Capítulo 24
- ¿Así?
¿Cómo? Ni siquiera he dicho nada…
- No hace falta…
- ¿De verdad?
-Diego se quedó momentáneamente callado-
Si, es cierto… ¿estás con él?
- No se a qué te refieres… -no podía hablar de Daniel…
- Eso suponía…
-sonaba satisfecho- ¿Necesitabas
algo?
- ¿Qué?
-Mel estaba incrédula- Necesitaba
hablar contigo… -susurró triste.
- Te escuchó entonces… pero que sea rápido.
- Diego…
-se sentía decepcionada e intentó calmar esa ansiedad interna- Te amo…
-probó su reacción.
- Eso ya lo sé…
-pronunció arrogante- ¿algo más?
- ¿Qué es lo que te…? -iba diciendo y se detuvo… de pronto lo
entendió todo- Tú… ¡increíble! Estabas con ella…
- Yo…
-se calló demasiado tiempo- no se
de que hablas…
- ¿Cómo te atreves? -Mel se sentía herida- ¿Estás insultando mi inteligencia? Porque soy más que un cuerpo por si no lo has
notado…
- Yo… ¿de verdad vamos a discutirlo? -Diego aceptó finalmente.
- No, no hace falta…
- ¿Estás enfadada?
- No…
-soltó de repente y miró un auto que la esperaba- Adiós.
- Espera Mel… no hace falta que finjas…
- No finjo nada… realmente no estoy enfadada.
- Sabes que no me refiero a eso… No debes
fingir que tienes a alguien esperándote…
Eso había ido demasiado
lejos… ¿Qué se creía? ¿Un ser único e incomparable? ¿El centro de su existencia?
- ¿Disculpa?
Diego… estás equivocado. No
tienes idea de cuanto.
- ¿Qué quieres decir?
- Ve, diviértete… hablaremos a mi regreso -eso sonaba a ultimátum
- Tú sabías bien lo que sucedía…
- Evidentemente
-no era la observación más caballerosa pero él no se iba a dejar ganar
esa batalla- y tú lo sospechas…
- No entiendo…
- ¿Más claro?
-Mel replicó sarcástica- bueno… tenías razón. No, no saques conclusiones adelantadas… si
hay alguien que me espera… Y no es una
mujer.
- ¿Quieres decir qué…?
- ¿Aún no lo entiendes Diego? -Mel dijo irónica- Pensé que eras más ingenioso -soltó una risotada- Un amigo
–pronunció con intención.
- No, Melina.
¡Espera! Yo te amo… no cometas una locura.
- Sabes… demasiado tarde -colgó sintiendo unas intensas ganas de
llorar… él no iba a llamar. Lo conocía,
era demasiado orgulloso… y con lo que le había insinuado… bueno, no le tendría
en el mejor concepto. Y… ¿qué rayos le
importaba? Él estaba con otra. Su tono de voz y su trato cambiaban cada vez
que tenía una nueva conquista… seguramente la estaba seduciendo en ese mismo
instante… ¡Dios! ¿Cómo podía dejar que
la tocara después de eso? ¡No lo entendía! ¡No se entendía a sí misma! ¡Lo odiaba una y mil veces! Y… sin embargo…
volvía a sus brazos. Él… Diego… estaba
muy confiado. Lo sintió cuando dijo: No debes fingir que tienes a alguien
esperándote… ¿De verdad era tan patética?
“Fingir” ella no necesitaba
fingir nada… -se miró al espejo- ella era atractiva… no extremadamente bella,
pero atractiva con aquellos ojos grises, rostro claro y cabello oscuro, alta y
bien proporcionada… ¿por qué tendría que
fingir algo como eso? ¡No!
No podía ser tan transparente… pero lo era… Diego sabía que ella lo
amaba intensa y locamente. ¡Él lo sabía!
¡Dios! Y… se estaba aprovechando de eso.
No, no era posible… ella no podía estar tan ciega.
