Capítulo
16
“La dicha suprema de la vida es la convicción de que
somos amados, amados por nosotros mismos;
mejor dicho amados a pesar de nosotros”
Victor Hugo – Los miserables
Taly se sintió sumamente ridícula, había ido a
trabajar y estaba ocultándose, no quería cruzarse con Aidan y había hecho
increíbles maniobras para no encontrárselo. Casi casi estaba capacitada para
decir que se llamaba Bond…”Talulha Bond”. Lo pensó y le causó gracia, lo único
que faltaba era que por desmitificar las absurdas novelas de amor cayera en las
de espías.
Avanzó con éxito hasta el ascensor, pero
cuando dobló un pasillo para alcanzar la oficina en la que trabajaba se chocó
de lleno contra el pecho de Diakos que también iba doblando.
-Buen día, Talulha, ¿te sientes mejor? –
preguntó con aquel tono de voz que convertía su ridículo nombre en algo mucho
más inquietante.
-Sí, sí, gracias- respondió intentando
librarse de él.
-Debiste quedarte a descansar otro día.- le
sugirió con una mirada escrutadora que hizo que ella pensara en su apariencia,
y, peor aún, recordara su extrema estupidez.
-Me siento muy bien – contestó ella aunque su
orgullo estaba totalmente malherido.
-Si te sientes mal, sólo avísame – dijo
cortésmente.
-Claro...antes prefiero arrastrarme – contestó
ella y dijo la última frase susurrando así que la sorprendió que Aidan la
oyera.
-Si lo haces no comas nada que haya en el suelo
Talulha, podrías volver a enfermarte – le dijo y luego huyó antes de que la
joven encontrara algo que arrojarle.
Taly se encerró en la oficina a trabajar y no
sintió el paso del tiempo, cuando se enfrascaba en algo que le gustaba, el
resto del mundo dejaba de existir.
Regresó a la realidad cuando golpearon la
puerta, y antes de que ella pudiera decir adelante, Aidan ya estaba dentro.
-Llegaron unos objetos más para la exposición
– le comunicó él y al ver la expresión contrariada de la mujer, sintió deseos
de disculparse por darle trabajo extra, pero sabía que a ella no le caería bien
su disculpa.
-¿Y qué son?
-Creo que una momia y el sombrero de Harrison
Ford…ya sabes el de Indiana – le dijo provocándola.
-¿En serio? Yo creí que eran objetos robados
pertenecientes al patrimonio cultural de algún país demasiado pobre para
defenderse…
-Me parece que también tenemos un par de esos…-
contestó con una de esas sonrisas que a ella la indignaban, le provocaba algo
en el cuerpo cuando sonreía así y prefería enojarse a analizarlo.
-De acuerdo, no hay problema, aún nos queda
tiempo – dijo la joven intentando recuperar el profesionalismo. Los ingeniosos
juegos de palabra con Diakos no podían llevar a nada bueno.
- ¿Quieres verlos?
-¿Ya los desembalaron?
-No, pedí que no lo hicieran. Me imaginé que
tú querrías participar – contestó él.
-Gracias, ¿podemos ir ahora?
-Por supuesto, por eso vine a buscarte. Están
en el depósito, tu equipo también va
para allá.
-Vamos – dijo ella, guardó los archivos en los
que trabajaba y salió junto a Aidan.
Al desenvolver las reliquias, se encontraron
varias sorpresas, había más objetos de uso doméstico de Mesoamérica, un antiguo
tapiz español, un incunable del S.XIV con historias populares y una estatuilla
de madera de una mujer en una pose muy sensual.
-¿Qué es eso? – preguntó Aidan asomándose
sobre el hombro de Taly.
-Una estatua africana de la fertilidad-
contestó la joven.
-¿Y cómo se supone que funcionan? Porque si es
sosteniéndola, estás en problemas, Talulha – le dijo él y ella se sonrojó.
La joven no supo que responder, no se le
ocurría nada inteligente y el aroma de Aidan y su calor la distraían.
Finalmente sólo ignoró el comentario, aunque sus compañeros de trabajo rieron
por lo bajo, y luego de alejarse todo lo que pudo de Diakos, se volvió a
concentrar en su tarea.
Una vez que desempacaron y acomodaron todos los objetos, Taly se los
quedó mirando detenidamente, apreciando
los detalles y la belleza que poseían.
-Es una lástima que no tenga más
años...digamos un par de siglos más – comentó Aidan parándose a su lado.
-¿Qué? – preguntó ella sin entender.
-Si fuera una antigüedad, tal vez lograría que
me miraras con la misma fascinación que miras esas cosas.
-También tendrías que tener algún tipo de
valor cultural...- le respondió ella con liviandad aunque sus palabras la
inquietaron.
-Tal vez la tenga, Talulha. No creas que sabes
todo de mí.
-¡JA! Lo dudo.
-¿No te enseñaron a no tentar a tu suerte?
-No creo en eso. -respondió ella.
-No crees en demasiadas cosas, para mi gusto.
Vamos, es hora de marcharnos, ya es demasiado tarde.
-Vete tú, no me importa quedarme.
-Tal vez a ti no, pero sí a la gente que tiene
que cerrar las instalaciones.
- Está bien – aceptó ella algo avergonzada.
-¿Te llevo a tu casa? – se ofreció él.
-No, gracias. Traje mi auto - contestó con
rapidez poniendo en evidencia que no le agradaba la idea. Él lo notó pero no
dijo nada, sólo esbozó una sonrisa y luego se despidió.
-Buenas noches, Talulha – le deseó antes de
irse y la joven no contestó.
Durante la semana Taly estuvo muy ocupada con
su equipo de trabajo catalogando y elaborando los informes de los nuevos
objetos y Aidan estuvo ocupado con cuestiones de la empresa, por lo que apenas
si se cruzaron.
Eso era un cambio muy agradable se dijo la
joven a sí misma, era mucho más cómodo cuando él no andaba husmeando a su
alrededor. Sin embargo, cuando lo vio salir acompañado por sus
colaboradores mientras hablaban de
trabajo, se detuvo un momento para observarlo a la distancia. Inmediatamente se
reprendió a sí misma y regresó a su oficina.
El viernes
por la mañana Taly decidió llevar algo de información a la Universidad así que se
retiró temprano, al dejar el edificio se encontró con Diakos que bajaba de su
auto.
-¿Te vas?
-Voy a la Universidad a hablar
con el profesor.
-Voy contigo, hay algunas cosas que quiero
comentarle sobre la presentación
-Yo voy caminando, hace un precioso día y
tengo ganas de tomar un poco de aire – comentó ella y él la miró estudiándola.
