Por mucho
que tuviera trabajo acumulado, aquella noche, como la de todos los años de su
vida desde que era pequeño. Lo abandonaba todo para acudir a casa de su abuela.
Aquella era
la noche de haloween, con las historias de miedo que contaba la mujer. Sus
sobrinos, iban encantados por mucho que ya fueran unos adolescentes.
Había que
decir, que su querida abuela Simona, no era una mujer de setenta años muy
normal. Para empezar, tenía aún una vitalidad increíble. Y desde siempre, había
sido especial... ¿Cómo decirlo?
Creía en la
magia del universo y la naturaleza. Y siempre decía, que nunca había que dejar
de creer en las cosas. Uno tenía que hacerse adulto, porque era ley de vida.
Pero tenía que procurar siempre que en su corazón tenía que anidar la inocencia
de un niño.
Había que
creer en las hadas, las brujas, los duendes... Y los monstruos dentro del
armario. No había nada de malo por hacerlo aún a tus treinta años.
Y todos los
que la conocían, la respetaban a ella y lo que decía. Nadie ponía en duda sus
palabras. Confiaban en ella, en su intuición y su sabiduría con las plantas,
para los pequeños males.
Miró el
reloj que tenía sobre el escritorio de su oficina, comprobando que solo quedaba
media hora para el comienzo de la cena. Debía de apresurarse, sino quería
llegar tarde al cumpleaños de ella y recibir una buena reprimenda.
Apagó el
ordenador, para ponerse en pie y acercarse al perchero a coger su abrigo. Cuando al abrir la puerta, se sorprendió de
encontrarse a Ashley, ordenando unas carpetas. No pudo evitar el sonreír ante
la dedicación de su secretaria.
-¿Aún te
hallas aquí Ash? -Renegó un poco.
La chica
dejó lo que estaba haciendo para enderezar
la espalda con los brazos en jarra. Y hablarle con tono cansado.
-Sí
-Resopló-. El Lunes, viene la chica que
me va ha sustituir y quiero tenerlo todo listo.
-Querida
Ashley -Sonrió-. Solo van a ser tres meses -Se encogió de hombros, para
restarle importancia-. Todo va a ir bien.
Se acercó a
ella, para agarrarla de los hombros con cariño y alejarla del escritorio.
-Como no te
vayas a casa -Empleó un tono burlón-, estoy seguro de que tú marido me mata por
dejarte estar un sábado en la oficina trabajando hasta tan tarde, cuando
prácticamente te queda una semana para salir de cuentas.
Ashley
sonrió, aceptando que era tarde y tenía que descansar. Cogió su abrigo y el bolso, para dirigirse al
ascensor con su jefe. Quien al enterarse que iba ha coger un taxi, la obligó a
bajar hasta el parquin y subirse en su coche. No sin abandonar la idea de soltarle
una reprimenda.
-¿Cómo es qué
viniste a la oficina en autobús? –Señaló molesto-. Haberme llamado para que te
fuera a buscar. Sabes que lo habría
hecho encantado.
-No quería
resultar una molestia -Suspiró-. Y vine en autobús, porque ya no entro tras un
volante -Rió feliz, acariciándose la barriga.
-No tenía
que haber aceptado tu ofrecimiento de venir hoy sábado y menos, a trabajar
hasta que tú te hallaras cómoda con tu enorme barriga -Soltó un pequeño gruñido-.
Has aguantado todo el embarazo.
Dijo renegando,
encendiendo el vehículo para comenzar a conducirlo en dirección a la salida.
-No me seas
igual de pesado que Víctor -Gruñó aquella vez ella, girándose a mirarlo con
cierto enfado-. Solo estoy embarazada, no enferma...
Albert solo
supo soltar una risa algo tosca, tras girarse a mirarla por un momento, antes de
introducirse en la circulación de la carretera.
-¡Pero tu te
has visto en un espejo! -Recriminó-. Tienes una enorme barriga. Y apuesto que
no puedes ponerte tu sola las medias o calcetines -Volvió a gruñir-. No me
explico como tu marido ha sido tan inconsciente de dejarte salir hoy de casa
para trabajar.
Ante aquella
crítica, Ashley se quedó callada mirando por la ventanilla del vehículo las
calles de personas disfrazadas, listas para disfrutar aquella noche.
-¿Ashley?
Se giró a
mirarla con el ceño ligeramente fruncido, al verla tan callada. Cosa poco habitual en ella.
-Te estoy
hablando... -Soltó con cierto mosqueo, al comenzar a sospechar que su
secretaria y amiga, se estaba callando algo importante.
Ella, se
giró a mirarlo por un segundo. Pues en verdad, no le aguantó por más tiempo la
mirada. Y comprobando que al desviar su rostro, lo hacía mordiéndose el labio
inferior. Era un gesto claro de nerviosismo.
-Ashley…
-Volvió a repetir su nombre, con cierta impaciencia.
-En verdad,
se supone que ésta semana no tendría que estar trabajando –Confesó con cierto
temor a que Albert, se girara a gritarle.
-¡Que tú
qué! –Exclamó deteniéndose en un semáforo en rojo, completamente en seco.
Logrando recibir algún que otro pitido del coche de atrás, al hacerlo a cinco
metros del lugar indicado.
-Victor, ha
tenido que irse de viaje a Washington por una operación delicada que tenían que
hacer, y le han pedido su ayuda… -Explicó de carrerilla con los ojos medio
cerrados-. Le prometí que haría reposo para no estar bajo ningún stress, para
que el parto no se me adelantara…
En los ojos
del hombre, solo se vislumbraba el brillo de furia.
-¡Joder Ash,
la has hecho bien buena! –Estalló reanudando la marcha, al cambiar el semáforo de
color-. Te imaginas, si te pones de parto en la oficina. Tú marido me mata, por
pensar que te obligué a trabajar hasta el último momento.
Ashley, se
cruzó de brazos con los labios fruncidos por la reprimenda que le estaba dando
éste.
-Si me quedo
sola en casa, sin nada que hacer me estreso aún más –Protestó en su defensa.
Ante aquella
pobre excusa, él solo supo reírse de ella, al tiempo que accionaba el
intermitente para girar en la siguiente esquina.
