martes, 26 de julio de 2016

Aprendiendo a Seducir EPILOGO PARTE VIII

A decir verdad, cuando abrió la puerta enorme de su granero y entró solo en compañía de su prima, que se dio cuenta de lo bien que habían captado el mensaje los peones captores de Alex. Se hallaba todo perfecto y precioso…

Alucinaba y su prima Elisabeth también, por su mirada asombrada.
Tenían al chico en uno de los postes del medio, sentado en una silla plegable de madera, con dos más a cada lado. Se hallaba atado con una cuerda alrededor de su pecho, como se solía atar a un perro guía con libertad de casi tres metros. Además, de tener también sus manos atadas con cuerdas suaves por las muñecas y con una separación de treinta centímetros… Si quería, tenía holgura para moverse…

Pero se hallaba sentado de forma enfurruñada en la silla, debajo de todo un precioso alumbrado de cables y bombillas de diferentes tamaños, atadas por el techo y por las columnas. Digno de una noche de baile de verano.

Sí, todas iban a estar cómodas en el lugar, además de poder sentarse en las más de treinta sillas que habían dispuestas delante del joven, sin dejar de contar los fardos de paja que habían por ahí discretos.

El ruido de la enorme puerta al volver abrirse, hizo que se voltearan para ver como los peones, traían los dos tanques de nevera que empleaban en las barbacoas, repletos de frescas bebidas.

Sí, en cuanto llegaran los otros dos chicos… Su despedida de soltera daba comienzo.

-Creo que mi juego, no tiene ni punto de comparación con lo que estas preparando aquí –Habló Alex, empleando cierto tono tosco-. Ojo con la represalia que pueda acarrearte.

Silvia, se volteó con Elisabeth a escucharlo, pero quien respondió con gran socarronería, fue uno de los peones que había traído el tanque frigorífico.

-Chaval –Soltó riéndose-. Creo que cuando acabe ésta noche, se te quitaran las ganas de devolverle su propia venganza –Meneó la cabeza con sonrisa torcida-. Con decirte, que vamos a quedarnos aquí, para divertirnos un rato.

Alex, juntó las cejas y alzó sus dos manos con el dedo corazón estirado hacia el hombre, para después volver a prestarle atención a las dos mujeres.

-Tú misma –Se alzó de hombros-. Que luego no te carcoma la culpabilidad, por hacerle eso a un miembro de tú familia.

-¡Que va! –Se rió ella-. Puedes estar tranquilo, pues solo debes mirarlo, como el ritual de bienvenida a mí propia unidad familiar –Soltó con un guiño de ojos, para darse la vuelta al oír como daban varios golpes a la puerta-. Veamos, si han llegado los acompañantes de Alex, sino, se tratará de calmar a la marabunta –Informó caminando a la salida, pero a casi dos metros de llegar a la puerta sus pies se clavaron en seco en el suelo arenoso del lugar, cuando sus ojos vieron entrar a dos agentes de policía.
Por un momento, se miraron petrificadas hallando en el lugar al chico atado y semi-desnudo, claramente en contra de su voluntad.

-Dime que los has contratado tú –Siseó acojonada Silvia a su prima, pero apto para los oídos de Alex.

-Ni de coña –Respondió entre dientes con la espalda tensa-. Pedí a cuatro vaqueros, con el torso desnudo, para que éste listo, no se sintiera como el grupo de Village People…

-Pues, creo que tenemos un problema –Su voz temblaba nerviosa, mientras éstos iban hacia ellas con las manos en sus cinturones y revisando, todo el lugar con ojo de halcón.

-¿Crees que haya podido ser tú madre? –Soltó incrédula.

-Es posible… -Se encogió de hombros-. ¿Srs. agentes, en qué podemos ayudarles?

- ¡A dejarme en libertad listillas! –Rió en éxtasis el hombre-. ¡Srs. Agentes! –Los llamó a pleno pulmón y eufórico-. Me tienen en mi contra, para no sé qué ritual…

Tanto Sabrina como Elisabeth, soltaron un profundo suspiro. Por saber, que empezaba un pequeño desastre.

