sábado, 11 de enero de 2014

Cuento, para celebración de los 1.000 Días!!! " No te lo vas a creer, pero sí..."

Por mucho que tuviera trabajo acumulado, aquella noche, como la de todos los años de su vida desde que era pequeño. Lo abandonaba todo para acudir a casa de su abuela.


Aquella era la noche de haloween, con las historias de miedo que contaba la mujer. Sus sobrinos, iban encantados por mucho que ya fueran unos adolescentes.
Había que decir, que su querida abuela Simona, no era una mujer de setenta años muy normal. Para empezar, tenía aún una vitalidad increíble. Y desde siempre, había sido especial... ¿Cómo decirlo?
Creía en la magia del universo y la naturaleza. Y siempre decía, que nunca había que dejar de creer en las cosas. Uno tenía que hacerse adulto, porque era ley de vida. Pero tenía que procurar siempre que en su corazón tenía que anidar la inocencia de un niño.
Había que creer en las hadas, las brujas, los duendes... Y los monstruos dentro del armario. No había nada de malo por hacerlo aún a tus treinta años.
Y todos los que la conocían, la respetaban a ella y lo que decía. Nadie ponía en duda sus palabras. Confiaban en ella, en su intuición y su sabiduría con las plantas, para los pequeños males.
Miró el reloj que tenía sobre el escritorio de su oficina, comprobando que solo quedaba media hora para el comienzo de la cena. Debía de apresurarse, sino quería llegar tarde al cumpleaños de ella y recibir una buena reprimenda.
Apagó el ordenador, para ponerse en pie y acercarse al perchero a coger su abrigo.  Cuando al abrir la puerta, se sorprendió de encontrarse a Ashley, ordenando unas carpetas. No pudo evitar el sonreír ante la dedicación de su secretaria.
-¿Aún te hallas aquí­ Ash? -Renegó un poco.
La chica dejó lo que estaba haciendo para enderezar  la espalda con los brazos en jarra. Y hablarle con tono cansado.
 -Sí­ -Resopló-. El Lunes,  viene la chica que me va ha sustituir y quiero tenerlo todo listo.
-Querida Ashley -Sonrió-. Solo van a ser tres meses -Se encogió de hombros, para restarle importancia-. Todo va a ir bien.
Se acercó a ella, para agarrarla de los hombros con cariño y alejarla del escritorio.
-Como no te vayas a casa -Empleó un tono burlón-, estoy seguro de que tú marido me mata por dejarte estar un sábado en la oficina trabajando hasta tan tarde, cuando prácticamente te queda una semana para salir de cuentas.
Ashley sonrió, aceptando que era tarde y tenía que descansar.  Cogió su abrigo y el bolso, para dirigirse al ascensor con su jefe. Quien al enterarse que iba ha coger un taxi, la obligó a bajar hasta el parquin y subirse en su coche. No sin abandonar la idea de soltarle una reprimenda.
-¿Cómo es qué viniste a la oficina en autobús? –Señaló molesto-. Haberme llamado para que te fuera  a buscar. Sabes que lo habría hecho encantado.
-No quería resultar una molestia -Suspiró-. Y vine en autobús, porque ya no entro tras un volante -Rió feliz, acariciándose la barriga.
-No tenía que haber aceptado tu ofrecimiento de venir hoy sábado y menos, a trabajar hasta que tú te hallaras cómoda con tu enorme barriga -Soltó un pequeño gruñido-. Has aguantado todo el embarazo.
Dijo renegando, encendiendo el vehículo para comenzar a conducirlo en dirección a la salida.
-No me seas igual de pesado que Víctor -Gruñó aquella vez ella, girándose a mirarlo con cierto enfado-. Solo estoy embarazada, no enferma...
Albert solo supo soltar una risa algo tosca, tras girarse a mirarla por un momento, antes de introducirse en la circulación de la carretera.
 -¡Pero tu te has visto en un espejo! -Recriminó-. Tienes una enorme barriga. Y apuesto que no puedes ponerte tu sola las medias o calcetines -Volvió a gruñir-. No me explico como tu marido ha sido tan inconsciente de dejarte salir hoy de casa para trabajar.
Ante aquella crítica, Ashley se quedó callada mirando por la ventanilla del vehículo las calles de personas disfrazadas, listas para disfrutar aquella noche.
-¿Ashley?
Se giró a mirarla con el ceño ligeramente fruncido, al verla tan callada.  Cosa poco habitual en ella.
-Te estoy hablando... -Soltó con cierto mosqueo, al comenzar a sospechar que su secretaria y amiga, se estaba callando algo importante.
Ella, se giró a mirarlo por un segundo. Pues en verdad, no le aguantó por más tiempo la mirada. Y comprobando que al desviar su rostro, lo hacía mordiéndose el labio inferior. Era un gesto claro de nerviosismo.
-Ashley… -Volvió a repetir su nombre, con cierta impaciencia.
-En verdad, se supone que ésta semana no tendría que estar trabajando –Confesó con cierto temor a que Albert, se girara a gritarle.
-¡Que tú qué! –Exclamó deteniéndose en un semáforo en rojo, completamente en seco. Logrando recibir algún que otro pitido del coche de atrás, al hacerlo a cinco metros del lugar indicado.
-Victor, ha tenido que irse de viaje a Washington por una operación delicada que tenían que hacer, y le han pedido su ayuda… -Explicó de carrerilla con los ojos medio cerrados-. Le prometí que haría reposo para no estar bajo ningún stress, para que el parto no se me adelantara…
En los ojos del hombre, solo se vislumbraba el brillo de furia.
-¡Joder Ash, la has hecho bien buena! –Estalló reanudando la marcha, al cambiar el semáforo de color-. Te imaginas, si te pones de parto en la oficina. Tú marido me mata, por pensar que te obligué a trabajar hasta el último momento.