-Eso son
tonterías –Dijo entre dientes-. Y estoy muy decepcionado por éste engaño. Además,
pienso informar de ello a tu marido.
-¡Qué! –Soltó
un chillido agudo, mostrando total desacuerdo.
-Y pasado
mañana, ni se te ocurra presentarte a la oficina –Continuó con tono duro.
-Pero…
Fue a
protestar, teniendo que callarse al ver como él la miraba furioso.
-Me las
arreglaré como sea. Estoy completamente seguro, que todo se halla adecuado para
la sustituta.
Ella volvió a intentar decir algo, al abrir
sus labios. Pero en segundo, éstos volvían hallarse cerrados.
-Cuando
surja algún problema, que no vea solución por ninguna parte, prometo ponerme en
contacto contigo –Dio como alternativa.
-Se que no
lo harás –Gimió en un quejido de fastidio.
-Prometo
llamarte todos los días y, darte un informe de tu sustituta –Señaló como
tregua, con una sonrisa en sus labios, logrando que ella también lo hiciera.
Ashely soltó
un suspiro derrotada.
-Es lo único
que voy a obtener ¿Verdad?
-Sí –Rió,
tras dar su escueta respuesta.
-Muy bien –Aceptó,
mostrando seguidamente una sonrisa pícara, al tiempo que alzaba una ceja-. Con
la condición, de que me lleves al cumpleaños de tú abuela.
Aquella vez,
al hombre se le escapó una sonora carcajada por su atrevimiento.
-Ni hablar –Negó
con un movimiento de cabeza-. Tienes que descansar. Y precisamente hoy en casa
de mi abuela, no lograrás hacerlo.
-Entonces no
hay trato –Soltó con cierto tono de retintín.
-Por lo
menos, vamos a ser unas treinta personas como bien sabes –Comenzó a protestar-.
Con niños corriendo por todos lados, por no decir sus gritos y…
-Albert –Le puso
una mano en su brazo al tiempo que le sonreía con cariño-, Se lo que es el
cumpleaños en casa de tú abuela. Te recuerdo, que fui al del año pasado –Rió divertida-.
Fue increíble y me encanta tú abuela.
-No vas a
poder estar relajada –Intentó señalar, con tono no muy convencido de sus
ordenes.
-Estaré bien
–Suspiró-. Míralo de ésta manera – se alzó de hombros-. Si me pongo de parto,
no lo haré sola en mí casa.
Acertó con
sus palabras.
Al momento,
su jefe cambiaba de rumbo, conduciéndola hacia las afueras de la ciudad.
-Me alegra
poder asistir nuevamente. Se que voy a disfrutar un montón –Juntó las palmas de
su mano, con un brillo de diversión en sus ojos-. Podré ver a quien le toca
éste año, que Simona le acierte su destino.
-Dios –Se quejó
con cierta frustración-. No vas a sentarte en un rincón a estar relajada.
-Que sí,
tonto –Le guiñó un ojo-. Es solo que me siento muy excitada. El año pasado, me
llevaste y me tocó a mí por sorpresa de todos –Soltó una carcajada-.Te acuerdas
de la cara que pusimos los dos, cuando me dijo que éste año iba a casarme y ser
madre…
Los dos
soltaron fuertes carcajadas por los recuerdos.
-Sí,
recuerdo como toda mi familia me miró de forma acusadora, pro si me había
acostado contigo y te hallabas embarazada –Dijo riéndose.
-Sí –Soltó una
carcajada, limpiándose las lagrimas que fluían de sus ojos-. Y tú padre, ya iba
en busca de la vieja escopeta colgada en la pared.
-Ni me lo
recuerdes –Dijo cogiendo aire-. Suerte que no estamos en las vegas, porque no
nos habría dado tiempo a explicarnos.
-Me gustaría
que éste año, fueras tú. En serio.
Soltó de
sopetón, causando que el hombre abandonara toda risa de su rostro, para mirar
al frente serio.
-El amor, no
tiene cabida en mi vida –Respondió con cierto tono amargo y girando el volante
hacia la izquierda, en una gran avenida arbolada por grandes sauces, donde
predominaban un montón de grandes casas estilo inglés.
Y en la
tercera casa del final de la avenida, Albert detuvo el coche.
-Yo no estoy
del todo de acuerdo –Dijo Ashley, abriendo la puerta con tono risueño.
Albert, se
bajó también y caminó hacia ella para agarrarla por la cintura con cariño.
-Lo que me preocupa ahora, es que no me maten por
traerte aquí en tú estado –Gimió en una protesta.
-Tonterías –Rió
la chica divertida, restándole importancia a lo dicho.
***
Aquella vez,
había ido de maravilla que el cumpleaños cayera en viernes. Eran la una de la
madrugada y nadie quería abandonar el lugar. Aún esperaban la predicción de
aquel año.
Menos él.
Quería
marcharse ya a su piso. Notaba como cierta inquietud, burbujeaba en alguna
parte de su interior.
¿Tal vez en su estomago? ¿Ho era su corazón?
Donde fuera,
le importaba un comino. Solo quería que despareciera, no tenía ganas de
detenerse analizarlo. Había algo en el ambiente aquella vez, que no le dejaba
disfrutar de la velada como siempre había hecho.
Agarró su
copa de cava medio vacía y de un solo movimiento, la apuró entera. Fue
entonces, cuando lo supo.
Su querida
abuela, lo estaba mirando fijamente desde un sillón al lado de la chimenea. Y
su mirada, tenía aquel brillo especial.
Sabía que le
estaba pidiendo que se acercara a ella. Pero no podía, él no…
Movió su
cabeza con gesto negativo y mirada de súplica, hacia la mujer mayor. Antes de
ponerse en pie.
Tenía que
alejarse de allí y de ella, lo antes posible.
Pero cuando
estaba a punto de cruzar la puerta del salón, frenó en seco al recordar que no
había venido solo.
Ashley también
estaba allí. Y en el estado en que se hallaba, no iba a ser tan rápida como una
gacela, para salir de aquella casa.
-Huyendo,
solo vas a traer desgracia a ti –Habló su abuela cerca de él.