***
Daniel decidió esperar
cinco minutos más. No creía que Melina
hubiera olvidado su cita. Tan solo
habían hablado ayer… y aún recordaba lo vulnerable que estaba en sus
brazos. La había consolado con el calor
de su cuerpo. Sin palabras… solo
estrechándola y enseguida ella se había moldeado a él. Sin reservas se había apoyado buscando su
consuelo… Y esperaba que lo hubiera
hallado. Porque él si lo había hecho… no
era que necesitara desahogarse ni nada pero… necesitaba calor humano. No el que se obtiene en la íntima de unión de
dos cuerpos sino aquella que solo se logra en la íntima unión de dos
almas… y fue con ella. Con Melina y no con Micaela con la que se sintió… bien, en
paz… vivo. No tenía sentido pero supuso
que era porque Mel era su amiga a pesar de no conocerla de años sentía que
sabía mucho porque ella era transparente, no escondía nada, sus actitudes
demostraban claramente quien era y que quería de la vida… ¡cuánto admiraba
eso! Tan segura… excepto en su relación
con aquel tipo… porque no sabía su nombre pero era un completo tarado si hacía
sufrir de aquella manera a Melina. ¿Por
eso no saldría? ¿Estaría hablando con
él?
No tuvo mucho tiempo para
continuar especulando porque una figura se dirigía sigilosa hacia el auto. Era ella que venía… derrotada.
Callada subió al auto por
la puerta del pasajero. Se sentó con la
mirada perdida en un lejano punto en el horizonte.
- ¿Qué te hizo está vez? -Daniel inquirió bajo.
- ¿Te atreves a juzgarme? Tú no me conoces… -Melina gritó furiosa y él la miró
sorprendido- ¿Esta vez? ¿Acaso sabes lo que he pasado otras
veces? ¿Conoces mi situación? -ella estaba agitada y movía las manos frenética
en el aire- Evidentemente no… tú…
- Yo no estoy juzgándote, Melina. Ni siquiera lo intentaría -ella iba a replicar con ojos refulgentes
pero él no se detuvo- Tú te estás
juzgando… estás batallando contigo misma y no me atrevería a meterme. No conozco lo que vives… pero tengo una idea
de cómo eres… y no me mires así -detuvo sus manos con las suyas- Eres real… eres transparente…
- No, Daniel… transparente no… por favor… -suplicó desviando la vista.
Capítulo 25
- Melina… cálmate. No puedo verte así…
- ¡Increíble!
¡Nunca pensé que fuera tan patética!
-Mel negó furiosa nuevamente-
Solo vine a cancelar nuestro encuentro.
Intentó bajarse pero él no
la soltó. No iba a dejar que se fuera
así.
- Melina… ¡detente! –ordenó porque ella empezó
a agitar nuevamente sus brazos- No vas a
ir a ningún lado a no ser que vayas conmigo.
- ¿Cómo?
¡Qué no! Yo no soy un objeto que
puedas llevar contigo cuando quieras… ¡No lo soy! -Mel se sacudía y todas esas palabras eran
dirigidas a un punto detrás de Daniel.
No hablaba de él… no era contra él.
- ¿Estás enfadada con él? ¿Por qué no se lo dices? ¿Por qué te desquitas conmigo? No, no lo niegues… no te mientas…
Mel se calmó
repentinamente. Bajo sus brazos… vencida. Era cierto… toda su frustración e ira iban
dirigidas a Diego. Solo y exclusivamente
a él… pero… aquí estaba… insultando a Daniel y comportándose como una loca
histérica.
- No… Daniel, lo siento -se disculpó sinceramente y él tomó su
mano- Yo no quise…
- Lo sé, Melina. Aceptó tus disculpas si me
acompañas…
- Pero… -negó tristemente- no soy una buena
compañía para nadie en estos momentos, Daniel… y no quiero que te enfades
conmigo.
- Demasiado tarde, Melina. Yo ya estoy enfadado -Daniel la miró. No bromeaba-
Pero, es que ser atacado así… en fin, igual quiero pasar la tarde
contigo…
- A pesar de que estás enfadado…
- Si.
