La lluvia resbalaba por su cuerpo lentamente hasta llegar al suelo que iba recorriendo con rapidez. Quería evitar mojarse pero, a estas alturas, era prácticamente imposible. Suspiró cansada mientras miraba a uno y otro extremo de la calle. Ahora, ¿dónde estaba? Alzó su vista y finalmente divisó aquel cartel que se elevaba a dos cuadras de su departamento. Pero, aún estaba lejos y la lluvia caía cada vez más copiosamente… lo mejor era tomar un taxi, como le habían sugerido si se perdía. Mas, era muy terca… siempre lo había sido… y finalmente decidió que no estaba tan lejos después de todo.
Cruzó la avenida y su distracción le valió empaparse completamente los zapatos al pisar un charco de manera descuidada. Miró su calzado arruinado… ¡que se le hacía!… y continuó por un callejón que seguro le llevaba directamente hasta el dichoso cartel que le servía de punto de ubicación. Recordó por qué se encontraba en esa situación… una vez más… por terca.
- ¿Te acompaño? -había preguntado su nuevo amigo.
- No hace falta -sonrió agradecida- ya conozco la ruta. Gracias -dijo despidiéndose y fue a tomar el metro.
¡Mala idea! Porque, si bien las rutas eran muy claras, en el afán de evitar mojarse que se encontraba, se subió a la que contenía su “supuesta” ruta… y terminó dándose cuenta del error cuando las paradas anunciadas eran completamente distintas a las de siempre. Pidió un poco de instrucción y se bajó en la más cercana a su departamento. Sí, claro, muy cercana… a más de ocho cuadras.
Igual, ahora ya estaba ahí y lo mejor era apresurarse… estaba hambrienta y deseaba estar en su sala sentada con un libro en la mano y en la otra un buen chocolate caliente… solo pensarlo se sintió más animada y reanudó con más vigor la marcha.
Finalmente llegó a las tan familiares y serpenteadas calles. Se felicitó internamente por el logro y sonrió satisfecha… su departamento estaba a tan solo 2 cuadras. Caminó con tranquilidad a pesar de que la lluvia amenazaba con volver a arreciar. De todos modos sus zapatos ya estaban arruinados y su ropa estaba salpicada de pequeñas gotas…
Cruzó la calle y empezó a rebuscar las llaves en su bolso cuando un auto pasó a toda velocidad por su lado… empapándola completamente. Soltó una maldición por lo bajo mientras concluía que, definitivamente, ese no era el mejor de sus días. Se retiró los lentes que llevaba y los guardó… sin razón porque no podían estar más mojados. Suspiró nuevamente y se dio cuenta que un auto venía por detrás.
- No, no otra vez… -pensó y apresuró el paso.
Pero el auto no avanzaba… de hecho lo hacía pero tan lentamente, parecía ir detrás de ella. Le entró un pánico… ¿quién le decía que no era un sicópata o algo peor?
El auto se puso a su altura y el chofer bajó la ventanilla. Ella no lo miró… para qué… no conocía a casi nadie en esa ciudad y era poco probable que fuera alguno de sus pocos amigos.
Estaba tan cerca de su casa… dio unos pasos hasta que finalmente estaba en la puerta principal. Ahora ya no le ocurriría nada porque si no, gritaría… Tomó las llaves entre sus manos temblorosas y mientras intentaba insertarla en el cerrojo, lo escuchó… sintió como las llaves se resbalaban lentamente y un solo pensamiento cruzó por su mente:
- ¡Imposible!
A la vez que aquel hombre volvía a repetir, a sus espaldas, más fuerte:
- ¿¡Carolina!?
Capítulo 1
Italia, 1 mes antes.
Cuatro años. Cuatro largos años sin saber de él. ¿Lo extrañaba? Había momentos… en que… definitivamente si. Pero se habían prometido continuar con sus vidas. Y lo había cumplido, al menos ella. Lo recordaba, cierto… pero era difícil borrar del todo a alguien que estuvo a tu lado la mayor parte de tu vida. ¡Fernando! Ella se cuestionaba cientos de veces si habían tomado la decisión correcta… ¿lo haría él también? - estos eran sus pensamientos mientras descendía del avión al país que, de ahora en más, llamaría hogar. Sonrió divisando a Danna que ya la esperaba ansiosa en el aeropuerto. Compuso una sonrisa que no engañó a su amiga:
- No, otra vez pensando en él -la reprendió en cuanto estuvo a su altura- Caro, ya va siendo hora de que encuentres una nueva obsesión… -observó divertida ante la cara de mortificación de la aludida.
