Y dedicar esta historia a Gaby que ha estado al pendiente y acompañándolos a ellos y a mí
Blackdalion, las historias del Léon
Colin tenía un largo viaje por delante, no es que lo afligiera pues le
gustaba viajar y conocer nuevos lugares pero le molestaba tener que hacer de
representante de su familia.
Los viajes “oficiales” no eran lo suyo, prefería tener más libertad, de
hecho cuando tenía unos trece años se había escapado con la caravana de
comerciantes que pasaba cada año por su hogar para poder conocer mundo, su
padre había ido tras él. Al año siguiente Connor le había permitido que viajara
con ellos bajo su supervisión , pero le había quitado todo el placer porque se
había encargado de que fuera un viaje útil y aprendiera sobre el comercio y las
rutas, aunque ahora que lo veía a la distancia no había estado tan mal, había
aprendido mucho.
Sin embargo, aquello de tener que acudir
a una invitación a tierras lejanas como representante de su familia, no
le hacía gracia.
Tampoco es que hubiera muchas opciones, su hermano mayor estaba
demasiado ocupado ayudando en la administración de Levany y cuidando a sus
hijos, Kristana era, desde hacía muchos años, la Señora de Ildrake así que no
se podía contar con ella. Su otra hermana, Shennara, no era una opción...uno no
podía confiar en Sheny para esas cosas, era demasiado impredecible. Su hermano
menor andaba de viaje, y su padre, bueno, Connor Blackdalion había argumentado
estar muy ocupado para ir personalmente.
Si bien aquello no era una mentira, tampoco era del todo cierto, porque
a pesar de los deberes y responsabilidades, Connor nunca dejaba de hacer algo
que quisiera, de lo que se deducía que no tenía ganas de viajar.
Colin frunció el ceño, tenía la sensación de que su padre le había
tendido una trampa. No obstante, era un Blackdalion, y los Blackdalion no se
amedrentaban muy fácilmente, así que se acomodó bien en su montura y siguió
avanzando mientras silbaba su melodía favorita. Cabalgó lentamente hacia el
norte, muy al norte, más allá de Ildrake, más allá de las rutas de los
mercaderes que él había conocido.
Colin Blackdalion había heredado de su padre el amor por la música, al
igual que el parecido físico , en su casa decían que él tenía “las formas de
Connor y los colores de Shara”, ya que
tenía los masculinos ,aunque bellos, rasgos de su padre y su estructura física
pero también tenía el cabello oscuro y los ojos color dorado de su madre.
Y tenía ,al igual que Connor, una personalidad alegre y despreocupada, lo
que le había valido muchos retos en la infancia , ahora, a los veintitrés
seguía conservando el espíritu travieso. Además era curioso por naturaleza lo
que hacía que las aventuras lo encontraran frecuentemente, porque en realidad
parecían salir a su encuentro en lugar de que él las buscara.
Aquel viaje no iba a ser la excepción. De pronto una sonrisa se dibujó
en su atractivo rostro, aquello iba a ser divertido.
Tres días después de llegar a su destino, Colin estaba mortalmente
aburrido. No había nada que siquiera tuviera un eco de aventura, sólo era un
castillo como muchos que había conocido, con nobles provenientes de distintos
lugares y no mucho más. Lamentaba no haber traído a nadie consigo, pero se
había negado a llevar hombres del ejército de su familia, no le gustaba andar
custodiado, ya estaba grande para ello, aunque sus padres pensaran diferente. Y
sus amigos estaban ocupados en la cosecha o con sus propias familias,
últimamente se les había dado por casarse, así que tampoco había podido
pedirles que lo acompañaran.
El lugar era majestuoso, un castillo
al pie de montañas boscosas, pero
eso era todo, allí acababa el atractivo.
El resto se trataba de los mismos rituales cortesanos de siempre, más el entusiasmo por los torneos
que se desarrollarían, de hecho, sus anfitriones se habían desilusionado cuando
él rechazó participar en los combates. Para ser sinceros era un buen espadachín
como cualquiera de su familia, pero no le entusiasmaba en demasía hacer gala de
sus habilidades con la espada. Si fuera necesario, por una buena causa, peleaba
y ganaba, pero no por exhibirse ni por probar nada a nadie. Le gustaba seguir
sus propias reglas y no las de los demás.
Afortunadamente, la expectativa por la llegada de clanes guerreros de la
alta montaña había desviado la atención de él, así que se dedicaba a vagar por
el lugar tratando de encontrar algo que lo entretuviera durante su estadía.
Si no encontraba nada que llamara su atención, o saldría huyendo de allí
o crearía algún problema, se conocía bien.
Había evitado exitosamente las provocaciones para hacerlo combatir y las
risitas y miradas femeninas ,que también buscaban provocarlo, podía no ser el
correcto Sean, pero pensaba defender el nombre familiar tanto como le fuera
posible. Había sido enviado como embajador de los Backdalion y pensaba actuar
en consecuencia, al menos tanto como
pudiera.
Para evitar complicaciones se había refugiado en la biblioteca, una
siesta le había parecido una buena idea y había encontrado el lugar perfecto.
Un sillón de respaldo alto, semi escondido entre las altas estanterías. No
parecía ser un lugar muy visitado y el sillón era perfecto para su cuerpo
grande. Corrió los gruesos cortinados para
bloquear la luz y luego se arrellanó cómodamente, con suerte nadie lo
molestaría hasta la noche.
Cuando sintió pasos, trató de quedarse quieto, sabía que su ubicación
estratégica lo hacía casi invisible, pero la curiosidad pudo más y espió al
visitante.
Era una mujer, alta, más de lo habitual y vestida con ropa masculina de
combate, llevaba el cabello atado en una gruesa trenza que colgaba en su
espalda y tenía el ceño fruncido como si estuviera tensa o muy concentrada. La
joven caminó grácilmente, apenas haciendo ruido y deslizó sus dedos por los
lomos de los libros de una forma que no había visto antes, era algo casi
afectuoso. Tomó un libro y lo hojeó, luego lo devolvió a su lugar y tomó otro.
En ese instante alguien más ingresó y la chica se puso alerta y se giró
rápidamente hacia el hombre que había llegado.
-Briela, ¿qué haces aquí? Vamos, tu padre te busca – dijo con brusquedad.
-Sí- respondió ella y sin que el recién llegado pudiera notarlo, ocultó
con rapidez y maestría el libro entre sus ropas, luego, lo siguió
obedientemente.
Colin Blackdalion había visto distintos tipos de ladrones, mucho más en
sus viajes con los comerciantes, incluso él alguna vez había robado fruta o comida de las cocinas, pero
jamás había visto a alguien robar un libro.
Jamás se le hubiera ocurrido que un libro fuera un objeto digno de ser
robado. Y jamás había visto a alguien tocar los volúmenes en aquella forma casi
de ritual ni aspectos tan contradictorios desplegarse en una sola persona.
Esa joven mostraba y ocultaba emociones de una forma sorprendente, y
robaba libros de una casa donde era invitada.
Al fin había encontrado algo que le llamara la atención, sonrió, se
levantó y desperezó su cuerpo como un gato. Un gato grande, enérgico y con
ganas de encontrar algo con que jugar.
Quería averiguar más de la misteriosa ladrona de libros así que no tuvo
más opción que volver al ruedo social, finalmente pudo averiguar que era la
hija de uno de los clanes de la montaña, Briela Na Féinne, hija mayor ,
heredera y una de las guerreras con mejor reputación de toda la zona. Aunque al
buscar información pudo detectar que las mujeres la nombraban con cierto desdén
y los hombres hablaban de sus habilidades con la espada, eso le dio la
impresión de que mencionaban a otra persona, no la mujer que él había visto en
la biblioteca. No la que había despertado su curiosidad. Intentó encontrarla,
pero fue en vano, recién volvió a verla al día siguiente y en circunstancias
muy particulares.
La vio cerca de las lizas donde se hacían demostraciones, estaba discutiendo con un hombre que parecía
ser su padre.
-Están esperando por ti…- dijo el hombre.
-No lo haré, te dije que no competiré.
-Briela, tus habilidades son parte del orgullo de nuestra gente. Y todos
esperan por verte blandir la espada.
-Dije que no lo haré, sólo combatiré en quince días, en el torneo por mi mano, pero
no lo haré antes padre, ya dije que no lo haría – insistió ella y su mirada era
una mezcla de enfado y dolor.
No había sido su intención escuchar, pero ahora que había escuchado
sentía que debía intervenir. Por lo visto Briela era algo así como una
atracción especial de aquel encuentro, pero era obvio que ella no quería
hacerlo, tendría que darles algo más con que entretenerse. Era hijo de Connor
así que tenía un sentido de caballerosidad que se despertaba en los momentos
más inadecuados y tenía, también, un buen sentido para el espectáculo
Si querían una buena exhibición en las lizas, él iba a darla. Iba a
rescatar a aquella joven aunque ella no lo hubiese pedido y aunque nunca se
enterara de su gesto.
Habían insistido mucho para que él participara, así que cuando comunicó que
lo haría se armó un buen revuelo y logró que toda la atención se centrara en
él, después de todo los Blackdalion eran legendarios y su abuelo, padre y tíos
habían expandido esa fama a todos los confines. Él no era tan amante de la
espada, aunque había sido bien entrenado para usarla no lo hacía a menos que
fuera absolutamente necesario, no le gustaba hacerlo para lucirse. Sin embargo,
allí estaba, siendo centro de todas las miradas, eso despertó su espíritu
travieso, si iba a hacerlo, lo haría bien. Saco dos espadas, el estilo de sus
primos Likaios y sonrió a su contrincante mientras la gente se amontonaba alrededor. Luego demostró la
sangre que corría por sus venas.
Briela había escuchado hablar de la visita de un Blackdalion, pero no lo
había visto nunca hasta que lo observó avanzar por las lizas blandiendo
magistralmente dos espadas. Era alto, mucho, más que ella, con cabello oscuro
algo largo que caía desordenadamente y casi le cubría la cara cuando avanzaba
para dar algún estoque.
Lo observó unos instantes, era imposible no mirarlo, aunque no quisiera
los movimientos de aquel hombre eran algo que atraía. El sonido del choque de
metal la despabiló del encantamiento y aprovechó la distracción de todos para
escabullirse, ya había tenido demasiado de espadas y peleas, sólo quería un
lugar tranquilo para perderse en las páginas de su libro. Un tiempo para ella,
para olvidar la que los demás querían que fuera y ser quien ella soñaba ser.
.
Colin pensaba hablar seriamente con su padre cuando regresara, haberlo
mandado allí había sido una sucia treta, estaba seguro de eso. Hacía tiempo que
no jugaba tan intensamente y ahora le dolían todos los músculos.
Y había vuelto a ser centro de atención. Además había perdido a la chica,
la había visto brevemente entre la multitud y luego había desaparecido. Después
del combate había tratado de localizarla pero era demasiado escurridiza,
incluso para él que era experto en eso.
Al menos se sentía satisfecho con haberla podido ayudar . Aunque su curiosidad había aumentado notablemente,
sobre todo cuando supo que en un par de semanas, como cierre a aquella reunión,
habría un combate , uno donde el ganador obtendría la mano de Briela, y la
persona a vencer era la misma muchacha.
Extrañaba a sus hermanos menores, eran la mejor compañía cuando uno
necesitaba buenas ideas, y él necesitaba encontrar a su misteriosa ladrona.
Pero imaginaba que si ella había escapado para leer su libro, quizás
necesitaría otro pronto. Eso le daba una idea de dónde ir.
Al día siguiente dio un par de vueltas tratando de ubicarla pero cuando
volvió a convertirse en centro de acoso de las muchachas y de guerreros que querían hablar de su
familia, escapó.
Regresó a la biblioteca y esperó, tenía un presentimiento y no tardó en
hacerse realidad. Escondido nuevamente en el sillón sonrió satisfecho
cuando descubrió que la joven era una
delincuente reincidente, estaba decidiendo si salir a hablarle o seguir
escondido cuando una voz masculina los sobresaltó a ambos.
-¡Briela!¡ Espero que no hayas vuelto a la biblioteca! – gritó alguien
por el pasillo y a ella se le cayó el libro que sostenía. No tenía forma de
escapar, aunque saliera de prisa se encontraría con su padre y no podría evitar
los regaños que tanto la herían.
Esta vez su rescate no iba a pasar desapercibido, no tenía más opción,
así que Colin salió rápido de su refugio. La chica estuvo a punto de gritar
cuando él apareció delante de ella casi de la nada, pero le tapó la boca y la
llevó hasta el sillón que ocupaba unos instantes atrás, antes que pudiera
reaccionar.
Le hizo señas de que guardara silencio y él alcanzó a levantar el libro
del suelo y fingir que lo leía justo
cuando el padre de ella entró.
-Blackdalion – dijo el hombre asombrado de verlo allí, era obvio que no
esperaba encontrarlo a él sino a su hija.
Colin hizo un breve saludo con la cabeza mientras el visitante barría el
lugar con la mirada.
-¿Puedo ayudarlo en algo? – preguntó amablemente.
-¿No ha visto a nadie más aquí, verdad?
-No nadie más, yo y los libros – respondió levantando el tomo que
sostenía , el hombre masculló una respuesta y salió de allí. Tras un tiempo
prudencial, Colin se acercó al sillón donde Briela estaba acurrucada.
-Ya puedes salir- le dijo
-Gracias – contestó la joven poniéndose de pie, era extraño pues al ser
muy alta, solía estar bastante pareja con los hombres, pero frente a este se
sentía pequeña. Además era algo incómodo que él la hubiese sorprendido allí y que
la hubiese ayudado.
