–Danaé –pronunció lentamente Alex,
acercándose a estrecharla en sus brazos mientras ocultaba el rostro en su
cabello. Considerando su altura, el
gesto fue bastante evidente– te ves preciosa –dijo en su oído y ella se
estremeció. Él sonrió un poco, ignorando
deliberadamente a Kyle– ¿cómo ha sido estar tanto tiempo lejos? ¿Extrañaste
Italia? –se separó.
Danaé intentó ser la mujer que había
llegado. Alex no podía destruirla en un
par de segundos. Lo había construido
durante meses… él no lo haría.
–Alex, que gusto verte –sonrió
ampliamente– tú no te ves tan bien –rió encogiéndose de hombros– y me ha encantado
un nuevo ambiente. Claro que extrañé Italia y a mi familia –lo miró
significativamente, desafiándole a que dijera algo más– él es Kyle, ya lo
conoces.
Se estrecharon las manos con gesto
hostil. Danaé puso en blanco los ojos, los hombres eran tan directos y nada
sutiles. Lo entendía de Kyle, él
alucinaba que Alex… bueno desde aquella vez hace años… Pero, ¿de Alex? ¿Por qué le desagradaba tanto
Kyle?
–Sí, ya tuve el gusto –soltó Alex con
su característica media sonrisa, despreocupado y aparentemente inconsciente del
puño en que se había convertido la mano de Kyle– ¿un buen viaje a Italia?
–El mejor, la compañía ha sido
exquisita –pronunció a propósito y Danaé cerró los ojos, tratando de ignorarlos.
¡Hombres!
–Bueno, me ha faltado saludar a Aurora
–sonrió mirando fijamente a Alex– ¿nos acompañas Alex? Seguro te encantará.
Él entrecerró sus ojos, mirándola
ofendido y furioso. ¡Danaé lo quería dejar al descubierto ante todos! ¿Qué
rayos le había pasado en Canadá? ¡Esa no era su Danaé! Un momento, ¿cuándo lo
había sido? ¡Loco!
–¿Alex? –llamó Danaé– ¿estás bien? –no
podía evitarlo. Era la pregunta que
afloraba a su mente cada vez que lo veía fuera de sí.
–Creo que no quiere acompañarnos
Danaé. ¿Vamos los dos?
–Claro que voy. Estaré encantado de
saludar a Aurora –sonrió despreocupadamente el antiguo Alex de nuevo.
¿Quién era ese hombre tan cambiante?
–se preguntó Danaé– ¿Qué había hecho con el Alex despreocupado y risueño? ¿Tan
taciturno y forzado a sonreír? ¡Ese no era el hombre que ella había conocido
por años!
Se acercaron a ella, que estaba
sentada en un rincón. Y aún así, parecía dominarlo todo, su presencia era
imponente y una vez más, Danaé le envidió ese poder. ¡Qué no daría por lograr
que alguien se quedara en silencio con una mirada de ella! ¿No sería perfecto?
¡Le encantaría aplicarlo con Alex!
¡Alex… Alex… Alex! Existía algo en
Italia que le afectaba. No podía haber otra explicación. ¡Debía dejar de pensarlo!
–¡Danaé! –se acercó a besarle la
mejilla– te has traído un guapo novio de Canadá –Aurora se quedó pensativa un
momento– hummm creo que nos conocemos, ¿cierto? –señaló y él asintió–
¿Kyle?
–Sí, mucho gusto Aurora –él le besó en
la mejilla a ella– ¿prima de Danaé, verdad? –sonrió, su rostro sin tensión
alguna.
Danaé miró la escena con un resoplido
contenido. No solo tenía ese poder en
cada hombre que se cruzaba, calmarlos hasta dominarlos. ¡Hasta Kyle se quedaba medio embobado mientras
hablaba! Debería haberle puesto más atención a la comida o educación de Aurora,
algo de eso debió ser.
