Bart entró en el estudio de su
jefe y se paró frente a él cruzando los brazos.
-¿Es verdad?- preguntó a Cole.
-¿De qué hablas?
-¿Quiere que le descuente dinero a esa niña de su salario para que le
devuelva lo que pagó por el vestido?
-No soy yo quien lo quiere, es ella. Hazlo y también dale un aumento.
-¿Le descuento y le doy un aumento?
-No me mires así, Bart. Esa muchacha es una necia, y sólo muestra ese
orgullo tonto frente a mí.
-Usted es experto en eso del orgullo, debería entenderla mejor.
-No la entiendo, y es todo tu culpa. Tú la trajiste aquí.
-Entonces, sólo para asegurarme, ¿me está pidiendo que le descuente el dinero para que ella no tenga
su orgullo herido pero al mismo tiempo
que le aumente el salario para que no pierda dinero realmente?
-Eso mismo. – respondió Cole y su hombre de confianza soltó algo muy
parecido a un suspiro.
- ¿Algo más?
-Sí, ponte en contacto con mi abogado...
-Tiene varios, ¿con cuál de ellos?
-El que esté desocupado y esté más calificado, haz que averigüe sobre la
situación del padre de esa muchacha y vea si se puede hacer algo para ayudarlo.
-¿De Abigail?
-¡Claro! ¿No estamos hablando de ella acaso?
-Eso supongo, señor, me temo que hoy estoy algo desorientado.
-También fíjate sobre la condición de su madre y de su casa, e infórmame
lo que descubras.
-De acuerdo.
-Bart.
-Dígame.
-¿Cuál es la mejor joyería de la ciudad?
-¿Comprará algo para Abigail?
-¡¿Es que estás loco?!En verdad estás muy distraído, compraré un anillo
para Victoria, por supuesto. Llegó el momento – dijo Cole acomodándose en su
asiento y esta vez el suspiro de Bart fue audible. Y sonó a desaprobación.
Aquella noticia corrió por la casa, así que un par de horas después
llegó a oídos de Abigail.
-¿Va a casarse?- le preguntó a la francesa.
-Al menos va a comprar el anillo- respondió la mujer sin entusiasmo.
-¿De verdad ella no te gusta, Antoniette?
-Ay niña, es que dudo que sea lo que el señor necesita. Si Gertie
estuviera aquí se lo habría dicho claramente, pero esa mujer no lo hará feliz,
él necesita…- dijo y se detuvo.
-¿Qué? – preguntó impaciente Aby.
-Alguien cálido, alguien que se preocupe por él, que no retroceda por su
brusquedad o sus malos modales, alguien que lo quiera por sí mismo.- continuó y
miró a Abigail de una manera muy particular.
-¿Esa mujer no lo quiere?
-En realidad es su culpa, no está buscando que lo quieran, creo que ni
siquiera sabe lo mucho que lo necesita – finalizó Antoniette y Abigail se quedó pensativa, no estaba muy segura de
qué era peor, si no saber qué se necesitaba o sí saber y no encontrarlo.
Cole había ido a comprar el anillo, había elegido uno con un diamante
inmenso, algo llamativo y caro, la verdad era que no se ajustaba a su gusto
pero imaginaba que impresionaría a
Victoria. Podría no tener el linaje adecuado, pero tenía mucho dinero para
compensarlo.
Imaginaba que a su novia le gustaría y esperaba que también la
convenciera de aceptar convertirse en su esposa finalmente, su casa necesitaba
una mujer, aunque sólo el cielo sabía qué iba a hacer con una esposa, porque si
era sincero consigo mismo, no tenía la más mínima idea. No tenía ninguna
experiencia sobre tener una familia, a veces imaginaba que la convivencia con
alguien como la Srta. Fernsby sería terriblemente aburrido. Pero seguramente
sería diferente cuando se casaran. Seguramente.
Tras salir de la joyería, se dirigió a ver a un viejo tahúr que tenía
las mejores conexiones de Londres con el bajo mundo, se conocían de los días
del pasado y si uno necesitaba información , Liam McKey era la persona
adecuada.
A pesar de tener dinero, poseía una pequeña y cochambrosa oficina en el principal mercado
de la ciudad, decía que era el lugar ideal para estar al tanto de lo que pasaba
en todo Londres.
Y él necesitaba información, olía
problemas y tenía que saber de dónde y de quiénes vendría el ataque para estar
preparado.
Estuvo una larga hora hablando con Liam, incluso tomó un par de tazas de
su horrible café, pero había tomado muchas cosas peores, su paladar ya era
inmune.
Al salir, vio , entre los numerosos puestos, a Abigail con una canasta demasiado grande para ella.
-¿Qué haces aquí? – preguntó y pensó que últimamente repetía mucho
aquella pregunta.
-Comprar – respondió mirándolo asombrada- ¿Y usted?
-¿Comprar? Nos llevan las provisiones a la casa cada semana, ¿por qué
vendrías a comprar aquí?
-Nos llevaban, hasta ayer. Antoniette tuvo una disputa con el proveedor,
algo sobre la calidad de los productos y la frescura de los huevos y la leche.
Y por si usted no lo sabe, ella tiene un lado feroz cundo se trata de la
calidad de los productos que usa en su cocina, y también defendió muy bien el
dinero que usted gasta, pero me temo que nos quedamos sin proveedor. Bart
prometió conseguir alguien nuevo, pero necesitábamos algunas cosas hoy, así que
me envió a comprarlas.
-¿Sola? – preguntó y luego reflexionó que era una pregunta muy absurda.
Pero se la veía tan indefensa en aquel lugar atestado de gente y llevando una
canasta que obviamente una vez llena sería difícil cargar.
