Capítulo
25
"Ven, duerme conmigo y no hagamos el amor. Dejemos que el
amor nos haga".
Julio Cortázar
“Viernes “ eso fue lo primero que vino a la
mente de Talulha apenas despertó.
A continuación se cubrió con la manta y se
tapó la cabeza con la almohada, no tenía ganas de levantarse, aquellos días su
mundo había girado en torno a la exposición, había sido todo un éxito y tanto
la gente de la Universidad como la opinión pública habían halagado al equipo
por su gran labor. El profesor Lambert estaba en el octavo cielo y Taly se
había contagiado con aquel sentimiento de felicidad y realización.
Ahora se sentía como si la empujaran desde el
borde de un abismo.
No quería sentirse así, quería ser la misma
Talulha de siempre, no estaba segura de conocer muy bien a la que era cuando
Aidan estaba cerca.
“Levántate cobarde” se dijo y salió de la
cama, se dio una ducha y se preparó para el largo día que le esperaba.
Antes de salir al trabajo leyó los dos
mensajes que tenía en el teléfono celular, uno era de Aidan y otro de Susana.
“Buenos
días, todos los aeropuertos están avisados por si quieres irte a Groenlandia,
te veo luego”
Ese era el mensaje de Aidan y aunque el tono
era cómico , Taly podía adivinar que en verdad estaba preocupado de que ella
volviera a escapar. Aunque debió enfurecerse, se enterneció, era extraño pensar
que Aidan Diakos estuviera tan preocupado. Era el tipo de hombre que podía
atraer a cualquier mujer, nadie escaparía de él, y sonrió al pensar que ella lo
había hecho durante bastante tiempo.
Luego leyó el mensaje de Su.
“Tuve un
sueño extrañísimo contigo. Estabas vestida de princesa y bailabas con un coro de
duendecillos, ¿raro, verdad? ¿Sucedió algo?”
Ese era el mensaje de Susana. Su amiga
preguntaba si había sucedido algo, tenía un sueño con duendecillos y se le daba
por jugar a ser pitonisa. Era lo que le faltaba para empezar el día. Le
contestó brevemente .
“Su,
cariño, lo que sucedió fue que usaste especias equivocadas en tu cena de
anoche. No todo lo verde es albahaca. besos”
Acto seguido apagó el teléfono y se marchó
rumbo a la Universidad.
Talulha miró el reloj y pensó que funcionaba
mal, de a ratos parecía que cada segundo se extendía hasta la eternidad y en
otras ocasiones parecía acelerarse precipitadamente. En esos instantes el
corazón se le desbocaba al recordar que al final del día laboral le esperaba su
cita con Aidan.
Cronos no estaba de su lado, así que el
momento que la tenía ansiosa llegó y Taly se marchó a su casa para prepararse.
Se duchó, se arregló el cabello, tomó la caja
que contenía la ropa interior de encaje...luego la volvió a dejar, para volver
a tomarla y finalmente se puso las delicadas prendas. Luego se puso el vestido
azul que había elegido y con un mínimo gruñido se calzó unas sandalias con algo
de tacón.
Se maquilló suavemente y respiró profundamente. “Lista” se dijo a sí
misma, y le sonrió a la imagen del espejo. “Estás más lista para ir a filmar
una película de vampiros que para una noche de pasión, cambia la cara” se dijo
a sí misma.
Y casi como si estuviera calculado, llamó
Aidan para preguntarle si ya podía pasar a buscarla, por un segundo pensó
decirle que no era necesario, que ella iría a su encuentro, pero finalmente
aceptó.
-Estás preciosa...-dijo Aidan cuando la vio y
ella agradeció el cumplido.
-Tú no estás mal – le dijo por no reconocer
que le quitaba el aliento. Llevaba un sencillo traje negro y una camisa blanca
sin corbata, y aún así era devastador.
El silencio en el auto era opresivo, casi
aplastante. Sólo cuando notó que aquella no era la ruta hacia la casa de Aidan,
Talulha habló.
-¿No vamos a tu casa?
-No, vamos a un restaurante, a cenar – precisó
él mirándola con calidez.
-Pero...-dijo ella sin animarse a terminar la
frase. ¿Es que él no había entendido la indirecta? Por primera vez en su vida
tomaba la iniciativa con un hombre y él no se daba cuenta.
-No tenemos que apurar nada – dijo él con
seriedad y ella comprendió que no era que no hubiera captado la situación, sino
que una vez más estaba jugando a ser caballero andante. Diakos no tenía el más
mínimo sentido de la oportunidad.
-Dijiste que me deseabas...- argumentó ella y
agradeció la oscuridad parcial del interior del automóvil.
-Y también dije que era mucho más que eso –
aclaró él sin dejar de mirar al frente, parecía muy tranquilo pero con alegría
Taly descubrió que agarraba el volante con fuerza, con demasiada, tensando los
músculos.
-Aidan, no quiero ir a un restaurante...
-Talulha, ¿estás segura? Lo dije muy en serio,
no tenemos que apurarnos, no tienes que...
-Estoy segura, llévame a tu casa – lo
interrumpió.
-Vamos a comer algo primero.
-¡¡Aidan!!
-Creeme, Talulha, vamos a comer algo porque de
otra manera creo que podría olvidarme que debemos alimentarnos por mucho
tiempo.
- No creo que pueda probar bocado...- comentó
frunciendo el ceño y él largó una carcajada.
-Es un alivio, al menos no te indigestarás
esta noche – comentó divertido y ella le dio un golpecito en el brazo.
Un rato después estaban sentados en un
elegantísimo restaurante, Taly tenía el ceño fruncido.
-Alégrate, al menos puedes presumir tu bonito
vestido, muchos me están envidiando-le dijo él guiñándole un ojo.
-No era la idea...-respondió ella y deseó
haberse callado. Se había vestido así por él, para él, pero no quería ser tan
obvia.
Aidan ordenó carne asada y Taly un soufflé de
verduras.
-¿Estás segura que quieres sólo eso? –
preguntó él al verla comer con desgana.
-Sí, ya te dije que no tenía hambre...tú
tampoco pareces tener hambre- señaló el plato de él que apenas había tocado.
-Tengo hambre, mucha, más de lo que te
imaginas – le contestó mirándola fijamente y bajando el tono de voz, su mirada
estaba cargada de deseo y Taly sintió que se le cerraba la garganta por la
insinuación.
-Claro, se nota, por eso estamos aquí cenando,
¿verdad? – lo provocó.
-Aunque no lo creas, así es – respondió enigmático
y suspiró para luego dedicarse a comer la carne.
Aidan miró a la mujer que tenía en frente, no
sabía que estaba tan nervioso como ella y que quería hacer las cosas bien, sin
apresurarse.
Una vez había dicho que jamás se había
enamorado y era verdad, había salido con varias mujeres e incluso había sentido
afecto por ellas, pero jamás había estado enamorado, hasta ahora, por eso era
diferente. Por eso estaba ansioso. Amaba a Talulha y sabía lo que significaba
que ella diera aquel paso con él, quería ser digno de su confianza. Porque
podía distinguir la vulnerabilidad tras su fachada de seguridad, insistía en
que la llevara a su casa y pasaran la noche juntos, pero apenas podía pasar el
soufflé por lo nerviosa que estaba.
La deseaba como loco, había sido como un
remolino que había empezado de a poco y que ahora arrasaba todo a su paso, pero
no quería asustarla, quería más que una noche con Talulha y sabía que para ello
debía ser cuidadoso. Porque Taly estaba acercándose, pero también,
contradictoria como era, buscaba en aquella cercanía una excusa para alejarse
de él.
No le había confesado su amor, porque ella no
estaba dispuesta a aceptarlo, pero quería demostrárselo. No quería tan solo
tener sexo con ella, quería crear un vínculo y por eso estaba midiendo sus
pasos cuidadosamente.
Aunque aquella noche iba a acabar con él en
uno u otro sentido.
-Sobrevivimos a la cena, buena señal..¿Postre?
– preguntó Aidan una vez que acabaron de cenar.
- ¿Crees que soy un Pavo o algo así?
-Creo que si respondo será usado en mi
contra...¿café?
-Aidan...
-Bien dejaremos el café para tomar en casa-
dijo él y llamó al mozo. Pero no sólo
pidió la cuenta, sino que les empaquetaran para llevar un pastel de chocolate.
-Por si luego cambias de idea...-le dijo a
Taly y ella gruñó. Una vez que les trajeron el pastel y la cuenta, se
marcharon.
