la cara de fastidio de los primos, volteó los ojos.
-Pero mirad que os lo tomáis todo muy a pecho –Señaló quisquillosa-. Ha tenido gracia lo que ha dicho -Volvió a indicar suspirando de forma exagerada-. Siga padre.
-Pero vosotros decidiréis de seguir con éste enlace a lo secreto ahora o mejor otro día –Hizo una mueca de fastidio-. Pero quien me ha llamado era mi mujer, indicándome, que su madre se acaba de sentar en la sala de espera de nuestra casa.
- ¿Mi madre? –Preguntó extrañada Silvia-. ¿Y qué quiere?
Por un momento, los tres jóvenes observaron la cara de apuro que se reflejaba en el rostro del pastor. Era la primera vez, que no se l e veía soltando ninguna de sus bromas. Si no más bien, tratando de no soltar prenda.
- ¿Padre? –Lo apuró Silvia aún más intrigada.
-Casarse –Soltó de sopetón-. Tú madre quiere casarse en éstos momentos. 

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