Era claro que quería deshacerse de él, no pensaba dejárselo tan fácil.
Había pasado una semana casi y Aidan la
extrañaba, no entendía muy bien por qué
añoraba la presencia de una mujer que lo miraba igual que a un insecto o
ante la cual valía menos que un pedazo de terracota de trescientos años, pero
así era. Quería provocarla, sacar a relucir su ingenio y sobre todo pasar
tiempo con ella. Era su oportunidad y no iba a desaprovecharla.
-Vámonos – le contestó y se echó a andar en
dirección a la
Universidad.
El camino se hizo mucho más corto porque iban
conversando de cosas varias, hasta que atravesaron una florida plaza. Los
árboles y las flores iluminados por la luz del sol constituían un hermoso
paisaje y muchas parejas cruzaban por el lugar.
-Parece que el amor está en todas partes...-
comentó él.
-Ujum...-respondió ella y él supo que había
vuelto a tocar un tema espinoso. Pero ella despertaba algo casi infantil en él,
quería sacar a la luz el aspecto combativo de aquella mujer, o tal vez lo que
realmente quería era hacerla cambiar de opinión.
-¿Hay algo malo en que la gente se encuentre?
– le preguntó a Talulha.
-No, malo no. Sólo eso de que se encuentran,
eso es lo cuestionable.
-¿Qué?
-Olvida lo que dije.
-No , te escucho, tienes toda mi atención.-
contestó mirándola con fingida seriedad.
-¿Te resulto divertida?
- Creo que eres muy inteligente y tus teorías
me resultan interesantes…son algo así como un desafío a mi intelecto – dijo y
se ganó una mirada que hubiera matado a otro hombre más desprevenido, pero él
se estaba acostumbrando a aquellas miradas asesinas.
- No me convences.
-Vamos Talulha, de verdad quiero
escuchar..¿qué tiene de malo que la gente se encuentre?
-Es raro.
-¿Raro?
-Bueno, quiero decir es una prueba más de lo
que digo, la gente simplemente se empareja con aquel que tiene cerca. Ya sabes
compañeros de escuela, trabajo, amigos, vecinos de la ciudad, es como los
animales, simplemente te juntas con alguno de tu manada. Quiero decir, cuando
te unes a alguien a qué porcentaje de la población mundial corresponde esa
persona, ¿no es extraño que uno encuentre al amor de su vida en un porcentaje
tan pequeño. No lo encuentras entre alguno de los millones de personas que
viven en el planeta, sino entre un par de cientos que tienes alrededor. Sólo te
“enamoras” porque lo tienes cerca, nada más. Si vamos a aceptar esa idea del
amor destinado y todo eso, ¿no sería
lógico que tal vez esa persona esté al otro lado del mundo y no que sea quien
estaba delante de ti en la cola del banco?
-¿O sea que sólo es amor cuando es una pareja
con personas que provienen de distintos países?- le preguntó él dando un sentido diferente a sus
palabras.
-No es eso lo que quise decir, lo sabes.
-En realidad creo que es al revés, si es tu
amor destinado, es lógico que nazca en tu mismo país, ciudad, la idea es que se
tienen que encontrar, ¿no es así?. Y si ha nacido al otro lado del mundo, se
encontrarán en unas vacaciones, la universidad, un viaje de negocios o lo que
sea. Porque simplemente es así. No niego que haya gente que se una a otra
porque simplemente es alguien cercano, pero no es prueba concluyente para
descartar al amor ni para minimizar el valor de un encuentro.
-Tampoco hay que sobrevalorarlo, Aidan, la
gente se cruza todo el tiempo sólo es azar...
-No Talulha, tú misma lo dijiste, si tenemos
en cuenta las estadísticas, que uno se encuentre a determinadas personas en la
vida y no a otras, no es azaroso...es un milagro. Y aunque en el momento no lo
sepas, algunos encuentros son mucho más importantes de lo que creemos.
-¿Nosotros también? – preguntó ella antes de poder
evitarlo y aunque pidió a todos los dioses de la antigüedad que él le perdonara
aquel momento de debilidad, no lo hizo.
-Nuestro encuentro también fue un milagro,
aunque para ti sea común andar enredándote en alfombras y caer sobre hombres
desprevenidos, para mí fue totalmente único. Nunca lo dudes – contestó con
seriedad parándose frente a ella.
-Estamos aquí...-dijo Taly señalando la
entrada de la Universidad
e inmediatamente huyó.
Capítulo
17
“Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé qué te diera por un beso.”
Gustavo Adolfo Bécquer
“Houston, tenemos un problema” se dijo Aidan a
sí mismo mientras contemplaba la alfombra que adornaba su oficina.
La empresa había decidido que la muestra se
presentara con una gran fiesta para invitados VIP, ya lo había hablado con el
profesor Lambert y había estado de acuerdo pero faltaba decírselo a Taly. Y él
estaba seguro que a ella no le haría mucha gracia y que tendría varias cosas
que decir al respecto.
Volvió a suspirar, aquella mujer cada vez le
importaba más y era totalmente problemático, las mujeres nunca habían sido un
problema para él pero Talulha lo era. Principalmente porque no era fácil acercársele y quería tenerla
cerca, tanto como fuera posible.
Si los demás supieran de aquella atracción lo
tildarían de loco, pero él estaba empezando a entender la fascinación que
sentía por ella. Tenía carácter fuerte y le gustaba pelear, pero también era
sumamente inteligente y con un sentido del humor único; era exigente pero
también gentil con los demás. Podía parecer común a los ojos de todos, pero
cuando mostraba su pasión por el trabajo, o al momento de argumentar, toda ella
resplandecía. Su frialdad era aparente,
igual que su cinismo porque Aidan estaba seguro de que cada vez que ella
afirmaba que el amor no existía...necesitaba que alguien le probara lo
contrario, sólo que nunca lo reconocería. De la misma manera que jamás pedía
ayuda, no sabía hacerlo. Ella podía ayudar a todos, pero cuando necesitaba algo
no acudía a los demás, y eso despertaba
todo su sentido de caballerosidad.
Y nunca antes había tenido complejo de
caballero andante, sólo con Taly. Talulha era tan única como su nombre.
