lunes, 30 de noviembre de 2015

Blackdalion, las historias del León - Cuento 16

Bueno, llega una nueva historia de los Blackdalion, he necesitado escaparme un rato  de la realidad y ellos me han dado la bienvenida. Me temo que he vuelto a saltearme el orden y sigo teniendo a Sean esperando mientras esta vez le toca a su hermano menor, Colin.
Y dedicar esta historia a Gaby que ha estado al pendiente y acompañándolos a ellos y a mí 


                  Blackdalion, las historias del Léon


Colin tenía un largo viaje por delante, no es que lo afligiera pues le gustaba viajar y conocer nuevos lugares pero le molestaba tener que hacer de representante de su familia.
Los viajes “oficiales” no eran lo suyo, prefería tener más libertad, de hecho cuando tenía unos trece años se había escapado con la caravana de comerciantes que pasaba cada año por su hogar para poder conocer mundo, su padre había ido tras él. Al año siguiente Connor le había permitido que viajara con ellos bajo su supervisión , pero le había quitado todo el placer porque se había encargado de que fuera un viaje útil y aprendiera sobre el comercio y las rutas, aunque ahora que lo veía a la distancia no había estado tan mal, había aprendido mucho.
Sin embargo, aquello de tener que acudir  a una invitación a tierras lejanas como representante de su familia, no le hacía gracia.

Tampoco es que hubiera muchas opciones, su hermano mayor estaba demasiado ocupado ayudando en la administración de Levany y cuidando a sus hijos, Kristana era, desde hacía muchos años, la Señora de Ildrake así que no se podía contar con ella. Su otra hermana, Shennara, no era una opción...uno no podía confiar en Sheny para esas cosas, era demasiado impredecible. Su hermano menor andaba de viaje, y su padre, bueno, Connor Blackdalion había argumentado estar muy ocupado para ir personalmente.
Si bien aquello no era una mentira, tampoco era del todo cierto, porque a pesar de los deberes y responsabilidades, Connor nunca dejaba de hacer algo que quisiera, de lo que se deducía que no tenía ganas de viajar.
Colin frunció el ceño, tenía la sensación de que su padre le había tendido una trampa. No obstante, era un Blackdalion, y los Blackdalion no se amedrentaban muy fácilmente, así que se acomodó bien en su montura y siguió avanzando mientras silbaba su melodía favorita. Cabalgó lentamente hacia el norte, muy al norte, más allá de Ildrake, más allá de las rutas de los mercaderes que él había conocido.
Colin Blackdalion había heredado de su padre el amor por la música, al igual que el parecido físico , en su casa decían que él tenía “las formas de Connor  y los colores de Shara”, ya que tenía los masculinos ,aunque bellos, rasgos de su padre y su estructura física pero también tenía el cabello oscuro y los ojos color dorado de su madre.
Y tenía ,al igual que Connor, una personalidad alegre y despreocupada, lo que le había valido muchos retos en la infancia , ahora, a los veintitrés seguía conservando el espíritu travieso. Además era curioso por naturaleza lo que hacía que las aventuras lo encontraran frecuentemente, porque en realidad parecían salir a su encuentro en lugar de que él las buscara.
Aquel viaje no iba a ser la excepción. De pronto una sonrisa se dibujó en su atractivo rostro, aquello iba a ser divertido.


Tres días después de llegar a su destino, Colin estaba mortalmente aburrido. No había nada que siquiera tuviera un eco de aventura, sólo era un castillo como muchos que había conocido, con nobles provenientes de distintos lugares y no mucho más. Lamentaba no haber traído a nadie consigo, pero se había negado a llevar hombres del ejército de su familia, no le gustaba andar custodiado, ya estaba grande para ello, aunque sus padres pensaran diferente. Y sus amigos estaban ocupados en la cosecha o con sus propias familias, últimamente se les había dado por casarse, así que tampoco había podido pedirles que lo acompañaran.
El lugar era majestuoso, un castillo  al pie de  montañas boscosas, pero eso era todo, allí acababa el atractivo.
El resto se trataba de los mismos rituales cortesanos  de siempre, más el entusiasmo por los torneos que se desarrollarían, de hecho, sus anfitriones se habían desilusionado cuando él rechazó participar en los combates. Para ser sinceros era un buen espadachín como cualquiera de su familia, pero no le entusiasmaba en demasía hacer gala de sus habilidades con la espada. Si fuera necesario, por una buena causa, peleaba y ganaba, pero no por exhibirse ni por probar nada a nadie. Le gustaba seguir sus propias reglas y no las de los demás.
Afortunadamente, la expectativa por la llegada de clanes guerreros de la alta montaña había desviado la atención de él, así que se dedicaba a vagar por el lugar tratando de encontrar algo que lo entretuviera durante su estadía.
Si no encontraba nada que llamara su atención, o saldría huyendo de allí o crearía algún problema, se conocía bien.
Había evitado exitosamente las provocaciones para hacerlo combatir y las risitas y miradas femeninas ,que también buscaban provocarlo, podía no ser el correcto Sean, pero pensaba defender el nombre familiar tanto como le fuera posible. Había sido enviado como embajador de los Backdalion y pensaba actuar en consecuencia, al menos tanto como  pudiera.
Para evitar complicaciones se había refugiado en la biblioteca, una siesta le había parecido una buena idea y había encontrado el lugar perfecto. Un sillón de respaldo alto, semi escondido entre las altas estanterías. No parecía ser un lugar muy visitado y el sillón era perfecto para su cuerpo grande. Corrió los gruesos cortinados para  bloquear la luz y luego se arrellanó cómodamente, con suerte nadie lo molestaría hasta la noche.
Cuando sintió pasos, trató de quedarse quieto, sabía que su ubicación estratégica lo hacía casi invisible, pero la curiosidad pudo más y espió al visitante.
Era una mujer, alta, más de lo habitual y vestida con ropa masculina de combate, llevaba el cabello atado en una gruesa trenza que colgaba en su espalda y tenía el ceño fruncido como si estuviera tensa o muy concentrada. La joven caminó grácilmente, apenas haciendo ruido y deslizó sus dedos por los lomos de los libros de una forma que no había visto antes, era algo casi afectuoso. Tomó un libro y lo hojeó, luego lo devolvió a su lugar y tomó otro. En ese instante alguien más ingresó y la chica se puso alerta y se giró rápidamente hacia el hombre que había llegado.
-Briela, ¿qué haces aquí? Vamos, tu padre te busca – dijo con brusquedad.
-Sí- respondió ella y sin que el recién llegado pudiera notarlo, ocultó con rapidez y maestría el libro entre sus ropas, luego, lo siguió obedientemente.
Colin Blackdalion había visto distintos tipos de ladrones, mucho más en sus viajes con los comerciantes, incluso él alguna vez había  robado fruta o comida de las cocinas, pero jamás había visto a alguien robar un libro.
Jamás se le hubiera ocurrido que un libro fuera un objeto digno de ser robado. Y jamás había visto a alguien tocar los volúmenes en aquella forma casi de ritual ni aspectos tan contradictorios desplegarse en una sola persona.
Esa joven mostraba y ocultaba emociones de una forma sorprendente, y robaba libros de una casa donde era invitada.
Al fin había encontrado algo que le llamara la atención, sonrió, se levantó y desperezó su cuerpo como un gato. Un gato grande, enérgico y con ganas de encontrar algo con que jugar.


Quería averiguar más de la misteriosa ladrona de libros así que no tuvo más opción que volver al ruedo social, finalmente pudo averiguar que era la hija de uno de los clanes de la montaña, Briela Na Féinne, hija mayor , heredera y una de las guerreras con mejor reputación de toda la zona. Aunque al buscar información pudo detectar que las mujeres la nombraban con cierto desdén y los hombres hablaban de sus habilidades con la espada, eso le dio la impresión de que mencionaban a otra persona, no la mujer que él había visto en la biblioteca. No la que había despertado su curiosidad. Intentó encontrarla, pero fue en vano, recién volvió a verla al día siguiente y en circunstancias muy particulares.
La vio cerca de las lizas donde se hacían demostraciones,  estaba discutiendo con un hombre que parecía ser su padre.
-Están esperando por ti…- dijo el hombre.
-No lo haré, te dije que no competiré.
-Briela, tus habilidades son parte del orgullo de nuestra gente. Y todos esperan por verte blandir la espada.
-Dije que no lo haré, sólo combatiré  en quince días, en el torneo por mi mano, pero no lo haré antes padre, ya dije que no lo haría – insistió ella y su mirada era una mezcla de enfado y dolor.
No había sido su intención escuchar, pero ahora que había escuchado sentía que debía intervenir. Por lo visto Briela era algo así como una atracción especial de aquel encuentro, pero era obvio que ella no quería hacerlo, tendría que darles algo más con que entretenerse. Era hijo de Connor así que tenía un sentido de caballerosidad que se despertaba en los momentos más inadecuados y tenía, también, un buen sentido para el espectáculo
Si querían una buena exhibición en las lizas, él iba a darla. Iba a rescatar a aquella joven aunque ella no lo hubiese pedido y aunque nunca se enterara de su gesto.
Habían insistido mucho para que él participara, así que cuando comunicó que lo haría se armó un buen revuelo y logró que toda la atención se centrara en él, después de todo los Blackdalion eran legendarios y su abuelo, padre y tíos habían expandido esa fama a todos los confines. Él no era tan amante de la espada, aunque había sido bien entrenado para usarla no lo hacía a menos que fuera absolutamente necesario, no le gustaba hacerlo para lucirse. Sin embargo, allí estaba, siendo centro de todas las miradas, eso despertó su espíritu travieso, si iba a hacerlo, lo haría bien. Saco dos espadas, el estilo de sus primos Likaios y sonrió a su contrincante mientras la gente  se amontonaba alrededor. Luego demostró la sangre que corría por sus venas.

Briela había escuchado hablar de la visita de un Blackdalion, pero no lo había visto nunca hasta que lo observó avanzar por las lizas blandiendo magistralmente dos espadas. Era alto, mucho, más que ella, con cabello oscuro algo largo que caía desordenadamente y casi le cubría la cara cuando avanzaba para dar algún estoque.
Lo observó unos instantes, era imposible no mirarlo, aunque no quisiera los movimientos de aquel hombre eran algo que atraía. El sonido del choque de metal la despabiló del encantamiento y aprovechó la distracción de todos para escabullirse, ya había tenido demasiado de espadas y peleas, sólo quería un lugar tranquilo para perderse en las páginas de su libro. Un tiempo para ella, para olvidar la que los demás querían que fuera y ser quien ella soñaba ser.
.

