miércoles, 9 de julio de 2014

Inocencia Robada 18


-Despertar.

Confesó en apenas un susurro, arrancando del hombre un profundo y largo suspiro.

-No sabes, cuanto me gustaría poder ayudarte en ello –Reveló con cierto pesar-. Pero todo depende de ti, pequeña.

Giró su cuello para poder observarla, encontrándose con una imagen que le arrancaba grandes impulsos en su corazón.


Impulsos, que no se atrevía a realizar en aquel momento por miedo a espantarla. Sabía, que el que estuviera allí, significaba un gran paso en la joven.

De modo, que mejor calmaba su sed. No era momento de tomar la delantera en un acercamiento sexual.

-Es que ya me cansé de intentar aclarar mi mente con el paso de las horas, días o quien sabe cuanto tiempo me queda aún –Declaró con cierto temblor en su voz-. Siento cierta conexión contigo.

En los labios de Paul, asomó cierta sonrisa con aquel comentario.

-A decir verdad, desde que te vi rondar siempre cerca de la puerta de mi habitación en el hospital, noté que aunque no te conocía, ni mi entorno, ni a nadie de los que se  me acercaban –Siguió revelando-. Algo en mi interior me impulsaba a esforzarme en intentar recordarte.

-No sabes lo frustrado que me siento con toda ésta situación –Exteriorizó  con cierta opresión en el pecho.


-Eso, también me tiene preocupada –Habló mientras se atrevía acercarse a él, con un pequeño impulso de sus brazos y arrastraba su cuerpo, aún de rodillas a un palmo de Paul-. Tengo miedo -Hablo con timidez, mirando directamente al hombre a la cara, causando que éste diera un pequeño respingo y tensara algo más su espalda.

-¿Miedo de mí? –Preguntó con tono ronco y cierta precaución.

Por lo visto, tendría que haberle hecho más caso a su conciencia y no, a sus impulsos motivados por la frustración sexual.

¿Pero cómo demonios sabía ella, que había acudido a al ducha para comenzar con su seducción?

Se hallaba igual o más, confuso que ella.

-Sí –Mostró cierta contrariedad en su rostro-. Bueno, no… -Se mordió el labio inferior en un claro reflejo de nerviosismo.

-Tranquila –Susurró con suavidad Paul, alzando su mano derecha para conducirla hasta el rostro suave de ella y acariciar su pómulo-. Tenemos toda la noche y no hay público, de modo que tómate tu tiempo para explicarme lo que quieras –Indicó con gran compasión y cierta sonrisa en sus masculinos labios.

-No te tengo miedo –Se apresuró en aclarar con cierta impaciencia.

-Bien –Asintió con la cabeza y empleando cierta pausa en sus palabras-. Eso me parece muy bien –Le guiñó un ojo.

Janna, sonrió con timidez. Notando una inyección de valentía.

-El miedo que tengo, es de perderte –Volvió a seguir exponiendo, cada vez con menos timidez.

Paul frunció el ceño por el temor que tenía la joven.

-¿Por qué temes una cosa así? –Quiso saber  algo más tranquilo internamente, al observar  que todo aquel miedo no era por su actitud hambrienta de hacia unos instantes.

-Porque eres un idiota testarudo –Soltó de sopetón ella, con un tono un tanto ofuscado.

-Perdona –Inquirió seguidamente incrédulo, por aquel cambio de actitud en la joven.

¿Dónde estaba la timidez sonrosada?

Pero le gustaba, aquello era volver a tener algo de la auténtica Janna.

-No me abrazas, ni me acaricias y el beso, creo que fue el único milagro que obtendré en la vida –Comenzó a resoplar con cierta altivez-. Estoy segura, que cuando me has visto en tú cama, el primer impulso ha sido de huir despavorido.

-¿En serio me estas recriminando todo eso? –Cuestionó algo estupefacto, mientras sacudía su cabeza de izquierda a derecha.

-No me tratas como tu esposa –Hizo un mohín-. Temo, que ya no te guste. 