Ashley, se cruzó de brazos con los labios fruncidos por la reprimenda que le estaba dando éste.
-Si me quedo sola en casa, sin nada que hacer me estreso aún más –Protestó en su defensa.
Ante aquella pobre excusa, él solo supo reírse de ella, al tiempo que accionaba el intermitente para girar en la siguiente esquina.
-Eso son tonterías –Dijo entre dientes-. Y estoy muy decepcionado por éste engaño. Además, pienso informar de ello a tu marido.
-¡Qué! –Soltó un chillido agudo, mostrando total desacuerdo.
-Y pasado mañana, ni se te ocurra presentarte a la oficina –Continuó con tono duro.
-Pero…
Fue a protestar, teniendo que callarse al ver como él la miraba furioso.
-Me las arreglaré como sea. Estoy completamente seguro, que todo se halla adecuado para la sustituta.
 Ella volvió a intentar decir algo, al abrir sus labios. Pero en segundo, éstos volvían hallarse cerrados.
-Cuando surja algún problema, que no vea solución por ninguna parte, prometo ponerme en contacto contigo –Dio como alternativa.
-Se que no lo harás –Gimió en un quejido de fastidio.
-Prometo llamarte todos los días y, darte un informe de tu sustituta –Señaló como tregua, con una sonrisa en sus labios, logrando que ella también lo hiciera.
Ashely soltó un suspiro derrotada.
-Es lo único que voy a obtener ¿Verdad?
-Sí –Rió, tras dar su escueta respuesta.
-Muy bien –Aceptó, mostrando seguidamente una sonrisa pícara, al tiempo que alzaba una ceja-. Con la condición, de que me lleves al cumpleaños de tú abuela.
Aquella vez, al hombre se le escapó una sonora carcajada por su atrevimiento.
-Ni hablar –Negó con un movimiento de cabeza-. Tienes que descansar. Y precisamente hoy en casa de mi abuela, no lograrás hacerlo.
-Entonces no hay trato –Soltó con cierto tono de retintín.
-Por lo menos, vamos a ser unas treinta personas como bien sabes –Comenzó a protestar-. Con niños corriendo por todos lados, por no decir sus gritos y…
-Albert –Le puso una mano en su brazo al tiempo que le sonreía con cariño-, Se lo que es el cumpleaños en casa de tú abuela. Te recuerdo, que fui al del año pasado –Rió divertida-. Fue increíble y me encanta tú abuela.
-No vas a poder estar relajada –Intentó señalar, con tono no muy convencido de sus ordenes.
-Estaré bien –Suspiró-. Míralo de ésta manera – se alzó de hombros-. Si me pongo de parto, no lo haré sola en mí casa.
Acertó con sus palabras.
Al momento, su jefe cambiaba de rumbo, conduciéndola hacia las afueras de la ciudad.
-Me alegra poder asistir nuevamente. Se que voy a disfrutar un montón –Juntó las palmas de su mano, con un brillo de diversión en sus ojos-. Podré ver a quien le toca éste año, que Simona le acierte su destino.
-Dios –Se quejó con cierta frustración-. No vas a sentarte en un rincón a estar relajada.
-Que sí, tonto –Le guiñó un ojo-. Es solo que me siento muy excitada. El año pasado, me llevaste y me tocó a mí por sorpresa de todos –Soltó una carcajada-.Te acuerdas de la cara que pusimos los dos, cuando me dijo que éste año iba a casarme y ser madre…
Los dos soltaron fuertes carcajadas por los recuerdos.
-Sí, recuerdo como toda mi familia me miró de forma acusadora, pro si me había acostado contigo y te hallabas embarazada –Dijo riéndose.
-Sí –Soltó una carcajada, limpiándose las lagrimas que fluían de sus ojos-. Y tú padre, ya iba en busca de la vieja escopeta colgada en la pared.
-Ni me lo recuerdes –Dijo cogiendo aire-. Suerte que no estamos en las vegas, porque no nos habría dado tiempo a explicarnos.
-Me gustaría que éste año, fueras tú. En serio.
Soltó de sopetón, causando que el hombre abandonara toda risa de su rostro, para mirar al frente serio.
-El amor, no tiene cabida en mi vida –Respondió con cierto tono amargo y girando el volante hacia la izquierda, en una gran avenida arbolada por grandes sauces, donde predominaban un montón de grandes casas estilo inglés.
Y en la tercera casa del final de la avenida, Albert detuvo el coche.
-Yo no estoy del todo de acuerdo –Dijo Ashley, abriendo la puerta con tono risueño.
Albert, se bajó también y caminó hacia ella para agarrarla por la cintura con cariño.
-Lo que  me preocupa ahora, es que no me maten por traerte aquí en tú estado –Gimió en una protesta.
-Tonterías –Rió la chica divertida, restándole importancia a lo dicho.
                                                               ***
Aquella vez, había ido de maravilla que el cumpleaños cayera en viernes. Eran la una de la madrugada y nadie quería abandonar el lugar. Aún esperaban la predicción de aquel año.
Menos él.
Quería marcharse ya a su piso. Notaba como cierta inquietud, burbujeaba en alguna parte de su interior.
 ¿Tal vez en su estomago? ¿Ho era su corazón?
Donde fuera, le importaba un comino. Solo quería que despareciera, no tenía ganas de detenerse analizarlo. Había algo en el ambiente aquella vez, que no le dejaba disfrutar de la velada como siempre había hecho.
Agarró su copa de cava medio vacía y de un solo movimiento, la apuró entera. Fue entonces, cuando lo supo.
Su querida abuela, lo estaba mirando fijamente desde un sillón al lado de la chimenea. Y su mirada, tenía aquel brillo especial.
Sabía que le estaba pidiendo que se acercara a ella. Pero no podía, él no…
Movió su cabeza con gesto negativo y mirada de súplica, hacia la mujer mayor. Antes de ponerse en pie.
Tenía que alejarse de allí y de ella, lo antes posible.
Pero cuando estaba a punto de cruzar la puerta del salón, frenó en seco al recordar que no había venido solo.

