Emma admiró la amplia estancia que tenía la casa de Nick. No sabía por qué había imaginado algo diferente. Solo… se sentía demasiado como un hogar y, de alguna manera, eso no calzaba con la idea que tenía de Nick. No, no de Nick. De un actor soltero que vivía en Los Ángeles. Sí, eso era.
- ¿Qué sucede? –Nick ladeó su rostro, con una nota de diversión en sus ojos verdes- ¿Emma? ¿Vienes? –insistió, volviendo sobre sus pasos, al notar que ella no se movía del lugar en que estaba.
- ¿Ah? Sí, claro que si –Emma sacudió levemente la cabeza, sintiéndose bastante idiota por su comportamiento- ¿decías algo?
- No, creo que no –meditó un poco- me parece que no.
- Aja –caminó a su lado hasta la cocina. Amplió una sonrisa al observar un plato de pasta sobre la mesa- ¿tú lo…?
- No, Dios no –Nick rió divertido, sabiendo que se refería a si lo había preparado él. Ya no- supuse que no querrías probar algo que yo preparara.
- Y estabas en lo cierto –reprimió una carcajada ante el ceño supuestamente feroz que le dedicó Nick- ¿qué? Apuesto que tú tampoco comerías un postre que yo preparara.
- Tienes puntos por reconocerlo –asintió con admiración.
- ¿Qué? ¿Qué se me da fatal la cocina? Creo que aquel día quedó bastante claro para los dos que la cocina es un lugar que no nos da la bienvenida.
- Quizás solo nos faltaba experiencia…
Emma le lanzó una mirada totalmente burlona y Nick se encogió de hombros. Lo cierto era que ella había tomado un par de clases de cocina y se había esmerado especialmente en la parte de repostería. Por supuesto que él no sabía eso.
- Está bien, experiencia y un toque de habilidad.
- ¡Uf! Solo un toque –Emma bufó negando con firmeza- si quieres engañarte así…
- Engañarnos –corrigió- ¿acaso siempre dependeremos de alguien más?
- En cuanto a preparar comida, creo que si –suspiró contrariada- pero dime ¿quién ha dejado ese plato ahí?
- Seguramente será el ama de llaves. Cuida mucho de mí, es amiga de mi abuela.
- Oh, que adorable –Emma sonrió encantada.
Nick se limitó a sonreír. Tomó la bandeja que contenía el plato que le había preparado y lo guardó en el horno. Miró hacia Emma, para preguntarle si quería comer algo en especial. Pero ella no estaba en el lugar que le había dejado antes. Había caminado hasta el ventanal que daba a un pequeño balcón y desde ahí se miraba el jardín e intensos rayos de sol que se filtraban por el transparente cristal caían sobre el cabello de Emma, haciendo que reluciera con toques cobrizos. Ella era adorable, pensó Nick cuando Emma giró y le sonrió. ¿Qué más podía hacer que corresponderle esa sonrisa con una aún más amplia?
- No pude evitarlo –habló Emma un tanto sonrojada- es hermosa la vista desde aquí. Bueno, eso pensé y… ahora lo he confirmado.
- No pasa nada –aseguró él acercándose- ¿qué te parece mi casa?
- Es increíble. Me encanta. Además que se siente como un hogar.
- ¿Lo crees? –Nick se sintió orgulloso. Esa había sido su intención al cambiar hace un par de años su departamento por aquella casa. Sí, estaba lejos del centro de la ciudad y de los lugares de moda, pero eso lo compensaba en amplitud y privacidad.
- Sí –Emma pasó por su lado, mirando a uno y otro extremo- no sé explicar por qué… solo lo siento.
- Es el mejor halago que he recibido desde que me mudé aquí –confesó y ella lo miró, intentando saber si hablaba en serio- es solo qué…
- ¿Qué? –lo miró con curiosidad. Nick negó- puedes decirme lo que sea… no lo repetiré, lo prometo.