-Dios mío, en verdad me estas recriminando todo eso –dijo soltando un suspiro sin salir aún de su asombro.

-Se supone, que un hombre como tú… -Disminuyó un poco su tono de voz-. Tiene ciertas necesidades –Puntilló achicando un poco los ojos.

-Un hombre como yo –Repitió Paul pensativo, para sorprenderla al momento siguiente con un brusco movimiento para alzarse enfrente de ella-. ¡Francesca! –Chocó su puño contra su palma.

Janna, calló un segundo confusa al escuchar el nombre de la mujer.

-Ahora comprendo el porque actuaste hoy como una virgen en sacrificio –Masculló entre dientes-. Espera a que coja a ésta mujer…

-¡OH! –Exclamó Janna, tapándose la boca con una mano y mirando en su dirección con los ojos abiertos como platos-. Ahora comprendo porque tienes esa pequeña reticencia. Por mucho que seamos marido y mujer, tú y yo aún no hemos tenido eso.


Él, solo supo resoplar y caminar un poco de arriba abajo, por el lado de la cama. Al tiempo, que intentaba pensar una respuesta rápida para aquel embrollo.


-¿Me equivoco Paul? –Inquirió con impaciencia.

-No –Acabó por responder en un refunfuño-. Y no debes de pensar nada raro –Se apresuró en aclarar-. Tu accidente ocurrió antes de poder irnos de luna de miel… -Cerró por un segundo los ojos con fuerza, por seguir con mentiras.

Aquello cada vez le dolía más. 

-¿Pero habremos tonteado? –Señaló ella, tras haber estado unos segundos pensando. Volviendo a sorprender a éste-. Y por tontear, no me refiero solo a besarnos. Eso ya recordé que sí lo hacíamos… -Frunció el ceño-. Es solo, que me extraña mucho tu actitud.

Paul, puso los brazos en jarra volviendo a exhalar con profundidad. Jamás se hubiera esperado una conversación como aquella y sobre esas horas.

-Pues yo no lo veo para nada extraño, después de…

-Mí accidente –Lo interrumpió ella-. Lo se, no dejas de recalcarlo en todo momento –Suspiró-. Y francamente, no se si lo estas utilizando como excusa para no tocarme.


-No se trata de eso Janna –Comenzó a explicarse, pero una vez más, ella volvió a intervenir.

-¿Entonces, por qué me mantienes apartada? No me creo, que solo haya sido la única de los dos en sentir ese deseo, cuando nos besamos el otro día.


Recriminó completamente consternada, sentada aún en la misma postura en la gran cama. 

-¡Por supuesto que no! –Explotó el hombre, dando un paso hacia delante, hasta que sus piernas fuertes hicieron tope con la cama-. Hace unos malditos momentos, mi intención hacia ti distaba muy lejos de mantenerte separada de mí. Uno no es de piedra, querida –Resopló frustrado-. Y el tenerte en la cama, con un camisón y siendo mi esposa… Pero no lo veo bien el ir directamente a ello, me siento algo violento hacia ti. No me conoces, tú… -Calló un segundo, el cual aprovechó ella para intervenir.

Su voz, iba cargada de esperanza y timidez.


-¿Y si vamos paso a paso? ¿Qué te parece por comenzar a dormir de ahora en adelante en la misma cama juntos? 

3 comentarios:

  1. Gracias mediana, pero otra vezzzzzzzzzzzzzzzzzzzz, otra vezzzzzzzzzzzzzzzzzzz me dejas así!! Ay si a ti te gusta chincharme!! besos cariño

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  2. Aaaaaaaaaaaaaah!!! ¿Pero cómo puedes hacernos esto? No puede ser, señor!
    Te perdono para no extresarte, pero por favor... no tardes en subir otro capítulo jijijiji.
    Muchos besos, EJ

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  3. Siiii por fin algo de progreso en estos dos al fin... gracias por el capitulo...saludos chicas

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