- A pesar de que no llego a ser ni siquiera una
compañía aceptable.
- Si -él
sonrió… solo un poco.
- A pesar de que te grité y parezco una loca
histérica…
- Si
-ahora si, definitivamente era una sonrisa.
- A pesar de... –ella empezaba a curvar sus
labios.
- De lo que sea, Melina -él rió-
lo que se te ocurra.
- A pesar de que…
- ¡Oh Santo cielo! No vamos a continuar con
esto toda la tarde… -Daniel hizo una
mueca impaciente y… ella, increíblemente, río.
No demasiado fuerte, no demasiada larga, pero… una risa al fin.
***
Nuevamente salían de la
ciudad con rumbo desconocido. Esta vez
Melina no hizo preguntas. Confiaba en
que él la llevaría al lugar correcto y no estaba de ánimo, precisamente, para
recordar los posibles lugares que había investigado donde podrían ir. Lo miró furtivamente… solo un instante. Él se veía muy concentrado en el camino, su
perfil serio atraía su mirada una vez más…
solo un instante más -pensó y él
giró fugazmente… fue tan solo un segundo el encuentro de sus miradas pero se
sintió como si hubiera transcurrido toda sus vidas en aquel instante que
prometía eternidad… una eternidad juntos… y ellos no lo entendían.
La canción flotaba en el
aire aún, cargado de intensidad, pero ninguno de los dos lograban comprender lo
que pasaba… ¿qué era lo que estaba pasando?
Como un adagio se extendía entre ellos la suave voz del intérprete que
contaba una historia de un amor inexplicable… inexistente para los dos… que los
llevaba a una larga separación… y luego a un apasionado reencuentro. Sin pasado… sin recuerdos… tan solo con un
futuro… de la mano del amor.
Lentamente la voz se apagó
y en ese momento Melina se dio cuenta que había cerrado los ojos y apoyado su
cabeza en el respaldar del asiento.
¿Habían llegado ya?
***
- Es hermoso
-admiraba una vez más el paisaje ante ellos- ¡Quien imaginaría que alguien como tú
conocería algo así!
- ¿Alguien
como tú? ¿Qué se supone significa eso? -Daniel se detuvo a mirarla.
- Quise decir…
-¡es que no podía quedarse callada nunca!- Tú pareces un hombre de negocios… solo interesado en eso.
- ¿Desde cuando has sacado esa conclusión?
- Desde el primer día…
- ¿Cuándo nos conocimos? -replicó incrédulo.
- Por supuesto… ¿Quién sino un adicto al
trabajo viaja a una reunión de negocios en sábado?
Capítulo 26
- ¿Te parece mal?
- No… si… -divagó un momento- un poco extraño… en todo caso.
- ¿Extraño?
-Daniel se dio vuelta y continuó caminando- No lo entiendo… a mi me parece perfectamente
normal.
- Si, claro
-no se le ocurría nada que decir.
- ¿Qué ha sido eso? ¿Condescendencia? ¿Acuerdo?
-lucía sorprendido- ¿Melina, eres
tú?
- ¿Qué quieres decir? -Mel lo miró como si estuviera loco.
- Tú siempre dices la última palabra… también
lo noté desde la primera vez que te vi… Y ahora… si, claro… no es muy común.
- ¿Te parece mal?
- Mas bien, extraño… diría yo… -dijo con una sonrisa burlona.
- ¿Te burlas de mí?
- Nunca
-exclamó sonriendo- Solo me estoy
riendo un poco…
- ¿De mí?
-Mel parecía enfadada
- No… contigo
-él siguió caminando sin evitar ver la mueca que le hizo Melina y luego
aquella sonrisa. Así le gustaba verla…
sonriente, relajada, bueno… admitía que también le encontraba su lado bueno a
verla enfadada, dispuesta a pelear, burlona…
Si, eso le hacía sentirse… bien.
Todas sus emociones le provocaban un cierto aire de bienestar… incluso
la tristeza, vulnerabilidad… lo único que no soportaba… la única emoción que
deseaba no volver a ver en esos ojos grises era… la derrota.