–¿También cae ante los encantos de
Aurora? –Alex habló malicioso, lo suficientemente tenue para que solo Danaé lo
escuchara.
–Tú que lo sabes mejor que nadie
¿cierto Alex? –respondió en idéntico tono–
es tu experiencia de años.
–Pero puedo controlarlo –sonrió un
poco– siempre he podido.
–No, no siempre –habló resistiéndose a
mirarlo– cuando Christopher estaba cerca, no lo lograbas. Podía ser cualquiera
pero si era él…
Danaé no necesitaba terminar. Él sabía
a lo que se refería y le sorprendió. ¿Cuánto podía conocerlo ella sin que él lo
supiera siquiera? Jamás la había notado, no de esa manera. No se había fijado
en ella más que en lo que se fijaba en Daila, así que para él si era su hermana.
No lo había hecho hasta la noche esa. ¿Por qué había sido tan ciego?
Ahora la tenía cerca. Había enterrado
su rostro en su cabello sedoso como el chocolate derretido que se deslizaba
entre sus dedos. Habría dado todo por detener el tiempo en ese momento y
quedarse así por un buen par de horas. Abrazado a Danaé. Y no, esa idea no era
desagradable. Ahora no podía verla como una hermana, como nada remotamente
relacionado a él en parentesco sanguíneo. Bien, solo había una conexión que
quería con ella. ¿Por qué? ¿Cómo era posible que él…? ¿Podía estar…?
¡No!
Alguien no podía estar equivocado por años. ¿Por qué? ¿Cómo era posible?
¡Era Aurora! ¡Siempre había sido Aurora! Excepto aquella noche… y la vez de la
alucinación en el jardín. Pero eso no tenía importancia alguna, siempre era
Aurora. ¡No estaba equivocado!
–¿Alex? –Aurora lo miraba atentamente,
esperando sin duda que él depositara un beso en su mejilla– ¿querido, pasa
algo?
–¡Aurora! –Alex se acercó brevemente y
se alejó de inmediato, sorprendiéndola por el movimiento brusco– perfecto
querida, ¿y tú?
–Esperando tu respuesta –sonrió
ampliamente– no he tenido noticias tuyas y es lamentable –sus párpados
ocultaron sus ojos grises por un momento, aquel gesto que ahora le era tan
repetitivo a Alex.
–¿Crees que me negaría a una petición
tuya? –Alex le dedicó una sonrisa irresistible– para ti, la respuesta será
siempre sí –su tono encantador y la misma sonrisa. Pero sus ojos azules
clarísimos fijos en Danaé, que hizo una rápida mueca antes de mantener la
compostura.
–¡Encantador! –señaló Aurora
aprobadora– ¿qué te parece, Danaé? ¿Siempre ha sido así? ¡Lo estoy
descubriendo!
–Siempre –su tono era frío– por eso
tiene una lista tan larga como la de André –ni siquiera disfrazó su mirada
irónica.
–No, mi lista es más larga
–interrumpió André con una sonrisa enorme– realmente, lo es. Solo que eres mi hermanita y no creo que…
Danaé puso los ojos en blanco al mismo
tiempo que Aurora negaba desaprobadora. André encogió un hombro sin perder la
sonrisa.
–Quiero que eso lo repitas cuando
tengas novia –Aurora añadió con una sonrisa maliciosa– o esposa.
André se puso lívido. Empezó a mirarla
como si de pronto le hubieran salido cuernos o algo por el estilo.
–Yo no tendré novia… –señaló mirándola
fijamente– y de… lo demás –su tono se volvió repentinamente seguro– no soy tan
tonto.
–¡Novedad! Alguien que se cree
infalible al amor, nunca faltan –la voz de Beth se sumó a la conversación.
–Ya faltaban tus regaños –sonrió André–
bienvenidos sean.
–Bien que te faltan –Beth miró hacia
Danaé– ¿cómo se están portando?
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