La película había terminado
hacía unas horas pero habían dejado que la televisión continuara encendida, sin
animarse ninguno de los dos a modificar su posición. Lucian había acercado a
Beth a sus brazos y, aunque al inicio ella le había mirado extrañada, lo había
dejado estar; por lo tanto, la tenía rodeada totalmente y acurrucada contra él.
Lucian sonrió al sentir a Beth
tan tranquila en sus brazos. Parecía algo adormilada, por lo que aún menos
intento hizo de moverse. Su mirada recorrió la sala, que aún contenía
envolturas de obsequios y los mismos obsequios. Notó que las rosas que le había
llevado a Beth no estaban por ningún lado. ¿Dónde las colocaría?
Beth estaba sorprendida por lo
bien que se sentía estar junto a Lucian. Habían bromeado, reído, comido
palomitas y ahora parecía que podría caer rendida en sus brazos, sin siquiera
una pizca de desconfianza. Era realmente aterrador… y se sentía tan natural.
Con desgana, Beth apartó su
cabeza del pecho de Lucian y se frotó sus ojos con las manos. No pudo evitar
esbozar una sonrisa correspondiendo a la que él tenía en sus labios. Era
guapísimo.
- Debo arreglar todo este
desastre –dijo Beth con una mirada de disculpa- ni siquiera había notado como
estaba todo después de que esas amigas mías tan locas me obligaran a abrir los
regalos –suspiró.
- ¿Te obligaran? –Lucian
preguntó extrañado- ¿es que no los abres?
- No tengo ninguna prisa
–contestó con tono neutral- pero ya están ahí.
Lucian miró a su alrededor. Notó
que eran muchas cosas en verdad… parecía que Beth tenía demasiadas personas que
la querían. Sintió una pequeña punzada de celos.
- ¿Sucede algo? –Beth tenía sus
ojos verdes fijos en el rostro de él- por un momento… ¿en qué pensabas?
- ¿Dónde están las rosas que te
regalé? –Lucian entrecerró los ojos, evitando responder su pregunta- no creo
que pudieras no verlas.
Beth rió mientras negaba con la
cabeza. Se levantó y lo tomó de la mano.
- Acompáñame –pidió, a pesar que
él ya la seguía, sin resistirse- aquí están.
Lucian
miró a su alrededor. Era un pequeño estudio, seguramente el rincón en el que
Beth trabajaba, leía, o simplemente, pensaba. Era muy acogedor, sencillo e
increíblemente pacífico.
De inmediato notó las rosas
rojas en un jarrón en un costado del pequeño escritorio, que resaltaban entre
la escasa decoración del lugar.
- ¿En qué momento viniste hasta
aquí? –inquirió.
- ¿Acaso me estabas vigilando
todo el tiempo? –se burló.
- Pensé que lo hacía –rió
Lucian- pero veo que no.
- También puedo ser muy, muy
discreta –sonrió, citándolo.
- Estoy fascinado, Beth –confesó
Lucian con tono casual.
Beth no contestó. Suspiró y lo
llevó de vuelta a la sala, de la mano. Empezó a recoger las envolturas y Lucian
hizo lo mismo, sin esperar que se lo pidiera. Al tomar el último papel, lo
hicieron a un tiempo y sonrieron.
- Eres increíble, Lucian –habló
Beth finalmente- en verdad.
- ¿Puedo invitarte a cenar?
–preguntó, obviando comentar lo dicho.
- Puedes –asintió- ¿buscamos
esos videos para disfrutarlos mientras cenamos?
- Buena idea –concordó- ¿qué
prefieres que ordenemos?
- Tú elige, ahí está el
teléfono.
- Si… Beth –la llamó.
- ¿Qué sucede, Lucian? –giró a
mirarlo porque estaba yendo a depositar las envolturas en un contenedor.
- Podría contarte de qué va la
serie, en lugar de mirarla…
- ¿Por qué? ¿Te da pena que yo
te vea actuar? –bromeó.
- Algo así –Lucian puso en
blanco los ojos- si quieres veremos las temporadas que las tengo todas… la
próxima vez.
- Ah, una próxima cita… y aún no
concluimos esta. Vas rápido…
- ¿Y no te gusta?
-
Me gusta. Creo que me gusta –Beth se alejó con una sonrisa y Lucian tomó el
teléfono para pedir la comida.
