viernes, 11 de marzo de 2016

Sólo por ti 10° - Gaby Ruiz



La película había terminado hacía unas horas pero habían dejado que la televisión continuara encendida, sin animarse ninguno de los dos a modificar su posición. Lucian había acercado a Beth a sus brazos y, aunque al inicio ella le había mirado extrañada, lo había dejado estar; por lo tanto, la tenía rodeada totalmente y acurrucada contra él.
Lucian sonrió al sentir a Beth tan tranquila en sus brazos. Parecía algo adormilada, por lo que aún menos intento hizo de moverse. Su mirada recorrió la sala, que aún contenía envolturas de obsequios y los mismos obsequios. Notó que las rosas que le había llevado a Beth no estaban por ningún lado. ¿Dónde las colocaría?

Beth estaba sorprendida por lo bien que se sentía estar junto a Lucian. Habían bromeado, reído, comido palomitas y ahora parecía que podría caer rendida en sus brazos, sin siquiera una pizca de desconfianza. Era realmente aterrador… y se sentía tan natural.
Con desgana, Beth apartó su cabeza del pecho de Lucian y se frotó sus ojos con las manos. No pudo evitar esbozar una sonrisa correspondiendo a la que él tenía en sus labios. Era guapísimo.
- Debo arreglar todo este desastre –dijo Beth con una mirada de disculpa- ni siquiera había notado como estaba todo después de que esas amigas mías tan locas me obligaran a abrir los regalos –suspiró.
- ¿Te obligaran? –Lucian preguntó extrañado- ¿es que no los abres?
- No tengo ninguna prisa –contestó con tono neutral- pero ya están ahí.
Lucian miró a su alrededor. Notó que eran muchas cosas en verdad… parecía que Beth tenía demasiadas personas que la querían. Sintió una pequeña punzada de celos.
- ¿Sucede algo? –Beth tenía sus ojos verdes fijos en el rostro de él- por un momento… ¿en qué pensabas?
- ¿Dónde están las rosas que te regalé? –Lucian entrecerró los ojos, evitando responder su pregunta- no creo que pudieras no verlas.
Beth rió mientras negaba con la cabeza. Se levantó y lo tomó de la mano.
- Acompáñame –pidió, a pesar que él ya la seguía, sin resistirse- aquí están.
Lucian miró a su alrededor. Era un pequeño estudio, seguramente el rincón en el que Beth trabajaba, leía, o simplemente, pensaba. Era muy acogedor, sencillo e increíblemente pacífico.
De inmediato notó las rosas rojas en un jarrón en un costado del pequeño escritorio, que resaltaban entre la escasa decoración del lugar.
- ¿En qué momento viniste hasta aquí? –inquirió.
- ¿Acaso me estabas vigilando todo el tiempo? –se burló.
- Pensé que lo hacía –rió Lucian- pero veo que no.
- También puedo ser muy, muy discreta –sonrió, citándolo.
- Estoy fascinado, Beth –confesó Lucian con tono casual.
Beth no contestó. Suspiró y lo llevó de vuelta a la sala, de la mano. Empezó a recoger las envolturas y Lucian hizo lo mismo, sin esperar que se lo pidiera. Al tomar el último papel, lo hicieron a un tiempo y sonrieron.
- Eres increíble, Lucian –habló Beth finalmente- en verdad.
- ¿Puedo invitarte a cenar? –preguntó, obviando comentar lo dicho.
- Puedes –asintió- ¿buscamos esos videos para disfrutarlos mientras cenamos?
- Buena idea –concordó- ¿qué prefieres que ordenemos?
- Tú elige, ahí está el teléfono.
- Si… Beth –la llamó.
- ¿Qué sucede, Lucian? –giró a mirarlo porque estaba yendo a depositar las envolturas en un contenedor.
- Podría contarte de qué va la serie, en lugar de mirarla…
- ¿Por qué? ¿Te da pena que yo te vea actuar? –bromeó.
- Algo así –Lucian puso en blanco los ojos- si quieres veremos las temporadas que las tengo todas… la próxima vez.
- Ah, una próxima cita… y aún no concluimos esta. Vas rápido…
- ¿Y no te gusta?