-Soy Colin Blackdalion – se presentó formalmente.
- Briela Na Féinne – se presentó ella.
- Como la montaña – dijo él e hizo un gesto vago hacia el exterior.
-Sí, ha sido el hogar de mi familia siempre, así que de allí viene
nuestro apellido. Gracias por su ayuda, estoy en deuda, cualquier cosa que
pueda hacer por usted.
-Me debe un rescate, entonces- dijo y ella lo miró con curiosidad.
-¿Un rescate?
-Si, si me rescata una vez, estaremos a mano.
-No parece necesitar que lo rescaten, pero de acuerdo – respondió y
extendió su mano como para sellar el trato. Colin demoró en soltarla y cuando
lo hizo aprovechó para hacer una pregunta que lo intrigaba.
-¿Por qué le gustan tanto los libros? – preguntó sinceramente y ella lo
miró perpleja. Estaba sorprendida de que lo hubiera notado y en segundo lugar
de que hubiera verdadera curiosidad en su pregunta como si le interesara saber
la respuesta. Nunca le habían preguntado eso, no de verdad. Si había escuchado
aquello alguna vez, había sido con tono de reproche y censura, recordándole que
no era lo que se esperaba de ella.
-Son mis amigos...- dijo y al momento se arrepintió de haber confesado
aquello en voz alta, se sentía muy tonta pero al levantar la mirada notó los
ojos de él no reflejaban burla sino que parecía tratar de entender lo que le
decía.
-¿Sus amigos?
-Los libros me llevan a otros mundos, me siento bien leyendo, me gusta
imaginar esos lugares, esas vidas, aprendo cosas también. Y me entienden,
quiero decir no es que me entiendan porque no son personas, pero cuando uno lee
algo, eso que lee no juzga lo que uno
siente...es.... no sé como explicarlo – finalizó turbada. Nunca le había dicho
todo eso a nadie y no sabía por qué lo estaba haciendo pero la situación
inesperada la había hecho bajar la guardia.
-Nunca me ha atraído mucho la lectura, pero me gusta como lo hace sonar.
-Debo irme- dijo Briela apurada por escapar, aquel hombre estaba
inquietándola más de lo que le gustaba.
Y si se seguía demorando volverían a buscarla.
-Briela – la llamó cuando comenzaba a alejarse y la joven pensó que su
nombre sonaba extrañamente musical pronunciado por el joven Blackdalion.
-¿Sí?
-Me gustaría mucho ser su amigo mientras esté aquí, como sus libros.
-No creo que sea posible...- dijo ella levantando sus murallas. A pesar
de todo, no dejaba de ser un extraño, uno con el que no parecía tener mucho en
común.
-Entiendo, al menos espero que recuerde que me debe un rescate- dijo y
ella asintió antes de irse
Colin no estaba muy seguro de por qué le había hecho aquella propuesta
de amistad, pero se había visto impulsado a hacerlo, no había nadie que
conociera allí y Briela Na Féinne que vivía aventuras a través de las páginas
de libros parecía ser una amiga ideal para él que vivía aventuras reales y que
se sentía solo en aquel lugar.
Lamentaba haberla asustado con su comportamiento, pero no pensaba
renunciar tan fácilmente, sólo necesitaba encontrar otra oportunidad, aunque no
tenía idea de qué clase de peligro podría crear para necesitar ser rescatado.
Había muchas preguntas más que quería hacerle a aquella joven, preguntar
por qué robaba los libros, de qué escapaba y por qué iba a batirse con espadas
para conseguir un marido. Cuando algo lo intrigaba necesitaba respuestas, su
mente comenzó a pensar en cómo obtenerlas.
A veces, las circunstancias más insospechadas podían usarse a favor, un
guerrero sabía eso y el joven Blackdalion lo tenía muy en claro cuando esa
noche en el salón central se vio rodeado
por mujeres que querían llamar su atención.
Había mucha gente en el salón , Briela había estado bastante tiempo
junto a su padre y su gente, pero cuando la conversación había vuelto a
centrarse en la administración de las tierras, las luchas y los guerreros que
se habían exhibido allí aquellos días, se había apartado buscando un poco de
tranquilidad. Sus acompañantes habían elogiado las habilidades del joven
Blackdalion, eso le había recordado su encuentro con el hombre de ojos dorados
y casi como si lo hubiese convocado con el pensamiento, al levantar la vista ,lo
vio a pocos metros de ella.
La mayoría de las mujeres casaderas de aquella reunión estaban junto a
él tratando de conquistarlo, ella suspiró con hastío. Estaba por alejarse
cuando notó la mirada de él clavada en ella, ambos eran altos así que de alguna
manera parecía como si pudieran elevarse por sobre el resto de las personas que
los rodeaban y comunicarse. También notó las leves señas que él le hacía.
Briela lo observó confusa, no podía ser
que él dijera en serio lo del rescate y mucho menos en un momento así. Pero las
señas se hicieron más evidentes e
incluso lo vio modular la palabra “promesa”.
“¿Quién podía necesitar que lo recataran de un grupo de admiradoras? ¿No
podía librarse por sí mismo si estaba incómodo?”
Era un hombre muy extraño. Se dirigió hacia él.
-Blackdalion…- musitó llegando a su lado y las demás mujeres se
apartaron. Briela disimuló su malestar por aquella situación, se apartaban
automáticamente de ella como si su compañía fuera algo indeseado, siempre había
sido de aquel modo. Ya casi no le importaba. Casi.
-¿Señorita Na Féinn? – preguntó él con un tono ligero.
-Mi padre…mi padre quisiera hablar con usted.
-Por supuesto, vamos . Si nos disculpan – expresó a quienes los rodeaban
y puso el brazo para que Briela se apoyara en él, juntos se dirigieron hacia la
salida del salón.
-Gracias- susurró Colin tan pronto se alejaron.
-¿Qué fue eso? – dijo ella intentando apartarse pero él la retuvo a su
lado- ¿De verdad no podía irse? ¿Esa era su idea de un rescate?
-No podía irme sin ser maleducado y ya estaban colmando mi paciencia.
Además no todos los rescates importantes suceden en un campo de batalla, puedo
defenderme bastante bien con la espada pero no puedo librarme de ciertas normas, así como tampoco
usted podía escapar de su padre en la biblioteca. Ya ve, lo más simple a veces
es más difícil. Así que gracias por cumplir su promesa y rescatarme – le dijo y
le guiñó un ojo traviesamente.
-Entonces, ya he pagado mi deuda.
-No tengo ganas de volver allí dentro, ¿usted sí? – preguntó.
-No, no de verdad.
-¿Algún lugar dónde podamos ir?
Conoce el lugar mejor que yo– preguntó pensando que era bastante
complicado porque el castillo estaba lleno de gente y también el exterior,
incluso había tiendas de campaña con la gente que había llegado recientemente.
-No lo sé – respondió dubitativa, no tenía idea cómo había llegado a
aquel punto.
-¿La biblioteca? – preguntó él.
-Debe estar cerrada.
-Eso no es problema, vamos – la invitó tomando una tea de la pared y
Briela lo siguió.
-¿No le da miedo?- preguntó Colin mientras avanzaban por el pasillo, que
por suerte se encontraba vacío.
-¿Miedo?
-Andar vagando conmigo a solas.
-Su familia es conocida por ser honorable.
-Seguimos siendo un hombre y una mujer, ¿no le preocupa su reputación
cuando está por casarse pronto?
-No van a casarse conmigo por mi reputación- respondió ella con una
sonrisa extraña- Además puedo defenderme muy bien – agregó como regresando de
sus pensamientos y ,por cortesía, Colin evitó mencionarle que dudaba que su
fuerza pudiera contra la de él.
Llegaron hasta la biblioteca y efectivamente la puerta estaba cerrada.
-Ilumíneme- dijo él cediéndole la tea y se inclinó para trabajar en la cerradura con un fino
metal que sacó de entre sus ropas.
-¿Sabe abrir cerraduras? – preguntó asombrada.
- Además de nuestro código de honor, en mi familia tenemos cierta
aversión al encierro, así que si. Digamos que es un legado paterno- comentó
recordando que desde sus días de esclavitud su padre odiaba la idea de ser
encerrado y todo ellos terminaron aprendiendo a abrir cerraduras. – Listo – dijo tras un par de minutos y abrió
la puerta cediéndole el paso. Una vez que Briela entró, volvió a cerrar la
puerta.
Ella avanzó deslumbrada como si descubriera un nuevo encanto a aquel
lugar apenas iluminado por la luz lunar
que entraba y por la tea que ella sostenía. Colin se acercó con un candelabro
para que lo encendieran y dar un poco más de claridad.
-De verdad le gusta este lugar-evaluó.
-Sí, hay mucha calma aquí.- respondió ella suavemente. El joven dejó el
candelabro en una pequeña mesa y luego fue a sentarse en el suelo apoyando la
espalda contra una estantería, desde allí hizo una de las preguntas que le daba
más curiosidad.
-¿Desde cuándo toma libros de aquí? – cuestionó y ella se giró
sorprendida, casi asustada y lo miró
fijamente.
-¿Cómo…?
-¿Cómo lo sé? La primera vez que la vi aquí no fue cuando su padre la
buscaba, fue anteriormente, yo estaba en el sillón cuando entró y tomó un libro.
-Yo…- titubeó sin saber cómo explicarse
pero luego pensé que ya no importaba, no podía negarlo y él sabía
demasiado. Se sentó al lado de él, por una vez agradeció ir vestida con
aquellas ropas en lugar de llevar un vestido, y comenzó a hablar- Siempre amé los libros, de niña venía y podía
leer todo lo que quisiera, cuando fui creciendo mi padre pensó que debía
alejarme de estas historias y concentrarme en lo importante, en entrenar , en
aprender todo lo que su heredera debía saber. Así que me prohibieron perder
tiempo leyendo y los libros se volvieron algo vedado…
-Pero seguías amándolos – interrumpió él y ella asintió para luego
seguir hablando
-Así que cada año que veníamos aprovechaba a leer y en los últimos años
que estoy tan llena de deberes que cumplir, los he tomado como dijiste. Sé que
no está bien, pero no sería yo sin ellos .
-Es verdad que no entiendo, los libros no me llaman demasiado la
atención más que lo necesario. Y nunca estoy quieto el tiempo suficiente como
para ser un buen lector, pero tampoco creo que hagas mal
-¿De verdad no le gusta leer? – preguntó ella y eso lo hizo sonreír.
Pensó que así como a él le resultaba extraña aquella fascinación que la joven
tenía por los libros, a ella le sorprendía que los demás no los amaran del
mismo modo. Nunca se había detenido a reflexionar en ello, pero el mundo
dependía del punto de vista de cada uno.
-No es que no me guste, pero tampoco me atrae, me temo que no soy del
tipo tranquilo, me gusta explorar y descubrir cosas continuamente. No por nada
soy parte de “la Plaga”
-¿La Plaga? – preguntó Briela con curiosidad, ese hombre era diferente a
cualquiera que hubiera conocido antes, escucharlo hablar era como adentrarse en
una historia de esas que le encantaban.
-Mis hermanos menores, Shennara , Kendrick y yo conformamos el trío
conocido como “la Plaga”. No estoy seguro que merezcamos tal mote – comentó con
una sonrisa muy traviesa que desmentía sus palabras- pero nuestra familia y
amigos nos llaman así. En nuestra defensa diré que ganamos el apelativo en
nuestra infancia, y que tiene que ver con nuestras pequeñas aventuras y exceso
de creatividad.
-¿Exceso de creatividad, eh?
-Bueno, mis hermanos mayores eran los responsables y aburridos, nosotros
éramos absolutamente libres para divertirnos.
-Yo soy la mayor – casi suspiró ella como si eso le resultara una pesada
carga.
-Yo soy del grupo de los menores, supongo que eso nos dio mucha más
libertad, así que pasé más tiempo al aire libre que cerca de los libros.
-Debe ser agradable…-musitó ella.
-¿Por qué combatirá para encontrar marido? – preguntó él tomándola
totalmente desprevenida.
La joven lo miró un momento como si evaluara qué responder, finalmente
habló.
- Soy la hija mayor, tengo dos hermanas menores, lo que significa que
algún día seré quién lidere a mi gente.
De haber sido hombre, habría podido elegir con quien casarme, aunque hubiera tenido que
considerar de qué familia venía y los beneficios para mi pueblo. Pero siendo
mujer, hay otras tradiciones, se me educó para ser una guerrera, tal como si
hubiera sido hombre, y según la costumbre, debo casarme con un buen guerrero, uno
que pueda superarme a mí que soy la mejor de todos.
- ¿Por qué?
-Porque debe ser alguien que pueda proteger y hacerse cargo de ellos en
mi lugar, si algo sucede.
- Es ridículo, ¿y lo que siente? ¿Va casarse con cualquiera que pueda
derrotarla?
- No debería juzgarme. Es la tradición de mi gente. No cualquiera puede
derrotarme, es el segundo año que hacemos la competencia y nadie pudo, ni
podrá- dijo ella y su mirada se llenó de desafío y rebelión.
Colin entendió que ella tenía un camino marcado, no uno que hubiera
elegido, pero haría todo lo posible para resistirse. De la misma forma en que
robaba libros y leía a escondidas.
-No fue mi intención juzgar, pero no puedo decir que la idea de que
casarse con alguien que no ama ni la ama, me resulta …¿desconcertante? –
intentó explicarse buscando una palabra que no la hiriera, aunque la palabra que resonó en su mente fue
“aberrante”.
