lunes, 26 de septiembre de 2016

Deberes De Príncesa 26 (Penúltimo)

Bajaba las escaleras, de la puerta principal para llevarse una sorpresa, al hallar a Emmanuelle, junto a su coche.
Volviendo adoptar una sonrisa falsa, se acercó a ella, sacando las llaves del vehículo de su bolsillo.
-¿Acaso deseas saber mi nota ante tu nueva área para huéspedes? –Reprochó con cierta ironía.
-No –Respondió con el mismo tono que el hombre-. Pero puedo darte la nota ante tu valentía – Soltó poniendo los brazos en jarra-. Cero patatero –Soltó con cierto aire enfurruñado.
Kénan chascó la lengua para mirarla también con gran enfado.
-No puedes llegar a imaginarte –Sonrió de forma benevolente-, lo mucho que me estas hinchando las pelotas.
-Pensé que las tenías descargadas –Alzó una ceja de forma inquisitiva-, al haberte acostado con mi hija, ésta mañana hijo.
Se la quedó mirando en silencio por unos segundos, para después resoplar con cierto furor.
-Touché majestad –Señaló accionando el mando de las puertas, para abrir la del conductor.
-Te marchas para no volver, cierto –Lo miró con cierto pesar en sus ojos.
-Créeme –le sonrió de forma exasperada-, que lo último que voy hacer, es tenerte al tanto de mis futuros movimientos –Se llevó una mano hasta la cabeza-. Ya os habéis inmiscuido más de lo permitido.
-Pero lo tenía que hacer –Se acercó al hombre, para poner una mano con suavidad en el hombro de él-. Tenía que hacer reaccionar a mi hija... Hacer que se revelara un poco –Bajó la mirada al suelo-. Nos sentíamos tristes y culpables, no veíamos que fuera a buscar su felicidad, por ello...
-Un momento –Sonrió con cierta incredulidad-. Habéis sido siempre vosotros, los que de forma escondida les metisteis a las chicas esas ideas.
-Más o menos –Se estrujó un poco las manos en un claro gesto de nervios-. Pero siempre ha sido mi marido, quien ha sabido la verdad de vuestro matrimonio –Achicó por un segundo los ojos descontenta-. Me enfadé porque me ocultara eso, pero me alegré mucho que tú fueras el escogido.
-Me escogió, sí –Dijo pensativo-. Pero también me acaba de alejar ahora... Y verás, necesito arreglar una cosa de cierta prioridad –Se disculpó con la mirada-. Debo partir Emmanuelle, pero no te guardo ningún rencor –Sonrió con cierta amabilidad, subiendo al vehículo y arrancándolo, para cerrar la puerta y emprender la marcha de allí, justo cuando en la puerta aparecía más gente de la encerrada y entre ellas, se hallaba Jacqui quien lo miraba fijamente alejarse.



