Afortunadamente Francesca llegó al banco sin que su
auto se le averiara nuevamente, sacó las carpetas con papeles e hizo malabares
para abrir la puerta y entrar sin que se le cayera nada.
No era de extrañar que las mujeres fueran cada vez más
independientes cuando se había perdido la caballerosidad y los hombres ni
siquiera eran capaces de abrir la puerta a
una mujer cuando la veían ir cargada.
Aunque ella
tampoco esperaba un gesto así, había dejado de esperarlo mucho tiempo atrás, al
comprender que debía arreglárselas sola.
No existían los caballeros andantes.
También había aprendido de administración y a
manejarse en las finanzas como pez en el agua, ni su madre ni su hermana eran
buenas con el dinero y su padre no había dejado más que la casa, así que
Francesca se había sentado y empezado a organizar las finanzas domésticas con
muy buenos resultados, ya decían que la necesidad era el mejor maestro. Luego llevar
eso a su negocio no había sido complicado, y después de varios años era una más
de sus habilidades.
Al salir del banco se encontró con una joven embarazada
que iba llevando a un pequeño de la mano e intentaba abrir la puerta para
entrar, Fran, volvió a hacer equilibrio con su bolso y sus carpetas y le abrió
la puerta a la joven. Tuvo el ligero impulso de ir a hablar con el gerente
sobre la atención que tenían, no era mucho pedir que alguno los guardias de seguridad ayudara en
situaciones como esas, pero lo dejó ir, tampoco podía convertirse ella en un
caballero andante que arreglara el mundo.
Era extraño como las personas estaban tan
acostumbradas a ignorar a los otros y sus necesidades, y más aún como ella
había empezado a ser más consciente después de haber pasado una mala situación.
El dolor no hacía mejor persona a nadie, era mentira
que fortalecía o mejoraba, la gente perdía mucho de sí misma al sufrir; Francesca
estaba segura que era la felicidad lo que mejoraba a alguien; sin embargo, lo
único cierto de vivir una tragedia era que la persona aprendía a ver un poco
más a los demás y sus problemas.
Pero eso no bastaba para cambiar las cosas, uno sólo
podía tener pequeños gestos hacia los otros para hacerlos sentir un poco menos
solos frente a la dureza de la vida.
Tras salir del banco, recibió un mensaje de uno de sus
empleados encargándole materiales de construcción para un trabajo, así que la
joven se dirigió a un hipermercado que vendía todo tipo de materiales tanto de
construcción como de decoración.
Era clienta habitual, así que le hacían precio, sin
mencionar que los productos eran de la mejor calidad. Cuando fue a
pedir unas bolsas de arena, se encontró a una señora de mediana edad
que muy angustiada intentaba explicarle
al empleado qué era lo que necesitaba.
Por lo visto, estaban haciendo un trabajo de
albañilería en su casa, pero no le habían explicado bien los materiales y la
mujer se sentía perdida al tener que comprarlos. Le explicaba al empleado qué
tipo de trabajo era, pero éste no acertaba a orientarla y parecía no tener
mucha paciencia.
Había muchos hombres así, cuando tenían a una cliente
mujer, a veces, no mostraban su mejor lado, se comportaban como si fuera una
intrusa en un mundo masculino.
De pronto, Francesca recordó que ella y su madre habían pasado por todo aquello,
el primer año sin su papá. Habían tenido que cambiar una ventana y al ir a comprar los materiales se habían
sentido perdidas, el albañil no estaba disponible para consultarlo y ellas ya
no tenían a quién llamar por teléfono para que las guiara. Ya no existía esa
persona. Así que habían comprado a ciegas y luego se habían encargado de cargar
los pesados materiales, sin ayuda alguna, en aquel momento Francesca había
llegado a odiar no haber nacido hombre, se había sentido totalmente desalentada
e ignorante.
Suspiró, volvió al presente y se acercó a la señora
para orientarla un poco, también con mucha sutileza, buscó a otro vendedor más
amable para que la atendiera. La hizo sonreír ver que la mujer se relajaba un
poco y, al alejarse habiendo cumplido su
misión, le dio una tarjeta de su agencia. Sus empleados eran los mejores,
cuando una clienta contrataba a alguno de ellos para un trabajo de construcción
o albañilería, tenía asesoramiento completo y no había posibilidad de que se
sintieran perdidas en un mundo masculino, perdidas como ella se había sentido
años atrás.
