Los
amigos de Marcos era una excelente compañía como de costumbre. De a poco, Danaé se encontró muy animada,
bailando y sonriendo como de costumbre. Le alegraba encontrar personas que no
la trataran como una niña.
En el
jardín, la fiesta se extendía también y Danaé paseaba con un joven alto, de
cálidos ojos verdes y sonrisa deslumbrante. Kyle había llegado de intercambio y
esta era su primera gran cena en Italia. Danaé se encontró verdaderamente
interesada en él y su país, Canadá.
Además, él no conocía a su familia ni a su padre ni hermano ni nadie,
era libre de quienes buscaban dinero o fama, o algún escándalo. Sí, nunca se estaba suficientemente prevenida.
–¿Danaé?
–la llamó Kyle sonriendo– ¿te estoy aburriendo?
–No,
claro que no –le correspondió con una enorme sonrisa– tan solo pensaba en
cuanto debes extrañar tu hogar.
Él se
quedó pensando mientras miraba una pequeña banqueta del jardín y le pedía que
se sentaran.
–Sí, lo
extrañaba. Ya no tanto –añadió mirándola
con intensidad y Danaé se sintió repentinamente incómoda– ahí no hay mujeres
tan bellas como aquí.
–Seguro
que sí –se encogió de hombros, intentando parecer calmada– y varias interesadas
en ti, ¿cierto?
–Tal vez…
–le restó importancia– pero hasta el momento, no he encontrado a nadie tan
interesante como tú, ni tan bella.
Danaé se rió
ampliamente. Él la miró con extrañeza,
como conteniendo una sonrisa y una mirada de espanto.
–Lo
siento –se disculpó rápidamente y tratando de no sonreír– es que eso de la
belleza, ¿estás tratando de conquistarme?
–No soy
muy bueno, ¿no? –se rió él y ella negó con la cabeza.
–Lo haces
bien, lo admito. Pero no me gusta lo típico. No estoy acostumbrada, no a mí.
–¿A ti?
–él la miró con detenimiento– eres una de las chicas más hermosas que he conocido
Danaé, te lo puedo asegurar. Y sin lugar a dudas, una de las más interesantes e
inteligentes. Eres graciosa, ingeniosa y una compañía envidiable. No puedo
creer que no lo sepas…
Ella hizo
un ademán despreocupado con la cabeza, meditando las palabras de Kyle. Jamás había pensado que alguien podría
mirarla de esa manera. A sus 16 años, ella aún era tratada como una niña y así
era como se sentía muchas de las veces. Había tenido muchos noviazgos o
intentos de pero nada había funcionado. En parte porque todos buscaban a la
“heredera Ferraz” y no a Danaé, no les interesaba conocerla a ella y por otra
parte siempre había estado presente. Alex…
–Digamos
que tengo mis dudas naturales –ella le sostuvo la mirada, sintiéndose segura y
realmente dejándose llevar por la calidez de él– tú eres un encantador natural.
Esta vez
fue él quien rió con fuerza. Ser llamado
un “encantador natural” era extraño, tal vez aún no comprendía del todo el
italiano.
–¿Crees
que soy un… chico malo? –preguntó él directamente.
–Exacto
–afirmó Danaé– los he visto. ¡Vivo con
uno de ellos! –soltó con vehemencia y él la miró con asombro– me refiero a mi
hermano, André –aclaró y él respiró de nuevo.
Ella volvió a reír con fuerza.
–Me
encanta tu manera de reír –observó–. Es tan real, tan nítida.
Danaé
sintió que se sonrojaba y miró hacia otro lado.
Nunca había sido muy buena con el romance aunque su cabeza estuviera
llena de escenas de este tipo, solo que…
Él le
tomó la mano. Sintió un ligero cosquilleo que la sorprendió. Jamás había imaginado que podría sentir algo,
por muy leve que fuera, con alguien que no fuera Alex.
Sacudió
la cabeza intentando alejarlo de su mente.
Kyle interpretó esa señal erróneamente y le soltó la mano. Se levantaron
para seguir caminando. No sabía en qué momento pero tenían sus manos
entrelazadas; y, por muy rápido que pareciera ir todo, ella no se retiró. Por primera vez, se sentía bien. No
“intentado sentirse bien”, solo bien.
Alex
bailó por horas con la joven pelirroja.
Ya ni recordaba su nombre, solo cerraba los ojos e intentaba imaginar
que era Aurora a quien tenía con él.
Tomó mucho más de lo que acostumbraba, que era muy poco y en raras
ocasiones. Simplemente intentaba
olvidar. Si todo fuera tan fácil como pedir otro trago más.
Se dejó
arrastrar por ella hasta uno de los jardines cercanos. Se besaron con gran pasión y a él realmente
poco le importaba lo que estaba haciendo.
Él necesitaba sentir que era alguien. Que a pesar de todo, de que Aurora
no lo mirara, él si existía.
La chica
susurró algo que él no alcanzó a entender o tal vez no le interesaba,
simplemente. La besó un poco más y se alejó. Quería a Aurora con él y esa no
era la mejor manera de conseguirlo, precisamente.
Se sentía
mareado y desorientado. Escuchaba la música a lo lejos y no tenía ánimo de
festejar nada. Intentó ubicarse en esos interminables y confusos jardines pero
no tenía éxito alguno.
Cerró los
ojos, inspirando profundamente y escuchó una voz tan dulce que pronunciaba su
nombre.
–¿Alex?
¡Alex! –se escuchaba alarmada. Él intentó hablar pero se sentía somnoliento–
¿Estás bien?
–Creo que
debemos llamar a alguien –escuchó la voz de un hombre. Claro, jamás estaría sola.
–Yo me
quedaré con él. ¿Tú podrías llamar a alguien? –pidió con presteza y pudo sentir
la preocupación en su voz. ¿Acaso estaría soñando?
Intentó
incorporarse y sintió una fragancia tan suave y encantadora, tenía que ser
Aurora. No lo pensó. Simplemente la
besó.
Danaé
saltó con los ojos como platos al sentir los labios de Alex sobre ella. Estaba estática, helada, sorprendida. No
podía describirlo. ¡Alex la estaba
besando!
Alex
esperaba que Christopher ya se hubiera ido. O mejor que mirara que Aurora no le
pertenecía. Sentir sus delicados labios solo hacía que él la amara mucho
más.
Sintió
que era empujado y susurró: Aurora… –se quedó finalmente dormido.
–¿Danaé?
–preguntó Kyle mirando la aún espantada expresión de ella.
–Me ha
besado –susurró llevándose la mano a los labios. Esto no podía haber sucedido. Alex
le había besado y luego había dicho algo y se había quedado dormido. Ella
estaba en shock–. No le puedes decir a nadie –le miró alarmada a Kyle– debes
prometerme que no lo dirás.
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