-También proviene de una familia noble, los matrimonios arreglados no
deberían resultarle tan extraños, cuando la vida de otra gente depende de uno,
es importante hacer una buena alianza.- se explicó ella elevando el tono,
aquellos ojos dorados parecían censurarla y no le gustaba.
-Me temo que en mi familia tienen la mala costumbre de casarse por amor.
-¿Incluso los primogénitos? – preguntó ella sorprendida.
-Sobre todo los primogénitos, suelen ser los peores – dijo sonriendo al
recordar a su tío Cal, a Blaze, a los mellizos y a su propio hermano, Sean.
-Pero…alguien que se encarga de un Señorío, debiera pensar en otros
aspectos, en fortalecer su posición, en proteger su poder.
-Debo decir que han sido alianzas muy beneficiosas , quizás justamente
porque eligieron el amor, sus parejas les proveen apoyo, los acompañan y saben
que pase lo que pase estarán allí para ellos, creo que eso ha sido su
mayor ventaja y beneficio. Y también
tenemos adquisiciones muy interesantes en la familia – comentó pensando en lo
pintoresca que era su familia, había herreros, príncipes, ladrones, magos ,
incluso el reciente enlace de Iolhen había sido con un descendiente de un mago
oscuro. Briela lo miró con curiosidad y él sólo sacudió la cabeza, era demasiada información para
darle, de hecho ahora que lo meditaba su extensa familia era demasiado
particular hasta para él mismo. Aunque
también eran muy felices.
-Yo creo que será mejor volver, ya es tarde – propuso ella porque ya no
quería hablar más de aquel tema, no quería recordar sus propios anhelos , ni
volver a sentirse desanimada.
-De acuerdo- dijo él y se levantó de prisa para luego darle a mano a ella
y ayudarla a ponerse en pie.
La joven se encaminó hacia la puerta y Colin la llamó.
-Briela
-¿Sí?
-Elige cuáles quieres – dijo señalando hacia los anaqueles y hablándole informalmente, ella se sonrojó
ante el recordatorio de su anterior excursión en aquel lugar.
-No, yo…
-Esta noche eres libre para tomar los libros que quieras, con seguridad
nadie los echará en falta y además esta puede ser tu última oportunidad. Estoy
seguro que no encontrarán mejores manos que las tuyas. Mira – dijo pasando los
dedos por algunos de ellos y acercándose para que ella viera el polvillo- Están
abandonados aquí. Dijiste que eran tus amigos, no deberías dejarlos solos…- la
tentó y ella lo miró esperanzada.
Aquellos libros y los miles de mundos que contenían eran su mayor deseo,
y ahora ese hombre ,que era un desconocido, y al mismo tiempo con quien más
había hablado de sí misma, se los ofrecía. Ciertamente no eran de él para
ofrecerlos, pero había algo en aquel gesto, en el de alguien entendiendo lo
importante que eran los libros para ella que la emocionó.
Y también la asustó.
Sin embargo lo que él decía era verdad, quizás era su última oportunidad
de llevarse un libro para leerlo, confiaba en que nadie le ganaría en la
competencia, pero si llegaba a ocurrir, todo cambiaría.
Ni siquiera intentó escuchar a su consciencia, se acercó y tomó un par
de libros que había visto en su anterior visita. Al girarse se topó con la
mirada de Colin, pero no había ni censura, ni diversión ,ni nada de eso.
Parecía estar complacido.
-Quería estos- dijo ella sencillamente.
-Entonces, Briela Na Féinne, ¿podemos ser amigos? – preguntó nuevamente.
-¿Por qué?
-No leo libros, mis hermanos están lejos y aquí sólo les importa mi
apellido y que soy bueno con la espada, me siento bastante solo. Y creo que
podríamos ser amigos, compartimos el espíritu aventurero, nos hemos escapado
juntos, hemos irrumpido en propiedad ajena y somos cómplices. Son muy buenas
razones.- dijo al tiempo que hacía un gesto de contar con los dedos aquello que
enumeraba.
-No tengo amigos reales- dijo Briela
-Esa es otra buena razón- confirmó Colin
-Creo que sí. No sé cómo, pero me gustaría intentar ser su amiga- dijo y
era verdad, era como querer leer un capítulo más para descubrir algo
interesante. Lo había visto usar las espadas brevemente, lo había rescatado de
un grupo de mujeres, lo había ayudado a forzar una cerradura y lo había
escuchado hablar de sí mismo tanto como había sido escuchada por él. Por
primera vez pensó que podía necesitar un amigo que no fuera de papel y palabras.
Los dos se retiraron de la biblioteca y regresaron discretamente a los
aposentos que les habían asignado.
Briela volvió con dos libros nuevos y un amigo, Colin con su curiosidad
cada vez más estimulada y con una misión.
Colin Blackdalion siempre había sido muy sigiloso, le gustaba saber lo
que sucedía a su alrededor así que desde niño, cuando solía escuchar a
escondidas aquello que no le informaban directamente, había perfeccionado el
arte de no ser descubierto, en general podía moverse con total disimulo y pasar
desapercibido, seguir a alguien sin que se diera cuenta o entrar en lugares que
parecían impenetrables. Casi podía ser invisible cuando lo deseaba, excepto a
los ojos de una persona, su madre.
Por suerte Shara no estaba allí, porque necesitaba que no lo
descubrieran.
Desde la mañana, había tratado de ubicar a Briela , cuando la descubrió la joven estaba con su padre y sus acompañantes . Se acercó todo lo que pudo y cuando ella anunció que se retiraría al bosque para ejercitar su esgrima, se decidió a seguir a su nueva amiga.
Desde la mañana, había tratado de ubicar a Briela , cuando la descubrió la joven estaba con su padre y sus acompañantes . Se acercó todo lo que pudo y cuando ella anunció que se retiraría al bosque para ejercitar su esgrima, se decidió a seguir a su nueva amiga.
Durante un largo trecho siguió su rastro sin problema, pero después de
un par de horas, cuando empezó a internarse en la espesura y el sendero se iba
haciendo cuesta arriba , notó que estaba algo desorientado. Media hora después
tuvo que reconocer que estaba perdido.
Eso era una complicación inesperada, no le quedaba más remedio que
tratar de retroceder sobre sus pasos y regresar, pero lo hacía sentir molesto y
frustrado. Era un explorador nato y no estaba acostumbrado a perderse.
-¿Perdido? – preguntó una voz de pronto y vio acercarse a Briela, eso lo
sorprendió aún más. Su objetivo siempre había sabido que la seguía.
-Eso parece, ¿me creerías si digo que es la primera vez?
-Na Féinne oculta a sus hijos – comentó ella acercándose y él tardó unos
segundos en recordar que era el nombre de la montaña y que el linaje de la
joven había tomado el nombre de ese lugar. Sonrió.
-¿Entonces la montaña te ocultó y me desorientó?
-Eso dicen, que cuando alguien de aquí necesita esconderse la montaña lo
ayuda, durante las épocas de guerras o con invasiones de extranjeros, ellos han
terminado dando vueltas por los bosques si encontrar salida, mientras nosotros
hemos permanecido a salvo.
- Supongo que debo agradecer que me rescataras, por segunda vez – dijo
él resignado.
-¿Qué hacías?
-Seguirte. Estaba aburrido y solo, se suponía que habíamos acordado ser
amigos, no deberías haberte escapado a jugar con la espada tan pronto
pudieras.- le recriminó en broma pero aún estaba impresionado de que ella lo
hubiera atrapado.
-En realidad me escapé para no usar la espada, no me gusta – aclaró
ella.
-No te gusta pero ¿te casarás con quien te gane y termine apuntando una
hoja afilada a tu cuello?
-Si pudiera elegir no sostendría una espada jamás en mi vida, aún así no
me ganarán tan fácilmente . Y tampoco será tal como lo describes.
-¿Entonces?
-El ganador tiene derecho a que mi padre le conceda un deseo, lo que sea
que pida. Es tradición que pida la mano de la hija del Señor. Y alcanza con que
me desarme, no necesita apuntar a mi cuello con su arma.
-Sigue sin convencerme. Si no ibas a practicar, ¿dónde ibas? ¿Puedo ir
contigo?
-Supongo que ya que estás aquí puedes venir, y sobre lo mis planes …-
dijo y extrajo uno de los libros de entre sus ropas y se lo enseñó.
Continuaron caminando cada vez internándose más profundamente y aunque
Colin intentaba retener detalles que le permitieran orientarse, no le resultaba
fácil, además la joven que iba a su lado lo distraía. Iba vestida como una
guerrera, pero la espada que llevaba en su costado parecía repugnarla, en
cambio sostenía su libro con cariño.
Avanzaron otra media hora hasta llegar a un sector un poco más
despejado, había menos árboles y se filtraba la luz del sol, también había un
manto de flores azules. Era un lugar precioso, y también obviamente era un lugar para estar en
soledad, un refugio privado. Imaginó que Briela no llevaba mucha gente allí.
-Gracias, por dejarme venir aquí…- dijo girándose hacia ella y la joven
solo asintió algo sonrojada.
-No tuve mucha opción – contestó incómoda y él rió.
Se sentaron debajo de un árbol que parecía ser muy antiguo, era altísimo
y con un tronco grueso que delataba sus años, Colin amaba los árboles y desde
pequeño tenía debilidad por treparlos, así que lo observó con admiración.
-Es uno de los viejos habitantes de la montaña-comentó y Briela se lo
quedó mirando. Aquel hombre parecía reparar en cosas que otra gente no notaba.
-Así es- le respondió acomodándose a su lado pero guardando cierta
distancia.
-Si pudieras elegir, ¿qué elegirías? – preguntó él volviendo a tomarla
por sorpresa.
-No tener que usar la espada, poder venir aquí a leer libremente, usar
vestidos bonitos como otras jóvenes, ser una mujer como las demás y no la
heredera del Señor de Na Féinne, ser menos alta…-agregó en voz baja.
-Curioso, Conozco a alguien que cambiaría de lugar contigo- comentó y
ella lo miró con interés.
-¿Quién?
-Mi hermana menor, Shennara. Es un poco…¿salvaje? Digamos que al criarse
con Kendrick y yo como compañeros de juegos, no suele seguir los modos de una
dama. Los demás suelen reclamarle que sea más femenina, pero mi hermana no se
preocupa por su vestimenta, me temo que prefiere espadas a libros, ama los
desafíos y la discreción no suele ser su punto fuerte.
-¿Y ustedes? - preguntó ella y Colin la miró sin entender, Briela aclaró
su pregunta- Dijiste que los demás son quienes hacen reclamos por su forma de
ser. ¿Su familia también?
-No, nosotros la amamos tal como es. Y la apoyaremos en lo que decida
ser – aseveró e inmediatamente dio cuenta que había tocado su punto sensible,
la mirada de la joven se ensombreció y él recordó que ella no contaba con ese
apoyo. De hecho en poco más de una semana, su propia familia la entregaría en
matrimonio a quien pudiera demostrar que tenía fuerza y habilidades como
guerrero, no para amarla.
-Entonces somos muy diferentes – casi susurró la joven.
-Léeme – pidió él de repente.
-¿Qué´?
-El libro que trajiste, el que ibas a leer, léelo en voz alta, quiero
escuchar de qué trata.
-¿Por qué? – preguntó extrañada.
-Quién sabe, podrían llegar a gustarme los libros. Lee, Briela –
dijo y se acomodó para escucharla.
La historia que la joven leyó, hablaba del mar, en un momento se detuvo
y desvió su mirada hacia Colin que estaba con los ojos cerrados, por un breve
segundo pensó que se había quedado dormido pero él abrió sus increíbles ojos
dorados y la miró fijamente.
-¿Cómo sigue? – preguntó.
-Escuchabas…
-Claro que sí. Las palabras me estaban haciendo viajar. ¿Conoces el
mar?- preguntó y ella negó con la cabeza, Colin sonrió levemente. Era momento
de que ella tomara un descanso y le cediera el turno para contar historias.
Empezó a contarle del mar que conocía, mejor dicho de todos los mares, del de
sus días de infancia tranquilo y alegre, del mar indómito de las tierras de
Ildrake, del mar lleno de imprevistos y misterioso que había navegado con los
comerciantes.
Ella lo escuchó atentamente y olvidó el libro que sostenía, sólo recordó
cuando él detuvo su relato y mencionó que era tarde ya.
-Deberíamos volver, antes que oscurezca, si el camino de regreso es
igual de largo, demoraremos bastante.- mencionó Colin.
-Sí, se ha hecho tarde, no me di cuenta. – dijo ella y era verdad, el
tiempo había transcurrido sin notarlo, y había disfrutado cada momento.
-Podemos continuar mañana – dijo él y ella lo miró dubitativa.
-¿Mañana?
-Claro, ahora quiero saber cómo sigue la historia del libro. Y tengo mucho más para contarte.
-Mañana…- susurró ella aunque no sabía si era pregunta o afirmación.
Sólo sabía que también quería escuchar lo que él relataba.
El camino de regreso fue mucho más rápido y antes de llegar, Colin se
separó para llegar cada uno por su lado,
Briela agradeció aquella consideración. Durante el resto de ese día no
volvieron a cruzarse.
A la mañana siguiente tampoco se encontraron y cuando la joven volvió a
escaparse hacia el bosque con la excusa de practicar, durante cada paso del
trayecto miró hacia atrás esperando que el joven Blackdalion apareciera, pero
no fue así. Se sintió desilusionada, aunque no había querido había anhelado
aquel encuentro prometido, quería escuchar el resto de las historias que él
tenía para contar y quería tenerlo de oyente mientras leía. Nunca lo hubiera
creído, pero su refugio se le antojaba solitario.