Se giró
sorprendido a mirarla, pues no había observado que ésta se hubiera levantado y
menos, caminado tan rápido.
Pero al
parecer, había sido el único. Porque toda su familia estaba pendiente de ellos
dos, incluyendo a Ashley que lo miraba con el ceño fruncido.
-Por mí
culpa, hay una familia que ya lo es –Soltó con tono amargo-. No me merezco lo
que hayas visto –Cogió aire un segundo y con cierto odio, soltó las siguientes
palabras sabiendo que iba a decepcionar a la mujer que más admiraba-. Reniego
de mí bonito destino.
-¡Que hay
qué hacer, para que veas que no fue tu culpa aquella fatídica desgracia! –Sollozó
su madre dolida desde donde estaba, al ver que su hijo rechazaba a conocer la
felicidad.
-Pero tal
vez, si hubiera hecho caso –suspiró-. Ella, estaría viva y feliz.
-Y tú serías
un amargado –Volvió a reprocharle su madre.
-Lo mismo
que ahora ¿No? –Soltó con cierta sonrisa irónica en su expresión y alzando un
momento sus anchos hombros.
Enfadada por
aquella negatividad, Simona dio un paso más hasta posicionarse enfrente de él.
Sus miradas estuvieron cruzadas por unos segundos en un tenso silencio.
Después, para sorpresa de todos la mujer alzó su mano derecha y la condujo
hacia la frente de él, para darle un ligero golpe. Al tiempo que pronunciaba algo
rápido en un siseo.
No se esperaba
aquello, después de haberle dicho claramente que no lo quería. Por ello, que
había reaccionado demasiado tarde en alzar su propia mano, para apartar la de
su abuela.
-¿Qué has
hecho?
Demandó completamente
pactado por la acción de la mujer, en una habitación repleta de familiares que
se hallaban conteniendo el aliento, por lo que acababa de ocurrir ante sus
narices.
Menos
Simona, quien lo miraba con enfado alzando su pequeña nariz respingona.
-Lo que
debía –Afirmó con tono tajante.
El mismo que emplea el más mayor y sabio, de
cualquier clan que hubiera en el universo.
El rostro de
Albert, se ensombreció a causa de la furia que estaba creciendo en su interior.
Dando un paso al frente, con los puños blancos por la fuerza que estaba
haciendo.
-Deshazlo.
Gruñó en una
orden, sin ninguna súplica en su tono de voz o mirada.
-No –Respondió
Simona, cruzándose de brazos y alzando aún más su barbilla.
-¡Pues
pienso resistirme con todas mis fuerzas! –Vociferó en el rostro de la mujer
mayor-. Mando yo sobre mí vida, ni tú, ni la magia, ni el destino tenéis
derecho alguno a moverme sobre vuestros antojos.
-¡Eres un
idiota!
Exclamó
Simona, el insulto con gran dolor en la voz. Mirando un momento a toda su
familia, para después volver a posar la mirada vidriosa en su nieto.
-Lo has
arruinado todo –Dijo con tono triste-. Me han obligado a castigarte, por
rechazar lo que te pertenecía.
Tras aquella
confesión, la familia no pudo ocultar su asombro al soltar gemidos de sorpresa
y murmurar en completo desacuerdo.
Albert, se
puso aún más rígido al tiempo que sus ojos mostraban un tono frío. Siendo una
coraza que llevaba con él, más del tiempo debido.
-Bien –Respondió
sin cariño alguno-. Por una vez, veo que el universo empieza a compartir mí
punto de vista.
Su abuela,
lo pilló desprevenido a él y a todos. Al soltar una carcajada, digna de una
bruja en una noche como aquella.
-Te dije que
eras idiota –Sus ojos brillaron con furia-. Nunca se esperaban, que fueras a
rechazar un mundo que está vinculado a tú vida. Y no les ha gustado nada.
-No creo que
mí condena, pueda ser aún peor que la qué cargo sobre mis hombros –Se burló
empleando gran sarcasmo en sus palabras.
-Será una noche –Comenzó a revelar la mujer-. Hoy comienza … Tu cuerpo, se
desvanecerá para pasar a un estado de energía.
-¡Qué!
Exclamaron
todos los allí congregados. Pero su abuela, ignoró toda indignación y protesta,
provenientes de sus seres queridos al seguir explicando el castigo.
-Serás
llevado a ella –Allí sus ojos brillaron diferentes-. Conquístala, porque sino
te perderás para siempre.
-¡No! –Corrió
su madre junto a su abuela-. ¡No, Simona! –La agarró por los hombros y volvió a
suplicar por su hijo-. Eso no.
-Yo no puedo
hacer nada –La miró con dolor-, es cosa de él.
-¡Pero sabes
que él no hará nada! –Sollozó la mujer.
Albert,
seguía quieto. Sin apartar la mirada del rostro de la mujer mayor. Asimilando
aún, el castigo o maldición que le había sido concedido.
¿Qué era
aquello? ¿Acaso, el universo le estaba concediendo la oportunidad de realizar
un deseo oscuro, que tantas veces había deseado desde el fondo de su alma?
Morir, para
no disfrutar del amor.
Porque
realmente, no merecía ni un segundo más de vida si en ella iba a entrar su
amor.
No se
merecía aquel placer de la vida, cuando por su culpa una joven amiga, se había
arrancado la suya al no ser aceptado su amor por él.
Todos le
decían que no era culpa suya. Que aquella chica, no estaba bien mentalmente… Y
él lo sabía, pero si hubiera quedado tal vez algún día con ella, llevarla de
paseo, al cine, cualquier cosa… Tal vez, al no ver su indiferencia como la de
todos, que no se habría quitado la vida.
Apenas era
una joven, que comenzaba a vivir la vida. Solo tenía dieciséis años, mientras
que él rondaba los veinte ocho años… Los padres de ésta, se estaban
divorciando. Por ello, su pequeña vecina se hallaba en estado de depresión.
Acabando derrotada, cuando el día que él cumplía años se le acercó a su casa
con un regalo, confesando con timidez sus sentimientos por él.
Pero
nuevamente, volvió a sufrir otro rechazo. Su pequeño corazón ya no aguantó que
nadie más la quisiera. Era frágil. Algo, que él tenía que haber visto. Y puede,
que la hubiese ayudado de alguna manera.
