Aquella noche, Cole
demoró en dormirse, en su mente se mezclaban las imágenes de la obra teatral,
sus planes con Abigail y la sombra que su pasado proyectaba sobre su futuro.
Finalmente pudo
ordenar sus ideas, tendría cautela pero sin dejarse amedrentar, porque su
prioridad era pasar más tiempo con Abigail y fortalecer su vínculo con ella.
Luego debería presentarse formalmente con su madre y hablarle de sus
intenciones, que por cierto eran casarse con aquel pajarillo.
Cuando esa idea se
asentó en su mente y pudo aceptarla como su próxima meta en la vida, durmió
tranquilo.
La nueva semana
empezó marcada por los planes de Cole, que básicamente consistían en hacer
feliz a Abigail.
-¿Qué vaya dónde? –
preguntó la muchacha a Antoniette que le hacía un encargo.
-Al mercado de
flores- repitió la francesa y el dueño de casa se asomó a la cocina.
-Y yo voy contigo.
-¿Por qué?-
preguntó ella tan sorprendida que él no supo si ofenderse o si reír.
-Porque vamos a
elegir algunas plantas para renovar los jardines y sería bueno que yo opinara
sobre mis propios jardines.
-¿Quieres ir a ver
flores? – preguntó ella incrédula y él
rió abiertamente.
-Sí, quiero. Es un
día agradable y no tengo nada mejor que hacer – respondió.
Media hora después
andaban paseando entre los numerosos puestos de Covent , él se sorprendía de
los colores y variedades , era, quizás, la primera vez que se permitía
interesarse por algo como las flores.
Preguntaba
nombres y Abigail le contestaba
pacientemente y le explicaba todo lo que sabía, y cuando no sabía preguntaba a
los vendedores que se entusiasmaban dándole información. Abigail tenía esa
capacidad de saber escuchar lo que volvía entusiastas a todos, incluso a él.
La joven se detuvo
encantada frente a un puesto con flores multicolores.
-Son prímulas, las
favoritas de mi madre, estaban en el jardín de la casa donde vivíamos cuando
era niña.- le contó ella.
-Cómprale algunas,
entonces.
-No tenemos jardín
ahora – musitó ella.
-Pero puedes
ponerla en una maceta, seguro le gustará verlas. No parecen ocupar mucho
espacio.
-¿Crees que le
guste?- preguntó ella, pero era obvio que le agradaba la idea.
-Sí, elige alguna.
Esa se ve muy bonita – dijo él señalando una de color violeta intenso.
-Entonces llevamos
esa.- dijo la joven a la vendedora y Cole se apresuró a pagarla.
-Cole..
-Aunque se la des
tú, me gustaría que sea un regalo de ambos- se explicó y ella sonrió agradecida
por aquel gesto.
-Gracias- musitó
tratando de no dejar ver cuánto la conmovía cada gesto de él.
-¿Cuáles son tus
favoritas? – preguntó el hombre casi con un gruñido.
-Me gustan todas,
pero supongo que los lirios.
-¿Por qué?
-También tiene que
ver con mi infancia, los vi pintados en un juego de té y se veían tan elegantes
y delicados que desde ese día los amé.
-¿Cómo fue tu
niñez? – preguntó Cole y notó que era la primera vez que le preguntaba a ella
sobre su historia, más allá de los detalles que Abigail había mencionado al
azar.
-Fui feliz –
respondió ella escuetamente y con una mirada extraña, como si contemplara ese
pasado con una mezcla de nostalgia y anhelo. Antes había hablado de los buenos
recuerdos, parecía ser que a diferencia de él, Abigail tenía muchos buenos
recuerdos del pasado, quizás eso la convertía en quien era. Quizás de ahí
provenía la calidez que lo conmovía tanto.
La miró de reojo y deseó que todos aquellos recuerdos felices
del pasado que no tenía, fueran compensados por momentos felices en un futuro
compartido con aquella mujer.
Caminaron un trecho
en silencio y de pronto la tomó de la mano y la llevó con él.
-¿Cole? – preguntó
ella y él se detuvo frente a un puesto que vendía lirios. Se alejó un momento y
habló con el vendedor encargando muchas
plantas. Y luego de pagarle, cortó una
flor de una de las plantas y se acercó a ella.
-Abigail Myrtle
Owen…- dijo con seriedad y ella lo miró asombrada.
-¿Sí?- preguntó
cautelosa.
-Tendré un jardín
lleno de lirios, y tengo un piano que se encariñó contigo, sé mi novia – le
dijo extendiéndole la flor.
-Sí – respondió
ella emocionada, aunque era algo que
anhelaba con todo su ser, había temido que Cole jamás dijera esas palabras, que
sus sentimientos por ella no fuesen lo suficientemente fuertes como para dejar atrás sus deseos de casarse
con alguien de la alta sociedad. Pero allí estaba, nervioso, diciendo aquellas
palabras- Acepto, siempre que tú seas parte del trato, después de todo James
Cole Bayley, eres lo que me interesa.- le dijo y se acercó para estrecharla
contra él pero se detuvo, recordó que estaban en un mercado lleno de gente, así
que sólo estrechó la mano de la joven con fuerza.
Al salir del
mercado, desde lejos, un transeúnte se los quedó observando. Beatriz Owen clavó
la mirada en su hija y en el hombre de
cuyo brazo iba agarrada la muchacha.la mujer no supo qué hacer, si revelar su
presencia o seguir observándolos a distancia, optó por lo segundo. Y en su
interior empezó a contar las horas para que Abigail regresara a casa y pudiera
hablar con ella.