Sin embargo cuando llegó al lugar se llevó una gran sorpresa, Colin
estaba allí. Estaba recostado bajo el árbol
pero se puso en pie apenas ella entró al claro.
-¡Estás aquí! – exclamó Briela sin poder evitarlo y él la saludó con la
mano.
-Te estaba esperando, pensé que si veníamos juntos de nuevo podría
traerte inconvenientes.
-Pero ayer te perdiste en el camino…-comentó acercándose.
-Sí, pero aprendo rápido. Soy famoso por cometer muchas equivocaciones,
pero jamás la misma dos veces. Siempre aprendo de mis errores – comentó con
cierta arrogancia y ella imaginó que era verdad.
- Yo trato de no equivocarme – mencionó la joven más como una reflexión
sobre sí misma. Sentía cierta envidia sobre la liviandad con la que Colin
hablaba de cometer errores, ella no solía permitirse equivocarse.
- Si no te equivocas, ¿cómo aprenderás Briela Na Fëinne? – preguntó pero
había diversión en sus ojos dorados, no críticas- ¡Ahhhh! Supongo que eres del
estilo de mi hermano Sean, él no se equivoca, ni lo necesita, simplemente lo
sabe todo. Supongo que hay diferentes métodos.
-Supongo- respondió ella vagamente.
-Entonces, ¿volviste a decir que estarías aquí practicando? – cuestionó
al tiempo que hizo un breve gesto hacia la espada que ella traía.
-Sí, ¿también tú? – preguntó a su vez mirándola espada de él apoyada contra
el árbol debajo del cual había estado recostado.
-Briela.- la nombró con seriedad dejando su lado juguetón.
-¿Sí?
-Ese torneo tuyo, ¿de verdad crees que puedes ganarlo? – preguntó con
cierta preocupación. Había meditado mucho sobre si debía mencionarlo o no, pero
dado que de eso dependía el matrimonio de su nueva amiga, le pareció que no
debía guardar silencio.
-Sí, estoy muy segura. Dije que odio las espadas y pelear, pero soy
buena haciéndolo, me criaron para hacerlo y te dije que no me gusta equivocarme
en mi deber, aunque sea algo que no me guste.
-Pero todos esos hombres que competirán contigo se han preparado, tienen
un objetivo y son más fuertes.
-Pero no son mejores que yo.
-Aún así.
-¿Quieres comprobarlo, Blackdalion? – dijo ella y empuñó su espada.
Colin no levantaba su espada contra mujeres, quizás alguna vez había
practicado con su hermana o alguna de sus primas, pero jamás se le ocurría
combatir con una desconocida. Sin embargo su sentido protector le decía que era
mejor sacar a Briela de aquella idea equivocada, de aquella creencia de que
podría vencer a sus contrincantes y posibles candidatos a esposo. Era mejor
que se enfrentara a la realidad y
buscara otra solución a su situación.
-De acuerdo, veamos que tan buena eres – dijo él y fue a buscar su
espada. Diez minutos después, Colin se arrepentía de cada palabra dicha, ella
era buena, demasiado. Apenas si podía pararla y jamás había tenido un
contrincante tan difícil salvo Sean o Blaze.
Briela Na Féinne era una gran guerrera y cuando logró desarmarlo y
apoyar la filosa hoja de su espada en el cuello masculino, tuvo que admitir que
era tan buena como para derrotarlo.
Apenas la chica fue consciente de lo que había hecho soltó el arma casi
espantada, esa parte de ella no la enorgullecía y aunque había deseado
demostrarle a Colin Blackdalion que era más que capaz de vencer a sus
contrincantes, se sentía avergonzada.
-Me disculpo por mi arrogancia, eres muy buena Briela- reconoció él y
ella se sintió aliviada de no haberlo ofendido. Los hombres solían sentir el
orgullo herido cuando les ganaba.
-Tampoco eres malo, no fue fácil…- dijo ella algo tímidamente.
-Gracias. Ahora, ¿podrías seguir la historia? – preguntó y ella asintió.
Ambos regresaron al lugar debajo del árbol donde habían estado el día anterior
y repitieron aquella nueva rutina, Briela leía un rato y Colin le contaba sobre
sus experiencias.
-Cuando hablabas de navegar, creo que es la misma sensación que leer
para mí – comentó ella cuando él le contó sobre sus expediciones marinas – es dejarme
ir, adentrarme en un lugar inmenso y calmo, aunque mucho más profundo que lo
que parece a simple vista.
-Creo que entiendo un poco mejor lo que significan para ti los libros.
-Es extraño – comentó Briela
-¿Qué?
-Que puedas entender viéndolo desde tu experiencia. Pensé que sólo
alguien que amara los libros como yo entendería el valor que tenían para mí.
-Definitivamente necesitabas un amigo, Briela Na Féinne. La amistad
tiende puentes y permite que mundos diferentes se encuentren y se entiendan.
-Suena bien- aprobó la joven tratando de no dejar relucir lo mucho que
eso la emocionaba, pensar que había un puente y alguien del otro lado.
-¿Te conté sobre el puente colgante que construimos con mis hermanos
cuando éramos niños? – preguntó él sabiendo que no lo había hecho.
-No, cuéntame – pidió Briela y se dispuso a escucharlo con atención.
Al día siguiente no pudieron reunirse, la atención de ambos se vio
acaparada e hizo imposible que se escabulleran hacia el bosque.
Colin se vio reclamado por los anfitriones y Briela por su familia,
aunque el joven Blackdalion no desaprovechó la oportunidad. Se dedicó a cumplir
con sus deberes sociales e incluir en ellos a los posibles candidatos a maridos
de su nueva amiga.
Por mucho que lo pensara, no podía reconciliarse con la idea de que ella
terminara casándose con quien le ganara en aquella ridícula competencia,
básicamente porque no creía que pudiera encontrar alguien que la quisiera
realmente, y que la quisieran era algo muy importante.
Las mujeres de su familia solían elegir hombres totalmente inadecuados,
pero no podía negarse lo que sentían por ellas. Aún recordaba el día que Sayen
de Ildrake había ido a buscar a Kristana, no parecía apropiado para ella, todos
tenían serias dudas al respecto, pero cuando la miraba era obvio que amaba a
Krista con todo su ser. Por ello, Connor pudo dejarla ir.
Y ahora él se sentía contagiado de aquel espíritu paternalista, no
pensaba dejar a Briela en manos de
alguien que no la mereciera. Y tras pasar un tiempo con aquellos hombres
que la pretendían, estuvo seguro de que ninguno la merecía.
Sólo codiciaban la posición, lo que la chica significaba no a quien ella
era, no los imaginaba escuchando sus historias o apreciando su amor por los
libros, la respetaban como guerrera y por ser la heredera de Na Féinne, pero
nada más.
Briela observó al grupo de hombres reunidos a cierta distancia, entre
todos ellos había uno que destacaba. Era de una familia noble y reconocida, era
un buen guerrero, características similares a los de varios de los presentes,
sin embargo Colin Blackdalion era único en su clase, diferente a todos ellos.
De hecho era diferente a cualquier persona que conociera, y era su amigo.
Durante unos instantes observó aquella cabeza morena que incluso
sobresalía en altura a los demás.
Su encuentro con él al día siguiente no fue lo que esperaba.
Cuando la muchacha llegó al bosque, encontró a Colin con los brazos
cruzados y el ceño fruncido, no quedaba ni rastro de su sonrisa traviesa.
-Tenemos que hablar, Briela. Esto no está bien, necesitamos un nuevo
plan.- dijo con tanta seriedad que ella no supo si preocuparse o si reír.
- ¿De qué estás hablando?
- Hablo de esos tipos, los que competirán por tu mano, son…¡Vaya ni
siquiera tengo palabras para describirlos!
-Te dije que no hay que preocuparse por eso. Les ganaré.
-¿Y si algo sucede? ¿Y el año
siguiente? ¿Qué pasa si tienes que casarte con alguno de ellos?
- Me casaré.
-¿Y el amor? ¿Tus libros no hablan de amor? ¿No quieres algo así?
-Sólo pasa en los libros – dijo ella desalentada, ni siquiera sabía cómo
habían terminado discutiendo o por qué él venía a cuestionar algo que ella
había resuelto.
-Claro que no, pasa en la vida real.
-¿Lo has sentido alguna vez, Colin?
-No, pero sé que existe. Lo veo cada día. Mis padres se miran de una
manera que suele incomodar a los demás. Y a pesar de los años que llevan juntos
él hace lo que sea para hacerla feliz, y mi madre accede a cualquier tontería
si él le sonríe. Ese hombre ya es abuelo, pero sabe conquistarla con una
sonrisa, por todos los cielos. Debieran ser inmunes uno al otro, pero no lo
son, se aman. Y mis hermanos, mis primos, todos ellos están escandalosamente
enamorados.
-Me alegra que conozcas eso, pero no es así siempre. Lo he pensado mucho
tiempo y esto es lo mejor, ganaré y evitaré casarme.
-¿Cuánto tiempo funcionará esa estrategia?
-¡¿Qué quieres?!- gritó exhausta porque él la estaba acorralando.
-Quiero que tengas ese amor del que acabo de hablarte, alguien digno de
ti, alguien que te haga una biblioteca inmensa y te deje perderte horas en los
libros, alguien que deje que hagas lo
que te de felicidad. Y ninguno de ellos es esa clase de hombre.
-No puedes interferir en mi vida.
-Soy tu amigo.
-Sí, y pronto te irás.
-Eso es lo que más me preocupa, dejar a una amiga en una situación tan
complicada y sólo quedarme de brazos cruzados.
-No es tu deber salvarme, puedo hacerlo sola – le dijo Briela y antes de
que Colin pudiera evitarlo se marchó escabulléndose en caminos desconocidos
para él. Intentó seguirla, pero era obvio que ella quería estar sola, e incluso
era posible que él terminara perdiéndose en aquellas engañosas tierras de Na
Féinne.
Sabía que había perdido un poco los estribos, pero no había podido
evitarlo, habría hecho lo mismo si se trata de su hermana Shennara o alguien
más que él apreciara. Era su deber, los Blackdalion tenían aquel molesto
sentido protector que se les activaba
aún cuando no era requerido. Briela Na Féinne decía que podía cuidarse
sola, pero dado que él era su amigo, quería cuidarla.No quería ver que su
ladrona de libros arruinase su vida sin poder hacer nada.
Briela caminó y caminó buscando desfogar las emociones que sentía, antes
de darse cuenta llegó a su hogar en las montañas altas. La aldea donde estaban
su madre, sus hermanas y toda la gente que algún día seria su responsabilidad.
Claro que había soñado que la quisieran como en las historias que leía,
pero sabía que la realidad era otra y su deber pesaba más que todo.
Estaba enfadada con Colin por haber revuelto en todo aquello que ella esforzadamente
reprimía, casi se arrepentía de dejarlo acercarse a ella. Los libros eran más
seguros que las personas, nunca se había arrepentido de leer uno aún cuando no
hubiera llegado a adorarlo, siempre había alguna frase, alguna palabra que
rescatar. Pero cuando las palabras no estaban en las páginas, sino que se
intercambiaban eran mucho más peligrosas y menos consoladoras.
Se quedó allí , en el linde, sintiendo que no pertenecía a ningún lugar,
no podía volver atrás ni ir hacia adelante. Cuando eso sucedía, huía hacia los
libros, ellos no exigían nada, sólo la recibían, como si fueran brazos abiertos.
En ellos no había tiempos, ni decisiones, eran un remanso. Y cuando leía las
palabras y cobraban sentido, cuando entendía la historia, sentía que también
ella era comprendida.
Y pese que lo que más deseaba era acurrucarse en algún rincón con un
libro en sus manos, no podía quitarse de su mente una mirada masculina, intensa
y dorada.
Durante horas Colin deambuló por el castillo y sus alrededores
esquivando gente y esperando ver regresar a Briela, no querían que el disgusto
durase apartándolos, y menos aún quería herirla. Solían acusarlo de
entrometido, pero esta vez era diferente, la urgencia de ayudarla, de
interferir era algo casi físico.
Tenía que disculparse, pero en realidad, sólo sería sincero en cuanto a
lamentar molestarla, no en lo referido a su casamiento. Seguía creyendo que
estaba mal. Pero por el bien de su amistad debían hacer las paces.
Gruñó para sí mismo, era molesto no tener a quien pedir consejo.
Fue tanta la inquietud que casi sin darse cuenta terminó en las lizas
dando rienda suelta a su frustración mediante el ejercicio de la espada. Además
de despejar su mente , le permitía medir la habilidad de los hombres que
combatirían con Briela.
Iba ganando con bastante soltura hasta que en su campo visual apareció
la joven y se distrajo, un leve corte en el brazo le recordó que no era buena
idea distraerse mientras tenías frente a
ti alguien golpeándote con una espada filosa. Se llevó la mano al brazo herido,
era un corte pequeño, pero sangraba, eso lo urgió a rematar rápidamente el
combate. En un par de estocadas desarmó a su enemigo y se encaminó hacia la
joven que lo miraba preocupada, justo a tiempo recordó que estaban en un lugar
público, le guiñó un ojo disimuladamente y desvió su camino.
Mientras avanzaba en el interior del castillo, Colin sintió que lo
seguían, al doblar en uno de los tantos pasillos, se escondió en un recodo y
atrapó a su acechador, aunque era una acechadora.
-¡Briela! – exclamó al acercarla a sí y descubrir que era su amiga.
-Quería saber si estabas bien, la herida...- balbuceó ella señalando su
manga manchada de sangre.
-Estoy bien, es sólo un pequeño corte. Fue peor que me abandonaran en el
bosque.
-Yo…- dijo incómoda, pero él la interrumpió.
