Capítulo 13
- Me
retiro. Gracias por la cena Danna,
Leonardo -pronunció despidiéndose Mel al
tiempo que soltaba la lista en una mesita del costado- Bonna notte.
Ambos asintieron viendo como ella se alejaba con
la mente ya perdida en lejanos momentos.
- Estoy
preocupada. Mel no habla y temo que lo
que se guarda la está consumiendo -Danna
lo miró reflejando su incertidumbre.
-
Tranquila, cariño -Leonardo se
acercó a cubrirla con sus brazos-
Decidiste no presionarla para que hablara ¿verdad? -ella asintió- pues no lo hagas, ella te lo contará todo
cuando este lista.
Danna sintió como su inquietud se desvanecía con
el contacto del cuerpo de su esposo. Él
la estrechó aún más besando su cuello y ella perdió la noción de sus
pensamientos.
***
Mel entró a su habitación. Se sentía sola y esa sensación ya era tan
familiar que no le extraño. La soledad
había sido su compañera desde que conociera a Diego. ¿Por qué nunca reunía el valor para
dejarlo? Esa fijación con él… Nuevamente los recuerdos la transportaron al
pasado.
Habían pasado más de dos años de su sonada
ruptura y coincidir con él en una fiesta fue un shock total. ¿Por qué?
-se había preguntado- Estaba
pasándola tan bien con un chico que había conocido ahí y ahora la conversación
ya no le parecía tan interesante. ¡Diego
estaba guapísimo! El nuevo corte de
cabello le daba un aspecto aún más maduro y sofisticado, vestía sencillo pero
elegante… e iba acompañado.
- ¿Mel,
estás bien? -preguntaba impaciente
Miguel.
- Si, lo
siento. Es que me pareció haber visto a
alguien familiar…
-
¿Conoces a Diego? -preguntó al
ver la dirección de la mirada de Mel- No
importa, vamos -se vio conducida por
Miguel hacia ellos.
-
Yo… -trataba de alejarse pero el
encuentro se hacía inevitable…
- Diego,
Kristen ¿cómo están? -Miguel saludó alegremente- Quiero presentarles a Mel, una amiga -le dirigió una mirada cargada de deseo- Mel, ellos son Kristen y mi cuñado
querido -sonrió.
-
¿Cuñado? -pronunció Mel
incrédula. ¿No podía referirse a…?
- Si
Mel. Kristen es mi hermana y Diego es su
novio.
Después de la sorpresa y asimilar la terrible
coincidencia, Mel trató de ignorar a Diego.
Algo imposible porque sus ojos la tenían hipnotizada y las miradas que
le dedicaba hacían que su cuerpo vibrara.
Miró a Miguel quien bromeó y le hizo sonreír. Estaba reencontrando su espíritu y empezó a
superar, de a poco, el pasado.
- Mel,
¿puedo acompañarte? -Miguel no quería
que se marchara aún- Yo te llevo a tu
departamento, si el problema es el transporte…
-
Yo… -Mel dudaba en quedarse o
irse. Se sentía bien pero…- ¿Qué dices Stella? -preguntó a su otra amiga. Doménica ya se
había marchado por Alex, así que solo quedaron las dos.
- Por mi
no hay problema. Si nos llevan, podemos
quedarnos -Stella estaba entusiasmada
con un chico.
- Si creo
que si -Mel asintió y Stella volvió a
entrar a la fiesta- Vamos -siguió detrás de Miguel y sintió como una
mano le aprisionaba el brazo evitando que avanzara- ¿Qué demonios…? -no quería llamar la atención por lo que solo
miró a su interceptor- ¿Diego? -exclamó temblorosa al reconocer esos ojos
destacando en la penumbra que cubría su rostro.
- ¿Ya no
me saludas? -Diego dijo con voz
seductora- No recuerdo que estuviéramos
enfadados…
- No, no
lo estamos -¡Cínico! Pensó Mel y quiso
gritárselo pero se contuvo- Solo que yo
ya no soy tu amiga y no tengo porque saludarte…
- Si yo
no te pido que seas mi amiga -Diego
ignoró el tono de advertencia de Melina e intentó abrazarla- Yo quiero que seas…
- No
sigas, Diego -Mel trataba de controlarse
y se alejó- Yo no quiero
escucharte. Además, tu novia te espera.