Colin pensaba hablar seriamente con su padre cuando regresara, haberlo mandado allí había sido una sucia treta, estaba seguro de eso. Hacía tiempo que no jugaba tan intensamente y ahora le dolían todos los músculos.
Y había vuelto a ser centro de atención. Además había perdido a la chica, la había visto brevemente entre la multitud y luego había desaparecido. Después del combate había tratado de localizarla pero era demasiado escurridiza, incluso para él que era experto en eso.
Al menos se sentía satisfecho con haberla podido ayudar . Aunque  su curiosidad había aumentado notablemente, sobre todo cuando supo que en un par de semanas, como cierre a aquella reunión, habría un combate , uno donde el ganador obtendría la mano de Briela, y la persona a vencer era la misma muchacha.
Extrañaba a sus hermanos menores, eran la mejor compañía cuando uno necesitaba buenas ideas, y él necesitaba encontrar a su misteriosa ladrona. Pero imaginaba que si ella había escapado para leer su libro, quizás necesitaría otro pronto. Eso le daba una idea de dónde  ir.
Al día siguiente dio un par de vueltas tratando de ubicarla pero cuando volvió a convertirse en centro de acoso de las muchachas y  de guerreros que querían hablar de su familia, escapó.
Regresó a la biblioteca y esperó, tenía un presentimiento y no tardó en hacerse realidad. Escondido nuevamente en el sillón sonrió satisfecho cuando  descubrió que la joven era una delincuente reincidente, estaba decidiendo si salir a hablarle o seguir escondido cuando una voz masculina los sobresaltó a ambos.
-¡Briela!¡ Espero que no hayas vuelto a la biblioteca! – gritó alguien por el pasillo y a ella se le cayó el libro que sostenía. No tenía forma de escapar, aunque saliera de prisa se encontraría con su padre y no podría evitar los regaños que tanto la herían.
Esta vez su rescate no iba a pasar desapercibido, no tenía más opción, así que Colin salió rápido de su refugio. La chica estuvo a punto de gritar cuando él apareció delante de ella casi de la nada, pero le tapó la boca y la llevó hasta el sillón que ocupaba unos instantes atrás, antes que pudiera reaccionar.
Le hizo señas de que guardara silencio y él alcanzó a levantar el libro del suelo y  fingir que lo leía justo cuando el  padre de ella entró.
-Blackdalion – dijo el hombre asombrado de verlo allí, era obvio que no esperaba encontrarlo a él sino a su hija.
Colin hizo un breve saludo con la cabeza mientras el visitante barría el lugar con la mirada.
-¿Puedo ayudarlo en algo? – preguntó amablemente.
-¿No ha visto a nadie más aquí, verdad?
-No nadie más, yo y los libros – respondió levantando el tomo que sostenía , el hombre masculló una respuesta y salió de allí. Tras un tiempo prudencial, Colin se acercó al sillón donde Briela estaba acurrucada.
-Ya puedes salir- le dijo
-Gracias – contestó la joven poniéndose de pie, era extraño pues al ser muy alta, solía estar bastante pareja con los hombres, pero frente a este se sentía pequeña. Además era algo incómodo que él la hubiese sorprendido allí y que la hubiese ayudado.
-Soy Colin Blackdalion – se presentó formalmente.
- Briela Na Féinne – se presentó ella.
- Como la montaña – dijo él e hizo un gesto vago hacia el exterior.
-Sí, ha sido el hogar de mi familia siempre, así que de allí viene nuestro apellido. Gracias por su ayuda, estoy en deuda, cualquier cosa que pueda hacer por usted.
-Me debe un rescate, entonces- dijo y ella lo miró con curiosidad.
-¿Un rescate?
-Si, si me rescata una vez, estaremos a mano.
-No parece necesitar que lo rescaten, pero de acuerdo – respondió y extendió su mano como para sellar el trato. Colin demoró en soltarla y cuando lo hizo aprovechó para hacer una pregunta que lo intrigaba.
-¿Por qué le gustan tanto los libros? – preguntó sinceramente y ella lo miró perpleja. Estaba sorprendida de que lo hubiera notado y en segundo lugar de que hubiera verdadera curiosidad en su pregunta como si le interesara saber la respuesta. Nunca le habían preguntado eso, no de verdad. Si había escuchado aquello alguna vez, había sido con tono de reproche y censura, recordándole que no era lo que se esperaba de ella.
-Son mis amigos...- dijo y al momento se arrepintió de haber confesado aquello en voz alta, se sentía muy tonta pero al levantar la mirada notó los ojos de él no reflejaban burla sino que parecía tratar de entender lo que le decía.
-¿Sus amigos?
-Los libros me llevan a otros mundos, me siento bien leyendo, me gusta imaginar esos lugares, esas vidas, aprendo cosas también. Y me entienden, quiero decir no es que me entiendan porque no son personas, pero cuando uno lee algo, eso que lee  no juzga lo que uno siente...es.... no sé como explicarlo – finalizó turbada. Nunca le había dicho todo eso a nadie y no sabía por qué lo estaba haciendo pero la situación inesperada la había hecho bajar la guardia.
-Nunca me ha atraído mucho la lectura, pero me gusta como lo hace sonar.
-Debo irme- dijo Briela apurada por escapar, aquel hombre estaba inquietándola  más de lo que le gustaba. Y si se seguía demorando volverían a buscarla.
-Briela – la llamó cuando comenzaba a alejarse y la joven pensó que su nombre sonaba extrañamente musical pronunciado por el joven Blackdalion.
-¿Sí?
-Me gustaría mucho ser su amigo mientras esté aquí, como sus libros.
-No creo que sea posible...- dijo ella levantando sus murallas. A pesar de todo, no dejaba de ser un extraño, uno con el que no parecía tener mucho en común.
-Entiendo, al menos espero que recuerde que me debe un rescate- dijo y ella asintió antes de irse
Colin no estaba muy seguro de por qué le había hecho aquella propuesta de amistad, pero se había visto impulsado a hacerlo, no había nadie que conociera allí y Briela Na Féinne que vivía aventuras a través de las páginas de libros parecía ser una amiga ideal para él que vivía aventuras reales y que se sentía solo en aquel lugar.
Lamentaba haberla asustado con su comportamiento, pero no pensaba renunciar tan fácilmente, sólo necesitaba encontrar otra oportunidad, aunque no tenía idea de qué clase de peligro podría crear para necesitar ser rescatado.
Había muchas preguntas más que quería hacerle a aquella joven, preguntar por qué robaba los libros, de qué escapaba y por qué iba a batirse con espadas para conseguir un marido. Cuando algo lo intrigaba necesitaba respuestas, su mente comenzó a pensar en cómo obtenerlas.
A veces, las circunstancias más insospechadas podían usarse a favor, un guerrero sabía eso y el joven Blackdalion lo tenía muy en claro cuando esa noche  en el salón central se vio rodeado por mujeres que querían llamar su atención.

Había mucha gente en el salón , Briela había estado bastante tiempo junto a su padre y su gente, pero cuando la conversación había vuelto a centrarse en la administración de las tierras, las luchas y los guerreros que se habían exhibido allí aquellos días, se había apartado buscando un poco de tranquilidad. Sus acompañantes habían elogiado las habilidades del joven Blackdalion, eso le había recordado su encuentro con el hombre de ojos dorados y casi como si lo hubiese convocado con el pensamiento, al levantar la vista ,lo vio  a pocos metros de ella.
La mayoría de las mujeres casaderas de aquella reunión estaban junto a él tratando de conquistarlo, ella suspiró con hastío. Estaba por alejarse cuando notó la mirada de él clavada en ella, ambos eran altos así que de alguna manera parecía como si pudieran elevarse por sobre el resto de las personas que los rodeaban y comunicarse. También notó las leves señas que él le hacía. Briela lo  observó confusa, no podía ser que él dijera en serio lo del rescate y mucho menos en un momento así. Pero las señas se hicieron más evidentes  e incluso lo vio modular la palabra “promesa”.
“¿Quién podía necesitar que lo recataran de un grupo de admiradoras? ¿No podía librarse por sí mismo si estaba incómodo?”
Era un hombre muy extraño. Se dirigió hacia él.
-Blackdalion…- musitó llegando a su lado y las demás mujeres se apartaron. Briela disimuló su malestar por aquella situación, se apartaban automáticamente de ella como si su compañía fuera algo indeseado, siempre había sido de aquel modo. Ya casi no le importaba. Casi.
-¿Señorita Na Féinn? – preguntó él con un tono ligero.
-Mi padre…mi padre quisiera hablar con usted.
-Por supuesto, vamos . Si nos disculpan – expresó a quienes los rodeaban y puso el brazo para que Briela se apoyara en él, juntos se dirigieron hacia la salida del salón.
-Gracias- susurró Colin tan pronto se alejaron.
-¿Qué fue eso? – dijo ella intentando apartarse pero él la retuvo a su lado- ¿De verdad no podía irse? ¿Esa era su idea de un rescate?
-No podía irme sin ser maleducado y ya estaban colmando mi paciencia. Además no todos los rescates importantes suceden en un campo de batalla, puedo defenderme bastante bien con la espada pero no puedo  librarme de ciertas normas, así como tampoco usted podía escapar de su padre en la biblioteca. Ya ve, lo más simple a veces es más difícil. Así que gracias por cumplir su promesa y rescatarme – le dijo y le guiñó un ojo traviesamente.
-Entonces, ya he pagado mi deuda.
-No tengo ganas de volver allí dentro, ¿usted sí? – preguntó.
-No, no de verdad.
-¿Algún lugar dónde podamos ir?  Conoce el lugar mejor que yo– preguntó pensando que era bastante complicado porque el castillo estaba lleno de gente y también el exterior, incluso había tiendas de campaña con la gente que había llegado recientemente.
-No lo sé – respondió dubitativa, no tenía idea cómo había llegado a aquel punto.
-¿La biblioteca? – preguntó él.
-Debe estar cerrada.
-Eso no es problema, vamos – la invitó tomando una tea de la pared y Briela lo siguió.
-¿No le da miedo?- preguntó Colin mientras avanzaban por el pasillo, que por suerte se encontraba vacío.
-¿Miedo?
-Andar vagando conmigo a solas.
-Su familia es conocida por ser honorable.
-Seguimos siendo un hombre y una mujer, ¿no le preocupa su reputación cuando está por casarse pronto?
-No van a casarse conmigo por mi reputación- respondió ella con una sonrisa extraña- Además puedo defenderme muy bien – agregó como regresando de sus pensamientos y ,por cortesía, Colin evitó mencionarle que dudaba que su fuerza pudiera contra la de él.
Llegaron hasta la biblioteca y efectivamente  la puerta estaba cerrada.
-Ilumíneme- dijo él cediéndole la tea y se inclinó  para trabajar en la cerradura con un fino metal que sacó de entre sus ropas.
-¿Sabe abrir cerraduras? – preguntó asombrada.
- Además de nuestro código de honor, en mi familia tenemos cierta aversión al encierro, así que si. Digamos que es un legado paterno- comentó recordando que desde sus días de esclavitud su padre odiaba la idea de ser encerrado y todo ellos terminaron aprendiendo a abrir cerraduras.  – Listo – dijo tras un par de minutos y abrió la puerta cediéndole el paso. Una vez que Briela entró, volvió a cerrar la puerta.
Ella avanzó deslumbrada como si descubriera un nuevo encanto a aquel lugar  apenas iluminado por la luz lunar que entraba y por la tea que ella sostenía. Colin se acercó con un candelabro para que lo encendieran y dar un poco más de claridad.
-De verdad le gusta este lugar-evaluó.
-Sí, hay mucha calma aquí.- respondió ella suavemente. El joven dejó el candelabro en una pequeña mesa y luego fue a sentarse en el suelo apoyando la espalda contra una estantería, desde allí hizo una de las preguntas que le daba más curiosidad.
-¿Desde cuándo toma libros de aquí? – cuestionó y ella se giró sorprendida, casi asustada  y lo miró fijamente.
-¿Cómo…?
-¿Cómo lo sé? La primera vez que la vi aquí no fue cuando su padre la buscaba, fue anteriormente, yo estaba en el sillón cuando entró  y tomó un libro.
-Yo…- titubeó sin saber cómo explicarse  pero luego pensé que ya no importaba, no podía negarlo y él sabía demasiado. Se sentó al lado de él, por una vez agradeció ir vestida con aquellas ropas en lugar de llevar un vestido, y comenzó a hablar-  Siempre amé los libros, de niña venía y podía leer todo lo que quisiera, cuando fui creciendo mi padre pensó que debía alejarme de estas historias y concentrarme en lo importante, en entrenar , en aprender todo lo que su heredera debía saber. Así que me prohibieron perder tiempo leyendo y los libros se volvieron algo vedado…
-Pero seguías amándolos – interrumpió él y ella asintió para luego seguir hablando
-Así que cada año que veníamos aprovechaba a leer y en los últimos años que estoy tan llena de deberes que cumplir, los he tomado como dijiste. Sé que no está bien, pero no sería yo sin ellos .
-Es verdad que no entiendo, los libros no me llaman demasiado la atención más que lo necesario. Y nunca estoy quieto el tiempo suficiente como para ser un buen lector, pero tampoco creo que hagas mal
-¿De verdad no le gusta leer? – preguntó ella y eso lo hizo sonreír. Pensó que así como a él le resultaba extraña aquella fascinación que la joven tenía por los libros, a ella le sorprendía que los demás no los amaran del mismo modo. Nunca se había detenido a reflexionar en ello, pero el mundo dependía del punto de vista de cada uno.
-No es que no me guste, pero tampoco me atrae, me temo que no soy del tipo tranquilo, me gusta explorar y descubrir cosas continuamente. No por nada soy parte de “la Plaga”
-¿La Plaga? – preguntó Briela con curiosidad, ese hombre era diferente a cualquiera que hubiera conocido antes, escucharlo hablar era como adentrarse en una historia de esas que le encantaban.
-Mis hermanos menores, Shennara , Kendrick y yo conformamos el trío conocido como “la Plaga”. No estoy seguro que merezcamos tal mote – comentó con una sonrisa muy traviesa que desmentía sus palabras- pero nuestra familia y amigos nos llaman así. En nuestra defensa diré que ganamos el apelativo en nuestra infancia, y que tiene que ver con nuestras pequeñas aventuras y exceso de creatividad.
-¿Exceso de creatividad, eh?
-Bueno, mis hermanos mayores eran los responsables y aburridos, nosotros éramos absolutamente libres para divertirnos.
-Yo soy la mayor – casi suspiró ella como si eso le resultara una pesada carga.
-Yo soy del grupo de los menores, supongo que eso nos dio mucha más libertad, así que pasé más tiempo al aire libre que cerca de los libros.
-Debe ser agradable…-musitó ella.
-¿Por qué combatirá para encontrar marido? – preguntó él tomándola totalmente desprevenida.
La joven lo miró un momento como si evaluara qué responder, finalmente habló.
- Soy la hija mayor, tengo dos hermanas menores, lo que significa que algún día seré quién lidere a mi gente.  De haber sido hombre, habría podido elegir  con quien casarme, aunque hubiera tenido que considerar de qué familia venía y los beneficios para mi pueblo. Pero siendo mujer, hay otras tradiciones, se me educó para ser una guerrera, tal como si hubiera sido hombre, y según la costumbre, debo casarme con un buen guerrero, uno que pueda superarme a mí que soy la mejor de todos.
- ¿Por qué?
-Porque debe ser alguien que pueda proteger y hacerse cargo de ellos en mi lugar, si algo sucede.
- Es ridículo, ¿y lo que siente? ¿Va casarse con cualquiera que pueda derrotarla?
- No debería juzgarme. Es la tradición de mi gente. No cualquiera puede derrotarme, es el segundo año que hacemos la competencia y nadie pudo, ni podrá- dijo ella y su mirada se llenó de desafío y rebelión.
Colin entendió que ella tenía un camino marcado, no uno que hubiera elegido, pero haría todo lo posible para resistirse. De la misma forma en que robaba libros y leía a escondidas.
-No fue mi intención juzgar, pero no puedo decir que la idea de que casarse con alguien que no ama ni la ama, me resulta …¿desconcertante? – intentó explicarse buscando una palabra que no la hiriera, aunque  la palabra que resonó en su mente fue “aberrante”.
-También proviene de una familia noble, los matrimonios arreglados no deberían resultarle tan extraños, cuando la vida de otra gente depende de uno, es importante hacer una buena alianza.- se explicó ella elevando el tono, aquellos ojos dorados parecían censurarla y no le gustaba.
-Me temo que en mi familia tienen la mala costumbre de casarse por amor.
-¿Incluso los primogénitos? – preguntó ella sorprendida.
-Sobre todo los primogénitos, suelen ser los peores – dijo sonriendo al recordar a su tío Cal, a Blaze, a los mellizos y a su propio hermano, Sean.
-Pero…alguien que se encarga de un Señorío, debiera pensar en otros aspectos, en fortalecer su posición, en proteger su poder.
-Debo decir que han sido alianzas muy beneficiosas , quizás justamente porque eligieron el amor, sus parejas les proveen apoyo, los acompañan y saben que pase lo que pase estarán allí para ellos, creo que eso ha sido su mayor  ventaja y beneficio. Y también tenemos adquisiciones muy interesantes en la familia – comentó pensando en lo pintoresca que era su familia, había herreros, príncipes, ladrones, magos , incluso el reciente enlace de Iolhen había sido con un descendiente de un mago oscuro. Briela lo miró con curiosidad y él sólo sacudió  la cabeza, era demasiada información para darle, de hecho ahora que lo meditaba su extensa familia era demasiado particular  hasta para él mismo. Aunque también eran muy felices.
-Yo creo que será mejor volver, ya es tarde – propuso ella porque ya no quería hablar más de aquel tema, no quería recordar sus propios anhelos , ni volver a sentirse desanimada.
-De acuerdo- dijo él y se levantó de prisa para luego darle a mano a ella y ayudarla a ponerse en pie.
La joven se encaminó hacia la puerta y Colin la llamó.
-Briela
-¿Sí?
-Elige cuáles quieres – dijo señalando hacia los anaqueles  y hablándole informalmente, ella se sonrojó ante el recordatorio de su anterior excursión en aquel lugar.
-No, yo…
-Esta noche eres libre para tomar los libros que quieras, con seguridad nadie los echará en falta y además esta puede ser tu última oportunidad. Estoy seguro que no encontrarán mejores manos que las tuyas. Mira – dijo pasando los dedos por algunos de ellos y acercándose para que ella viera el polvillo- Están abandonados aquí. Dijiste que eran tus amigos, no deberías dejarlos solos…- la tentó y ella lo miró esperanzada.
Aquellos libros y los miles de mundos que contenían eran su mayor deseo, y ahora ese hombre ,que era un desconocido, y al mismo tiempo con quien más había hablado de sí misma, se los ofrecía. Ciertamente no eran de él para ofrecerlos, pero había algo en aquel gesto, en el de alguien entendiendo lo importante que eran los libros para ella que la emocionó.
 Y también la asustó.
Sin embargo lo que él decía era verdad, quizás era su última oportunidad de llevarse un libro para leerlo, confiaba en que nadie le ganaría en la competencia, pero si llegaba a ocurrir, todo cambiaría.
Ni siquiera intentó escuchar a su consciencia, se acercó y tomó un par de libros que había visto en su anterior visita. Al girarse se topó con la mirada de Colin, pero no había ni censura, ni diversión ,ni nada de eso. Parecía estar complacido.
-Quería estos- dijo ella sencillamente.
-Entonces, Briela Na Féinne, ¿podemos ser amigos? – preguntó nuevamente.
-¿Por qué?
-No leo libros, mis hermanos están lejos y aquí sólo les importa mi apellido y que soy bueno con la espada, me siento bastante solo. Y creo que podríamos ser amigos, compartimos el espíritu aventurero, nos hemos escapado juntos, hemos irrumpido en propiedad ajena y somos cómplices. Son muy buenas razones.- dijo al tiempo que hacía un gesto de contar con los dedos aquello que enumeraba.
-No tengo amigos reales- dijo Briela
-Esa es otra buena razón- confirmó Colin
-Creo que sí. No sé cómo, pero me gustaría intentar ser su amiga- dijo y era verdad, era como querer leer un capítulo más para descubrir algo interesante. Lo había visto usar las espadas brevemente, lo había rescatado de un grupo de mujeres, lo había ayudado a forzar una cerradura y lo había escuchado hablar de sí mismo tanto como había sido escuchada por él. Por primera vez pensó que podía necesitar un amigo que no fuera de papel y palabras.
Los dos se retiraron de la biblioteca y regresaron discretamente a los aposentos que les habían asignado.
Briela volvió con dos libros nuevos y un amigo, Colin con su curiosidad cada vez más estimulada y con una misión.



