Nada
más entrar en su despacho, soltar el walkie en el escritorio y dar al
interruptor para que se encendiera el ordenador, que la puerta volvía abrirse
con cierto ímpetu por las manos de su madre.
-Tesoro…
-Dime
Maléfica –Respondió con cierto tono satírico, mientras se sentaba cómoda en su
silla.
-Entonces,
tu eres Cruela Devil una vez que pilles a Alex y lo despellejes –Soltó
divertida su prima, apareciendo por allí.
Su
madre, sin embargo solo volteó los ojos al techo.
-Mamá,
no estás para reprocharme nada –Indicó con cierto gruñido.
-Lo
sé –Rebufó-. Conozco que me dejé llevar por el don de palabra de Alex y por
como antaño, se solía por costumbre gastar alguna broma a los novios antes de
la boda.
-Pero
es que se ha convertido en una pesadilla –Protestó-. Ahora, cuando me encuentre
con alguien y me observe –Se llevó una mano a la sien-. Sé que estará
intentando notar si me acosté ya con Donovan.
Allí,
su prima rompió en carcajadas.
-Suerte
que eso es imposible –Siguió riendo-, sino me habría llevado muy joven un buen
collejón, o se escandalizaría de las veces que mi marido y…
Calló,
cuando su tía carraspeó mientras que Silvia reía.
-Pido
disculpas por participar en todo el asunto –Volvió a disculparse, viendo como
su hija se alzaba de hombros por un instante.
-Tranquila
–Sonrió-, el causante de todo se le van a terminar las ganas de volver hacer
otra broma.
-Qué
piensas hacer que me apunto –Habló Elisabeth, saltando a sentarse en un hueco
del escritorio.
-Porque
no me dejas que hable con él –Intervino su madre-. Y así terminamos con todo,
antes de que llegue la cosa muy lejos –Casi suplicó.
Silvia,
alzó la mirada hacia su prima para mirarla por unos instantes a los ojos y
seguidamente, romper a reír fuerte con ella.
-¡No!
–Corroboraron las dos, viendo como la mujer mayor soltaba un profundo suspiro
de redención.
-¿Cuál
es el plan? –Volvió a insistir su prima con tono cantarín.
-Primero,
hay que ir al pueblo para hablar con toda mujer de veinticinco a setenta que
nos encontremos –Le guiñó un ojo-, que la cosa corra la voz solo en la parte
femenina de la población. Que el plan, se pondrá en marcha calculo que ésta
noche en mi granero.
Eran
cerca de las ocho y media de la tarde, noche para algunos. Cuando Silvia,
volvía de regreso del pueblo, con su prima en el jeep. Iban relajadas, tras
reírse por las propuestas de las mujeres que decidían apuntarse al plan de
aquella noche, si tenían éxito los hombres.
La
radio sonaba con la melodiosa voz de
Joss Stone y Al Green, con la canción How can you mend a broken heart, perfecta
para un momento como aquel, cuando el sol se iba escondiendo tras el horizonte,
proyectando preciosos colores al paisaje.
La
calma era perfecta, con la suave brisa que entraba por la ventanilla bajada,
cuando al girar por la carretera hacia la derecha, cogiendo el camino de tierra
a su propiedad, se llevaron una grata sorpresa pintada en medio de aquel
maravilloso paisaje.
Alex,
medio corriendo agotado por el camino, agitando los brazos al aire algo
desesperado y con la única vestimenta de sus bóxers grises a medio muslo.
-No
me lo puedo creer –Soltó Elisabeth, aguantándose la risa-. Lo han pillado, pero
se les ha debido escapar.
-Sí
–Soltó sin apenas gesticular, al estar ya cerca del hombre-. Y creo que no sabe
la razón, de lo que debe estar ocurriendo, al pedir que nos detengamos
nosotras.
-Esto
se esta poniendo súper interesante –soltó risueña-. Anda párate –Su voz no
podía ocultar la emoción-. Que se va a llevar su mejor sorpresa del día.
-Schhh
–La calmó Silvia-. Necesitamos ayuda, no podemos con él… Veamos qué hacemos…
Redujeron
la marcha, hasta detenerse donde el hombre se había detenido exhausto para coger
nuevamente aire en sus pulmones. El pobre, iba sucio de polvo por todas partes.
