Kyle
sencillamente asintió, tratando de tranquilizarle. Danaé suspiró profundamente
y en un abrir y cerrar de ojos llegaron André y Marcos para llevar a Alex. Marcos
le preguntó que si sabían que le había sucedido y cuando Alex soltó un quejido
se dieron cuenta que estaba borracho y dormido. No le pasaba absolutamente
nada.
Danaé se
quedó junto a Kyle mirando como Alex era llevado en brazos de su hermano y
Marcos. Aún estaba bastante desconcertada y no podía pensar con claridad. ¿Por
qué le pasaba esto? ¿De esta manera? ¡Alex le había besado! ¿Qué pensaría Kyle?
No es lo que piensas –soltó Danaé que sentía
una gran tensión por lo absurdo de la situación–. Alex… Alex y yo…
–Creo que
es exactamente lo que pienso –fijó su mirada sobre la joven– él estaba
totalmente borracho y no sabía lo que hacía. Te tomó por sorpresa, incluso yo
no me lo esperaba –él le sonrió tranquilizadoramente–. Sé que no pudiste hacer
nada, ni yo intervine y lo lamento. No recordará nada de lo que ha pasado.
Danaé
asintió, sabiendo que eso era cierto. Alex no iba a recordar lo que había
pasado pero ella sí. Trató de reprimir un escalofrío y Kyle le pasó el brazo
por la espalda cubriéndola con su chaqueta para que entrara en calor. Pero nada
le ayudaría a quitarse esa sensación de escalofrío, de calor intenso y de
extraña tristeza. No por lo sucedido, solo porque ella hubiera querido que
jamás hubiera terminado.
–Danaé –ella
lo miró al escuchar su nombre– sé que no es mi asunto, de hecho, apenas nos
conocemos pero…
–Dime, Kyle
–lo instó a seguir, como asegurándole que estaba bien lo que quería preguntar.
–¿Tú
sientes algo por Alex?
Fue muy
directo. Casi podía sentir que no era una pregunta, sino una aseveración. Kyle
ponía en palabras algo que ella jamás hacía, al menos no en voz alta. Lo miró
fijamente y aspiró hondo a punto de decir algo que jamás habría dicho a una
persona.
–No, no
siento nada por él –la mayor mentira jamás dicha– y, por supuesto, entre
nosotros solo existe una gran amistad –lo dijo con la mayor seguridad que su
temblorosa voz le concedía.
–Siendo
así, te prometo que no diré nada de lo sucedido –le tomó la mano Kyle y le
estrechó entre las suyas– aquí no ha pasado nada.
–Gracias
–sonrió genuinamente Danaé– en verdad, gracias. Me ha encantado conocerte.
–Ha sido
un placer… –asintió él– curioso, pero todo un gusto.
Ella no
pudo evitar reír. Le dio un cálido beso en la mejilla y se despidió de él. Había sido mucho para una noche. Necesitaba dormir.
***
Sintió el
sol directamente en su rostro e intentó cubrirse con las sábanas. Se las arrebataron de un solo tirón y Alex se
llevó la mano a sus oídos. En segundos, estaban los gritos de su padre. Bueno,
en realidad hablaba con normalidad pero en su cabeza retumbaban como si tuviera
un parlante junto a él. Se llevó la mano
a los ojos y se tocó la frente. Tenía un malestar indecible y sabía que apenas
estaba comenzando.
Porque,
de pronto todo se hizo claro. Lo
recordó. Había besado a la pelirroja.
No, no a ella. Después, él había…
No, no,
no. Intentó concentrarse y mirar su rostro. Aquella voz no podía distinguirla. Él
estuvo convencido que era Aurora pero realmente no sabía nada, no tenía idea si
era ella.
Había
sentido tantas cosas o tal vez solo había sido la increíble cantidad de alcohol
que había consumido. Sencillamente tenía
que disculparse con Aurora. Tal vez no
recordaba quien era, pero las sensaciones exactas sí y solo podía ser Aurora.
Ahora sí que la había hecho grande.
Su padre
había hablado por horas y le había impuesto quien sabe que cosas. Ahora más que
nunca necesitaba su propio lugar.
Se tomó
un café bien cargado y fue a buscar a André. Él tendría que contarle todo. No tuvo suerte pues él no había llegado a
casa. Pensó que había visto a Danaé por ahí pero estaba tan desesperado por
saber que había pasado y disculparse con Aurora que no le prestó atención
alguna.
Llegó a
la casa de ella y la encontró levantada.
Vestía ropa deportiva y le sonrió con indulgencia.
–Me
contaron cómo te fue anoche –le tocó la mano en señal tranquilizadora– ¿qué
pasó, Alex? ¿Está todo bien?
– Todo
bien –sonrió él sin saber bien qué decir–. ¿Cómo estás Aurora?
–Bien,
querido. Mirando el desastre en que ha
quedado la casa.
–Sí.
–Te noto
cansado. ¿A qué no has dormido, cierto?
–Cierto.
Bueno, no muy bien.
–Alex,
Alex… debes aprender que en la vida no todo son mujeres hermosas y alcohol
ahora, por lo que veo –Aurora le sonrió–. La diversión también está en
disfrutar la vida de soltero.
–¿Cómo es
que eres tan madura? –Alex observó con una sonrisa de fascinación–. Me encantas,
Aurora.
–Y tú a
mí, Alex. Pero en verdad no me gusta la manera en que manejas las situaciones…
–¿Qué
situaciones?
–Amorosas,
claro –dijo y él se atragantó– ¿ves? Ni siquiera puedes pensar en la palabra
“A…” y ya te pones a temblar.
–Eso no
es… –intentó negar él riendo. Si ella
supiera…
–Todos
vivimos enamorados y muchas veces simplemente no queremos aceptarlo –se encogió
de hombros.
–¿Tú
estás enamorada de alguien? –preguntó Alex, arrepintiéndose al instante.
–¿Yo?
–Aurora lo miró con una amplia sonrisa– eso, mi querido Alex… es algo que no
responderé –ahí estaba, su expresión enigmática de nuevo.
–Aurora,
Aurora… me matas del suspenso –soltó dramáticamente y provocó que ella riera.
–Y tú a
mí, Alex. ¿Estás enamorado? ¿Lo has estado?
–Yo, en
la noche… –tenía que decirlo.
–¿La
pelirroja? ¿Lo dices en serio? –lo miró extrañada Aurora.
–No,
después… –él la miró– ¿no me viste en el jardín? –ella negó–. ¿Ni una sola vez?
–No Alex,
yo estuve aquí todo el tiempo –señaló el salón.
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