Colin Blackdalion siempre había sido muy sigiloso, le gustaba saber lo que sucedía a su alrededor así que desde niño, cuando solía escuchar a escondidas aquello que no le informaban directamente, había perfeccionado el arte de no ser descubierto, en general podía moverse con total disimulo y pasar desapercibido, seguir a alguien sin que se diera cuenta o entrar en lugares que parecían impenetrables. Casi podía ser invisible cuando lo deseaba, excepto a los ojos de una persona, su madre.
Por suerte Shara no estaba allí, porque necesitaba que no lo descubrieran.
Desde la mañana, había tratado de ubicar a Briela , cuando la descubrió la joven estaba con su padre y sus acompañantes . Se acercó todo lo que pudo y cuando ella anunció que se retiraría al bosque para ejercitar su esgrima, se decidió a seguir a su nueva amiga.
Durante un largo trecho siguió su rastro sin problema, pero después de un par de horas, cuando empezó a internarse en la espesura y el sendero se iba haciendo cuesta arriba , notó que estaba algo desorientado. Media hora después tuvo que reconocer que estaba perdido.
Eso era una complicación inesperada, no le quedaba más remedio que tratar de retroceder sobre sus pasos y regresar, pero lo hacía sentir molesto y frustrado. Era un explorador nato y no estaba acostumbrado a perderse.
-¿Perdido? – preguntó una voz de pronto y vio acercarse a Briela, eso lo sorprendió aún más. Su objetivo siempre había sabido que la seguía.
-Eso parece, ¿me creerías si digo que es la primera vez?
-Na Féinne oculta a sus hijos – comentó ella acercándose y él tardó unos segundos en recordar que era el nombre de la montaña y que el linaje de la joven había tomado el nombre de ese lugar. Sonrió.
-¿Entonces la montaña te ocultó y me desorientó?
-Eso dicen, que cuando alguien de aquí necesita esconderse la montaña lo ayuda, durante las épocas de guerras o con invasiones de extranjeros, ellos han terminado dando vueltas por los bosques si encontrar salida, mientras nosotros hemos permanecido a salvo.
- Supongo que debo agradecer que me rescataras, por segunda vez – dijo él resignado.
-¿Qué hacías?
-Seguirte. Estaba aburrido y solo, se suponía que habíamos acordado ser amigos, no deberías haberte escapado a jugar con la espada tan pronto pudieras.- le recriminó en broma pero aún estaba impresionado de que ella lo hubiera atrapado.
-En realidad me escapé para no usar la espada, no me gusta – aclaró ella.
-No te gusta pero ¿te casarás con quien te gane y termine apuntando una hoja afilada a tu cuello?
-Si pudiera elegir no sostendría una espada jamás en mi vida, aún así no me ganarán tan fácilmente . Y tampoco será tal como lo describes.
-¿Entonces?
-El ganador tiene derecho a que mi padre le conceda un deseo, lo que sea que pida. Es tradición que pida la mano de la hija del Señor. Y alcanza con que me desarme, no necesita apuntar a mi cuello con su arma.
-Sigue sin convencerme. Si no ibas a practicar, ¿dónde ibas? ¿Puedo ir contigo?
-Supongo que ya que estás aquí puedes venir, y sobre lo mis planes …- dijo y extrajo uno de los libros de entre sus ropas y se lo enseñó.
Continuaron caminando cada vez internándose más profundamente y aunque Colin intentaba retener detalles que le permitieran orientarse, no le resultaba fácil, además la joven que iba a su lado lo distraía. Iba vestida como una guerrera, pero la espada que llevaba en su costado parecía repugnarla, en cambio sostenía su libro con cariño.
Avanzaron otra media hora hasta llegar a un sector un poco más despejado, había menos árboles y se filtraba la luz del sol, también había un manto de flores azules. Era un lugar precioso, y también  obviamente era un lugar para estar en soledad, un refugio privado. Imaginó que Briela no llevaba mucha gente allí.
-Gracias, por dejarme venir aquí…- dijo girándose hacia ella y la joven solo asintió algo sonrojada.
-No tuve mucha opción – contestó incómoda y él rió.
Se sentaron debajo de un árbol que parecía ser muy antiguo, era altísimo y con un tronco grueso que delataba sus años, Colin amaba los árboles y desde pequeño tenía debilidad por treparlos, así que lo observó con admiración.
-Es uno de los viejos habitantes de la montaña-comentó y Briela se lo quedó mirando. Aquel hombre parecía reparar en cosas que otra gente no notaba.
-Así es- le respondió acomodándose a su lado pero guardando cierta distancia.
-Si pudieras elegir, ¿qué elegirías? – preguntó él volviendo a tomarla por sorpresa.
-No tener que usar la espada, poder venir aquí a leer libremente, usar vestidos bonitos como otras jóvenes, ser una mujer como las demás y no la heredera del Señor de Na Féinne, ser menos alta…-agregó  en voz baja.
-Curioso, Conozco a alguien que cambiaría de lugar contigo- comentó y ella lo miró con interés.
-¿Quién?
-Mi hermana menor, Shennara. Es un poco…¿salvaje? Digamos que al criarse con Kendrick y yo como compañeros de juegos, no suele seguir los modos de una dama. Los demás suelen reclamarle que sea más femenina, pero mi hermana no se preocupa por su vestimenta, me temo que prefiere espadas a libros, ama los desafíos y la discreción no suele ser su punto fuerte.
-¿Y ustedes? - preguntó ella y Colin la miró sin entender, Briela aclaró su pregunta- Dijiste que los demás son quienes hacen reclamos por su forma de ser. ¿Su familia también?
-No, nosotros la amamos tal como es. Y la apoyaremos en lo que decida ser – aseveró e inmediatamente dio cuenta que había tocado su punto sensible, la mirada de la joven se ensombreció y él recordó que ella no contaba con ese apoyo. De hecho en poco más de una semana, su propia familia la entregaría en matrimonio a quien pudiera demostrar que tenía fuerza y habilidades como guerrero, no para amarla.
-Entonces somos muy diferentes – casi susurró la joven.
-Léeme – pidió él de repente.
-¿Qué´?
-El libro que trajiste, el que ibas a leer, léelo en voz alta, quiero escuchar de qué trata.
-¿Por qué? – preguntó extrañada.
-Quién sabe, podrían llegar a gustarme los libros. Lee, Briela – dijo  y se acomodó para escucharla.
La historia que la joven leyó, hablaba del mar, en un momento se detuvo y desvió su mirada hacia Colin que estaba con los ojos cerrados, por un breve segundo pensó que se había quedado dormido pero él abrió sus increíbles ojos dorados y la miró fijamente.
-¿Cómo sigue? – preguntó.
-Escuchabas…
-Claro que sí. Las palabras me estaban haciendo viajar. ¿Conoces el mar?- preguntó y ella negó con la cabeza, Colin sonrió levemente. Era momento de que ella tomara un descanso y le cediera el turno para contar historias. Empezó a contarle del mar que conocía, mejor dicho de todos los mares, del de sus días de infancia tranquilo y alegre, del mar indómito de las tierras de Ildrake, del mar lleno de imprevistos y misterioso que había navegado con los comerciantes.
Ella lo escuchó atentamente y olvidó el libro que sostenía, sólo recordó cuando él detuvo su relato y mencionó que era tarde ya.
-Deberíamos volver, antes que oscurezca, si el camino de regreso es igual de largo, demoraremos bastante.- mencionó Colin.
-Sí, se ha hecho tarde, no me di cuenta. – dijo ella y era verdad, el tiempo había transcurrido sin notarlo, y había disfrutado cada momento.
-Podemos continuar mañana – dijo él y ella lo miró dubitativa.
-¿Mañana?
-Claro, ahora quiero saber cómo sigue la historia del libro.  Y tengo mucho más para contarte.
-Mañana…- susurró ella aunque no sabía si era pregunta o afirmación. Sólo sabía que también quería escuchar lo que él relataba.
El camino de regreso fue mucho más rápido y antes de llegar, Colin se separó  para llegar cada uno por su lado, Briela agradeció aquella consideración. Durante el resto de ese día no volvieron a  cruzarse.
A la mañana siguiente tampoco se encontraron y cuando la joven volvió a escaparse hacia el bosque con la excusa de practicar, durante cada paso del trayecto miró hacia atrás esperando que el joven Blackdalion apareciera, pero no fue así. Se sintió desilusionada, aunque no había querido había anhelado aquel encuentro prometido, quería escuchar el resto de las historias que él tenía para contar y quería tenerlo de oyente mientras leía. Nunca lo hubiera creído, pero su refugio se le antojaba solitario.
Sin embargo cuando llegó al lugar se llevó una gran sorpresa, Colin estaba allí. Estaba recostado bajo el árbol  pero se puso en pie apenas ella entró al claro.
-¡Estás aquí! – exclamó Briela sin poder evitarlo y él la saludó con la mano.
-Te estaba esperando, pensé que si veníamos juntos de nuevo podría traerte inconvenientes.
-Pero ayer te perdiste en el camino…-comentó acercándose.
-Sí, pero aprendo rápido. Soy famoso por cometer muchas equivocaciones, pero jamás la misma dos veces. Siempre aprendo de mis errores – comentó con cierta arrogancia y ella imaginó que era verdad.
- Yo trato de no equivocarme – mencionó la joven más como una reflexión sobre sí misma. Sentía cierta envidia sobre la liviandad con la que Colin hablaba de cometer errores, ella no solía permitirse equivocarse.
- Si no te equivocas, ¿cómo aprenderás Briela Na Fëinne? – preguntó pero había diversión en sus ojos dorados, no críticas- ¡Ahhhh! Supongo que eres del estilo de mi hermano Sean, él no se equivoca, ni lo necesita, simplemente lo sabe todo. Supongo que hay diferentes métodos.
-Supongo- respondió ella vagamente.
-Entonces, ¿volviste a decir que estarías aquí practicando? – cuestionó al tiempo que hizo un breve gesto hacia la espada que ella traía.
-Sí, ¿también tú? – preguntó a su vez mirándola espada de él apoyada contra el árbol debajo del cual había estado recostado.
-Briela.- la nombró con seriedad dejando su lado juguetón.
-¿Sí?
-Ese torneo tuyo, ¿de verdad crees que puedes ganarlo? – preguntó con cierta preocupación. Había meditado mucho sobre si debía mencionarlo o no, pero dado que de eso dependía el matrimonio de su nueva amiga, le pareció que no debía guardar silencio.
-Sí, estoy muy segura. Dije que odio las espadas y pelear, pero soy buena haciéndolo, me criaron para hacerlo y te dije que no me gusta equivocarme en mi deber, aunque sea algo que no me guste.
-Pero todos esos hombres que competirán contigo se han preparado, tienen un objetivo y son más fuertes.
-Pero no son mejores que yo.
-Aún así.
-¿Quieres comprobarlo, Blackdalion? – dijo ella y empuñó su espada.
Colin no levantaba su espada contra mujeres, quizás alguna vez había practicado con su hermana o alguna de sus primas, pero jamás se le ocurría combatir con una desconocida. Sin embargo su sentido protector le decía que era mejor sacar a Briela de aquella idea equivocada, de aquella creencia de que podría vencer a sus contrincantes y posibles candidatos a esposo. Era mejor que  se enfrentara a la realidad y buscara otra solución a su situación.
-De acuerdo, veamos que tan buena eres – dijo él y fue a buscar su espada. Diez minutos después, Colin se arrepentía de cada palabra dicha, ella era buena, demasiado. Apenas si podía pararla y jamás había tenido un contrincante tan difícil salvo Sean o Blaze.
Briela Na Féinne era una gran guerrera y cuando logró desarmarlo y apoyar la filosa hoja de su espada en el cuello masculino, tuvo que admitir que era tan buena como para derrotarlo.
Apenas la chica fue consciente de lo que había hecho soltó el arma casi espantada, esa parte de ella no la enorgullecía y aunque había deseado demostrarle a Colin Blackdalion que era más que capaz de vencer a sus contrincantes, se sentía avergonzada.
-Me disculpo por mi arrogancia, eres muy buena Briela- reconoció él y ella se sintió aliviada de no haberlo ofendido. Los hombres solían sentir el orgullo herido cuando les ganaba.
-Tampoco eres malo, no fue fácil…- dijo ella algo tímidamente.
-Gracias. Ahora, ¿podrías seguir la historia? – preguntó y ella asintió. Ambos regresaron al lugar debajo del árbol donde habían estado el día anterior y repitieron aquella nueva rutina, Briela leía un rato y Colin le contaba sobre sus experiencias.
-Cuando hablabas de navegar, creo que es la misma sensación que leer para mí – comentó ella cuando él le contó sobre sus expediciones marinas – es dejarme ir, adentrarme en un lugar inmenso y calmo, aunque mucho más profundo que lo que parece a simple vista.
-Creo que entiendo un poco mejor lo que significan para ti los libros.
-Es extraño – comentó Briela
-¿Qué?
-Que puedas entender viéndolo desde tu experiencia. Pensé que sólo alguien que amara los libros como yo entendería el valor que tenían para mí.
-Definitivamente necesitabas un amigo, Briela Na Féinne. La amistad tiende puentes y permite que mundos diferentes se encuentren y se entiendan.
-Suena bien- aprobó la joven tratando de no dejar relucir lo mucho que eso la emocionaba, pensar que había un puente y alguien del otro lado.
-¿Te conté sobre el puente colgante que construimos con mis hermanos cuando éramos niños? – preguntó él sabiendo que no lo había hecho.
-No, cuéntame – pidió Briela y se dispuso a escucharlo con atención.

