domingo, 11 de septiembre de 2016

No puede ser amor 13 - Gaby Ruiz



Alex sintió que la cabeza le daba vueltas.  Entonces quien… ¿quién era?
–¿Tú sabes quienes me encontraron?
–Hummm, Marcos y André.
–Sí, pero, ¿alguien más estuvo ahí?
–Sí, creo que el amigo de Marcos, Kyle… y Danaé.
Alex se llevó la mano a la cabeza, se la sostuvo.  ¿Danaé? El no podía haber besado a… ¡No! Jamás lo haría. Él jamás…
Se sentó en la hierba, tratando de aclarar su mente.  Todo había parecido real pero también estaba tan borroso que bien podía haberlo imaginado.  Soñado… ¡jamás sería Danaé!

Intentó enfocarse, trató con fuerza de separar la realidad de lo que no era real.  No podía, todo se mezclaba en su mente.  Voces…
–¿Estás bien, Alex? –se sentó a su lado Aurora– te ves muy cansado.
–No volveré a beber así, jamás en mi vida –cerró sus ojos y se echó en la hierba– me siento fatal.
–¡Pobre mi querido Alex! –le tocó la cabeza con dulzura– te daré una aspirina para que se te pase, ¿te parece?
Él asintió pensando en que si había besado a Danaé estaba muerto.  Bueno, técnicamente porque André lo mataría, si antes Leonardo no acababa con él. Y estaba un gran problema. Él no amaba a Danaé. Si tan solo había causado algo… un desastre. Él siempre la había cuidado como a una hermana por tanto no podía provocar nada en él. Sí, todo había sido un sueño. Pero, tenía que asegurarse.
Mirar llegar a Alex por segunda vez a su casa la sorprendió sobremanera.  Imaginaba que buscaba a André, aunque bien podría buscara a ella y… No, no había manera que él recordara lo que había hecho; es decir, ni ella podía creerlo aún. Había sido tan impactante y aún podía sentir la calidez de los labios de Alex posarse sobre ella. Aún en shock y ya habían sido horas.
–¿Podemos hablar? –Alex dijo a sus espaldas y ella sintió que se le caía el mundo. 
En ese jardín, había soñado tanto con él y ¿sería posible que él finalmente la mirara de una manera diferente?
–Claro que sí, Alex –le señaló un lugar cercano pero él tomo asiento directamente sobre la hierba.  Ella se encogió de hombros e hizo lo mismo–. ¿Pasa algo?
Él estaba avergonzado, no la miraba directamente y cuando lo hizo le dijo:
–Lo siento. Realmente lo lamento tanto.
Danaé lo miró con extrañeza. ¿Él recordaba todo? Sintió que las palabras se quedaban estancadas en su garganta.
–No recuerdo bien lo sucedido –siguió Alex– pero si hice lo que creo, me odiaría con todo mi corazón –Danaé lo miró con horror–. Te quiero y te respeto tanto Danny, eres como una hermana para mí. Jamás te haría daño.  Si yo te… –se cortó abruptamente como aterrado– te besé… –fue un susurro– simplemente jamás me lo perdonaría.  Yo…
Danaé sintió que ahora eran las lágrimas las que pugnaban por salir.  Sin siquiera saberlo, Alex había roto uno de los momentos más mágicos de su corta vida, con la más inusitada ternura porque la quería pero no como ella a él.  Se sentía tan culpable y se arrepentía.  Continuaba diciendo que haría lo que fuera por cambiarlo todo y que él no sabía…
–Alex, detente –pronunció cuando finalmente pudo respirar hondo y hablar–. ¿De qué me he perdido? –trató de componer una sonrisa.
–¿De qué te…? –Alex no lo entendió de inmediato pero luego sonrió con alivio– ¡He tenido un susto de muerte! –le dijo con su voz tranquila– pensé que no querrías hablarme jamás en tu vida después de lo que pensé que… ¡olvídalo! En verdad no sabes cuánto alivio siento. Jamás me habría perdonado si…
–Pero no ha pasado nada –lo calmó Danaé sin dejarlo terminar.
–Es que yo… –Alex fijó sus ojos azules clarísimos en ella y soltó– estaba tan confundido. Pensé que había estado con…
Ella no necesitó nada más que eso. Había pensado que besó a Aurora y seguramente fue hasta allá y se imaginó lo diferente que debió ser la escena allá y esta. Alex era tan dulce.
–Siento esta locura –se disculpó tocándole suavemente la mejilla– mi pequeña Danny, a veces olvido mirar cuanto has crecido.
Le asustaba que él hablara como su hermano o su padre porque así hacía que pareciera cada vez que decía aquellas frases con ese tono tan fraternal.
–Estás loco, Alex –ella se apartó de él, levantándose– aquí no ha pasado nada, no te preocupes. No pretenderé que entendí lo que me trataste de decir antes, ni que sé de qué hablabas –trató de disimular lo mejor que pudo– pero ha sido estupendo verte por aquí. ¿Quieres tomar algo?
–No gracias, Danny. He desayunado en casa y Aurora me ha dado una aspirina ya –soltó sin pensarlo mucho–. Además, debo irme. Mi padre estará ansioso por castigarme de nuevo.
–¿Castigarte? –Danaé rió con fuerza– ¿tienes veintiuno y aún te castigan?
–Es Sebastien Lucerni –comentó encogiéndose de hombros, como si eso lo explicara todo– te quiero, pequeña.
–Y yo a ti, Alex –se despidió mirándolo mientras se alejaba. No sabía lo que sentía en ese instante. Él ni siquiera recordaba qué había sucedido ni con quien. Había creído que había besado a Aurora, luego a ella o tal vez simplemente pensó que todo era un sueño porque cuando lo negó ni siquiera dudó de la veracidad de sus palabras. Él simplemente estaba demasiado borracho como para recordar nada, como precisamente Kyle había dicho. 
No quería pensar en el horror con él que Alex se había expresado sobre la posibilidad de que “algo” hubiera pasado. ¡Tenía tanto terror que ni siquiera había podido pronunciarlo con claridad! Un beso. Un simple beso y él no había podido manejarlo. ¿Algo más?
Nunca. Así de sencillo. Él no solo no la amaba, sino que la quería como una hermana.  No sabía qué era peor, si creer que ella le era totalmente indiferente o que él la veía como a Daila.  Tal vez los dos escenarios eran igual de decepcionantes aunque… aunque imaginarlo como un hermano era bastante más doloroso.
Ella no podía manejarlo tampoco. Había creído que podría pero no, no podía. Los sentimientos que despertaba Alex en ella ya eran lo suficientemente insostenibles como para añadirle esto.
Solo había una cosa que hacer. Olvidarlo.  Jamás había sucedido. Jamás había sucedido nada.
–Vamos a casa –escuchó la voz de su padre y Danaé asintió, siguiéndolo.

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