Alex
sintió que la cabeza le daba vueltas.
Entonces quien… ¿quién era?
–¿Tú
sabes quienes me encontraron?
–Hummm,
Marcos y André.
–Sí,
pero, ¿alguien más estuvo ahí?
–Sí, creo
que el amigo de Marcos, Kyle… y Danaé.
Alex se llevó
la mano a la cabeza, se la sostuvo.
¿Danaé? El no podía haber besado a… ¡No! Jamás lo haría. Él jamás…
Se sentó
en la hierba, tratando de aclarar su mente.
Todo había parecido real pero también estaba tan borroso que bien podía
haberlo imaginado. Soñado… ¡jamás sería
Danaé!
Intentó
enfocarse, trató con fuerza de separar la realidad de lo que no era real. No podía, todo se mezclaba en su mente. Voces…
–¿Estás
bien, Alex? –se sentó a su lado Aurora– te ves muy cansado.
–No
volveré a beber así, jamás en mi vida –cerró sus ojos y se echó en la hierba–
me siento fatal.
–¡Pobre
mi querido Alex! –le tocó la cabeza con dulzura– te daré una aspirina para que
se te pase, ¿te parece?
Él
asintió pensando en que si había besado a Danaé estaba muerto. Bueno, técnicamente porque André lo mataría, si
antes Leonardo no acababa con él. Y estaba un gran problema. Él no amaba a
Danaé. Si tan solo había causado algo… un desastre. Él siempre la había cuidado
como a una hermana por tanto no podía provocar nada en él. Sí, todo había sido
un sueño. Pero, tenía que asegurarse.
Mirar
llegar a Alex por segunda vez a su casa la sorprendió sobremanera. Imaginaba que buscaba a André, aunque bien
podría buscara a ella y… No, no había manera que él recordara lo que había hecho;
es decir, ni ella podía creerlo aún. Había sido tan impactante y aún podía
sentir la calidez de los labios de Alex posarse sobre ella. Aún en shock y ya
habían sido horas.
–¿Podemos
hablar? –Alex dijo a sus espaldas y ella sintió que se le caía el mundo.
En ese
jardín, había soñado tanto con él y ¿sería posible que él finalmente la mirara
de una manera diferente?
–Claro
que sí, Alex –le señaló un lugar cercano pero él tomo asiento directamente
sobre la hierba. Ella se encogió de
hombros e hizo lo mismo–. ¿Pasa algo?
Él estaba
avergonzado, no la miraba directamente y cuando lo hizo le dijo:
–Lo siento.
Realmente lo lamento tanto.
Danaé lo
miró con extrañeza. ¿Él recordaba todo? Sintió que las palabras se quedaban
estancadas en su garganta.
–No
recuerdo bien lo sucedido –siguió Alex– pero si hice lo que creo, me odiaría
con todo mi corazón –Danaé lo miró con horror–. Te quiero y te respeto tanto
Danny, eres como una hermana para mí. Jamás te haría daño. Si yo te… –se cortó abruptamente como
aterrado– te besé… –fue un susurro– simplemente jamás me lo perdonaría. Yo…
Danaé
sintió que ahora eran las lágrimas las que pugnaban por salir. Sin siquiera saberlo, Alex había roto uno de
los momentos más mágicos de su corta vida, con la más inusitada ternura porque
la quería pero no como ella a él. Se
sentía tan culpable y se arrepentía.
Continuaba diciendo que haría lo que fuera por cambiarlo todo y que él
no sabía…
–Alex,
detente –pronunció cuando finalmente pudo respirar hondo y hablar–. ¿De qué me
he perdido? –trató de componer una sonrisa.
–¿De qué
te…? –Alex no lo entendió de inmediato pero luego sonrió con alivio– ¡He tenido
un susto de muerte! –le dijo con su voz tranquila– pensé que no querrías
hablarme jamás en tu vida después de lo que pensé que… ¡olvídalo! En verdad no
sabes cuánto alivio siento. Jamás me habría perdonado si…
–Pero no
ha pasado nada –lo calmó Danaé sin dejarlo terminar.
–Es que
yo… –Alex fijó sus ojos azules clarísimos en ella y soltó– estaba tan
confundido. Pensé que había estado con…
Ella no
necesitó nada más que eso. Había pensado que besó a Aurora y seguramente fue
hasta allá y se imaginó lo diferente que debió ser la escena allá y esta. Alex era
tan dulce.
–Siento
esta locura –se disculpó tocándole suavemente la mejilla– mi pequeña Danny, a
veces olvido mirar cuanto has crecido.
Le
asustaba que él hablara como su hermano o su padre porque así hacía que
pareciera cada vez que decía aquellas frases con ese tono tan fraternal.
–Estás
loco, Alex –ella se apartó de él, levantándose– aquí no ha pasado nada, no te
preocupes. No pretenderé que entendí lo que me trataste de decir antes, ni que
sé de qué hablabas –trató de disimular lo mejor que pudo– pero ha sido
estupendo verte por aquí. ¿Quieres tomar algo?
–No
gracias, Danny. He desayunado en casa y Aurora me ha dado una aspirina ya –soltó
sin pensarlo mucho–. Además, debo irme. Mi padre estará ansioso por castigarme
de nuevo.
–¿Castigarte?
–Danaé rió con fuerza– ¿tienes veintiuno y aún te castigan?
–Es
Sebastien Lucerni –comentó encogiéndose de hombros, como si eso lo explicara
todo– te quiero, pequeña.
–Y yo a
ti, Alex –se despidió mirándolo mientras se alejaba. No sabía lo que sentía en
ese instante. Él ni siquiera recordaba qué había sucedido ni con quien. Había
creído que había besado a Aurora, luego a ella o tal vez simplemente pensó que
todo era un sueño porque cuando lo negó ni siquiera dudó de la veracidad de sus
palabras. Él simplemente estaba demasiado borracho como para recordar nada,
como precisamente Kyle había dicho.
No quería
pensar en el horror con él que Alex se había expresado sobre la posibilidad de
que “algo” hubiera pasado. ¡Tenía tanto terror que ni siquiera había podido
pronunciarlo con claridad! Un beso. Un simple beso y él no había podido
manejarlo. ¿Algo más?
Nunca.
Así de sencillo. Él no solo no la amaba, sino que la quería como una hermana. No sabía qué era peor, si creer que ella le
era totalmente indiferente o que él la veía como a Daila. Tal vez los dos escenarios eran igual de
decepcionantes aunque… aunque imaginarlo como un hermano era bastante más
doloroso.
Ella no
podía manejarlo tampoco. Había creído que podría pero no, no podía. Los
sentimientos que despertaba Alex en ella ya eran lo suficientemente insostenibles
como para añadirle esto.
Solo
había una cosa que hacer. Olvidarlo.
Jamás había sucedido. Jamás había sucedido nada.
–Vamos a casa –escuchó la voz de su
padre y Danaé asintió, siguiéndolo.
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