- Sigo pensando lo mismo… -murmuro Mel sin mirarlo.
- ¿De qué?
- De ti…
-pronunció con un brillo de diversión en sus ojos.
- De mí…
¿Qué era…? -fingió tratar de
recordar- Insensible, machista, arrogante, bruto…
Mel se puso roja… rojísima…
¿no que los hombres no recordaban los detalles?
- Yo… no….
- Uno no olvida fácilmente esas palabras -sonrió irónico.
- Pero yo no… arrogante no…
- ¿Entonces no piensas que lo soy?
- ¿Arrogante?
-él asintió- Claro que eres, pero
eso yo no lo dije…
- Lejana…
-empezó a decir él.
- ¿Qué?
- Altiva…
- ¿A qué…?
- Dura…
-terminó él- Eso fue lo que yo
pensé… de ti.
- Ah
-fue todo lo que dijo. ¿Lejana,
altiva, dura? ¿Así es como se veía? Bueno, por lo menos él fue lo suficientemente
inteligente como para no decírselo.
- ¿Es todo lo que dirás? ¿Ah?
-Daniel pronunció tranquilamente.
- No
-dijo Mel.
- Yo no
-rebatió él.
- ¿Yo no?
-¿qué significaba eso?
- Yo no sigo pensando eso… de ti -finalmente pronunció dejándola sin palabras.
- ¿De verdad?
-no quería mirarlo… ¿¿qué estaba pasando??
- Ven, sentémonos -le tomó la mano guiándole a una banca
cercana- Fue algo… raro ¿no? -Daniel
sonreía incómodo.
- Si…
-Melina quería ordenar sus ideas-
¿Tú… estás enamorado? -fue dicho
sin pensar- No… no me lo digas. Es algo inoportuno… y ni siquiera se por qué
lo dije…
- No tiene importancia… -Daniel miraba al suelo- ¿Tú si?
- ¿Yo?
No lo sé. Ya no lo sé. Creía que si pero… me hicieron reconsiderarlo… -no había mucho más que decir… él había sido
quien le hizo replantearse el rumbo de su vida junto a Diego… Afirmó la
incipiente idea de que ella merecía más…
sin palabras…- Tú no eres un
hombre común…
Daniel parecía distraído
pero escuchaba cada una de las reflexiones de Melina. Cada palabra valía la pena ser escuchada…
solo por venir de ella… de lo que realmente sentía.
- Tú… -empezó Melina
- ¿No soy lo que imaginaste?
- Al contrario… eres exactamente lo que
imagine… -ella se quedó quieta- y mucho más
-admitió.
- ¿Qué fue lo que sucedió, Melina? -inquirió repentinamente y ella no quiso
frenar el torrente de palabras que fluyeron de si… solo para relatar su
historia… no tan extensa, ni con todos los detalles… pero suficiente para
intentar explicar la pregunta que siempre surgía en la mente que conocía aquel
capítulo de su vida: ¿Por qué seguía con él?
***
Fue una tarde llena de pasado. De recuerdos únicos, verdaderos y amargos…
Mel creyó que iba a llorar cuando contará su historia…. No fue así, se mantuvo
firme, sin mirarlo y de vez en cuando un matiz de dolor empañaba su voz. Pero eso era todo… incluso daba la sensación
de estar relatando una película y no su vida.
Daniel no tenía –según él mismo- una historia tan peculiar… pero le
narró como conoció a Micaela, su futura esposa, como crecieron juntos y la
atracción mutua se hizo más fuerte hasta llegar al punto en que estaban
ahora… A un paso de casarse.
- ¿Cuándo te casas?
- Dentro de un mes
- ¿Tan pronto?
- Han sido más de cinco años juntos… -él se justificó.
- Pero…
-Mel necesitaba saber… ¿la
amaba?- ¿Estás seguro?
Eso extrañó a Daniel. Melina sabía hacer las preguntas más curiosas
y exactas para dejar a las personas desconcertadas.
- Después de todo -él esbozó una sonrisa- tal vez si amo a Micaela.
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