Pero también era cierto que él no sabía que
hacer con aquello que sentía, con una mujer como Talulha sólo habían dos
opciones: podía jugar con las reglas de ella, mantener todo en un plano
intelectual, incluso puramente sexual donde nunca se involucraran los
sentimientos ni se mencionara la palabra amor, cosa que los dañaría a ambos a
la larga; o podía probarle lo equivocada que estaba y lo bueno que era amar y
ser amada. Pero si elegía esta opción debía tener mucho cuidado, para los demás
podía ser una experimentada mujer de treinta años, pero él sabía que era muy frágil,
no podía obligarla a bajar sus defensas y luego decepcionarla, no podía
convencerla de creer y luego lastimarla. Si elegía enseñarle a Taly lo valioso
del amor, debía estar totalmente convencido y dedicarse a la tarea en cuerpo y
alma, para siempre, como ella merecía.
Con Talulha existían sólo esas dos opciones, en
realidad había una tercera, alejarse y seguir cada uno su propio camino, pero
Aidan ni siquiera se planteaba esa opción.
Sacudió la cabeza para deshacerse de sus
pensamientos, antes de tomar una decisión importante le esperaba otra batalla,
lograr que ella aceptara la idea del baile.
Taly levantó la mirada y se ajustó los
anteojos en un gesto muy teatral para observar al hombre que estaba en la
puerta de su oficina.
-¿Necesitas algo? – lo interrogó.
-Verte..
-Te envío una foto si quieres porque estoy muy
ocupada ahora.
- Me refería a que tengo que hablar de ago
importante contigo Talulha, algo sobre la inauguración de la muestra.
-¿Se cambió la fecha?
-No exactamente, sólo la modalidad de la
apertura, pero ¿podrías venir a mi oficina?
-En realidad preferiría no hacerlo, tu gusto
en decoración no termina de convencerme – comentó ella refiriéndose a la
alfombra que colgaba en la pared- pero puedes decírmelo aquí...
-Bien, yo tampoco me siento muy cómodo aquí y
temo que algunas de las antigüedades se vea perjudicada- comentó y aunque
sonaba a broma, verdaderamente temía que ella se enfadara y revoleara alguno de
los objetos usándolo de blanco.
-Entonces, ya que no hay solución, déjame
seguir trabajando...
-Vamos a tomar un café, hay una linda
cafetería cerca.
-¿Estás buscando zona neutral? – preguntó ella
con tono de censura.
-Algo así...-contestó usando su mejor sonrisa
pero como siempre no obtuvo el resultado esperado, en lugar de derretirse, Taly
frunció el ceño.
-Acepta, me lo debes...-la provocó sabiendo
que ella a ella no le gustaba estar en deuda.
-Si es por lo del arreglo de mi notebook
acepté ir a cenar, ya estamos a mano.
-Acabamos en una urgencia médica.- le recordó
él y Taly deseó que hubiera un hueco donde esconderse.
-Está bien, vamos a la cafetería.
Cuando salieron estaba comenzando a lloviznar,
así que a pesar de que el lugar estaba a muy pocas cuadras, fueron en el auto
de Aidan.
Bajaron y entraron deprisa a la confitería,
Aidan se sacudió el cabello con la mano y Taly no pudo evitar el quedarse
mirándolo, el gesto le había conferido un aura juvenil y se lo veía más
atractivo, si eso fuera posible. Porque a pesar de todo, ella reconocía que era
un hombre bello y tal vez eso mismo le despertaba tanto recelo.
Sabía que los hombres atractivos no eran
confiables, de hecho apenas se sentaron, la camarera se acercó y no dudó en
coquetear con Aidan mientras éste ordenaba.
-¿Qué quieres Taly? – le preguntó él sin hacerle mucho caso a la chica.
-Un capuchino.
-¿Sin pastel? ¿No quieres nada más?
-No, tengo la sensación de que me atragantaría
–contestó ella y de pronto un trueno anunció que la llovizna se convertía en
tormenta.
-Mira lo que has hecho con el clima...-le
reprochó Aidan en broma.
-Preocúpate si hay relámpagos...
-Vamos Talulha, sé sincera, odiarías que me
pasara algo, te preocuparías por mí- le dijo pero antes de que ella pudiera
responder algo, les trajeron el café.
-Está bien, ya estamos aquí, territorio
neutral, diluvio afuera...suelta lo que tengas que decir, Aidan.
-Es sobre la inauguración de la exposición .
-Sí, esa parte ya la dijiste – respondió ella
dando un sorbo a su café.
-Va a ser un baile.
-¿Un baile?, no entiendo....
-La compañía ha decidido que la inauguración
sea con un baile de gala con la gente de la empresa, la gente de la universidad
que trabajó en el proyecto y una serie de invitados VIP.
-¡Vaya! – exclamó ella y por un segundo Aidan
tuvo la ilusión de que eso significara que estaba de acuerdo, pero la mirada de
la joven destruyó esas efímeras esperanzas.
-¿Talulha?
-Es una de las cosas más absurdas que he
escuchado, ¿algo cultural va a
convertirse en un superficial baile donde mujeres y hombres sin mucho
que hacer van a ir a pasear sus joyas y trajes costosos mientras beben
champagne?
-Calculo que también bailarán y admirarán los
objetos, cuando no estén demasiado ocupados siendo banales.
-No te burles de lo que digo.- le reprochó
molesta.
-No me burlo Talulha , eres tú quien es
demasiado severa y criticas a todos. Hasta el profesor Lambert estuvo de
acuerdo ¡Es sólo un baile no estamos vendiendo el alma!- se exaltó él.
-No estés tan seguro, el verdadero valor de
los objetos se reducirá entre tanta tontería. ¿E invitados VIP? ¿Acaso hay
gente con más derecho que otra?
-Taly, sabes que luego la muestra será de la Universidad y todos
podrán admirarla, pero nació como parte de una idea de la empresa para
promocionar sus productos. De allí han venido los fondos, es lo justo.
-Perdón, se me olvidó el detalle del dinero.
Igualmente, que lo pases bien, baila mucho- le dijo ella y se paró para
marcharse.
-No seas niña, estamos hablando, no hagas un
berrinche idealista por algo que no lo merece – le dijo e inmediatamente fue
consciente de su error, la mirada de ella se volvió letal.
Talulha lo ignoró y se retiró enfadada.
-¡Está lloviendo! – le gritó él y salió tras
ella, pero lo detuvieron para que pagara la cuenta de lo que habían consumido.
Taly estaba enfadada, muy enfadada, su equipo
y ella habían trabajado muy duro en todo lo relacionado a la muestra.
Cada objeto tenía una historia y ella sentía
que merecían más que ser un adorno en la fiesta de un grupo de ricos aburridos.
También estaba enojada con Aidan, odiaba que
no entendiera como se sentía y odiaba que fuera tan práctico con aquel asunto.