-¡Mamá! –Exclamó
horrorizada una de sus sobrinas cuando comenzó a notar algo raro en su tío.
Él, se giró
a mirarla. Para descubrir en su mirada un frío miedo. Girando sobre sí, paseó
la vista por todos los demás, para hallar la misma expresión de terror.
Con el ceño
fruncido, bajó la vista hacía así mismo para descubrir, que sus piernas se iban
desvaneciendo en el aire.
El momento
había llegado.
Se sentía
como si se acabara de despertar, después de una larga noche de sueño. Pero no
era así, dado que recordaba a al perfección, todo lo ocurrido en casa de su
abuela.
Y decía, lo
ocurrido en casa de su abuela porque en aquel momento, ya no se hallaba allí.
No señor,
aquel pequeño salón era la primera vez que lo veía.
Las paredes,
eran blancas, con muebles del mismo color. Lo único, que daba un toque de color
aquella habitación. Era el sofá color gris, con alegres cojines color malva. Que
había junto a una chimenea con el fuego encendido.
Dio varias
vueltas sobre sí mismo, atento a todo, pero no vio nada que le llamara la
atención o que le resultara conocido. Como tampoco, escuchó ningún sonido proveniente
de laguna otra habitación de la casa.
¿A quién
pertenecía?
¿Era cierto,
lo que Simona le había dicho? Iba a conocerla a ella, a su amor… Bueno, para
ser más precisos ha quien tenía que ser su amor en un futuro. Solo que ahora,
le habían quitado el futuro y lo habían convertido en demasiado próximo.
Dándole un limitado plazo para conquistarla.
Perdido en
sus pensamientos, no escuchó como la puerta del salón se habría dando paso a
una joven con el cabello negro azabache por la cintura, llevando una taza y un
libro en sus manos. Para detenerse a mirarlo con gran furia en sus ojos verdes
esmeralda.
Dios, era
bellísima.
-Lárgate de
mí casa –Escupió sin miedo alguno, al tener en medio de su salón a un
hombre desconocido.
-¿Perdona? –Preguntó
sorprendido porque realmente, se había dirigido hacia él, como si ya lo
conociera.
-¡Que te
largues! –Volvió a ordenar con gran enfado, reanudando sus pasos para dirigirse
al sofá. Donde se sentó, con las piernas cruzadas y apoyando en ellas el libro
que antes llevaba en la mano.
-¿Me
conoces? –Dio un paso hacia ella, achicando sus ojos en espera de su respuesta.
-No –Resopló
la chica-. Y ni quiero hacerlo –Concretó con seriedad, dando un sorbo al
contenido de su taza.
-Espero que
entiendas mi confusión y sorpresa, al ver que no me lanzaras ninguna de las
cosas que llevabas en las manos –Mostró una leve sonrisa en sus labios-, al
hallarte a un desconocido en el salón de tú casa.
-No soy
idiota –Volteó los ojos al techo, volviendo a bajar sus manos hasta sus
piernas, con la taza en ellas-. Se que eres mí regalo de cumpleaños. Que has
entrado por la puerta, porque la idiota de mi hermana te ha contratado para que
me des un buen revolcón, por cumplir treinta años.
-Tu regalo
de cumpleaños –Repitió primero algo confundido, para después echarse a reír, al
ver que la chica estaba equivocada-. Creo que vas mal encaminada –Se atrevió a
señalar con cierta diversión.
-No lo creo –Se
rió-. Solo hay que mirarte. Eres un hombre alto, moreno y muy atractivo, con un
cuerpo atlético… Vamos, todo un bomboncito. Precisamente, como a mí me gustan –Le
guiñó un ojo divertida-. Pero dile a mí hermana, que no pienso practicar sexo y
encima, pagando por él. No estoy tan necesitada.
Albert no
pudo más y rompió en una dulce carcajada, captando aún más la atención de ella
sobre él.
-No quiero
que te sientas insultado –Se disculpó con sinceridad-. Creo que debes de ser un
buen amante en la cama –Se mordió el labio un poco nerviosa, por lo que le
estaba diciendo a un completo desconocido, en la noche de su cumpleaños y en su
casa, vestida únicamente con un pijama que había visto mejores días-. Bueno,
eso es lo que pienso con… -Calló completamente abochornada.
Pero él, no
estaba para nada abochornado. Al revés, estaba completamente encantado con la
joven que tenía delante, quien se suponía era su amor verdadero.
Comprendiendo
por fin, la rabia de su abuela cuando dijo en alto, que rechazaba al amor de su
vida.
Ella le
pertenecía, como él a ella.
Desde el
primer momento, se había sentido cómodo en su presencia. Volviendo a sonreír
con calidez, después de tanto tiempo.
Aquella
joven, era la que lo complementaba. No hacía falta cuestionar aquel dato, lo
sabía con solo mirarla.
Y ella sin
saberlo aún, también lo notaba. Aunque lo estuviera rechazando, su cuerpo no le
mandaba aquellas señales.
Sentía un
gran impulso por acercarse y acariciar su largo cabello, apostando a que sería
suave como la seda. Y poder besar, aquellos carnosos labios que debían esconder
un dulce placer.
Y también estaba
seguro, que cuando la envolviera con sus brazos, sus cuerpos encajarían como
las piezas en un puzle.
Lo
reconocía. Él, también seguía con la tradición de su familia…
Se había
enamorado, en menos de quince minutos de su futura esposa.
-No me estas
ofendiendo para nada –Confirmó Albert empleando un tono algo más ronco de lo
habitual-. Tampoco me gusta ser un maldito pretencioso. Pero puedo asegurar,
que no te equivocas en esa observación. Me gusta creer, que soy un buen amante,
dado que me gusta satisfacer a la mujer que está conmigo. En ningún momento,
actúo como un egoísta, dedicándome solo a satisfacer mí placer sexual.
Ella,
después de aquellas palabras suyas dichas con tanta seguridad, aún se sintió
más cohibida por hallarse sola con él en su casa.
-¿Te ha
pagado ya mí hermana por tus servicios? –Preguntó carraspeando un poco.