-Ahí va, mi mal ejemplo a mis gemelos –Se quejó por lo bajo Elisabeth-. Mi marido me mata.

-Y yo mataré a mi madre, como haya sido ella –Gruñó por lo bajo Sabrina, en espera de que éstos dijeran algo.

-Buenas noches –saludó el agente con más mando-, la dueña o dueño, por favor –Demandó con tono calmado, tras haber mirado un instante al maniatado de Alex.

-Yo misma –Pronunció con la boca seca, y sintiéndose peor que si te llevaban al despacho del director.

-Verá –Empezó hablar con tono serio y calmado-, no solemos acudir a los avisos de ésta zona, pero hoy su comisaría tuvo que acudir a un jaleo, en donde se chocaron dos camiones con conductores ilesos, pero el ganado de los dos se desperdigó.

-¡HO, vaya! –Soltaron las dos a la vez con tono harmonioso.

-¿Necesitan ayuda? –Saltó veloz Silvia-. Puedo hacerles llegar a mis hombres con caballo…

-¡Me apunto! –Vociferó Alex-. ¡A qué esperan señores! –soltó algo exasperado.

Elisabeth, se giró a fulminarlo con la mirada. Pero éste sonrió con chulería y volvió alzar su dedo de forma insultante.

-Muchas gracias –Sonrió el agente con amabilidad-, pero creo que ya se ofreció gente suficiente…

-¡Oh, que maravilla! –Sonrió Silvia-. Aquí somos como una gran comunidad, rápido estamos para echar una mano…

Alex volvió a cortar sus palabras.

-Eso quiero hacerle a tu prima en su lindo cuello… -Rió con un guiño-. Echarle la mano.

-Capullo –siseó la mujer, recibiendo un codazo en las costillas por parte de Silvia-. ¡Pero si es que es verdad! –Se quejó sin poder comportarse más-. Srs. agentes, esto parece una cosa, pero en verdad no lo es.

-¡Y un cuerno! –Ladró Alex-. En mi ciudad, se cataloga como Secuestro.

-Un segundo por favor –Volvió hablar el agente, alzando las palmas para infundir calma-. Nosotros acudimos por la queja de un vecino, de que había un enorme tráfico de coches con música alta… Éste, temía que fueran a montar una fiesta en algún pasto de alguna propiedad, como una especie de macro-fiesta sin permiso…

-Oh –soltó en un gemido Silvia.

-Pero se han topado con un secuestro –Acabó de decir Alex-. Vas a tener que besarme el culo Elisabeth, para que no te pongan las esposas –Soltó con una gran risotada.

-Cierto que me  gustaría saber a qué se debe tener atado a ése hombre –Confesó con una media sonrisa, y llevando su mano cerca de su pistola, que descansaba en su cinturón marrón chocolate-. Quien no para de proclamar libertad.

-¡Jodete Elisabeth! –Volvió a reír-. Te dije que mi trasero es peludo….

-Dilo, antes de que lo mate y me acusen de asesinato en primer grado –Declaró Elisabeth con tono amenazante.

-A nada tan rebuscado a cómo pueda llegar a imaginar su mente –Intentó indicar con tono claro-. No se trata de un secuestro de ésos…

-Pero entonces, me está afirmando que es un secuestro.

-Sí, pero…

-¡No, no señor agente! –Saltó enérgica Elisabeth, con cierto tono exasperante-. Mi prima, no se ha sabido explicar de forma adecuada –intervino con sonrisa nerviosa y ceño fruncido seguidamente-. Y no logro entenderlo, siendo quien carajo es… -Masculló entre dientes-. Creo que la falta de cierta descarga física de adrenalina, la está dejando atolondrada.

-¡Oye! –Protestó Silvia ofendida-. Es solo que no me habéis dejado acabar de explicar esto –Protestó con cierto enfurruñamiento, mientras embarcaba el espacio envolvente con sus brazos.

-Pues aclárenos ya la situación –soltó comenzando hallarse impaciente y confuso.