Ashley también estaba allí. Y en el estado en que se hallaba, no iba a ser tan rápida como una gacela, para salir de aquella casa. 
-Huyendo, solo vas a traer desgracia a ti –Habló su abuela cerca de él.
Se giró sorprendido a mirarla, pues no había observado que ésta se hubiera levantado y menos, caminado tan rápido.
Pero al parecer, había sido el único. Porque toda su familia estaba pendiente de ellos dos, incluyendo a Ashley que lo miraba con el ceño fruncido.
-Por mí culpa, hay una familia que ya lo es –Soltó con tono amargo-. No me merezco lo que hayas visto –Cogió aire un segundo y con cierto odio, soltó las siguientes palabras sabiendo que iba a decepcionar a la mujer que más admiraba-. Reniego de mí bonito destino.
-¡Que hay qué hacer, para que veas que no fue tu culpa aquella fatídica desgracia! –Sollozó su madre dolida desde donde estaba, al ver que su hijo rechazaba a conocer la felicidad.
-Pero tal vez, si hubiera hecho caso –suspiró-. Ella, estaría viva y feliz.
-Y tú serías un amargado –Volvió a reprocharle su madre.
-Lo mismo que ahora ¿No? –Soltó con cierta sonrisa irónica en su expresión y alzando un momento sus anchos hombros.
Enfadada por aquella negatividad, Simona dio un paso más hasta posicionarse enfrente de él. Sus miradas estuvieron cruzadas por unos segundos en un tenso silencio. Después, para sorpresa de todos la mujer alzó su mano derecha y la condujo hacia la frente de él, para darle un ligero golpe. Al tiempo que pronunciaba algo rápido en un siseo.
No se esperaba aquello, después de haberle dicho claramente que no lo quería. Por ello, que había reaccionado demasiado tarde en alzar su propia mano, para apartar la de su abuela.
-¿Qué has hecho?
Demandó completamente pactado por la acción de la mujer, en una habitación repleta de familiares que se hallaban conteniendo el aliento, por lo que acababa de ocurrir ante sus narices.
Menos Simona, quien lo miraba con enfado alzando su pequeña nariz respingona.
-Lo que debía –Afirmó con tono tajante. 
El mismo que emplea el más mayor y sabio, de cualquier clan que hubiera en el universo.
El rostro de Albert, se ensombreció a causa de la furia que estaba creciendo en su interior. Dando un paso al frente, con los puños blancos por la fuerza que estaba haciendo.
-Deshazlo.
Gruñó en una orden, sin ninguna súplica en su tono de voz o mirada.
-No –Respondió Simona, cruzándose de brazos y alzando aún más su barbilla.
-¡Pues pienso resistirme con todas mis fuerzas! –Vociferó en el rostro de la mujer mayor-. Mando yo sobre mí vida, ni tú, ni la magia, ni el destino tenéis derecho alguno a moverme sobre vuestros antojos.
-¡Eres un idiota!
Exclamó Simona, el insulto con gran dolor en la voz. Mirando un momento a toda su familia, para después volver a posar la mirada vidriosa en su nieto. 
-Lo has arruinado todo –Dijo con tono triste-. Me han obligado a castigarte, por rechazar lo que te pertenecía.
Tras aquella confesión, la familia no pudo ocultar su asombro al soltar gemidos de sorpresa y murmurar en completo desacuerdo.
Albert, se puso aún más rígido al tiempo que sus ojos mostraban un tono frío. Siendo una coraza que llevaba con él, más del tiempo debido.
-Bien –Respondió sin cariño alguno-. Por una vez, veo que el universo empieza a compartir mí punto de vista.
Su abuela, lo pilló desprevenido a él y a todos. Al soltar una carcajada, digna de una bruja en una noche como aquella.
-Te dije que eras idiota –Sus ojos brillaron con furia-. Nunca se esperaban, que fueras a rechazar un mundo que está vinculado a tú vida. Y no les ha gustado nada.
-No creo que mí condena, pueda ser aún peor que la qué cargo sobre mis hombros –Se burló empleando gran sarcasmo en sus palabras.
-Será una noche –Comenzó a revelar la mujer-. Hoy comienza … Tu cuerpo, se desvanecerá para pasar a un estado de energía.
-¡Qué!
Exclamaron todos los allí congregados. Pero su abuela, ignoró toda indignación y protesta, provenientes de sus seres queridos al seguir explicando el castigo.
-Serás llevado a ella –Allí sus ojos brillaron diferentes-. Conquístala, porque sino te perderás para siempre.
-¡No! –Corrió su madre junto a su abuela-. ¡No, Simona! –La agarró por los hombros y volvió a suplicar por su hijo-. Eso no.
-Yo no puedo hacer nada –La miró con dolor-, es cosa de él. 
-¡Pero sabes que él no hará nada! –Sollozó la mujer.
Albert, seguía quieto. Sin apartar la mirada del rostro de la mujer mayor. Asimilando aún, el castigo o maldición que le había sido concedido.
¿Qué era aquello? ¿Acaso, el universo le estaba concediendo la oportunidad de realizar un deseo oscuro, que tantas veces había deseado desde el fondo de su alma?
Morir, para no disfrutar del amor.
Porque realmente, no merecía ni un segundo más de vida si en ella iba a entrar su amor.
No se merecía aquel placer de la vida, cuando por su culpa una joven amiga, se había arrancado la suya al no ser aceptado su amor por él.
Todos le decían que no era culpa suya. Que aquella chica, no estaba bien mentalmente… Y él lo sabía, pero si hubiera quedado tal vez algún día con ella, llevarla de paseo, al cine, cualquier cosa… Tal vez, al no ver su indiferencia como la de todos, que no se habría quitado la vida.
Apenas era una joven, que comenzaba a vivir la vida. Solo tenía dieciséis años, mientras que él rondaba los veinte ocho años… Los padres de ésta, se estaban divorciando. Por ello, su pequeña vecina se hallaba en estado de depresión. Acabando derrotada, cuando el día que él cumplía años se le acercó a su casa con un regalo, confesando con timidez sus sentimientos por él.
Pero nuevamente, volvió a sufrir otro rechazo. Su pequeño corazón ya no aguantó que nadie más la quisiera. Era frágil. Algo, que él tenía que haber visto. Y puede, que la hubiese ayudado de alguna manera.
-¡Mamá! –Exclamó horrorizada una de sus sobrinas cuando comenzó a notar algo raro en su tío.
Él, se giró a mirarla. Para descubrir en su mirada un frío miedo. Girando sobre sí, paseó la vista por todos los demás, para hallar la misma expresión de terror.
Con el ceño fruncido, bajó la vista hacía así mismo para descubrir, que sus piernas se iban desvaneciendo en el aire.
El momento había llegado. 