Al día siguiente no pudieron reunirse, la atención de ambos se vio acaparada e hizo imposible que se escabulleran hacia el bosque.
Colin se vio reclamado por los anfitriones y Briela por su familia, aunque el joven Blackdalion no desaprovechó la oportunidad. Se dedicó a cumplir con sus deberes sociales e incluir en ellos a los posibles candidatos a maridos de su nueva amiga.
Por mucho que lo pensara, no podía reconciliarse con la idea de que ella terminara casándose con quien le ganara en aquella ridícula competencia, básicamente porque no creía que pudiera encontrar alguien que la quisiera realmente, y que la quisieran era algo muy importante.
Las mujeres de su familia solían elegir hombres totalmente inadecuados, pero no podía negarse lo que sentían por ellas. Aún recordaba el día que Sayen de Ildrake había ido a buscar a Kristana, no parecía apropiado para ella, todos tenían serias dudas al respecto, pero cuando la miraba era obvio que amaba a Krista con todo su ser. Por ello, Connor pudo dejarla ir.
Y ahora él se sentía contagiado de aquel espíritu paternalista, no pensaba dejar a Briela en manos de  alguien que no la mereciera. Y tras pasar un tiempo con aquellos hombres que la pretendían, estuvo seguro de que ninguno la merecía.
Sólo codiciaban la posición, lo que la chica significaba no a quien ella era, no los imaginaba escuchando sus historias o apreciando su amor por los libros, la respetaban como guerrera y por ser la heredera de Na Féinne, pero nada más.

Briela observó al grupo de hombres reunidos a cierta distancia, entre todos ellos había uno que destacaba. Era de una familia noble y reconocida, era un buen guerrero, características similares a los de varios de los presentes, sin embargo Colin Blackdalion era único en su clase, diferente a todos ellos. De hecho era diferente a cualquier persona que conociera, y era su amigo.
Durante unos instantes observó aquella cabeza morena que incluso sobresalía en altura a los demás.
Su encuentro con él al día siguiente no fue lo que esperaba.
Cuando la muchacha llegó al bosque, encontró a Colin con los brazos cruzados y el ceño fruncido, no quedaba ni rastro de su sonrisa traviesa.
-Tenemos que hablar, Briela. Esto no está bien, necesitamos un nuevo plan.- dijo con tanta seriedad que ella no supo si preocuparse o si reír.
- ¿De qué estás hablando?
- Hablo de esos tipos, los que competirán por tu mano, son…¡Vaya ni siquiera tengo palabras para describirlos!
-Te dije que no hay que preocuparse por eso. Les ganaré.
-¿Y  si algo sucede? ¿Y el año siguiente? ¿Qué pasa si tienes que casarte con alguno de ellos?
- Me casaré.
-¿Y el amor? ¿Tus libros no hablan de amor? ¿No quieres algo así?
-Sólo pasa en los libros – dijo ella desalentada, ni siquiera sabía cómo habían terminado discutiendo o por qué él venía a cuestionar algo que ella había resuelto.
-Claro que no, pasa en la vida real.
-¿Lo has sentido alguna vez, Colin?
-No, pero sé que existe. Lo veo cada día. Mis padres se miran de una manera que suele incomodar a los demás. Y a pesar de los años que llevan juntos él hace lo que sea para hacerla feliz, y mi madre accede a cualquier tontería si él le sonríe. Ese hombre ya es abuelo, pero sabe conquistarla con una sonrisa, por todos los cielos. Debieran ser inmunes uno al otro, pero no lo son, se aman. Y mis hermanos, mis primos, todos ellos están escandalosamente enamorados.
-Me alegra que conozcas eso, pero no es así siempre. Lo he pensado mucho tiempo y esto es lo mejor, ganaré y evitaré casarme.
-¿Cuánto tiempo funcionará esa estrategia?
-¡¿Qué quieres?!- gritó exhausta porque él la estaba acorralando.
-Quiero que tengas ese amor del que acabo de hablarte, alguien digno de ti, alguien que te haga una biblioteca inmensa y te deje perderte horas en los libros, alguien que  deje que hagas lo que te de felicidad. Y ninguno de ellos es esa clase de hombre.
-No puedes interferir en mi vida.
-Soy tu amigo.
-Sí, y pronto te irás.
-Eso es lo que más me preocupa, dejar a una amiga en una situación tan complicada y sólo quedarme de brazos cruzados.
-No es tu deber salvarme, puedo hacerlo sola – le dijo Briela y antes de que Colin pudiera evitarlo se marchó escabulléndose en caminos desconocidos para él. Intentó seguirla, pero era obvio que ella quería estar sola, e incluso era posible que él terminara perdiéndose en aquellas engañosas tierras de Na Féinne.
Sabía que había perdido un poco los estribos, pero no había podido evitarlo, habría hecho lo mismo si se trata de su hermana Shennara o alguien más que él apreciara. Era su deber, los Blackdalion tenían aquel molesto sentido protector que se les activaba  aún cuando no era requerido. Briela Na Féinne decía que podía cuidarse sola, pero dado que él era su amigo, quería cuidarla.No quería ver que su ladrona de libros arruinase su vida sin poder hacer nada.

Briela caminó y caminó buscando desfogar las emociones que sentía, antes de darse cuenta llegó a su hogar en las montañas altas. La aldea donde estaban su madre, sus hermanas y toda la gente que algún día seria su responsabilidad.
Claro que había soñado que la quisieran como en las historias que leía, pero sabía que la realidad era otra y su deber pesaba más que todo.
Estaba enfadada con Colin por haber revuelto en todo aquello que ella esforzadamente reprimía, casi se arrepentía de dejarlo acercarse a ella. Los libros eran más seguros que las personas, nunca se había arrepentido de leer uno aún cuando no hubiera llegado a adorarlo, siempre había alguna frase, alguna palabra que rescatar. Pero cuando las palabras no estaban en las páginas, sino que se intercambiaban eran mucho más peligrosas y menos consoladoras.
Se quedó allí , en el linde, sintiendo que no pertenecía a ningún lugar, no podía volver atrás ni ir hacia adelante. Cuando eso sucedía, huía hacia los libros, ellos no exigían nada, sólo la recibían, como si fueran brazos abiertos. En ellos no había tiempos, ni decisiones, eran un remanso. Y cuando leía las palabras y cobraban sentido, cuando entendía la historia, sentía que también ella era comprendida.
Y pese que lo que más deseaba era acurrucarse en algún rincón con un libro en sus manos, no podía quitarse de su mente una mirada masculina, intensa y dorada.

Durante horas Colin deambuló por el castillo y sus alrededores esquivando gente y esperando ver regresar a Briela, no querían que el disgusto durase apartándolos, y menos aún quería herirla. Solían acusarlo de entrometido, pero esta vez era diferente, la urgencia de ayudarla, de interferir era algo casi físico.
Tenía que disculparse, pero en realidad, sólo sería sincero en cuanto a lamentar molestarla, no en lo referido a su casamiento. Seguía creyendo que estaba mal. Pero por el bien de su amistad debían hacer las paces.
Gruñó para sí mismo, era molesto no tener a quien pedir consejo.
Fue tanta la inquietud que casi sin darse cuenta terminó en las lizas dando rienda suelta a su frustración mediante el ejercicio de la espada. Además de despejar su mente , le permitía medir la habilidad de los hombres que combatirían con Briela.
Iba ganando con bastante soltura hasta que en su campo visual apareció la joven y se distrajo, un leve corte en el brazo le recordó que no era buena idea  distraerse mientras tenías frente a ti alguien golpeándote con una espada filosa. Se llevó la mano al brazo herido, era un corte pequeño, pero sangraba, eso lo urgió a rematar rápidamente el combate. En un par de estocadas desarmó a su enemigo y se encaminó hacia la joven que lo miraba preocupada, justo a tiempo recordó que estaban en un lugar público, le guiñó un ojo disimuladamente y desvió su camino.
Mientras avanzaba en el interior del castillo, Colin sintió que lo seguían, al doblar en uno de los tantos pasillos, se escondió en un recodo y atrapó a su acechador, aunque era una acechadora.
-¡Briela! – exclamó al acercarla a sí y descubrir que era su amiga.
-Quería saber si estabas bien, la herida...- balbuceó ella señalando su manga manchada de sangre.
-Estoy bien, es sólo un pequeño corte. Fue peor que me abandonaran en el bosque.
-Yo…- dijo incómoda, pero él la interrumpió.
-Lo siento, Briela, no quise hacerte sentir mal al interferir. No puedo prometer no volver a preocuparme por ti, pero seré más considerado.
-Lo importante es que te cures esa herida – dijo ella eludiendo su mirada, no había imaginado que él se disculpara tan fácilmente ni tampoco que a ella el enojo se le evaporara inmediatamente al verlo herido.
 -No te inquietes, tengo un ungüento casi mágico. Es el secreto familiar, aunque estoy en tratativas para comercializarlo. Y estoy seguro que una de las razones por las que mi padre se casó con mi madre fue ese bálsamo.
-Colin, necesitas ir a curarte.- lo urgió ella
-Sí, ya mismo voy, no te preocupes.
-¿Qué era eso del ungüento?
-Mañana te lo contaré, esa será mi historia para nuestro próximo encuentro –  respondió sonriendo y le guiño un ojo- Ahora vete, no es buena idea que te encuentren siguiéndome – le recordó y eso la hizo sonrojar levemente.

