domingo, 18 de agosto de 2013

Una rosa en la noche 5

Capítulo 13
-  Me retiro.  Gracias por la cena Danna, Leonardo  -pronunció despidiéndose Mel al tiempo que soltaba la lista en una mesita del costado-  Bonna notte.
Ambos asintieron viendo como ella se alejaba con la mente ya perdida en lejanos momentos.

-  Estoy preocupada.  Mel no habla y temo que lo que se guarda la está consumiendo  -Danna lo miró reflejando su incertidumbre.
-  Tranquila, cariño  -Leonardo se acercó a cubrirla con sus brazos-  Decidiste no presionarla para que hablara ¿verdad?  -ella asintió-  pues no lo hagas, ella te lo contará todo cuando este lista.
Danna sintió como su inquietud se desvanecía con el contacto del cuerpo de su esposo.  Él la estrechó aún más besando su cuello y ella perdió la noción de sus pensamientos.
***
Mel entró a su habitación.  Se sentía sola y esa sensación ya era tan familiar que no le extraño.  La soledad había sido su compañera desde que conociera a Diego.  ¿Por qué nunca reunía el valor para dejarlo?  Esa fijación con él…  Nuevamente los recuerdos la transportaron al pasado.
Habían pasado más de dos años de su sonada ruptura y coincidir con él en una fiesta fue un shock total.  ¿Por qué?  -se había preguntado-  Estaba pasándola tan bien con un chico que había conocido ahí y ahora la conversación ya no le parecía tan interesante.  ¡Diego estaba guapísimo!  El nuevo corte de cabello le daba un aspecto aún más maduro y sofisticado, vestía sencillo pero elegante… e iba acompañado.
-  ¿Mel, estás bien?  -preguntaba impaciente Miguel.
-  Si, lo siento.  Es que me pareció haber visto a alguien familiar…
-  ¿Conoces a Diego?  -preguntó al ver la dirección de la mirada de Mel-  No importa, vamos  -se vio conducida por Miguel hacia ellos.
-  Yo…  -trataba de alejarse pero el encuentro se hacía inevitable…
-  Diego, Kristen  ¿cómo están?  -Miguel saludó alegremente-  Quiero presentarles a Mel, una amiga  -le dirigió una mirada cargada de deseo-  Mel, ellos son Kristen y mi cuñado querido  -sonrió.
-  ¿Cuñado?  -pronunció Mel incrédula.  ¿No podía referirse a…?
-  Si Mel.  Kristen es mi hermana y Diego es su novio.
Después de la sorpresa y asimilar la terrible coincidencia, Mel trató de ignorar a Diego.  Algo imposible porque sus ojos la tenían hipnotizada y las miradas que le dedicaba hacían que su cuerpo vibrara.  Miró a Miguel quien bromeó y le hizo sonreír.  Estaba reencontrando su espíritu y empezó a superar, de a poco, el pasado.
-  Mel, ¿puedo acompañarte?  -Miguel no quería que se marchara aún-  Yo te llevo a tu departamento, si el problema es el transporte…
-  Yo…  -Mel dudaba en quedarse o irse.  Se sentía bien pero…-  ¿Qué dices Stella?  -preguntó a su otra amiga. Doménica ya se había marchado por Alex, así que solo quedaron las dos.
-  Por mi no hay problema.  Si nos llevan, podemos quedarnos  -Stella estaba entusiasmada con un chico.
-  Si creo que si  -Mel asintió y Stella volvió a entrar a la fiesta-  Vamos  -siguió detrás de Miguel y sintió como una mano le aprisionaba el brazo evitando que avanzara-  ¿Qué demonios…?  -no quería llamar la atención por lo que solo miró a su interceptor-  ¿Diego?  -exclamó temblorosa al reconocer esos ojos destacando en la penumbra que cubría su rostro.
-  ¿Ya no me saludas?  -Diego dijo con voz seductora-  No recuerdo que estuviéramos enfadados…
-  No, no lo estamos  -¡Cínico! Pensó Mel y quiso gritárselo pero se contuvo-  Solo que yo ya no soy tu amiga y no tengo porque saludarte…
-  Si yo no te pido que seas mi amiga  -Diego ignoró el tono de advertencia de Melina e intentó abrazarla-  Yo quiero que seas…
-  No sigas, Diego  -Mel trataba de controlarse y se alejó-  Yo no quiero escucharte.  Además, tu novia te espera.
-  Yo no tengo…  -Diego estaba diciendo cuando Miguel apareció.   
-  ¿Qué pasa chicos?  ¿Por qué no entran?  -se acercó colocándose en la mitad de los dos y abrazándolos amistosamente.
-  ¡No la toques!  -Diego gritó sorprendiéndolos a los dos.
-  ¡Estás de broma!  -Miguel dijo incrédulo-  ¿Qué te pasa cuñadito?
