martes, 3 de septiembre de 2013

Agencia Maridos a Domicilio 3°



Afortunadamente Francesca llegó al banco sin que su auto se le averiara nuevamente, sacó las carpetas con papeles e hizo malabares para abrir la puerta y entrar sin que se le cayera nada.
No era de extrañar que las mujeres fueran cada vez más independientes cuando se había perdido la caballerosidad y los hombres ni siquiera eran capaces de abrir la puerta a  una mujer cuando la veían ir cargada.
 Aunque ella tampoco esperaba un gesto así, había dejado de esperarlo mucho tiempo atrás, al comprender que debía arreglárselas sola.
No existían los caballeros andantes.

También había aprendido de administración y a manejarse en las finanzas como pez en el agua, ni su madre ni su hermana eran buenas con el dinero y su padre no había dejado más que la casa, así que Francesca se había sentado y empezado a organizar las finanzas domésticas con muy buenos resultados, ya decían que la necesidad era el mejor maestro. Luego llevar eso a su negocio no había sido complicado, y después de varios años era una más de sus habilidades.
Al salir del banco se encontró con una joven embarazada que iba llevando a un pequeño de la mano e intentaba abrir la puerta para entrar, Fran, volvió a hacer equilibrio con su bolso y sus carpetas y le abrió la puerta a la joven. Tuvo el ligero impulso de ir a hablar con el gerente sobre la atención que tenían, no era mucho pedir que alguno  los guardias de seguridad ayudara en situaciones como esas, pero lo dejó ir, tampoco podía convertirse ella en un caballero andante que arreglara el mundo.
Era extraño como las personas estaban tan acostumbradas a ignorar a los otros y sus necesidades, y más aún como ella había empezado a ser más consciente después de haber pasado una mala situación.
El dolor no hacía mejor persona a nadie, era mentira que fortalecía o mejoraba, la gente perdía mucho de sí misma al sufrir; Francesca estaba segura que era la felicidad lo que mejoraba a alguien; sin embargo, lo único cierto de vivir una tragedia era que la persona aprendía a ver un poco más a los demás y sus problemas.
Pero eso no bastaba para cambiar las cosas, uno sólo podía tener pequeños gestos hacia los otros para hacerlos sentir un poco menos solos frente  a la dureza de la vida.
Tras salir del banco, recibió un mensaje de uno de sus empleados encargándole materiales de construcción para un trabajo, así que la joven se dirigió a un hipermercado que vendía todo tipo de materiales tanto de construcción como de decoración.
Era clienta habitual, así que le hacían precio, sin mencionar que los productos eran de la mejor calidad.  Cuando fue a  pedir unas bolsas de arena, se encontró a una señora de mediana edad que  muy angustiada intentaba explicarle al empleado qué era lo que necesitaba.
Por lo visto, estaban haciendo un trabajo de albañilería en su casa, pero no le habían explicado bien los materiales y la mujer se sentía perdida al tener que comprarlos. Le explicaba al empleado qué tipo de trabajo era, pero éste no acertaba a orientarla y parecía no tener mucha paciencia.
Había muchos hombres así, cuando tenían a una cliente mujer, a veces, no mostraban su mejor lado, se comportaban como si fuera una intrusa en un mundo masculino.
De pronto, Francesca recordó  que ella y su madre habían pasado por todo aquello, el primer año sin su papá. Habían tenido que cambiar una  ventana y al ir a comprar los materiales se habían sentido perdidas, el albañil no estaba disponible para consultarlo y ellas ya no tenían a quién llamar por teléfono para que las guiara. Ya no existía esa persona. Así que habían comprado a ciegas y luego se habían encargado de cargar los pesados materiales, sin ayuda alguna, en aquel momento Francesca había llegado a odiar no haber nacido hombre, se había sentido totalmente desalentada e ignorante.
Suspiró, volvió al presente y se acercó a la señora para orientarla un poco, también con mucha sutileza, buscó a otro vendedor más amable para que la atendiera. La hizo sonreír ver que la mujer se relajaba un poco y,  al alejarse habiendo cumplido su misión, le dio una tarjeta de su agencia. Sus empleados eran los mejores, cuando una clienta contrataba a alguno de ellos para un trabajo de construcción o albañilería, tenía asesoramiento completo y no había posibilidad de que se sintieran perdidas en un mundo masculino, perdidas como ella se había sentido años atrás.
Quizá por eso la Agencia funcionaba tan bien, porque estaba creada  con conocimiento de las verdaderas necesidades de mujeres solas, ella la había creado a partir de su experiencia; aunque ahora ella ya no necesitaba ayuda. Depender de alguien era muy peligroso, demasiado, porque si esa persona desaparecía, la desolación era absoluta.
Terminó sus compras y les dio la dirección a donde enviar los materiales, Martin había avisado que él estaría en casa de la clienta esperándolos.
Iba de salida cuando vio  un nuevo taladro que acaba de llegar y regresó a comprarlo, en su interior se rió de sí misma, ¿en qué clase de mujer se había convertido?
Pagó, cargó la caja con su nueva adquisición y salió sin percatarse del hombre que la observaba.