-Creo que el que quiere postre eres tú-
comentó ella por lo bajo mientras él le abría la puerta para subir al auto.
-Sí, definitivamente – contestó y la besó. La
joven no tenía lugar para moverse, así que solo pudo quedarse allí inmersa en
la pasión que Aidan estaba generando. La besó con intensidad, pegándola a su
cuerpo y cuando se separaron, ninguno dijo palabra.
Subieron al auto y se dirigieron al a casa de
él. Aidan la tomó de la mano, como si temiera que escapara y para darle
seguridad, la llevó así hasta que entraron al departamento.
-Ponte cómoda, voy por el café...- dijo y se
quitó el saco. Iba hacia la cocina cuando Taly se acercó a él le tiró de la
manga de la camisa. Se giró y se quedaron allí mirándose un momento, el hombre
supo que si no aprovechaba aquel momento, ella iba a escaparse.
Se giró, la abrazó y la besó.
Taly levantó los bazos y se aferró a su
cabello mientras le devolvía el beso con la misma pasión y necesidad, sintió
como las manos de Aidan se deslizaban por su espalda, como se detenían en su
cintura, como la acercaba a él. Luego abandonó su boca y besó suavemente su
cuello, para detener sus labios allí donde su pulso iba a mil por hora.
-Talulha, Talulha...-susurró con aquel acento
aterciopelado que la reconciliaba con su nombre. Entonces, se apartó un poco de
ella y tomándola de la mano la guió a su habitación.
Quedaron uno frente al otro y Aidan comenzó a
desabrocharse la camisa, sin dejar de mirarla, aquellos ojos la mantenían
presa, lo deseaba, se llevó la mano hasta el tirante del vestido para
quitárselo y se detuvo repentinamente...
-¿Qué sucede?- preguntó Diakos y avanzó hacia
ella pero la actitud de Taly lo hizo detenerse.
Taly estaba nerviosa, desnudarse ante un
hombre, desnudarse ante aquel hombre no era algo fácil, aunque quisiera no
podía desenvolverse con naturalidad. Se sentía torpe y un montón de
inseguridades habían aflorado cortando el clima de pasión de los instantes
previos. No quería que él pensara que estaba loca, ella había insistido en
llegar a aquella situación, así que al menos debía explicarle.
-Tengo estrías..y celulitis…y no tengo
músculos marcados …y…- musitó ella y él se le acercó más.
- Dime, ¿estás tratando de que salga corriendo
o quieres que corresponda a tus palabras contándote alguna intimidad mía?
–preguntó tomando la cara de ella entre sus manos.
-Yo…- intentó defenderse.
-Porque déjame decirte que no voy a huir, me
encantas tal cual eres. Y si quieres conocer mis secretos…bueno…me arruiné una rodilla jugando al
basquetbol años atrás , así que no
esperes muchas acrobacias en la cama…-dijo él bromeando y ella se sonrojó.
-Aidan…
-Bueno, lo de la rodilla es cierto. Pero
todavía puedo hacer alguna que otra acrobacia, a ver…qué más…ah sí, tengo una
horrible cicatriz en el hombro – contó mientras acariciaba el cuello de Taly
con delicadeza – me la hice de niño, estaba nadando en un lago y me di contra
una roca filosa, tardó en curar y quedó una marca grande. También tengo una
oreja perforada porque de adolescente usaba pendiente. Espero que me aceptes…a
pesar de todos mis defectos.
-No te burles, es sólo que… bueno…no estaría
mal para mí tener unos diez años menos. Ya tengo 30…
-Me encanta ese número, y estoy seguro de que la Taly de 20 no me hubiera
gustado tanto como ésta, con estrías o sin ellas me pareces perfecta y los años sólo te han hecho ser tú. La que me está
volviendo completamente loco, y en todos los sentidos…-le dijo y para
convencerla la besó.
Taly dejó de pensar, sólo pudo sentir,
responder, gemir mientras el beso la transportaba. Pudo percibir que él le quitaba
el vestido y que éste caía a sus pies.
-Hermosa...-susurró Aidan y entonces ella
abrió los ojos y pudo comprobar por la forma en que la miraba que era sincero,
verdaderamente le gustaba. Le sonrió y con el valor recobrado terminó de
quitarle la camisa a él.
-Chica valiente...-la alentó Aidan e
inmediatamente la levantó en brazos para depositarla en la cama.
Entonces con mucha lentitud, entre medio de
besos y caricias terminaron de desvestirse. Cuando estuvieron piel contra piel,
Taly pensó en si debía confesarle a Aidan que era virgen. No le quedaba mucho
tiempo para hacerlo.
Había dos posibilidades, tal vez él no lo
notara y todo saliera bien, o era
posible que fuera
insoportablemente doloroso y ella terminara dándole un golpe y gritando sin que
él entendiera por qué lo hacía.
Debería haber hablado antes porque era un
momento totalmente inoportuno, pero si
no le decía, tal vez aquello acabara en desastre.
-A..Aidan...susurró casi sin aliento mientras
él le acariciaba con suma maestría los
pechos.
-¿Mmm?
-Yo...yo...-intentó decir pero era
malditamente difícil cuando él la distraía con tanta sensualidad, entonces él
se la quedó mirando.
-Lo sé, tranquila...- susurró.
-¿Qué?- preguntó confusa.
-Lo sé, Talulha ...así que no te preocupes,
iremos despacio , tendré mucho cuidado- dijo él sonriéndole y ella comprendió
que él lo sabía, pero lo había dicho con tanta arrogancia que le habían dado
ganas de darle un buen golpe para quitarle aquella idiota sonrisa de orgullo
masculino. Sin embargo, las manos de él siguieron recorriendo su cuerpo
mientras la besaba, así que perdió la concentración.
De pronto el mundo racional se desvaneció y
todo se convirtió en sensaciones, era piel contra piel, Aidan que la acariciaba
lentamente como si la estuviera conociéndola a través de manos y labios y ella
misma que lo acariciaba a él con una necesidad nueva. Le recorría la musculosa
espalda, entrelazaba las piernas con las de él , se aferraba a sus brazos
mientras la besaba y lo sentía tensarse bajo sus dedos cada vez que lo tocaba.
Todo era nuevo y sin embargo familiar, la
temperatura de los cuerpos, el contacto de las pieles, el aroma, los gemidos,
las miradas...Talulha no era capaz de pensar, estaba completamente rendida.
Aidan prolongó las caricias y los
preeliminares con paciencia, disfrutaba aquel amarse lento sin apuro ,pero más
que nada quería asegurarse de que ella estuviera totalmente preparada para él,
aunque contenerse fuera un suplicio.
Sólo cuando estuvo seguro, cuando vio que la
mirada de ella estaba nublada de deseo, cuando sus gemidos lo alentaron y el
cuerpo femenino se elevó hacia él buscando un contacto mayor, se dispuso a
penetrarla.
Taly sintió que Aidan no estaba
suficientemente cerca, sintió el calor extenderse por su cuerpo, sintió una latente necesidad
en el centro de su cuerpo, sólo quería más de Aidan, se elevó hacia él, se
aferró a su espalda gimiendo sin saber que era lo que pedía, entonces él se acomodó y la miró anhelante,
luego lo sintió susurrar “Gráím thú” e inmediatamente después lo sintió invadir
su cuerpo.
Fue una sensación incómoda que le despejó
momentáneamente la mente, la intrusión
la hizo retroceder, pero sólo podía ver los ojos de Aidan que la miraban fijamente mientras la
penetraba, y escuchar aquel susurro repetitivo que no entendía , aquel cántico
de “Gráím thú” que él repetía mientras entraba en ella con delicadeza. Lo
aceptó y poco a poco lo acomodó en su interior, él comenzó a moverse
lentamente, hasta que ella misma lo instó a moverse más y entonces el placer
borró todo lo demás.
Talulha ya no pudo pensar, ni analizar, ni
cuestionar nada, su cuerpo tomó el mando. Todo fue sentir a Aidan, luego ni
siquiera pudo distinguir eso, ya no era ni él ni ella, era todo sensaciones,
indescriptibles sensaciones que no
dejaban lugar a nada más.
Sentir,
sentir y sólo sentir hasta que el placer hizo desaparecer todo.
No tenía fuerzas ni para abrir los ojos, se
sentía agotada y totalmente satisfecha, con la extraña sensación de llevar
puesta una nueva piel y habitar un nuevo mundo. A desgana levantó los parpados,
allí estaba él, recostado a su lado, apoyado en su codo mirándola. No estaba
tan mal abrir los ojos, si estaba él, con el cabello húmedo por la
transpiración, y una sonrisa perezosa mirándola. Debería sentirse avergonzada,
pero no le quedaba energía.