Hasta que no se metió bajo el chorro de agua, que no se permitió libre de poder soltar todas sus lágrimas retenidas.
¿Qué es lo que había sucedido con Kenan? ¿Cómo había sudo tan incrédula de abrirle su corazón en el último minuto?
Y todo para qué, pensó con cierto amargor.
Volvía a estar sola... Bueno, en verdad nunca había dejado de estarlo. Así, que no tenía porque ponerse a llorar por él.
Y menos ahora, que había visto como había tardado muy poco en poner distancia entre ellos. Solo faltaba ver, qué iba hacer cuando averiguaran si se hallaba embarazada.
Pero lo peor, que sus hermanas lo sabían ahora todo, y solo veía lástima en su mirada por ella, por perder una vez más al amor de su vida.
Porque si en todos aquellos años, no había dejado de quererlo, dudaba que pudiera hacerlo así como así. Eran unas heridas en continuo sangrado.
Aquella era su vida. Solo le quedaba vivir el momento y puede, que en el día de mañana, dejara de sufrir y tuviera un camino completamente diferente.
Pero ahora, le tocaba volver a representar que era una mujer feliz.
Logró dejar de llorar, una media hora después de estar bajo el agua. Era el momento de salir fuera y empezar afrontarlo todo.
Salía a su dormitorio con el albornoz puesto, para toparse con la presencia de sus hermanas de un humor cabizbajo. Quienes le sonrieron de forma delicada y un gran suspiro.
-Gracias por no cerrar la puerta de tu dormitorio –Habló Enora, intentando averiguar su estado emocional.
-De nada –Respondió con tono algo desdeñoso-. Hoy perdí mi corazón –Hizo un amago de sonrisa-. No tenía ganas de ser la culpable de perder a mis hermanas, con el salto libre de balcones.
-¿Tan segura estas de ello? –Propuso con cierto tono de duda Harmonie, mostrando con aquello que aún se sentía dolida por lo ocurrido abajo.
Jacqui, solo supo encogerse de hombros con la cabeza cabizbaja, intentando retener el flujo de sus lágrimas.
-Yo, ya no se qué creer de todo esto –Confesó dándole igual, el mostrarles a ellas, cuan de roto se hallaba en aquel momento su corazón-. En todo éste tiempo, nunca me buscó como lo ha hecho ésta semana –Rió sarcástica-. Supongo que tengo la culpa, al haberlo ido a buscar a su oficina y pude provocarlo sin darme cuenta...
Enora, alzó su mirada por aquel dato.
-Confieso, que por unas horas fui la mujer más feliz del mundo –Las lágrimas comenzaban aparecer con cierta fluidez-. Pero desperté de forma brusca de aquel paraíso... Corrí, puse distancia con él, así como también hizo lo propio él, hace apenas un rato.
-Jacqui –Susurró Enora, yendo hacia ella para agarrarla de los hombros y sentarla en el lecho-. Quien sabe...
-¡No! –Sollozó con gran energía Jacqui-. No me hagas eso por favor –Suplicó con un gesto negativo de cabeza, y un río amargo por sus mejillas a causa de las lágrimas-. No quiero abrigar falsas esperanzas, no quiero esperar a un no, más tardío... Lo que ocurrió hoy, simplemente fue una entrega de cierta curiosidad, que nos invadía desde hacía años –Se limpió los ojos con energía, al tiempo que se alzaba en pie-. No fue nada más que eso Enora, no quieras darme falsas esperanzas... Si hubiera la más mínima posibilidad, Kenan no habría salido el primero de todos del lugar –Aspiró con fuerza-. Debo prepararme para la prensa, de modo que mejor no hablemos más del asunto por ahora, por favor... -Las miró con gran cariño, recibiendo un asentimiento de cabeza por parte de las chicas.


Frenó su coche en el casi solitario parquin, sabiendo cual era el motivo de aquella calma allí.
Todos o casi todos, se debían hallar en camino a los dominios privados de la casa real, para estar presentes en la rueda de prensa de la futura monarca. Aquello, era una de las expectaciones más grandes que se iban a emitir, en todo aquel año de una casa real europea.
Salió del vehículo y se encaminó hacia la entrada principal, del enorme recinto de aquella cadena televisiva. Iba con paso decidido, pues sabía con quien tenía que hablar, para lo que tenía en mente.
En recepción, iban a detenerlo por no llevar ninguna credencial encima, pero se detuvieron de hacerlo, en cuanto reaccionaron a su persona.
-Busco a Zaida –Demandó casi en una orden.
-Creo que se halla reunida en su despacho, pero... ¡EH! –Exclamó, cuando Kenan emprendió la marcha hacia el interior con mirada asesina, hacia la pobre joven del mostrador.
Minutos después, aparecía por el pasillo una morena de piernas largas muy atractiva, con los brazos cruzados.
-Pensé que tenías más modales, Kenan –Lo riñó un tanto molesta.
-Te acuerdas que me debes un favor –Soltó directo, sin aflojar su paso.
-Cierto –Alzó la barbilla-, pero si vienes para detener la confesión de...
-Vengo, a que muestres mí confesión –Soltó sincero, parando a un paso de ella-. Quiero que me saquen en antena, antes que ella...
-Kenan, no puedo...
-Vas a realizarme en directo una entrevista de mi vida, serás la primera en hacer algo así... -Admitió con voz dura-. Sin recortes –Aspiró con fuerza-. Sabrás todo lo que quieras de mí, con la condición que me preguntes también por mis verdaderos sentimientos por Jacqueline.
Su amiga, lo había estado escuchando con mirada incrédula, para reaccionar al segundo que éste se calló mirando su reloj de pulsera.
-¡Luc, Marc! –Vociferó a pleno pulmón en el pasillo, logrando que se asomara mucha más gente por el tono histérico apresurado, viendo como agarraba al rey de las joyas del brazo y lo llevaba al elevador del final del pasillo-. ¡Al estudio cinco, quiero emisión en cinco minutos en canal abierto!