Ethan entrecerró los ojos verdes al ver pasar a la mujer a su lado, no sabía si era casualidad pero se la había encontrado demasiadas veces . En la mañana la había visto mientras ella reparaba el auto que se le había averiado. Él iba camino al trabajo cuando la había visto, había tenido la intención de frenar y ofrecerle ayuda, pero otro hombre se le había adelantado y ella lo había rechazado, al menos eso había captado desde el auto , así que no frenó y siguió de largo.
Luego la había visto en el banco, iba delante de él cargando carpetas y un bolso, pero justo cuando se adelantó a abrirle la puerta, ella se las arregló haciendo extrañas contorsiones con su cadera y pie  para abrirla sin ayuda alguna.
Finalmente,  la había encontrado allí, había visto como ayudaba a una mujer mayor y su sonrisa plena y sincera lo había capturado, había algo en ella que lo atraía.
O quizá era que no estaba acostumbrado a ver a alguien tan autosuficiente, o que era feliz simplemente ayudando a otros. O quizá había muy pocas mujeres que se entusiasmaban tanto al comprar un taladro.
Aunque sospechaba que era más bien la sensación que ella trasmitía, parecía capaz de cualquier cosa, parecía no necesitar a nadie, pero él tenía la urgencia de correr a ayudarla como si fuera una joven totalmente desamparada.
Y también sus encuentros casuales le habían recordado un viejo dicho  que expresaba que encontrar a alguien tres veces, era el llamado del destino.

7 comentarios:

  1. Genial, realmente la caballerosidad o la simple empatia se ha perdido hoy en día, me encanta que apareciera alguien diferente, un aire nuevo para francesca.

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  2. No puedo esperar para leer el siguiente capítulo, muy bueno mi querida Nata. Un abrazo!

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  3. En serio , de verdad?

    No!!!!

    No me creo que me dejes aquí. Con lo interesante que se estaba poniendo. Y ya, desde este momento se que tu personaje masculino me va a enamorar.

    Aich...

    No hay derecho....

    Te quiero viejita

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  4. muchas gracias!, por alegrarme el día con tu historia, pero quiero más!!!

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  5. Me gusta mucho esta historia. Me parece muy original y toca temas que todo mundo conoce pero que casi nadie le da importancia. Espero que pongas el siguiente cap pronto quiero saber quien es exactamente Ethan y cuando se van a conocer mejor. Perdón por tenerlas tan abandonadas, han pasado muchas cosas y no he tenido muchos ánimos para nada, pero sepan que siempre que puedo me doy una vuelta por el blog. Me alegra que ya este publicando más seguido Nata. Saludos!!

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    1. Qué bueno tenerte de regreso querida Ashes, espero que todo vaya mejor...yo de a poco publicando y esta historia tampoco sé muy bien donde va, también tengo ganas de conocer a Ethan....a ver cómo sigue, la escritura y yo vamos pasito a paso...Besos!!!

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  6. Me encanta la historia, Nata. Me alegra que vayas animandote poquito a poco, como tu dices, pasito a paso jijiji.
    Muchos besos

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