-¿Te sientes bien? – preguntó Aidan.
-Sí…¿y tú?
-Mucho – dijo y se recostó abrazándola.
-¿Qué era eso que dijiste? – Preguntó curiosa
por las palabras que había susurrado en gaélico mientras le hacía el amor,
extrañamente la había relajado.
-Cosas que dicen los hombres en momentos así,
dudo que quieras saberlo…-respondió misterioso y le besó la frente.
-Fetichista…- lo provocó ella y lo sintió
reír. Después se relajó confiada entre sus brazos, como si aún ahora siguiera
necesitando la cercanía.
-Duerme Talulha…-susurró él y no tardó en
hacerle caso.
Aidan percibió cierta claridad en la
habitación y supo que había amanecido, sonrió antes de abrir los ojos.
Recordaba la noche anterior y aún se sentía feliz y pleno, tal como esperaba
había sido una experiencia diferente y única, como la mujer que había amado.
“Talulha”, pensó y abrió los ojos, ansioso por
verla, pero la cama estaba vacía.
Se
había escabullido sin despedirse.
-¡Diablos, por qué siempre actúas el rol
equivocado!- protestó y se levantó de prisa.
Capítulo
26
Yo me duermo a la orilla de una mujer: yo me duermo a la
orilla de un abismo.
Eduardo Galeano
Talulha se había ido en la madrugada, apenas
si había podido dormir un par de horas en su propia cama, se había levantado,
tomado una ducha y hecho una taza grande de café para el desayuno.
Había hecho el amor con Aidan, ese era el
único pensamiento que se repetía en su cabeza.
No había visto estrellas de colores, ni se
había sentido sacudida por oleadas ni nada de las estúpidas descripciones de
las novelas de amor, había sido mucho más que eso.
Había dejado de lado la lógica, en brazos de
Aidan había olvidado todos sus argumentos porque simplemente había dejado de
pensar. Parecía como si su mente se hubiera desconectado, para dar paso a algo
más primitivo, más carnal e infinitamente más placentero.
Todo su ser se había vuelto un recipiente de
sensaciones y nada más había importado, sólo dejarse llevar, sólo sentir y una
plena confianza en el hombre que la acompañaba.
Por eso había escapado, no sabía cómo manejar
el después de aquello.
Llamaron a la puerta y cuando fue a atender se
encontró con un repartidor que le entregó un gran ramo de rosas rojas. Las
aceptó y luego acercó su rostro para oler el perfume, era algo cursi, pero se
sintió conmovida por el detalle. No llevaban tarjeta, pero sabía muy bien quien
las había enviado. Buscó un jarrón para acomodarlas y volvieron a llamar a su
puerta
-¡Aidan! – exclamó al verlo allí.
-Bueno, ya que aceptaste a mi heraldo- dijo
señalando las flores que estaban detrás sobre la mesa – supuse que podrías
aceptarme a mí…
-Pasa…- dijo ella y notó por su tono de voz
que estaba enfadado.
-¡¿Puedo saber por qué te fuiste?!- le
reclamó.
- Lo siento, no conozco las reglas, no sabía
lo que se debe hacer en estos casos. No hay un manual sabes…
-Te diré lo que se espera en estos casos, que
te despiertes a mi lado tal como esperaba y no que salgas corriendo como un
ladrón.
-No fue mi intención, además no es tan grave.
-¡Cielos Talulha! El orgullo masculino es muy
frágil…te escapas después de hacer el amor, ¿qué quieres que crea?
-¿En serio? – preguntó ella incrédula, era
imposible que él se sintiera inseguro sobre lo que había sucedido.
-Sí, en serio. Además estaba preocupado por
ti, fue tu primera vez y temía haberte hecho daño o…
-Aidan lo siento. No pensé que pudieras pensar
tantas cosas, sólo, bueno, pensé que era lo normal…y como te dije no conozco el
protocolo de la mañana siguiente. No es nada de lo que estás pensando, sólo creí
que era hora de irme a casa. Estoy bien y la pasé muy bien anoche, quiero decir,
pensé que lo sabías…
-¡¿Qué haré contigo?!
-Haces esa pregunta muy seguido.
-Sí Talulha, desde que te conozco. ¿En serio
estás bien? – preguntó y ella se sintió arrepentida por preocuparlo.
-Sí, en serio- le contestó con una sonrisa y
Aidan se le acercó.
-Te extrañé…quería verte esta mañana -susurró.
-¿Cuánto más voy a tener que disculparme?
-Si me besas, puedo pensarlo- la provocó él y
ella lo besó, no pudo ni quiso resistirse. Entonces Aidan la abrazó y la besó
apasionadamente, e inmediatamente deslizó sus manos debajo de la camiseta de
Taly.
-¿Qué haces Diakos?
-Lo que pensaba hacer esta mañana, continuar
lo de anoche…además llevo ventaja, no podrás huir de tu propia casa…-susurró mientras
la acariciaba, volvió a besarla hasta que Talulha se rindió y fue plenamente
consciente de que también ella lo había extrañado a pesar de las cortas horas
de separación.
Los días y las noches transcurrieron, Taly y
Aidan siguieron viéndose, a veces para salir y pasar tiempo juntos y a veces
para envolverse en la pasión que los unía y dejarse llevar hasta quedar
dormidos uno en brazos del otro.
A veces Talulha escapaba, a veces despertaba
junto a él.
En medio de todo, Taly sentía que no había
tenido tiempo de pensar lo que sucedía entre ellos, no había podido decidir qué
paso seguir, Aidan no la dejaba pensar.
Así que cuando Susana cayó de sorpresa a
visitarla, se sintió agradecida de que le diera una tregua, podía usar a su
amiga como excusa para mantener algo de distancia.
El alivio le duró hasta que Susana la miró fijo,
estaba a punto de ser interrogada. En ese momento deseó tener de huéspedes a
los Jinetes del Apocalipsis en lugar de a su mejor amiga, ellos serían menos
peligrosos.
-Su, cuéntame, ¿qué haces en la ciudad?-
preguntó mientras depositaba una taza de té en la mesa.
-Oh, tengo un par de secretos, que te
contaré…pero primero es tu turno – dijo suavemente. Pero esa suavidad no
engañaba a Taly, Susana era implacable.
-No hay mucho que contar…-mintió.
-Suelta Talulha, ¿qué me estás ocultando?
-Nada …- dijo y cometió el error de mirarla a
los ojos.
-¡¡OH!! – exclamó su amiga.
-Su, estás perdiendo capacidad expresiva,
ahora sólo mencionas vocales.
-TE ACOSTASTE CON ÉL, ¿verdad? – preguntó y por
el sonrojo de Taly supo que había dado en el blanco.
-Bueno, nosotros…
-¡¡Y NO ME LO DIJISTE!! Pequeña traidora…estoy
tan orgullosa de ti.- agregó para el desconcierto de Taly.
-No lo entiendo, tengo un título universitario
y cosas por el estilo, ¿pero a ti te enorgullezco porque me acosté con un
hombre?
-No con un hombre cualquiera, con Aidan Diakos,
créeme es la primera vez que haces algo que me enorgullece de verdad…Ahora
cuéntame cada detalle si quieres seguir viva.
-Ni loca. Y tampoco mi fantasma hablará…así
que olvídalo – contestó Taly y su amiga la miró con seriedad.
-Sólo contéstame algo Talulha, ¿estás bien? –
preguntó con verdadera preocupación y sinceridad. Era uno de aquellos momentos
en que Taly se sentía como una niña frente a su amiga, en los que sentía que
Susana era un poco madre, un poco hermana y un poco guardiana. Era uno de esos
momentos en que la amistad verdadera salía a relucir y las conectaba.
-Sí, muy bien – respondió con igual seriedad y
su amiga asintió, luego volvieron al tono jocoso.
-Ufff, y yo que quería un poco de
detalles divertidos…Eres cruel Talulha,
muy cruel…
-Ya calla y cuéntame tus secretos, yo te dije
el mío.
-No lo hiciste, tuve que adivinarlo …no
mereces que te lo diga.
-Pero lo harás igual, eres pésima guardando secretos.
Te escucho...
-Si me traes algo de comida, preferiblemente
con chocolate, para acompañar el té, te lo diré – propuso Su y Talulha sonrió,
un rato después puso una porción de pastel de chocolate frente a su amiga.