-  ¡No soy tu cuñado!  -Diego exclamó furioso.
-  ¡Bien!, si eso es lo que quieres… -Miguel se alejó enfadado y tomó el brazo de una aún sorprendida Mel.  ¿De cuando acá Diego tenía esos arranques posesivos? Y… ¿¿con ella??
Capítulo 14
-  ¿A dónde van?  -Diego no creía que Mel se estuviera alejando.
-  A la fiesta…  -Miguel respondió evidentemente molesto-  ¿Por qué?  ¿Algún problema, Diego?
-  No, tú puedes irte.  Pero Mel se queda.
-  ¿Disculpa?  Ella va conmigo… 
Mel veía impotente como ambos hombres se enfrentaban.  No quería ningún escándalo y finalmente intervino:
-  Basta  -se interpuso entre ellos-  Yo voy a hacer lo que quiera y ustedes no me lo van a impedir.  Regreso a la fiesta  -dijo y Miguel tomó a Melina por los hombros en signo de posesión-  Pero antes voy a hablar con Diego  -finalizó sabiendo que Diego no se quedaría tan tranquilo.
-  Bien, si eso es lo que quieres  -Miguel estaba enfadado y se sentía un intruso-  ¡Quédate con él!  -concluyó empujándola contra el cuerpo de Diego.
Melina estaba aturdida y sentía como Diego la tomaba entre sus brazos acercándola más a su duro torso.  Sintió como su cuerpo reconocía de inmediato a aquel hombre.  A pesar de todo el daño, el amor seguía presente y ella no entendía como le podía estar ocurriendo todo eso.
-  Diego…  -su voz estaba vacilante-  suéltame  -dijo y sintió como él aflojaba el abrazo y la dejaba libre.  Se sintió vacía y… sola-  ¿Qué quieres?  -quería que fuera claro y conciso.  No necesitaba rodeos ni falsas promesas.
-  Te quiero a ti  -respondió con presteza intentando acercarse.
-  Basta de bromas, Diego  -ella estaba nerviosa por su cercanía-  Quiero volver a la fiesta…  -comentó distraída.
-  Vamos pero primero debes escucharme  -Mel no quería… inconscientemente sabía que terminaría convenciéndola.
-  No hay nada que…  -Mel alzó sus ojos y se vio reflejada en la mirada de Diego.  ¡Grave error!  Estaba hipnotizada y ya no sentía como él acortaba la distancia.
-  Yo te quiero a ti  -repitió y Mel cerró los ojos con fuerza-  Mel, mírame  -tomó con dulzura su rostro-  Yo quiero volver contigo.
-  Diego, es imposible…  -dijo ya sin convicción.
-  Nada es imposible  -pronunció suavemente mientras tomaba su boca en una caricia que ambos ansiaban y que ya no era factible retrasar más.
Mel sintió como las sensaciones aún ahora volvían a recorrerle y hacían que se estremeciera con solo evocarlas.  No tenía remedio.  Intentaba y fracasaba miserablemente al pretender poner distancia.  Tal vez ella mismo se saboteaba  -pensó y continuó viendo las imágenes frente a sí de aquella noche.
No habían vuelto a la fiesta.  Diego la llevó hasta su apartamento y ahí se fundieron en uno solo.  Se desnudaron con avidez como si eso calmara su ansiedad por estar juntos.  Había sido demasiado tiempo alejados y poco importaba el pasado.  Solo estaban conscientes del mundo de emociones que se arremolinaban en su interior.  Te amo  -había repetido Diego hasta la saciedad-  Te amo Mel  -y esas palabras aún ahora retumbaban en sus oídos, recordándole que estaba condenada a escucharlas como su sentencia de muerte porque eran una dulce mentira.
***
Sintió como una ráfaga fría le helaba el corazón.  Fue a cerrar la ventana de la habitación y empezó a quitarse la ropa.  Se metió entre las cobijas arrebujándose en un vano intento de entrar en calor.  No quería hacerlo.  ¡No!...  ¡Quería hacerlo pero no debía!  Pero ¿cuándo el corazón le hace caso a la razón?
