Se
sentó en la gran mesa ovalada, escuchando en todo momento, el latido de sus
pulsaciones zumbar en sus oídos. Pudiendo observar, que sí estaban aquella vez
todos.
Sus miradas oscilaban entre ella y las bolsas de comida, que había
traído Steve. ¿Si cruzaba los dedos atacarían primero la comida? ¡No lo creía!
Todos se guiarían según hiciera Dylan. Y éste, primero calmaría sus nervios y
después, se llenaría la barriga.
¡Dios, como le sudaban las manos!
-¡Hola
tesoro! La saludó Megan-. Ya me han explicado tu lotería…
-Sí…
-Sonrió un tanto nerviosa-. ¿Cómo ves la tuya?
-Supongo,
que tendré que aportar cosas nuevas y tal vez, cambiar un poco mi carácter –Se
alzó de hombros-. Pero veo, que tú traes un apoyo para el equipo.
-El
cual me ha negado –rió Steve.- Y creo, que debe de tener buen contenido, pues…
-Bueno,
qué hacemos primero –Entró Dylan, interrumpiendo al hombre y captando la
atención de todos de inmediato-. ¿Comemos y después escuchamos a Gaby? –Se
sentó en la silla, que encabezaba la gran mesa-. ¿O lo hacemos todo a la vez?
-A
la vez –Apoyó David.
-¿No
mancharemos el trabajo? –Intentó poner como débil excusa.
-¿Y?
–Rió Steve-. Estoy seguro, que no se trata de un original.
-Bien,
pásame la carpeta Gaby –Pidió Dylan-. Y tú Steve, te toca servir la comida… Por
listo… -Le ordenó con humor, al saber de su pesadez con ella.
Le
entregó la carpeta a su jefe, quien se hallaba sentado a dos sillas de
distancia.
No le quitó la vista en toda momento, durante los segundos que Dylan
tocó con sus manos la dichosa carpeta, y pudo observar con más tranquilidad que
no tenía la misma curiosidad e impaciencia que su compañero. Éste la dejó a su lado, y
después se puso a beber de su lata de cerveza.
-Dime
Gaby -Se giró a ella, tras dar un largo trago-. ¿Le ofreciste algo a tú amiga
Sandra por facilitarnos información?
-Sí
–Lo miró un segundo con seriedad.- A ti, en una cita a ciegas.
Incluso
Steve, se quedó con la salsa agridulce en el aire tras sus palabras. Todos se
habían callado, y la observaban en espera de más información.
-¿Me
estas tomando el pelo, Gaby? –Habló su jefe, con cara de espanto.
-No -Trató de aguantarse la risa. Aquello iba a ser como una mini venganza. Por
obligarla ir a ver a su amiga y meterse ella en aquel lío-. Ya tienes treinta
y seis años… Tienes que sentar la cabeza.
-Y
tú tienes treinta, y no te digo que se te va a pasar el arroz -Se cruzó de
brazos, al tiempo que fruncía el ceño.
-¡Oye!
–Protestó sorprendida Megan, ante aquella acusación-. No hay nada de malo, en
no ser madre aún a nuestros treinta años.
-Pues
lo mismo digo –Se giró Dylan hacia Megan.
-Hombre…
-Se rascó la oreja divertida-. Ya solo te quedan cuatro años.
-Perdona
mona –Intervino Steve-. Pero el hombre, puede ser padre a los cuarenta. Vosotras…
-Nosotras
aún jovencitas –Rió Gaby-. No queremos saber nada de los cuarentones. Así, que
espabilaros.
-¿Gaby?
–Le inquirió dudoso su jefe.
-Es
broma –Vio como éste soltaba el aire-. Pero que sepas, que te pierdes a una
gran mujer -Le guiñó un ojo.
-Y
que sepas, que esta me la pienso cobrar algún día.
-Me
parece, que has cavado tu tumba -Rió Steve.
-Tú
si que la vas a cavar, como no acabes de una puñetera vez de servir la comida
–Lo amenazó su jefe.
-Ya
voy… Impacientes… -Gruñó por lo bajo.
-¿Te
han hecho mucho en el coche? –Preguntó Dylan.
-Bueno,
un buen golpe tengo en el lateral -Empezó hablar, pero una vez más su
compañero Steve interrumpió.
-Lo
curioso, es quien es el culpable de ese golpe -Habló sentándose ya.
-¿Te
han dado un golpe? –Se sorprendieron los demás.
-Sí,
en un atasco –suspiró, al recordar que tendría que ir al taller-. Un chico, le
fallaron los frenos recién puestos, y empujó a un vehículo que a la vez me
golpeó a mí.