Se sentía como si se acabara de despertar, después de una larga noche de sueño. Pero no era así, dado que recordaba a al perfección, todo lo ocurrido en casa de su abuela.
Y decía, lo ocurrido en casa de su abuela porque en aquel momento, ya no se hallaba allí.
No señor, aquel pequeño salón era la primera vez que lo veía.
Las paredes, eran blancas, con muebles del mismo color. Lo único, que daba un toque de color aquella habitación. Era el sofá color gris, con alegres cojines color malva. Que había junto a una chimenea con el fuego encendido.
Dio varias vueltas sobre sí mismo, atento a todo, pero no vio nada que le llamara la atención o que le resultara conocido. Como tampoco, escuchó ningún sonido proveniente de laguna otra habitación de la casa.
¿A quién pertenecía?
¿Era cierto, lo que Simona le había dicho? Iba a conocerla a ella, a su amor… Bueno, para ser más precisos ha quien tenía que ser su amor en un futuro. Solo que ahora, le habían quitado el futuro y lo habían convertido en demasiado próximo. Dándole un limitado plazo para conquistarla.
Perdido en sus pensamientos, no escuchó como la puerta del salón se habría dando paso a una joven con el cabello negro azabache por la cintura, llevando una taza y un libro en sus manos. Para detenerse a mirarlo con gran furia en sus ojos verdes esmeralda.
Dios, era bellísima.
-Lárgate de mí casa –Escupió sin miedo alguno, al tener en medio de su salón a un hombre desconocido.
-¿Perdona? –Preguntó sorprendido porque realmente, se había dirigido hacia él, como si ya lo conociera.
-¡Que te largues! –Volvió a ordenar con gran enfado, reanudando sus pasos para dirigirse al sofá. Donde se sentó, con las piernas cruzadas y apoyando en ellas el libro que antes llevaba en la mano.
-¿Me conoces? –Dio un paso hacia ella, achicando sus ojos en espera de su respuesta.
-No –Resopló la chica-. Y ni quiero hacerlo –Concretó con seriedad, dando un sorbo al contenido de su taza.
-Espero que entiendas mi confusión y sorpresa, al ver que no me lanzaras ninguna de las cosas que llevabas en las manos –Mostró una leve sonrisa en sus labios-, al hallarte a un desconocido en el salón de tú casa.
-No soy idiota –Volteó los ojos al techo, volviendo a bajar sus manos hasta sus piernas, con la taza en ellas-. Se que eres mí regalo de cumpleaños. Que has entrado por la puerta, porque la idiota de mi hermana te ha contratado para que me des un buen revolcón, por cumplir treinta años.
-Tu regalo de cumpleaños –Repitió primero algo confundido, para después echarse a reír, al ver que la chica estaba equivocada-. Creo que vas mal encaminada –Se atrevió a señalar con cierta diversión.
-No lo creo –Se rió-. Solo hay que mirarte. Eres un hombre alto, moreno y muy atractivo, con un cuerpo atlético… Vamos, todo un bomboncito. Precisamente, como a mí me gustan –Le guiñó un ojo divertida-. Pero dile a mí hermana, que no pienso practicar sexo y encima, pagando por él. No estoy tan necesitada.
Albert no pudo más y rompió en una dulce carcajada, captando aún más la atención de ella sobre él.
-No quiero que te sientas insultado –Se disculpó con sinceridad-. Creo que debes de ser un buen amante en la cama –Se mordió el labio un poco nerviosa, por lo que le estaba diciendo a un completo desconocido, en la noche de su cumpleaños y en su casa, vestida únicamente con un pijama que había visto mejores días-. Bueno, eso es lo que pienso con… -Calló completamente abochornada.
Pero él, no estaba para nada abochornado. Al revés, estaba completamente encantado con la joven que tenía delante, quien se suponía era su amor verdadero.
Comprendiendo por fin, la rabia de su abuela cuando dijo en alto, que rechazaba al amor de su vida.
Ella le pertenecía, como él a ella.
Desde el primer momento, se había sentido cómodo en su presencia. Volviendo a sonreír con calidez, después de tanto tiempo.
Aquella joven, era la que lo complementaba. No hacía falta cuestionar aquel dato, lo sabía con solo mirarla.
Y ella sin saberlo aún, también lo notaba. Aunque lo estuviera rechazando, su cuerpo no le mandaba aquellas señales.
Sentía un gran impulso por acercarse y acariciar su largo cabello, apostando a que sería suave como la seda. Y poder besar, aquellos carnosos labios que debían esconder un dulce placer.
Y también estaba seguro, que cuando la envolviera con sus brazos, sus cuerpos encajarían como las piezas en un puzle.
Lo reconocía. Él, también seguía con la tradición de su familia…
Se había enamorado, en menos de quince minutos de su futura esposa. 
-No me estas ofendiendo para nada –Confirmó Albert empleando un tono algo más ronco de lo habitual-. Tampoco me gusta ser un maldito pretencioso. Pero puedo asegurar, que no te equivocas en esa observación. Me gusta creer, que soy un buen amante, dado que me gusta satisfacer a la mujer que está conmigo. En ningún momento, actúo como un egoísta, dedicándome solo a satisfacer mí placer sexual.
Ella, después de aquellas palabras suyas dichas con tanta seguridad, aún se sintió más cohibida por hallarse sola con él en su casa.
-¿Te ha pagado ya mí hermana por tus servicios? –Preguntó carraspeando un poco.
Albert hizo un gesto negativo con su cabeza, pero con una sonrisa sexy en su rostro.
La chica, reclinándose hacia delante dejó la taza y el libro, en el suelo en un lado del sofá. Para ponerse en pie con cierta agitación y pasar por su lado sin rozarlo.
-Deja que coja mi cartera y te efectúe un pago por las molestias causadas, al venir aquí para nada al fin y al cabo –Habló con cierto nerviosismo por estar viviendo aquello, por culpa de su joven y alocada hermana.
-No debes pagarme nada –Indicó él, dando un par de pasos hacia ella-. Ya te avisé, que te hallas muy equivocada de la realidad –Volvió a exponer con una enigmática sonrisa.
Aquella vez, si que vio cierta confusión y desconfianza en la mirada y gestos, por parte de la joven.
-¿No tienes ninguna conexión con mi hermana? –Inquirió con cierto recelo.
Albert volvió a negar con un gesto de cabeza. Y ella, dio un paso atrás parando enfrente de la puerta del salón, para alzar su mano y agarrar el picaporte de ésta.
¡Mierda!
Pensó con gran fastidio, al ver que la cosa podía torcerse a partir de aquel momento, si no iba con cuidado.
-¿Vienes de parte de algún conocido mío? –Volvió a preguntar, aquella vez con cierto temblor en la voz y abriendo, de forma disimulada un poco la puerta, que al parecer conducía al resto de la casa.
Cogió aire, para expulsarlo con cierta fuerza al ver que le iba a resultar muy difícil, el que la chica no saliera corriendo a llamar a la policía.
¡Hurra por su abuela y sus malditos amigos! Masculló en silencio.
-No –Respondió serio-. Realmente, es un poco difícil de explicar –Comenzó con poca seguridad y dando un paso hacia ella.
-¿Cómo entraste en mí casa? –Demandó en un estado de alerta y cierto tono histérico.
Allí, Albert hizo una mueca con sus labios al tiempo que se hundía de hombros.
-Vaya, esa pregunta me va ha resultar un tanto difícil de explicártela, sin que tú…
-¡Quién eres!
Demandó con cierto chillido y algo de desesperación.
-Y esa, también te va ha resultar algo curiosa en un principio –Respondió no pudiendo evitar el reírse un poco por todo aquel lío.
-¡Fuera de mí casa!
Gritó a pleno pulmón, sorprendiendo al hombre al ver que blandía en sus manos un enorme paraguas, con una afilada punta de hierro.
Sí, precisamente aquello, es lo que había temido que podía acabar sucediendo en un principio.
Alzó sus manos al aire, para que viera que estaba libre de cualquier objeto amenazador. Y respiró con calma, para no sonar tosco.
-Puedes estar tranquila, que lo último que se me ocurriría, sería hacerte daño cariño.
¡Y vuelta a fastidiarla, al emplear aquel apelativo cariñoso! Que idiota, Albert.
La joven, ante aquello abrió los ojos como un cervatillo al notar peligro y alzando su brazo al aire, corrió hacia él para atizarle con la punta punzante del paraguas.
-¡AHRG! –Gritó como una guerrera en medio de un campo de batalla.