Albert hizo
un gesto negativo con su cabeza, pero con una sonrisa sexy en su rostro.
La chica,
reclinándose hacia delante dejó la taza y el libro, en el suelo en un lado del
sofá. Para ponerse en pie con cierta agitación y pasar por su lado sin rozarlo.
-Deja que
coja mi cartera y te efectúe un pago por las molestias causadas, al venir aquí
para nada al fin y al cabo –Habló con cierto nerviosismo por estar viviendo
aquello, por culpa de su joven y alocada hermana.
-No debes
pagarme nada –Indicó él, dando un par de pasos hacia ella-. Ya te avisé, que te
hallas muy equivocada de la realidad –Volvió a exponer con una enigmática
sonrisa.
Aquella vez,
si que vio cierta confusión y desconfianza en la mirada y gestos, por parte de
la joven.
-¿No tienes
ninguna conexión con mi hermana? –Inquirió con cierto recelo.
Albert
volvió a negar con un gesto de cabeza. Y ella, dio un paso atrás parando
enfrente de la puerta del salón, para alzar su mano y agarrar el picaporte de
ésta.
¡Mierda!
Pensó con
gran fastidio, al ver que la cosa podía torcerse a partir de aquel momento, si
no iba con cuidado.
-¿Vienes de
parte de algún conocido mío? –Volvió a preguntar, aquella vez con cierto
temblor en la voz y abriendo, de forma disimulada un poco la puerta, que al
parecer conducía al resto de la casa.
Cogió aire,
para expulsarlo con cierta fuerza al ver que le iba a resultar muy difícil, el
que la chica no saliera corriendo a llamar a la policía.
¡Hurra por
su abuela y sus malditos amigos! Masculló en silencio.
-No –Respondió
serio-. Realmente, es un poco difícil de explicar –Comenzó con poca seguridad y
dando un paso hacia ella.
-¿Cómo
entraste en mí casa? –Demandó en un estado de alerta y cierto tono histérico.
Allí, Albert
hizo una mueca con sus labios al tiempo que se hundía de hombros.
-Vaya, esa
pregunta me va ha resultar un tanto difícil de explicártela, sin que tú…
-¡Quién
eres!
Demandó con
cierto chillido y algo de desesperación.
-Y esa, también
te va ha resultar algo curiosa en un principio –Respondió no pudiendo evitar el
reírse un poco por todo aquel lío.
-¡Fuera de
mí casa!
Gritó a
pleno pulmón, sorprendiendo al hombre al ver que blandía en sus manos un enorme
paraguas, con una afilada punta de hierro.
Sí,
precisamente aquello, es lo que había temido que podía acabar sucediendo en un
principio.
Alzó sus
manos al aire, para que viera que estaba libre de cualquier objeto amenazador.
Y respiró con calma, para no sonar tosco.
-Puedes
estar tranquila, que lo último que se me ocurriría, sería hacerte daño cariño.
¡Y vuelta a
fastidiarla, al emplear aquel apelativo cariñoso! Que idiota, Albert.
La joven,
ante aquello abrió los ojos como un cervatillo al notar peligro y alzando su
brazo al aire, corrió hacia él para atizarle con la punta punzante del
paraguas.
-¡AHRG! –Gritó
como una guerrera en medio de un campo de batalla.
-¡No, espera!
–Intentó detenerla él, alzando sus dos brazos hacia el frente.
Pero todo
sucedió demasiado deprisa para los dos. Quedándose en silencio por un momento,
y con expresión paralizada en sus rostros.
No se veían,
se daban la espalda mutuamente. Algo, que técnicamente era imposible. Pero
había ocurrido…
Ella, lo
había atravesado como sí de una capa de niebla se tratara.
Otro punto
negativo para él y su objetivo.
Aquello,
debía de tratarse de una broma de muy mal gusto. Pensó con gran sarcasmo… ¿cómo
iba ha conquistarla si no podía tener contacto físico con ella?
Lo máximo
que había notado, era todo un cosquilleo por su cuerpo.
Realmente,
aquellas mentes no se lo estaban poniendo nada fácil. Bien mirado, sí que
resultaba un castigo.
-¡AH! –Chilló
la joven con una reacción tardía, soltando el paraguas al suelo y girándose
hacia él, con una expresión de terror en su rostro.
Se dio la
vuelta, con calma para no asustarla más. Aunque no creía, que fuera posible
aumentar más le medidor del miedo.
-Por favor –Habló
con tono suave, casi melódico-. Cálmate, no voy hacerte daño. Lo digo en serio.
-¡Te
atravesé! –Señaló incrédula-. Pude notarte. Fue algo… Raro –Dijo entrecerrando
sus ojos, para observarlo más detenidamente-. Eres un fantasma. ¡Estas muerto!
Albert,
soltó un quejido en protesta a aquella idiotez.
-¡Ni hablar!
¡No estoy muerto! –Señaló con gran firmeza.
-Creo que
eres un espíritu de esos, que no aceptan el hecho de abandonar su vida aquí –Comenzó
argumentar con gran agitación.
-¡Que no es
eso! –Exclamó comenzando a impacientarse por todo lo que iba a complicarse
aquello-. Malditas series de televisión…
Ella, se
encogió levemente por su grito.
-Pues
entonces, explícate… -Soltó con cierto enfurruñamiento, poniendo sus brazos en
jarra.
La miró un
momento con el ceño fruncido, para resoplar con cierto agobio, al no saber como
se iba a tomar sus siguientes palabras.
-No estoy
muerto –Aseguró nuevamente con las cejas fruncidas-. Estoy vivo, solo que no se
si ahora mismo me hallo, en mí presente o en un futuro cercano…
-Sí, claro –Volteó
ella los ojos-. Que yo sepa, en todos los libros y películas que he conocido.
Uno, no es una especie de niebla andante, si no es que resulta estar muerto.
-¡Y dale! –Refunfuñó
Albert con un gran resoplido-. Créeme, cuando te digo que no estoy muerto ¿Hoy
qué es? –Preguntó tratando de dar un paso hacia ella.
-Halowen, mí
cumpleaños… -Se alzó de hombros-. Pero no des ni un paso más, guapito –Se cruzó
de brazos, alzando una ceja.