-Lo siento, Briela, no quise hacerte sentir mal al interferir. No puedo
prometer no volver a preocuparme por ti, pero seré más considerado.
-Lo importante es que te cures esa herida – dijo ella eludiendo su
mirada, no había imaginado que él se disculpara tan fácilmente ni tampoco que a
ella el enojo se le evaporara inmediatamente al verlo herido.
-No te inquietes, tengo un
ungüento casi mágico. Es el secreto familiar, aunque estoy en tratativas para
comercializarlo. Y estoy seguro que una de las razones por las que mi padre se
casó con mi madre fue ese bálsamo.
-Colin, necesitas ir a curarte.- lo urgió ella
-Sí, ya mismo voy, no te preocupes.
-¿Qué era eso del ungüento?
-Mañana te lo contaré, esa será mi historia para nuestro próximo encuentro
– respondió sonriendo y le guiño un ojo-
Ahora vete, no es buena idea que te encuentren siguiéndome – le recordó y eso
la hizo sonrojar levemente.
Al día siguiente, volvieron a reencontrarse en el bosque, al principio
se sintieron un poco incómodos, pero Colin tomó la iniciativa.
-Esta vez empiezo yo con las historias, dije que te hablaría del
ungüento. Lo que me recuerda algo, ten es para ti – dijo extendiéndole un
pequeño potecito de cerámica.
-¿Y esto?
-Te dije, es casi mágico, así que si te lastimas tienes que usarlo.
-Pero es tuyo…
-Tengo otro, y me sentiría más tranquilo si lo tienes, por si te
lastimas cuando no esté – dijo y aunque trató de que tono fuera ligero sintió
que las palabras se le atoraban en la garganta.
-Gracias – dijo ella seriamente –Entonces, ¿cuál es la historia?
-Creo que empezó con mi bisabuelo y su esposa casi bruja….- inició a contar la historia, y además de las
palabras fue su voz lo que atrajo la atención de Briela.La voz del joven
Blackdalion rezumaba calidez y atractivo, casi como si fuera uno de esos
bosques fragantes y profundos donde uno
quiere adentrarse y perderse.
Se sentaron lado a lado y él le habló de su familia, de su madre que
trabajó como herrera y un día compró a un hombre para salvarle la vida y cuidó
sus heridas con un ungüento que había pasado de generación en generación.
Luego fue Briela quien leyó
sumergiéndolo a él en las páginas que ella valoraba tanto. Y cuando
cerró el libro se sorprendió a ella
misma haciendo una propuesta.
-¿Quieres ver donde está mi aldea? – propuso casi como una ofrenda de
paz por lo ocurrido el día anterior cuando lo había dejado.
-¿De verdad?
-Sólo hasta el linde – dijo ella y él entendió que no podían ser vistos allí, aún así aceptó la oferta, estaba muy intrigado y realmente deseaba conocer el hogar de Briela, aunque fuera de lejos. Y además, guiado por ella podría aprender el camino por si algún día volvía a huir dejándolo atrás.
-Sólo hasta el linde – dijo ella y él entendió que no podían ser vistos allí, aún así aceptó la oferta, estaba muy intrigado y realmente deseaba conocer el hogar de Briela, aunque fuera de lejos. Y además, guiado por ella podría aprender el camino por si algún día volvía a huir dejándolo atrás.
Ascendieron hasta la
aldea, y en el borde del bosque, antes que comenzara el claro y las
construcciones se sentaron a observar.
El lugar estaba
rodeado de arces y Briela le contó como al cambiar las estaciones se vestía
todo de rojo intenso mezclado con el verde de los demás árboles. Colin imaginó
que sería un hermoso paisaje y recordó el amado Castillo de los cerezos que se
vestía de rosa en primavera. Era obvio que la joven amaba aquel lugar, era
triste que tuviera que sacrificarse para protegerlo, que su amor por su tierra
significara resignar ser amada.
Ella le habló un rato
sobre su hogar mientras observaban a hurtadillas, en el camino de regreso,
Colin le contó sobre el Castillo de los Cerezos y sus habitantes.
-¿Y tu hogar? ¿Cómo es
Levany? – preguntó ella
- Ruidoso, cálido y
suele vestirse de dorado, como los ojos de mi madre y de Kristana.
-Como los tuyos –
mencionó ella y él sonrió. Entonces fue su momento de hablar de su casa, y en
sus palabras se coló la añoranza. Briela percibió aquella nostalgia por el
hogar y fue inevitable pensar que el tiempo de la visita de Colin Blackdalion
estaba por acabar, pronto se iría. Pronto perdería a su amigo.
Faltaban tres días
para el combate de Briela , y no habían podido escabullirse, eso lo había
puesto de mal humor. Y su estado de ánimo había empeorado al pasar por el salón
donde estaban reunidas las jóvenes, una de ellas mostraba un vestido nuevo y
las demás lo comentaban entusiasmadas, Briela estaba en un rincón aislada, con
su larga trenza y sus ropas de guerrero. Él recordó su deseo de vestir prendas
femeninas y tuvo un fuerte deseo de tomarla de la mano, sacarla de allí y
conseguirle algo bonito para vestir, pero se contuvo. Cada vez que dejaba que
sus impulsos lo guiaran se metía en problemas. Aunque estaba seguro que más
tarde o más temprano, abandonaría la sensatez.
Finalmente sólo pasó
por allí, le guiñó un ojo a su amiga e ignoró las miradas coquetas de las demás
mujeres que se morían por atraer su atención.
Faltaban solo tres
días, e iba a causar problemas, lo sabía. Era Colin Blackdalion después de
todo, y era digno hijo de su padre.
Era el penúltimo día
antes del combate, la pelea por la mano de la heredera de Na Féinne sería el
broche de oro de aquella reunión, luego cada uno regresaría a sus tierras.
Los dos jóvenes
estaban en su lugar habitual intentando ignorar aquellos hechos.
-Léeme Briela, quiero
saber cómo termina. Espero que tenga final feliz.
-También yo, me gustan
las historias con finales felices, pero no todas lo tienen – susurró ella.
-¿Esa es otra ventaja
de tus libros, verdad? Dan más garantía que la realidad.
-Supongo que sí,
aunque tus historias son de la realidad y hasta ahora todas las que me contaste
tienen finales felices.
-Es verdad, puede que
no empezaran bien, puede que a veces pareciera que todo estaba perdido,
pero han salido bastante bien. Y todos
ellos son bastante felices. Debo admitir
que me has tentado con tus libros, Briela Na Féínne, ¿no quieres probar un poco de aventuras en la
vida real?
-Colin…
-Lo sé, lo sé.
-Deberíamos despedirnos,
¿verdad? Mañana seguro no podré verte, y al día siguiente será el combate, y te
irás…- mencionó ella.
-No todavía, no nos
despidamos, tendremos otra oportunidad. Además uno no se despide de los amigos,
aunque me marche mi amistad seguirá siendo tuya.- expresó con seriedad como si
sus palabras fueran un juramento.
-También mi amistad
seguirá siendo tuya y si necesitas que vuelva a rescatarte o te pierdes en
algún lugar puedes contar conmigo – dijo ella con una leve sonrisa, ahora que
el día decisivo estaba tan cerca le costaba sonreír.
Los libros le habían
abierto las puertas a mil mundos, la habían dejado vagar libre y feliz, le
habían permitido conocer gente y sentimientos, le habían permitido respirar
cuando se sentía acorralada. Y Colin con su amistad, comprensión y sus
historias había hecho lo mismo.
Ahora, delante de ella
se extendían días llenos de incertidumbre, si
cumplía su propósito y derrotaba a todos los candidatos a marido que
había elegido su padre, este se enfadaría con ella. Entonces la desaprobación
paterna y la exigencia se volverían una roca aplastante sobre su existencia. Y
si era derrotada estaría atada a un hombre que no la querría.
Y en ambos casos
perdería sus libros amados y al único amigo que había tenido en la vida.
El camino de regreso
fue silencioso, cada uno cavilando en
sus pensamientos y planes futuros.
Briela se despertó muy
temprano el día en que se decidiría su futuro, se trenzó el cabello
cuidadosamente, se vistió con las prendas para el combate y comprobó que la
ropa le permitiera moverse cómodamente.
Luego, durante unos
instantes, se quedó contemplando su espada,
esperaba que no la traicionara, siempre había sentido cierta repugnancia
por aquella hoja afilada , a pesar de
que tenía talento como espadachina. Sin dudas prefería sostener un libro. Deseaba
que el arma no pagara con la derrota
todos esos años de desprecio.
Necesitaba ganar, para
conservar , al menos por otro año, su libertad. Y quizás un año más para
encontrar la forma de cuidar de Na
Féinne pero sin atarse a un hombre que no amara. Un año que quizás le
permitiera encontrar otro camino para sí misma, uno que eligiera y la hiciera
feliz.
Suspiró, enfundó el
arma y se dirigió a la liza donde su familia, los anfitriones, los candidatos y
todos los curiosos estaban esperándola. Por un instante anheló que Colin no
estuviera allí. Sus ojos dorados mirándola con pena, o como un eco de sus
propias dudas eran lo último que necesitaba. Si lo veía allí podría vacilar,
podría distraerse, podría olvidar que ese día para defender quien era, debía
ser , paradójicamente, la Briela Na Féinne que habían entrenado rigurosamente.
Finalmente caminó
hacia la liza, ignoró las miradas de los
demás, sólo miró a su padre y lo saludó brevemente con un movimiento de cabeza
mientras él anunciaba al primer contrincante. Después se puso en posición de
ataque.
Venció al primero con
relativa facilidad, y se preparó para
enfrentar al segundo contendiente. Al
ver la expresión decidida del hombre
sintió que se le revolvían las entrañas. Ciertamente sus libros no
describían así el cortejo, y sin dudas también había soñado algo diferente a un
hombre que la miraba como si fuera a rebanarle el cuello.
Tomó aire y al
instante se lanzó contra él, no iba a ceder. Si pensaban que por ser mujer era
presa fácil, estaban muy equivocados.
Se suponía que debía
combatir con cinco , pero afortunadamente uno de ellos se había herido el día
anterior cruzando espadas con Colin, por
lo visto tendría que agradecerle a su amigo que le hubiese dado aquella ventaja.
Sin quererlo él la había liberado de una de sus batallas. Aunque estaba muy
entrenada, cinco combates podían minar sus fuerzas y sus probabilidades de
ganar.
Sólo debía derrotar a
dos más.
Cuando derrotó al
tercero, Briela vio que la expresión de su padre se ensombrecía. Y cuando
derrotó al cuarto, a pesar de que estaba cansada, estuvo a punto de gritar de
alegría, de hecho sonrió levemente, pero entonces las palabras de su padre, el
murmullo entre la gente y el hombre que se acercaba la dejaron atónita.
Había un quinto
contendiente. Venia directo hacia ella, era Colin Blackdalion.
La chica no podía
creerlo, él estaba allí para desafiarla. No lo entendía, se sentía herida y
traicionada. Quiso descifrar la mirada de él, pero no podía descubrir nada a
partir de su expresión, no había burla, ni reto en sus pupilas, de hecho parecía cansado y sus ojos dorados
siempre expresivos , tenían una mirada impenetrable.
Él ni siquiera habló,
levantó su espada como señal, Briela procedió automáticamente porque su mente
era un caos, pero los años de entrenamiento hicieron que detuviera la primera
estocada casi sin darse cuenta.
Era imposible que
Colin quisiera pedir su mano o que deseara ser quien dirigiera a su pueblo,
¿entonces por qué hacía aquello? No era momento para estar confundida, se forzó
a olvidar quién era el hombre que tenía enfrente y lo atacó con todas sus
fuerzas. Él hizo lo mismo.
El combate se volvió
difícil, la primera vez que había peleado con él, ella había dominado , esta
vez, Colin parecía adivinarle los movimientos y adelantarse. En ese instante,
recordó las palabras que él había pronunciado
“Aprendo rápido. Soy famoso por cometer muchas equivocaciones, pero
jamás la misma dos veces. Siempre aprendo de mis errores”. Sin dudas había
aprendido como capitalizar sus debilidades y volverlas contra ella.
Estaba quedándose sin fuerzas, este Colin no se parecía a nadie con quien
hubiera luchado antes.
Cada vez se hacía más
arduo, le estaba costando respirar y su posición era menos firme, El joven
Blackdalion la estaba haciendo trastabillar con sus ataques. Sintió que los
ojos se le llenaban de lágrimas, bajó brevemente la mirada para ocultarlo y eso
bastó para hacerla perder. Colín aprovechó ese descuido y antes de que ella
pudiera reaccionar, la despojó de su arma y ganó el combate.
Hubo gritos y vítores,
pero ella sintió que su mundo acababa.
-¡Joven Blackdalion! –
llamó su padre y Colin avanzó hacia él. Al pasar a su lado susurró “Lo siento”,
pero eso no la consoló.
Él avanzó y se hincó
delante del padre de Briela.
-Expresa tu deseo –
dijo el hombre en voz altisonante para que todos lo escucharan, era obvio que
estaba muy feliz con el desenlace de la batalla.
-Pido la libertad…-
expresó Colin mirando fijamente al hombre- la libertad de Briela Na Féinne para
elegir a su marido.
-¡¿Qué?! ¿No peleaste
por su mano? ¿No quieres ser su marido?
-No, yo peleé por su
libertad. Su libertad a elegir – dijo él y Briela cayó de rodillas detrás
porque no podía sostenerse, estaba agotada física y emocionalmente. Iba de
sorpresa en sorpresa, ver aparecer allí a su amigo, pelear con él y ahora
escuchar que su deseo era que ella fuera libre para elegir a quien amar. Era
descabellado.