-¡No, espera! –Intentó detenerla él, alzando sus dos brazos hacia el frente.
Pero todo sucedió demasiado deprisa para los dos. Quedándose en silencio por un momento, y con expresión paralizada en sus rostros.
No se veían, se daban la espalda mutuamente. Algo, que técnicamente era imposible. Pero había ocurrido…
Ella, lo había atravesado como sí de una capa de niebla se tratara.
Otro punto negativo para él y su objetivo.
Aquello, debía de tratarse de una broma de muy mal gusto. Pensó con gran sarcasmo… ¿cómo iba ha conquistarla si no podía tener contacto físico con ella?
Lo máximo que había notado, era todo un cosquilleo por su cuerpo.
Realmente, aquellas mentes no se lo estaban poniendo nada fácil. Bien mirado, sí que resultaba un castigo.
-¡AH! –Chilló la joven con una reacción tardía, soltando el paraguas al suelo y girándose hacia él, con una expresión de terror en su rostro.
Se dio la vuelta, con calma para no asustarla más. Aunque no creía, que fuera posible aumentar más le medidor del miedo.
-Por favor –Habló con tono suave, casi melódico-. Cálmate, no voy hacerte daño. Lo digo en serio.
-¡Te atravesé! –Señaló incrédula-. Pude notarte. Fue algo… Raro –Dijo entrecerrando sus ojos, para observarlo más detenidamente-. Eres un fantasma. ¡Estas muerto!
Albert, soltó un quejido en protesta a aquella idiotez.
-¡Ni hablar! ¡No estoy muerto! –Señaló con gran firmeza.
-Creo que eres un espíritu de esos, que no aceptan el hecho de abandonar su vida aquí –Comenzó argumentar con gran agitación.
-¡Que no es eso! –Exclamó comenzando a impacientarse por todo lo que iba a complicarse aquello-. Malditas series de televisión…
Ella, se encogió levemente por su grito.
-Pues entonces, explícate… -Soltó con cierto enfurruñamiento, poniendo sus brazos en jarra.
La miró un momento con el ceño fruncido, para resoplar con cierto agobio, al no saber como se iba a tomar sus siguientes palabras.
-No estoy muerto –Aseguró nuevamente con las cejas fruncidas-. Estoy vivo, solo que no se si ahora mismo me hallo, en mí presente o en un futuro cercano…
-Sí, claro –Volteó ella los ojos-. Que yo sepa, en todos los libros y películas que he conocido. Uno, no es una especie de niebla andante, si no es que resulta estar muerto.
-¡Y dale! –Refunfuñó Albert con un gran resoplido-. Créeme, cuando te digo que no estoy muerto ¿Hoy qué es? –Preguntó tratando de dar un paso hacia ella.
-Halowen, mí cumpleaños… -Se alzó de hombros-. Pero no des ni un paso más, guapito –Se cruzó de brazos, alzando una ceja.
-Bien –asintió con la cabeza-, creo que estoy en mí presente y también el tuyo –Comenzó a explicar, pero ella lo interrumpió al soltar una corta carcajada.
-Yo te aseguro que sí –Paró de reír-. Mí taza de chocolate, no contiene nada raro. Pero tú –Meneó la cabeza negativa-. No se que habrás… 
-Nada –Gruñó molesto-. Absolutamente nada, salvo que enfadé a mí abuela y sus amigos, en el día de su cumpleaños.
Ésta juntó sus cejas, mostrando lo confundida que se hallaba ahora.
-No comprendo –Se mordió por un segundo el labio inferior-. ¿Qué pinta tú abuela? –Abrió sus ojos de sopetón-. ¡No te habrás escapado de un psiquiátrico! –Cuestionó dando un paso atrás.
Albert, volvió a gruñir en una muestra de su estado exasperado, girándose y yendo a sentarse en el sofá.
¡Vaya! Se detuvo un momento para observarse, al menos podía sentarse… No atravesaba los objetos.
-No –Alzó la mirada hacia ella.- Y espero, que realmente mí aspecto no te infunda esa inquietud.
Silencio, mientras ella lo miraba detenidamente con la cabeza algo ladeada hacia la derecha.
-No se que responderte –rió seguidamente, mostrando cuan nerviosa se hallaba-. Dado que realmente me has infundido una gran mezcla de sentimientos, en un tiempo récord –Hizo un puchero con sus labios-. Algo, que no creo que sea muy bueno para mí sistema nervioso.
Albert sonrió, ante aquella conjetura.
-Yo solo quiero, que me escuches –Pidió con tono de súplica-. Pidiéndote, que cuando te explique mí presencia, no hagas nada raro…
Su mirada era fija, cargada de ternura. Algo que la estaba poniendo nerviosa.
Bueno, a decir verdad, desde que lo había sorprendido en medio de su salón. Su estado de ánimo, había vuelto a resurgir de forma brutal. Notando como todas sus terminaciones nerviosas, burbujeaban de deseo.
Un deseo dirigido únicamente a él.
Algo, que llevaba mucho tiempo sin sentir y que echaba de menos.
Pero entristeciéndose un poco al principio, cuando comprendió que era imposible. Dado que se trataba de un hombre de compañía. Que su hermana en un loco impulso, había pagado para su uso, en su noche de cumpleaños, ya que no quería salir a celebrarlo con ella y sus amigas.
Que lástima, que una vez que volvía a sentirse viva a causa de un hombre sexy, como lo era él. No fuera apto para ella y sus planes de futuro.
Ella, solo quería conocer a alguien serio. Que quisiera tratar de tener una vida normal, junto a ella. Nada de locos que solo querían divertirse entre las sábanas, sin ninguna responsabilidad fuera de ellas.
¿Tan difícil era, el encontrar a alguien que creyera en el matrimonio, como lo hacia ella?
-Aunque te parezca una locura –Volvió hablar el bomboncito, sacándola de sus conjeturas-. Han acelerado mí vida sentimental a una noche. Para ser precisos, a ésta noche.
Su suave voz ronca, la tenía completamente hipnotizada. Haciendo que estuviera callada, siendo toda oídos mientras se emborrachaba de él.
-Por renegar del amor, en un momento algo gris de mí vida, que se me ha castigado –Calló un instante por si ella, quería intervenir. Pero no fue así, al permanecer con sus labios sellados y observándolo con atención-.  Debo indicar, que mí familia es algo peculiar respecto al matrimonio –Se pasó la mano por la nuca como acto nervioso-. Reconocemos al amor de nuestras vidas, casi justamente al instante de toparnos con él.
Vio como ella soltaba un suspiro, ante una confesión tan romántica.
-Y además, hay que sumar a mí abuela a esa ecuación, con un toque especial –Cogió aire con profundidad-. Ella, por castigo ante una actitud no permitida para mi familia, me soltó como una especie de encantamiento.
-¿Cómo? –Despertó de la hipnotización de su voz, moviendo de forma repetida su cabeza de lado a lado-. ¿Dijiste encantamiento?
Albert asintió con la cabeza, alerta a cualquier reacción en ella.
-Espera… -Rió algo crispada, moviéndose un poco hacia otro punto del salón-. Acaso me crees idiota –Expuso con actitud enérgica.
-Por favor –Suplicó-. Déjame acabar…
-Pero es que eso resulta algo… -Calló, para coger aire-. Me estáis tomando el pelo.
-No –Se puso en pie Albert-. Estoy hablando con toda la sinceridad de mí alma –Expulsó el aire contenido-. Tú misma, lo comprobaste hace un momento al atravesarme.
Consiguió callarla y volver a captar su atención.
-Me condujeron a conquistar en una sola noche, a quien se supone  que en un futuro iba conocer. Llegando a convertirla en mí esposa… Si no lo logro, toda mi existencia se evaporará en el universo.
Ya está, lo había dicho.
Se había desnudado con sinceridad ante ella, dejando todo su futuro en manos de aquella joven. Algo, que jamás se habría visto capaz de hacer. Pero que con ella, así lo sentía.
Una fuerte energía que los envolvía con una capa de compenetración, que lo tenía sediento de deseo por poder tocarla, hacerla suya…
-¡Esposa!
Soltó en un chillido histérico, antes de romper en una nueva carcajada. Y sorprenderlo, al arrancar en un movimiento veloz hacia la puerta del salón, para abrirla y desaparecer tras ella. Dando unos segundos después, un portazo que correspondía de forma obvia a la puerta principal.
¡Genial!
La había espantado, causando que corriera despavorida lejos de él.
Iba a dar un paso hacia la salida, cuando notó como un calor por sus piernas. Bajó su mirada preocupado hacia ellas, para descubrir que por segunda vez aquella noche, se estaba desvaneciendo de forma muy lenta.
¿Era aquello su final?
Pensó con gran dolor en su corazón, al perderla cuando ni siquiera la había tenido. 



