Sylvie, Julie, Mary y Lucian miraron a Beth salir, con paso firme y una gran sonrisa en su rostro. Tomó su bolsa y se dirigió a la puerta.
- Lucian, querido… -llamó la atención Mary.
- ¿Si? –preguntó él, mirándola.
- Creo que… -hizo un gesto con la cabeza- es hora de que la sigas.
- Pero… -susurró Lucian y no pudo concluir. No sabía que había estado a punto de decir, solo sabía lo que quería hacer. Seguirla. Y lo hizo.
Beth estaba pensando en lo estúpida que había sido al creer que él, de todas las personas, había sentido la misma conexión entre ellos. ¿Por qué lo había pensado? ¡Era lógico que no! Quizás solo vio una oportunidad de encontrar a alguien “nueva”, que no se había involucrado aún.
Un rompecorazones. ¿Eso era?
Recordó sus palabras. ¿Qué tan en el pasado estaba su “identificación” con Donato? Su “alter ego” en la serie. ¡Italiano de todas las posibilidades!
No importaba. ¿Por qué le importaría? ¡No lo conocía! No sabía nada de él… no quería saber nada de él. Ni siquiera tenía idea de quién era, como, todos parecían saberlo. ¡Le daba igual!
Si tan solo… ¡No, nada de esos pensamientos absurdos! Él era un actor, nada especial en Estados Unidos y sin duda, alguien que jamás tomaría en serio. ¡Era obvio!
Entonces… ¿por qué seguía pensando en él?
- Beth… -escuchó a sus espaldas y cerró los ojos. ¡No podía ser posible!
- Lucian –se giró con una sonrisa- ¿qué haces aquí?
- Te dije que te acompañaría a tu casa –contestó él.
- Y yo te dije que no es necesario –señaló Beth- conozco el camino.
- No permitiré que te vayas sola, Elizabeth –soltó en tono firme.
- No podrías impedirme nada, ni aún si así lo pretendieras, Lucian –sonrió.
- No lo pretendo. Lo haré –confirmó terco.
- ¿Por qué no vuelves a la fiesta? –Beth indicó con un gesto el pasillo- realmente creo que…
- Quiero ir contigo –clavó sus ojos azules en los verdes de ella- voy contigo.
- ¿Por qué, Lucian? –Beth habló desconfiada- ¿temes que me desvíe?
- Temo que te pase algo, mujer obstinada –Lucian soltó con impaciencia.
- ¡Quién lo dice! –rió- tú no entiendes que soy perfectamente capaz de…
- Vamos en tu auto o en el mío. Pero voy contigo.
- Lucian… -Beth dejó en blanco los ojos- no soy una niña. Tengo 30 años… -remarcó con irritación.
- Puedes tener todos los que quieras y aún así no vas sola.
- ¿Por qué te preocupas tanto?
- Quiero que estés bien, Beth –Lucian le tomó una mano- ¿puedo ir contigo?
Beth suspiró. Sabía, al sentir el calor de su mano contra la suya que estaba perdida. Asintió.
- Gracias –susurró él contra su mano, acercándola al rostro.
- Ay, Lucian –Beth negó lentamente- todos mis sentidos me dicen que debería salir corriendo de aquí.
- ¿Por qué?- preguntó él, acariciando su mejilla con los nudillos de ella.
- ¿Por qué? –se quedó pensativa- de quien, creo que sería lo acertado.
- De quien, entonces –repitió Lucian con interés.
- De ti –contestó con naturalidad y él se sorprendió- todos mis sentidos me dicen que eres peligroso, Lucian Beckett. Mi intuición no deja de alarmarse al tenerte cerca… sé que no debería permitir que me acompañes.
A él le gustaba la sinceridad de Beth, en su ambiente, era algo que se agradecía enormemente y se sentía como una brisa fresca entre tanta opresiva y forzada adulación.
- No deberías, pero lo harás –contestó confiado y añadió- y yo sé también que, tampoco tendría que hacerlo.
Beth lo miró inquisitiva. ¿Insinuaba que sentía lo mismo? ¡No podía ser!
- ¿Por qué no? –habló en tono susurrante.
