–¿Danny, estás bien? –preguntó Beth,
tras un largo momento de silencio– ¿sigues ahí?
–Lo siento Beth, me distraje. Es que
en cualquier momento llega Kyle por mí y me quedé pensando en eso –explicó,
sintiendo que conforme lo decía se escuchaba absurdo– así que… ellos están
saliendo. ¿De verdad?
–Sí, bueno quien sabe si sea de verdad
o no –hizo una mueca Beth– tú sabes lo inestable que es Alex y lo… bueno…
independiente que es Aurora. ¡Quién sabe
si es solo un capricho más!
–Y ¿tía Mel lo sabe? ¿los padres de
Alex, Sebastien y Dome?
–No –Beth se cortó– no lo creo, de
todos modos. Ni yo misma lo sabría si no
fuera porque existen rumores… esta sociedad no se guarda nada, tú lo sabes
bien.
–Sí. Pues, que bueno por ellos ¿no?
–Danaé trató de sonar convincentemente indolente– si ellos se encontraron, que
mejor.
–¿Realmente? –Beth comentó dubitativa–
yo sencillamente no los concibo juntos. No, para nada.
–¿No? ¿Por qué no?
–¿Por qué? –se quedó pensando un
momento– tantas cosas que uno ve en la vida, Danaé. Él es más… bueno ella también es… Solo no son
el uno para el otro.
–¿No? –repitió tratando de contener
una risotada de pena por sí misma– ¿y quién sería “el uno para el otro” con
Alex?
–Alguien como… –Beth respondió en un
susurro– tú.
Danaé abrió la boca en signo de
sorpresa. ¡Qué bueno que los teléfonos no tuvieran pantallas incorporadas!
–Hummm –Danaé no se fiaba de su
voz. Carraspeó un poco– creo que es hora
de despedirme, tengo que… vestirme aún.
–¿Por qué…? –Beth escuchó un breve
¡adiós!, antes del típico sonido de marcación del teléfono. ¡Danaé le había
colgado! Ya vería su hermana menor…
Cuando se disponía a marcar nuevamente, le distrajo un abrazo de
Lucian. Apoyó la cabeza en su pecho y
olvidó lo que iba a hacer.
Danaé se quedo mirando el teléfono,
temiendo que en cualquier momento fuera a sonar. Nuevamente.
Una… dos… tres –contó mentalmente y nada. ¡Era lo mejor! Necesitaba pensar.
Escuchó el timbre de la puerta y se
lamentó que los segundos pasados fueran tan escasos como para poner en orden
sus pensamientos. ¿Quién sería? No esperaba a nadie ni saldría a ningún lugar,
como le había dicho a Beth, solo fue una excusa como cualquier otra.
Pero sus pensamientos se habían
materializado. Al abrir la puerta, se encontró con Kyle frente a ella, sus ojos
verdes brillantes, sonrisa genuina y cabello intensamente marrón. La contemplaba, de pies a cabeza y ella se
limitó a sonreír.
–¡Danaé! ¿puedo pasar? –pidió él ya
que ella no le había dicho una palabra desde que había llegado.
–Claro que sí, Kyle. Puedes… –lo dejó pasar pero él se quedó a su
altura, inclinándose para darle un beso peligrosamente cerca de su boca–
¡cuidado! –bromeó ella para disimular un
ligero temblor que la recorrió.
–Lo sé, no he olvidado. Dos hermanos mayores, primos, tíos, amigos de
la familia y muchos más…
Ella rió por la descripción de su
intimidante grupo de familiares masculinos.
Bueno, en cierta manera… sí, había sido muy difícil para Kyle
agradarlos. Su padre no tanto, con Marcos ya eran amigos. Pero a André y Alex,
especialmente, no parecía agradarles mucho. Como siempre, su pequeña hermana
–pensó con disgusto. ¡Alex!
–No te equivocas –contestó con una
sonrisa– te perseguirían…
–¿Por qué? ¡Mis intenciones son
honorables! –hizo una reverencia graciosa y ella se rió aún más.
–¡Eres tan… tú! –soltó Danaé.
–¿Y eso es algo bueno?
–Mucho… muy bueno –asintió aprobadora.
Él le brindó una deslumbrante sonrisa
antes de dejar en la mesa la pizza que había traído consigo.
–¿Pizza y una película? –preguntó
animado– pensé quedarme en casa pero no estabas tú así que lo mejor era venir.
–Me gustas cada vez más –bromeó Danaé
pero él se acercó peligrosamente– ¿realmente me extrañabas? –quiso seguir en
tono bromista pero la intensidad de esos ojos verdes la dejaban sin habla.
–Mucho –le tomó de los hombros, despacio–
Danaé, yo realmente te extraño –remarcó la palabra “realmente” mientras su mano
derecha recorría su brazo– no he dejado de pensar en ti… ni un instante.
–Kyle, yo… –se perdía en sus ojos,
trataba de pensar con claridad, saber si podía existir una posibilidad pero no
podía. Sencillamente, estaba perdida en
muchos más pensamientos de los que era capaz de procesar por el momento.
–Tienes los ojos más hermosos que he
visto –él recorrió con la mirada su rostro– eres hermosa, Danaé. Eso no ha cambiado.
–Ni tú –logró pronunciar en tono bajo–
sigues siendo un encantador natural.
Él rió por el recuerdo. Se acercó a ella y le pasó la mano lentamente
por la mejilla, acaricio sus labios y de pronto, se separó.
–¿Qué te apetece ver? –preguntó
tomando dos películas que había traído– ¿comedia o drama?
Ella pestañeó repetidamente. Era
difícil seguirle el ritmo.
–Ah… comedia.
–¿Realmente? –asintió aprobador–
también era mi opción. ¿Vamos?
Ella lo siguió hasta la sala, donde él
se manejaba como si fuera su propio departamento. Era tan seguro y guapo, tan
endemoniadamente perfecto. Entonces,
¿qué era lo que hacía que dudara?
–Kyle… –lo llamó ella, acercándose.
Estaban a escasos centímetros cuando él giró, mirándola con ojos entrecerrados–
¿qué estás pensando?
–No lo sé… me he perdido –él empezó a
cerrar el espacio entre ellos.
El timbre del teléfono fue el sonido
más inoportuno que Danaé había escuchado jamás. ¡Rayos Beth! ¿Por qué no podía
llamar antes?
–¿Diga? –contestó con desánimo, ya
lejos de Kyle.
–¡Cuánto tiempo, Danny! –la voz
masculina resonó y ella cerró los ojos.
¡Tenía que ser una maldita broma!
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