Quizá por eso la Agencia funcionaba tan bien, porque
estaba creada con conocimiento de las
verdaderas necesidades de mujeres solas, ella la había creado a partir de su
experiencia; aunque ahora ella ya no necesitaba ayuda. Depender de alguien era
muy peligroso, demasiado, porque si esa persona desaparecía, la desolación era
absoluta.
Terminó sus compras y les dio la dirección a donde enviar
los materiales, Martin había avisado que él estaría en casa de la clienta esperándolos.
Iba de salida cuando vio un nuevo taladro que acaba de llegar y regresó
a comprarlo, en su interior se rió de sí misma, ¿en qué clase de mujer se había
convertido?
Pagó, cargó la caja con su nueva adquisición y salió
sin percatarse del hombre que la observaba.
Ethan entrecerró los ojos verdes al ver pasar a la
mujer a su lado, no sabía si era casualidad pero se la había encontrado
demasiadas veces . En la mañana la había visto mientras ella reparaba el auto
que se le había averiado. Él iba camino al trabajo cuando la había visto, había
tenido la intención de frenar y ofrecerle ayuda, pero otro hombre se le había
adelantado y ella lo había rechazado, al menos eso había captado desde el auto
, así que no frenó y siguió de largo.
Luego la había visto en el banco, iba delante de él
cargando carpetas y un bolso, pero justo cuando se adelantó a abrirle la puerta,
ella se las arregló haciendo extrañas contorsiones con su cadera y pie para abrirla sin ayuda alguna.
Finalmente, la
había encontrado allí, había visto como ayudaba a una mujer mayor y su sonrisa
plena y sincera lo había capturado, había algo en ella que lo atraía.
O quizá era que no estaba acostumbrado a ver a alguien
tan autosuficiente, o que era feliz simplemente ayudando a otros. O quizá había
muy pocas mujeres que se entusiasmaban tanto al comprar un taladro.
Aunque sospechaba que era más bien la sensación que
ella trasmitía, parecía capaz de cualquier cosa, parecía no necesitar a nadie,
pero él tenía la urgencia de correr a ayudarla como si fuera una joven
totalmente desamparada.
Y también sus encuentros casuales le habían recordado
un viejo dicho que expresaba que
encontrar a alguien tres veces, era el llamado del destino.
Genial, realmente la caballerosidad o la simple empatia se ha perdido hoy en día, me encanta que apareciera alguien diferente, un aire nuevo para francesca.
ResponderEliminarNo puedo esperar para leer el siguiente capítulo, muy bueno mi querida Nata. Un abrazo!
ResponderEliminarEn serio , de verdad?
ResponderEliminarNo!!!!
No me creo que me dejes aquí. Con lo interesante que se estaba poniendo. Y ya, desde este momento se que tu personaje masculino me va a enamorar.
Aich...
No hay derecho....
Te quiero viejita
muchas gracias!, por alegrarme el día con tu historia, pero quiero más!!!
ResponderEliminarMe gusta mucho esta historia. Me parece muy original y toca temas que todo mundo conoce pero que casi nadie le da importancia. Espero que pongas el siguiente cap pronto quiero saber quien es exactamente Ethan y cuando se van a conocer mejor. Perdón por tenerlas tan abandonadas, han pasado muchas cosas y no he tenido muchos ánimos para nada, pero sepan que siempre que puedo me doy una vuelta por el blog. Me alegra que ya este publicando más seguido Nata. Saludos!!
ResponderEliminarQué bueno tenerte de regreso querida Ashes, espero que todo vaya mejor...yo de a poco publicando y esta historia tampoco sé muy bien donde va, también tengo ganas de conocer a Ethan....a ver cómo sigue, la escritura y yo vamos pasito a paso...Besos!!!
EliminarMe encanta la historia, Nata. Me alegra que vayas animandote poquito a poco, como tu dices, pasito a paso jijiji.
ResponderEliminarMuchos besos