- Yo no
tengo… -Diego estaba diciendo cuando
Miguel apareció.
- ¿Qué
pasa chicos? ¿Por qué no entran? -se acercó colocándose en la mitad de los dos
y abrazándolos amistosamente.
- ¡No la
toques! -Diego gritó sorprendiéndolos a
los dos.
- ¡Estás
de broma! -Miguel dijo incrédulo- ¿Qué te pasa cuñadito?
- ¡No soy
tu cuñado! -Diego exclamó furioso.
- ¡Bien!,
si eso es lo que quieres… -Miguel se alejó enfadado y tomó el brazo de una aún
sorprendida Mel. ¿De cuando acá Diego
tenía esos arranques posesivos? Y… ¿¿con ella??
Capítulo 14
- ¿A
dónde van? -Diego no creía que Mel se
estuviera alejando.
- A la fiesta… -Miguel respondió evidentemente molesto- ¿Por qué?
¿Algún problema, Diego?
- No, tú
puedes irte. Pero Mel se queda.
-
¿Disculpa? Ella va conmigo…
Mel veía impotente como ambos hombres se
enfrentaban. No quería ningún escándalo
y finalmente intervino:
-
Basta -se interpuso entre
ellos- Yo voy a hacer lo que quiera y
ustedes no me lo van a impedir. Regreso
a la fiesta -dijo y Miguel tomó a Melina
por los hombros en signo de posesión-
Pero antes voy a hablar con Diego
-finalizó sabiendo que Diego no se quedaría tan tranquilo.
- Bien,
si eso es lo que quieres -Miguel estaba
enfadado y se sentía un intruso-
¡Quédate con él! -concluyó empujándola
contra el cuerpo de Diego.
Melina estaba aturdida y sentía como Diego la
tomaba entre sus brazos acercándola más a su duro torso. Sintió como su cuerpo reconocía de inmediato
a aquel hombre. A pesar de todo el daño,
el amor seguía presente y ella no entendía como le podía estar ocurriendo todo
eso.
-
Diego… -su voz estaba
vacilante- suéltame -dijo y sintió como él aflojaba el abrazo y
la dejaba libre. Se sintió vacía y…
sola- ¿Qué quieres? -quería que fuera claro y conciso. No necesitaba rodeos ni falsas promesas.
- Te
quiero a ti -respondió con presteza
intentando acercarse.
- Basta
de bromas, Diego -ella estaba nerviosa
por su cercanía- Quiero volver a la
fiesta… -comentó distraída.
- Vamos
pero primero debes escucharme -Mel no
quería… inconscientemente sabía que terminaría convenciéndola.
- No hay
nada que… -Mel alzó sus ojos y se vio
reflejada en la mirada de Diego. ¡Grave
error! Estaba hipnotizada y ya no sentía
como él acortaba la distancia.
- Yo te
quiero a ti -repitió y Mel cerró los
ojos con fuerza- Mel, mírame -tomó con dulzura su rostro- Yo quiero volver contigo.
- Diego,
es imposible… -dijo ya sin convicción.
- Nada es
imposible -pronunció suavemente mientras
tomaba su boca en una caricia que ambos ansiaban y que ya no era factible
retrasar más.
Mel sintió como las sensaciones aún ahora
volvían a recorrerle y hacían que se estremeciera con solo evocarlas. No tenía remedio. Intentaba y fracasaba miserablemente al pretender
poner distancia. Tal vez ella mismo se
saboteaba -pensó y continuó viendo las
imágenes frente a sí de aquella noche.
