Cole acarició el
cabello corto de la joven, ciertamente era rubia, no era la princesa de la alta sociedad que llevaba años
persiguiendo, pero no recordaba que Victoria, o ninguna otra, lo hubiera hecho
sentirse así.
Y eso lo ponía
frente a un dilema, frunció el ceño.
-Cole…- lo llamó
Abigail algo cohibida.
-Es tarde, mejor
regresas a tu casa , pajarillo – le dijo y ella bajó la mirada.
-Está bien.
-Que Eugene te
lleve – dijo él con suavidad.
-No es necesario,
señor, puedo regresar sola.
-No preguntaba,
pajarillo. Y sigue llamándome por mi nombre – dijo él y ella elevó la mirada
sin saber qué encontraría. El ceño fruncido había desaparecido y la mirada
masculina era suave.
-Sí- respondió ella sin saber muy bien a qué se
refería aquella afirmación. Desde el beso, había perdido su capacidad de
razonar
Cole la tomó de la
mano y la sacó de su estudio.
-¡Bart! – llamó y
el hombre apareció inmediatamente, también se había limpiado y cambiado de
ropa.
-Dígame.
-Que Eugene la
lleve a su casa.- ordenó sin notar que aún la sostenía de la mano, cuando
Bart bajó la mirada, Cole la soltó.
-De inmediato,
señor – asintió y Aby lo siguió alejándose.
Cole Bayley había
buscado un tipo de mujer determinado y se había establecido esa meta en su vida,
en su vida adulta se había acostumbrado a tener lo que quería, a cobrarse todo
lo que le había sido negado en sus primeros años. Pero ahora estaba confundido,
porque lo que quería era a Abigail
Myrtle
Owen, aunque no sabía qué papel darle en su vida. No era la esposa que buscaba,
no podía imaginarla como novia o prometida, mucho menos como amante. Era una joven totalmente
inocente y no pensaba hacer nada que la dañara.
Parecía que Bart
había seguido el mismo rumbo de pensamientos, pues se presentó en su habitación
para interpelarlo.
-¿Qué piensa hacer
con ella? Sabe bien que no es alguien con quien pueda jugar – le dijo casi
reprendiéndolo y Cole imaginó que su amigo
se sentía responsable por la muchacha ya que él la había contratado.
-Lo sé, Bart. Sé
qué no es alguien con quien pueda jugar y no es mi intención hacerlo.
-¿Entonces, Cole,
qué harás? – le preguntó y él lo miró sorprendido. Hacía años que Bart no lo llamaba
por su nombre, desde su vida en las calles. Cuando se habían reencontrado y
había aceptado quedarse a su lado, había empezado a tratarlo formalmente, como
si quisiera ser parte de aquella charada en la que Cole Bayley era
verdaderamente un gran señor y no un advenedizo. Pero ahora, por Abigail,
volvían a dejar las distancias de lado.
-No lo sé Bart, no
sé qué haré. No lo tengo en claro, pero mi única certeza es que quiero tenerla
cerca por ahora.
-¿Y después? ¿Vas a
dejarla ir?- preguntó mirándolo fijamente y él devolvió la mirada , aquella
pregunta se la hacía también. Quería tener cerca a Abigail, pero no estaba
seguro de poder dejarla ir luego, tampoco sabía si iba a poder darle un lugar
en su vida, sin embargo la necesitaba. El beso había sido como una revelación, un
sentimiento posesivo y de anhelo se había instalado en su interior.
Cuando Abigail llegó
a su casa aún se sentía abrumada, Cole Bayley la había besado, y era el primer
hombre en besarla. Además no había sido nada parecido al incidente anterior,
había sido cálido, delicado y seductor, como si ella le importara. Aún lo
sentía, aún sentía a Cole como si con ese beso se hubiera impreso en su alma.
Rememoró las
sensaciones que la habían invadido y se sonrojó avergonzada, era inapropiado
regodearse tanto en un beso, más si había sido robado.
-¿Abigail?- la
llamó su madre y por la mirada de la mujer se dio cuenta que n era la primera vez que la llamaba, parecía
que estaba tan absorta que no la había escuchado.
-Sí, madre.
-¿Estás bien? – preguntó
observándola más detenidamente.
-Sí, estoy bien.
-¿Acaso estás
afiebrada? – preguntó y se acercó a poner una mano en su frente lo que hizo que
el sonrojo aumentara más.
-No, no, debe ser
el cansancio.
-Volviste a
quedarte hasta muy tarde, ¿te trajo el coche nuevamente?
-Sí – contestó
monosilábicamente, temía que si hablaba su madre descubriría lo que había
sucedido.
-Descansa entonces
– dijo la mujer y ella asintió, luego besó a su madre y se retiró a dormir, era
la única forma en que podría sofocar sus emociones.
Beatriz Owen
observó a su hija marcharse y se le escapó un suspiro, algo estaba sucediendo
y la preocupaba.
Abigail había
estado ansiosa al ir a trabajar, no sabía que esperar, pero sin dudas no había
sido tener instalado a Cole desayunando en la cocina.
Allí estaba , con
una taza de chocolate caliente y galletas en lugar de su desayuno habitual, y
bebiendo muy lentamente mientras acariciaba a Llovizna que se había adormilado
en su regazo.
-¿No está apurado por
trabajar hoy? - Antoniette suspicazmente.
-Siempre has
insistido en que desayune tranquilo, eso estoy haciendo- dijo él pero su mirada
seguía cada movimiento de Abigail atentamente.
-Abigail, ¿puedes
ir a recoger la ropa de cama?- preguntó la mujer y la chica asintió y se retiró
inmediatamente. Cole frunció el ceño y miró mal a la francesa. Ella se le puso
delante con los brazos en la cintura.