-Bien –asintió
con la cabeza-, creo que estoy en mí presente y también el tuyo –Comenzó a
explicar, pero ella lo interrumpió al soltar una corta carcajada.
-Yo te
aseguro que sí –Paró de reír-. Mí taza de chocolate, no contiene nada raro.
Pero tú –Meneó la cabeza negativa-. No se que habrás…
-Nada –Gruñó
molesto-. Absolutamente nada, salvo que enfadé a mí abuela y sus amigos, en el
día de su cumpleaños.
Ésta juntó
sus cejas, mostrando lo confundida que se hallaba ahora.
-No comprendo
–Se mordió por un segundo el labio inferior-. ¿Qué pinta tú abuela? –Abrió sus
ojos de sopetón-. ¡No te habrás escapado de un psiquiátrico! –Cuestionó dando
un paso atrás.
Albert,
volvió a gruñir en una muestra de su estado exasperado, girándose y yendo a
sentarse en el sofá.
¡Vaya! Se detuvo
un momento para observarse, al menos podía sentarse… No atravesaba los objetos.
-No –Alzó la
mirada hacia ella.- Y espero, que realmente mí aspecto no te infunda esa
inquietud.
Silencio,
mientras ella lo miraba detenidamente con la cabeza algo ladeada hacia la
derecha.
-No se que
responderte –rió seguidamente, mostrando cuan nerviosa se hallaba-. Dado que
realmente me has infundido una gran mezcla de sentimientos, en un tiempo récord
–Hizo un puchero con sus labios-. Algo, que no creo que sea muy bueno para mí
sistema nervioso.
Albert sonrió,
ante aquella conjetura.
-Yo solo
quiero, que me escuches –Pidió con tono de súplica-. Pidiéndote, que cuando te
explique mí presencia, no hagas nada raro…
Su mirada
era fija, cargada de ternura. Algo que la estaba poniendo nerviosa.
Bueno, a
decir verdad, desde que lo había sorprendido en medio de su salón. Su estado de
ánimo, había vuelto a resurgir de forma brutal. Notando como todas sus
terminaciones nerviosas, burbujeaban de deseo.
Un deseo dirigido
únicamente a él.
Algo, que llevaba
mucho tiempo sin sentir y que echaba de menos.
Pero entristeciéndose
un poco al principio, cuando comprendió que era imposible. Dado que se trataba
de un hombre de compañía. Que su hermana en un loco impulso, había pagado para
su uso, en su noche de cumpleaños, ya que no quería salir a celebrarlo con ella
y sus amigas.
Que lástima,
que una vez que volvía a sentirse viva a causa de un hombre sexy, como lo era
él. No fuera apto para ella y sus planes de futuro.
Ella, solo
quería conocer a alguien serio. Que quisiera tratar de tener una vida normal,
junto a ella. Nada de locos que solo querían divertirse entre las sábanas, sin
ninguna responsabilidad fuera de ellas.
¿Tan difícil
era, el encontrar a alguien que creyera en el matrimonio, como lo hacia ella?
-Aunque te
parezca una locura –Volvió hablar el bomboncito, sacándola de sus conjeturas-.
Han acelerado mí vida sentimental a una noche. Para ser precisos, a ésta noche.
Su suave voz
ronca, la tenía completamente hipnotizada. Haciendo que estuviera callada,
siendo toda oídos mientras se emborrachaba de él.
-Por renegar
del amor, en un momento algo gris de mí vida, que se me ha castigado –Calló un
instante por si ella, quería intervenir. Pero no fue así, al permanecer con sus
labios sellados y observándolo con atención-. Debo indicar, que mí familia es algo peculiar respecto
al matrimonio –Se pasó la mano por la nuca como acto nervioso-. Reconocemos al
amor de nuestras vidas, casi justamente al instante de toparnos con él.
Vio como
ella soltaba un suspiro, ante una confesión tan romántica.
-Y además,
hay que sumar a mí abuela a esa ecuación, con un toque especial –Cogió aire con
profundidad-. Ella, por castigo ante una actitud no permitida para mi familia,
me soltó como una especie de encantamiento.
-¿Cómo? –Despertó
de la hipnotización de su voz, moviendo de forma repetida su cabeza de lado a
lado-. ¿Dijiste encantamiento?
Albert
asintió con la cabeza, alerta a cualquier reacción en ella.
-Espera…
-Rió algo crispada, moviéndose un poco hacia otro punto del salón-. Acaso me
crees idiota –Expuso con actitud enérgica.
-Por favor –Suplicó-.
Déjame acabar…
-Pero es que
eso resulta algo… -Calló, para coger aire-. Me estáis tomando el pelo.
-No –Se puso
en pie Albert-. Estoy hablando con toda la sinceridad de mí alma –Expulsó el
aire contenido-. Tú misma, lo comprobaste hace un momento al atravesarme.
Consiguió
callarla y volver a captar su atención.
-Me
condujeron a conquistar en una sola noche, a quien se supone que en un futuro iba conocer. Llegando a
convertirla en mí esposa… Si no lo logro, toda mi existencia se evaporará en el
universo.
Ya está, lo
había dicho.
Se había
desnudado con sinceridad ante ella, dejando todo su futuro en manos de aquella
joven. Algo, que jamás se habría visto capaz de hacer. Pero que con ella, así
lo sentía.
Una fuerte
energía que los envolvía con una capa de compenetración, que lo tenía sediento
de deseo por poder tocarla, hacerla suya…
-¡Esposa!
Soltó en un chillido
histérico, antes de romper en una nueva carcajada. Y sorprenderlo, al arrancar
en un movimiento veloz hacia la puerta del salón, para abrirla y desaparecer
tras ella. Dando unos segundos después, un portazo que correspondía de forma
obvia a la puerta principal.
¡Genial!
La había
espantado, causando que corriera despavorida lejos de él.
Iba a dar un
paso hacia la salida, cuando notó como un calor por sus piernas. Bajó su mirada
preocupado hacia ellas, para descubrir que por segunda vez aquella noche, se
estaba desvaneciendo de forma muy lenta.
¿Era aquello
su final?