¿Estaba seguro de lo qué iba hacer? No, pero ya puestos, qué más podía perder en público si ella misma, iba a dar la noticia. Era su última carta, para intentar hacerle ver a Jacqui, que todo había sido siempre una mentira para ocultar sus verdaderos sentimientos.

Pero abrigaba miedo en su corazón, pues la había visto muy decidida cuando había despertado de su trance. Puede, que ya no aceptara nada y quisiera seguir adelante, dejando lo ocurrido entre ellos como cosa de un paso tormentoso.

Estaba aterrado y nervioso.

¡Dios! Volteó los ojos al techo, al odiar su maldita parte romántica, heredara del maravilloso matrimonio de sus padres.

Iba a dejar desnudar su alma, por demostrarle que la amaba.

Apoyado en el quicio de la puerta, observó como su amiga Zaida, una de las periodistas del corazón más conocidas de Mónaco y también, amiga de su familia. Se atusaba la melena y carraspeaba un poco, antes de que le dieran la señal de directo en uno de los programas del corazón de aquel canal informativo.

Bien, la boca del lobo se acababa de abrir sin cuerda alguna para cerrarla. Y su corazón, parecía haberse detenido al ir a la velocidad que iba, de modo que llevó su mano izquierda a su pantalón y como siempre, con fuertes dedos agarró la pequeña caja que portaba desde una vida entera y la apretó con dedos fuertes, para tratar de volver la calma a su sistema nervioso.

-Hola a todos –Sonrió Zaida-, supongo que se sentirán confusos de verme interrumpir la emisión del programa, y más al verme sentada en una silla sin decorado alguno tras de mí –Se alzó de hombros-. ¿Tiene algo que ver, con la rueda de conferencia que va nos va a ofrecer la casa real en directo? –Cuestionó con sonrisa astuta-. Sí –Confirmó con tono tajante-. Tengo un invitado más que especial, en verdad es todo un honor –Se llevó sus manos al pecho-. Por primera vez, será entrevistado en emisión directa y con total libertad –Guiñó un ojo sonriendo-. No vamos a recibir ninguna denuncia por las preguntas que hagamos, cierto que no está obligado a responderlas a todas… Pero esperemos que lo haga –Medio susurró, para atraer aún más la atención del público-. Indico con antelación, que intentaremos volver la emisión en directo con la casa real a tiempo, para que podamos resolver de cierta manera, las aclaraciones que averiguaremos en breve… Pero si no lo hacemos, invito a todos a que cambien de canal, yo lo haría –Se alzó de hombros sincera-. Quién sabe, si nos estarán viendo también y nos querrán devolver las respuestas o aclarar algunas mentiras… -Aspiró con cierto orgullo y mirada brillante-. ¿Ya adivinaron quien se sentará en ésta silla de enfrente? Espero que sí, porque en unos minutos lo verán. No se marchen –Volvió a guiñar el ojo, para levantarse de la silla cuando escuchó como cortaban por unos minutos la emisión, dando paso al presentador del programa que había en antena.