Corrió con todas sus fuerzas, lejos de su casa y lejos de él. Creyendo al principio, que lo hacia sin rumbo alguno. Pero unos minutos después, se hallaba a pocas manzanas de su casa. En el barrio, donde vivía su hermana.
Y aquel, era su bloque.
Detuvo sus piernas, para comenzar a recuperar el aliento y detener así su corazón. Quien corría completamente desbocado y no solo por causa de la carrera, que se había dado en las oscuras calles. Donde todo el mundo comenzaba a salir disfrazado, para festejar aquella especial fecha.
No quería pensar…
¡Qué demonios! Lo que no quería, era recordar.
Lo creía. Reconoció en silencio, casi acomodando sus pulsaciones a la normalidad.
Creía en él y creía en sus sentimientos. Pero se había asustado.
Todo venía, desde cuando ella era una cría feliz que leía montones de historias fantásticas con un toque romántico. Siendo infundado aquel sentimiento por su abuela, quien hacia unos años los había abandonado.
Ella, había sido la causante en que creyera en el amor y en un felices, para siempre. Animándola a convertirse en un ratón de biblioteca, para que alimentara sus esperanzas en creer que todo era posible.
Su frase favorita, era que sí se creía con fuerza, podía hacerse realidad.
Ya en su adolescencia, una tarde que iba paseando por el parque con un libro de amor entre sus manos, se topó con una mujer con un brillo especial en su mirada.
Cuando se agachó para recoger el libro del suelo, escuchó como la mujer repetía en voz alta el título.
Al alzarse, sus miradas volvieron a cruzarse. Y fue cuando ella le habló con tono risueño.
“Conocerás a tú alma gemela en la noche de tu cumpleaños. Solo espero que llegues a creer, que él es tú felices para siempre”
Después, le guiñó un ojo y se alejó a un paso ligero.
Fueron muchos los días, que estuvo rondando aquel encuentro por su cabeza, sin llegar a contárselo nunca a nadie. Y tal vez, por su abuela o por el brillo especial que había visto en aquellos ojos, que creyó en ello por mucho tiempo.
Pero unos años atrás, se cansó y dejó de creer en la magia y en el amor. Regañándose así misma, por ser tan estúpida a lo largo de su vida…
Y ahora, en la noche de su cumpleaños. Aparecía él.
-¡Zaida!
Exclamó su hermana pequeña sorprendida, en compañía de sus amigas, al aparecer en las escaleras del bloque de pisos en donde vivía.
-Que alegría, al final has decidido salir ésta noche –Habló con tono alegre, corriendo escaleras abajo para abrazarla y besarla en ambas mejillas.- Pero así no te vienes –Expuso al examinar la vestimenta de la chica-. Venga, vamos ha cambiarte arriba –Dijo arrastrándola junto con las demás chicas, hacia el interior del portal-. Hoy, vas a pasártelo genial y conocerás  amontones de chicos guapos, que…
-¡No!
Exclamó despertando de su estupor y soltándose del agarre, al dar un fuerte tirón de sus brazos para quedar libre.
-No.
Volvió a repetir en un pequeño aliento, causando que el grupo de chicas la miraran algo extrañadas.
-¿Qué te ocurre? –Preguntó preocupada su hermana, dando un paso hacia ella.
-Debo irme –Confesó empezando a coger confianza en sí misma-. Yo… -Sonrió feliz-. Él me espera… En realidad, yo también lo he esperado a él… ¡Adiós!

