martes, 14 de febrero de 2017

Música Olvidada 2°

Hola! Han sido tiempos de sequía en la escritura, me ha costado escribir, pero de a poco iré retomando. Sé que me falta finalizar algunas...ya vendrán ( eso espero)  por ahora han regresado lso personajes de esta historia, así que les dejo el segundo capítulo ( tardé dos años!). Dejo el link del primero  por si quieren refrescar la lectura
Música olvidada 1°
Ahora sí, capítulo dos...


Lo había conocido dos años antes en un concierto de beneficencia, ella se había criado en un orfanato, con el tiempo había logrado salir adelante por su cuenta, había estudiado violín y se había ido labrando un nombre a fuerza de talento. Era joven aún, pero tenía un lugar en la orquesta de la ciudad y  mucho potencial para seguir desarrollándose con su música.

Se llevaba a cabo el concierto de fin de año cuyo objetivo era reunir fondos para los orfanatorios, por eso había estado más que dispuesta a participar. Incluso había dado un breve discurso antes de comenzar con su presentación, intentando alentar a la gente a colaborar económicamente y también a adoptar niños.
Luego había comenzado con su interpretación, había tocado varios clásicos,  y al llegar a la pieza más importante, el capricho 24 de Paganini, había visto a Gianfranco por primera vez.
Él estaba observándola y aquella mirada dorada le había causado  el mismo estremecimiento que le causaba la música, todo su ser se había sentido conmovido por aquel hombre. Casi se había equivocado en las notas al cruzar miradas con él.
Curiosamente la música que interpretaba se parecía a lo que ese hombre transmitía, intensidad, quizás mucha más de la que ella pusiera manejar. Y sin embargo no podía evitar sentirse atraída, casi embriagada.
Era alto, de cabello oscurísimo, y con aquellos magníficos ojos ámbar con reflejos dorados que la hipnotizaban, parecía algo mayor que ella que apenas había cumplido los veinte.
Después de la presentación se acercó a ella.
-Me ha hechizado…- dijo simplemente con su voz aterciopelada  y fue ella quien cayó en un encantamiento de Gianfranco Dechiaro.
Nunca se había sentido atraída por un hombre, se había dedicado a superarse, a estudiar y a su música, pero no pudo ni quiso resistirse a los encantos de él.
Hablaron durante mucho tiempo y luego aceptó su invitación a cenar, algo en su interior le decía que fuera precavida, nunca había tenido una relación y todo iba muy de prisa, sin embargo se sentía como cuando tocaba música, quería dejarse llevar por la melodía.
Al mes ya eran novios, Gianfranco era todo lo que ella había soñado, era cariñoso y protector, y a pesar de que los demás podrían pensar que la había conquistado con su atractivo físico o su buena posición, su mayor atractivo era que la trataba bien. Cecilia tenía una naturaleza cálida y amorosa, sin embargo había crecido sin mucho afecto, con Gianfranco se sentía valorada y querida. Además, él no apresuraba nada, respetaba sus tiempos, y con su atención y caballerosidad iba construyendo la confianza entre ellos.
 Gianfranco tenía 30 años y estaba muy ocupado con su empresa constructora, sin embargo cuando estaban juntos se divertían, él le decía que ella era su remanso y para ella él era lo mismo.
Pasase lo que pasase en sus vidas, cuando estaban juntos, eran felices.
Dos meses después de conocerse, Cecilia estaba completamente enamorada.
Gianfranco era su primer amor, su primer hombre, su primer todo.
Caer en brazos de Gianfranco había sido lo más natural del mundo, sin temores ni dudas, sólo se había entregado a él con confianza y amor.
Ella que hacía música, de pronto se había vuelto un instrumento en las manos de él. De la misma forma que su violín producía sonidos prodigiosos cuando ella lo tocaba, su cuerpo se volvía una melodía de sensaciones cuando él la tocaba. La pasión que antes había conocido interpretando las piezas clásicas, ahora era provocada por él.
Gianfranco llenaba todo con su presencia, aunque  no vivían juntos él pasaba más tiempo en su departamento que en el propio. Era casi gracioso ver a aquel hombre alto y de apariencia de dios romano, deambular por aquel pequeño y femenino departamento, pero cuando él no estaba, Cecilia sentía que faltaba la vitalidad de aquel lugar.
Le encantaba verlo llegar cargando víveres y que se pusiera a cocinarle pasta o algún otro platillo delicioso.
De la misma manera,  ella solía darle recitarles privados de los temas que él pedía, invariablemente empezaba con Paganini, seguía con Bach y era interrumpida por  besos. Aunque en otras ocasiones, cuando él había tenido algún día especialmente duro, tocaba música suave para que Gian durmiera.
Y era feliz. Con él era feliz, había creído que sería para siempre, pero se había equivocado.
Se preguntó si alguna vez podría quitarse de la cabeza aquellas imágenes que acababa de contemplar, si alguna vez podría volver a sentirse entera.

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