domingo, 1 de enero de 2017

No puede ser amor 27 ° Gaby Ruiz



–Danaé –pronunció lentamente Alex, acercándose a estrecharla en sus brazos mientras ocultaba el rostro en su cabello.  Considerando su altura, el gesto fue bastante evidente– te ves preciosa –dijo en su oído y ella se estremeció.  Él sonrió un poco, ignorando deliberadamente a Kyle– ¿cómo ha sido estar tanto tiempo lejos? ¿Extrañaste Italia? –se separó.
Danaé intentó ser la mujer que había llegado.  Alex no podía destruirla en un par de segundos.  Lo había construido durante meses… él no lo haría.
–Alex, que gusto verte –sonrió ampliamente– tú no te ves tan bien –rió encogiéndose de hombros– y me ha encantado un nuevo ambiente. Claro que extrañé Italia y a mi familia –lo miró significativamente, desafiándole a que dijera algo más– él es Kyle, ya lo conoces.
Se estrecharon las manos con gesto hostil. Danaé puso en blanco los ojos, los hombres eran tan directos y nada sutiles.  Lo entendía de Kyle, él alucinaba que Alex… bueno desde aquella vez hace años…  Pero, ¿de Alex? ¿Por qué le desagradaba tanto Kyle?

–Sí, ya tuve el gusto –soltó Alex con su característica media sonrisa, despreocupado y aparentemente inconsciente del puño en que se había convertido la mano de Kyle– ¿un buen viaje a Italia?
–El mejor, la compañía ha sido exquisita –pronunció a propósito y Danaé cerró los ojos, tratando de ignorarlos. ¡Hombres!
–Bueno, me ha faltado saludar a Aurora –sonrió mirando fijamente a Alex– ¿nos acompañas Alex? Seguro te encantará.
Él entrecerró sus ojos, mirándola ofendido y furioso. ¡Danaé lo quería dejar al descubierto ante todos! ¿Qué rayos le había pasado en Canadá? ¡Esa no era su Danaé! Un momento, ¿cuándo lo había sido? ¡Loco!
–¿Alex? –llamó Danaé– ¿estás bien? –no podía evitarlo.  Era la pregunta que afloraba a su mente cada vez que lo veía fuera de sí.
–Creo que no quiere acompañarnos Danaé. ¿Vamos los dos?
–Claro que voy. Estaré encantado de saludar a Aurora –sonrió despreocupadamente el antiguo Alex de nuevo. 
¿Quién era ese hombre tan cambiante? –se preguntó Danaé– ¿Qué había hecho con el Alex despreocupado y risueño? ¿Tan taciturno y forzado a sonreír? ¡Ese no era el hombre que ella había conocido por años!
Se acercaron a ella, que estaba sentada en un rincón. Y aún así, parecía dominarlo todo, su presencia era imponente y una vez más, Danaé le envidió ese poder. ¡Qué no daría por lograr que alguien se quedara en silencio con una mirada de ella! ¿No sería perfecto? ¡Le encantaría aplicarlo con Alex!
¡Alex… Alex… Alex! Existía algo en Italia que le afectaba. No podía haber otra explicación.  ¡Debía dejar de pensarlo!
–¡Danaé! –se acercó a besarle la mejilla– te has traído un guapo novio de Canadá –Aurora se quedó pensativa un momento– hummm creo que nos conocemos, ¿cierto? –señaló y él asintió– ¿Kyle? 
–Sí, mucho gusto Aurora –él le besó en la mejilla a ella– ¿prima de Danaé, verdad? –sonrió, su rostro sin tensión alguna.
Danaé miró la escena con un resoplido contenido.  No solo tenía ese poder en cada hombre que se cruzaba, calmarlos hasta dominarlos.  ¡Hasta Kyle se quedaba medio embobado mientras hablaba! Debería haberle puesto más atención a la comida o educación de Aurora, algo de eso debió ser.
–¿También cae ante los encantos de Aurora? –Alex habló malicioso, lo suficientemente tenue para que solo Danaé lo escuchara.
–Tú que lo sabes mejor que nadie ¿cierto Alex? –respondió en idéntico tono–  es tu experiencia de años.
–Pero puedo controlarlo –sonrió un poco– siempre he podido.
–No, no siempre –habló resistiéndose a mirarlo– cuando Christopher estaba cerca, no lo lograbas. Podía ser cualquiera pero si era él…
Danaé no necesitaba terminar. Él sabía a lo que se refería y le sorprendió. ¿Cuánto podía conocerlo ella sin que él lo supiera siquiera? Jamás la había notado, no de esa manera. No se había fijado en ella más que en lo que se fijaba en Daila, así que para él si era su hermana. No lo había hecho hasta la noche esa. ¿Por qué había sido tan ciego?
Ahora la tenía cerca. Había enterrado su rostro en su cabello sedoso como el chocolate derretido que se deslizaba entre sus dedos. Habría dado todo por detener el tiempo en ese momento y quedarse así por un buen par de horas. Abrazado a Danaé. Y no, esa idea no era desagradable. Ahora no podía verla como una hermana, como nada remotamente relacionado a él en parentesco sanguíneo. Bien, solo había una conexión que quería con ella. ¿Por qué? ¿Cómo era posible que él…? ¿Podía estar…?
¡No!  Alguien no podía estar equivocado por años. ¿Por qué? ¿Cómo era posible? ¡Era Aurora! ¡Siempre había sido Aurora! Excepto aquella noche… y la vez de la alucinación en el jardín. Pero eso no tenía importancia alguna, siempre era Aurora. ¡No estaba equivocado!
–¿Alex? –Aurora lo miraba atentamente, esperando sin duda que él depositara un beso en su mejilla– ¿querido, pasa algo?
–¡Aurora! –Alex se acercó brevemente y se alejó de inmediato, sorprendiéndola por el movimiento brusco– perfecto querida, ¿y tú?
–Esperando tu respuesta –sonrió ampliamente– no he tenido noticias tuyas y es lamentable –sus párpados ocultaron sus ojos grises por un momento, aquel gesto que ahora le era tan repetitivo a Alex.
–¿Crees que me negaría a una petición tuya? –Alex le dedicó una sonrisa irresistible– para ti, la respuesta será siempre sí –su tono encantador y la misma sonrisa. Pero sus ojos azules clarísimos fijos en Danaé, que hizo una rápida mueca antes de mantener la compostura.
–¡Encantador! –señaló Aurora aprobadora– ¿qué te parece, Danaé? ¿Siempre ha sido así? ¡Lo estoy descubriendo!
–Siempre –su tono era frío– por eso tiene una lista tan larga como la de André –ni siquiera disfrazó su mirada irónica.
–No, mi lista es más larga –interrumpió André con una sonrisa enorme– realmente, lo es.  Solo que eres mi hermanita y no creo que…
Danaé puso los ojos en blanco al mismo tiempo que Aurora negaba desaprobadora. André encogió un hombro sin perder la sonrisa.
–Quiero que eso lo repitas cuando tengas novia –Aurora añadió con una sonrisa maliciosa– o esposa.
André se puso lívido. Empezó a mirarla como si de pronto le hubieran salido cuernos o algo por el estilo.
–Yo no tendré novia… –señaló mirándola fijamente– y de… lo demás –su tono se volvió repentinamente seguro– no soy tan tonto.
–¡Novedad! Alguien que se cree infalible al amor, nunca faltan –la voz de Beth se sumó a la conversación.
–Ya faltaban tus regaños –sonrió André– bienvenidos sean.
–Bien que te faltan –Beth miró hacia Danaé– ¿cómo se están portando?

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