Aún de pie en el mismo lugar, vio como su amiga se acercaba a él, con una pequeña botella de agua mineral, para entregársela en mano.

-Te ofrecería un whisky –Anunció la mujer con cara de preocupación-, pero solo tengo agua mineral y creo, que no te va a bastar para calmar tus nervios. Estás pálido.

Kénan, sonrió débil ante su preocupación.

-Tranquila, una vez que esté ahí confesando, se me pasará todo el nerviosismo –Indicó, pasándole un brazo alrededor de los hombros.

-¿Estás preparado? –Alzó un poco su rostro, para mirarlo a los ojos, viendo como éste le guiñaba un ojo tras coger aire profundamente. 

Que mejor, que ponerse su traje habitual al trabajo, para afrontar a la prensa. Con aquello, se sentiría al menos algo más fuerte. Era como llevar su coraza habitual…

Enfocarlo todo de una manera estricta… ¿O eso esperaba lograr?

Pensó completamente apesadumbrada, cuando iba bajando las escaleras de la planta superior, seguida de las increíblemente calladas de sus hermanas pequeñas. Para ser interceptada de forma veloz y brusca, por el brazo de su padre, quien la agarró y a medio arrastre, la condujo por el pasillo que llevaba a su despacho.

-Auch –Se quejó, frotándose el lugar por donde la había agarrado-. Espero que no pretendas encerrarme ahora aquí –Soltó con tono molesto, pues aún no había perdonado lo de las mazmorras.

-Jacqui, mira… -Soltó en un susurro ahogado Enora, que no había dudado en seguir a su padre, apoyada por su hermana Harmonie. Ahora, parecían sus guardaespaldas privadas.

Se giró con el ceño fruncido, hacia donde miraban sus hermanas y padre fijamente. Para notar como su corazón se detenía de sopetón, al ver a Kénan hablando por televisión.

Aquello iba a resultar muy difícil.

Cómo iba a olvidarlo por una vida nueva, si con solo verlo, su cuerpo y corazón, dejaban de ir acorde con su cerebro… Ya volvía a sentir el renacer de sus lágrimas, desde el más profundo dolor…

Era inútil negarlo, a quien quería engañar, si ni a sí misma podía…  Lo amaba.

-Es una emisión en directo –Señaló su padre, logrando sacarla de sus pensamientos.

Se giró a mirarlo confusa y con lágrimas en los ojos, comprobando como solo se había detenido a mirarlo, dejando de lado a su sentido del oído.

Aspiró con fuerza y caminó al sillón más próximo, para prestar por primera vez desde que había entrado en el estudio, suma atención a la ronca y sensual voz del hombre. 

-Bueno-Soltó un profundo suspiro la periodista-, acabamos de aclarar, que tu vida amorosa ha sido prácticamente como la de un monje –Hizo una mueca con los labios-. Que suerte, las pocas que se te han llevado a la cama a lo largo de tu vida –Se abanicó con la libreta que portaba en las manos-. Mira que me gustaría poder indagar aún más en ésas cosas, pero el tiempo se nos agota y quiero ir directa a lo que nos interesa –Aspiró con decisión-. Quiero saberlo todo, sobre tus sentimientos a nuestra heredera al trono, es decir a la princesa Jacqueline o tal vez, podría indicarla ya como tu esposa.

-¡Joder, está concediendo una entrevista sincera! –Soltó de sopetón sorprendida Enora, cosa que los demás también les hubiera gustado exclamar de sorpresa.

-¿Por qué está haciendo esto ahora? –Inquirió Harmonie-. Todos sabemos como siempre a protegido su intimidad ante la prensa rosa y amarilla.

-Por ti tesoro –Se atrevió a señalar su padre, intentando guardarse sus fuertes emociones.