-Imagino que no hay nada dietético ni parecido
en tu casa...¿verdad?
-Habla ya Su, me estás exasperando.
-Ahora entiendes como me siento todo el tiempo
por tu culpa.
-Su..
-Estoy embarazada – soltó y luego se
llenó la boca con un pedazo de pastel.
-¡¿Qué?! ¿Estás embarazada? ¿Otro bebé? –
preguntó Taly y pudo ver la felicidad en los ojos de su amiga. Ésta terminó de
masticar la comida y luego contestó.
-Sí, el tercero.
-¡Ay Su! Me alegro por ti, ¿tu marido ya lo
sabe?
-No aún, será su cumpleaños en un mes...se lo
diré entonces. Quiero decir es mucho mejor que cualquier regalo, mucho mejor
que un par de medias, sin dudas.
-¡Susana! – la reprendió riendo.
-No puedo esperar a verle la cara cuando se lo
diga, así que seré sumamente discreta, eres la única que lo sabe.
-Es un maravilloso secreto – dijo y estiró la
mano sobre la mesa para apoyarla en la mano de su amiga.
-Pero hay más...- susurró Susana.
-¿Gemelos?
-Ni en sueños, jaja. El otro secreto, el
motivo por que el que vengo tanto a la ciudad últimamente, no tiene nada que
ver con bebés.
-¿Entonces?
-Trabajo.
-¿Trabajo, Su, de qué hablas?
-¿Recuerdas esos libros de niños tan famosos?
Los que le llevaste a mi niño la última vez...
-Sí, por lo visto no te gustaron, pusiste cara
rara cuando se los regalé.
-No fue eso, es que él ya los tenía...
-Debiste decirme, los cambiábamos por otra
cosa.
-Tampoco es eso, es que yo los escribo...soy
la autora de esos libros – confesó en voz baja.
-¡¿Tú?! Tú eres la famosa escritora...¿Eres
escritora?
-¡Cielos Taly, no dije que fuera de Marte,
sólo que escribía libros!
- Es que no lo
supuse, soy tu amiga y no lo sabía. Y además ahora que lo pienso es algo
perfecto para ti, pero nunca se me ocurrió.
- Lo sé, siempre te molestó que no trabajara,
que solo fuera un ama de casa, ¿verdad?
-No, no, Su no es eso, sólo que pensaba que
tal vez había muchas cosas que podrías haber hecho...
-Si no hubiera quedado embarazada siendo
adolescente, lo sé. Pero yo nunca lo lamenté, y tampoco tenía ambiciones de ser
algo distinto. Soy feliz en mi hogar con mi familia, pero ahora también soy muy
feliz escribiendo.
-¿Pero cómo , cuándo?
-Los empecé a escribir para mis hijos, y en
realidad Russ fue el de la idea, dijo que eran muy buenos, que debería
mandarlos a algún lugar. Un día me animé y los mandé a una editorial, los publicaron,
con un seudónimo, obviamente, y luego...bueno a la gente le gustaron mis
personajes y mis historias...Hoy fui a hablar con mi editor sobre una nueva
entrega de la colección.
-Pero eres muy famosa, cuando fui a comprarlos en la librería me
hablaron maravillas de ellos. Su, estoy muy muy orgullosa y muy feliz por ti,
aunque odio que no me lo hayas dicho, ¿por qué?
-Bueno, supongo que me preocupaba lo que
dirías, no eres afecta al mundo de la fantasía...
-Pero esto es distinto.¡¡Cómo no me lo
dijiste!!
-Ya olvídalo Taly, y piensa que estamos a mano...¿cuándo
ibas a contarme lo que sucedía con Aidan?
-No cambies de tema y, nunca, no estaba en mis planes contártelo.
-Eres cruel, Talulha.
-Pero honesta y no me digas Talulha.
-¿Sabes?...nos merecemos totalmente la una a
la otra – dijo Susana y Taly le sonrió, de nuevo pudo sentir que el vínculo de
amistad se volvía algo tangible, aún guardándose secretos, aún con miedos e
inseguridades podían contar la una con la otra
-Por supuesto - respondió Taly y levantó su
propia taza para “brindar” con su amiga.
Taly intentaba terminar un informe y Susana
leía una de sus novelas acurrucada en el sillón, cada tanto lanzaba risitas o
suspiraba, aquello ya le estaba haciendo perder la paciencia a Talulha.
Su lanzó un largo suspiro y luego un
“ahhhhhhhh” aquello fue el colmo.
-Bueno, ya dime, ¿qué sucedió? – la encaró
acercándose.
-Él acaba de decirle “Gráím thú”- dijo Su con
voz emocionada.
-¿Dijo qué...? – preguntó Taly medio sin darle
importancia
-Finn O’Connell acaba de decirle “Gráim thú” a
la protagonista...
-¿Y eso es emocionante porque....?
-Sí leyeras novelas lo sabrías, tu gaélico es
bastante malo, ¿sabes?
-Así que ahora aprendes idiomas con las
novelas, vamos Su, en fin qué significan esas palabras...
-“Gráim thú” significa te amo.-explicó Susana
y entonces Taly recordó.
Recordó la letanía que Aidan susurraba
mientras la amaba, recordó el sonido de aquellas palabras en la voz masculina
enronquecida por la pasión. Recordó lo que él había dicho sobre que eran palabras
que debían ser dichas en un momento como aquel. “Gráim thú” “Te amo”....recordó
y palideció.
-¿Estás bien? – le preguntó Susana
-No...¡Santos cielos! – exclamó horrorizada.
Capítulo
27
"No digas de ningún sentimiento que es
pequeño o indigno. No vivimos de otra cosa que de nuestros pobres, hermosos y
magníficos sentimientos, y cada uno de ellos contra el que cometemos una
injusticia es una estrella que apagamos."
Herman
Hesse
Talulha había recuperado la compostura poco
después y había logrado tranquilizar a Susana mintiéndole descaradamente,
estaba segura que su amiga no había creído su excusa pero se había apiadado de
ella y no había insistido.
Sin embargo, el descubrimiento de que Aidan
había dicho amarla la inquietaba, él sabía las reglas, las sabía desde el
principio y las había roto, complicándolo todo. Nunca se había tratado de amor,
hasta la palabra le daba escalofríos.
Gracias a la presencia de Su, pudo evadir a
Aidan durante un par de días, pero cuando su amiga se marchó también se le acabaron
los pretextos.
Taly pensó una y otra vez sobre las opciones
que tenía, analizó su relación con Aidan como si fuera un rompecabezas, le dio
todas las vueltas posibles hasta que finalmente tomó una decisión.
Sabía que era lo que los demás dirían, pero también
sabía que para ella era la única alternativa posible. Lo citó en una confitería
y por un momento, cuando llegó y lo vio esperándola mientras tomaba un café,
sintió que su convicción tambaleaba.
-Hola – saludó él y se paró a darle un ligero
beso.
-Hola- respondió.
-¿Qué vas a pedir, un capuchino? – le preguntó
pero ella negó con la cabeza.
-Quiero que hablemos primero...
-Te extrañé, no he tenido con quien pelear en
estos días, ha sido muy aburrido- le dijo bromeando.
-Aidan...
-Estás tan seria, me estás asustando.
-Vuelvo a casa.
-¿Te vas por el fin de semana?
-No, no es eso lo que quiero decir. Mi trabajo
en la Universidad termina esta semana y me voy de la ciudad, vuelvo a mi casa,
a mi tienda, a mi vida...
-¿Cuándo nos ver...? – iba a preguntar él y
entonces comprendió lo que ella intentaba decir- ¿Estás terminando conmigo? Por
eso me pediste verme en una confitería...¡CIELOS TALULHA!
-Aidan, no grites...
-¿Me equivoco?
-No te estoy dejando, quiero decir no tenemos
esa clase de relación.
-¿Qué clase de relación tenemos, entonces?
-Ya sabes...
-No Talulha, juro que en este momento no lo
sé.
-Sabes que yo no creo en el amor...
-Sí, lo sé, pero eso no cambia nada.
-Lo que dijiste, eso de “Gráim thú”...-musitó
ella.
-¿Sabes lo que significa? – preguntó Aidan con
intensidad, estaba tratando de no perder los estribos.
-Sí, y también sé que no se trata de amor, lo
pasamos bien, nos llevamos bien pero de ahí a creer..
-No se te ocurra decirme a mí lo que siento y
lo que no, simplemente estás huyendo de nuevo.- la acusó enfadado.