-No, eso que está
pensando, no lo haga.
-¿Qué rayos estás
hablando?
- Esa niña ha
derramado demasiadas lágrimas, basta ver sus manos, o darse cuenta de que calla
más de lo que cuenta. Así que si va a hacerla sufrir, olvídese.
-No quiero hacerla
sufrir, Antoniette.
-¿Sabe que no es
como esas jóvenes herederas, verdad?
-Lo sé.
-Ella es mucho
mejor que todas esas niñas malcriadas, si lo sabe me parece bien, pero si no es
así, no juegue con ella. Estoy más que segura que no le faltarán mujeres.
-No es un juego –
dijo él sin saber muy bien como había terminado rindiendo cuentas frente a
Antoniette, la pequeña Abigail se las había arreglado para meterse a todos en
su bolsillo, y él entendía el por qué.
-Eso me parece
mucho mejor – dijo la mujer y le sonrió levemente antes de darle un par más de
galletas.
Aquella mañana ,
Cole se las arregló para rondar todo el día cerca de Aby.
Almorzó en la
cocina, la ayudó a mover un sofá para
que ella barriera debajo.
-Debería contratar
a alguien para esto, es pesado mover muebles – comentó y la joven lo miró
divertida.
-Es mi trabajo
hacer esto, ¿recuerda? ¿Es que piensa despedirme? – le preguntó. Había pensado
hablar con él sobre el beso, pero si era inadecuado besarse con su patrón,
mucho más inadecuado era estar hablando sobre ello. No estaba segura de cómo
proceder, así que sólo esperaría, y estaría tan cerca de él como fuera posible.
Quizás si Cole la veía, la veía de verdad, pudiese estar a su lado. Porque
desde que la había besado, Abigail tenía la certeza de que su lugar era junto a
aquel hombre.
-No, no pienso
despedirte – respondió confuso. Usualmente era seguro, iba hacia adelante,
tomaba lo que quería, pero ahora estaba pisando terreno desconocido, mucho más
que la primera vez en su vida que había pisado un salón de la alta sociedad.
-Entonces, déjeme
hacer mi trabajo – dijo ella y Cole se apartó. A regañadientes, se fue a
su despacho a trabajar y cuando al
atardecer la joven entró para limpiar, se quedaron mirándose, conectados por el
recuerdo del beso que había sucedido allí. Al notar la incomodidad de Abigail,
Cole intentó aligerar el ambiente.
-¿Qué te parece si
en lugar de limpiar aquí, tomas un libro y vuelves a leernos? – sugirió y la
joven aceptó entusiasmada.
-Elige algo, iré a
buscar a los demás y te esperamos en la cocina – propuso retirándose para darle
tranquilidad.
Aby husmeó a su
antojo entre las altas estanterías y sonrió al encontrar una obra clásica que
amaba, tomó entre sus manos “Sueño de una noche de verano” y se dirigió hacia el
cálido recinto donde la esperaba su reducido público, que incluía cuatro personas
y dos gatos.
Todos estaban
expectantes, Antoniette había preparado unos bocadillos, Trueno y Llovizna
estaban ocupando una silla cercana al
hogar mientras se dedicaban a asear sus patas. Eugene y Bart estaban entusiasmados y Cole la miraba con
intensidad.
"El amor no
mira con los ojos, sino con el alma."
Leyó ella suavemente y en ese momento volvió a mirar a Cole, hizo una
pausa y luego continuó la lectura.
De esa manera
retomaron aquella rutina, Cole volvió a ocuparse de sus negocios, pero
regresaba puntualmente, cada tarde, para escuchar a Abigail leer la obra de
Shakespeare.
Y aunque en las semanas siguientes, no hablaron del
beso, ni hubo otro acercamiento tan directo, fue como si lentamente se forjara
un lazo entre ellos, construido de pequeños gestos, de momentos compartidos.
Así se fueron intercalando
horas de lectura en voz alta con
instantes en los que Cole le pedía a Abigail que tocara el piano, y ella tocaba melodías moviendo sus dedos
cuidadosamente sobre las teclas, como si redescubriera el ritmo que tenían sus
dedos al tocar
Los habitantes de
la mansión se vieron sumidos en días plácidos, casi como un dulce letargo
hogareño, y Cole estaba seguro que Abigail artífice de aquel ambiente. Algo en
él se había aplacado, el anhelo que lo hacía buscar sin saber que era lo que
necesitaba ocasionando un vacío
continúo, se había replegado volviendo a lo más profundo de sí. Ahora se estaba
permitiendo disfrutar de lo que había conseguido, y de las pequeñas cosas.
La comida le
parecía más sabrosa, estaba más relajado en su trabajo, sin estar en guardia
constante, y llegar a dormir en una cama mullida y cálida era reconfortante.
Era como si después de pasar muchos
años corriendo sin parar, pudiese descansar al fin.
bella historia! <3 finalmente Cole comienza a cambiar de parecer gracias a Abi.
ResponderEliminarGracias SayA Di!!
EliminarHola...esperaba un nuevo capitulo, que lindo todo, los sentimientos, la sensacion de comodidad es lo que realmente importa, no una mujer especifica.
ResponderEliminarGracias Yocelyn, y sí lo importante e sloq ue sientan!!!
EliminarOh sis me encanta, la forma en que escribes, como lo relatas... no puedo pedir mas, pero pronto podré muajajajaa.
ResponderEliminarJey
Gracias sis, pero sabes...SOY YO QUIEN PODRA PEDIR MÁS PRONTO!! Doble muajuajuaaaaaaaaaaaaaajaaaaaaaaaaaaa
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