Los miró por un segundo con los ojos como platos, para después girarse a mirar la pantalla absorbiendo todas las palabras de él, con suma atención.

-Cierto, es mi esposa –Confesó con una sonrisa llena de cariño-. Pero mejor os cuento todo, desde un principio muy resumido –Indicó con su peculiar guiño de ojos.

-¿Tal vez puedas concederme otra entrevista otro día sin tantas presiones? –Interrumpió con tono socarrón la bella mujer, logrando arrancarle por un momento, una gran carcajada a un relajado Kénan.

-No –Negó divertido con un movimiento de cabeza-. Que conste que estoy aquí, en apoyo a la casa real y solucionar lo que ha salido a la luz… -Aspiró con calma-. Me enseñaron a ser un caballer, y no veía para nada bien, que ella se enfrentara sola a todos vosotros –Sonrió con un gran brillo en los ojos-. Aunque es una gran mujer y sé, que habría podido de sobras bien sola.

-Tengo que decirlo –Volvió a interrumpirlo con cierta complicidad al ponerle una mano en el brazo-. Eres un hombre enamorado, lástima por todas las que soñaban con echarte el guante o la joya al dedo… -Acabó guiñándole un ojo.

-Para que voy a negarlo a estas alturas Zaida –Se alzó de hombros-. Fui un chaval enamorado de ella y hoy, soy un hombre aún enamorado de la misma persona.

-Pero –Alzó una ceja inquisitiva Zaida.

-Fui un imbécil rematado como muchos otros hombres –Confesó con cierto fastidio-. Nos conocimos, porque ella es amiga de mi hermana Noah. Me sentí cautivado de inmediato por su belleza, su nobleza, su sonrisa e inteligencia… Pero por aquel entonces, yo recelaba bastante ya de la prensa –Volvió a mostrar una mueca de fastidio-. No quería salir en los titulares de ninguna revista y sabía que con ella, sería cosa difícil. Además, ella era por aquel entonces menor de edad y princesa, presentada como la futura heredera… -Por un momento se vio una sombra triste en sus ojos-. Congeniamos a la primera, pero mis pensamientos en aquel entonces, eran que si me pinchabas el dedo no saldría de él, sangre azul –Sonrió con las comisuras de forma débil-. Sabía, que a cada día me calaba más hondo y yo, nunca iba a poder ser su caballero de blanca armadura. Como adolescente inmaduro, creí que lo mejor era apartarla de mí.

-Que triste –Soltó un profundo suspiro su amiga, completamente entregada a las palabras del hombre.

Como también lo estaba Jacqueline, sus hermanas y su padre, sin contar casi la población entera de Mónaco.

-¿No sería mejor decir, que cobarde? –Rió con cierta burla.

-¿Qué hiciste, porque debió fallar para que estéis casados? –Demandó en casi un susurro, no queriendo romper el ambiente creado que tenía Kénan, en seguir confesando todo.

-Me convertí en un completo necio con ella –Confesó con cierto desagrado hacía sí mismo-. Encuentro casual que tuviéramos, siempre iba cargado de pullas hacia ella. Poniéndola como una fría princesa, adjetivos dañinos para que me odiara, me cogiera asco… Pero una vez más, como tantas otras. El grupo de amistad de mi hermana se mezclaba con el mío para según qué quedadas, y una de ellas fue viajar a Irlanda.

-Creo que ya entiendo cómo llegó la boda –Soltó con aire afligido.

-Una vez más, no pude evitar el chincharla… -Rió con cierta aflicción-. Pero era por la rabia que me consumía, de desear acercarme a ella, agarrarla, abrazarla y decirle lo mucho que la quería… Era tan bonita, estaba tan bonita aquella noche… -Sonrió con melancolía-. Pero ya solo conseguía hacerle daño, ya no sabía cómo mostrarle a mi verdadero ser… Nuestros encuentros, han sido para ver quien ganaba en pullas hasta hace poco.

-¿Qué ha cambiado?