Muy en su interior, su conciencia le gritaba
que había exagerado, pero ella se negaba a admitirlo. La culpa era de Diakos,
que siempre la hacía desbordarse, cuando él estaba involucrado ella siempre
terminaba comportándose como una extremista loca.
Y cuando al salir de la confitería la lluvia
la empapó, se sintió bastante tonta y mucho más enojada. Avanzó unos pasos para
conseguir un taxi, pero era imposible, todos pasaban de largo.
-Talulha...-dijeron a su espalda y al girarse,
Aidan la tomó de un brazo. Estaba tan empapado como ella.
-¡Suéltame!
-Vamos, te estás mojando.- intentó persuadirla
con suavidad.
-¡Tan perceptivo como siempre! – contestó
quitando la mano de él, pero Aidan la agarró con un brazo por la cintura y la
empujó en la dirección que estaba estacionado el auto..
-Vamos al auto – insistió y ella volvió a
apartarse.
-No es necesario, no te preocupes, es
primavera no pienso agarrarme una enfermedad mortal por mojarme un poco. No es
mi estilo.
-Lo sé , y créeme, tu estilo me está volviendo
loco – le respondió y ella no captó el verdadero sentido de aquellas palabras.
Lo cierto era que al contemplarla, tan ofendida, con el agua goteando por su cara y su
cabello, con aquella actitud desafiante, Aidan estaba encantado. Pensaba que de
haber habitado aquellas épocas antiguas que la fascinaban podría haber sido una
reina guerrera o una diosa pagana, siempre movida por la pasión y sus ideales.
Pero Talulha interpretó mal sus palabras.
-Te vuelvo loco, hago berrinches, ¿qué haces
aquí? Sigue tu camino, ve a preparar tu baile y a enviar las invitaciones
doradas.
-Talulha, ya detente.
-¡¿Por qué?! ¿Por qué llueve? ¿Por qué hay
gente? ¿Por qué no estoy siendo lógica? – lo increpó ella.
-De hecho siempre eres demasiado lógica, sólo
déjalo estar Talulha, detente ya.- dijo mirándola intensamente.
-No pienso detenerme, voy a decir lo que
pienso, me parece mal y voy a decirlo. No creas que puedes hacerme callar, no
tengo la más mínima intención de complacerte.
-Talulha, cállate , antes de que lo haga yo –
la amenazó, pero ella no lo escuchó.
-¡Ja! ¿tú vas a callarme?. Inténtalo Aidan
Diakos, inténtalo si puedes...
Aidan no esperó que lo dijera una vez más, la
agarró por la cintura con un brazo pegándola a él, apoyó la otra mano en la mejilla
de la joven y la besó.
La besó como se besaba a una reina para que se
rindiera, como se besaba a una diosa para adorarla, como se besaba a una mujer
para seducirla.
La besó hasta dejarla sin palabras y hasta que
ambos olvidaron que estaban en medio de la calle bajo la intensa lluvia.
Capítulo
18
Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas
de anatomía y al mostrador del carnicero.
Yo prefiero tu cuerpo.
Marguerite Youcenar
Lentamente Aidan se apartó y quedaron allí, los dos, mirándose y
con las respiraciones agitadas.
Taly no sabía que hacer, el beso había sido
tremendamente inesperado y mucho más inesperado el efecto que le había causado,
todo el cuerpo le temblaba y estaba segura que no se debía a la lluvia.
En verdad él había conseguido su objetivo, se
sentía incapaz de seguir hablando, incluso dudaba que fuera capaz de moverse.
Tampoco Aidan sabía que hacer, así que lo
único a lo que atinó fue guiar suavemente a la silenciosa Taly hasta el auto,
abrió la puerta y ella entró sumisa como una autómata. El hombre casi podía ver
el remolino de pensamientos que se agitaba en el interior de la mente femenina,
y agradecía aquella confusión porque le daba tiempo y le evitaba, estaba seguro
de ello, una golpiza o al menos una buena bofetada.
También le daba la oportunidad de pensar su
próximo paso, sabía que con Talulha había que ir despacio, era como un animal
salvaje dispuesta a salir corriendo en cualquier momento y él se había dejado
llevar.
Era un milagro que la mujer aún estuviera
allí.
-¿Dónde vamos? – preguntó de pronto Taly como
si saliera de su trance, su voz sonaba inexpresiva.
-Voy a llevarte a tu casa, necesitas cambiarte
de ropa, te dejaré y luego iré a cambiarme también – se apresuró a explicar
antes de que ella lo malinterpretara.
Luego la joven volvió a callar y se puso a
mirar por la ventana, ignorado su presencia.
Cuando Aidan estacionó frente a su casa, ella
sólo descendió sin decir palabra alguna. El hombre estuvo a punto de tomarle la mano y
detenerla, pero no lo hizo, podía sentir como las púas empezaban a aflorar bajo
la tranquila fachada de la joven, para subsanar su error anterior debía ser muy
cauteloso, o la perdería.
Y después de aquel beso, Aidan tenía muy en
claro que no quería perderla, así que simplemente la dejó ir y regresó
maldiciendo todo el camino hasta su departamento, después de avisar a la
oficina que se tomaría un par de horas.
Talulha entró a su casa, y se dirigió
rápidamente a la ducha, dejó que el agua caliente recorriera su cuerpo mientras
evitaba pensar. Después se puso ropa seca y preparó un café. Y cuando le llegó
el aroma , los recuerdos se agolparon en su mente.
La
cafetería, la discusión con Aidan, la lluvia y el beso.
Se preguntó si la lluvia la habría hecho
enfermar porque sintió un leve temblor en el cuerpo, pero aquella reacción
estaba asociada a la memoria de Diakos abrazándola, al calor del cuerpo
masculino contra el suyo , calor que había percibido a pesar de la lluvia que
los empapaba, y la caricia de su boca.
Un beso leve que se fue volviendo apasionado y
desarmó su resistencia.
Por unos segundos, Aidan lo había llenado todo
y ella odiaba eso.
¿Qué haría ahora?
Después de todo él la había besado para callarla
y acabar la discusión, ¿debía dejarlo pasar? ¿o debía pedir explicaciones?
Él la había acusado de hacer berrinche por lo del baile, si le reclamaba
lo del beso, sería aún peor.
“¿Qué mujer de treinta años le daba tanta
trascendencia a un beso casual?”
Al beber el café se dio cuenta que se había
enfriado, le había dado muchas vueltas a algo muy simple.
Se paró
y fue a buscar una tableta de chocolate que masticó como si fuera un depredador
atacando a su presa.
-Eres una adulta, eres una adulta – se repitió
Taly a sí misma a la mañana siguiente antes de entrar a trabajar, lo siguió diciendo durante todo el
camino hasta llegar a la oficina de
Aidan.