-No, Aidan, no huyo, porque simplemente nunca dije que fuera a quedarme. Siempre supiste quien era yo.
-Sí, pero creí que podría hacer que tú también
te dieras cuenta de quien eres.
-Yo soy yo, no me gusta que me llamen por mi
nombre, estoy más feliz en mi casa con mi tienda y mis libros que en una gran
ciudad y no creo en las novelas de amor.
-Eres más que en eso, pero si no quieres
verlo, no puedo hacer nada. Vaya, ni siquiera me das la oportunidad de enojarme
y discutir contigo....esta vez fuiste muy lejos, una cosa es que no tengas fe,
otra es que seas cruel y menosprecies
los sentimientos de los demás. Es demasiado hasta para ti, Talulha.
-Aidan, esto no se trata de sentimientos...
-Calla Talulha, porque estoy a un paso de que
no me importe donde estamos y gritarte un par de verdades que odiarías oír.
-Sólo quería decirte que me iba, yo...
-Sí, lo sé. Bien, actuaré como quieres...vete,
pero sabes que no iré a buscarte, ¿verdad?
-No pedí que lo hicieras.
-Lo sé, pero tú nunca pides lo que necesitas,
tú ni siquiera sabes lo que necesitas. Sólo que si te escapas esta vez, no iré
detrás de ti...llegué a mi límite.
-Aidan...- musitó ella sin saber que decir,
estaba confundida. Sí había decidido irse y también que lo que tenía con Aidan
había llegado a su fin, pero no se sentía bien y las palabras de él le dolían
más de lo que esperaba.
-Fue un placer conocerte, Talulha – dijo él,
se levantó, dejó unos billetes en la mesa para pagar el café y se marchó sin
darle tiempo a nada más.
Taly se dijo a sí misma que eso era lo que
quería, que eso era lo correcto y sin embargo sentía que iba a llorar.
Susana entró a la casa de Taly agitando un
pañuelo blanco en un gesto muy teatral.
-¿Qué haces? – preguntó Talulha.
-Muestro mis buenas intenciones y es una señal
de paz, ya sabes intento que no me mates...
-¡Su!
-Bueno desde que volviste a casa hace un par
de días has estado de pésimo humor.
-Di mejor que he estado de pésimo humor desde
que se te dio por reprenderme, me llamaste estúpida y dijiste que dejarías de
hablarme por lo que le había hecho al “pobre Aidan” y que yo era un caso
totalmente perdido, que no tenía salvación ...¡Ah, también dijiste que ojala me
atragantara con el próximo pastel de chocolate que comiera!
-Cierto, estaba poco creativa ese día...
-¿No viniste agitando una bandera blanca?
-Sí, lo hice, pero aún así hay cosas que
necesitamos hablar. Me preocupas en serio.
-Eso es por tu manía de preocuparte, yo estoy
bien, muy bien...
-Pero estabas mejor con él.
-¡Susana! He pasado gran parte de mi vida sola
y estoy bien, me gusta, tanto él como yo sabíamos que era algo pasajero.
-¿Estás segura?
-Bueno, si él rompió las reglas no es culpa
mía – se defendió Taly.
-¿Acaso tenían un contrato o algo?- preguntó
Susana.
-No me refiero a eso, sino a que él sabía lo
que yo pensaba. Fue una buena experiencia para ambos, ahora cada quien retomó
su camino, no le veo lo dramático, no sé por qué insistes tanto con el tema.
-Porque me da pena, mucha. Aunque digas que estás
bien, estabas mejor cuando estabas con él, me gustabas más.-aseveró Susana.
-¿Acaso era distinta? ¿Ojos de cordero y cosas
así?
-No, sólo eras más tú, como si brillaras. Eras
más ingeniosa, más pasional y también te he visto a su lado, era como ver un
paisaje donde todo concuerda...como si las piezas encajaran finalmente.
-¡Deja de leer novelas románticas!
-¡Y tú empieza a leerlas! Te hace
falta...hablas de tu relación con Aidan como de un experimento de laboratorio,
pero no es eso. Las emociones, tus brotes de mal humor o tus sonrisas, la
química con él que te llevó a aceptarlo en tu cama, todo eso no se puede
reducir a tus endemoniadas teorías, es mucho más. Y me duele que no lo
entiendas.
-Susana, el amor no existe y si existiera
tampoco es algo duradero...¿por qué todos insisten en que haga algo en lo que
no creo? Soy feliz así, por qué debo hacer algo que me haga desdichada.
-Porque no eres creíble, porque yo sé que eso
no es lo que sientes.
-Lo que nos faltaba, eres psíquica.
-Y tú una tonta rematada, pero no hay que ser
adivina para darse cuenta de eso.
-Oye, ¿ tú no entraste con una bandera blanca?
¿Acaso te equivocaste de color?
-Ya, ya entiendo las indirectas.
-¿En serio? No entenderías una indirecta a
menos que fuera una flecha clavada en tu corazón...-la provocó Talulha.
-A eso me refiero, también eras más agradable
cuando Aidan estaba cerca.- devolvió Susana.
-Últimas noticias, Aidan Diakos ya no está más
cerca y nunca más lo estará – dijo Taly y algo de aquella frase le sonó mal.
-Bueno, eso es cierto, un hombre así no estará
mucho tiempo solo, ya aparecerá alguna mujer más inteligente que tú.
-Y será una prueba más a mi favor, hasta ahí
llegaba su dichoso amor...-contestó amargamente.
-Al menos , él se permite sentir y seamos
sinceras, aunque el hombre se rapara y se metiera a monje mientras llora tu perdida, no le creerías, así que...al
menos que lo aproveche otra. Sería mucho desperdicio que muriera suspirando de
amor por una necia...y ya está, no me lo recuerdes, he venido en son de paz.
Puedes servir el té.- sentenció Susana con aire magnánimo y Taly no supo qué
responder, darle un escobazo a una amiga embarazada estaba fuera de sus posibilidades.
Capítulo
28
"No es amor, un amor que cambia siempre por
momentos, que a distanciarse en la distancia tiende.
Oh! no, es un faro imperturbable que contempla las tempestades y sin moverse..."
Sensatez y Sensibilidad- Jane Austen
Oh! no, es un faro imperturbable que contempla las tempestades y sin moverse..."
Sensatez y Sensibilidad- Jane Austen
Cuando bajaron los nuevos artículos para su
tienda y Talulha vio entre ellos una alfombra persa, la mandó a devolver.
-Pero, señorita...-protestó el empleado que le
entregaba el pedido.
-Nada de alfombras, traen muchos problemas...créame
– dijo ella en un tono que no admitía
réplicas y el hombre no tuvo más remedio que embalarla nuevamente y llevársela
consigo.
-No necesitamos alfombras en esta tienda, nada
de alfombras ...-se dijo a sí misma y se alegró que ni Su ni su madre
anduvieran en los alrededores porque harían miles de hipótesis locas sobre su
nueva fobia hacia las alfombras.
Hacía un mes que había regresado a su hogar,
un mes de vida tranquila, un mes de reorganizar su tienda y escribir ensayos,
un mes en su casa, en su pueblo , rodeada de gente que conocía. Un mes sin
saber nada de Aidan Diakos.
Sin embargo , sí había escuchado otros
rumores, unos que sonaban cada vez más fuerte y que no le gustaban nada.
Aquella mañana había vuelto a escuchar a alguien mencionar que el marido de Su andaba involucrado con su
secretaria.
No podía preguntarle a Susana, menos aún en su
estado porque no quería preocuparla y cada vez que la veía tan alegre y
creyendo que el mundo era color de rosa se sentía impotente. Si alguien la
hería, ella sería peor que las Erinias desatadas, su amiga era demasiado
confiada y cualquier traición la destruiría. Rogaba que todo fueran rumores.
Por eso ella no creía en el amor, uno no podía
entregarse a otro de esa manera y darle el poder de herirnos, cuando uno dejaba
de aparte la lógica estaba perdido. Se convertía en un barco a la deriva, a
merced de las corrientes.
De solo pensar que Susana saliera herida, se
sentía enojada, enojada con aquellas
personas que difundían los rumores, enojada con Russ por ser imprudente,
enojada con aquellas tontas novelas de amor que vendían al enamoramiento como
si fuera la panacea de la humanidad cuando día a día se probaba que no existía
y enojada con su amiga que creía en los finales felices y los príncipes azules.
“Por suerte estoy libre de todo eso” pensó
para sí misma y se auto felicitó por ser una chica lista, pero un fragmento de
conciencia le dijo que las chicas listas no se deshacían de una alfombra porque
le recordaran como había conocido a un
hombre.