Colin se veía imponente
y su padre parecía acorralado, la tradición era que debía conceder el pedido
del vencedor, sólo que nunca había imaginado que Blackdalion fuera a pedir algo
así.
-Concedido – dijo el
Señor de Na Féinne y luego la miró a ella- Elije a quien desees aunque eso nos
pierda a todos. – agregó y se retiró del
lugar.
Colin fue hacia
Briela, la tomó de la mano y la arrastró hacia el bosque, lejos de todo aquello
y de las murmuraciones. Apenas se habían alejado cuando ella se soltó con
brusquedad.
-¡¿Qué crees que
haces?! – lo increpó.
-¡¿Qué se suponía que
hiciera?!
-No interferir, había
ganado a cuatro de ellos. Con haber dejado fuera de combate al quinto era
suficiente ayuda.
-¿Y después , Briela?
Eres mi amiga, ¿crees que tendría la consciencia tranquila si me iba dejándote librada a tu suerte?
-Lo hice bien hasta
ahora.
- Quizás sí, pero
antes no te conocía, no éramos amigos y tu vida no tenía nada que ver conmigo,
pero ahora es diferente. No podía dejarte a la orilla de un barranco sin
intervenir.
-¿Intervenir? ¡Vaya
forma de expresarlo! Casi acabas conmigo.
-¡¿Te lastimé?! ¿Estás
herida? – preguntó preocupado y la tomó por los codos para hacerla girar y
revisar que estuviera ilesa.
-Estoy bien, no me
refería a eso – dijo y entonces, ahora que pensaba fríamente, se dio cuenta que
a pesar de la intensidad del combate, él había sido muy cuidadoso para no
herirla.
-¿Segura?
-Colín, estoy bien –
afirmó nuevamente siendo un poco más ella. Y al decir aquellas palabras
hubo como un estremecimiento en todo su
ser, aquel hombre impulsivo había puesto todo de cabeza, pero quizás le había
dado una salida.
-Debes estar cansada,
ven – dijo él y la llevó hacia un tronco caído para que se sentaran.
-¿Qué haré ahora?-
preguntó en voz alta.
-Elegir un hombre que
te ame por ti misma, que te llene de libros , y que esté a tu lado en
lo que decidas hacer, ya sea quedarte a cuidar de la gente de Na Féinne o salir
a recorrer los caminos hacia aventuras reales. Alguien que sepa lo valiosa que
eres.
-¡Oh si, esos hombres
abundan por aquí!
-Briela, estoy seguro
que es mejor que casarte con alguno de esos imbéciles.
- No puedo discutir
eso – respondió ella con una sonrisa tenue. Poco a poco sentía que la tensión
la abandonaba, y si bien dudaba que pudiera encontrar a alguien como el hombre
que describía Colin, sentía alivio de no tener que casarse por obligación.
Aunque ahora todo era una incógnita, al mismo tiempo no se veía tan tenebroso.
-¿Y tu padre? –
preguntó él empezando a reflexionar en las consecuencias de sus actos
- No estará feliz, no
puede retractarse pero no será fácil lidiar con él. Ni explicarle por qué un
Blackdalion hizo lo que hizo con el sólo propósito de darme la posibilidad de
elegir.
-Dile que soy tu amigo
– dijo y ella lo miró censuradora.
-Eso no hará que lo
entienda mejor.
-Entonces hablaré con
él.
-Colin…
-No puedo empeorarlo,
y yo te metí en esto. Mañana me iré, pero antes quiero asegurarme que estarás
bien. ¿Vamos ahora?
-Podría matarte.
-No te preocupes, soy
experto en manejar padres disgustados.- se levantó y comenzó a caminar hacia la aldea. La joven pensó en impedirlo,
pero estaba muy cansada y había descubierto que era casi imposible detenerlo
cuando estaba decidido, por más que ella le impidiera ir a hablar con su padre,
él se las arreglaría para salirse con la suya.
-¿Colin Blackdalion?-
lo llamó
-¿Sí?
-Entonces, el hecho de
que lesionaras a uno de los candidatos no fue algo accidental, ¿verdad?
-Claro que no, usé
cada truco sucio que conozco para ganarle, y quebrarle un brazo. En mi defensa
diré que era por una causa justa y que el tipo era de verdad desagradable.
La charla privada
entre Colin y el padre de Briela no fue amena, el astuto plan del joven lo
había puesto en ridículo además de romper con una tradición. Aún así, el
muchacho sabía que el hombre no rompería su palabra, era fiel al honor de los
antiguos guerreros y cumpliría cabalmente lo que había prometido, Briela podría
elegir con quien casarse.
Saber eso le daba paz
al joven Blackdalion, era hora de marcharse, pero su amiga estaría a salvo.
La joven lo esperó en
el camino para despedirse, tal como habían acordado.
-¿Llevas provisiones
suficientes? – preguntó ansiosa, había mucho más que quería decirle. Le
preocupaba que viajara solo pero sabía, por propia experiencia, que él podría defenderse.
Además había hecho el largo camino para llegar allí sin contratiempos, de la
misma manera regresaría a su hogar.
-Sí, voy bien
preparado – respondió señalando sus alforjas – Acompáñame un trecho – pidió y
le extendió a mano para ayudarla a montar detrás de él. Briela montó al caballo
y se aferró a la cintura masculina.
-¿Tú estarás bien? –
preguntó Colin.
-Sí, estaré bien.
-Debí enseñarte a
abrir cerraduras, quizás podrías venir al castillo y llevarte algún libro
cuando lo necesites.
- Ya es tarde para
eso, supongo. No te preocupes, tengo algunos escondidos, los reeleré, siempre
puedes volver a visitar los mundos de un libro y hallar algo nuevo. O
recordarlos, las historias se quedan contigo, no te abandonan. – explicó y se
arrepintió de sus palabras, quizás sonara como si le reclamara que se fuera,
pero no era así, no conscientemente. Él estaba callado y al ir detrás suyo, no
podía ver su expresión para saber si lo había molestado.
-Entonces me alegra no
dejarte sola. Bueno, creo que hasta aquí está bien o te alejarás demasiado-
dijo frenando al caballo. Descendió rápido y luego la tomó de la cintura para
ayudarla a bajar.
-Si alguna vez vuelves
por aquí, ven a visitarme – dijo ella.
-Y si alguna vez te
decides, sólo tienes que seguir recto por ese camino – dijo señalando hacia
adelante con el dedo- Quizás llegues hasta Ildrake y puedas conocer a Kristana,
o al Castillo de los Cerezos, o mejor aún, podrías llegar hasta Levany. Si lo
haces, si recorres ese camino, ven a verme, todos en mi casa estarán encantados
de conocerte. Serás siempre bienvenida.
-Me alegra haberte
conocido Colin Blackdalion.
-Y a mí, ladrona de
libros.
-Eso no suena bien.
- Briela Na Féinne,
eso te hace diferente a todos, eso te hace ser tú. Cuídate- dijo él y luego de
un momento de duda, la abrazó.
Entre los brazos de
Colin, por primera vez , Briela se sintió pequeña y delicada. La cabeza de él
daba justo sobre su coronilla, tuvo deseos de llorar como una niña, pero se
separó y lo despidió con una sonrisa.
-Ten un viaje seguro.-
dijo para saludarlo, él montó su caballo, la saludó con la mano y cabalgó hacia
adelante, empezó a recorrer un camino
que lo llevaba lejos, muy lejos mientras ella lo observaba partir.
Al regresar a su hogar se sintió extrañamente sola, siempre había sido
solitaria pero los libros habían sido su consuelo, ahora sentía una profunda
soledad que ni sus historias podían borrar, por un brevísimo tiempo había
podido compartir su amor por la lectura con alguien, ahora sentía un vacío.
Faltaban unos ojos dorados que siempre estaban cargados de intensidad, faltaba
una voz cálida, faltaban historias, le faltaba alguien con quien poder ser ella
misma.
A pesar de que había intentado no pensar en ello, recordó el momento del
combate, cuando él pidió su libertad y cuando ella, por un segundo creyó que
pediría su mano. Y la fracción de segundo en la que él había dicho que no
quería ser su esposo y se había sentido desilusionada. En aquel confuso
episodio, había existido un instante así.
Colin había avanzado mucho en su trayecto de regreso, cada vez que
volvía a Levany se alegraba de hacerlo, pero esta vez era diferente, mientras
más se alejaba de aquellas tierras en las que había pasado una breve temporada
su humor empeoraba. Estaba enojado consigo mismo sin saber por qué. Y aunque
cabalgaba de prisa, aunque pensaba en futuras aventuras, o en reunirse con los
suyos, su estado de ánimo no mejoraba.
En su mente se repetía una y otra vez una escena, una donde él hacía un
pedido. Y algo en aquel momento le molestaba y le provocaba arrepentimiento.
Acicateó al caballo, necesitaba
llegar a algún lugar y dejar de estar en mitad de camino.
El viaje hacia el sur de varios días careció de la promesa de diversión
que había tenido el de ida, era más bien una sensación de pérdida.
Pese a todo cuando vislumbró el paisaje familiar de las tierras que
rodeaban su hogar , su corazón aleteó. Y algo de su vibrante espíritu regresó
al entrar a la aldea y ser saludado por la gente que conocía de toda la vida, y
cuando en las afueras del castillo un
hombre rubio se le acercó, sonrió casi sin darse cuenta.
-Ya era hora que volvieras, estabas divirtiéndote mientras los demás
trabajamos, ¿verdad?- lo increpó apenas descendió del caballo.
-También te extrañé, Sean- respondió abrazando a su hermano mayor- ¿Novedades?
-Seré padre – dijo orgulloso.
-¿De nuevo? ¿No tienes muchos ya? En serio, Sean, el castillo está
quedando chico.
-Sólo tengo tres hijos, mocoso. ¿Y qué hubieras hecho si nuestros padres
creyeran que era malo tener muchos hijos?
-Soy el tercero, te hubieras librado de Shennara y Kendrick, no de mí
–dijo sonriendo.
-¿Entonces no vas a felicitarme?
-Claro que no, felicitaré a tu esposa, ella hace el trabajo duro. Tú
sólo te pones quejoso, inquieto y cuando llega el parto, te pones pálido como
si fueras a desmayarte.
- Ya veo que te divertiste en tu viaje, ¿verdad? – dijo Sean tratando de
ir más allá de las bromas, tenían códigos propios y sabía que algo había
alterado a Colin, lo conocía bien.
-¿Sean?
-Sí, ¿sucede algo?
-¿Todas las mujeres son iguales, verdad? Quiero decir siempre me han
parecido iguales excepto mamá, Krista, Shenny…
-Mi esposa…-agregó el joven rubio
-Sí las mujeres de la familia son bastante únicas y especiales, ¿verdad?
Pero, ¿crees que las amamos porque son únicas o son únicas porque las amamos?
-¿Hay diferencia? Padre dijo que se casó con mamá porque era improbable
que encontrara otra como ella, yo pienso lo mismo de mi esposa, pero creo que
más allá de lo grandiosas que son, el hecho de que las amemos las hace únicas.
-¿Entonces sabes que amas a alguien cuando estás seguro que no habrá
otra mujer igual, que es única?
-Bueno, no estoy tan seguro que sea así, creo que amas a alguien cuando
la amas, así de simple y así de complejo.
-Gracias por la ayuda.
-¿Estás enamorado?
-Algo así. ¿Vamos? Mamá debe estar esperando y tengo muchas cosas que
hacer.
-¿Cosas que hacer?
-Sí, Sean cosas que hacer, estaré muy ocupado.- dijo adelantándose.
-¡Oye, ven aquí, cachorro! Tienes esa mirada.- llamó corriendo detrás de
Colin
-¿Qué mirada?
-Esa, ya sabes. La misma de cuando hiciste comer pasteles de barro a
Josh Tanner o cuando hiciste esa carrera montando cerdos…ESA MIRADA.
-Cielos Sean, sabes bien que la de los pasteles de barro fue Shennara.
-Pero sin dudas tú fuiste el de la carrera de cerdos.
-Tenía siete años y fue una carrera muy divertida, no lo niegues. Y
estoy seguro de que hasta papá apostó a mi favor.
-¿Estás planeando algo, verdad?
-Ves como los embarazos te hacen mal, ya empiezas a sonar como una madre
regañona.
-¡Rayos Colin!, no crees problemas, no ahora.
-Confía en mí – dijo y pasó un brazo sobre los hombros de su hermano
mayor mientras se encaminaban a su casa. Sean lanzó un bufido.
“¿Te divertiste?” esa fue la pregunta unánime de su familia y lo dejó
sorprendido que creyesen que lo único importante para él era la diversión,
bueno , en realidad no podía culparlos. Ciertamente la diversión y las
aventuras habían sido su prioridad antes, ya no más. Todo había cambiado desde
el momento que una joven había ingresado a hurtadillas para robar un libro.
En su largo viaje de regreso a casa había tenido tiempo para analizar
sus sentimientos. Briela Na Féinne era una mujer única, era su amiga y había
deseado hacer lo posible para que ella fuese feliz, pero había algo más. Ahora comprendía que al intervenir en el
combate también había sido movido por la preocupación de que ella terminara
casándose con otro.
Estaba seguro que no la merecía, pero quería cuidarla, quería hacerla
sonreír y sobre todo quería a Briela por ser Briela. Le fascinaba verla
apasionarse por sus libros, no le importaba si lo derrotaba en las lizas –
después de todo era hermano menor de Sean y su orgullo de guerrero había sido
maltratado desde niño, ya era inmune- tampoco le molestaba si ella no deseaba
volver a tocar una espada en toda su vida. Quería llevarla a ver el mar y ser
testigo de su mirada maravillada, quería conseguirle tanto vestidos bellos como
ella deseara. Quería escucharla leerle o contarle historias en un pequeño mundo
de los dos.