- Sé que no pero… -frunció los labios- no sé, siempre quise tener un hogar propio.
- ¿Qué quieres decir? –inquirió Emma en voz suave.
- Mis abuelos me quisieron, claro que sí. Pero su casa no era mi hogar. No sé… era la casa de mis abuelos, era su hogar. No el mío… -Nick soltó el aire despacio y negó- olvídalo, no tiene sentido.
- Sí lo tiene –Emma se acercó y le puso una mano en el brazo con una leve sonrisa- mi casa dejó de ser mi hogar cuando mis padres fallecieron. Se perdió… no sé cómo explicarlo, solo ya no estaba ahí. El sentimiento…
- Exacto –murmuró Nick pero elevó su rostro rápidamente, con la intención de romper la intensidad del momento- ¿no crees que es hora de comer?
- Sí, lo creo –asintió aceptando el cambio. Sospechaba que Nick había dicho mucho más de lo que había planeado decir. Y, de cierta manera, ella también.
Un par de horas más tarde, Emma se encontró sentada frente a una chimenea mientras Nick terminaba su relato (demasiado corto, en opinión de Emma) sobre el reencuentro de “Destino”.
- ¡Oh, no es justo! ¿Cómo que eso es todo lo que sabes? ¡Nick! –protestó.
- Es la idea general. Aún están elaborando los guiones, supongo.
- ¡Me has intrigado tanto! –Emma cruzó los brazos suspirando- ¿es una especie de venganza porque hice que odiaras el pastel de limón?
- No, jamás sería tan cruel –rió Nick con fuerza y ella puso en blanco los ojos- te juro que es todo lo que sé. Todo está en planes pero bien encaminado.
- Eso espero, por tu bien –advirtió- no puedes contarme algo así y luego simplemente que no suceda… ¡no!
- ¿Tanto gusto le tomaste a la serie? Si fueras otra persona, pensarías que me estás alabando o que exageras… pero eres tú, así que eso no tendría sentido.
- ¿Qué quieres decir con que soy yo? –Emma torció el gesto- ¿me explicas?
- ¿La verdad? Tampoco lo entiendo muy bien –Nick se encogió de hombros- solo que… no creo que tú seas de las personas que alaban porque sí o que mienten… no sé, siempre fuiste muy directa, desde el inicio.
- ¡Ay, no aquel día, no! –Emma se tapó el rostro avergonzada- ni siquiera recuerdo que te dije pero… debió ser algo terriblemente malvado.
- ¿Ah sí? ¿Por qué piensas algo así? –su tono entre bromista e irónico. Emma resopló- tú lo dijiste, no yo –acotó Nick.
- Es lo que solía hacer. Atacar antes de que alguien lo hiciera, que se acercara demasiado… -explicó con cautela.
- Tenías miedo –habló sorprendido. Ella elevó sus ojos castaños hacia el rostro de Nick, que se veía bastante serio. Era un gran cambio. Casi no podía concebir al hombre risueño, tanto de la realidad como de la pantalla, con aquel hombre frente a ella- ¿por qué, Emma?
- Lo normal. Me enamoré, me hicieron daño, me encerré. Fin de la historia.
- Ah –Nick empezó a balancearse sobre sus pies, con inseguridad. De pronto había sentido como si le hubieran cerrado una puerta en la cara. Bueno, al menos suponía que así era como se sentía, no era como si le hubiera pasado alguna vez.
- Nick… -Emma se levantó, con una mano se echó el cabello atrás y le sonrió levemente- no quise decirlo así, tan bruscamente… solo que no es un tema para hoy. Demasiado serio.
- Sí, lo entiendo –él clavó sus ojos verdes en ella, risueño nuevamente. ¡Era un experto en actuar, no debía olvidarlo!- ¿quieres postre?
- ¿De nuevo? –se miró suspirando- ¿qué más da? Nunca seré una modelo ¿no? –rió.
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