Al día siguiente, volvieron a reencontrarse en el bosque, al principio se sintieron un poco incómodos, pero Colin tomó la iniciativa.
-Esta vez empiezo yo con las historias, dije que te hablaría del ungüento. Lo que me recuerda algo, ten es para ti – dijo extendiéndole un pequeño potecito de cerámica.
-¿Y esto?
-Te dije, es casi mágico, así que si te lastimas tienes que usarlo.
-Pero es tuyo…
-Tengo otro, y me sentiría más tranquilo si lo tienes, por si te lastimas cuando no esté – dijo y aunque trató de que tono fuera ligero sintió que las palabras se le atoraban en la garganta.
-Gracias – dijo ella seriamente –Entonces, ¿cuál es la historia?
-Creo que empezó con mi bisabuelo y su esposa casi bruja….-  inició a contar la historia, y además de las palabras fue su voz lo que atrajo la atención de Briela.La voz del joven Blackdalion rezumaba calidez y atractivo, casi como si fuera uno de esos bosques  fragantes y profundos donde uno quiere adentrarse y perderse.
Se sentaron lado a lado y él le habló de su familia, de su madre que trabajó como herrera y un día compró a un hombre para salvarle la vida y cuidó sus heridas con un ungüento que había pasado de generación en generación.
Luego fue Briela quien leyó  sumergiéndolo a él en las páginas que ella valoraba tanto. Y cuando cerró el libro se sorprendió a  ella misma haciendo una propuesta.
-¿Quieres ver donde está mi aldea? – propuso casi como una ofrenda de paz por lo ocurrido el día anterior cuando lo había dejado.
-¿De verdad?
-Sólo hasta el linde – dijo ella y él entendió que no podían ser vistos allí, aún así aceptó la oferta, estaba muy intrigado  y realmente deseaba conocer el hogar de Briela, aunque fuera de lejos. Y además, guiado por ella podría aprender el camino por si algún día volvía a huir dejándolo atrás.
Ascendieron hasta la aldea, y en el borde del bosque, antes que comenzara el claro y las construcciones se sentaron a observar.
El lugar estaba rodeado de arces y Briela le contó como al cambiar las estaciones se vestía todo de rojo intenso mezclado con el verde de los demás árboles. Colin imaginó que sería un hermoso paisaje y recordó el amado Castillo de los cerezos que se vestía de rosa en primavera. Era obvio que la joven amaba aquel lugar, era triste que tuviera que sacrificarse para protegerlo, que su amor por su tierra significara resignar ser amada.
Ella le habló un rato sobre su hogar mientras observaban a hurtadillas, en el camino de regreso, Colin le contó sobre el Castillo de los Cerezos y sus habitantes.
-¿Y tu hogar? ¿Cómo es Levany? – preguntó ella
- Ruidoso, cálido y suele vestirse de dorado, como los ojos de mi madre y de Kristana.
-Como los tuyos – mencionó ella y él sonrió. Entonces fue su momento de hablar de su casa, y en sus palabras se coló la añoranza. Briela percibió aquella nostalgia por el hogar y fue inevitable pensar que el tiempo de la visita de Colin Blackdalion estaba por acabar, pronto se iría. Pronto perdería a su amigo.

Faltaban tres días para el combate de Briela , y no habían podido escabullirse, eso lo había puesto de mal humor. Y su estado de ánimo había empeorado al pasar por el salón donde estaban reunidas las jóvenes, una de ellas mostraba un vestido nuevo y las demás lo comentaban entusiasmadas, Briela estaba en un rincón aislada, con su larga trenza y sus ropas de guerrero. Él recordó su deseo de vestir prendas femeninas y tuvo un fuerte deseo de tomarla de la mano, sacarla de allí y conseguirle algo bonito para vestir, pero se contuvo. Cada vez que dejaba que sus impulsos lo guiaran se metía en problemas. Aunque estaba seguro que más tarde o más temprano, abandonaría la sensatez.
Finalmente sólo pasó por allí, le guiñó un ojo a su amiga e ignoró las miradas coquetas de las demás mujeres que se morían por atraer su atención.
Faltaban solo tres días, e iba a causar problemas, lo sabía. Era Colin Blackdalion después de todo, y era  digno hijo de su padre.

Era el penúltimo día antes del combate, la pelea por la mano de la heredera de Na Féinne sería el broche de oro de aquella reunión, luego cada uno regresaría a sus tierras.
Los dos jóvenes estaban en su lugar habitual intentando ignorar aquellos hechos.
-Léeme Briela, quiero saber cómo termina. Espero que tenga final feliz.
-También yo, me gustan las historias con finales felices, pero no todas lo tienen – susurró ella.
-¿Esa es otra ventaja de tus libros, verdad? Dan más garantía que la realidad.
-Supongo que sí, aunque tus historias son de la realidad y hasta ahora todas las que me contaste tienen finales felices.
-Es verdad, puede que no empezaran bien, puede que a veces pareciera que todo estaba perdido, pero  han salido bastante bien. Y todos ellos son bastante felices.  Debo admitir que me has tentado con tus libros, Briela Na Féínne,  ¿no quieres probar un poco de aventuras en la vida real?
-Colin…
-Lo sé, lo sé.
-Deberíamos despedirnos, ¿verdad? Mañana seguro no podré verte, y al día siguiente será el combate, y te irás…- mencionó ella.
-No todavía, no nos despidamos, tendremos otra oportunidad. Además uno no se despide de los amigos, aunque me marche mi amistad seguirá siendo tuya.- expresó con seriedad como si sus palabras fueran un juramento.
-También mi amistad seguirá siendo tuya y si necesitas que vuelva a rescatarte o te pierdes en algún lugar puedes contar conmigo – dijo ella con una leve sonrisa, ahora que el día decisivo estaba tan cerca le costaba sonreír.
Los libros le habían abierto las puertas a mil mundos, la habían dejado vagar libre y feliz, le habían permitido conocer gente y sentimientos, le habían permitido respirar cuando se sentía acorralada. Y Colin con su amistad, comprensión y sus historias había hecho lo mismo.
Ahora, delante de ella se extendían días llenos de incertidumbre, si  cumplía su propósito y derrotaba a todos los candidatos a marido que había elegido su padre, este se enfadaría con ella. Entonces la desaprobación paterna y la exigencia se volverían una roca aplastante sobre su existencia. Y si era derrotada estaría atada a un hombre que no la querría.
Y en ambos casos perdería sus libros amados y al único amigo que había tenido en la vida.
El camino de regreso fue silencioso, cada uno  cavilando en sus pensamientos y planes futuros.


Briela se despertó muy temprano el día en que se decidiría su futuro, se trenzó el cabello cuidadosamente, se vistió con las prendas para el combate y comprobó que la ropa le permitiera moverse cómodamente.
Luego, durante unos instantes, se quedó contemplando su espada,  esperaba que no la traicionara, siempre había sentido cierta repugnancia  por aquella hoja afilada , a pesar de que tenía talento como espadachina. Sin dudas prefería sostener un libro. Deseaba que  el arma no pagara con la derrota todos esos años de desprecio.
Necesitaba ganar, para conservar , al menos por otro año, su libertad. Y quizás un año más para encontrar  la forma de cuidar de Na Féinne pero sin atarse a un hombre que no amara. Un año que quizás le permitiera encontrar otro camino para sí misma, uno que eligiera y la hiciera feliz.
Suspiró, enfundó el arma y se dirigió a la liza donde su familia, los anfitriones, los candidatos y todos los curiosos estaban esperándola. Por un instante anheló que Colin no estuviera allí. Sus ojos dorados mirándola con pena, o como un eco de sus propias dudas eran lo último que necesitaba. Si lo veía allí podría vacilar, podría distraerse, podría olvidar que ese día para defender quien era, debía ser , paradójicamente, la Briela Na Féinne que habían entrenado rigurosamente.
Finalmente caminó hacia la liza, ignoró las miradas de  los demás, sólo miró a su padre y lo saludó brevemente con un movimiento de cabeza mientras él anunciaba al primer contrincante. Después se puso en posición de ataque.
Venció al primero con relativa facilidad,  y se preparó para enfrentar al segundo  contendiente. Al ver la expresión decidida del hombre  sintió que se le revolvían las entrañas. Ciertamente sus libros no describían así el cortejo, y sin dudas también había soñado algo diferente a un hombre que la miraba como si fuera a rebanarle el cuello.
Tomó aire y al instante se lanzó contra él, no iba a ceder. Si pensaban que por ser mujer era presa fácil, estaban muy equivocados.
Se suponía que debía combatir con cinco , pero afortunadamente uno de ellos se había herido el día anterior  cruzando espadas con Colin, por lo visto tendría que agradecerle a su amigo que le hubiese dado aquella ventaja. Sin quererlo él la había liberado de una de sus batallas. Aunque estaba muy entrenada, cinco combates podían minar sus fuerzas y sus probabilidades de ganar.
Sólo debía derrotar a dos más.
Cuando derrotó al tercero, Briela vio que la expresión de su padre se ensombrecía. Y cuando derrotó al cuarto, a pesar de que estaba cansada, estuvo a punto de gritar de alegría, de hecho sonrió levemente, pero entonces las palabras de su padre, el murmullo entre la gente y el hombre que se acercaba la dejaron atónita.
Había un quinto contendiente. Venia directo hacia ella, era Colin Blackdalion.
La chica no podía creerlo, él estaba allí para desafiarla. No lo entendía, se sentía herida y traicionada. Quiso descifrar la mirada de él, pero no podía descubrir nada a partir de su expresión, no había burla, ni reto en sus pupilas,  de hecho parecía cansado y sus ojos dorados siempre expresivos , tenían una mirada impenetrable.
Él ni siquiera habló, levantó su espada como señal, Briela procedió automáticamente porque su mente era un caos, pero los años de entrenamiento hicieron que detuviera la primera estocada casi sin darse cuenta.
Era imposible que Colin quisiera pedir su mano o que deseara ser quien dirigiera a su pueblo, ¿entonces por qué hacía aquello? No era momento para estar confundida, se forzó a olvidar quién era el hombre que tenía enfrente y lo atacó con todas sus fuerzas. Él hizo lo mismo.
El combate se volvió difícil, la primera vez que había peleado con él, ella había dominado , esta vez, Colin parecía adivinarle los movimientos y adelantarse. En ese instante, recordó las palabras que él había pronunciado  “Aprendo rápido. Soy famoso por cometer muchas equivocaciones, pero jamás la misma dos veces. Siempre aprendo de mis errores”. Sin dudas había aprendido  como capitalizar  sus debilidades y volverlas contra ella. Estaba quedándose sin fuerzas, este Colin no se parecía a nadie con quien hubiera luchado antes.
Cada vez se hacía más arduo, le estaba costando respirar y su posición era menos firme, El joven Blackdalion la estaba haciendo trastabillar con sus ataques. Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, bajó brevemente la mirada para ocultarlo y eso bastó para hacerla perder. Colín aprovechó ese descuido y antes de que ella pudiera reaccionar, la despojó de su arma y ganó el combate.
Hubo gritos y vítores, pero ella sintió que su mundo acababa.
-¡Joven Blackdalion! – llamó su padre y Colin avanzó hacia él. Al pasar a su lado susurró “Lo siento”, pero eso no la consoló.
Él avanzó y se hincó delante del padre de Briela.
-Expresa tu deseo – dijo el hombre en voz altisonante para que todos lo escucharan, era obvio que estaba muy feliz con el desenlace de la batalla.
-Pido la libertad…- expresó Colin mirando fijamente al hombre- la libertad de Briela Na Féinne para elegir a su marido.
-¡¿Qué?! ¿No peleaste por su mano? ¿No quieres ser su marido?
-No, yo peleé por su libertad. Su libertad a elegir – dijo él y Briela cayó de rodillas detrás porque no podía sostenerse, estaba agotada física y emocionalmente. Iba de sorpresa en sorpresa, ver aparecer allí a su amigo, pelear con él y ahora escuchar que su deseo era que ella fuera libre para elegir a quien amar. Era descabellado.
Colin se veía imponente y su padre parecía acorralado, la tradición era que debía conceder el pedido del vencedor, sólo que nunca había imaginado que Blackdalion fuera a pedir algo así.
-Concedido – dijo el Señor de Na Féinne y luego la miró a ella- Elije a quien desees aunque eso nos pierda a todos. – agregó y  se retiró del lugar.
Colin fue hacia Briela, la tomó de la mano y la arrastró hacia el bosque, lejos de todo aquello y de las murmuraciones. Apenas se habían alejado cuando ella se soltó con brusquedad.
-¡¿Qué crees que haces?! – lo increpó.
-¡¿Qué se suponía que hiciera?!
-No interferir, había ganado a cuatro de ellos. Con haber dejado fuera de combate al quinto era suficiente ayuda.
-¿Y después , Briela? Eres mi amiga, ¿crees que tendría la consciencia tranquila si me iba  dejándote librada a tu suerte?
-Lo hice bien hasta ahora.
- Quizás sí, pero antes no te conocía, no éramos amigos y tu vida no tenía nada que ver conmigo, pero ahora es diferente. No podía dejarte a la orilla de un barranco sin intervenir.
-¿Intervenir? ¡Vaya forma de expresarlo! Casi acabas conmigo.
-¡¿Te lastimé?! ¿Estás herida? – preguntó preocupado y la tomó por los codos para hacerla girar y revisar que estuviera ilesa.
-Estoy bien, no me refería a eso – dijo y entonces, ahora que pensaba fríamente, se dio cuenta que a pesar de la intensidad del combate, él había sido muy cuidadoso para no herirla.
-¿Segura?
-Colín, estoy bien – afirmó nuevamente siendo un poco más ella. Y al decir aquellas palabras hubo  como un estremecimiento en todo su ser, aquel hombre impulsivo había puesto todo de cabeza, pero quizás le había dado una salida.
-Debes estar cansada, ven – dijo él y la llevó hacia un tronco caído para que se sentaran.
-¿Qué haré ahora?- preguntó en voz alta.
-Elegir un hombre que te ame por ti misma,  que  te llene de libros , y que esté a tu lado en lo que decidas hacer, ya sea quedarte a cuidar de la gente de Na Féinne o salir a recorrer los caminos hacia aventuras reales. Alguien que sepa lo valiosa que eres.
-¡Oh si, esos hombres abundan por aquí!
-Briela, estoy seguro que es mejor que casarte con alguno de esos imbéciles.
- No puedo discutir eso – respondió ella con una sonrisa tenue. Poco a poco sentía que la tensión la abandonaba, y si bien dudaba que pudiera encontrar a alguien como el hombre que describía Colin, sentía alivio de no tener que casarse por obligación. Aunque ahora todo era una incógnita, al mismo tiempo no se veía tan tenebroso.
-¿Y tu padre? – preguntó él empezando a reflexionar en las consecuencias de sus actos
- No estará feliz, no puede retractarse pero no será fácil lidiar con él. Ni explicarle por qué un Blackdalion hizo lo que hizo con el sólo propósito de darme la posibilidad de elegir.
-Dile que soy tu amigo – dijo y ella lo miró censuradora.
-Eso no hará que lo entienda mejor.
-Entonces hablaré con él.
-Colin…
-No puedo empeorarlo, y yo te metí en esto. Mañana me iré, pero antes quiero asegurarme que estarás bien. ¿Vamos ahora?
-Podría matarte.
-No te preocupes, soy experto en manejar padres disgustados.- se levantó y comenzó  a caminar hacia la aldea. La joven pensó en impedirlo, pero estaba muy cansada y había descubierto que era casi imposible detenerlo cuando estaba decidido, por más que ella le impidiera ir a hablar con su padre, él se las arreglaría para salirse con la suya.
-¿Colin Blackdalion?- lo llamó
-¿Sí?
-Entonces, el hecho de que lesionaras a uno de los candidatos no fue algo accidental, ¿verdad?
-Claro que no, usé cada truco sucio que conozco para ganarle, y quebrarle un brazo. En mi defensa diré que era por una causa justa y que el tipo era de verdad desagradable.