Su hermano había dicho la verdad, el amor era simple y complejo. Y por
sobre todas las cosas era sorpresivo, no había pensado enamorarse, ni siquiera
se había dado cuenta de que lo estaba hasta que había sido tarde. Porque esa
había sido la clave, por sobre todas las cosas, no quería perder a su ladrona
de libros.
Shara miró a su hijo y usó el mismo tono de voz que cuando era niño y se
metía en problemas.
-¿Vas a irte de nuevo? Pero acabas de regresar ¿Dónde vas esta vez?
-Varios lugares, tengo algunas cosas de las que ocuparme.
-¿Comercio de nuevo?
-Algo parecido.
-Colin Blackdalion, ¿podrías explicarte mejor?
-Me temo que no mamá, pero cualquiera que te escuche pensaría que sólo
causo inconvenientes. Deberías confiar un poco en mí.
-Colin, no es que no confíe, sólo que me preocupas. Estás bastante
extraño desde que volviste y dices que vas a irte de nuevo. Y además estás muy
reservado, sueles aturdirnos con historias de tus viajes y esta vez apenas si
has dicho un par de palabras ¿Sucedió algo? ¿Podemos ayudarte?- finalizó
preocupada. Shara no estaba acostumbrada a que Colin fuese tan hermético. Su
corazón de madre sentía que su hijo estaba pasando por un momento difícil, pero
él no hablaba sobre ello.
-Madre, estoy bien, no debes preocuparte. Y prometo que cuando regrese
te contaré todo.
- ¿Ni siquiera puedes decirme a dónde vas?
-Es un secreto, de otra forma no sería divertido, ¿verdad? – preguntó
con una sonrisa tan traviesa como su padre y Shar no supo si relajarse o
preocuparse aún más. Colín había heredado eso de Connor, hacían las cosas a su
manera y siempre era algo poco convencional.
Dos meses después de la partida de Colin, empezaron a llegar algunas
noticias de él a Levany, pero no fue lo único. Una tarde llegó una joven, avanzó caminando agarrando
las riendas de su caballo, hasta que se detuvo cerca del castillo.
Tomó aire respirando profundamente como si se armara de valor, no sabía
bien que hacer hasta que divisó a una pareja debajo de un árbol cuyas hojas empezaban a amarillear.
La joven , visiblemente embarazada estaba sentada sobre un tronco, en el
suelo había rosas apiladas y a un lado un hombre rubio estaba sacando los
pétalos de la flores y depositándolos en un recipiente. De pronto lanzó una
exclamación y se llevó el dedo a la boca.
-¿Te pinchaste, verdad? – preguntó la mujer- Te dije que me dejaras a
mí, puedo hacerlo.
-Claro que no, dije que yo lo haría, tú descansa.
-Pero Sean…- protestó ella aunque se notaba que estaba más complacida
que enfadada. La joven visitante se acercó para hablarles, pero una mujer llegó
antes hasta ellos y se retrajo.
-¿Ya entró en etapa sobreprotectora? – preguntó divertida la mujer y la
joven suspiró.
-Sí, son más las veces que se pincha que las flores que deshoja.
- Debe heredarlo del padre, Connor hacía lo mismo, se ponía
insoportable. Se empeñaba en hacer todas las tareas, y me temo que era mucho
más inútil que su cachorro , así que me daba doble trabajo.
-¡Oigan! Dos contra uno no es justo – protestó el joven y los tres
rieron, en ese momento notaron a la muchacha foránea.
-Buenos días, ¿podemos ayudarte? – preguntó la mujer cálidamente y lo
primero que notó la joven fueron los ojos dorados, ojos iguales a los de él.
-Yo, soy Briela Na Féinne –se presentó tímidamente – vengo del norte,
soy amiga de Colin y dijo que si alguna vez venía por aquí, pasara de visita –
expresó atropelladamente. Cuando lo decía en voz alta sonaba terriblemente
absurdo, pero allí estaba, ya no podía echarse atrás.
-¿Buscas a Colin? – preguntó el hombre rubio con curiosidad y al notar
el parecido, Briela supo que era el hermano mayor.
-Oh querida, debes haber hecho un viaje muy largo, me temo que Colin no
está, está viajando y no sabemos muy bien cuando regresará – dijo la mujer.
Aquello la desconcertó, no había imaginado aquella posibilidad y no estaba
preparada.
-¿No está? – preguntó y se sintió muy tonta, no sólo por la pregunta
obvia sino por haber ido hasta allí y por creer que él estaría feliz de verla.
-Eres bienvenida, Briela. Soy Shara, la madre de Colin, vamos adentro
necesitas comer algo y descansar. Sean encárgate de su caballo – dijo al rubio
y él asintió y se paró deprisa a tomar las riendas. Sean y su esposa se
presentaron y luego Shara la tomó de la cintura y la guió al interior.
-¿Sean? – Llamó la esposa pues el joven se había quedado pensativo-
¿Sucede algo?
-Eso es lo que me gustaría saber – dijo él y su mirada se desvío hacia
la espada que iba envuelta, apenas disimulada
en la silla de montar. Briela Na Féinne era una joven alta, bonita, pero
no alguien de apariencia extraordinaria,
sin embargo Sean tenía una sensación extraña. La joven transmitía algo que no
dejaba indiferente, sonrió pues creyó que su hermano había hallado a alguien
para engrosar la lista de mujeres únicas.
Briela siguió a Shara y al mirar a su alrededor tuvo la extraña
sensación de reconocer el lugar, se debía a las descripciones de Colin. Era
casi mágico, como si entrara a un mundo de sus libros, estaba conociendo un
lugar y gente que ya había conocido a través de las palabras de alguien más, a
través de los relatos que el joven Blackdalion le contara en un bosque ahora
lejano.
-Perdona el desorden pero nuestro hogar es muy particular, siempre hay gente
dando vueltas , no es sólo de la familia.
-Me gusta, está lleno de vida – comentó recordando lo que Colin le había
comentado sobre las particularidades de Levany y su gente. Y sobre la forma en
que una joven herrera de aldea se había convertido en la señora de aquel lugar.
Sonrío feliz y Shara se la quedó observando un instante, la joven resplandecía
de una manera particular y le agradaba, había algo muy auténtico en ella.
Con su largo cabello castaño , aquel vestido verde oscuro y esa mirada
encantada, parecía alguien que veía el mundo por primera vez y la mujer se
preguntó cuán relacionada estaba esa joven del norte con las misteriosas
acciones de su hijo.
Shara le fue contando algunas cosas de su familia mientras la llevaba a
la cocina, en aquel momento no había
nadie más allí y era un lugar cómodo y agradable, el salón parecía muy formal y
la joven ya se veía muy intimidada.
-¿Quieres comer algo en particular? – preguntó y Briela negó con la
cabeza.
-Cualquier cosa está bien, gracias.
-¿Cómo conociste a Colin?
-Dos meses atrás, cuando viajó al norte. Nos hicimos amigos- dijo ella
intentando no revelar demasiado. Lo que la había llevado allí debía contárselo primero a él.
-Ah. Sírvete- dijo y le acercó una bandeja con toda clase de delicias.
-Gracias.
-No tienes que comer todo, estoy acostumbrada a servir mucha comida,
tantos hombres en la familia me han dejado el hábito. Cuando eran más pequeños
parecían una plaga de langostas – contó la mujer y eso la hizo sonreír al
recordar que Colin, Shennara y Kendrick recibían aquel apodo por sus travesuras.
-La plaga…- dijo en voz alta sin darse cuenta y Shara la miró con
intensidad.
-¿Colin te contó sobre eso?
-Sí, hablamos mucho.
-Ya veo, lamento que él no esté aquí, más cuando te invitó. Tampoco
están Kendrick y Shennara que fueron a
visitar a sus tíos, te sentirías más acompañada con ese par y podrían
contarte muchas historias divertidas.
Shara iba a preguntar algo pero Connor entró intempestivamente y muy
alterado.
-¡¿Qué rayos está haciendo tu hijo?!- exclamó sacudiendo un papel.
-Amor, tenemos una invitada – dijo Shara con firmeza pero él estaba
demasiado ofuscado para escucharla y continuó con su descargo.
-¡He venido recibiendo estos mensajes durante días, pero esto es el
colmo! Primero fue la biblioteca de mi hermano en Dalalbión, luego la de la
familia de mi madre en Silverest, pero esta vez es demasiado…es una carta de
Kyrian, robó libros de la biblioteca del Rey. Parece ser que una colección de
poemas de amor.
-¿El rey lee poemas de amor? – preguntó Shara dándose cuenta que Connor
no iba a detenerse.
-Parece que no los lee, pero son suyos, de todos modos. Y nuestro hijo, anda
robando libros por distintos lugares ¡LIBROS! Pero si ese pequeño demonio no ha leído más de dos libros en su
vida. ¿Y robarlos? Tiene dinero para comprarlos.
-Eso es verdad, tiene dinero, ¿Kyrian dijo algo más?
-Parece ser que intentó comprarlos, al igual que en los otros lados,
pero cuando los propietarios se negaron, los robó. Dejó notas ofreciendo
compensarlos y expresó que no tenía tiempo, que necesitaba una buena biblioteca
pero en forma urgente. ¿Para qué la necesita? Y las últimas noticias son que se
dirige al norte con su caravana de libros robados. ¡ No va a escaparse esta vez
Shara! Cada vez que llega un mensajero , tengo ganas de rebanarle el cuello a
ese mocoso.- finalizó y se dejó caer en una silla mientras se revolvía el
cabello con la mano.
-Connor mi amor, te dije que teníamos una invitada – insistió Shara y él
levantó la mirada.
-Lo siento, perdón por el exabrupto – se disculpó.
-Viene del norte, y es una amiga de Colin – comentó la mujer y algo en
su tono de voz hizo que su marido mirara con más atención a la joven.
Shara también la miró, lucía muy sorprendida.
-Briela, por casualidad ¿ te gustan los libros?- preguntó la madre de
Colin dulcemente.
-Mucho- casi susurró ella y los
esposos intercambiaron una mirada significativa.
-Creo que tendrás que quedarte una temporada aquí,- observó Connor con
una sonrisa y la joven lo miró confusa.
-Supongo que mi problemático hijo volverá pronto, cuando no encuentre lo
que fue a buscar, volverá a casa….- finalizó él satisfecho por poder encontrar
algún sentido a toda aquella locura.
Briela se quedó en Levany, esperando.
Siempre había algo para hacer en el castillo o en la aldea, a los pocos
días conocía a casi todos porque poco a poco se habían acercado y le habían
hecho muchas preguntas. Las suficientes como para incomodarla. Shara la
rescataba en esas ocasiones.
La joven se sentía feliz, y conviviendo con aquella familia entendía lo
que había dicho Colin sobre la forma en que se amaban. Sean, su esposa y sus
hijos eran adorables, cada pequeño gesto
entre ellos delataba lo mucho que se querían.
Era maravilloso que ese tipo de relación existiera en la vida real y no
sólo en los libros
También Connor y Shara eran muy demostrativos, y el patriarca de aquella
familia le recordaba mucho a Colin a pesar de las diferencias físicas.
Connor tenía la misma sonrisa seductora y el espíritu alegre, podía
parecer el serio señor de Levany, pero cada tanto ella lo sorprendía con la
guardia baja y descubría que su esencia traviesa y vivaz estaba siempre allí.
Su hijo tenía a quien salir.
Sus días eran agradables, pero la espera la tenía ansiosa. Ninguno de
los Blackdalion había mencionado el tema, al igual que ella, asumían que Colin
volvería. Y que si había robado libros y recorría el territorio cargándolos
consigo, era por ella.
Sin embargo, había momentos en que aquella espera la descorazonaba y se
preguntaba si no era un malentendido, quizás
Colin sólo quería llevarle libros como amigo, en uno de esos gestos
grandilocuentes típicos de él, quizás no había otra intención. Quizás ella
esperaba en vano.
La noche que Colin Blackdalion regresó fue su padre quien lo recibió.
-¡Ha vuelto el ladrón! ¿Ese es tu botín? – preguntó señalando la pequeña
caravana que cargaba los libros.
-Estoy cansado padre, ha sido un viaje muy largo. Prometo escuchar todos
tus regaños mañana.
-¿Y ese ojo morado?
-Digamos que debido a acciones pasadas no fui muy recibido en las
tierras de Na Féinne.
-¿Na Féinne? ¿De allá vienes? ¿Y qué se supone que son esos libros, dote
matrimonial?
-Algo así.
-Diablos Colin, ¿tenías que robarlos?
-No robé todos, pagué muchos de ellos. Y los demás intenté comprarlos,
no es para hacer tanto escándalo. Sabes que los Silverest aman coleccionarlos,
así que esto les dará razones para salir en busca de nuevos ejemplares. Tío
Ennis no puede quejarse, no tomé ninguno de sus libros de hechizos.
-¿Y el rey?
-El Rey jamás leyó esos libros, y Kyrian ni se hubiese enterado de no
ser porque tuve la cortesía de dejarle una nota.
-Vaya que eres considerado cachorro, ¿no podías llevar otra cosa para ganarte a la chica?
-Tío Caleb dijo que tú llevabas el título del Señorío de Levany debajo
del bazo para convencer a mamá, y según sé no lo ganaste de una forma
tradicional
-Tu tío tiene una boca muy grande. Y tú también, deberías volver con un
mínimo de arrepentimiento.