-Supongo que por unos días, ambos hemos bajado un poco la guardia –Confesó sonriendo-. Hemos sido capaces por ese corto periodo, de decirnos con la mirada y con el cuerpo, lo mucho que nos queremos…

-Oh, por dios, nos estás diciendo… -Se inclinó hacia delante en la silla, intentando captar su mayor atención.

-¿Nos besamos?-Preguntó con aire despistado pero juguetón-. Sí, creo que lo habéis visto todos en el informativo…

-Ya veo –Dijo con cierta suspicacia Zaida.

-Estoy aquí, porque fui un cobarde en su día y no luché por mi corazón. Di por sentado, que tenía una muralla encima de mí –Resopló apenado-. No deis nunca nada por sentado sobre el amor, si esa persona no os lo ha notificado en primera persona… Solo conseguiréis una vida vacía para vosotros mismos y tal vez, para vuestro amor perdido… No hace falta que señale, que tenéis una gran futura reina, la cual ha sacrificado mucho por vosotros… No seáis duros con ella, por lo que pueda sentir su corazón… Al fin y al cabo, todos vivimos una historia de amor afortunada o desafortunada… El amor te viene y te atrapa, poco se puede decidir sobre él a veces.

-¿Y ahora? –Aventuró a cuestionar la mujer con cierta esperanza en su interior, porque le diera una respuesta de ensueño.

-Nada –Se encogió de hombros-. Creo que dije todo por mi parte.

Jacqueline, se puso en pie con un mar de lágrimas en los ojos.

Ahora comprendía la mirada, poco antes de besarla en su liberación, como también las miradas cuando había aquella mañana el amor.

Era la mirada, del joven que la había enamorado, dulce y transparente… Él, también había bajado la guardia. Es solo, que habían pasado muchos años y aquellos dos inocentes chicos, habían crecido con ciertas obligaciones y responsabilidades.

¿Por qué habían tardado tanto? ¿Qué idiotas habían sido?

Todo por no querer reconocer que se gustaban, su destino habría podido ser diferente. Tenía que ir a su encuentro. Tenía que responderle a su gran confesión…

-Mi coche –Se giró a sus seres queridos, justo cuando su madre entraba en el despacho con ojos llorosos. Obvio, que también había visto la entrevista-. Debo ir a por él, yo…

-¡No! –Protestó veloz Emmanuelle, sorprendiendo a todos por sus palabras.

-Querida, qué pretendes ahora –Frunció su marido el ceño.

-¡Mamá, por favor, qué más quieres! –Sollozó Jacqui.

-Que le muestres lo mucho que lo quieres –Dijo orgullosa, con un largo suspiro de regocijo.

-Pues déjala marchar –Apuntilló Enora.

-Que poco románticas, hijas –Volteó los ojos, sacando ya una sonrisa a su marido, mientras se acercaba a su hija mayor y le rodeaba los hombros con el brazo, para susurrarle algo al oído-. ¿Qué te parece, aguantarás?

-Sí –Sonrió llorando un poco-. Te quiero mucho –Rió tratando de detener sus lágrimas, para abrazarla con mucha fuerza por el cuello.

-¡Eh! –Protestó Harmonie-. Ya estáis compartiendo.
-Primero, debo acudir a la rueda de prensa –Les guiñó un ojo a sus hermanas con aire travieso. 

2 comentarios:

  1. oh me ha gustado mucho, al fin se la ha jugado Kenan y espero que ella haga lo mismo!!Gracias. Esperaré ansiosa el final...no me hagas esperar un año o iré por ti!!!

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  2. Que emocion volver a leer esta historia (digo volver a leer porque tuve que leerme desde el 14 para no perder el hilo), pero me encanto que porfin él confesara lo que realmente pasaba por su cabeza, ahora quiero la confesion de Jaqui. no puedo creer que pasaran tantos años desde que lei el 14, siento que hubiera sido solo hace poco. jijijij. Gracias por esta historia

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