La charla privada entre Colin y el padre de Briela no fue amena, el astuto plan del joven lo había puesto en ridículo además de romper con una tradición. Aún así, el muchacho sabía que el hombre no rompería su palabra, era fiel al honor de los antiguos guerreros y cumpliría cabalmente lo que había prometido, Briela podría elegir con quien casarse.
Saber eso le daba paz al joven Blackdalion, era hora de marcharse, pero su amiga estaría a salvo.
La joven lo esperó en el camino para despedirse, tal como habían acordado.
-¿Llevas provisiones suficientes? – preguntó ansiosa, había mucho más que quería decirle. Le preocupaba que viajara solo pero sabía, por propia experiencia, que él podría defenderse. Además había hecho el largo camino para llegar allí sin contratiempos, de la misma manera regresaría a su hogar.
-Sí, voy bien preparado – respondió señalando sus alforjas – Acompáñame un trecho – pidió y le extendió a mano para ayudarla a montar detrás de él. Briela montó al caballo y se aferró a la cintura masculina.
-¿Tú estarás bien? – preguntó Colin.
-Sí, estaré bien.
-Debí enseñarte a abrir cerraduras, quizás podrías venir al castillo y llevarte algún libro cuando lo necesites.
- Ya es tarde para eso, supongo. No te preocupes, tengo algunos escondidos, los reeleré, siempre puedes volver a visitar los mundos de un libro y hallar algo nuevo. O recordarlos, las historias se quedan contigo, no te abandonan. – explicó y se arrepintió de sus palabras, quizás sonara como si le reclamara que se fuera, pero no era así, no conscientemente. Él estaba callado y al ir detrás suyo, no podía ver su expresión para saber si lo había molestado.
-Entonces me alegra no dejarte sola. Bueno, creo que hasta aquí está bien o te alejarás demasiado- dijo frenando al caballo. Descendió rápido y luego la tomó de la cintura para ayudarla a bajar.
-Si alguna vez vuelves por aquí, ven a visitarme – dijo ella.
-Y si alguna vez te decides, sólo tienes que seguir recto por ese camino – dijo señalando hacia adelante con el dedo- Quizás llegues hasta Ildrake y puedas conocer a Kristana, o al Castillo de los Cerezos, o mejor aún, podrías llegar hasta Levany. Si lo haces, si recorres ese camino, ven a verme, todos en mi casa estarán encantados de conocerte. Serás siempre bienvenida.
-Me alegra haberte conocido Colin Blackdalion.
-Y a mí, ladrona de libros.
-Eso no suena bien.
- Briela Na Féinne, eso te hace diferente a todos, eso te hace ser tú. Cuídate- dijo él y luego de un momento de duda, la abrazó.
Entre los brazos de Colin, por primera vez , Briela se sintió pequeña y delicada. La cabeza de él daba justo sobre su coronilla, tuvo deseos de llorar como una niña, pero se separó y lo despidió con una sonrisa.
-Ten un viaje seguro.- dijo para saludarlo, él montó su caballo, la saludó con la mano y cabalgó hacia adelante,  empezó a recorrer un camino que lo llevaba lejos, muy lejos mientras ella lo observaba partir.

Al regresar a su hogar se sintió extrañamente sola, siempre había sido solitaria pero los libros habían sido su consuelo, ahora sentía una profunda soledad que ni sus historias podían borrar, por un brevísimo tiempo había podido compartir su amor por la lectura con alguien, ahora sentía un vacío. Faltaban unos ojos dorados que siempre estaban cargados de intensidad, faltaba una voz cálida, faltaban historias, le faltaba alguien con quien poder ser ella misma.
A pesar de que había intentado no pensar en ello, recordó el momento del combate, cuando él pidió su libertad y cuando ella, por un segundo creyó que pediría su mano. Y la fracción de segundo en la que él había dicho que no quería ser su esposo y se había sentido desilusionada. En aquel confuso episodio, había existido un instante así.

Colin había avanzado mucho en su trayecto de regreso, cada vez que volvía a Levany se alegraba de hacerlo, pero esta vez era diferente, mientras más se alejaba de aquellas tierras en las que había pasado una breve temporada su humor empeoraba. Estaba enojado consigo mismo sin saber por qué. Y aunque cabalgaba de prisa, aunque pensaba en futuras aventuras, o en reunirse con los suyos, su estado de ánimo no mejoraba.
En su mente se repetía una y otra vez una escena, una donde él hacía un pedido. Y algo en aquel momento le molestaba y le provocaba arrepentimiento.
Acicateó al caballo, necesitaba  llegar a algún lugar y dejar de estar en mitad de camino.
El viaje hacia el sur de varios días careció de la promesa de diversión que había tenido el de ida, era más bien una sensación de pérdida.
Pese a todo cuando vislumbró el paisaje familiar de las tierras que rodeaban su hogar , su corazón aleteó. Y algo de su vibrante espíritu regresó al entrar a la aldea y ser saludado por la gente que conocía de toda la vida, y cuando  en las afueras del castillo un hombre rubio se le acercó, sonrió casi sin darse cuenta.
-Ya era hora que volvieras, estabas divirtiéndote mientras los demás trabajamos, ¿verdad?- lo increpó apenas descendió del caballo.
-También te extrañé, Sean- respondió abrazando  a su hermano mayor- ¿Novedades?
-Seré padre – dijo orgulloso.
-¿De nuevo? ¿No tienes muchos ya? En serio, Sean, el castillo está quedando chico.
-Sólo tengo tres hijos, mocoso. ¿Y qué hubieras hecho si nuestros padres creyeran que era malo tener muchos hijos?
-Soy el tercero, te hubieras librado de Shennara y Kendrick, no de mí –dijo sonriendo.
-¿Entonces no vas a felicitarme?
-Claro que no, felicitaré a tu esposa, ella hace el trabajo duro. Tú sólo te pones quejoso, inquieto y cuando llega el parto, te pones pálido como si fueras a desmayarte.
- Ya veo que te divertiste en tu viaje, ¿verdad? – dijo Sean tratando de ir más allá de las bromas, tenían códigos propios y sabía que algo había alterado a Colin, lo conocía bien.
-¿Sean?
-Sí, ¿sucede algo?
-¿Todas las mujeres son iguales, verdad? Quiero decir siempre me han parecido iguales excepto mamá, Krista, Shenny…
-Mi esposa…-agregó el joven rubio
-Sí las mujeres de la familia son bastante únicas y especiales, ¿verdad? Pero, ¿crees que las amamos porque son únicas o son únicas porque las amamos?
-¿Hay diferencia? Padre dijo que se casó con mamá porque era improbable que encontrara otra como ella, yo pienso lo mismo de mi esposa, pero creo que más allá de lo grandiosas que son, el hecho de que las amemos las hace únicas.
-¿Entonces sabes que amas a alguien cuando estás seguro que no habrá otra mujer igual, que es única?
-Bueno, no estoy tan seguro que sea así, creo que amas a alguien cuando la amas, así de simple y así de complejo.
-Gracias por la ayuda.
-¿Estás enamorado?
-Algo así. ¿Vamos? Mamá debe estar esperando y tengo muchas cosas que hacer.
-¿Cosas que hacer?
-Sí, Sean cosas que hacer, estaré muy ocupado.- dijo adelantándose.
-¡Oye, ven aquí, cachorro! Tienes esa mirada.- llamó corriendo detrás de Colin
-¿Qué mirada?
-Esa, ya sabes. La misma de cuando hiciste comer pasteles de barro a Josh Tanner o cuando hiciste esa carrera montando cerdos…ESA MIRADA.
-Cielos Sean, sabes bien que la de los pasteles de barro fue Shennara.
-Pero sin dudas tú fuiste el de la carrera de cerdos.
-Tenía siete años y fue una carrera muy divertida, no lo niegues. Y estoy seguro de que hasta papá apostó a mi favor.
-¿Estás planeando algo, verdad?
-Ves como los embarazos te hacen mal, ya empiezas a sonar como una madre regañona.
-¡Rayos Colin!, no crees problemas, no ahora.
-Confía en mí – dijo y pasó un brazo sobre los hombros de su hermano mayor mientras se encaminaban a su casa. Sean lanzó un bufido.

“¿Te divertiste?” esa fue la pregunta unánime de su familia y lo dejó sorprendido que creyesen que lo único importante para él era la diversión, bueno , en realidad no podía culparlos. Ciertamente la diversión y las aventuras habían sido su prioridad antes, ya no más. Todo había cambiado desde el momento que una joven había ingresado a hurtadillas para robar un libro.
En su largo viaje de regreso a casa había tenido tiempo para analizar sus sentimientos. Briela Na Féinne era una mujer única, era su amiga y había deseado hacer lo posible para que ella fuese feliz, pero había algo más.  Ahora comprendía que al intervenir en el combate también había sido movido por la preocupación de que ella terminara casándose con otro.
Estaba seguro que no la merecía, pero quería cuidarla, quería hacerla sonreír y sobre todo quería a Briela por ser Briela. Le fascinaba verla apasionarse por sus libros, no le importaba si lo derrotaba en las lizas – después de todo era hermano menor de Sean y su orgullo de guerrero había sido maltratado desde niño, ya era inmune- tampoco le molestaba si ella no deseaba volver a tocar una espada en toda su vida. Quería llevarla a ver el mar y ser testigo de su mirada maravillada, quería conseguirle tanto vestidos bellos como ella deseara. Quería escucharla leerle o contarle historias en un pequeño mundo de los dos.
Su hermano había dicho la verdad, el amor era simple y complejo. Y por sobre todas las cosas era sorpresivo, no había pensado enamorarse, ni siquiera se había dado cuenta de que lo estaba hasta que había sido tarde. Porque esa había sido la clave, por sobre todas las cosas, no quería perder a su ladrona de libros.