- No sé de que hablas… -dijo abrazándola- ¿Qué? De verdad no sé a qué te refieres…
- Si, como quieras -Danna hizo un puchero- ¿Por qué ya no me cuentas nada?
- Porque no hay nada que contar, Danna. Déjalo ya -Caro le suplicó y de mala gana, ella aceptó.
- Bien… pero últimamente nadie me quiere contar nada… es un fastidio…
- Suposiciones tuyas, Danna -Caro admitió en su interior que era cierto que ya no le contaba de su vida a su mejor amiga, Danna, pero no sabía a ciencia cierta que le detenía… tal vez era que ya no había nada interesante que decir… o que su vida casi era una monotonía… o que, sencillamente, no quería empañar la felicidad creciente de ella.
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- ¿Caro? ¡Regresa! -replicó con cansancio Danna al ver que su amiga se había sumido una vez más en sus pensamientos.
- ¿Ah? ¡Ah sí! –dijo sin tener ni idea de lo que había estado diciendo Danna.
- ¿No tienes idea de que estoy hablando cierto? –soltó irónica.
- Claro que… –estaba moviendo afirmativamente la cabeza y se detuvo- Ni la mínima idea –aceptó finalmente riéndose y con un empujón amistoso ingresaron al auto que les conduciría a la mansión de Danna.
Sentada en el auto, Caro intentaba evitar recordar a su “obsesión”, como ahora lo llamaba Danna, no era que ese fuera el término correcto pero… ¿de qué otra manera se le llama a alguien en quien no puedes dejar de pensar?
- ¿Cómo están Beth y André? –preguntó de repente Caro.
- ¡Preciosos! –Contestó Danna con una luz especial iluminando sus ojos- André es la adoración de Leonardo y mi niña Beth, está creciendo tan rápidamente… está contando los días para su próximo cumpleaños…
- ¿Y cómo va la organización?
- Bien, aunque no me vendría mal un poco de ayuda…
- Ah… si deseas yo…
- No Caro… te lo iba a pedir pero sé que estás muy ocupada… el cambio y la adaptación a tu nueva vida requiere tu total concentración.
- Si, en realidad, es una lástima porque me habría encantado ayudar… -reflexionó Caro- en fin, supongo que ya pensaste en alguien para…
- Por supuesto –afirmó Danna antes de que terminara… y un brillo travieso se dibujó en sus ojos- Melina… -dijo simplemente.
- ¿Melina? –Caro se rió bajo- Dudo que logres convencerla…
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- ¿En serio? -Danna sonrió- Creo que eso ya está arreglado -dijo al tiempo que el auto se detenía frente a la mansión.
Un feliz Leonardo salió a recibirlas, acompañado de sus hijos. Se acercó y rozó ligeramente los labios de Danna. A Caro la estrechó fuertemente y le besó con ternura en la mejilla.
- ¿Cómo te va Caro? ¿Finalmente decidiste venir a Italia? –hablaba Leonardo mientras se internaban en la mansión.
- Si, Leonardo. Y esta vez, me quedo por un buen tiempo -sonrió al ver la preciosa estancia- Me gustan los cambios en el salón…
- ¿Si? Gracias Caro… -Danna sonreía halagada- Pensé que faltaban unos detalles… Pero cuéntanos ¿qué te ha hecho decidirte por Italia?
- De todo… básicamente… la rutina me estaba agobiando. Fue una oportunidad perfecta… además que desde tu boda, Danna, Italia me ha ido conquistando…
- Eso no es nuevo… -sonrió Danna comprensiva- A mí también me pasó…
- No, a ti lo que te conquistó fue un italiano… no Italia… -dijo Caro riéndose de la mortificación de Danna- Hummm… ¿aún tímida? Leonardo… tendrás que hacer algo…
- He hecho de todo… -se rió divertido Leonardo- ¿qué recomiendas?
- Algo así como unas sesiones de…. –decía Caro.
- Basta… parecen dos negociantes discutiendo de mi persona como si estuviera ausente… ¡¡Estoy aquí por si lo olvidaron!! -resopló Danna fingiéndose ofendida.
Al escucharla, Caro y Leonardo prorrumpieron en carcajadas. Por lo que Danna se limitó a girar sus ojos y alejarse apenas conteniendo la risa. ¡Qué se le iba a hacer! Caro siempre había sido burlona… y se alegraba de ver que, a pesar del tiempo transcurrido, no había cambiado nada.
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