-Y estoy arrepentido padre, ha sido un viaje largo y sin el resultado que esperaba – dijo con
una sonrisa triste.
-¿No te aceptaron?
-No pude encontrarla. En serio padre, necesito dormir, mañana escucharé
lo que quieras decirme y luego necesitaré tu ayuda, la de Sean y la de todos
para hallarla.
-¿Tan importante es?
-Sí- respondió simplemente pero sus ojos dorados dijeron más que sus
palabras.
-Ve a descansar, ya todos duermen, pero mañana hablaremos – dijo Connor
y abrazó a su hijo.
Cuando Connor entró a su habitación, Shara lo esperaba ansiosa.
-¿Colin está bien?
-Tiene un ojo morado.
-¡CONNOR!
-No fui yo, creo que fue la familia de Briela. Admítelo Shar, el niño es
un entrometido – comentó mientras se metía a la cama.
-¿Qué haremos con él?
-Si Briela lo acepta, se lo dejamos. ¿Es que ninguno de ellos va a hacer
esto tradicionalmente? No es tan difícil ir con la chica y proponerle
matrimonio sin poner el mundo de cabeza.
-Quizás Kendrick lo haga – dijo poco convencida.
-Lo dudo, si Colin anduvo robando libros a cuanta gente conoce no quiero
imaginarme lo que hará nuestro hijo menor. Tú fuiste quien dijo que deseabas que
se parecieran a mí – la acusó.
-Sí, lo dije.No me arrepiento.
- Por cierto, Caleb anda propagado el rumor de que te soborné con un
señorío para que te casaras conmigo.
-Ese hermano tuyo no sabe nada, eras
mi esclavo mucho antes, ¿lo recuerdas? – preguntó provocadora y Connor rió,
había tomado muchísimos años para que Shara bromeara con eso y no se sintiera mal.
-Cierto era tuyo, y esto de ser señores de Levany más que un soborno fue
algo que casi te hace escaparte de mí.
-¿Le contaste que ella estaba aquí?- preguntó Shara acurrucándose contra
su esposo.
-No, ¿le dijiste a ella que esperara
a mañana?
-Sí, además tengo una idea….
-Shara, amor mío, empiezas a parecerte a mí.
-Eso me temo – respondió con dulzura y
se adormiló en los brazos del hombre que amaba y que la amaba, soñando
que todos sus hijos tuvieran esa clase de bendición.
Colin durmió hasta tarde, habían
sido dos meses agotadores y al regresar a su hogar no sólo sentía que sus
fuerzas físicas estaban apagadas sino que su estado anímico también. Había
puesto toda su dedicación en reunir hermosos libros para Briela, alguna vez le
había dicho que ella merecía un hombre que se los regalara y quería ser ese
hombre. Además cada vez que “adquiría” alguno se imaginaba el entusiasmo de
ella y eso lo alegraba más que si fuera algo para él. Quería demostrarle que la
quería tal cual era, que aceptaba que ella quisiera refugiarse en aquellos mundos,
siempre que decidiera compartir el resto de su vida con él.
Reunir aquella pequeña y selecta biblioteca para la mujer que amaba
había sido una aventura muy placentera, y había imaginado como sería reunirse
con ella , sin embargo sólo había hallado la ira del Señor de Na Féinne.
Briela se había marchado, y aunque él estaba muy orgulloso de que ella
hubiese decidido salir a conocer el mundo por sí misma, también estaba
desilusionado.
Necesitaba encontrarla, necesitaba decirle, y sobre todas las cosas
necesitaba ganarse su corazón.
Cuando despertó, salió de prisa hacia la cocina, no sólo necesitaba
comida sino que también debía conseguir el apoyo de su familia.
Sin embargo no encontró ninguna de las dos cosas, su familia había
terminado de comer y cada uno estaba ocupado en sus deberes, ni siquiera pudo
ver a sus sobrinos.
También había llegado tarde para la comida así que debió rebuscar en la
alacena y servirse él mismo una extraña combinación de pan, queso, y frutas que
dejó sobre la mesa y contempló sin interés. De pronto se le había ido el
hambre.
-Debe ser grave si te quitó el apetito- comentó Shara entrando y eso
hizo que Colin sonriera con ánimo, la presencia de su madre siempre era
balsámica. Se puso de pie y fue a envolverla en un abrazo apretado hasta que
ella le dio golpecitos en el hombro para que la soltara. La mujer levantó la
mano y tocó suavemente el ojo que llevaba un moretón.
-¡Auch! – se quejó exageradamente.
-¿Vale la pena? ¿Cómo para convertirte en un ladrón y andar dejando que
te golpeen?
-Sí, lo vale – respondió con firmeza y Shara suspiró.
-Siéntate, te daré de comer, necesitarás todas tus fuerzas para seguir
causando problemas, supongo.
-¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te quiero, madre?
-No lo suficiente, aunque siempre lo repetías varias veces cuando te atrapaba en alguna de tus
travesuras.
-Y también te quiero, ahora come.- dijo depositando un plato de comida
frente a él- Y cielo, date un buen baño y cámbiate, acabo de dejar ropa limpia
en tu habitación.
Colin asintió sonriendo, era bueno estar en casa.
Siguió las instrucciones de su madre y luego, aprovechando que su padre
y Sean estaban ocupados para darle
discursos, se puso a acomodar los libros. Quizás los amigos de Briela pudieran
ayudarlo a encontrarla.
Mientras los organizaba descubrió que faltaban los tomos de poesía que
había tomado del palacio en la capital, revolvió pero no los encontró. Sabia a
ciencia cierta que los tenía cuando había viajado a Na Féinne, y los había embalado muy cuidadosamente, los
llevaba en su propia montura cuando regresó. Debían estar ahí con los demás.
Justo en ese momento Shara apareció para preguntarle si la ropa que había
dejado estaba bien.
-Sí, gracias. Madre, ¿por casualidad viste unos libros? Las tapas eran
color rojo oscuro…
-Ah sí, los tomé prestados.
-¿Dónde están? – preguntó inquieto.
-Tenemos una huésped estos días y se los di para que se entretuviera.
Deberías conocerla, es una jovencita encantadora.
-¡Madre! Esos libros son importantes, no son para cualquiera. Debo
recuperarlos.
-Ve al estudio de tu padre, deben estar allí – dijo casualmente Shara y
Colin salió deprisa, tan apurado que no vio la sonrisa traviesa de su madre.
El joven entró con mucho sigilo al estudio mientras pensaba en cuántas
veces tendría que robar aquellos libros.Por suerte ser furtivo era su
especialidad, los libros estaban sobre el escritorio y aunque se adivinaba una
silueta en el sillón frente a la ventana, la mujer estaba tan quieta que
parecía estar dormida.
Se acercó despacio y apenas puso sus manos sobre los libros notó dos
cosas, que faltaba uno y que lo habían descubierto.
-Son míos- dijo una voz femenina y al levantar la mirada descubrió
asombrado que era Briela. Mil emociones pasaron por el interior de Colin en un
instante, pero se recompuso y disimuló, después de todo era un hombre con una
misión y no podía dejar que le ganaran sus impulsos.Pero no pudo ocultar la sonrisa
en sus labios y en su mirada.
-Todavía no son tuyos, aún falta que respondas unas preguntas.
-Hola a ti también – respondió ella entre divertida y emocionada.
-¿Desde cuándo? – preguntó refiriéndose a desde cuándo estaba en Levany.
-Dos semanas – respondió ella y Colin pensó que tendría cuentas que
arreglar con sus padres, Briela había estado allí todo ese tiempo.
-Viniste…- expresó, le estaba costando contenerse, estaba tan hermosa
con su cabello suelto y un vestido, pero lo más hermoso era volver a verla
allí, frente a él.
-Tú tendiste el puente, yo lo crucé. ¿Entonces estás robando libros para
alguien más?- preguntó Briela con audacia, se sentía llena de valor ahora.
Porque él estaba allí mirándola de una forma especial y porque el libro de
poesía que había dejado en el sillón
tenía un poema señalado con una hoja roja de arce. Un poema que casi la había
hecho llorar, un poema que decía “Es ella, la que tiene las llaves a otros
mundos, la que me ha encontrado, es ella, reina de bosques y de palabras. Es
ella el destino de mis viajes, la mujer amada”
-Dado que tú me enseñaste a robar libros, serán tuyos si respondes mi
pregunta. Briela Na Féinne, ¿serás mi esposa?
-¿De nuevo estás tratando de protegerme de algo? – preguntó con el
corazón palpitante y aunque podía sentir la unión que se forjaba entre ellos, necesitaba las
palabras, siempre las necesitaría
-Intento protegerte de todo de ahora en más, pero no. Ya te dije que los
Blackdalion nos casamos por una sola razón, por amor. Te amo, ladrona de libros.
-Y yo te amo- dijo ella y posó sus dedos sobre el moretón - ¿Mi padre?
-Dijo que debería haber pedido tu mano aquel día en lugar de convertirlo en la burla de todos y hacer que
abandonaras tu casa.
-No hubiera aceptado entonces.
-¿Y ahora?
-Seré tu esposa, Colin Blackdalion, eres todo lo que mi mejor amigo dijo
que debía esperar de un hombre y...- Colin no la dejó terminar de hablar, la
atrajo y la besó apasionadamente.
Un rato después, Briela estaba sentada sobre la falda de Colin en el
sillón mientras hablaban sobre el futuro, aquel contacto físico era nuevo y
algo vergonzoso, pero él no la había dejado escapar y la había arrastrado con él
a pesar de sus protestas. Era como si ahora no pudiera apartarse demasiado
tiempo y ella sentía lo mismo.
-¿Nos quedaremos mucho tiempo aquí? – le preguntó.
-El suficiente como para que mis padres se inquieten, de niño solía
espiar a hurtadillas sus conversaciones aquí cuando sucedía algo grave, mi
madre siempre me atrapaba. Llámalo venganza si quieres, y es muy poco digno de mi
parte, pero apuesto que si no salimos en un rato, andarán afuera espiando y podré atraparlos a ellos.
- En verdad es poco digno de ti, tus padres son encantadores, me he
enamorado de toda tu familia.
-Me dejaron sufrir sin decirme que estabas aquí. Estaba desesperado por
encontrarte.
- Y yo desesperé esperando.
-Ya no tendremos que pasar por eso, no vamos a separarnos. Podemos vivir
aquí, volver a Na Féinne, viajar donde quieras, encontrar un nuevo lugar para
nosotros, o hacer todo eso. Lo que tú decidas estará bien.
- Pensaremos en ello luego, sinceramente lo que más me preocupa ahora es
que nos atrapen aquí.
-Si ni siquiera te estoy besando y eso que es lo que más quiero hacer en
este instante.
-¿Y mis libros? Quiero verlos– preguntó ella sonrojada intentando
hacerlo cambiar de tema. Se puso de pie rápido soltándose de su agarre apenas él se distrajo.Colin rió.
-Ya sabía yo que me cambiarías por ellos. Vamos a verlos.
-Colin…- lo llamó algo titubeante.
-¿Sí?
-Los libros y tú, sabes que no es verdad, ¿cierto? Que tú eres
importante para mí…
-Shhh, Briela, yo amo la que eres,
con tus libros y todo, no me disgustará competir con ellos por tu
atención, de hecho voy a esforzarme mucho para resultarte más interesante. Y créeme,
también yo estoy ansioso por dártelos, todo este tiempo imaginaba tus expresiones
cuando los vieras. Lamento no haberte visto cuando te dieron estos – dijo señalando
los libros de poesía que ahora sostenía.
-Ah…eso es fácil. ¿Quieres saber mi reacción? – preguntó y él asintió
con la cabeza. Entonces Briela se acercó y fue ella quien lo besó, justo antes
que la puerta se abriera y diera paso a la familia Blackdalion a pleno.
Epilogo
La espada de Briela estaba clavada sobre la tierra justo donde el bosque
empezaba a despejarse.
A varios metros de allí, en el claro, debajo de un árbol, estaba leyendo
y con la cabeza apoyada en su regazo, Colin la escuchaba atentamente.
La espada de la joven era una señal para los habitantes de Na Féinne,
significaba que no deseaba ser molestada y que sólo podían interrumpirlos por
una urgencia. Desde dos años atrás era el único uso que le daba a su espada, en
caso de peligro sería la espada de Colin la que fuera desenvainada, ella no
deseaba volver a esgrimirla, esa era su elección. Salvo que debiera proteger a
alguien que amaba, había descubierto que aquel instinto protector también era
parte de ella.
Después de su matrimonio habían recorrido distintos lugares, Colin le había
mostrado el mar y tierras distantes, habían pasado un tiempo en el maravilloso
Castillo de los Cerezos, en la misteriosa Dalalbión y en Ildrake. Y por ahora dividían
su tiempo entre Levany y Na Féinne.
La biblioteca de Briela había crecido, y así también sus experiencias.
Tenía libros que la llevaban a mundos maravillosos y tenía a Colin que le
mostraba hermosas realidades.
-Briela….no te distraigas…quiero saber cómo termina- la urgió él y ella
notó que había dejado de leer.
-Lo siento, me distraje. Pensaba en una historia.
-¿Una buena historia? ¿Una historia feliz?
-La mejor historia y muy muy muy feliz. La nuestra.- respondió sonriendo
dulcemente.
-Mi favorita – dijo Colin y se levantó para besarla
¿Dedicada para mí? ¡Apenas la veo! Mil gracias mi querida Nata, no hay palabras suficientes. Abrazo y sabes que AMO esta historia y a Colin y Briela, ¡qué lindos son!
ResponderEliminar