Shara miró a su hijo y usó el mismo tono de voz que cuando era niño y se metía en problemas.
-¿Vas a irte de nuevo? Pero acabas de regresar ¿Dónde vas esta vez?
-Varios lugares, tengo algunas cosas de las que ocuparme.
-¿Comercio de nuevo?
-Algo parecido.
-Colin Blackdalion, ¿podrías explicarte mejor?
-Me temo que no mamá, pero cualquiera que te escuche pensaría que sólo causo inconvenientes. Deberías confiar un poco en mí.
-Colin, no es que no confíe, sólo que me preocupas. Estás bastante extraño desde que volviste y dices que vas a irte de nuevo. Y además estás muy reservado, sueles aturdirnos con historias de tus viajes y esta vez apenas si has dicho un par de palabras ¿Sucedió algo? ¿Podemos ayudarte?- finalizó preocupada. Shara no estaba acostumbrada a que Colin fuese tan hermético. Su corazón de madre sentía que su hijo estaba pasando por un momento difícil, pero él no hablaba sobre ello.
-Madre, estoy bien, no debes preocuparte. Y prometo que cuando regrese te contaré todo.
- ¿Ni siquiera puedes decirme a dónde vas?
-Es un secreto, de otra forma no sería divertido, ¿verdad? – preguntó con una sonrisa tan traviesa como su padre y Shar no supo si relajarse o preocuparse aún más. Colín había heredado eso de Connor, hacían las cosas a su manera y siempre era algo poco convencional.

Dos meses después de la partida de Colin, empezaron a llegar algunas noticias de él a Levany, pero no fue lo único. Una tarde  llegó una joven, avanzó caminando agarrando las riendas de su caballo, hasta que se detuvo cerca del castillo.
Tomó aire respirando profundamente como si se armara de valor, no sabía bien que hacer hasta que divisó a una pareja debajo de un árbol  cuyas hojas empezaban a amarillear.
La joven , visiblemente embarazada estaba sentada sobre un tronco, en el suelo había rosas apiladas y a un lado un hombre rubio estaba sacando los pétalos de la flores y depositándolos en un recipiente. De pronto lanzó una exclamación y se llevó el dedo a la boca.
-¿Te pinchaste, verdad? – preguntó la mujer- Te dije que me dejaras a mí, puedo hacerlo.
-Claro que no, dije que yo lo haría, tú descansa.
-Pero Sean…- protestó ella aunque se notaba que estaba más complacida que enfadada. La joven visitante se acercó para hablarles, pero una mujer llegó antes hasta ellos y se retrajo.
-¿Ya entró en etapa sobreprotectora? – preguntó divertida la mujer y la joven suspiró.
-Sí, son más las veces que se pincha que las flores que deshoja.
- Debe heredarlo del padre, Connor hacía lo mismo, se ponía insoportable. Se empeñaba en hacer todas las tareas, y me temo que era mucho más inútil que su cachorro , así que me daba doble trabajo.
-¡Oigan! Dos contra uno no es justo – protestó el joven y los tres rieron, en ese momento notaron a la muchacha foránea.
-Buenos días, ¿podemos ayudarte? – preguntó la mujer cálidamente y lo primero que notó la joven fueron los ojos dorados, ojos iguales a los de él.
-Yo, soy Briela Na Féinne –se presentó tímidamente – vengo del norte, soy amiga de Colin y dijo que si alguna vez venía por aquí, pasara de visita – expresó atropelladamente. Cuando lo decía en voz alta sonaba terriblemente absurdo, pero allí estaba, ya no podía echarse atrás.
-¿Buscas a Colin? – preguntó el hombre rubio con curiosidad y al notar el parecido, Briela supo que era el hermano mayor.
-Oh querida, debes haber hecho un viaje muy largo, me temo que Colin no está, está viajando y no sabemos muy bien cuando regresará – dijo la mujer. Aquello la desconcertó, no había imaginado aquella posibilidad y no estaba preparada.
-¿No está? – preguntó y se sintió muy tonta, no sólo por la pregunta obvia sino por haber ido hasta allí y por creer que él estaría feliz de verla.
-Eres bienvenida, Briela. Soy Shara, la madre de Colin, vamos adentro necesitas comer algo y descansar. Sean encárgate de su caballo – dijo al rubio y él asintió y se paró deprisa a tomar las riendas. Sean y su esposa se presentaron y luego Shara la tomó de la cintura y la guió al interior.
-¿Sean? – Llamó la esposa pues el joven se había quedado pensativo- ¿Sucede algo?
-Eso es lo que me gustaría saber – dijo él y su mirada se desvío hacia la espada que iba envuelta, apenas disimulada  en la silla de montar. Briela Na Féinne era una joven alta, bonita, pero no alguien  de apariencia extraordinaria, sin embargo Sean tenía una sensación extraña. La joven transmitía algo que no dejaba indiferente, sonrió pues creyó que su hermano había hallado a alguien para engrosar la lista de mujeres únicas.

Briela siguió a Shara y al mirar a su alrededor tuvo la extraña sensación de reconocer el lugar, se debía a las descripciones de Colin. Era casi mágico, como si entrara a un mundo de sus libros, estaba conociendo un lugar y gente que ya había conocido a través de las palabras de alguien más, a través de los relatos que el joven Blackdalion le contara en un bosque ahora lejano.
-Perdona el desorden pero nuestro hogar es muy particular, siempre hay gente dando vueltas , no es sólo de la familia.
-Me gusta, está lleno de vida – comentó recordando lo que Colin le había comentado sobre las particularidades de Levany y su gente. Y sobre la forma en que una joven herrera de aldea se había convertido en la señora de aquel lugar. Sonrío feliz y Shara se la quedó observando un instante, la joven resplandecía de una manera particular y le agradaba, había algo muy auténtico en ella.
Con su largo cabello castaño , aquel vestido verde oscuro y esa mirada encantada, parecía alguien que veía el mundo por primera vez y la mujer se preguntó cuán relacionada estaba esa joven del norte con las misteriosas acciones de su hijo.
Shara le fue contando algunas cosas de su familia mientras la llevaba a la cocina,  en aquel momento no había nadie más allí y era un lugar cómodo y agradable, el salón parecía muy formal y la joven ya se veía muy intimidada.
-¿Quieres comer algo en particular? – preguntó y Briela negó con la cabeza.
-Cualquier cosa está bien, gracias.
-¿Cómo conociste a Colin?
-Dos meses atrás, cuando viajó al norte. Nos hicimos amigos- dijo ella intentando no revelar demasiado. Lo que la había llevado allí  debía contárselo primero a él.
-Ah. Sírvete- dijo y le acercó una bandeja con toda clase de delicias.
-Gracias.
-No tienes que comer todo, estoy acostumbrada a servir mucha comida, tantos hombres en la familia me han dejado el hábito. Cuando eran más pequeños parecían una plaga de langostas – contó la mujer y eso la hizo sonreír al recordar que Colin, Shennara y Kendrick recibían aquel apodo por sus travesuras.
-La plaga…- dijo en voz alta sin darse cuenta y Shara la miró con intensidad.
-¿Colin te contó sobre eso?
-Sí, hablamos mucho.
-Ya veo, lamento que él no esté aquí, más cuando te invitó. Tampoco están Kendrick y Shennara que fueron a  visitar a sus tíos, te sentirías más acompañada con ese par y podrían contarte muchas historias divertidas.
Shara iba a preguntar algo pero Connor entró intempestivamente y muy alterado.
-¡¿Qué rayos está haciendo tu hijo?!- exclamó sacudiendo un papel.
-Amor, tenemos una invitada – dijo Shara con firmeza pero él estaba demasiado ofuscado para escucharla y continuó con su descargo.
-¡He venido recibiendo estos mensajes durante días, pero esto es el colmo! Primero fue la biblioteca de mi hermano en Dalalbión, luego la de la familia de mi madre en Silverest, pero esta vez es demasiado…es una carta de Kyrian, robó libros de la biblioteca del Rey. Parece ser que una colección de poemas de amor.
-¿El rey lee poemas de amor? – preguntó Shara dándose cuenta que Connor no iba a detenerse.
-Parece que no los lee, pero son suyos, de todos modos. Y nuestro hijo, anda robando libros por distintos lugares ¡LIBROS! Pero si ese pequeño  demonio no ha leído más de dos libros en su vida. ¿Y robarlos? Tiene dinero para comprarlos.
-Eso es verdad, tiene dinero, ¿Kyrian dijo algo más?
-Parece ser que intentó comprarlos, al igual que en los otros lados, pero cuando los propietarios se negaron, los robó. Dejó notas ofreciendo compensarlos y expresó que no tenía tiempo, que necesitaba una buena biblioteca pero en forma urgente. ¿Para qué la necesita? Y las últimas noticias son que se dirige al norte con su caravana de libros robados. ¡ No va a escaparse esta vez Shara! Cada vez que llega un mensajero , tengo ganas de rebanarle el cuello a ese mocoso.- finalizó y se dejó caer en una silla mientras se revolvía el cabello con la mano.
-Connor mi amor, te dije que teníamos una invitada – insistió Shara y él levantó la mirada.
-Lo siento, perdón por el exabrupto – se disculpó.
-Viene del norte, y es una amiga de Colin – comentó la mujer y algo en su tono de voz hizo que su marido mirara con más atención a la joven.
Shara también la miró, lucía muy sorprendida.
-Briela, por casualidad ¿ te gustan los libros?- preguntó la madre de Colin dulcemente.
-Mucho-  casi susurró ella y los esposos intercambiaron una mirada significativa.
-Creo que tendrás que quedarte una temporada aquí,- observó Connor con una sonrisa y la joven lo miró confusa.
-Supongo que mi problemático hijo volverá pronto, cuando no encuentre lo que fue a buscar, volverá a casa….- finalizó él satisfecho por poder encontrar algún sentido a toda aquella locura.

Briela se quedó en Levany, esperando.
Siempre había algo para hacer en el castillo o en la aldea, a los pocos días conocía a casi todos porque poco a poco se habían acercado y le habían hecho muchas preguntas. Las suficientes como para incomodarla. Shara la rescataba en esas ocasiones.
La joven se sentía feliz, y conviviendo con aquella familia entendía lo que había dicho Colin sobre la forma en que se amaban. Sean, su esposa y sus hijos eran  adorables, cada pequeño gesto entre ellos delataba lo mucho que se querían.
Era maravilloso que ese tipo de relación existiera en la vida real y no sólo en los libros
También Connor y Shara eran muy demostrativos, y el patriarca de aquella familia le recordaba mucho a Colin a pesar de las diferencias físicas.
Connor tenía la misma sonrisa seductora y el espíritu alegre, podía parecer el serio señor de Levany, pero cada tanto ella lo sorprendía con la guardia baja y descubría que su esencia traviesa y vivaz estaba siempre allí. Su hijo tenía a quien salir.
Sus días eran agradables, pero la espera la tenía ansiosa. Ninguno de los Blackdalion había mencionado el tema, al igual que ella, asumían que Colin volvería. Y que si había robado libros y recorría el territorio cargándolos consigo, era por ella.
Sin embargo, había momentos en que aquella espera la descorazonaba y se preguntaba si no era un malentendido, quizás  Colin sólo quería llevarle libros como amigo, en uno de esos gestos grandilocuentes típicos de él, quizás no había otra intención. Quizás ella esperaba en vano.


La noche que Colin Blackdalion regresó fue su padre quien lo recibió.
-¡Ha vuelto el ladrón! ¿Ese es tu botín? – preguntó señalando la pequeña caravana que cargaba los libros.
-Estoy cansado padre, ha sido un viaje muy largo. Prometo escuchar todos tus regaños mañana.
-¿Y ese ojo morado?
-Digamos que debido a acciones pasadas no fui muy recibido en las tierras de Na Féinne.
-¿Na Féinne? ¿De allá vienes? ¿Y qué se supone que son esos libros, dote matrimonial?
-Algo así.
-Diablos Colin, ¿tenías que robarlos?
-No robé todos, pagué muchos de ellos. Y los demás intenté comprarlos, no es para hacer tanto escándalo. Sabes que los Silverest aman coleccionarlos, así que esto les dará razones para salir en busca de nuevos ejemplares. Tío Ennis no puede quejarse, no tomé ninguno de sus libros  de hechizos.
-¿Y el rey?
-El Rey jamás leyó esos libros, y Kyrian ni se hubiese enterado de no ser porque tuve la cortesía de dejarle una nota.
-Vaya que eres considerado cachorro, ¿no podías llevar otra cosa  para ganarte a la chica?
-Tío Caleb dijo que tú llevabas el título del Señorío de Levany debajo del bazo para convencer a mamá, y según sé no lo ganaste de una forma tradicional
-Tu tío tiene una boca muy grande. Y tú también, deberías volver con un mínimo de arrepentimiento.
-Y estoy arrepentido padre, ha sido un viaje largo  y sin el resultado que esperaba – dijo con una sonrisa triste.
-¿No te aceptaron?
-No pude encontrarla. En serio padre, necesito dormir, mañana escucharé lo que quieras decirme y luego necesitaré tu ayuda, la de Sean y la de todos para hallarla.
-¿Tan importante es?
-Sí- respondió simplemente pero sus ojos dorados dijeron más que sus palabras.
-Ve a descansar, ya todos duermen, pero mañana hablaremos – dijo Connor y abrazó a su hijo.

