miércoles, 27 de enero de 2016

Becaria Pueblerina 22


Pero cuando su mirada topó con la de Sebas, un pequeño brillo de esperanza la animó, al comprobar como el hombre achicaba la mirada tras observarla al rostro.

Increíble, la rojez de la barba y el pelo ligeramente alborotado, habían surgido algo de efecto.


¿Pero irían esos gestos a dar el resultado que buscaban?

Por el momento, iba a pegar su silla al máximo con la de su amigo, aceptando las carantoñas que fuera hacerle éste.  Solo esperaba, que Sebas se portara amigablemente.


El reloj marcaba la una de la madrugada, cuando se tapaba con el nórdico en su mullida cama, con una enorme sonrisa de satisfacción en sus labios. Y sin poder evitar el soltar un suspiro de placer, seguido de una sonora carcajada que calló de inmediato, al ser interrumpida por dos golpes secos en su puerta.

-¿Ocurre algo ahí dentro? –Preguntó desde el otro lado Sebas, notándole cierto aire de enfado aún.

-No –Respondió, llevando sus manos a la boca para taparse el sonido de una nueva risa.

-Pues vete a dormir y deja el teléfono, no son horas –Gruñó, sugiriendo que su risa  procediera de una charla por aquel medio.

-¡Vete a dormir Sebas! –Alzó la voz sin disimular su humor-. Yo no soy la que madruga mañana.

-Niñata insolente –Se escuchó decir en la lejanía de su puerta.

¡Sí, joder! Exclamó en silencio, encogiendo su puño derecho.

Había disfrutado como mil demonios, la cena de aquella noche con la compañía de Matt. Podía decirse, que le había devuelto la pelota a Sebas quedando ganadora por goleada.

El chico, había sido muy educado en todo momento. Había hablado de negocios y del estado de la bolsa con Sebas, llegando incluso ella aburrirse un poco por unos minutos. Pero todo aquello, había logrado que Sebas dejara por un rato de ser su perro guardián.

Pero todo había formado parte de un plan.

Una vez que su querido perro, tenía la vigilancia desconectada. Había sido cuando Matt metía su estocada. Pero todo con muchísima sutileza.

A veces le retiraba en una caricia el cabello de la mejilla, le sonreía, le acariciaba la mejilla… o Bien, pasaba un brazo por sus hombros por alguna broma dicha. Todos gestos inocentes, pero cargados de mucha complicidad.

Pudiendo observar con ello, como el semblante de Sebastián se iba tornando cada vez más tosco.
Vaya… Al parecer, puede que las chicas tuvieran algo de razón.



A las ocho menos cinco minutos, Clarise trotaba escaleras abajo, con la bufanda aún en sus manos.
Se sentía rebosante de energía por dos motivos. Uno, por montar nuevamente en la moto con Ramón y dos, por saber que éste había aceptado darle un pequeño escarmiento a su jefe.

Cierto, que la primera opción tenía más peso. Pero no quería hacerse ilusiones imposibles. Era ahora, que comenzaban a llevarse mínimamente bien. Por ello, tenía que optar más por la segunda opción.

Ya pisaba la calle, justo cuando por la esquina torcía el hombre, deteniéndose unos segundos después enfrente de ella, para sonreírle con un guiño de ojos cuando se retiró el casco de la cabeza.

-Buenos días preciosa –Saludó consiguiendo con ello, un triple salto mortal en el corazón de la joven, con aquellas palabras.

-Hola –Le devolvió la sonrisa-. Gracias por venir a recogerme.

-Es todo un placer –Señaló para entregarle el casco que llevaba en el codo-. Y más –empleó tono sensual-, sabiendo que soy el primero en mostrarte éste placer.

-Tonto –Le dio un suave golpe en el hombro, antes de colocarse la protección en la cabeza.

-¿Lista, para hacer hoy mismo una gran entrada? –Clarise frunció el ceño, antes de subirse tras él y rodearle la cintura con los brazos-. Verás, resulta que tu querido jefe me ha citado en quince minutos, en el parquin de vuestro edificio –Ella, abrió los ojos de forma alarmante-. Seguro que es sobre ti, por los paquetes sorpresa –Sonrió pillín-. Pero a nosotros, nos queda perfecto para que nos vea llegar juntos y que su cabeza, crea que su plan da resultado.

-Pues pisa –Indicó entre dientes, un tanto molesta al tener que recordarse que no debía hacerse ilusiones. Todo era por venganza hacia Thom-. Quiero que nos vea llegar en primera fila y el primero.

Trece minutos después, para ser realmente precisos. Descendían por la rampa del parquin del edificio XIV, con un poco de exageración por parte de Ramón. La justa, para llamar la atención de su jefe que se hallaba apoyado en su porche con cara de sorpresa.

Pero lo curioso, que con él se hallaban gran parte de las chicas de la oficina.

Dios, ya notaba que las manos comenzaban a sudarle, cuando detuvo con suavidad la moto al lado de todos ellos.

-Hola –Sonrió algo sonrojada a sus compañeras, sabiendo que si no era en el ascensor, sería en el lavabo donde la acorralarían, para interrogarla como si de una espía se tratara.

-Hola Clarise y también a ti, Ramón –Habló primero Thom, antes que todas con una sonrisa de confabulación en su cara-. Se me hace raro verte con las manos alrededor de la cintura de Ramón, en vez de su cuello…

Por un momento, se visualizó así misma golpeando al hombre con el casco. Pero aspiró con fuerza y lo ignoró, girándose hacia Susan y Marta, quienes también habían dirigido cierta mirada hostil a Thom.

-Tranquilo, ya tuve mi ración antes de llegar –Habló Ramón en broma, algo que no era cierto pero que simplemente era parte del juego que iban a poner en práctica.


-Nosotras vamos subiendo –Soltó Susan con tono protector, antes de agarrar a la chica y de un tirón empujarla al ascensor con las demás chicas.

2 comentarios:

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...