-Qué
narices haces de ésta guisa –Inquirió Silvia, empleando un tono jovial-. Acaso
te han pillado en una cama indebida.
-Menos
guasa, que creo acabo de vivir la peor pesadilla de mi vida –Dijo aún con falta
de aliento y mirando todo su alrededor algo asustado-. Necesito que me echéis
un cable chicas, por favor…
-¿Seguro
que no, nos meteremos en algún lio por ello? –Punteó Elisabeth, logrando que el
hombre rebufara exasperado.
-Mira
guapa –apuntilló histérico-, no me hinches más las pelotas, que ahora mismo no me hallo para tonterías y
bromas…
-¿En
serio? –Empleó cierta burla-. Qué raro, cuando ésos dos apelativos, son tu
estado emocional permanente.
-¡Elisabeth!
–Bramó casi a punto de tirarse de los pelos.
-¡Alex!
–Corroboró ella, aún en broma, intentando machacarlo aún un poco más, pero
Silvia decidió intervenir.
-¡Chicos,
ya vale! –Exclamó abriendo la puerta y bajando del vehículo, para que el hombre
pudiera acceder a la parte trasera, cuando le hizo un gesto con el brazo.
-Te
confías demasiado –Soltó Elisabeth, mirando en todo momento al chico con los
ojos achicados-. Vete a saber, si nos alcanza un marido enfadado y la emprende
con su escopeta, por tenerlo aquí dentro.
Silvia,
soltó una carcajada volviendo a ocupar su lugar.
-No
digas más tonterías –Rió con tono cariñoso-. Estoy segura, que Alex no es un
hombre de ésos… ¿A Qué no? –Preguntó mirándolo por el retrovisor interno,
arrancando el vehículo y emprendiendo la marcha.
-No
–Soltó en un gruñido, sentado en el sillón de atrás con cara de enfado.
-Pues
explica –empezó Elisabeth-, por qué debo ir junto a ti de esa guisa. Te
recuerdo, que me hallo felizmente casada y no quiero, que haya confusiones.
Alex,
solo supo alzar su dedo corazón como respuesta, volteando los ojos al techo.
-¡Oye!
–Lo riñó la chica por el insulto.
-Alex…
-Dijo con voz calmada Silvia-. ¿Qué es lo que ha pasado?
Pareció
tener un momento de duda, para luego soltar una profunda exhalación.
-Ni
yo mismo lo sé –Bajó la mirada apesadumbrado-. Solo se, que acababa de aparcar
y me dirigía al café, cuando un puñado de tíos
me agarraron entre risas y me metieron, en mi propio maletero. Luego,
aparecí en el granero de tu propiedad, donde querían sentarme atado en una silla,
pero querían que estuviera listo para no sé qué grupo de locas…
-¿Me
estás diciendo que ha ocurrido todo eso en mí granero? –Intentó aparentar
sorpresa, mientras veía por el rabillo del ojo como su prima, se había hundido
en el sillón para ocultar los espasmos de su cuerpo, ante las carcajadas
silenciosas que estaba tratando de ocultar.
Aquello,
estaba resultando algo difícil. Le sabía mal, por toda la confusión que le
habían creado al hombre… Pero el plan se hallaba trazado.
No
existía la marcha atrás, llegados a aquel punto.
-Sí
–Respondió el hombre algo inseguro, una vez que Silvia traspasaba el arco con
el nombre de su finca… Solo debían andar cien metros y llegarían a la casa-.
Por lo que más quieras, ni te acerques allí… Y aparca lo más pegado a la puerta
que puedas. No quiero que tengan tiempo de verme bajar, si están rondando por
ahí cerca.
-Claro
–Aceptó, observando como su prima fruncía el ceño.
Los
cien metros, se hicieron en un periquete observando como el hombre iba
agazapado en la parte trasera, al haber visto a varios hombres rondando
exactamente a donde iban.
-¡Joder!
–Gruñó-. Ya se dieron cuenta que me escapé… -Masculló entre dientes-. Intenta
despistarlos. Decidles que me visteis lejos de aquí.
-Veremos
lo qué podemos hacer –Volvió a observar Silvia, apeándose del jeep junto con su
prima y llamando así, la atención de los trabajadores de Donovan por lo que
pudo observar-. Hola chicos –los saludó risueña-, creo que habéis perdido
mercancía de cierta relevancia –Indicó divertida.