Cuando Connor entró a su habitación, Shara lo esperaba ansiosa.
-¿Colin está bien?
-Tiene un ojo morado.
-¡CONNOR!
-No fui yo, creo que fue la familia de Briela. Admítelo Shar, el niño es un entrometido – comentó mientras se metía a la cama.
-¿Qué haremos con él?
-Si Briela lo acepta, se lo dejamos. ¿Es que ninguno de ellos va a hacer esto tradicionalmente? No es tan difícil ir con la chica y proponerle matrimonio sin poner el mundo de cabeza.
-Quizás Kendrick lo haga – dijo poco convencida.
-Lo dudo, si Colin anduvo robando libros a cuanta gente conoce no quiero imaginarme lo que hará nuestro hijo menor. Tú fuiste quien dijo que deseabas que se parecieran a mí – la acusó.
-Sí, lo dije.No me arrepiento.
- Por cierto, Caleb anda propagado el rumor de que te soborné con un señorío para que te casaras conmigo.
-Ese hermano tuyo no sabe nada,  eras mi esclavo mucho antes, ¿lo recuerdas? – preguntó provocadora y Connor rió, había tomado muchísimos años para que Shara bromeara con eso y  no se sintiera mal.
-Cierto era tuyo, y esto de ser señores de Levany más que un soborno fue algo que casi te hace escaparte de mí.
-¿Le contaste que ella estaba aquí?- preguntó Shara acurrucándose contra su esposo.
-No, ¿le dijiste a ella que esperara  a mañana?
-Sí, además tengo  una idea….
-Shara, amor mío, empiezas a parecerte a mí.
-Eso me temo – respondió con dulzura y  se adormiló en los brazos del hombre que amaba y que la amaba, soñando que todos sus hijos tuvieran esa clase de bendición.

Colin durmió hasta tarde,  habían sido dos meses agotadores y al regresar a su hogar no sólo sentía que sus fuerzas físicas estaban apagadas sino que su estado anímico también. Había puesto toda su dedicación en reunir hermosos libros para Briela, alguna vez le había dicho que ella merecía un hombre que se los regalara y quería ser ese hombre. Además cada vez que “adquiría” alguno se imaginaba el entusiasmo de ella y eso lo alegraba más que si fuera algo para él. Quería demostrarle que la quería tal cual era, que aceptaba que ella quisiera refugiarse en aquellos mundos, siempre que decidiera compartir el resto de su vida con él.
Reunir aquella pequeña y selecta biblioteca para la mujer que amaba había sido una aventura muy placentera, y había imaginado como sería reunirse con ella , sin embargo sólo había hallado la ira del Señor de Na Féinne.
Briela se había marchado, y aunque él estaba muy orgulloso de que ella hubiese decidido salir a conocer el mundo por sí misma, también estaba desilusionado.
Necesitaba encontrarla, necesitaba decirle, y sobre todas las cosas necesitaba ganarse su corazón.
Cuando despertó, salió de prisa hacia la cocina, no sólo necesitaba comida sino que también debía conseguir el apoyo de su familia.
Sin embargo no encontró ninguna de las dos cosas, su familia había terminado de comer y cada uno estaba ocupado en sus deberes, ni siquiera pudo ver a sus sobrinos.
También había llegado tarde para la comida así que debió rebuscar en la alacena y servirse él mismo una extraña combinación de pan, queso, y frutas que dejó sobre la mesa y contempló sin interés. De pronto se le había ido el hambre.
-Debe ser grave si te quitó el apetito- comentó Shara entrando y eso hizo que Colin sonriera con ánimo, la presencia de su madre siempre era balsámica. Se puso de pie y fue a envolverla en un abrazo apretado hasta que ella le dio golpecitos en el hombro para que la soltara. La mujer levantó la mano y tocó suavemente el ojo que llevaba un moretón.
-¡Auch! – se quejó exageradamente.
-¿Vale la pena? ¿Cómo para convertirte en un ladrón y andar dejando que te golpeen?
-Sí, lo vale – respondió con firmeza y Shara suspiró.
-Siéntate, te daré de comer, necesitarás todas tus fuerzas para seguir causando problemas, supongo.
-¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te quiero, madre?
-No lo suficiente, aunque siempre lo repetías varias veces  cuando te atrapaba en alguna de tus travesuras.
-Y también te quiero, ahora come.- dijo depositando un plato de comida frente a él- Y cielo, date un buen baño y cámbiate, acabo de dejar ropa limpia en tu habitación.
Colin asintió sonriendo, era bueno estar en casa.
Siguió las instrucciones de su madre y luego, aprovechando que su padre y Sean  estaban ocupados para darle discursos, se puso a acomodar los libros. Quizás los amigos de Briela pudieran ayudarlo a  encontrarla.
Mientras los organizaba descubrió que faltaban los tomos de poesía que había tomado del palacio en la capital, revolvió pero no los encontró. Sabia a ciencia cierta que los tenía cuando había viajado a Na Féinne,  y los había embalado muy cuidadosamente, los llevaba en su propia montura cuando regresó. Debían estar ahí con los demás.
Justo en ese momento Shara apareció para preguntarle si la ropa que había dejado estaba bien.
-Sí, gracias. Madre, ¿por casualidad viste unos libros? Las tapas eran color rojo oscuro…
-Ah sí, los tomé prestados.
-¿Dónde están? – preguntó inquieto.
-Tenemos una huésped estos días y se los di para que se entretuviera. Deberías conocerla, es una jovencita encantadora.
-¡Madre! Esos libros son importantes, no son para cualquiera. Debo recuperarlos.
-Ve al estudio de tu padre, deben estar allí – dijo casualmente Shara y Colin salió deprisa, tan apurado que no vio la sonrisa traviesa de su madre.
El joven entró con mucho sigilo al estudio mientras pensaba en cuántas veces tendría que robar aquellos libros.Por suerte ser furtivo era su especialidad, los libros estaban sobre el escritorio y aunque se adivinaba una silueta en el sillón frente a la ventana, la mujer estaba tan quieta que parecía estar dormida.
Se acercó despacio y apenas puso sus manos sobre los libros notó dos cosas, que faltaba uno y que lo habían descubierto.
-Son míos- dijo una voz femenina y al levantar la mirada descubrió asombrado que era Briela. Mil emociones pasaron por el interior de Colin en un instante, pero se recompuso y disimuló, después de todo era un hombre con una misión y no podía dejar que le ganaran sus impulsos.Pero no pudo ocultar la sonrisa en sus labios y en su mirada.
-Todavía no son tuyos, aún falta que respondas unas preguntas.
-Hola a ti también – respondió ella entre divertida y emocionada.
-¿Desde cuándo? – preguntó refiriéndose a desde cuándo estaba en Levany.
-Dos semanas – respondió ella y Colin pensó que tendría cuentas que arreglar con sus padres, Briela había estado allí todo ese tiempo.
-Viniste…- expresó, le estaba costando contenerse, estaba tan hermosa con su cabello suelto y un vestido, pero lo más hermoso era volver a verla allí, frente a él.
-Tú tendiste el puente, yo lo crucé. ¿Entonces estás robando libros para alguien más?- preguntó Briela con audacia, se sentía llena de valor ahora. Porque él estaba allí mirándola de una forma especial y porque el libro de poesía que había dejado en el  sillón tenía un poema señalado con una hoja roja de arce. Un poema que casi la había hecho llorar, un poema que decía “Es ella, la que tiene las llaves a otros mundos, la que me ha encontrado, es ella, reina de bosques y de palabras. Es ella el destino de mis viajes, la mujer amada”
-Dado que tú me enseñaste a robar libros, serán tuyos si respondes mi pregunta. Briela Na Féinne, ¿serás mi esposa?
-¿De nuevo estás tratando de protegerme de algo? – preguntó con el corazón palpitante y aunque podía sentir la unión  que se forjaba entre ellos, necesitaba las palabras, siempre las necesitaría
-Intento protegerte de todo de ahora en más, pero no. Ya te dije que los Blackdalion nos casamos por una sola razón, por amor. Te amo, ladrona de libros.
-Y yo te amo- dijo ella y posó sus dedos sobre el moretón - ¿Mi padre?
-Dijo que debería haber pedido tu mano aquel día en lugar de  convertirlo en la burla de todos y hacer que abandonaras tu casa.
-No hubiera aceptado entonces.
-¿Y ahora?
-Seré tu esposa, Colin Blackdalion, eres todo lo que mi mejor amigo dijo que debía esperar de un hombre y...- Colin no la dejó terminar de hablar, la atrajo y la besó apasionadamente.
Un rato después, Briela estaba sentada sobre la falda de Colin en el sillón mientras hablaban sobre el futuro, aquel contacto físico era nuevo y algo vergonzoso, pero él no la había dejado escapar y la había arrastrado con él a pesar de sus protestas. Era como si ahora no pudiera apartarse demasiado tiempo y ella sentía lo mismo.
-¿Nos quedaremos mucho tiempo aquí? – le preguntó.
-El suficiente como para que mis padres se inquieten, de niño solía espiar a hurtadillas sus conversaciones aquí cuando sucedía algo grave, mi madre siempre me atrapaba. Llámalo venganza si quieres, y es muy poco digno de mi parte, pero apuesto que si no salimos en un rato, andarán afuera  espiando  y podré atraparlos a ellos.
- En verdad es poco digno de ti, tus padres son encantadores, me he enamorado de toda tu familia.
-Me dejaron sufrir sin decirme que estabas aquí. Estaba desesperado por encontrarte.
- Y yo desesperé esperando.
-Ya no tendremos que pasar por eso, no vamos a separarnos. Podemos vivir aquí, volver a Na Féinne, viajar donde quieras, encontrar un nuevo lugar para nosotros, o hacer todo eso. Lo que tú decidas estará bien.
- Pensaremos en ello luego, sinceramente lo que más me preocupa ahora es que nos atrapen aquí.
-Si ni siquiera te estoy besando y eso que es lo que más quiero hacer en este instante.
-¿Y mis libros? Quiero verlos– preguntó ella sonrojada intentando hacerlo cambiar de tema. Se puso de pie rápido soltándose de su agarre  apenas él se distrajo.Colin rió.
-Ya sabía yo que me cambiarías por ellos. Vamos a verlos.
-Colin…- lo llamó algo titubeante.
-¿Sí?
-Los libros y tú, sabes que no es verdad, ¿cierto? Que tú eres importante para mí…
-Shhh, Briela, yo amo la que eres,  con tus libros y todo, no me disgustará competir con ellos por tu atención, de hecho voy a esforzarme mucho para resultarte más interesante. Y créeme, también yo estoy ansioso por dártelos, todo este tiempo imaginaba tus expresiones cuando los vieras. Lamento no haberte visto cuando te dieron estos – dijo señalando los libros de poesía que ahora sostenía.
-Ah…eso es fácil. ¿Quieres saber mi reacción? – preguntó y él asintió con la cabeza. Entonces Briela se acercó y fue ella quien lo besó, justo antes que la puerta se abriera y diera paso a la familia Blackdalion a pleno.


Epilogo

La espada de Briela estaba clavada sobre la tierra justo donde el bosque empezaba a despejarse.
A varios metros de allí, en el claro, debajo de un árbol, estaba leyendo y con la cabeza apoyada en su regazo, Colin la escuchaba atentamente.
La espada de la joven era una señal para los habitantes de Na Féinne, significaba que no deseaba ser molestada y que sólo podían interrumpirlos por una urgencia. Desde dos años atrás era el único uso que le daba a su espada, en caso de peligro sería la espada de Colin la que fuera desenvainada, ella no deseaba volver a esgrimirla, esa era su elección. Salvo que debiera proteger a alguien que amaba, había descubierto que aquel instinto protector también era parte de ella.
Después de su matrimonio habían recorrido distintos lugares, Colin le había mostrado el mar y tierras distantes, habían pasado un tiempo en el maravilloso Castillo de los Cerezos, en la misteriosa Dalalbión y en Ildrake. Y por ahora dividían su tiempo entre Levany y Na Féinne.
La biblioteca de Briela había crecido, y así también sus experiencias. Tenía libros que la llevaban a mundos maravillosos y tenía a Colin que le mostraba hermosas realidades.
-Briela….no te distraigas…quiero saber cómo termina- la urgió él y ella notó que había dejado de leer.
-Lo siento, me distraje. Pensaba en una historia.
-¿Una buena historia? ¿Una historia feliz?
-La mejor historia y muy muy muy feliz. La nuestra.- respondió sonriendo dulcemente.
-Mi favorita – dijo Colin y se levantó para besarla

1 comentario:

  1. ¿Dedicada para mí? ¡Apenas la veo! Mil gracias mi querida Nata, no hay palabras suficientes. Abrazo y sabes que AMO esta historia y a Colin y Briela, ¡qué lindos son!

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