-Di,
quien te dio el golpe -Insistió Steve, con sonrisa en el rostro.
-Cristian
Doyle… -Informó a su pesar, y consiguiendo que todos se sorprendieran aún más.
-¿Y
cómo es? –Preguntó con curiosidad Megan-. Es tan encantador como dicen muchas –
Revoloteó sus pestañas.
-Demasiado
para mí gusto –Soltó con amargor.
-¿Supo
quien eras? –Preguntó Dylan.
-Sí,
lo supo por mí… -Se mordió el labio nerviosa-. No pude evitar enfadarme, cuando vi su nombre en la hoja del
parte.
-¿Y
qué ocurrió? –Preguntó David.
-Nada
–Se alzó de hombros-. Me comporté un tanto borde… A mí, no me compra ningún
hombre atractivo con una sonrisa.
-Esa
es mí chica –Sonrió Dylan-. Supongo, que ese encuentro fue quien encendió la
mecha de venganza, y de creatividad para que me trajeras ésta carpeta roja. En
el fondo, le vamos a tener que estar agradecidos a Cristian –Rió a carcajada
limpia el hombre.
¡La
carpeta!
Con tanto hablar, se había olvidado completamente de ella. Desvió veloz su mirada hacia el objeto con
bastante horror reflejado en sus ojos.
¡No! Por su culpa, ahora Dylan iba a
dejar a un lado la comida china, para poder estudiar su disparatada idea…
Fue
ahí, cuando comenzó a notar su respiración más pesada. Y como todo lo que
sucedía a su alrededor, iba a cámara lenta. Sus ojos absorbieron todos los
movimientos de su jefe. Desde que levantaba la carpeta, la abría con sus
grandes manos y entonces, venía la exclamación de sorpresa, al tiempo que sus
desorbitados ojos se posaban en ella con cierta incredulidad y volvían a ir a
la carpeta con gran asombro reflejado.
¡Maldita
sea, se tenía que haber controlado sus impulsos!
Y tampoco tenía que haber hecho
caso a Sandra. Ahora, por su culpa tenía a Dylan sorprendido y a todos sus
compañeros, completamente curiosos olvidándose de lleno de la comida de encima
de la mesa.
-Aún
no estoy muy segura de si utilizar ese material -Confesó en un hilo de voz.
-¡Bromeas!
–La contradijo sorprendido-. ¡Es magnifico!
Es… Es… ¡Eres tú!
-Lo
se -Bajó la mirada a la mesa totalmente avergonzada.
-Sabes
que si lanzamos ésta publicidad, serás conocida públicamente. Y te aseguro, que
si ya tienes admiradores por tu voz, ahora… Con ésta foto los duplicarás…
-¡Maldita
sea Dylan! –Pidió Steve-. Nos dejas ver a nosotros.
Vio
permiso en la mirada de él.
Sabía perfectamente que aquello era tarea difícil
para ella, y áun podía echarse atrás. Le estaba dando una oportunidad de no seguir
adelante. Y se lo agradecía, pero había algo en su interior que la impulsaba a
seguir adelante…
Asintió con la cabeza y automáticamente Dylan se dejó quitar la
carpeta de las manos, por un impaciente Steve.
-¡Madre
mía! –Exclamó Megan-. ¿Y yo también voy a tener que posar de ésta manera?
-Estas
preciosa –La alabó su compañero David-. Me gusta tú idea, yo me apunto.
-Gracias
–Le sonrió, un poco menos avergonzada al ver su actitud.
-Pero
apareces… -Habló Steve-. Apareces…
-¿Sí,
Steve? –Alzó los ojos Dylan, anticipándose a lo que fuera a decir el hombre.
-Voy
a tener que convertirme en tú guardaespaldas… -Declaró con burla.
-No
digas tonterías –Rió Gaby.
-¿Y
de mí no? –Apuntó Megan con humor-. Yo también saldré casi igual.
-Pero
tú ya sabes defenderte de tus fans. Y además, ya me ha quedado asimilado que no
saldrías conmigo –Le guiñó un ojo-. Pero Gaby aún…
-Te
llevo rechazando desde que te conozco… -Siguió riéndose al tiempo que se
reclinaba en la mesa y agarraba una cola de gamba-. Tengo hambre, no vamos a
comer…
-Por
supuesto –Suspiró su jefe-. Steve, vuelve a tú sitio… Sino te despido…
-Ho
me iré a la competencia –Bromeó éste.
-Creo
que podríamos aceptar esa pérdida –Se rió David, provocando que todos rieran
con un poco de más ánimo, ante los siguientes días de trabajo.
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