Afortunadamente, la secretaria no estaba, así
que simplemente golpeó la puerta y cuando sintió la voz profunda de él
respondiendo “Entre”, entró.
-Talulha- dijo él y apenas pudo ocultar el
tono de sorpresa, desde su llegada había estado inquieto sin saber si ella
aparecería a trabajar.
-Buenos días.
-Buenos días – respondió cauteloso- ¿necesitas
algo?
-Sí, aclarar un par de cosas.
-Adelante.
-Lo primero, ayer cuando me besaste, fue
solamente para hacerme callar, ¿verdad?- preguntó ella ansiosa y Aidan
comprendió que ella no esperaba una respuesta sincera, sino una que la
tranquilizara. Supo que si decía la verdad escaparía, de hecho , aún estaba
parada junto a la puerta, como un corredor en la línea de partida.
- Dada la situación no pude evitarlo –
respondió y estuvo orgullo de su retórica, se las había arreglado para no
mentir y para que tampoco fuera una respuesta reveladora. Talulha podría
interpretarlo como quisiera.
-Ya, entonces sólo fue para callarme. Bien,
probaste tu punto, así que...
-¿Así qué?
-Pasemos al segundo punto.
-Bien, segundo punto – acordó Aidan con seriedad y ella lo miró como si
intentara descifrar si se traía algo entre
manos.
-Iré a tu baile ,
-No es “mi baile”, Talulha. Es de la empresa y
también de tu Universidad.
-Sea de
quien sea, tú entiendes.
-Gracias – dijo él y la miró esperando que
diría a continuación, pero no dijo nada más.
-Voy a seguir con mi trabajo – anunció la
joven y se marchó.
Taly salió de la oficina y respiró, ya había
aclarado todo con él, no había nada de que preocuparse y para demostrarle que
era una mujer adulta , había accedido ir a aquella estúpida fiesta.
Todo estaba bien, no tenía q ue preocuparse de nada ni darle mayor
trascendencia a lo sucedido, él había actuado normalmente.
De hecho había respondido “dada la situación
no pude evitarlo”, obviamente se refería a que había recurrido al beso
para finalizar la discusión, era lo
esperable de alguien como Aidan Diakos. Ahora todo estaba aclarado, podían
seguir con su relación usual, sólo que a
Taly aquella respuesta la había enfadado
y cada vez entendía menos cuál era la relación usual que tenía con él.
Aidan se quedó mirando la alfombra que colgaba
en la pared, se preguntó si no habría una lámpara mágica a juego, una que lo
ayudara para conquistar al pequeño puercoespín que se le había metido en el
corazón. Sonrió sin el más mínimo rastro de humor, porque no había magia y
estaba él solo frente a una mujer única, estaba desarmado frente a Talulha,
ningún recurso que hubiera probado antes serviría con ella, sólo una cosa podía
salvarlo y era la sinceridad de sus sentimientos.
Lo que sentía por ella era real, sólo esperaba
que algún día Taly lo entendiera.
Taly casi gimió al leer el mensaje de Su en su teléfono. “¿Ya elegiste vestido?”
preguntaba su amiga y ella estuvo a punto de responderle un improperio, pero
sólo le dio una cucharada de su propia medicina.
“Reservé el del Emperador, ¿lo recuerdas?”-
respondió recordándole a su amiga a aquel emperador del cuento que iba denudo
ante sus cobardes súbditos.
“¡Hasta que tienes una buena idea!, a Aidan le
encantará” respondió Su, anotándose un punto a su favor.
Talulha solo maldijo en voz baja, ciertamente
las malas noticias se expandían rápido, pero eran mucho más veloces aquellas
que querías ocultar, sobre todo a tu mejor amiga.
Ahora ya no sólo tenía que aguantar los
reproches de su propia conciencia, también debía lidiar con Aidan y encima con
Susana y su entusiasmo por cualquier evento que resonara a romance.
La palabra “Baile” era para su mejor amiga
como un cartel de neón atrayendo insectos.
Encima no podía retractarse, por una cuestión
de principios ella cumpliría su palabra, aunque casi como Juana de Arco
caminando hacia la hoguera.
“Estás muy melodramática” se dijo a sí misma y
decidió enfrentar el nuevo día con entusiasmo y todo lo lejos posibles de los
vestidos de fiesta, no tenía vocación para ser Cenicienta.
Al día siguiente sería el baile, así que Taly
y su equipo estaban acomodando los objetos en las vitrinas, cada tanto había
pantallas que pasarían la historia de cada objeto, lo antiguo y lo nuevo se
unía en aquella muestra.
-¿Te ayudo? – preguntó Aidan junto a ella y la
chica dio un respingo, la pieza que sostenía
entre las manos casi cae al suelo, pero él la sujetó, agarrando al mismo tiempo
las manos femeninas.
-¿Qué haces aquí?
-Ayudándote – respondió él con una sonrisa
encantadora.
-¿Ayudar? Fue tu culpa que casi soltara esto –
se defendió ella mientras acomodaba el objeto en la vitrina.
-No pensé que te pondría nerviosa.
-No me pones nerviosa, sólo me sorprendí,
estaba muy concentrada y no te oí llegar. Y no necesito ayuda.
-De acuerdo. Ah, también vine a preguntarte
algo...-dijo Aidan y su tono de voz perdió seguridad.
-¿Si?
-Quería saber si necesitas un vestido para el
baile para comprarte uno.
-¡¿Perdón?! – preguntó ella elevando el tono y
un par de personas se dieron vuelta para mirarlos. Aidan la agarró de un brazo
y la alejó un poco para tener más privacidad.
-Sólo que como no estabas convencida de venir,
y no parecen gustarte muchos estos eventos, pensé que tal vez..
-¿Necesitaba que me comprarás ropa? Yo puedo
vestirme muy bien, por mí misma, eso de que un hombre elija ropa para la mujer
es estúpido, machista y estoy segura que
luego se me ocurrirán más adjetivos…
-No lo dudo – comentó él por lo bajo pero ella
no llegó a oírlo y siguió con su discurso.
-…no entiendo esa necesidad de comprarle un
vestido a la mujer como si ella fuera una inepta incapaz de elegir su vestuario
o peor aún como si fuera a avergonzarlo usando algo inapropiado. Es algo
totalmente condescendiente, además puede que no sea millonaria pero soy una
mujer que trabaja y no tengo necesidad de que me traten como a una cortesana…es
ofensivo. Sinceramente creo que es un argumento gastado de las novelas baratas,
la chica recibe una caja con un costosísimo vestido como si fuera Cenicienta ¡y
se siente agradecida!, cuando en realidad debiera sentirse indignada.