-Bien –Asintió con un gesto afirmativo de cabeza-. Se halla ahí maniatado y semi-desnudo, porque ofrecí cierta recompensa compensatoria a quien me lo capturara y…

-Kevin –Habló con tono enérgico el agente-, desata al joven –Ordenó, mientras extraía sus esposas del lateral derecho de su cinturón y miraba, a una Silvia confusa por su actuación-. Sus manos tras la espalda.

-¡Qué! –Soltó confusa y observando como su prima, se llevaba dos dedos al puente de la nariz y hacía un gesto negativo de cabeza-. Un momento, no me dejó terminar…

-Creo que ya escuché más que suficiente y viendo lo que hay aquí –Soltó tosco-. Quiero sus manos tras la espalda.

Silvia, se quedaba paralizada mientras el agente le sujetaba con poca delicadeza, para amarrarla por las muñecas con las frías esposas.

No salía de su estupor, que estuviera ocurriéndole algo como aquello.

¡Era cosa impensable! Se suponía que en un rato, debía acudir al encuentro con Donovan en su dormitorio.

Alguien debía estar robándole su suerte. No se explicaba los embrollos que tenía últimamente.

Cuando notaba el frío metal, abrazarle las muñecas, es cuando tenía a un Alex, bailando la danza de la victoria enfrente suyo. Mientras el tal Kevin, se acercaba hacer lo propio con sus esposas a una resignada Elisabeth, con deseos asesinos en la mirada hacia el bailarín culpable.

-Eres hombre muerto –siseó Elisabeth-, cuando se entere mi marido de todo.

Alex, solo supo giñarle un ojo comenzando a caminar hacia la salida, y diciendo adiós con su mano.

-¡Vigo, ya estas soltando a mi hija si no quiere que lo nuestro termine! –Exclamó en una orden Margaret, mirando al agente de policía con más mando.

-¡Margaret! –Dio un brinco en el sitio sorprendido-. ¿Es tú hija?

-Sí –Asintió con la cabeza-. Estas cometiendo un gran error –Caminó hacia ellos-. Se trata de una despedida de soltera de mi hija –Buscó con la mirada a Alex, quien se hallaba quieto y mostrando cierta desconfianza-. Él, se buscó convertirse en parte del espectáculo, mascota de la noche y pasando a ser, parte de un sorteo benéfico. En donde la premiada, lo tendrá por un día entero –Dijo con gran convicción-. Es solo, que él no supo aceptar el perder.

Un minuto de silencio, donde Kevin esperaba ordenes. Margaret miraba a su agente y Silvia, miraba a su madre con el ceño fruncido. Mientras que Alex, entrecerraba la mirada a la sonrisa pícara de Elisabeth… Y Vigo, meditaba mirando al suelo.

-Kevin, devuelve al joven tal como estaba –Dijo, abriéndole las esposas a Silvia, pero dejándoselas aún puestas en sus muñecas, para ir a reprender a Margaret-. Estas cosas se avisan, mujer –soltó un profundo suspiro.

-¡Me niego a ser un títere! –Soltó Alex, cuando Kevin se le acercaba con las esposas en la mano, causando que éste arrancara a correr hacia la puerta, pero deteniendo sus pasos una vez que olió la noche de verano que hacia-. Pero qué cojones… -Pronunció asombrado ante la marabunta de mujeres que había afuera, antes de que el joven agente, lo tumbara con un fuerte placaje y lo amarrara de las muñecas con las esposas.

Dos minutos después, Alex volvía a entrar todo lleno de polvo y el pelo revuelto, dejando que Kevin lo anudara casi como al principio.

-En éste pueblo no andáis muy bien de cordura –Masculló con cierto resoplo, observando como Elisabeth se le acercaba toda sonriente-. ¡Mi consejo, es que te muerdas la lengua, pequeña víbora! –Soltó ofuscado y mirada llena de reproche.

-Oh, pobrecito –Soltó con tono de burla-. El poderoso Alex, se siente enfadado…

-¡Silvia, llévatela porque no me hago responsable, cuando me soltéis! –Exclamó con los nervios revolucionados.

-Por qué eres así conmigo –Siguió con tono de puchero-, con lo mucho que te quiero –Dijo lo último con cierto tono de confabulador.