-Sí, no es mucho igualmente. Antoniette dijo que era para hoy y mañana
hasta que se arregle lo del proveedor.
-De acuerdo, vamos.- dijo él.
-¿A dónde?
-A comprar, ¿no viniste a eso, acaso?
-Pero…usted…
-Ya terminé lo que tenía que hacer – dijo zanjando el tema y luego la
tomó por el codo y la acercó a sí para
evitar que la chocaran los transeúntes. También le quitó la canasta -¿Tienes
una lista o algo? – preguntó y se arrepintió inmediatamente, quizás la muchacha
no supiera leer, no sería extraño.
-Sí, tengo una lista – dijo ella rebuscando en sus bolsillo – Tenemos
que ir por la verdura primero, finalmente por el pescado y la carne.- dijo ella
leyendo el papel. Cole asintió y fueron a buscar lo que estaba anotado.
Abigail iba a decirle que regresara a la casa, además con aquella ropa
tan cara se lo veía extraño, más cuando él llevaba la canasta para los víveres,
pero imaginó que no iba a persuadirlo, así que se resigno a aquella inusual
compañía.
Y un rato más tarde se sorprendió al verlo discutir precios, o elegir cuidadosamente lo que iban a comprar,
supo que no era la primera vez que él hacía compras en el mercado y también que
probablemente en sus incursiones anteriores no era el Sr Bayley que era en la
actualidad.
-¿Es todo? – preguntó él una vez que tuvieron el pescado.
-Sí, ya tenemos todo.
-Bien, vámonos entonces. Iremos por un coche para ir a la casa- dijo él
y ella lo siguió, aunque se detuvo un momento al pasar por un puesto de dulces.
Sin embargo no estaba observando la mercadería sino a unos niños que rondaban
el lugar.
Cole se acercó a la vendedora, compró una buena cantidad de golosinas y
luego se aproximó a los niños, quienes retrocedieron un poco al verlo.
-Oye bribón, ven aquí! – dijo dirigiéndose al chico mayor que parecía
presto a echarse a correr, pero luego en su mirada brilló el reconocimiento y
se acercó. Cole le dio las golosinas y le revolvió el cabello- Compártelos ,
con ellos y con los del callejón – le dijo y el chico asintió. Luego el hombre
caminó hacia ella.
-Toma, pajarillo – dijo pasándole una barra de caramelo y mientras él se comía el que quedaba.
-Gracias- respondió ella y no sólo lo decía por el dulce que acaba de
darle sino por lo que había hecho.
-De niño me encantaban estos, sólo que nunca podía comerlos.
-Puede ahora – dijo ella.
-Sí, lo había olvidado – dijo él y sonrió levemente.
Iban saliendo cuando Cole se detuvo en un puesto de flores y compró tres docenas de rosas.
Abigail sintió que eso la hacía volver a la realidad, aquel hombre no
era su igual, era su jefe y estaba por pedirle casamiento a su novia.
Nunca le habían regalado flores e imaginaba que no lo harían, aún así su
mirada anhelante no se detuvo en las rosas que recibía Cole de la vendedora ,
sino en otros ramilletes coloridos con flores mucho más sencillas, como si
fueran expresión de una primavera alegre y descontrolada. Eso le hizo añorar un
jardín que ahora sólo existía en los recuerdos de su infancia.
Él llegó a su lado y buscaron un
coche para regresar a la mansión. El cochero los miró con extrañeza, Cole
parecía un caballero de los pies a la cabeza y ella era sólo una empleada,
seguramente eran una pareja singular y poco frecuente. Ningún señor de la alta
sociedad viajaba en un mismo coche que su empelada, cuando él le abrió la puerta
, ella lo miró nerviosa.
-No creo que esto esté bien, yo puedo ir caminando…- dijo temiendo
ponerlo en una situación incómoda, él se esforzaba tanto por encajar que temía
perjudicarlo, si le llegaban extraño rumores a su novia sería algo muy malo.
-Sube, pajarillo , o yo mismo te entraré al carro.
-Pero…- intentó protestar y la oscura y determinada mirada de él la persuadió.
El viaje fue rápido y en silencio. Cole estaba pensando en ir a casa de
Victoria y Abigail se sentía inquieta con el ánimo decaídos, sin
siquiera poder precisar por qué.
Una vez que llegaron, Aby fue a entregarle el pedido a Antoniette y Cole
fue a cambiarse para ir a casa de Victoria. Dejó la caja del anillo y las rosas
en la pequeña mesa vidriada del recibidor, y Abigail sintió el corazón pesado
al verlos.
Tras darse un baño y ponerse ropa limpia, Cole salió hacia la mansión Fernsby,
dispuesto a ganar a su princesa rubia que tocara el piano y le recordara que también
merecía una buena vida.
Volvió poco después, con el ceño fruncido.
-¿Qué sucedió? – preguntó Bart impaciente.
-Campo…- casi gruño él.
-¿Qué?
-No pude verla. No estaban en su casa, se fueron a pasar una quincena al
campo- respondió Cole y subió los escalones de a dos.
Cuando la noticia llegó a la cocina Antoniette sonrió.
-Eso me parece una muy buena noticia, ¿a ti no? – dijo mirando a Abigail
y la muchacha sólo se sonrojo, pues se había sentido increíblemente aliviada.
Esta niña ya cayó y él es un necioooo, que no se da cuenta de que la rubia aquella lo va hacer mas infeliz grrrrr.. genial siss.. graciassss
ResponderEliminarsiiiiiiiiiiiiiii!!! A ver qué sucede, gracias sis por leer
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