- Me gusta. Creo que me gusta –Beth se alejó con una sonrisa y Lucian tomó el teléfono para pedir la comida.
***
Dos días más tarde, Beth estaba lista para partir a Italia. La necesitaban para unas negociaciones que, posiblemente, se llevarían a cabo en España pero antes debía informarse en Italia. Su padre había requerido su presencia, o eso imaginaba, pues él era su jefe. Sonrió, aunque una desconcertante tristeza se apoderó rápidamente de ella. ¿Por dejar América? Lo había hecho muchas veces antes… pero no dejaba a nadie. Sus amigas seguirían ahí cuando volviera, su departamento también, la oficina que ocupaba… pero Lucian, él probablemente, no volvería a estar ahí cuando regresara. Nunca más. No la esperaría.
Por supuesto que ella no había pensado, ni remotamente, pedirle que la esperara. Pero podía desearlo… oh sí, pero no lo pediría. Porque no tenían absolutamente nada. Nada.
Dejó su maleta junto a la puerta y pensó que debía llamarle a Lucian. Por cortesía, no podía irse sin decirle adiós… ¿verdad? Solo trataba de ser amable, pues eran amigos. O algo parecido.
Más parecido a un romance que a una amistad, totalmente cierto, pero eso no podría decirlo. A nadie. ¿Un romance fugaz con una celebridad? ¡Sería el hazmerreír de su familia por generaciones! Ella, tan centrada, tan independiente, tan… Beth.
Suspiró. Si, lo llamaría en ese instante. Era mediodía y su vuelo no salía hasta la noche. Quizás podrían quedar para comer.
- ¿Lucian?
- No, él no puede contestar en este momento –una voz de mujer se escuchó del otro lado- ¿Quién habla?
- Soy Elizabeth –contestó incómoda- gracias.
- ¿Elizabeth? –escuchó que la mujer reía- ¡Soy Mary! Creo que nos conocimos en tu fiesta de cumpleaños ¿cierto?
- Oh, por supuesto.
- ¿Si eres esa Elizabeth, verdad? ¿Italiana?
- Mary, qué gusto escucharte –Beth trató de sonar tranquila- solo quería saludar a Lucian –comentó, tras una pausa- gracias.
- Oh, Lucian –un largo silencio- está grabando en este momento. ¿Recado?
- Eh… -lo pensó un momento- no, gracias Mary. Adiós.
- De nada Elizabeth. Adiós –colgó.
Beth inspiró hondo, haciéndose a la idea que no podría despedirse de Lucian. Esa era su vida, rodeado de otras personas entre las que no estaría ella. En otro mundo, tan diferente al suyo que parecía que los separaba un abismo. No había pensado que… bien, había terminado.
Fue por algo de comer, pero se dio cuenta, que realmente no tenía nada de hambre. Quizás solo sentía cierta nostalgia por Italia y su comida, solo podía ser eso. Nada más.
Caía la tarde y Lucian estaba exhausto. Buscó la mesa de bocadillos y tomó lo primero que vio, con rapidez. Había sido un día interminable desde tempranas horas de la mañana, descanso a media mañana y de ahí no se había detenido ni un instante. Suspiró y miró su reloj. Aún tenía tiempo para llamar a Beth e invitarla a cenar. O quizás compraría algo de comer y aparecería en su puerta. Si, esa era una gran idea. Sonrió.
- Ese es el espíritu –animó Mary riendo- ¿con energía aún para algunas escenas más?
- Dios, no –soltó una carcajada Lucian- este día ha sido agotador. Me explotan, Mary… en verdad.
- ¿Te estás quejando? –entrecerró sus ojos, sin reprimir del todo una sonrisa- ¿crees que por ser tan lindo tendrás privilegios?
- Ay, tan agradable como de costumbre –dijo mientras movía la cabeza en gesto negativo- lindo… -pronunció con desprecio.
- Te ves tan lindo cuando te enfadas –lo fastidió- ¿hermoso?
- Que amable –puso en blanco los ojos- ¿y mi teléfono?
- Lo tomé de tu chaqueta.
- ¿Mi chaqueta? –miró que la llevaba puesta- ¿por qué…? ¿alguien me llamó?

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