“A veces las nubes negras traen verdaderas
tormentas y no son sólo una amenaza”, pensó Talulha cuando la tarde del día
siguiente recibió un llamado de Susana. Estaba llorando.
-Ay..Taly...-alcanzó a decir y el llanto le
cortó la voz.
-Su, ¿eres tú? ¿Qué sucede?
-Russ...Russ no quiere al bebé..
-¿Qué? – preguntó Talulha, pero del otro lado
sólo se escuchaba a Susana llorando.
-Voy para allá – dijo y mientras iba
apresurada a la casa de su amiga, Taly deseó poseer en la tienda alguno de los
instrumentos antiguos de tortura, iba a necesitarlos porque iba a acabar con el
marido de Susana y usando algún método muy doloroso.
Tardó unos quince minutos en llegar, apenas entró
su amiga se le echó en los brazos.
-A ver, cariño...
-¡Taly!
-Su, cálmate, sentémonos y me cuentas, ¿sí? –
dijo con paciencia porque su amiga se veía totalmente desvalida.
Susana asintió y obedeció, Taly fue a buscarle algo para beber y luego ,
cuando se calmó un poco empezó a preguntarle.
-¿Russ se enteró de tu embarazo? ¿No ibas a
decírselo para su cumpleaños?
-Sí, pero tuve nauseas y estuve descompuesta y
se dio cuenta...-
-¿Y qué pasó entonces?
-Se enojó, dijo que debí haber tenido más
precaución...No estaba feliz con el bebé
– dijo Su y se largó a llorar nuevamente.
-Tranquila, tranquila o le hará mal al bebé –
la consoló Taly abrazándola mientras planeaba como descuartizar a Russ, sólo
pensar en lo ilusionada que había estado Su con decirle la buena noticia a su marido
se enfadaba cada vez más. ¿Cómo podía ser tan cruel?
Talulha se quedó allí, consolando a su amiga
hasta que ésta cayó rendida. Taly le prometió a Su que iría a ver a los otros
niños que estaban en casa de la abuela materna y luego la obligó a acostarse,
cuando se quedó dormida se marchó.
El amor no existía, Susana con su fe imbatible, su optimismo, y su fe ciega en
el romance, Su con el corazón destrozado, era la última esperanza que se
acababa.
Para Taly, Su siempre había sido el último
bastión que quedaba en pie, era lo único que contrarrestaba su cinismo, ahora
no quedaba nada. Y le dolía, le dolía mucho más de lo que había sospechado que
fuera posible , y no sólo porque la hiriera ver
triste a alguien que quería, sino porque si Susana no había podido
lograr que el amor fuera cierto, a ella no le quedaba posibilidad alguna.
Tal como había prometido, pasó a casa de la
madre de Su a ver a los niños y le pidió a mujer que los cuidara por ese día
pues Su y Russ necesitaban un tiempo a solas. Ella no estaba convencida de esto
pero su amiga se lo había pedido, quería tener una nueva charla y aclarar las
cosas y Taly rogaba que todo saliera bien.
Sinceramente esperaba que fuera un
malentendido y que se solucionara, por Su, por el bebé e incluso por ella
misma, pero sabía, con una oscura certeza que aquello no era una novela de
amor, sino la vida real y no siempre era agradable y con finales felices.
No llamó a Su aquella noche porque quería
darle tiempo, pero a la mañana siguiente la llamó tan pronto como despertó.
Nadie respondió, fue a su casa y no atendieron, algo andaba mal.
Le envió mensajes de textos sin tener noticia
alguna, luego del quinto mensaje recibió una respuesta escueta que sólo la hizo
preocupar mucho más. El texto de Su sólo decía: “Russ no llegó a casa, está con
su secretaria”
Luego de eso, Susana no volvió a responder
ningún mensaje. “¿Dónde estaba?”. Finalmente fue a la casa de la madre de Su y
descubrió que los hijos de su amiga aún estaban allí y que le había pedido a la
mujer que los cuidara un día más porque iba a viajar. Ella no quiso decirle
nada de lo que estaba sucediendo para no asustarla. Apenas salió de allí ,
recibió una llamada del marido de Susana.
-¿Qué pasa? – preguntó Taly con brusquedad, en
ese momento aquel hombre era su enemigo número uno.
-¿Susana está contigo? – preguntó él.
-No, ¿no sabes dónde está tu mujer? – lo
increpó dispuesta para iniciar la guerra.
-No, llegué a casa esta mañana y no estaba,
tampoco la camioneta.
-¡¿Se la llevó?! – preguntó imaginando a su
amiga haciendo alguna locura.
-Eso parece, voy a buscarla, si sabes algo
avísame o dile que me llame. – dijo él y cortó antes de que Talulha pudiera
expresarle su desprecio.
“¿Avisarle?¿Acaso el hombre era estúpido
además de todo lo demás?” Susana había escapado
de él.
“Esto es porque lees tantas novelas
insensatas” pensó para sí misma y empezó a rastrear a Su. Dos horas después
había hablado con todas las personas que conocía su amiga y nadie sabía nada de
ella. Taly estaba asustada, el cielo estaba nublado y también su humor, había
empezado a pensar miles de posibilidades truculentas y no podía evitarlo.
Sinceramente estaba desesperada, no se había
dado cuenta de cuánto hasta que inconscientemente marcó el número de Aidan y él
respondió.
-¿Hola? –contestó con un deje de duda en la
voz, como si le extrañaba que ella lo llamara. Lo entendía, ella misma se
asombró al escuchar la voz de él, no tenía idea de por qué lo había llamado,
pero lo había hecho sin pensarlo.
-Aidan...-musitó y su voz le sonó extraña, los
nervios la hacían sonar temblorosa.
-¿Talulha qué sucede?
-Susana, Susana desapareció, peleó con su
marido y desapareció...no podemos encontrarla....me preguntaba si has sabido
algo de ella.
-No, nada. ¿Puedo ayudar? ¿Estás bien? –
preguntó y su sincera preocupación la llevó a hablar antes de pensar.
-Te necesito...-dijo e inmediatamente colgó el
teléfono, acababa de hacer una estupidez, incluso dos, y definitivamente el
estrés tenía influencia maléfica en la
vida de las personas. “¿Le había dicho que lo necesitaba?”. Estaba loca.
Pero cada vez que ella había atravesado un mal
momento había estado su mejor amiga a su lado para apoyarla, ahora que no
estaba no tenía a quien acudir y escuchar a Aidan había sido como hallar un
faro cuando se está perdido.
Afortunadamente, Aidan no la llamó para
indagar más, probablemente ni siquiera alcanzó a escuchar lo que dijo antes de cortar,
además era lo lógico que no le diera importancia, ya no había nada entre ellos.
Además no era momento de pensar en él, tenía
algo más importante de lo que ocuparse, encontrar a Su, encontrarla sana y
salva y luego atormentarla para que le quedara claro que una mujer hecha y
derecha no desaparecía. Pero como diría Su, ella no tenía autoridad moral para
recriminarle su súbita vocación de Houdini, de hecho ella era la menos
adecuada. Incluso podía ser tachada de ejemplo negativo.
Lo bueno de que su ciudad fuera apenas más que
un pueblo era que uno podía recorrerla rápido, lo malo era que ya había buscado
hasta debajo de la última piedra y Su no estaba, era frustrante, para empeorar
la situación había empezado a llover. Cuando Talulha sintió que el frío
empezaba a metérsele en los huesos, volvió a su casa, necesitaba una ducha y
tal vez Susana fuera a refugiarse allí. Deseaba que así fuera.
Por un instante pensó llamar a la policía y
denunciar la desaparición de su amiga, pero su lógica terminó ganando y pensó
que no era buena idea desatar un tumulto, al menos por ahora. Pero a medida que
las horas pasaban su lógica se desvanecía...y por lo visto no era la única
porque golpearon a su puerta y cuando abrió se encontró frente a frente con
Russ.
El hombre entró imperiosamente y Taly
retrocedió, el siempre medido Russ no parecía estar en sus cabales. Ninguno se
molestó en cerrar la puerta que quedó entreabierta mientras los dos se ubicaban
parados uno frente al otro en la sala,
como un par de guerreros dispuestos a la pelea.
-¿Está aquí, verdad? ¡Su, sal tenemos que
hablar!- gritó él mirando hacia todos lados como si esperara ver salir a su esposa
en cualquier momento.