-¿Eso significa que definitivamente no puedo
enviarte un vestido para la fiesta? – se animó a preguntar él y ella lo fulminó
con la mirada.
-Yo no soy Cenicienta…¡Juro que no lo
entiendo!
-Se te olvidó otra posible causa -sugirió él
tentado por la indignación de ella.
-¿Cuál…el complejo de caballero andante?
-No, puro fetichismo. ¿No lo pensaste?.Tal vez
sólo es que queremos ver vestida a la mujer de determinada manera, seda
roja…encaje …transparencia. Sólo fantasías…-dijo él provocándola.
-Eso es más repulsivo – le contestó y Aidan largó
la carcajada, lo que aumentó el enojo de la joven.
-Me alegra servirte de entretenimiento.
-¡No sabes cuanto Talulha! Estás empezando a
ser imprescindible.- le contestó guiñándole un ojo y ella se sintió extraña.
- No suena muy halagador.
-Oh, pero lo es, es un halago. Bueno, si no
necesitas mi ayuda ni mi buen gusto para la ropa, nos vemos. Te dejo seguir
trabajando tranquila.
-Muy amable – respondió sobretodo porque cada
vez estaba menos tranquila cuando Aidan se le acercaba. Algo iba mal con ella, muy
muy mal.
Capítulo
19
“Los bailes me
gustarían mucho más ––repuso su hermana–– si fuesen de otro modo, pero esa
clase de reuniones suelen ser tan pesadas que se hacen insufribles. Sería más
racional que lo principal en ellas fuese la conversación y no un baile.
––Mucho más racional sí, Caroline; pero entonces ya no se parecería
en nada a un baile.”
Jane Austen
Taly
sabía muy bien que no era una de las mujeres de las novelas de Susana, no creía
en eso de que un patito feo se
trasformaba en un bello cisne la noche
que iba a un baile.Pero, como joven mujer realista, sabía que si uno prestaba
atención a resaltar los puntos fuertes y ocultar los defectos, podría lograr
una imagen bastante mejorada de sí misma.
Y
también aunque no le gustaba mucho asistir a fiestas, sí tenía ropa bonita,
después de todo era admiradora de la
estética clásica. Lo mismo que la hacía apreciar las ruinas del Partenón, le
hacía admirar un bello vestido. Así que a pesar de los muchos consejos de
Susana y de un pequeño deseo de revancha
hacia Aidan, no salió corriendo a comprar nada, sólo buscó su vestido favorito
en el guardarropas, unos zapatos de tacón y algunos accesorios. Dejó todo listo
para la noche y se dedicó a sus tareas cotidianas, en las primeras horas de la
tarde, llamaron a su puerta y al abrir la joven se encontró a un mensajero cargando una enorme caja.
El
hombre le dejó el paquete y se marchó antes de que ella alcanzara a ver el
remitente, cuando lo vio ya era tarde, no podía devolverlo. Entró a su casa,
mientras insultaba en tantos idiomas como conocía, la caja era cuadrada y
plana, no hacía falta ser un genio para saber que contenía. Diakos se había
atrevido a enviarle un vestido, maldito hombre, ni siquiera era capaz de
entender lo que le había querido decir. La estaba tratando
como a una tonta cualquiera e iba a hacérselo pagar muy caro. Su primera
intención fue arrojar la caja a la
basura, pero la curiosidad pudo mucho más, ¿qué tipo de vestido había elegido
para ella?. O quizá era una broma y le había enviado algo de encaje rojo o
transparencias, aunque se odiara a sí misma no tenía tanta fuerza de voluntad
como para resistirse. Se consoló recordando una frase de Nabokov que decía que la curiosidad es insubordinación en su más pura forma. Saberse una
insubordinada la hacía sentirse menos patética. Desató el inmenso moño rojo y
abrió la caja.
Dentro había delicado papel de seda
envolviendo una caja más pequeña, aquello la sorprendió. Abrió la segunda caja
y encontró otra.¿Qué había planeado Aidan?
Siguió desenvolviendo una caja tras otra, al
menos estaba segura de algo, después de todo no le había enviado un vestido.
Cuando ya estaba por perder la paciencia y había extraído por lo menos cinco
cajas de la principal, encontró una pequeña, del tamaño de su mano, por lo
visto acababa de llegar al corazón de aquel envío.
El envoltorio era dorado y el moño rojo, de
gasa, al desatarlo se encontró un pequeño reloj de cadena y una nota.
El
reloj era una pequeña obra de arte, el metal estaba labrado con flores y
al abrir la tapa descubrió que las agujas estaban detenidas a las 11.59.
Leyó el mensaje y sonrió, aquel hombre la
desconcertaba.
Para Talulha, quien nunca será Cenicienta.
Aún así, me atrevo a desearte una noche llena
de magia que no acabe nunca,
que nunca sean las doce para ti.
Aidan Diakos
(Que hoy se atreve a ser Príncipe Azul , aunque
estos destiñan)
PD: No estoy tan loco como para enviarte un vestido, confío en tu buen
gusto.
Taly se
maquilló ligeramente, se puso las lentes de contacto y se dejó el cabello
suelto con ligeras ondas.
Luego
se puso el vestido, era negro, con pequeños volados entre los que se
intercalaban capas de encaje, no tenía mangas y llevaba un escote que apenas
alcanzaba para insinuar.
Talulha
se puso un poco de perfume y recordó el
consejo de Susana, “ No te olvides, usa el caro” aquellas palabras le había
dicho su amiga en la mañana, al llamarla por teléfono para darle el decálogo de
“cosas que debes hacer al ir a un baile”.
La
joven sonrió para sí misma, se puso los zapatos, luego se encomendó al dios
pagano que protegía a las mujeres que llevaban tacones, seguramente había uno,
aunque desconocía su nombre. Finalmente tomó el abrigo y llamó un taxi. No era bueno conducir si se iba a una
fiesta en la que probablemente debiera estar ebria para sobrevivir.
Cuando
llegó , se sorprendió, el lugar estaba iluminado y había muchos autos que
estacionaban allí, un gran cartel anunciaba el evento y unos elegantes porteros
daban la bienvenida a la fiesta.
La
primera planta del edificio era realmente amplia, antes no se había dado cuenta
pero era perfecta para un evento así. La iluminación, la música, las vitrinas
con los objetos expuestos y la gente que desfilaba por el lugar creaban un
verdadero clima de fiesta.
La
chica se dio un golpecito en la cabeza, pensando que aquello era la influencia
maléfica de su mejor amiga.
