lunes, 15 de agosto de 2016

La redención 15°



Aquella noche, Cole demoró en dormirse, en su mente se mezclaban las imágenes de la obra teatral, sus planes con Abigail y la sombra que su pasado proyectaba sobre su futuro.
Finalmente pudo ordenar sus ideas, tendría cautela pero sin dejarse amedrentar, porque su prioridad era pasar más tiempo con Abigail y fortalecer su vínculo con ella. Luego debería presentarse formalmente con su madre y hablarle de sus intenciones, que por cierto eran casarse con aquel pajarillo.

Cuando esa idea se asentó en su mente y pudo aceptarla como su próxima meta en la vida, durmió tranquilo.
La nueva semana empezó marcada por los planes de Cole, que básicamente consistían en hacer feliz a Abigail.
-¿Qué vaya dónde? – preguntó la muchacha a Antoniette que le hacía un encargo.
-Al mercado de flores- repitió la francesa y el dueño de casa se asomó a la cocina.
-Y yo voy contigo.
-¿Por qué?- preguntó ella tan sorprendida que él no supo si ofenderse o si reír.
-Porque vamos a elegir algunas plantas para renovar los jardines y sería bueno que yo opinara sobre mis propios jardines.
-¿Quieres ir a ver flores? – preguntó ella  incrédula y él rió abiertamente.
-Sí, quiero. Es un día agradable y no tengo nada mejor que hacer – respondió.
Media hora después andaban paseando entre los numerosos puestos de Covent , él se sorprendía de los colores y variedades , era, quizás, la primera vez que se permitía interesarse por algo como las flores.
Preguntaba nombres  y Abigail le contestaba pacientemente y le explicaba todo lo que sabía, y cuando no sabía preguntaba a los vendedores que se entusiasmaban dándole información. Abigail tenía esa capacidad de saber escuchar lo que volvía entusiastas a todos, incluso a él.
La joven se detuvo encantada frente a un puesto con flores multicolores.
-Son prímulas, las favoritas de mi madre, estaban en el jardín de la casa donde vivíamos cuando era niña.- le contó ella.
-Cómprale algunas, entonces.
-No tenemos jardín ahora – musitó ella.
-Pero puedes ponerla en una maceta, seguro le gustará verlas. No parecen ocupar mucho espacio.
-¿Crees que le guste?- preguntó ella, pero era obvio que le agradaba la idea.
-Sí, elige alguna. Esa se ve muy bonita – dijo él señalando una de color violeta intenso.
-Entonces llevamos esa.- dijo la joven a la vendedora y Cole se apresuró a pagarla.
-Cole..
-Aunque se la des tú, me gustaría que sea un regalo de ambos- se explicó y ella sonrió agradecida por aquel gesto.
-Gracias- musitó tratando de no dejar ver cuánto la conmovía cada gesto de él.
-¿Cuáles son tus favoritas? – preguntó el hombre casi con un gruñido.
-Me gustan todas, pero supongo que los lirios.
-¿Por qué?
-También tiene que ver con mi infancia, los vi pintados en un juego de té y se veían tan elegantes y delicados que desde ese día los amé.
-¿Cómo fue tu niñez? – preguntó Cole y notó que era la primera vez que le preguntaba a ella sobre su historia, más allá de los detalles que Abigail había mencionado al azar.
-Fui feliz – respondió ella escuetamente y con una mirada extraña, como si contemplara ese pasado con una mezcla de nostalgia y anhelo. Antes había hablado de los buenos recuerdos, parecía ser que a diferencia de él, Abigail tenía muchos buenos recuerdos del pasado, quizás eso la convertía en quien era. Quizás de ahí provenía la calidez que lo conmovía tanto.
La miró de reojo  y deseó que todos aquellos recuerdos felices del pasado que no tenía, fueran compensados por momentos felices en un futuro compartido con aquella mujer.
Caminaron un trecho en silencio y de pronto la tomó de la mano y la llevó con él.


-¿Cole? – preguntó ella y él se detuvo frente a un puesto que vendía lirios. Se alejó un momento y habló con el vendedor encargando  muchas plantas. Y  luego de pagarle, cortó una flor de una de las plantas y se acercó a ella.
-Abigail Myrtle Owen…- dijo con seriedad y ella lo miró asombrada.
-¿Sí?- preguntó cautelosa.
-Tendré un jardín lleno de lirios, y tengo un piano que se encariñó contigo, sé mi novia – le dijo extendiéndole la flor.
-Sí – respondió ella  emocionada, aunque era algo que anhelaba con todo su ser, había temido que Cole jamás dijera esas palabras, que sus sentimientos por ella no fuesen lo suficientemente fuertes  como para dejar atrás sus deseos de casarse con alguien de la alta sociedad. Pero allí estaba, nervioso, diciendo aquellas palabras- Acepto, siempre que tú seas parte del trato, después de todo James Cole Bayley, eres lo que me interesa.- le dijo y se acercó para estrecharla contra él pero se detuvo, recordó que estaban en un mercado lleno de gente, así que sólo estrechó la mano de la joven con fuerza.
Al salir del mercado, desde lejos, un transeúnte se los quedó observando. Beatriz Owen clavó la mirada en su hija  y en el hombre de cuyo brazo iba agarrada la muchacha.la mujer no supo qué hacer, si revelar su presencia o seguir observándolos a distancia, optó por lo segundo. Y en su interior empezó a contar las horas para que Abigail regresara a casa y pudiera hablar con ella.