-Ella no está aquí.- afirmó Taly enfadada.
-Dime donde está Talulha, estoy muy
preocupado. No la escondas, ella debe estar aquí...no hay ningún otro lado a
donde pueda haber ido.- dijo y esta vez sonó cansado, incluso con un deje de
derrota en la voz.
-¡¡Ella no está aquí!! ¡Yo también estoy
preocupada! Y todo esto es tu maldita culpa...se supone que deberías cuidarla.
Ella te estuvo esperando toda la noche mientras tú te la pasabas jugando con tu
secretaria...
-¡¡¿Mi secretaria?!! ¿Qué tiene que ver con
esto?
-¡¿Qué tiene que ver?! ¡TODO! Ella escapó
porque tú le eres infiel.
-Yo no le soy infiel, ¿le metiste esa idea en
la cabeza a Susana?
-¿Yo?, claro que no , pero supongo que los
rumores que corren por todo el pueblo y que no llegaras a casa por estar con tu
secretaria ayudó, ¿no lo crees?- dijo ella con ironía y los dos parecían dos
perros encarnizados dispuestos a destrozarse.
-Teníamos que cerrar un trato en la ciudad y
se nos hizo tarde, no quería viajar de noche, sólo fue eso...¡Diablos! No tengo
nada con mi secretaria...no la veo de esa forma...
-¿Y el bebé?
-¿Mi secretaria está embarazada? – preguntó
Russ confuso.
-Espero que no, me refiero al bebé de
Susana...¿sabes lo ilusionada que estaba, cómo pudiste decirle que no lo
querías? Eres un bastardo y le rompiste el corazón...
-¡Tenía miedo! No quise decir lo que dije, por
eso quiero hablar con ella.
-¿Miedo? Tienes dos hijos, ¿acaso un tercero
es demasiado para ti?
-Rayos Talulha, ¿no lo recuerdas? El último
parto fue peligroso...casi la perdemos entonces – dijo él y Taly cayó en la
cuenta de que era verdad, Susana había tenido una hemorragia en su último parto
y había estado muy grave.
-¿Por eso dijiste lo del bebé?
-Sé que hice mal, pero estaba asustado, no
quiero volver a pasar por lo mismo, no quiero verla mal ni perderla...la amo
demasiado...
-¿La amas? – preguntó Talulha porque nunca
había visto a aquel hombre mostrar tantas emociones.
-La amo más que a mi vida, ¿por qué sino la
hubiera embarazado siendo adolescentes?
-¿Fue a propósito? – preguntó ella y recordó
que alguna vez Susana había dicho que también ella había deseado tener un hijo
con Russ a pesar de los jóvenes que eran.
-No era tan estúpido como para no saber
protegernos, pero quería un hijo con ella, me preocupaba que si se iba a la
Universidad la perdería, otro iba a ver lo maravillosa que era e iba a
quitármela, fui egoísta pero la quería conmigo...nunca he visto a mi secretaria
ni a nadie más como mujer porque amo
perdidamente a Susana....- declaró él y de pronto ambos sintieron una
exclamación a sus espaldas y se dieron vuelta.
-¡Oh! ¿ Me amas? – dijo Susana que estaba parada
detrás de ellos junto a la puerta. A su lado estaba Aidan, ambos estaban
empapados por la lluvia y Su iba cubierta con un grueso abrigo que pertenecía a
Diakos. En medio de su pelea, ni Taly ni Russ los habían sentido entrar.
-¡Susana! – exclamó Russ y corrió hacia ella.
La alzó en sus brazos y ella se prendió a él.
-No va a pasarme nada , lo prometo– dijo ella
dejando en claro que había escuchado la conversación.
-Lo siento cariño, lamento lo que dije del
bebé...tengamos una hija, ¿sí? – le pidió mientras la acariciaba como si se
cerciorara que estaba bien y que era
real.
-Sí - dijo Su sonriendo aunque las lágrimas
aún caían por sus mejillas.
-Te amo – le dijo él besándola.
-Te amo...-respondió ella.
-Vamos a casa – propuso y ella asintió con un
gesto breve. Entonces , sin más. Como si estuvieran solos , se marcharon.
Taly miró a Aidan que aún estaba junto a la
puerta mirándola. Era tan extraño verlo allí. Ni siquiera terminaba de procesar
todo lo que acababa de suceder y ahora
de nuevo estaba en medio de un torbellino.
-Se aman – dijo ella sin saber que decir.
-Sí, me di cuenta – le respondió Aidan y le
sonrió.
Capítulo
29
“Mi amor por Linton es como el follaje en los bosques: el
tiempo lo cambiará, sin duda como el invierno cambia los árboles. Mi amor por
Heathcliff se asemeja a las eternas rocas, que ocultas se encuentran bajo
nuestros pies; como un manantial de placer, impalpable pero necesario… Neli,
Heathcliff yo soy “
Cumbres Borrascosas- Emily Brontë
Se quedaron un instante mirándose uno al otro,
luego Taly lo invitó a pasar, después de todo estaba empapado y había traído a
su amiga a casa. Era lo menos que podía hacer aunque fuera lo último que
deseara.
-Pasa, te traeré una toalla – ofreció ella y
Aidan asintió. Unos minutos después volvió con el toallón, él se secó el
cabello pero aún así seguía con la ropa mojada. Talulha agitó la cabeza,
aquello no era buena idea, no iba a funcionar, pero no podía echarlo a la calle
en plena noche y en medio de una tormenta.
-¿Qué pasa? -preguntó al verla tan
concentrada.
-Será mejor que te des una ducha caliente, y
te quites la ropa mojada, mientras tanto prepararé un café, antes que te
enfermes – dijo ella y él aceptó con cautela, sabía que estaba caminando sobre
hielo delgado.
Ella le señaló el baño y él fue a ducharse,
cuado salió Talulha tenía las tazas de café listas. Aidan llevaba puesta una
bata roja de toalla que le pertenecía a ella y que le quedaba chica, la joven trató
de no prestarle atención a eso, ni a todo lo que le provocaba aquel hombre.
-Tienes una hermosa casa...-comentó él y ella
recordó una charla que habían tenido una vez, finalmente Aidan conocía su
hogar.
-Gracias. ¿Y cómo encontraste a Susana?-
preguntó intentando concentrarse.
-La encontré de camino hacia aquí, ella iba a
la ciudad pero su camioneta se dañó y estaba varada. Así que hablamos un poco y
la convencí de volver. Me alegra que se solucionara todo.
-¿Por qué venías hacia aquí?
-Porque me dijiste que me necesitabas...- le
dijo mirándola intensamente y ella se sonrojó, hubiera querido negarlo, pero lo
había dicho aunque no sabía que demonio cursi y rosa la había poseído en aquel instante,
así había sido.
-Estaba desesperada...- dijo y bebió su café,
que aún estaba demasiado caliente.
-Lo sé, sé que estabas preocupada y que no me
hubieras llamado de otra forma, pero lo hiciste...
-¿Y por eso viniste? ¿Sólo porque dije que te
necesitaba?
-Claro, si tú me necesitas yo estaré.- explicó
simplemente y Taly sintió que tenía ganas de llorar. Allí estaba frente a
alguien que había esperado no volver a ver nunca más y que sin embargo había
hecho un largo viaje sólo por que ella lo necesitaba.
-¿Por qué? – preguntó y por la sonrisa de él se dio cuenta que había
caído en una trampa.
-Porque te amo – dijo sencillamente y bebió
café.
-Aidan...nada ha cambiado, no creo en el amor.
-Pero lo has visto hoy, has sido testigo de
que existe, aquí en tu propia sala, dos personas demostraron que el amor existe.
Tú misma lo dijiste, se aman – dijo él con calma.
Ella bajó la mirada, porque era verdad, aún
con todo su cinismo a cuestas debía reconocer que Su y Russ se amaban, lo había
sentido incluso como si algo flotara en el aire cuando ellos se reencontraron.
Pero tal vez fuera sólo una excepción. No bastaba.
-Talulha...-la llamó él y Taly se notó cuanto
había extrañado que aquella voz pronunciara su nombre, Aidan era el único que
hacía que sonara bien. Lo había extrañado y él había hecho tanto por llegar a
ella, y agradecía que estuviera allí. Merecía un poco de sinceridad.
-No es que no quiera creer Aidan, simplemente
no puedo… ¿lo entiendes?-dijo ella y él casi creyó percibir un matiz de dolor
en aquellas palabras.
