Música olvidada 1°
Ahora sí, capítulo dos...
Lo había conocido
dos años antes en un concierto de beneficencia, ella se había criado en un
orfanato, con el tiempo había logrado salir adelante por su cuenta, había
estudiado violín y se había ido labrando un nombre a fuerza de talento. Era
joven aún, pero tenía un lugar en la orquesta de la ciudad y mucho potencial para seguir desarrollándose
con su música.
Se llevaba a cabo
el concierto de fin de año cuyo objetivo era reunir fondos para los
orfanatorios, por eso había estado más que dispuesta a participar. Incluso
había dado un breve discurso antes de comenzar con su presentación, intentando
alentar a la gente a colaborar económicamente y también a adoptar niños.
Luego había
comenzado con su interpretación, había tocado varios clásicos, y al llegar a la pieza más importante, el
capricho 24 de Paganini, había visto a Gianfranco por primera vez.
Él estaba
observándola y aquella mirada dorada le había causado el mismo estremecimiento que le causaba la
música, todo su ser se había sentido conmovido por aquel hombre. Casi se había
equivocado en las notas al cruzar miradas con él.
Curiosamente la
música que interpretaba se parecía a lo que ese hombre transmitía, intensidad,
quizás mucha más de la que ella pusiera manejar. Y sin embargo no podía evitar
sentirse atraída, casi embriagada.
Era alto, de
cabello oscurísimo, y con aquellos magníficos ojos ámbar con reflejos dorados
que la hipnotizaban, parecía algo mayor que ella que apenas había cumplido los
veinte.
Después de la
presentación se acercó a ella.
-Me ha hechizado…-
dijo simplemente con su voz aterciopelada
y fue ella quien cayó en un encantamiento de Gianfranco Dechiaro.
Nunca se había
sentido atraída por un hombre, se había dedicado a superarse, a estudiar y a su
música, pero no pudo ni quiso resistirse a los encantos de él.
Hablaron durante
mucho tiempo y luego aceptó su invitación a cenar, algo en su interior le decía
que fuera precavida, nunca había tenido una relación y todo iba muy de prisa,
sin embargo se sentía como cuando tocaba música, quería dejarse llevar por la
melodía.
Al mes ya eran
novios, Gianfranco era todo lo que ella había soñado, era cariñoso y protector,
y a pesar de que los demás podrían pensar que la había conquistado con su
atractivo físico o su buena posición, su mayor atractivo era que la trataba
bien. Cecilia tenía una naturaleza cálida y amorosa, sin embargo había crecido
sin mucho afecto, con Gianfranco se sentía valorada y querida. Además, él no
apresuraba nada, respetaba sus tiempos, y con su atención y caballerosidad iba
construyendo la confianza entre ellos.
Gianfranco tenía 30 años y estaba muy ocupado
con su empresa constructora, sin embargo cuando estaban juntos se divertían, él
le decía que ella era su remanso y para ella él era lo mismo.
Pasase lo que
pasase en sus vidas, cuando estaban juntos, eran felices.
Dos meses después
de conocerse, Cecilia estaba completamente enamorada.
Gianfranco era su
primer amor, su primer hombre, su primer todo.
Caer en brazos de
Gianfranco había sido lo más natural del mundo, sin temores ni dudas, sólo se
había entregado a él con confianza y amor.
Ella que hacía
música, de pronto se había vuelto un instrumento en las manos de él. De la
misma forma que su violín producía sonidos prodigiosos cuando ella lo tocaba,
su cuerpo se volvía una melodía de sensaciones cuando él la tocaba. La pasión
que antes había conocido interpretando las piezas clásicas, ahora era provocada
por él.
Gianfranco llenaba
todo con su presencia, aunque no vivían
juntos él pasaba más tiempo en su departamento que en el propio. Era casi
gracioso ver a aquel hombre alto y de apariencia de dios romano, deambular por
aquel pequeño y femenino departamento, pero cuando él no estaba, Cecilia sentía
que faltaba la vitalidad de aquel lugar.
Le encantaba verlo
llegar cargando víveres y que se pusiera a cocinarle pasta o algún otro
platillo delicioso.
De la misma
manera, ella solía darle recitarles
privados de los temas que él pedía, invariablemente empezaba con Paganini,
seguía con Bach y era interrumpida por
besos. Aunque en otras ocasiones, cuando él había tenido algún día
especialmente duro, tocaba música suave para que Gian durmiera.
Y era feliz. Con él
era feliz, había creído que sería para siempre, pero se había equivocado.
Se preguntó si
alguna vez podría quitarse de la cabeza aquellas imágenes que acababa de
contemplar, si alguna vez podría volver a sentirse entera.
Dos capítulos y ya me encanta, promete ser una gran historia.
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