No habían vuelto a la fiesta. Diego la llevó hasta su apartamento y ahí se
fundieron en uno solo. Se desnudaron con
avidez como si eso calmara su ansiedad por estar juntos. Había sido demasiado tiempo alejados y poco
importaba el pasado. Solo estaban
conscientes del mundo de emociones que se arremolinaban en su interior. Te amo
-había repetido Diego hasta la saciedad-
Te amo Mel -y esas palabras aún
ahora retumbaban en sus oídos, recordándole que estaba condenada a escucharlas
como su sentencia de muerte porque eran una dulce mentira.
***
Sintió como una ráfaga fría le helaba el
corazón. Fue a cerrar la ventana de la
habitación y empezó a quitarse la ropa.
Se metió entre las cobijas arrebujándose en un vano intento de entrar en
calor. No quería hacerlo. ¡No!... ¡Quería hacerlo pero no debía! Pero ¿cuándo el corazón le hace caso a la
razón?
La contestadora saltó después de 4 timbres. Lo intentó varias veces más. Finalmente se dio por vencida y le dejo un
mensaje. Te llamé como prometí -dijo
y colgó triste. Como era de imaginarse,
Diego no estaba. Él le había dicho que
esperaría su llamada… ¡Ingenua! ¿Es que nunca dejaría de ser tan tonta? Obviamente estaría con su conquista de turno. Su nueva “novia” -repitió en voz alta con amargura- Lo que ella nunca sería… porque ella misma no
se lo había permitido. ¿Para qué? ¿Para qué quieres que sea tu novia? -le había dicho aquella vez mientras se
vestía- Se que eres un mujeriego y no
has cambiado nada. Sigues en lo mismo
solo que ahora mejoraste tus técnicas ¿no?
-pronunció con rabia- Pero ese no
es ni quiero que sea mi problema. Tú
sigue con tu vida y yo seguiré con la mía.
¿Qué resultó de esta noche?
Nada. Una noche estupenda pero
eso es todo -cuando él iba a protestar
ella finalizó- No olvides que yo si
recuerdo que tu novia es Kristen -dijo
con repulsión en la voz. Una repulsión y
odio dirigido a sí misma. ¿Cómo había
sido tan tonta como para olvidarlo? Se
había dejado llevar sin pensar en esa pobre chica ilusionada con Diego. En realidad lo había olvidado… todo olvidaba
en los brazos de él. Sin más había
salido de ahí seguida por él. ¡Qué
resolución ni nada! En un instante volvía
a estar nuevamente rendida en sus brazos.
Capítulo 15
El presente le golpeó el rostro nuevamente
cuando traía a su mente los recuerdos de las conquistas de Diego. Había llegado al punto de que, como ellos no
“tenían nada”, ella lo veía en los bares con sus novias, una distinta cada
semana, y Mel no se daba por enterada.
Si bien el dolor se reflejaba en sus facciones, no protestaba y seguía
con esa absurda e insostenible situación.
Miles de veces Dome le había interrogado pero ella no contaba nada. Sentía vergüenza y odio por su debilidad. Solo se limitaba a negar cualquier relación
entre ella y Diego, al fin y al cabo, entre ellos no existía nada parecido a
una relación… era tan solo unos momentos de pasión.
Sintió como sus mejillas se mojaban y el sabor
salado de las lágrimas llegó a sus labios.
Lágrimas de impotencia, ira, odio…
¡Te odio Diego! -susurró mientras
aplastaba su rostro contra la almohada para evitar los sollozos que amenazaban
con salir de su garganta- ¡Cuánto te
odio! -murmuró y el sueño le ganó la
partida borrando por una noche las marcas de dolor en su hermoso rostro.
***
La luz del amanecer inundó de a poco la
habitación y Mel despertó un tanto sobresaltada. ¿Qué había estado soñando? Recordó fragmentos sueltos y dos imágenes
claras. ¿Qué significaban? ¿Por qué soñar con ellos? Uno estaba presente en su vida: Diego… y al
otro… apenas lo conocía.
El desayuno estaba servido y en la mesa ya
estaba toda la familia. Saludó sonriente
pero enseguida cambió de humor cuando su hermana le contó lo que tenía planeado
para aquel día: ¡Compras! -había dicho y
Mel hizo una mueca lamentando haber venido antes. ¡Qué tortura más efectiva si quería hacerla
hablar!