***
Dos días más tarde, Beth estaba
lista para partir a Italia. La necesitaban para unas negociaciones que,
posiblemente, se llevarían a cabo en España pero antes debía informarse en
Italia. Su padre había requerido su presencia, o eso imaginaba, pues él era su
jefe. Sonrió, aunque una desconcertante tristeza se apoderó rápidamente de
ella. ¿Por dejar América? Lo había hecho muchas veces antes… pero no dejaba a
nadie. Sus amigas seguirían ahí cuando volviera, su departamento también, la
oficina que ocupaba… pero Lucian, él probablemente, no volvería a estar ahí
cuando regresara. Nunca más. No la esperaría.
Por supuesto que ella no había
pensado, ni remotamente, pedirle que la esperara. Pero podía desearlo… oh sí,
pero no lo pediría. Porque no tenían absolutamente nada. Nada.
Dejó su maleta junto a la puerta
y pensó que debía llamarle a Lucian. Por cortesía, no podía irse sin decirle
adiós… ¿verdad? Solo trataba de ser amable, pues eran amigos. O algo parecido.
Más parecido a un romance que a
una amistad, totalmente cierto, pero eso no podría decirlo. A nadie. ¿Un
romance fugaz con una celebridad? ¡Sería el hazmerreír de su familia por
generaciones! Ella, tan centrada, tan independiente, tan… Beth.
Suspiró. Si, lo llamaría en ese
instante. Era mediodía y su vuelo no salía hasta la noche. Quizás podrían
quedar para comer.
- ¿Lucian?
- No, él no puede contestar en
este momento –una voz de mujer se escuchó del otro lado- ¿Quién habla?
- Soy Elizabeth –contestó
incómoda- gracias.
- ¿Elizabeth? –escuchó que la mujer
reía- ¡Soy Mary! Creo que nos conocimos en tu fiesta de cumpleaños ¿cierto?
- Oh, por supuesto.
- ¿Si eres esa Elizabeth,
verdad? ¿Italiana?
-
Mary, qué gusto escucharte –Beth trató de sonar tranquila- solo quería saludar
a Lucian –comentó, tras una pausa- gracias.
- Oh, Lucian –un largo silencio-
está grabando en este momento. ¿Recado?
- Eh… -lo pensó un momento- no,
gracias Mary. Adiós.
- De nada Elizabeth. Adiós
–colgó.
Beth inspiró hondo, haciéndose a
la idea que no podría despedirse de Lucian. Esa era su vida, rodeado de otras
personas entre las que no estaría ella. En otro mundo, tan diferente al suyo
que parecía que los separaba un abismo. No había pensado que… bien, había
terminado.
Fue por algo de comer, pero se
dio cuenta, que realmente no tenía nada de hambre. Quizás solo sentía cierta
nostalgia por Italia y su comida, solo podía ser eso. Nada más.
Caía la tarde y Lucian estaba
exhausto. Buscó la mesa de bocadillos y tomó lo primero que vio, con rapidez.
Había sido un día interminable desde tempranas horas de la mañana, descanso a
media mañana y de ahí no se había detenido ni un instante. Suspiró y miró su
reloj. Aún tenía tiempo para llamar a Beth e invitarla a cenar. O quizás
compraría algo de comer y aparecería en su puerta. Si, esa era una gran idea.
Sonrió.
- Ese es el espíritu –animó Mary
riendo- ¿con energía aún para algunas escenas más?
- Dios, no –soltó una carcajada
Lucian- este día ha sido agotador. Me explotan, Mary… en verdad.
- ¿Te estás quejando?
–entrecerró sus ojos, sin reprimir del todo una sonrisa- ¿crees que por ser tan
lindo tendrás privilegios?
- Ay, tan agradable como de
costumbre –dijo mientras movía la cabeza en gesto negativo- lindo… -pronunció
con desprecio.
- Te ves tan lindo cuando te
enfadas –lo fastidió- ¿hermoso?
- Que amable –puso en blanco los
ojos- ¿y mi teléfono?
- Lo tomé de tu chaqueta.
- ¿Mi chaqueta? –miró que la
llevaba puesta- ¿por qué…? ¿alguien me llamó?
Como lo descargo ?
ResponderEliminarComo lo descargo ?
ResponderEliminarHola Vale, no son para descargar, sino para leer aquí, está por capítulos.
Eliminar