Aquella noche,
tanto para Cole como para Aby fue como despertar de un sueño.
Cuando Cole volvió
de dejar a la joven en su casa, encontró a Bart esperándolo. Lucía preocupado.
-¿Qué sucede?
-Vino la policía a
buscarlo, han hecho diversas denuncias contra usted. Desde intento de asesinato
hasta estafa a un noble que asiste a sus
salones de juego. Hablé con uno de los jefes y logré que nos diera hasta mañana
para que se presente voluntariamente.
-Bart, no hice
nada. Seguramente lo aclararemos mañana.
-Lo sé muy bien.
Pero seguramente ese bastardo de Malone está detrás, sabía que no iba a
quedarse quieto, y aunque resolvamos esto, va a ser molesto.- explicó el hombre
y Cole aspiró una bocanada de aire con fuerza. Si debía ser sincero, todo
aquello le daba mal agüero, lo hacía volver a sentirse a la defensiva.
Había hecho frente
a tantos malos momentos que ya no temía, pero sí se sentía inquieto.
Abigail entró feliz
a su casa, cobijando en sus manos la prímula que traía de regalo para su madre,
pero la mujer estaba sentada y la miró adustamente.
-Madre, ¿sucede
algo? – preguntó preocupada pensando en su padre y temiendo que algo malo le
hubiese sucedido.
-Abigail Myrtle
Owen, ¿quién era el hombre que estaba contigo en el mercado? ¿Y qué sucede
entre ustedes?
-Oh, madre – dijo
ella y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro al pensar en Cole- Es el mejor
hombre del mundo y estoy enamorada – dijo y se acercó para sentarse al lado de
su mamá y contarle sobre Cole. Le contó de
los gatos Trueno y Llovizna, le contó de la prímula que le había enviado
como regalo, le habló del triste pasado de él y de su gran corazón, aunque
intentara disimularlo. La expresión de la joven se iluminaba a medida que
hablaba y la de su madre se volvía más reservada.
Y todas las
palabras de Aby se vieron ensombrecidas al día siguiente, cuando un par de
periódicos de Londres publicaron nefasta información sobre Cole, haciendo eco
de las acusaciones de Malone y de las recientes denuncias.
Aquella mañana
cuando Abigail llegó a trabajar pudo
percibir la tensión en el aire pero no supo las causas , Antoniette la llevó
consigo a la cocina y le contó lo que había pasado.
Mientras tanto,
Cole acompañado por sus abogados, los más reputados de la ciudad, se presentó
para las investigaciones y también trató
de frenar las publicaciones de la
prensa. Y aunque siempre había alguien dispuesto a ensuciar a las personas a cambio
de dinero, también el dinero podía poner
a la prensa de su lado.
Sin embargo, tal
como le había advertido Bart, no era algo que se solucionara inmediatamente,
después de su declaración lo dejaron regresar a su casa, pero quedó bajo investigación hasta que se
aclararan todos los cargos.
Al llegar, se lo
veía agotado y sombrío. Abigail corrió hacia él, al verlo entrar, tomándolo por
sorpresa.
-¿Estás bien? –
preguntó ella
-Sí, pajarillo. He
pasado cosas peores, no te preocupes.
-Ven a comer algo.
-Voy a cambiarme
primero, y no tengo mucha hambre.
- Cámbiate y vuelve
a comer, por favor. Antoniette preparó
unos deliciosos sándwiches de pavo.
-De acuerdo, comeré
– respondió pero no logró sonreír, porque aquella preocupación de Abigail le
dolía, no quería que nada de su enredada
vida la tocara. Lo que había planeado para acercarse a ella, sus deseos de darle buenos momentos se
estaban desmoronando a su alrededor.
Un rato después,
miró repetidamente los platos que tenía
frente a sí y luego a Aby que estaba apoyada frente suyo con los codos sobre la
mesa
-¿Esto es un
sándwich? – preguntó alzando una ceja. Delante tenía un par de sándwiches
inmensos, papas asadas, una sopa cremosa
y porciones de pastel.
-Necesitas estar
fuerte, ahora come- dijo ella y esta vez
la sonrisa de Cole fue cálida, era alentador que aquella muchacha lo instará a alimentarse y lo mirara fijamente, casi como si fuera a
regañarlo si no obedecía. Era cierto que Bart y Antoniette cuidaban de él, pero
no de aquella forma, nadie lo había cuidado de esa manera.
- De acuerdo, pero
comerás conmigo. Antoniette por favor, alcánzanos platos para Abigail.
-¿No deberías
preguntarme primero?- lo sancionó ella.
-No, probablemente
dirás que ya comiste o comerás en tu casa, pero hoy quiero cenar contigo, y
seamos sinceros pajarillo, un poco de comida extra no te vendrá mal – dijo
dedicándole una mirada evaluativa que obviamente la indignó.
-¡Cole Bayley! –
protestó y Cole rió.
-Cena conmigo,
Abigail, por favor – dijo y esta vez con seriedad, de verdad quería que lo
acompañara. Era físicamente muy pequeña, pero su presencia parecía extenderse
como un manto alrededor de él y calmar sus demonios. Todo iba a solucionarse,
todo iba a estar bien, porque él deseaba merecerla y jamás había deseado algo
tanto.
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