Cristhian se había ido enfadado y de muy mala gana, pero no quería
forzar a Liz más de lo necesario, había dejado gente custodiando la puerta de
la habitación con la orden de que le avisaran si algo sucedía. También había
logrado parar todos los artículos de prensa sobre ella, se hablaba del
accidente de la famosa bailarina pero , gracias a él, ninguna revista
mencionaría sobre su condición ,ni la posibilidad de que quedara inválida. Al
menos su dinero y su poder sí servían para eso.
Tenía un par de informes que leer, pero no podía concentrarse, su mente estaba
acosada por las imágenes del pasado.
“Familia”, aquella palabra resonaba con ecos diversos en su mente, su
primera familia había sido su madre y luego había llegado una niña pequeña,
desamparada y frágil como un pájaro en la tormenta. A pesar de la diferencia de
edad se había vuelto su amiga, y luego ella y su abuela habían conformado una
pequeña familia junto a él y su madre, pasaban mucho tiempo juntos los cuatro,
festejaba cumpleaños y fechas importantes , salían de paseos y eran mucho más
que vecinos o amigos. Sí, antes de amantes, antes siquiera de saber lo que era
el amor, Elizabeth y él habían tenido un vínculo que los hacía familia, el
cariño y la preocupación sincera de uno por el otro.
Y después todo se había derrumbado como un castillo hecho de naipes, y
la familia había adquirido un sentido completamente diferente en su vida.
Pero la vida se encargaba de cambiar todo, de destruirlo, seguramente él
había hecho mucho con las decisiones que había tomado, pero antes la vida lo
había golpeado primero.
Pero antes de eso había sido feliz, de niña Liz tenía una energía
formidable y una vez que se había sacudido un poco la tristeza de encima y se
había acostumbrado a sus nuevas circunstancias, había sido una compañera de
juegos adorable.
Le gustaba verla corretear por todos lados, reír a carcajadas, bailar y
ondear en el viento su cabello rojizo. Y mientras crecía también habían salido
a la luz otras cualidades, su inteligencia, su valentía y su gran corazón,
también había crecido su belleza y se había convertido en mucho más que su
amiga sin darse cuenta.
La hermosa Elizabeth, la mujer que después de todos esos años seguía
siendo más importante que nadie. La misma que ahora estaba postrada en una
cama. Había creído que lejos de él estaría a salvo, pero no.
Quizás nada de lo que él quisiera estaría a salvo nunca.
Al llegar aquella mañana al hospital , el guardaespaldas que había
dejado custodiando la habitación de Elizabeth salió a su encuentro
-Creo que hay problemas…- le dijo.
-¿Crees? ¿Qué tipo de problemas?
-Parece que ella está discutiendo con los médicos- le informó el hombre
algo cohibido y Cristhian se precipitó hacia la habitación.
-¿Qué sucede…? – preguntó y vio que estaba el médico, un par de
enfermeras y lo que seguramente había causado el revuelo, una silla de ruedas.
-¡No voy a usarla! – dijo ella con tozudez y su mirada se dirigió a él.
-La necesita para movilizarse y cuanto antes aprenda a manejarla, mejor
– le explicó el médico.
-Le dará un poco de independencia – aclaró la enfermera y ella se
enfadó.
-He dicho que no y no tienen por qué darle explicaciones a él, no es
nadie…no tiene que..
-Salgan, déjennos solos – indicó él y le hicieron caso.
-¡Por qué le hacen caso! He dicho que no es nada mío…- siguió
protestando la joven pero el personal no le hizo caso.
-Estoy a cargo tuyo, no hay nadie más así que ya deja el escándalo,
Elizabeth- la reprendió él.
-Te lo dije ayer, Cristhian, vete.
-No soy muy bueno obedeciendo a los demás, jamás lo he sido- respondió
acercándose a ella.
-No voy a usar una silla de ruedas.
-¡Entonces , ¿piensas quedarte en una cama para siempre.
-Sí – respondió ella desafiándolo.
-No creo que sea buena opción – respondió ella y con rapidez la levantó
de la cama y la sentó en la silla.
-¡Qué diablos haces!
-Eso pregunto yo, ¿¿qué diablos estás haciendo Elizabeth comportándote
de esta manera?!
-No quiero estar aquí – protestó ella y empezó a agitarse en la silla
tanto como le era posible en sus limitados movimientos, inmediatamente apareció
una mueca de dolor en su rostro. Cristhian se agachó y con sus brazos la fijó
allí.
-Basta , Elizabeth, te harás daño
si sigues así.
-¿Te importa?
-¡Por los mil demonios Liz! ¿Acaso no te importaría si fuera al revés?-
estalló él – Deja de portarte como una niña, te guste o no te guste necesitas
la silla de ruedas para movilizarte, así que deja la estupidez. Que te niegues
a usarla o hagas berrinche no cambiará la realidad. Así que compórtate si
quieres que te den el alta.
- Deja de decirme qué hacer y claro que quiero que me den el alta para
iré de aquí y alejarme de ti. Y quiero
ver a mi novio.- le dijo mirándolo a la cara pues Cristhian aún no se apartaba
de ella
-¿Al estúpido que conducía cuando esto sucedió? No lo he visto venir a
tirar la puerta para verte ni nada parecido, deberías elegir mejor a tus
amantes , Liz – respondió él.
-Siempre he tenido mal gusto, desde el principio – le respondió ella y
eso lo hizo ponerse en pie.
-Sí, tienes razón.
-Y si no está aquí estoy segura que es por tu culpa, ¿qué le dijiste?
-Que no podías recibir visitas.
-Eres un imbécil…y ayúdame a volver a la cama.
-No pienso ayudarte, ya dijiste que soy un imbécil, así que no importa
mucho lo que haga. Y si quieres hacer las cosas a tu manera, será mejor que
hagas la rehabilitación – le dijo y se marchó de la habitación.
-¡Cristhian!- lo llamó ella pero no regresó.
Elizabeth intentó moverse y al hacerlo cayó, estaba segura que Cristhian
la había escuchado caer, pero ni así había venido a levantarla, tampoco el tipo
que tenía cuidándole la puerta entró a ayudarla.
Se quedó en el suelo, no iba a llorar, tarde o temprano, alguien
entraría. No pasó mucho tiempo hasta que unos enfermeros entraran a asistirla.
Sin embargo Liz, sólo podía pensar en el hombre de mirada oscura que la
había puesto en aquella situación. Definitivamente el Cristhian del pasado
había desaparecido, seguramente la ayudaba por obligación, por algún estúpido
resabio de sentido del deber, pero no porque la quisiera. El Cristhian de antes
era gentil , pero ahora la transformación
estaba completa, era duro y despiadado, como si hubiera recorrido a pleno el
camino que había iniciado a transitar cuando se separaron.
Ella había intentado evitar que eso pasara, que se convirtiera en ese
tipo de persona, pero lo único que había logrado era que la apartara de su
lado.
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