“Recupera
la cordura y a mezclarte con la gente”, se dijo a sí misma y entró. La verdad
es que mezclarse era bastante fácil, había muchas personas allí.
-Taly,
estás aquí – dijo una voz familiar y la chica se vio frente al Profesor Lambert
que le sonreía encantado.
-Buenas
noches, Profesor.
-¡Es un
éxito! Les encanta la muestra.- exclamó encantado.
-Sí,
bueno, creo que el champagne ayuda. Igualmente preferiré ver estos objetos en la Universidad.
-No te
preocupes por eso, niña y disfruta la fiesta. A propósito, te ves preciosa – la
halagó el profesor y ella le sonrió.
-Esa es
una gran verdad , profesor. Estás preciosa – dijo Aidan acercándose. Estaba tan
atractivo que Taly maldijo en voz baja,
sobre todo porque el cumplido había sonado sincero y era tan vanidosa como
cualquier mujer , así que aquel halago de él la puso alegre y nerviosa.
-Gracias...-dijo
simplemente.
-Te..-
empezó a decir Aidan, pero la frase quedó en el aire porque lo llamaron, así
que se excusó y se perdió entre la gente. En realidad debido a su altura, Taly
pudo distinguirlo por un buen rato, así como también pudo notar las miradas de
admiración que recibía de las mujeres presentes. También reclamaron al profesor
Lambert, así que se vio sola en medio de aquel lugar.
Tomó
una copa de las que repartían los mozos y se fue a observar los objetos expuestos.
Allí, se sentía más segura, más en su terreno, aunque sin saber por qué cada
tanto giraba la cabeza, intentando encontrar con la mirada a Aidan
E
infaliblemente cada vez que lo hallaba estaba junto a una mujer atractiva, una
que posaba una mano al descuido sobre su brazo, una que le sonreía tontamente,
o se inclinaba hacia él.
“No es
asunto mío” se dijo enojada, pero no podía dejar de verlo.
Sólo
pudo olvidarlo cuando un hombre a su lado le habló para comentar algo de los
objetos expuestos y entonces se dedicó a darle una mini conferencia.
El
hombre había hecho un comentario al azar, para conversar con la mujer pero
cuando ella empezó su apasionada explicación se sintió súbitamente interesado
en lo que decía. Porque además, era muy atractiva, no se lo había parecido al
principio, pero cuando comenzó a mostrar su entusiasmo, sus ojos oscuros
brillaron, su semblante se relajó y se convirtió en una mujer sumamente
atrayente.
Taly
siguió explicando, agradecida por poder hablar
de algo que le gustaba, así que no fue conciente del interés que
despertaba en su oyente. De pronto la música empezó a aumentar de volumen y el
salón se convirtió en una pista de baile, Taly sintió que alguien le tocaba el
hombro. Se giró y se encontró con Aidan, que por algún motivo se veía muy
serio.
-Baila
conmigo – dijo sin más y la tomó de la mano arrastrándola a la pista.
-No
dije que sí – protestó ella.
-Tampoco
dijiste no.
-No me
diste tiempo y por si no te diste cuenta estaba hablando con alguien, fue muy
maleducado de tu parte...
-Claro
que me di cuenta- la interrumpió él y ella lo miró confusa- Eres tú, Talulha
quien nunca se da cuenta de nada.
-No sé
de que hablas, pero prefería estar allí charlando, no me gusta bailar...
-Pero
éste es un baile Talulha, y si quieres
charlar, hazlo conmigo.
-Vas a
arrepentirte, voy a pisarte.
-No
importa, sólo sigue mi ritmo – dijo él confiado y la tomó por la cintura
acercándola a su cuerpo.
-Esto
no es una novela, Aidan, no voy a encontrar el ritmo por arte de magia, nunca
he sido buena para bailar, dudo que se produzca un milagro repentino.
-No es
que importe mucho, deja de preocuparte tanto, un par de pisotones no me van a
matar, ¿o te preocupa lo que piensen los demás? – dijo provocándola, ya que ni
en un millón de años ella reconocería que le molestaba el juicio ajeno sobre
sus dotes de bailarina.
-¡Claro
que no! No me importa lo que piensen – se defendió pero no le agradaba quedar
como una tonta frente a todas aquellas mujeres que estaban acechando a Aidan.
-Bien,
piensa que estamos nosotros solos y nadie más, sólo se trata de movernos un
poco. Bailar no es más que eso.
-No me agrada
la idea, quiero decir sigo prefiriendo que haya más gente en el mundo aparte de
ti...
-Sin
dudas eres tú, ninguna hada madrina te hechizó esta noche.
-¿Se supone
que lo hiciera?
-Tenía
esa esperanza, que esta noche bailaras sin preocupaciones, no pelearas conmigo
y creyeras en el amor. Pero supongo que le echaste repelente al hada creyendo
que era un mosquito.
-Deja
la tontería...- le dijo ella perturbada por el calor que él emitía, por estar
tan cerca y porque se movían a un mismo compás, lentamente. Estaban bailando,
aunque Taly no tenía idea de cómo podía ser posible.
-Talulha
– susurró él como si fuera a decir algo más.
-¿Por
qué tengo que creer en el amor?
-Porque
así podrás permitirte amar y ser amada.
-Hay
cosas más importantes – discutió ella.
-No, Talulha,
no las hay. El amor ha sido lo más importante en la historia, lo es aún y lo
seguirá siendo siempre...
-Tal
vez el champagne no te sienta bien. “El amor” es sólo una excusa que se ha
usado, sirve para que se vendan libros, para que los psicólogos ganen dinero y
para que la gente pueda creerse superior a los animales.
-No vas
a admitirlo ni aunque haya pruebas, ¿verdad?
-Bien,
escuchemos sobre esas pruebas. Ilústreme, señor Diakos.
-Está
el Taj Mahal, es un monumento de amor...la declaración del amor de un hombre
por su esposa.
-Es una
tumba, y era una de sus varias esposas ¡vaya ejemplo! – contestó ella y él
largó la carcajada .No había forma de ganarle.
-¡Ay Talulha!
Será mejor que nos dediquemos a la parte del baile y suspendamos la de la
charla- le dijo y la ajustó un poco más a su cuerpo con lo que Taly olvidó sus
intenciones de discutir. Estaban muy juntos, le llegaba el perfume de Aidan que
la distraía, era demasiado consciente de sí misma y de él, se sentía extraña y
no le gustaba.
Se
preguntó si era posible que fuera alérgica al champagne.