Pensó con
gran dolor en su corazón, al perderla cuando ni siquiera la había tenido.
Corrió con
todas sus fuerzas, lejos de su casa y lejos de él. Creyendo al principio, que
lo hacia sin rumbo alguno. Pero unos minutos después, se hallaba a pocas
manzanas de su casa. En el barrio, donde vivía su hermana.
Y aquel, era
su bloque.
Detuvo sus
piernas, para comenzar a recuperar el aliento y detener así su corazón. Quien
corría completamente desbocado y no solo por causa de la carrera, que se había
dado en las oscuras calles. Donde todo el mundo comenzaba a salir disfrazado,
para festejar aquella especial fecha.
No quería
pensar…
¡Qué
demonios! Lo que no quería, era recordar.
Lo creía.
Reconoció en silencio, casi acomodando sus pulsaciones a la normalidad.
Creía en él
y creía en sus sentimientos. Pero se había asustado.
Todo venía,
desde cuando ella era una cría feliz que leía montones de historias fantásticas
con un toque romántico. Siendo infundado aquel sentimiento por su abuela, quien
hacia unos años los había abandonado.
Ella, había
sido la causante en que creyera en el amor y en un felices, para siempre.
Animándola a convertirse en un ratón de biblioteca, para que alimentara sus
esperanzas en creer que todo era posible.
Su frase
favorita, era que sí se creía con fuerza, podía hacerse realidad.
Ya en su
adolescencia, una tarde que iba paseando por el parque con un libro de amor
entre sus manos, se topó con una mujer con un brillo especial en su mirada.
Cuando se
agachó para recoger el libro del suelo, escuchó como la mujer repetía en voz
alta el título.
Al alzarse,
sus miradas volvieron a cruzarse. Y fue cuando ella le habló con tono risueño.
“Conocerás a
tú alma gemela en la noche de tu cumpleaños. Solo espero que llegues a creer,
que él es tú felices para siempre”
Después, le
guiñó un ojo y se alejó a un paso ligero.
Fueron
muchos los días, que estuvo rondando aquel encuentro por su cabeza, sin llegar
a contárselo nunca a nadie. Y tal vez, por su abuela o por el brillo especial
que había visto en aquellos ojos, que creyó en ello por mucho tiempo.
Pero unos
años atrás, se cansó y dejó de creer en la magia y en el amor. Regañándose así
misma, por ser tan estúpida a lo largo de su vida…
Y ahora, en
la noche de su cumpleaños. Aparecía él.
-¡Zaida!
Exclamó su
hermana pequeña sorprendida, en compañía de sus amigas, al aparecer en las
escaleras del bloque de pisos en donde vivía.
-Que
alegría, al final has decidido salir ésta noche –Habló con tono alegre,
corriendo escaleras abajo para abrazarla y besarla en ambas mejillas.- Pero así
no te vienes –Expuso al examinar la vestimenta de la chica-. Venga, vamos ha
cambiarte arriba –Dijo arrastrándola junto con las demás chicas, hacia el
interior del portal-. Hoy, vas a pasártelo genial y conocerás amontones de chicos guapos, que…
-¡No!
Exclamó
despertando de su estupor y soltándose del agarre, al dar un fuerte tirón de
sus brazos para quedar libre.
-No.
Volvió a
repetir en un pequeño aliento, causando que el grupo de chicas la miraran algo
extrañadas.
-¿Qué te
ocurre? –Preguntó preocupada su hermana, dando un paso hacia ella.
-Debo irme –Confesó
empezando a coger confianza en sí misma-. Yo… -Sonrió feliz-. Él me espera… En
realidad, yo también lo he esperado a él… ¡Adiós!
Se despidió
del grupo, volviendo a emprender la carrera hacia su casa. Hacia su salón,
donde esperaba que él estuviera.
Negándose a
que aquello acabara así, puso toda su concentración a trabajar, para que
luchara contra aquella magia que se lo estaba llevando.
No aceptaba
el abandonar el mundo y menos a ella.
Todo había
sido un berrinche suyo, por no aceptar que a veces, habían destinos menos
afortunados para algunos.
Y él, no
había tenido culpa de la corta vida de aquella joven.
Pero era
tarde. Ahora, iba a recibir lo que había pedido.
No vivir su
historia de amor.
El ruido de
una puerta cerrarse, hizo que alejara su mente de sus penas. Prestando suma
atención a la puerta del salón.
Intentando
albergar algo de esperanza y magia.
¿Y si
llegaba tarde?
Pensó
cogiendo aliento, cuando su mano derecha agarró el picaporte de la puerta del
salón, para girarla de un solo movimiento y
empujar con cierto ímpetu.
¡OH, no!
Él estaba
allí, pero apenas podía verlo. Su cuerpo, estaba desapareciendo tornándose de
una tonalidad casi transparente.
Sus ojos se encontraron.
Los de él, sonriendo
por ver que había vuelto y los de ella, comenzando a soltar lágrimas, al ver
que era tarde.
-¡Quédate
por favor! –Sollozó Zaida, en un fuerte gemido al impulsar a sus piernas, a
correr junto a él, para lanzarse a sus brazos.
En ningún
momento, se detuvo a pensar que el abrazarlo era cosa imposible. No ahora, que
creía en él…
Tal vez fuera
por ello, por creer en su amor y en la magia. Que pudo rodearle el cuello con
sus brazos y sentir, como él la cogía por la cintura con sus manos.
Sus miradas,
habían estado conectadas en todo momento desde que ella había vuelto. Transmitiéndose
ahora, más de mil mensajes justo antes de cerrarlas, para unir sus labios en un
beso que los envolvió en una nube de
calor y color brillante. Llenando sus corazones de una sensación de paz y
calidez.
Para un
instante después, despertarse sola en el sofá del salón de su casa, confusa por no entender qué había
ocurrido.
¿Había sido
todo un sueño por ser la fecha que era y volver a leer después de tantos años,
aquel mismo libro que se había llevado al parque cuando se topó con aquella
misteriosa mujer?
Seguro que
su subconsciente había tenido mucho que ver, con el estado bajo de ánimos que arrastraba,
por ser su cumpleaños y hallarse sola en su casa, sin conocer por un año más, a
su alma gemela.