-Seguro que me ponen al lado una enorme serpiente y a ti una pala en la mano, y soy yo el que acaba apaleado –Señalizó con sarcasmo.

Elisabeth solo supo echarse a reír de forma escandalizada.

-Mira que me haces pasar buenos momentos tontín –Confesó con mirada alegre-. Cuando el sol vuelva aparecer en el horizonte –empezó hablarle casi en un susurro, tras dar dos pasos y acercarse a su oído-, pensaras todo lo contrario de Silvia y de mí –Confesó sincera y risueña, para alzarse y darle un beso en el aire con la mano, dejando al hombre un tanto confuso-. ¡Hace falta agua, esta otra vez muy sucio!

-Al abrevadero otra vez no, por dios –Suplicó alzando los ojos al techo del granero.

Pero Silvia, se hallaba muy lejos de hacerle caso a los gritos de Alex.Ésta, aún se hallaba quieta en el mismo lugar con la mirada clavada en su madre.

-Os recuerdo que no estoy sorda –Dijo con cierto tono tosco, dirigiéndose también al agente Vigo-. Ciega, parece que sí –Rebufó cruzándose de brazos-. Pero sorda, ya os recalco que no –Dijo alzando una ceja en espera de una explicación.

-En verdad, hasta hace unos minutos –Comenzó la mujer su explicación con cierta voz nerviosa-. Era nuestro secreto –Soltó un profundo suspiro-. Aún, no teníamos pensado decir nada…

-Eso quiere decir, que estáis entonces juntos –Afirmó Silvia, mostrando una leve sonrisa.

-Supongo –Confesó mordiéndose el labio Margaret.

-¿Cómo qué supones? –Reprochó la chica.

-¡Eso! –Soltó divertido el agente Vigo.

-¡Hay hija! –Soltó algo alterada -, no creo que sea el momento de hablar, con toda la gente que hay esperando por entrar.

-¿Qué ocurre ahora? –Preguntó Elisabeth, apareciendo con sonrisa en el rostro y captando solo lo último dicho por Margaret.

-Aquí mi madre –Empezó a chivarse con tono risueño, aunque su madre le dedicara una mirada asesina-. Que por lo visto ha estado descargando su adrenalina acumulada en los últimos días o meses –Alzó una ceja riendo-. A base de buenos polvos con el agente Vigo –Rió-. Mientras su hija solo mordía el polvo del rancho. Ahora comprendo algunas cosas.

-Pero que calladito te lo tenías tía Margaret –Rió también la joven.

-¡Por favor! –Volteó los ojos con las mejillas sonrojadas-. Vigo, será mejor que vuelvas a…

-No seas borde mamá con los invitados en nuestra casa –Rió Silvia, impidiendo que el hombre se marchara, sabiendo que aquello exasperaría un poco más  a la mujer-. Le apetece tomar algo fresquito, para ésta alocada y acalorada noche… Total, creo que ya tenemos cierta confianza... –Rió divertida-. Se acuesta con mi madre, a mí me ha esposado y creo, que acabará por desposar a mi madre –Dijo, logrando que el hombre riera junto con su prima, al tiempo que su madre agarraba al agente por el brazo y lo sacaba a empujones de allí.

Tanto Silvia y Elisabeth, seguían riéndose mientras su madre se llevaba arrastras al buen hombre.

-Bueno –Soltó un suspiro Silvia-. Creo que por fin podré ser la anfitriona de la noche, dando lugar al comienzo de la fiesta, ya que todo vuelve a estar como se planeó.

-¡OH! –Exclamó su prima mirando sus manos y rompiendo a reír-. Fíjate si estaba nervios a tu madre, que se lo ha llevado sin que el hombre pudiera llevarse las esposas.

-Lo sé –Le guiñó un ojo con aire picarón.

-Vaya, vaya… -Siseó por lo bajo-. Veo que tienes planes para ésas esposas…


-Míralo, como si estuviera realizando un estudio de campo para mi novela –Soltó traviesa, caminando hacia la puerta y guardando las esposas, en su bolsillo derecho trasero. 

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