Aquella noche, tanto para Cole como para Aby fue como despertar de un sueño.
Cuando Cole volvió de dejar a la joven en su casa, encontró a Bart esperándolo. Lucía preocupado.
-¿Qué sucede?
-Vino la policía a buscarlo, han hecho diversas denuncias contra usted. Desde intento de asesinato hasta  estafa a un noble que asiste a sus salones de juego. Hablé con uno de los jefes y logré que nos diera hasta mañana para que se presente voluntariamente.
-Bart, no hice nada. Seguramente lo aclararemos mañana.
-Lo sé muy bien. Pero seguramente ese bastardo de Malone está detrás, sabía que no iba a quedarse quieto, y aunque resolvamos esto, va a ser molesto.- explicó el hombre y Cole aspiró una bocanada de aire con fuerza. Si debía ser sincero, todo aquello le daba mal agüero, lo hacía volver a sentirse a la defensiva.
Había hecho frente a tantos malos momentos que ya no temía, pero sí se sentía inquieto.
Abigail entró feliz a su casa, cobijando en sus manos la prímula que traía de regalo para su madre, pero la mujer estaba sentada y la miró adustamente.
-Madre, ¿sucede algo? – preguntó preocupada pensando en su padre y temiendo que algo malo le hubiese sucedido.
-Abigail Myrtle Owen, ¿quién era el hombre que estaba contigo en el mercado? ¿Y qué sucede entre ustedes?
-Oh, madre – dijo ella y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro al pensar en Cole- Es el mejor hombre del mundo y estoy enamorada – dijo y se acercó para sentarse al lado de su mamá y contarle sobre Cole. Le contó de  los gatos Trueno y Llovizna, le contó de la prímula que le había enviado como regalo, le habló del triste pasado de él y de su gran corazón, aunque intentara disimularlo. La expresión de la joven se iluminaba a medida que hablaba y la de su madre se volvía más reservada.
Y todas las palabras de Aby se vieron ensombrecidas al día siguiente, cuando un par de periódicos de Londres publicaron nefasta información sobre Cole, haciendo eco de las acusaciones de Malone y de las recientes denuncias.


Aquella mañana cuando Abigail  llegó a trabajar pudo percibir la tensión en el aire pero no supo las causas , Antoniette la llevó consigo a la cocina y le contó lo que había pasado.
Mientras tanto, Cole acompañado por sus abogados, los más reputados de la ciudad, se presentó para las investigaciones y  también trató de frenar  las publicaciones de la prensa. Y aunque siempre había alguien dispuesto a ensuciar a las personas a cambio de dinero, también  el dinero podía poner a la prensa de su lado.
Sin embargo, tal como le había advertido Bart, no era algo que se solucionara inmediatamente, después de su declaración lo dejaron regresar a su casa, pero  quedó bajo investigación hasta que se aclararan todos los cargos.
Al llegar, se lo veía agotado y sombrío. Abigail corrió hacia él, al verlo entrar, tomándolo por sorpresa.
-¿Estás bien? – preguntó ella
-Sí, pajarillo. He pasado cosas peores, no te preocupes.
-Ven a comer algo.
-Voy a cambiarme primero, y no tengo mucha hambre.
- Cámbiate y vuelve a comer, por favor. Antoniette  preparó unos deliciosos sándwiches de pavo.
-De acuerdo, comeré – respondió pero no logró sonreír, porque aquella preocupación de Abigail le dolía, no quería que  nada de su enredada vida la tocara. Lo que había planeado para acercarse a ella,  sus deseos de darle buenos momentos se estaban desmoronando a su alrededor.
Un rato después, miró  repetidamente los platos que tenía frente a sí y luego a Aby que estaba apoyada frente suyo con los codos sobre la mesa
-¿Esto es un sándwich? – preguntó alzando una ceja. Delante tenía un par de sándwiches inmensos,  papas asadas, una sopa cremosa y  porciones de pastel.
-Necesitas estar fuerte, ahora come- dijo ella y  esta vez la sonrisa de Cole fue cálida, era alentador que aquella  muchacha lo instará a alimentarse  y lo mirara fijamente, casi como si fuera a regañarlo si no obedecía. Era cierto que Bart y Antoniette cuidaban de él, pero no de aquella forma, nadie lo había cuidado de esa manera.
- De acuerdo, pero comerás conmigo. Antoniette por favor, alcánzanos platos para Abigail.
-¿No deberías preguntarme primero?-  lo sancionó ella.
-No, probablemente dirás que ya comiste o comerás en tu casa, pero hoy quiero cenar contigo, y seamos sinceros pajarillo, un poco de comida extra no te vendrá mal – dijo dedicándole una mirada evaluativa que obviamente la indignó.
-¡Cole Bayley! – protestó y Cole rió.
-Cena conmigo, Abigail, por favor – dijo y esta vez con seriedad, de verdad quería que lo acompañara. Era físicamente muy pequeña, pero su presencia parecía extenderse como un manto alrededor de él y calmar sus demonios. Todo iba a solucionarse, todo iba a estar bien, porque él deseaba merecerla y jamás había deseado algo tanto.



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