-Bien, entiendo. Veamos, sólo contéstame un
par de preguntas, ¿sí? –pidió él con calma pero Taly tuvo la sensación de que
enfrentaban un momento crucial, y aunque
su instinto la urgía a escapar, no podía hacerlo, se lo debía. Él había
dicho que no iría a buscarla, pero allí estaba porque lo había necesitado, porque sabía lo
importante que Susana era para ella, porque decía amarla. Después de cómo lo
había alejado, le debía aquella conversación.
-De acuerdo…- aceptó.
-¿Te gusta hacer cosas conmigo?- preguntó y al
ver la expresión de ella aclaró inmediatamente-...no, no quiero decir eso…me
refiero a si te gusta charlar conmigo,
comer, mirar películas, esas cosas…-explicó torpemente.
Taly se quedó pensativa, recordando el tiempo
que habían pasado juntos. En realidad sí le gustaba hablar con él, era un
hombre sumamente inteligente, tenía un sentido del humor similar al de ella y
aún cuando discutían, Aidan nunca era agresivo, de hecho aquellas peleas verbales con él eran muy
estimulantes y la divertían. Además cuando hablaban en serio compartían muchos
puntos de vista acerca de los diversos
temas, y sí le gustaba pasar tiempo con él.
Eso era toda una revelación, ella lo miró
sorprendida y asintió con la cabeza como forma de responder afirmativamente a su pregunta.
-Bien, eso es bueno. Ahora…las otras cosas…me
refiero a los besos, ¿te gusta cuando te beso?-preguntó incómodo.
A Taly esa pregunta se le hizo más complicada,
porque definitivamente le gustaba. En ese preciso momento le resultaba difícil
concentrarse en sus palabras y no distraerse mirando sus labios. Aidan tenía
bonita boca…muy, muy besable. La joven sacudió la cabeza para despejarse y
luego volvió a asentir.
-Eso es más que bueno…-comentó él con una
sonrisa y prosiguió el interrogatorio- Talulha…¿te gusta hacer el amor conmigo?-
se arriesgó a preguntar, pero necesitaba saber aún a riesgo de que ella lo
golpeara o algo por el estilo.
A ella se le quitó el aliento al recordarlo y
lo miró sonrojada.
-Sí -contestó sucintamente. No pensaba dar más
detalles, ya estaba llegando a su límite de buena voluntad al responder.
-¿Y
todas esas cosas son sólo conmigo o da lo mismo que sea cualquier otro?
–preguntó él finalmente y notó que ella estaba comenzando a enfadarse.
Sin embargo, Taly entendía a qué se refería él,
cuál era su punto. No le daba lo mismo que fuera cualquier otro .Le gustaba
pasar su tiempo con Aidan y hacer el amor…ni siquiera se imaginaba que otro la
tocara, sólo él.
¡Oh cielos! Estaba perdida .No lo hubiera
reconocido nunca, pero él necesitaba una respuesta.
-Sólo tú –contestó y Aidan tuvo la sensación
de que ella había gruñido aquella respuesta. Aunque no le importaba porque se
sentía totalmente aliviado, como si el enemigo acabase de retirar sus tropas.
-Bueno, entonces no está todo perdido Talulha.-dijo
él, se levantó y se adelantó a abrazarla.
-Sigo sin creer en las novelas de amor y los
finales felices…-insistió Taly parándose, como si aún intentara salir corriendo.
Pero Aidan se acercó y la rodeó con sus brazos.
-Tendrás que crees Talulha porque ésta es una
novela de amor y aunque no quieras te has convertido en la protagonista, o al
menos yo lo he hecho. Te he rescatado
cerca de tres veces, me caíste encima la primera vez que nos vimos, en un
encuentro digno del romance más rosa y me has maltratado bastante…Fuimos juntos
a un baile, tuvimos un par de aventuras en la lluvia y creo que tenemos
anécdotas suficientes para escribir un libro. Y por sobre todas las cosas, te amo -dijo él sin quitarle
los ojos de encima.
-Aidan…yo…no puedo…- musitó ella menos convencida.
-Lo sé, no puedes creer todavía. No te
preocupes, yo creo por los dos.-aseveró y la besó.
Talulha observó al hombre que dormía en su
cama, sonrió al pensar que podía observarlo con libertad, era hermoso, tenía
pestañas demasiado largas y la musculosa
espalda desnuda la tentaba a acariciarlo. Desde la noche en que él había
llevado a Susana, llevaban un par de meses saliendo, Aidan viajaba hasta su
casa o ella iba a la ciudad.
La noche anterior había hablado con Susana
quien le había comunicado que esperaba una niña, Taly le había rogado
encarecidamente que no le pusiera un nombre extraído de alguna novela y luego
de una hora de charla, Su le había preguntado si era feliz.
Taly miró a Aidan durmiendo relajado.
Sí, era feliz. Ya no quería escapar. Quería
todo de él y era un sentimiento extraño,
aterrador y maravilloso.
Como si percibiera su sentir, Aidan se
desperezó y entreabrió los ojos para descubrirla a su lado mirándolo.
-Mmmmm...¿te gusta el paisaje? – preguntó
medio sonriendo.
-Sí – respondió divertida.
-Buenos días, Talulha – dijo y se medio
incorporó para darle un beso ligero en los labios.
-Aidan...
-Sí, lo sé, no te gusta que te diga Talulha.
-No, eso no. Quería decirte otra cosa...
-¿Qué? No me asustes...- dijo él despejándose.
-Te amo, Aidan Diakos, sólo eso. Te amo .-
dijo sinceramente y esta vez el beso que le dio Aidan no fue ligero, sino la
respuesta acorde a esa esperada declaración.
Epílogo
“Y vivieron felices para siempre...”
Susana acunó a su pequeña hija de casi un año
, Katherine Scarlet y sonrió cuando finalmente se quedó dormida.
La puso en el
cesto de bebé que tenía junto a ella y
elevó la mirada hacia la mujer que se le acercaba.
-¿Esperaste mucho? – preguntó Taly sentándose en una silla a su lado.
-No, y me encanta tu jardín, así que no hay
problema. ¿Y qué te dijo el médico? – preguntó Su y Talulha puso cara de
disgusto. Susana se preocupó por un instante, pero había algo en la mirada de
su amiga que la tranquilizó
-Son gemelos – dijo Taly poniendo la mano
sobre su hinchado vientre y su amiga largó la carcajada. Por suerte la pequeña
Scarlet no se despertó.
-¿Qué hiciste esta vez? ¿Gritaste “no creo en
los embarazos múltiples”? – se burló Susana y en ese momento llegó Aidan con
una bandeja con té y pastel de chocolate, la apoyó en la mesa y le guiñó un ojo
a Su. Luego le dio un beso a su esposa y contestó.
-No, en realidad fue algo así como decirme si
me creía un semental o qué cuando dije que quería una docena de hijos...
-¡Claro que no! La culpa es de esa maldita
alfombra, en serio Aidan no debiste traerla y no debimos hacer el amor
sobre...-protestó Talulha y luego se sonrojó al darse cuenta que había dicho
aquello frente a Susana.
-¿La alfombra, eh? – preguntó su amiga y Taly
sólo se encogió de hombros.
-Me gusta esa alfombra...- dijo Aidan y su
esposa le dio un golpecito en el estómago con el codo.
-Será mejor que dejes de andar desafiando al
destino, Talulha. Siempre te toma el desafío y te demuestra que estás
equivocada...-sugirió Susana divertida.
-Te he dicho que no me digas Talulha, y sabes
que no creo en esas cosas. De hecho no creo en las novelas de amor y tampoco creo en los finales felices ...- dijo
con una sonrisa traviesa y Aidan se inclinó a darle un beso mientras posaba su
mano sobre la panza donde crecían sus hijos. Taly lo miró con todo el amor del
mundo, después de todo sabía que cada día de sus vidas él iba a probarle lo
equivocada que estaba.
Contaba con ello.
Su, tildó el último punto de su lista y luego
se dispuso a contarle un par de historias románticas a la pequeña Scarlet.
Bueno, ahora he terminado de resubir esta historia y ya está de vuelta en su casa, este blog querido. Gracias de nuevo a quienes quisieron a mis personasjes y me acompañaron en el trayecto...
Hola, no habia podido dejar un comentario pero muchas gracias por resubir la novela, definitivamente es una de mis favoritas.
ResponderEliminarMe encanta volver a leerla, en serio!!!!
ResponderEliminaruna historia que sinceramente no me atraia mucho, pero que ha terminado encantandome!
ResponderEliminara por la siguiente de este hermoso blog