- Tú también eres un peligro, Beth –le confió con una mirada sincera de sus ojos azules- lo puedo sentir. Tú eres la clase de mujer por la que un hombre lo dejaría todo… renunciaría a lo que sea… solo por ti.
Beth contuvo el aliento y un gritito de sorpresa. No había esperado una declaración tan hermosa y no necesito preguntar. No sabía cómo, solo lo podía sentir. Eso era real… no un guión. Algo del momento. Totalmente.
- Acompáñame, entonces –susurró tomando su mano y guiándole hacia su auto. No podía pensar en una respuesta para lo que él le había dicho. No en ese instante.
Subieron al auto en silencio. Beth lo puso en marcha y se giró a mirarlo.
- ¿Cómo irás a tu casa? –inquirió entrecerrando los ojos.
- Tenía la esperanza de quedarme contigo –contestó automáticamente, con una enorme sonrisa sarcástica que por poco Beth pasó por alto- no te alarmes –rió- estás conduciendo y no deberías distraerte.
- ¿Cómo no? Luego de lo que dices… -ella lo miró brevemente- no pensé que pudieras leerme con tanta claridad –soltó con un dejo de sarcasmo.
- Puedo hacer muchas cosas que no sabes aún –Lucian miró al exterior- tengo celular, puedo llamar a mi chofer –respondió a su pregunta.
- Ah… por supuesto. Te puedes dar ese lujo…
- ¿Tu no? –Lucian la miró con interés- tienes la presencia de una persona que ha nacido en una familia adinerada.
- ¿Yo? ¿Por qué dirías algo así? –Beth estacionó su auto y sonrió- ¿qué es exactamente lo que ves en mí?
- ¿Qué veo? Una mujer bellísima, inteligente, segura y elegante. Sofisticada y con un humor increíble. Que si bien ha nacido con privilegios, ha sabido ganárselos a pulso también. No quieres que te reconozcan por tu familia sino por ti… ¿cierto?
- Ese ha sido mi problema de toda la vida –rió Beth- una familia reconocida y un papel esperado por asumir…
- ¿Lo hiciste? –preguntó Lucian- ¿jugaste el papel esperado?
- Quizás… -concedió- también lo hago por gusto.
- ¿Y costumbre? –terció.
- Podría ser –Beth guardó su auto- ¿quieres acompañarme a tomar un café?
- ¿A esta hora? –Lucian rió- ¿por qué no? –se encogió de hombros y la siguió hasta el ascensor que les llevaría al departamento.
Charlaron por un periodo corto de tiempo, sobretodo hablaron sobre la familia de Beth en Italia y el anhelo de Lucian de conocer su país. Beth se burló por su repentino interés pero Lucian se limitó a sonreírle. Se despidieron cuando el chofer de Lucian lo esperaba en la entrada.
- Feliz cumpleaños, Elizabeth Ferraz –sonrió Lucian besándole en la boca- ¿lo has disfrutado?
- Ha sido maravilloso. Gracias –contestó con una sonrisa y lo besó ligeramente- es de agradecimiento, nada más.
- Me gusta esa manera de agradecerme –él se acercó a darle un beso en la comisura de los labios- estoy tentado a quedarme, por lo que es hora de que me retire –soltó con dramatismo.
- Podrías estar tentado pero no lo harás porque no te he invitado –dijo firme.
- ¿Y no lo harías más adelante verdad? –aún antes que ella lo negara con la cabeza, él supo su respuesta. Esbozó una media sonrisa y le acarició el cabello- eres bellísima.
Beth sonrió por la dulzura que envolvía sus palabras. Jamás se había sentido así, como si las palabras que él le dirigiera a ella fueran las primeras y las únicas que solo estaban destinadas a ella, que solo las inspiraba ella. No otra mujer, ninguna otra antes. Solo ella.
- Gracias por el cumplido, guapo –Beth lo abrazó y le pasó una mano por la mejilla- no desaparezcas –susurró mientras cerraba la puerta.
- No lo haré… -ladeó la cabeza- buenas noches –dijo y se alejó cuando la puerta se cerró con lentitud.
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