-¡Os
habéis topado con Alex! –Habló Robert, un peón con cierta preocupación-. Le
dije a Michael, que los nudos eran sencillos… -Meneó la cabeza con gesto
negativo-. ¿Por dónde debemos conducir?
Aquella
vez, Elisabeth ya no aguantó más y rompió en carcajadas. Logrando que éstos las
miraran extrañados con el ceño fruncido, hasta que Silvia aclaró la cosa.
-No
os hace falta el coche –Informó-, solo abrid la portuela de mi maletero, que es
por donde os irá mejor sacarlo.
Dicho
aquello, a los hombres les apareció una gran sonrisa llena de diversión,
mientras que se veía asomar la cabeza de Alex por detrás de los sillones,
empezando a buscar una salida de forma desesperada.
Pero
ella, había accionado el cierre centralizado. Solo había dejado las ventanillas
bajadas.
Las
dos quietas, observaron como cinco peones iban a la parte trasera del vehículo,
mientras que dos se posicionaban en las puertas, bloqueando las vías de escape
en cuanto Silvia, accionara el cierre centralizado.
Fue
divertido, ver como de forma resignada éste salía por su propia voluntad,
sabiendo que no tenía nada qué hacer.
-De
verdad Silvia –habló cuando le echaron mano-, no me esperaba un acto vengativo
de tu parte –Se giró a su prima-. Pero teniéndola a ella a tu lado, lo
comprendo.
-¡Oye!
–Se sorprendió Elisabeth, por la acusación acertada-. Por una vez que no lo
inicio yo…
-Qué
decir… -Soltó un suspiro Silvia-. Yo tampoco –Se alzó de hombros-. Donde las
dan, las toman, Alex… Creo, que ha
llegado el momento de tomar cartas en el asunto. Más que nada, para que sientas
la misma presión… -Soltó con burla-. Parece que mi bolso, no llegó a tu cerebro
–Elisabeth rió-. Chicos, antes de sentarlo y atarlo en el cobertizo, mejor lo metéis
un poco en el abrevadero, va lleno de polvo y debe estar acicalado para ésta
noche.
Podía
decirse, que jamás en una cena en aquella cocina, se había vivido un ambiente
tan silencioso y ansioso, salvando el ruido que hacían los niños.
Silvia
y Elisabeth, se hallaban cenando con cierto apresuramiento, las verduras al
horno que había hecho Camila. Mientras que Margaret y su tía, se las veía sin
mucho apetito.
La
puerta de la cocina se abrió, dando paso a una Camila con la bandeja de comida
medio vacía. Incluyendo también, una enorme sonrisa en el rostro, al tiempo que
canturreaba algo movido.
-Se
empiezan a divisar luces de coches pro el camino del fondo –Informó animada.
-¡Camila
por dios! –La reprendió Margaret algo consternada por el apoyo a su hija.
-La
chica tiene toda la razón del mundo –Se alzó de hombros con cierta presunción-.
Vamos Margaret, si nos vamos a reír mucho… Tampoco vamos hacerle ningún daño al
chico.
-No
se –Miró indecisa a todos-. Primero quiero ser espectadora… -Acabó por aceptar,
sacando gritos de alegría a todas, menos al marido de Elisabeth. Quien negaba
con un gesto de cabeza y les indicaba, que se les había cruzado un poco los
cables.
-Voy
yendo al granero –Comunicó Silvia, echando atrás la silla y siendo seguida por
su prima.
Caminaban
las dos en silencio, por el sendero que comunicaba los edificios de su
propiedad viendo acercarse cada vez más montones de faros de coches, que los
nervios comenzaban a burbujear impacientes por su cuerpo.
Cuando
la pantalla del móvil de Silvia, se iluminó de pronto. Avisándola de un mensaje
entrante, al tenerlo totalmente en silencio.
“Champan en la nevera, bombones en la mesita
de noche y yo, con mis mejores bóxers esperándote en nuestro lecho, con la luz
de la luna”.
Mordiéndose
el labio, escribió con dedos ágiles y una enorme sonrisa de oreja a oreja.
“Mi mejor conjunto de encaje, me acaricia en
éstos momentos la piel, anhelando que sean tus dedos quien lo separen, para
cubrirme con el calor de tu cuerpo”.
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