Danaé no sabía que decir. ¿Es que acaso él esperaba alguna respuesta? Evidentemente no. Alex siguió hablando, como si no hubiera dicho nada. Si tan solo fuera tan fácil borrarlo…
–Danaé, fui un total idiota –Alex
pronunció con un hilo de voz, arrancando una sonrisa de Danaé que casi logró
que él sonriera también. Casi…– no sé
qué pasó en la noche –empezó, tratando de ordenar sus ideas. No lo conseguía. Simplemente, no sabía qué quería decir– es
decir, perdí el control pero no sé cuál fue el motivo –¿no sabía? ¡Eso era más
estúpido aún!– sea como sea, lo que quiero decir es que lo siento… las cosas
que yo dije, como me comporté, como te traté, como… –Danaé estaba
impasible. ¿Cómo no había notado esa
altivez en ella antes?– ¡lo siento! –repitió, sin saber que decir.
–Alex, –Danaé tomó su mano con una
sonrisa amistosa– está bien. Fue una
situación… extraña. Tampoco sé que pasó
pero está bien, es pasado. ¿Lo dejamos atrás?
¿Así de sencillo? –se preguntó Alex
internamente. En su experiencia, las mujeres no tomaban las cosas de esa manera
y menos, después de todo lo que él había dicho. ¿Por qué? ¡Ah, tal vez a Danaé
no le hubiera afectado! Si, quizás él miró algo que no estaba ahí, creyó que le
afectaba lo que le había dicho pero seguro solo fue el impacto de las palabras
que él decía. Era más probable que
pensara que estaba loco.
–¿De verdad? –preguntó en un hilo de
voz. Danaé volvió a reír.
–Bien, ¿qué esperabas? –clavó sus ojos
en él. Esos ojos azules llenos de
incertidumbre– ¿gritos? ¿reproches? –Danaé preguntó– Alex, tú eres un amigo muy
querido para mí, siempre lo has sido. Como tú mismo me dijiste, somos
prácticamente… familia. ¿Hermanos, cierto? –suspiró hondo– tú dijiste no sentir
nada por mí… pero yo si siento algo por ti –él la miró fijamente–. Te quiero,
Alex. Siempre te he querido –Danaé cerró
los ojos para darse valor– un cariño fraternal –él soltó el aire contenido,
para su decepción– sí, eso es todo Alex.
Nada de qué preocuparse.
Alex seguía mirándola. Debería
sentirse aliviado, por un momento, realmente lo estuvo y soltó el aire
contenido. Pero, más lo sentía como si hubiera perdido todo el oxígeno de
golpe… estaba vacío. ¿Cómo podía sentirse así? ¡Era absurdo!
–Precisamente… –Alex desvió sus ojos–
eso era lo que quería decir.
Danaé asintió. Lo había esperado, pero
aún así, dolía. Daba igual, tenía que hacer lo que debía hacer. Tendría que
odiar a Alex, pero en realidad, no. Él sufriría bastante por su cuenta, al amar
a un imposible…
–En cuanto a lo que dije sobre Aurora –Alex
miró con ojos alarmados, Danaé apretó su
mano una vez más– fue una tontería, por supuesto. Solo quería
fastidiarte, y créeme, que jamás lo repetiré.
Es algo tuyo…
–Sí, mío –asintió él con una pequeña
sonrisa– gracias.
–No tienes que darlas –ella lo soltó,
despacio– debo irme.
–¿A dónde vas? –por un momento, su
tono sonó aprensivo.
–A dejar una carta, tontito –lo golpeó
juguetonamente en el pecho, tratando de controlar el intenso deseo de
abrazarlo. Si tan solo a él le asustara
la idea de perderla… no de que le pasara algo como si fuera su “hermana”. ¡Seguía siendo una idiota que perdía el
tiempo!– Adiós, Alex.
–¿Una carta? –él retuvo su mano en la
suya. Ella lo miró– ¿para quién?
–¡Qué curioso eres! –pronunció bajo,
casi sin aliento. Sentir su calor contra
su mano, ahora que él la cubría totalmente, era increíble.
–¿No me dirás? –sus facciones se
iluminaron por la curiosidad. Por un
momento, era el Alex que ella conocía– ¿es un secreto?
Danaé se vio tentada a decir que sí, a
que él la persiguiera para descubrir su secreto, para que no la dejara ir, tal
como en muchos de sus sueños. Si tan
solo…
–No –contestó, para decepción de los
dos– es una carta de aceptación. Una formalidad
necesaria –Alex esperó que explicara más– apliqué para una Escuela de Diseño y
me aceptaron –sonrió ampliamente.
–¡Felicidades! –él la estrechó
impulsivamente– ¿cuál de ellas? ¡Pensé que te gustaba donde estudiabas!
–Sí, me gusta pero… es una oportunidad
única en esta escuela. No ingresas
cualquier día…
Alex trató de descifrar qué era lo que
Danaé no decía directamente. ¿Escuela de
Diseño?
–¿Queda cerca de aquí? –preguntó
directamente.
–No diría eso… –Alex arqueó una ceja y
Danaé completó– queda lejos.
–¿Muy lejos? –sus ojos se
entrecerraron y a Danaé le pareció una situación totalmente absurda. ¿Por qué
tenía que explicarle nada a Alex?
–Al otro lado del Atlántico –soltó con
tranquilidad y el semblante de Alex se crispó, pero solo por un momento.
–Ah… –él simuló pensar– es un enorme
continente América, ¿no?
–Canadá –se aclaró la garganta Danaé
cuando Alex la estrechó demasiado fuerte– no puedo respirar… –dijo despacio.
–¿Canadá? –los ojos de Alex reflejaron
sentimientos que Danaé no se atrevía a precisar– ¿Canadá? –repitió.
–Alex… –llamó Danaé, mientras él
seguía sosteniéndola contra él– Alex… –él parecía no escucharla– déjame ir,
Alex –pidió.
Finalmente él la miró. Su sorpresa era
evidente, la soltó lentamente y Danaé se despidió con una pequeña sonrisa de
incomodidad. Lo dejó ahí, parado en los jardines, viendo como se alejaba.
***
–¿Qué hay tan interesante en el
jardín? –preguntó Leonardo mientras que Danna reprimía una sonrisa.
–Nada, querido –le dio un tierno beso
cuando estuvo a su alcance– nuestra pequeña Danaé ha crecido mucho.
–Sí –contestó él abrazándola– cuando
nos comunicó su decisión… parecía que hubiera madurado años en solo horas.
–Lo sé –Danna echó una última mirada
al jardín.
–¿Imaginas por qué el cambio?
–Ay Leonardo –hizo un mohín de
disgusto– creo que me hago una idea.
–¿De verdad? ¡Cuéntamela! –Leonardo
sonaba interesado.
–No es nada –lo miró con una sonrisa–
percepciones femeninas.
–Esa siempre ha sido tu salida cuando
no quieres contarme algo.
–¿Preferirías que te lo cuente todo? –rió.
–¡No, Dios! –soltó teatralmente y
sonrió– así está perfectamente bien, amor… –miró a Alex en el jardín pero no se
fijó, en nada, solo en Danna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario