jueves, 2 de junio de 2016

La redención 11°




Cole acarició el cabello corto de la joven, ciertamente era rubia, no era la  princesa de la alta sociedad que llevaba años persiguiendo, pero no recordaba que Victoria, o ninguna otra, lo hubiera hecho sentirse así.
Y eso lo ponía frente a un dilema, frunció el ceño.
-Cole…- lo llamó Abigail algo cohibida.
-Es tarde, mejor regresas a tu casa , pajarillo – le dijo y ella bajó la mirada.
-Está bien.
-Que Eugene te lleve – dijo él con suavidad.
-No es necesario, señor, puedo regresar sola.
-No preguntaba, pajarillo. Y sigue llamándome por mi nombre – dijo él y ella elevó la mirada sin saber qué encontraría. El ceño fruncido había desaparecido y la mirada masculina era suave.
-Sí-  respondió ella sin saber muy bien a qué se refería aquella afirmación. Desde el beso, había perdido su capacidad de razonar
Cole la tomó de la mano y la sacó de su estudio.
-¡Bart! – llamó y el hombre apareció inmediatamente, también se había limpiado y cambiado de ropa.
-Dígame.
-Que Eugene la lleve a su casa.- ordenó sin notar que aún la sostenía de la mano, cuando Bart  bajó la mirada, Cole la soltó.
-De inmediato, señor – asintió y Aby lo siguió alejándose.


Cole Bayley había buscado un tipo de mujer determinado y se había establecido esa meta en su vida, en su vida adulta se había acostumbrado a tener lo que quería, a cobrarse todo lo que le había sido negado en sus primeros años. Pero ahora estaba confundido, porque lo que quería era a Abigail Myrtle Owen, aunque no sabía qué papel darle en su vida. No era la esposa que buscaba, no podía imaginarla como novia o prometida, mucho menos  como amante. Era una joven totalmente inocente y no pensaba hacer nada que la dañara.
Parecía que Bart había seguido el mismo rumbo de pensamientos, pues se presentó en su habitación para interpelarlo.
-¿Qué piensa hacer con ella? Sabe bien que no es alguien con quien pueda jugar – le dijo casi reprendiéndolo y Cole  imaginó que su amigo se sentía responsable por la muchacha ya que él la había contratado.
-Lo sé, Bart. Sé qué no es alguien con quien pueda jugar y no es mi intención hacerlo.
-¿Entonces, Cole, qué harás? – le preguntó y él lo miró sorprendido. Hacía años que Bart no lo llamaba por su nombre, desde su vida en las calles. Cuando se habían reencontrado y había aceptado quedarse a su lado, había empezado a tratarlo formalmente, como si quisiera ser parte de aquella charada en la que Cole Bayley era verdaderamente un gran señor y no un advenedizo. Pero ahora, por Abigail, volvían a dejar las distancias de lado.
-No lo sé Bart, no sé qué haré. No lo tengo en claro, pero mi única certeza es que quiero tenerla cerca por ahora.
-¿Y después? ¿Vas a dejarla ir?- preguntó mirándolo fijamente y él devolvió la mirada , aquella pregunta se la hacía también. Quería tener cerca a Abigail, pero no estaba seguro de poder dejarla ir luego, tampoco sabía si iba a poder darle un lugar en su vida, sin embargo la necesitaba. El beso había sido como una revelación, un sentimiento posesivo y de anhelo se había instalado en su interior.

Cuando Abigail llegó a su casa aún se sentía abrumada, Cole Bayley la había besado, y era el primer hombre en besarla. Además no había sido nada parecido al incidente anterior, había sido cálido, delicado y seductor, como si ella le importara. Aún lo sentía, aún sentía a Cole como si con ese beso se hubiera impreso en su alma.
Rememoró las sensaciones que la habían invadido y se sonrojó avergonzada, era inapropiado regodearse tanto en un beso, más si había sido robado.
-¿Abigail?- la llamó su madre y por la mirada de la mujer se dio cuenta que n   era la primera vez que la llamaba, parecía que estaba tan absorta que no la había escuchado.
-Sí, madre.
-¿Estás bien? – preguntó observándola más detenidamente.
-Sí, estoy bien.
-¿Acaso estás afiebrada? – preguntó y se acercó a poner una mano en su frente lo que hizo que el sonrojo aumentara más.
-No, no, debe ser el cansancio.
-Volviste a quedarte hasta muy tarde, ¿te trajo el coche nuevamente?
-Sí – contestó monosilábicamente, temía que si hablaba su madre descubriría lo que había sucedido.
-Descansa entonces – dijo la mujer y ella asintió, luego besó a su madre y se retiró a dormir, era la única forma en que podría sofocar sus emociones.
Beatriz Owen observó a su hija marcharse y se le escapó un suspiro, algo estaba sucediendo y  la preocupaba.

Abigail había estado ansiosa al ir a trabajar, no sabía que esperar, pero sin dudas no había sido tener instalado a Cole desayunando en la cocina.
Allí estaba , con una taza de chocolate caliente y galletas en lugar de su desayuno habitual, y bebiendo muy lentamente mientras acariciaba a Llovizna que se había adormilado en su regazo.
-¿No está apurado por trabajar hoy? -  Antoniette suspicazmente.
-Siempre has insistido en que desayune tranquilo, eso estoy haciendo- dijo él pero su mirada seguía cada movimiento de Abigail atentamente.
-Abigail, ¿puedes ir a recoger la ropa de cama?- preguntó la mujer y la chica asintió y se retiró inmediatamente. Cole frunció el ceño y miró mal a la francesa. Ella se le puso delante con los brazos en la cintura.
-No, eso que está pensando, no lo haga.
-¿Qué rayos estás hablando?
- Esa niña ha derramado demasiadas lágrimas, basta ver sus manos, o darse cuenta de que calla más de lo que cuenta. Así que si va a hacerla sufrir, olvídese.
-No quiero hacerla sufrir, Antoniette.
-¿Sabe que no es como esas jóvenes herederas, verdad?
-Lo sé.
-Ella es mucho mejor que todas esas niñas malcriadas, si lo sabe me parece bien, pero si no es así, no juegue con ella. Estoy más que segura que no le faltarán mujeres.
-No es un juego – dijo él sin saber muy bien como había terminado rindiendo cuentas frente a Antoniette, la pequeña Abigail se las había arreglado para meterse a todos en su bolsillo, y él entendía el por qué.
-Eso me parece mucho mejor – dijo la mujer y le sonrió levemente antes de darle un par más de galletas.
Aquella mañana , Cole se las arregló para rondar todo el día cerca de Aby.
Almorzó en la cocina,  la ayudó a mover un sofá para que ella barriera debajo.
-Debería contratar a alguien para esto, es pesado mover muebles – comentó y la joven lo miró divertida.
-Es mi trabajo hacer esto, ¿recuerda? ¿Es que piensa despedirme? – le preguntó. Había pensado hablar con él sobre el beso, pero si era inadecuado besarse con su patrón, mucho más inadecuado era estar hablando sobre ello. No estaba segura de cómo proceder, así que sólo esperaría, y estaría tan cerca de él como fuera posible. Quizás si Cole la veía, la veía de verdad, pudiese estar a su lado. Porque desde que la había besado, Abigail tenía la certeza de que su lugar era junto a aquel hombre.
-No, no pienso despedirte – respondió confuso. Usualmente era seguro, iba hacia adelante, tomaba lo que quería, pero ahora estaba pisando terreno desconocido, mucho más que la primera vez en su vida que había pisado un salón de la alta sociedad.
-Entonces, déjeme hacer mi trabajo – dijo ella y Cole se apartó. A regañadientes, se fue a su  despacho a trabajar y cuando al atardecer la joven entró para limpiar, se quedaron mirándose, conectados por el recuerdo del beso que había sucedido allí. Al notar la incomodidad de Abigail, Cole intentó aligerar el ambiente.
-¿Qué te parece si en lugar de limpiar aquí, tomas un libro y vuelves a leernos? – sugirió y la joven aceptó entusiasmada.
-Elige algo, iré a buscar a los demás y te esperamos en la cocina – propuso retirándose para darle tranquilidad.
Aby husmeó a su antojo entre las altas estanterías y sonrió al encontrar una obra clásica que amaba, tomó entre sus manos “Sueño de una noche de verano” y se dirigió hacia el cálido recinto donde la esperaba su reducido público, que incluía cuatro personas y dos gatos.
Todos estaban expectantes, Antoniette había preparado unos bocadillos, Trueno y Llovizna estaban  ocupando una silla cercana al hogar mientras se dedicaban a asear sus patas. Eugene y Bart estaban  entusiasmados y Cole la miraba con intensidad.
"El amor no mira con los ojos, sino con el alma."  Leyó ella suavemente y en ese momento volvió a mirar a Cole, hizo una pausa y luego continuó la lectura.
De esa manera retomaron aquella rutina, Cole volvió a ocuparse de sus negocios, pero regresaba puntualmente, cada tarde, para escuchar a Abigail leer la obra de Shakespeare.
Y aunque  en las semanas siguientes, no hablaron del beso, ni hubo otro acercamiento tan directo, fue como si lentamente se forjara un lazo entre ellos, construido de pequeños gestos, de momentos compartidos.
Así se fueron intercalando  horas de lectura en voz alta con instantes en los que Cole le pedía a Abigail que tocara el piano, y ella  tocaba melodías moviendo sus dedos cuidadosamente sobre las teclas, como si redescubriera el ritmo que tenían sus dedos al tocar
Los habitantes de la mansión se vieron sumidos en días plácidos, casi como un dulce letargo hogareño, y Cole estaba seguro que Abigail artífice de aquel ambiente. Algo en él se había aplacado, el anhelo que lo hacía buscar sin saber que era lo que necesitaba  ocasionando un vacío continúo, se había replegado volviendo a lo más profundo de sí. Ahora se estaba permitiendo disfrutar de lo que había conseguido, y de las pequeñas cosas. 
La comida le parecía más sabrosa, estaba más relajado en su trabajo, sin estar en guardia constante, y llegar a dormir en una cama mullida y cálida era reconfortante. Era como   si después de pasar muchos años corriendo sin parar, pudiese descansar al fin.



6 comentarios:

  1. bella historia! <3 finalmente Cole comienza a cambiar de parecer gracias a Abi.

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  2. Hola...esperaba un nuevo capitulo, que lindo todo, los sentimientos, la sensacion de comodidad es lo que realmente importa, no una mujer especifica.

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    1. Gracias Yocelyn, y sí lo importante e sloq ue sientan!!!

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  3. Oh sis me encanta, la forma en que escribes, como lo relatas... no puedo pedir mas, pero pronto podré muajajajaa.
    Jey

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    1. Gracias sis, pero sabes...SOY YO QUIEN PODRA PEDIR MÁS PRONTO!! Doble muajuajuaaaaaaaaaaaaaajaaaaaaaaaaaaa

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