Ni aunque le hubiera
caído agua helada a Carolina en ese momento, le habría hecho sentir tanto frío
como el que experimentaba en ese preciso instante. Una ráfaga helada la recorría entera y se
ensañaba con su corazón… lo resquebrajó en más de mil pedazos… ¡cómo podía estar
tan equivocada!
- Carolina… yo no quería que… -Fernando se sentía como un completo
estúpido… un maldito y hacerle esto a Carolina… era más de lo que él podía
soportar- Caro, tienes que entender que
a veces las cosas no son como desearíamos…
- Desear…
en este momento mis deseos… -Caro
se cortó bruscamente y lo miró con odio-
No quiero verte nunca más Fernando… te abrí mi corazón y tú, tú no
pudiste haberlo hecho peor. Sí querías
alejarme… lo has conseguido. ¡Hasta
nunca!
- Es lo mejor para… -Fernando intentó decir.
- ¡Para ti, sin duda! ¡Quédate con la viuda de tu primo y que seas
muy feliz! No quiero saber nada más de
ti… -Caro maldijo y lo miró- solo siento odio por ti Fernando.
- ¿Yo te di esperanzas? -Fernando sabía que estaba empeorándolo todo
pero no quería dejarla ir. Era un
imbécil egoísta… ¿y? Él quería mirarla a
su lado el mayor tiempo posible- Carolina, en este momento yo no soy un hombre
al que puedas amar…
- Tienes razón.
No, no te amo. Seguramente no
conozco lo suficiente mi corazón y estoy confundida. Y claro… -lo miró irónica- te eximo de toda culpa. Yo sola me di esperanzas… como siempre, todo
lo hice yo sola. Pensé ver en ti… algo
que evidentemente no eres.
- ¿Te vas?
-Fernando preguntó estúpidamente.
- Sí, y deberías hacer lo mismo. Tienes una boda a la que asistir.
Dicho esto, Carolina
no miró ni una sola vez atrás. Caminó
con la cabeza erguida hasta dar vuelta a la esquina, donde tomó un taxi y se
alejó con lágrimas recorriendo sus mejillas.
Fernando se quedó
parado, estático e impotente mirando como la felicidad se escapaba de sus
manos. Odio la muerte prematura de su
primo, odió a Carolina por ponerlo en esa posición, odió a Deborah por
chantajearlo… pero más se odió a sí mismo por no ser tan valiente como para
decirle a Caro la verdad. Pero… ¿y si
ella le convencía que no se casara? Ella
podía… si él le decía que le amaba con toda su alma, que así sería toda su
vida, ella podría… lo convencería. Y él
se sentiría culpable de dejar a su sobrino a merced de Deborah… no podría vivir
con la culpa. Pero ahora… ¿Podría vivir sin amor? ¿Era posible la vida sin la persona que hacía
que su mundo girara y adquiriera sentido?
Podría haberle pedido
un año… tal vez Caro entendería. Pero no
podía hacerlo, no quería comprometerla a esperarle más tiempo… no quería que
sufriera y resintiera de él… Entonces, ¿qué acababa de hacer?
- ¿Fernando vienes? -la voz de Stefano interrumpió sus
lamentaciones- ¿has tomado una
decisión? -preguntó indeciso al no ver a
Caro por ningún lado.
- Sí, yo…
-Fernando lo miró- ¿tú sabías que
Caro estaba aquí?
- Fernando, amigo… -Stefano lo miró- si, lo sabía.
¿Dónde está?
- ¿Cómo pudiste
hacerme esto? -Fernando lo miró furioso
y le asestó un puñetazo en pleno rostro a su mejor amigo.
La fuerza de la furia
de Fernando y el hecho de que Stefano no se lo esperaba, hizo que perdiera el
equilibrio y cayera directamente en la hierba fuera de la iglesia.
- ¿Te has vuelto
loco? –dijo Stefano mirándolo incrédulo, dolorido y ofendido- ¿Qué demonios te sucede?
- ¿Qué se te pasaba por la cabeza al traer a
Carolina hasta aquí? Porque sin duda tú
ayudaste ¿no? -el resentimiento se podía
palpar en la voz de Fernando.
- ¡Por supuesto Fernando! –gritó Stefano y un
hilillo de sangre recorrió desde su labio-
¡Eres un completo idiota!
- ¿Y tú que sabes? ¡No entiendes nada!
- Lo suficiente para saber que dejaste ir a la
mujer de tu vida. ¿Cómo alguien puede
ser tan estúpido? No logro entenderlo…
- Tú no eres el mejor ejemplo precisamente… -se
burló Fernando.
- Tienes razón.
No lo soy… casi dejo escapar a la mujer de mi vida… -susurró mirando a
las personas que se precipitaban fuera de la iglesia y sosteniendo la mirada en
una mujer en especial- Fernando, por
experiencia, piensa bien lo que estás haciendo…
- No sabes ni una
maldita cosa… -apretó los dientes ante
la ola de preguntas y sorpresa en los invitados.
Mandy se acercó
rápidamente hasta su esposo Stefano y secó la sangre de su labio. Lo miró ceñuda y preocupada, pero él se
limitó a sonreír y llevarla de regreso al interior de la iglesia. Ahí se encontraron con Leonardo y Danna que
también lo miraron con preocupación.
- ¿Qué ha sucedido? -preguntó Leonardo.
- Fernando que no quiere escuchar razones y se
ha desquitado conmigo…
- Pero… -decía Leonardo y fue interrumpido por
Danna.
- ¿Dónde está Carolina? -interrogó y Mandy junto con Leonardo la
miraron como si estuviera loca.
- No tengo la menor idea… supongo que se fue…
- ¡Debo ir tras ella! -pronunció Danna y salió sin más de la
iglesia.
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