Se despidió del grupo, volviendo a emprender la carrera hacia su casa. Hacia su salón, donde esperaba que él estuviera. 



Negándose a que aquello acabara así, puso toda su concentración a trabajar, para que luchara contra aquella magia que se lo estaba llevando.
No aceptaba el abandonar el mundo y menos a ella.
Todo había sido un berrinche suyo, por no aceptar que a veces, habían destinos menos afortunados para algunos.
Y él, no había tenido culpa de la corta vida de aquella joven.
Pero era tarde. Ahora, iba a recibir lo que había pedido.
No vivir su historia de amor.
El ruido de una puerta cerrarse, hizo que alejara su mente de sus penas. Prestando suma atención a la puerta del salón.
Intentando albergar algo de esperanza y magia.

¿Y si llegaba tarde?
Pensó cogiendo aliento, cuando su mano derecha agarró el picaporte de la puerta del salón, para girarla de un solo movimiento y  empujar con cierto ímpetu.
¡OH, no!
Él estaba allí, pero apenas podía verlo. Su cuerpo, estaba desapareciendo tornándose de una tonalidad casi transparente.
Sus ojos se encontraron.

Los de él, sonriendo por ver que había vuelto y los de ella, comenzando a soltar lágrimas, al ver que era tarde.
 -Gracias por creer en mí –Sonrió en un susurro Albert.
-¡Quédate por favor! –Sollozó Zaida, en un fuerte gemido al impulsar a sus piernas, a correr junto a él, para lanzarse a sus brazos.
En ningún momento, se detuvo a pensar que el abrazarlo era cosa imposible. No ahora, que creía en él…
Tal vez fuera por ello, por creer en su amor y en la magia. Que pudo rodearle el cuello con sus brazos y sentir, como él la cogía por la cintura con sus manos.
Sus miradas, habían estado conectadas en todo momento desde que ella había vuelto. Transmitiéndose ahora, más de mil mensajes justo antes de cerrarlas, para unir sus labios en un beso  que los envolvió en una nube de calor y color brillante. Llenando sus corazones de una sensación de paz y calidez.
Para un instante después, despertarse sola en el sofá del salón  de su casa, confusa por no entender qué había ocurrido.
¿Había sido todo un sueño por ser la fecha que era y volver a leer después de tantos años, aquel mismo libro que se había llevado al parque cuando se topó con aquella misteriosa mujer?
Seguro que su subconsciente había tenido mucho que ver, con el estado bajo de ánimos que arrastraba, por ser su cumpleaños y hallarse sola en su casa, sin conocer por un año más, a su alma gemela.
Miró el reloj de pulsera, para ver que eran las tres de la madrugada. Mejor, se iba a la cama y se dejaba de tonterías.