-¿En
qué piensas, Talulha? –preguntó Aidan atrayendo su atención. Había notado el
ceño fruncido de ella y estaba seguro de que estaba pensando en cómo deshacerse
de él.
-En
nada...-atinó a decir.
-Mejor
así, no pienses, por un rato sólo déjate llevar.
-Estoy
segura que eso es lo mismo que escuchó Ana Bolena...-murmuró ella.
-Mmmmm,
a veces, perder la cabeza no es tan mala
idea.- contestó él sonriéndole beatíficamente. Y al distraerse ella se tropezó
y terminó con la cara aplastada contra el pecho de Aidan, después de haberle
dado un fuerte pisotón.
-Te
dije que no sabía bailar – protestó sonrojada.
-No me
estoy quejando Talulha, muy por el contrario – respondió y a la joven le
pareció notar que la voz masculina sonaba más ronca de lo usual.
La
música se detuvo un instante y Taly aprovechó para separarse de Diakos, sentía
que le faltaba el aire.
-¿Quieres
tomar algo? – preguntó él.
-¿Acaso
intentas emborracharme?- atacó preocupada por como la hacía sentir aquel
hombre.
-No se
me había ocurrido, tal vez debería probar.
-Me
duermo, no soy de las que se ponen divertidas, ni nada de eso.
-No
deberías decirle a un hombre que el alcohol te duerme, Taly. – Ella iba a
preguntar a qué se refería pero en ese instante una rubia se les acercó.
-¡Acá
estabas, Aidan querido! – exclamó y se agarró a él.
-Lilian,
ahora estoy ocupado...
-Si es
por mí, no se molesten. Hasta luego – dijo Taly y se escabulló mientras Aidan,
aún desconcertado no atinaba a reaccionar.
Caminó
deprisa hacia la salida mientras se abría paso entre la gente, ya había aguantado
más de su límite, se sentía fuera de lugar allí, sólo se había sentido bien
cuando había hablado sobre los objetos expuestos.”Mentirosa” se dijo a sí misma, porque en realidad el único
momento en que se había sentido bien, había sido entre los brazos de Aidan
Diakos mientras bailaban, había sentido que estaba en el lugar que debía estar.
Ya
estaba por alcanzar la puerta, apresuró el paso.
-¿Así
que después de todo sí vas a comportarte como Cenicienta, escapando del baile?
– preguntó alguien detrás y al girarse vio a Aidan. Taly se sintió como una ladrona atrapada en la bóveda del
Banco.
-Claro
que no, son mucho más de las doce y no pienso perder mi zapato. Tampoco
esperaba que me siguieran.
-
Esperaba más de ti, Talulha, no que desaparecieras apenas me distraigo un
momento.
-Hay
gente esperándote, Aidan. Vuelve. Buenas noches.- lo saludó y siguió avanzando,
hasta que sintió que la tomaban del brazo.
-No tan
rápido, tenemos que hablar- la detuvo él.
-No hay
nada que hablar, suéltame.
-Ven
conmigo – dijo él y sin tener a donde más ir, la arrastró hasta el ascensor y
trabó las puertas.
Allí
tendrían un espacio privado para hablar.
-¡¿Qué
haces?!
-Traté
de ser lo más civilizado y maduro posible, pero no funciona, así que quiero
saber por qué te ibas.
-Ya
hice acto de presencia como querías, ya cumplí con mis deberes. Me voy a casa,
no hay ningún misterio.¿Piensas secuestrar a cada persona que desee marcharse?
-No,
sólo a aquellas que deseo que se queden porque disfruto de su presencia.
-Vamos
, Aidan, termina con la broma. Tienes mucha gente para entretenerte allí
afuera, de hecho creo que la rubia
estaba más que interesada.
-¿Eso
te molesta? – preguntó.
-Claro
que no, no es asunto mío, además en normal que los hombres como tú tengan
muchas mujeres a su disposición.
-¿Hombres
como yo? Cada vez que dices algo así me suena a un terrible insulto.
-Me
refiero a que eres atractivo y es lógico que las mujeres se sientan atraídas
por ti y que tú aproveches lo que se te ofrece.
-¿Aproveche
lo que se me ofrece? Eso suena aún peor –
dijo él y su tono de voz sonó severo.
- ¡Vaya
no sabía que decir que eras atractivo fuera un insulto! – se defendió Talulha.
- Eso
no me ofende, sino lo que implica, lo de mujeriego y además lo haces sonar como
si estuviera pensando en irme a la cama con cualquier mujer que me de una
señal. Soy mucho más selectivo que eso, mucho, mucho más – dijo él y se le
acercó como un depredador al acecho.
-
Aidan...-musitó alarmada.
-¿Y si
te dijera que la única mujer que deseo eres tú? – preguntó y apoyó sus bazos contra la pared del ascensor
atrapando a Taly.
-Diría
que estás jugando...
-Te
deseo Talulha, podría demostrártelo.
-No
significa nada, sólo es porque mi negación a creer en las tonterías románticas
te resulta un desafío, nada más que eso.
-Es
mucho más que eso.
-Sabes
que no y también sabes que si me acostara contigo allí terminaría este interés
que dices tener. Irías por otro desafío.
-¡Diablos!
No trates de decir cómo me siento o por qué. -dijo y cerniéndose sobre ella, la
besó.
Fue un
beso apasionado, sin tregua. Era la reafirmación de las palabras que había
mencionado antes, el deseo estaba latiendo en aquella caricia.
Cuando
se separó de ella, ambos estaban respirando agitados y él tuvo que esforzarse
por controlarse.
Talulha
ni siquiera pudo articular palabra, no había esperado que la discusión
desembocara en eso. Aidan, apretó el botón y abrió las puertas de ascensor,
pero antes de irse, se detuvo y mirándola a los ojos , habló con firmeza.
- Y antes de que se te ocurra venir mañana a preguntarme por qué te
besé. Te lo diré .No fue para que te callaras ni para demostrar nada, de hecho
tampoco la vez anterior. Quería besarte, necesitaba besarte, sentirte, aunque
fuera lo último que hiciera en mi vida. Ahora huye, Talulha, escapa tan lejos
como puedas.
Después de decir eso, la dejó sola.
El corazón le latía desbocadamente, y Taly se
preguntó si necesitaba un chequeo cardiológico, tal vez a los treinta el cuerpo
empezara a funcionar mal. Pero no era sólo su corazón, todo su cuerpo estaba
invadido por sensaciones inexplicables.
Respiró profundamente, y finalmente fue
honesta y con mucho pesar reconoció que se sentía atraída por Aidan Diakos.
Y también sabía que algo acababa de cambiar
entre ellos.
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