Miró el
reloj de pulsera, para ver que eran las tres de la madrugada. Mejor, se iba a
la cama y se dejaba de tonterías.
El Lunes,
Albert llegaba a su oficina aún con una sensación extraña en el cuerpo, que
arrastraba desde que se había despertado el domingo, recordando el sueño que
había tenido resultando éste, un tanto
peculiar.
Al ver que
nadie de la familia, se había puesto en contacto con él. Le confirmaba, que por
muy real que le hubiera parecido, todo había sido solo un sueño.
Ahora, en
cuanto se pusiera a trabajar. Estaba
seguro, que expulsaría toda aquella película de su mente y de su cuerpo.
No era nada
más, que una jugarreta de su más profundo subconsciente. Recordándole, algo que
anhelaba y que sabía que no iba ha tener.
Dejó sus
cosas encima de su escritorio, cuando dos golpes en la puerta le avisaron, de
que Margot de recursos humanos, llegaba con la sustituta de Ashley.
-Adelante –Ordenó
tajante en un gruñido, aún enfadado por el sueño que había tenido. Sin poder
quitarse de encima, aquel cabello color azabache que envolvía unos preciosos ojos
verdes color esmeralda.
La puerta se
abrió, dando paso a la mujer mayor acompañada por una joven delgada, medio oculta
tras su espalda.
-Te traigo a
Zaida –Habló alegre-. Tu nueva secretaria temporal –La agarró del brazo para
empujarla al interior del despacho-. Aquí os dejo, hasta luego.
-Hola –Saludó
la chica mirándolo algo confusa, con sus ojos verdes esmeralda.
-Hola… -Respondió
él, anonadado al comprender que no se había tratado de un sueño. Realmente
había tenido una oportunidad, para no arruinar su vida.
-¿Nos
conocemos? –Preguntó de repente ella, con el ceño fruncido.
-No te lo
vas a creer, pero sí –Respondió él, mostrando después de tanto tiempo una
sonrisa llena de amor.
FIN
OHHHHHHHH PRECIOSA HISTORIA! Mágica! y me venía bien un poco de magia y creer. Me ha encantado mi brujis, como no podía ser de otra manera.
ResponderEliminarY adoro a Simona! y a toda esa familia tan particular...ehhhhhh...no se te ocurren otras historias de esa familia...o algún epílogo, porque me ha sabido a poco, pero me ha encantado!!!
Besos miles y felices 1000 días mediana!
Estabas aburrida con el tenedor, verdad? Ya tenias que ir pinchándome un poquito...
EliminarAle, la esther que esta aburrida.... Toma, un epílogo....
Como le digo a la enana.... Corre, corre....
Jajaja!! Sólo fue un comentario inocente. ¿Y quién es que a lo largo de muchas historias ha pinchado con pedidos de continuaciones de historias de hijos, hermanos etc? No me hagas revolver el archivo...y más respeto por favor...Y SI ESTAS ABURRIDA, YA SABES.....esperamos más
EliminarPues tienes razon, Nata. Esta historia necesita mas.
ResponderEliminarMe ha encantado. Gracias por estas historias llenas de magia y amor.
Muchos besos.
No podia ser menos contigo brujita, una historia muy tuya con tu sello personal... felices mil diassssss me encanto
ResponderEliminarNo soy muy fan de la magia pero me ha gustado esta historia Esther, muy linda aunque me habría gustado ver más de ellos juntos, un epílogo como bien lo ha dicho Nata. Abrazos!!
ResponderEliminaraaahhh!!! Que historia tan bonita, me encanto justamente con mi estado de animo, aunque ami tambien me hubiera gustado un poco mas de ellos, gracias EJ por compartirla
ResponderEliminarEstán todas con el periodo acaso? Se bebieron una botella entera de vino?
ResponderEliminarNo, ya se... Se apuntan rápidamente a los bombardeos de solicitudes chinchonas, impartidas por esas dos locas que dirigen este lugar...
Grrrrr.... Pues nopi!!!! lo siento mucho, pero no me apunto más a la libreta de cuentos y novelas para hacer. No me caben mas!!!!
jajajajajajaja
Y ésta fue estresante, en dos días hacerla (en un total de seis horas)... Sí ,que era más larga en mi mente. Pero el reloj corría...
Así que... O consiguen unas 20 peticiones!!!! DIFERENTES cada una de ellas, o no haré algo...
juas juas juas....
No se enfaden, plis. Solo que alguna vez, tenía que sacar mi venilla de bruja. No dicen las dos preciosas que soy brujilla, pos ale!!!!
Lero, lero... os saco la lengua. Se que gano!!!! jajajja
Me voy a escribir Noches en el Balcón y Algo de Janna, que las tengo abandonadas!!!!!
Besitos a todas las bellas chicas que siguen el lugar, sin volverse locas!!!
PD: Muchas gracias, por decirme que os gustó!!!!!
ResponderEliminarYa tenemos 5 peticiones...15 más...vamos vamos a colaborar chicas!!! A animarse con los comentarios y los pedidos!!
ResponderEliminartu!!! Bicho entrometido!!!!!
EliminarVete a comer un poco de chocolate y déjame tranquila!!!!
Maldita boli rojo!!!!
juas juas!!!!!
No lo vas ha conseguir!!!! juas juas...
Ya fui sobre seguro!!!! Papanatas!!!!
Besitos!!!!
Wow E.J me tenías muy intrigada, emocionada y muerta de risa imaginando tales escenas.... que gran historia, ya decía yo que hacía falta algo de magia y supersticiones... me gusto mucho, mucho.
ResponderEliminarLari
Mágica esa historia E.J.
ResponderEliminarMe sumo a la lista de peticiones, vendría bien un poco más, nos dejas encantadas y tienes mucha magia para más!!
Pero bueno no me atrevo a presionar... Aun espero y sigo antojada de la continuación de no dar por sentada una cita a ciegas :) Dicen que la esperanza es lo ultimo que se pierde...
Un abrazo E.J, gracias por sacarme otra sonrisa y dejarme una buena sensación con esta historia... Parece que tienen razón... Algo de bruja tendrás... Oops...
Lu