Caminaron por más de tres horas seguidas
buscando el “vestido perfecto” para Melina.
Ella ya estaba cansada y no le importaba si le ponían un trapo
cualquiera con tal de acabar con este recorrido.
- Si,
pero no es lo que estamos buscando -dijo
por enésima vez Danna y ella le dedicó una mirada asesina- ¿Qué?
-
Nada -murmuró entre dientes
entrando una vez más al vestidor.
Finalmente encontraron un vestido que convenció
a Danna. El evento sería en la mañana
por lo que un vestido corto y no muy formal era lo ideal. Melina asintió sin darle mucha importancia,
lo único que quería era irse a sentar con un buen libro un largo tiempo.
***
-
¿Dome? -Mel interrogó por el
teléfono- ¿Estás bien?
-
Perfectamente, Mel -seguía con
una voz extraña- ¿Por qué?
- Por
nada -desistió porque Dome no decía
nada- ¿Y Alex?
- Muy
juguetón preguntando por ti.
- ¿Está
por ahí? -Mel inquirió y oyó la risa de
Dome.
- Si,
está conmigo. Te lo paso.
Mel habló un tiempo con Alex. ¡Estaba cada día más preguntón! Y ya lo extrañaba. El hijo de Dome era como si fuera suyo y como
ella era su madrina… siempre estaba pendiente del pequeño. Dome preguntó por su hermana y le envió
disculpas por no poder asistir. Se
despidieron sin conversar nada en concreto.
***
Desde muy temprano el bullicio se había
apoderado de toda la mansión. Gente
corría por aquí y por allá para hacer que todo estuviera perfecto. Mel abandonó su cama con resistencia. Danna había insistido en que ella también se
arreglará con la estilista y no tuvo más remedio que aceptar. ¡Cuando su hermana tenía una idea nada ni
nadie le hacía desistir! Con desgana
admitió que había hecho un buen trabajo.
Destacaba sus ojos grises claros y su cabello castaño estaba arreglado
de tal manera que quedaba bastante suelto.
Era todo muy natural, como a ella le gustaba.
- Mamá
¡qué gusto verte! -Mel abrazó a su
madre- Caro, señora Rivas ¿cómo están? -saludó a la amiga de su hermana y su madre.
- Igualmente,
hija. ¿Cuándo llegaste? -terció
- Hace
unos días -suspiró cansada- Danna me ha tenido loca con lo de los
preparativos…
- ¡Me
imagino! -comento Caro riendo- con lo
perfeccionista que es… ¿Dónde está Dome?
- Dome no
pudo venir -la miraron extrañadas- Es que tuvo un problemita con Alex.
- ¿Alex
está bien? -Caro dijo preocupada.
- Si,
solo que se resistió a viajar -inventó
mientras pensaba en el motivo de la ausencia de Dome. En realidad no lo sabía… con certeza. Tenía una ligera sospecha que se relacionaba
con cierto hombre que estaba no muy lejos de ella.
- Bueno,
en otra ocasión será -aceptaron y
siguieron charlando animadamente en tanto esperaban a que aparecieran los
anfitriones.
Capítulo 16
Después del brindis, Melina ya no pudo más. Se escabulló por un costado porque, aunque no
fuera una pomposa fiesta, si era muy elegante y ella no sentía que encajaba
ahí. Caminó hasta dar con uno de los
jardines más apartados. Empezó a
escuchar a alguien siguiéndola con pasos sigilosos, cuando iba a enfrentar al
desafortunado intruso escuchó su voz:
-
¡¿Melina?! -preguntó con aquella
voz tan… magnífica.
-
Daniel… -susurró al tiempo que
volteaba para mirarlo.
- ¿Huyendo? -sonrió comprensivo mientras ella agachaba la
cabeza como una niña descubierta en medio de una travesura- Yo también.
-
¿Si? -Mel lo miró curiosa- Es extraño verte aquí. Tú dijiste…
- ¿Qué no
asisto a estos eventos? -Mel
afirmó- Si, pero esta vez hice una
excepción.
