viernes, 28 de octubre de 2016

No puede ser amor 20° - Gaby Ruiz




Danaé no sabía que decir.  ¿Es que acaso él esperaba alguna respuesta? Evidentemente no.  Alex siguió hablando, como si no hubiera dicho nada.  Si tan solo fuera tan fácil borrarlo…
–Danaé, fui un total idiota –Alex pronunció con un hilo de voz, arrancando una sonrisa de Danaé que casi logró que él sonriera también.  Casi…– no sé qué pasó en la noche –empezó, tratando de ordenar sus ideas.  No lo conseguía.  Simplemente, no sabía qué quería decir– es decir, perdí el control pero no sé cuál fue el motivo –¿no sabía? ¡Eso era más estúpido aún!– sea como sea, lo que quiero decir es que lo siento… las cosas que yo dije, como me comporté, como te traté, como… –Danaé estaba impasible.  ¿Cómo no había notado esa altivez en ella antes?– ¡lo siento! –repitió, sin saber que decir.

–Alex, –Danaé tomó su mano con una sonrisa amistosa– está bien.  Fue una situación… extraña.  Tampoco sé que pasó pero está bien, es pasado. ¿Lo dejamos atrás?
¿Así de sencillo? –se preguntó Alex internamente. En su experiencia, las mujeres no tomaban las cosas de esa manera y menos, después de todo lo que él había dicho. ¿Por qué? ¡Ah, tal vez a Danaé no le hubiera afectado! Si, quizás él miró algo que no estaba ahí, creyó que le afectaba lo que le había dicho pero seguro solo fue el impacto de las palabras que él decía.  Era más probable que pensara que estaba loco.
–¿De verdad? –preguntó en un hilo de voz. Danaé volvió a reír.
–Bien, ¿qué esperabas? –clavó sus ojos en él.  Esos ojos azules llenos de incertidumbre– ¿gritos? ¿reproches? –Danaé preguntó– Alex, tú eres un amigo muy querido para mí, siempre lo has sido. Como tú mismo me dijiste, somos prácticamente… familia. ¿Hermanos, cierto? –suspiró hondo– tú dijiste no sentir nada por mí… pero yo si siento algo por ti –él la miró fijamente–. Te quiero, Alex.  Siempre te he querido –Danaé cerró los ojos para darse valor– un cariño fraternal –él soltó el aire contenido, para su decepción– sí, eso es todo Alex.  Nada de qué preocuparse.
Alex seguía mirándola. Debería sentirse aliviado, por un momento, realmente lo estuvo y soltó el aire contenido. Pero, más lo sentía como si hubiera perdido todo el oxígeno de golpe… estaba vacío. ¿Cómo podía sentirse así? ¡Era absurdo!
–Precisamente… –Alex desvió sus ojos– eso era lo que quería decir.
Danaé asintió. Lo había esperado, pero aún así, dolía. Daba igual, tenía que hacer lo que debía hacer. Tendría que odiar a Alex, pero en realidad, no. Él sufriría bastante por su cuenta, al amar a un imposible…
–En cuanto a lo que dije sobre Aurora –Alex miró con ojos alarmados, Danaé apretó su  mano una vez más– fue una tontería, por supuesto. Solo quería fastidiarte, y créeme, que jamás lo repetiré.  Es algo tuyo…
–Sí, mío –asintió él con una pequeña sonrisa– gracias.
–No tienes que darlas –ella lo soltó, despacio– debo irme.
–¿A dónde vas? –por un momento, su tono sonó aprensivo.
–A dejar una carta, tontito –lo golpeó juguetonamente en el pecho, tratando de controlar el intenso deseo de abrazarlo.  Si tan solo a él le asustara la idea de perderla… no de que le pasara algo como si fuera su “hermana”.  ¡Seguía siendo una idiota que perdía el tiempo!– Adiós, Alex.
–¿Una carta? –él retuvo su mano en la suya.  Ella lo miró– ¿para quién?
–¡Qué curioso eres! –pronunció bajo, casi sin aliento.  Sentir su calor contra su mano, ahora que él la cubría totalmente, era increíble.
–¿No me dirás? –sus facciones se iluminaron por la curiosidad.  Por un momento, era el Alex que ella conocía– ¿es un secreto?
Danaé se vio tentada a decir que sí, a que él la persiguiera para descubrir su secreto, para que no la dejara ir, tal como en muchos de sus sueños.  Si tan solo…
–No –contestó, para decepción de los dos– es una carta de aceptación.  Una formalidad necesaria –Alex esperó que explicara más– apliqué para una Escuela de Diseño y me aceptaron –sonrió ampliamente.
–¡Felicidades! –él la estrechó impulsivamente– ¿cuál de ellas? ¡Pensé que te gustaba donde estudiabas!
–Sí, me gusta pero… es una oportunidad única en esta escuela.  No ingresas cualquier día…
Alex trató de descifrar qué era lo que Danaé no decía directamente.  ¿Escuela de Diseño?
–¿Queda cerca de aquí? –preguntó directamente.
–No diría eso… –Alex arqueó una ceja y Danaé completó– queda lejos.
–¿Muy lejos? –sus ojos se entrecerraron y a Danaé le pareció una situación totalmente absurda. ¿Por qué tenía que explicarle nada a Alex?
–Al otro lado del Atlántico –soltó con tranquilidad y el semblante de Alex se crispó, pero solo por un momento.
–Ah… –él simuló pensar– es un enorme continente América, ¿no?
–Canadá –se aclaró la garganta Danaé cuando Alex la estrechó demasiado fuerte– no puedo respirar… –dijo despacio.
–¿Canadá? –los ojos de Alex reflejaron sentimientos que Danaé no se atrevía a precisar–  ¿Canadá? –repitió.
–Alex… –llamó Danaé, mientras él seguía sosteniéndola contra él– Alex… –él parecía no escucharla– déjame ir, Alex –pidió.
Finalmente él la miró. Su sorpresa era evidente, la soltó lentamente y Danaé se despidió con una pequeña sonrisa de incomodidad. Lo dejó ahí, parado en los jardines, viendo como se alejaba.
***
–¿Qué hay tan interesante en el jardín? –preguntó Leonardo mientras que Danna reprimía una sonrisa.
–Nada, querido –le dio un tierno beso cuando estuvo a su alcance– nuestra pequeña Danaé ha crecido mucho.
–Sí –contestó él abrazándola– cuando nos comunicó su decisión… parecía que hubiera madurado años en solo horas.
–Lo sé –Danna echó una última mirada al jardín.
–¿Imaginas por qué el cambio?
–Ay Leonardo –hizo un mohín de disgusto– creo que me hago una idea.
–¿De verdad? ¡Cuéntamela! –Leonardo sonaba interesado.
–No es nada –lo miró con una sonrisa– percepciones femeninas.
–Esa siempre ha sido tu salida cuando no quieres contarme algo.
–¿Preferirías que te lo cuente todo? –rió.
–¡No, Dios! –soltó teatralmente y sonrió– así está perfectamente bien, amor… –miró a Alex en el jardín pero no se fijó, en nada, solo en Danna.

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