El Lunes, Albert llegaba a su oficina aún con una sensación extraña en el cuerpo, que arrastraba desde que se había despertado el domingo, recordando el sueño que había tenido resultando  éste, un tanto peculiar.
Al ver que nadie de la familia, se había puesto en contacto con él. Le confirmaba, que por muy real que le hubiera parecido, todo había sido solo un sueño.
Ahora, en cuanto se pusiera  a trabajar. Estaba seguro, que expulsaría toda aquella película de su mente y de su cuerpo.
No era nada más, que una jugarreta de su más profundo subconsciente. Recordándole, algo que anhelaba y que sabía que no iba ha tener.
Dejó sus cosas encima de su escritorio, cuando dos golpes en la puerta le avisaron, de que Margot de recursos humanos, llegaba con la sustituta de Ashley.
-Adelante –Ordenó tajante en un gruñido, aún enfadado por el sueño que había tenido. Sin poder quitarse de encima, aquel cabello color azabache que envolvía unos preciosos ojos verdes color esmeralda.
La puerta se abrió, dando paso a la mujer mayor acompañada por una joven delgada, medio oculta tras su espalda.
-Te traigo a Zaida –Habló alegre-. Tu nueva secretaria temporal –La agarró del brazo para empujarla al interior del despacho-. Aquí os dejo, hasta luego.
-Hola –Saludó la chica mirándolo algo confusa, con sus ojos verdes esmeralda.
-Hola… -Respondió él, anonadado al comprender que no se había tratado de un sueño. Realmente había tenido una oportunidad, para no arruinar su vida.
-¿Nos conocemos? –Preguntó de repente ella, con el ceño fruncido.
-No te lo vas a creer, pero sí –Respondió él, mostrando después de tanto tiempo una sonrisa llena de amor.


                                                                        FIN 


13 comentarios:

  1. OHHHHHHHH PRECIOSA HISTORIA! Mágica! y me venía bien un poco de magia y creer. Me ha encantado mi brujis, como no podía ser de otra manera.
    Y adoro a Simona! y a toda esa familia tan particular...ehhhhhh...no se te ocurren otras historias de esa familia...o algún epílogo, porque me ha sabido a poco, pero me ha encantado!!!
    Besos miles y felices 1000 días mediana!

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    Respuestas
    1. Estabas aburrida con el tenedor, verdad? Ya tenias que ir pinchándome un poquito...
      Ale, la esther que esta aburrida.... Toma, un epílogo....

      Como le digo a la enana.... Corre, corre....

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    2. Jajaja!! Sólo fue un comentario inocente. ¿Y quién es que a lo largo de muchas historias ha pinchado con pedidos de continuaciones de historias de hijos, hermanos etc? No me hagas revolver el archivo...y más respeto por favor...Y SI ESTAS ABURRIDA, YA SABES.....esperamos más

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  2. Pues tienes razon, Nata. Esta historia necesita mas.
    Me ha encantado. Gracias por estas historias llenas de magia y amor.
    Muchos besos.

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  3. No podia ser menos contigo brujita, una historia muy tuya con tu sello personal... felices mil diassssss me encanto

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  4. No soy muy fan de la magia pero me ha gustado esta historia Esther, muy linda aunque me habría gustado ver más de ellos juntos, un epílogo como bien lo ha dicho Nata. Abrazos!!

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  5. aaahhh!!! Que historia tan bonita, me encanto justamente con mi estado de animo, aunque ami tambien me hubiera gustado un poco mas de ellos, gracias EJ por compartirla

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  6. Están todas con el periodo acaso? Se bebieron una botella entera de vino?

    No, ya se... Se apuntan rápidamente a los bombardeos de solicitudes chinchonas, impartidas por esas dos locas que dirigen este lugar...

    Grrrrr.... Pues nopi!!!! lo siento mucho, pero no me apunto más a la libreta de cuentos y novelas para hacer. No me caben mas!!!!

    jajajajajajaja

    Y ésta fue estresante, en dos días hacerla (en un total de seis horas)... Sí ,que era más larga en mi mente. Pero el reloj corría...

    Así que... O consiguen unas 20 peticiones!!!! DIFERENTES cada una de ellas, o no haré algo...

    juas juas juas....

    No se enfaden, plis. Solo que alguna vez, tenía que sacar mi venilla de bruja. No dicen las dos preciosas que soy brujilla, pos ale!!!!

    Lero, lero... os saco la lengua. Se que gano!!!! jajajja

    Me voy a escribir Noches en el Balcón y Algo de Janna, que las tengo abandonadas!!!!!


    Besitos a todas las bellas chicas que siguen el lugar, sin volverse locas!!!

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  7. PD: Muchas gracias, por decirme que os gustó!!!!!

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  8. Ya tenemos 5 peticiones...15 más...vamos vamos a colaborar chicas!!! A animarse con los comentarios y los pedidos!!

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    Respuestas
    1. tu!!! Bicho entrometido!!!!!

      Vete a comer un poco de chocolate y déjame tranquila!!!!
      Maldita boli rojo!!!!

      juas juas!!!!!

      No lo vas ha conseguir!!!! juas juas...

      Ya fui sobre seguro!!!! Papanatas!!!!

      Besitos!!!!

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  9. Wow E.J me tenías muy intrigada, emocionada y muerta de risa imaginando tales escenas.... que gran historia, ya decía yo que hacía falta algo de magia y supersticiones... me gusto mucho, mucho.

    Lari

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  10. Mágica esa historia E.J.
    Me sumo a la lista de peticiones, vendría bien un poco más, nos dejas encantadas y tienes mucha magia para más!!
    Pero bueno no me atrevo a presionar... Aun espero y sigo antojada de la continuación de no dar por sentada una cita a ciegas :) Dicen que la esperanza es lo ultimo que se pierde...
    Un abrazo E.J, gracias por sacarme otra sonrisa y dejarme una buena sensación con esta historia... Parece que tienen razón... Algo de bruja tendrás... Oops...

    Lu

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