- ¿Por
qué? -él se lo pensó un poco.
- Quería
conocer a tu hermana.
-
¿Danna? -sintió un nudo- Está casada…
-dijo sarcástica.
- Si, lo
sé -contestó igual- Es una lástima -comentó y Mel empezó a sentir rabia hasta
que vio que él se estaba riendo.
- ¿De qué
te ríes?
- Nada,
Melina -Daniel se detuvo y la miró- Solo quería saber si se parecen.
- ¿Y? -él ladeó la cabeza- No somos parecidas, precisamente. Danna tiene la estatura, cabello y ojos de mi
madre. Yo tengo la estatura, cabello y
ojos de mi padre.
- Si, no
las hubiera relacionado a primera vista pero…
-
Obviamente, no. Mi hermana es
elegante, pequeña y hermosa. Como una
princesa -Melina comentó lo último un
tanto irónica.
- ¿Qué
quieres decir? ¿Princesa? -Daniel estaba divirtiéndose.
- ¿No la
has visto? ¡Es perfecta! -Mel bufó- No se como lo soporta…
-susurró- Su vestido le calza como a una
muñequita delicada y pequeña –sonrió mirándose- y a mi… ¡a mi! ¡Por qué tuve que hacerle caso! -se lamentaba y Daniel sonrió.
- ¿A qué
te refieres exactamente? A mi me parece
que…
- Soy
como una palmera -concluyó y él se echó
a reír- ¿¿Qué?? -replicó molesta.
- ¿Una
palmera? Pero…
- Si, me
queda como si una palmera gigante se hubiera puesto un vestido. Mírame
-quejándose se dio una vuelta-
¿qué te parece?
- Que si
me dejas completar una frase podremos conversar
-él sonrió al ver que ella se azoraba un poco- Bien, ahora que puedo te digo que yo no
comparto tu opinión. Te ves muy guapa y
no te pareces a una palmera precisamente
-él sonrió seductor y miró sus largas piernas- estás… espectacular -soltó con voz ronca y Mel sintió un ligero
cosquilleo- Quiero decir el vestido es
hermoso y te sienta muy bien -terminó
después de carraspear un poco.
-
Gracias, Daniel -Mel sonrió
radiante sintiéndose en verdad espectacular-
¿Viniste solo?
- No -dijo un poco cortante y acercándose le
preguntó- ¿Y tú?
- Si -respondió escueta y bajó la mirada.
- Melina,
¿cómo estás? -preguntó con ternura
sabiendo que no necesitaba decir más.
-
Bien… -dijo bajito pero enseguida
negó con la cabeza. Aquel hombre no se
merecía esa respuesta sin sentido-
Mal… -fue tan solo un susurro
pero Daniel lo escuchó perfectamente y sin pensárselo mucho le tomó una de sus
manos entre las suyas y la apretó con cariño.
Transmitiéndole fuerza y valor para revelar lo que tanto daño le
hacía. Melina se sentía sumamente
extraña y… protegida. No sabía como,
pero Daniel le hacía desear contarle toda su historia y refugiarse en sus
brazos del dolor punzante que le amenazaba.
No había sido capaz de hablar con nadie sobre Diego, ni siquiera con
Doménica, pero con él… con Daniel el panorama daba un giro. Parado ahí tomando su mano, tan seguro y
varonil, le hacía desear por una vez derrumbarse en los brazos de alguien sin
importarle si era juzgada o recriminada-
Yo… -sintió como las lágrimas
pugnaban por salir y un nudo atenazaba su garganta. Él se acercó más a ella y apretó más aún su
mano.
- ¿Por qué? -fue algo pronunciado suavemente.
- No
puedo dejarlo… -Mel sentía como la voz
se le cortaba como siempre que intentaba hablar- Yo estoy…
-ella se puso rígida de pronto y se separó desistiendo de hablar.
- ¿Qué es
lo que…? -empezó a decir Daniel para
mirar quien los interrumpía y su voz también se atoró por la sorpresa.
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