La contestadora saltó después de 4 timbres.  Lo intentó varias veces más.  Finalmente se dio por vencida y le dejo un mensaje.  Te llamé como prometí  -dijo y colgó triste.  Como era de imaginarse, Diego no estaba.  Él le había dicho que esperaría su llamada… ¡Ingenua! ¿Es que nunca dejaría de ser tan tonta?  Obviamente estaría con su conquista de turno.  Su nueva “novia”  -repitió en voz alta con amargura-  Lo que ella nunca sería… porque ella misma no se lo había permitido.  ¿Para qué?  ¿Para qué quieres que sea tu novia?  -le había dicho aquella vez mientras se vestía-  Se que eres un mujeriego y no has cambiado nada.  Sigues en lo mismo solo que ahora mejoraste tus técnicas ¿no?  -pronunció con rabia-  Pero ese no es ni quiero que sea mi problema.  Tú sigue con tu vida y yo seguiré con la mía.  ¿Qué resultó de esta noche?  Nada.  Una noche estupenda pero eso es todo  -cuando él iba a protestar ella finalizó-  No olvides que yo si recuerdo que tu novia es Kristen  -dijo con repulsión en la voz.  Una repulsión y odio dirigido a sí misma.  ¿Cómo había sido tan tonta como para olvidarlo?  Se había dejado llevar sin pensar en esa pobre chica ilusionada con Diego.  En realidad lo había olvidado… todo olvidaba en los brazos de él.  Sin más había salido de ahí seguida por él.  ¡Qué resolución ni nada!  En un instante volvía a estar nuevamente rendida en sus brazos.
Capítulo 15
El presente le golpeó el rostro nuevamente cuando traía a su mente los recuerdos de las conquistas de Diego.  Había llegado al punto de que, como ellos no “tenían nada”, ella lo veía en los bares con sus novias, una distinta cada semana, y Mel no se daba por enterada.  Si bien el dolor se reflejaba en sus facciones, no protestaba y seguía con esa absurda e insostenible situación.  Miles de veces Dome le había interrogado pero ella no contaba nada.  Sentía vergüenza y odio por su debilidad.  Solo se limitaba a negar cualquier relación entre ella y Diego, al fin y al cabo, entre ellos no existía nada parecido a una relación… era tan solo unos momentos de pasión.
Sintió como sus mejillas se mojaban y el sabor salado de las lágrimas llegó a sus labios.  Lágrimas de impotencia, ira, odio…  ¡Te odio Diego!  -susurró mientras aplastaba su rostro contra la almohada para evitar los sollozos que amenazaban con salir de su garganta-  ¡Cuánto te odio!  -murmuró y el sueño le ganó la partida borrando por una noche las marcas de dolor en su hermoso rostro.
***
La luz del amanecer inundó de a poco la habitación y Mel despertó un tanto sobresaltada.  ¿Qué había estado soñando?  Recordó fragmentos sueltos y dos imágenes claras.  ¿Qué significaban?  ¿Por qué soñar con ellos?  Uno estaba presente en su vida: Diego… y al otro… apenas lo conocía.
El desayuno estaba servido y en la mesa ya estaba toda la familia.  Saludó sonriente pero enseguida cambió de humor cuando su hermana le contó lo que tenía planeado para aquel día: ¡Compras!  -había dicho y Mel hizo una mueca lamentando haber venido antes.  ¡Qué tortura más efectiva si quería hacerla hablar!
Caminaron por más de tres horas seguidas buscando el “vestido perfecto” para Melina.  Ella ya estaba cansada y no le importaba si le ponían un trapo cualquiera con tal de acabar con este recorrido. 
-  Si, pero no es lo que estamos buscando  -dijo por enésima vez Danna y ella le dedicó una mirada asesina-  ¿Qué?
-  Nada  -murmuró entre dientes entrando una vez más al vestidor.
Finalmente encontraron un vestido que convenció a Danna.  El evento sería en la mañana por lo que un vestido corto y no muy formal era lo ideal.  Melina asintió sin darle mucha importancia, lo único que quería era irse a sentar con un buen libro un largo tiempo.
***
-  ¿Dome?  -Mel interrogó por el teléfono-  ¿Estás bien?
-  Perfectamente, Mel  -seguía con una voz extraña-  ¿Por qué?
-  Por nada  -desistió porque Dome no decía nada-  ¿Y Alex?
-  Muy juguetón preguntando por ti.
-  ¿Está por ahí?  -Mel inquirió y oyó la risa de Dome.
-  Si, está conmigo.  Te lo paso.
Mel habló un tiempo con Alex.  ¡Estaba cada día más preguntón!  Y ya lo extrañaba.  El hijo de Dome era como si fuera suyo y como ella era su madrina… siempre estaba pendiente del pequeño.  Dome preguntó por su hermana y le envió disculpas por no poder asistir.  Se despidieron sin conversar nada en concreto.
***
Desde muy temprano el bullicio se había apoderado de toda la mansión.  Gente corría por aquí y por allá para hacer que todo estuviera perfecto.   Mel abandonó su cama con resistencia.  Danna había insistido en que ella también se arreglará con la estilista y no tuvo más remedio que aceptar.  ¡Cuando su hermana tenía una idea nada ni nadie le hacía desistir!  Con desgana admitió que había hecho un buen trabajo.  Destacaba sus ojos grises claros y su cabello castaño estaba arreglado de tal manera que quedaba bastante suelto.  Era todo muy natural, como a ella le gustaba.
-  Mamá ¡qué gusto verte!  -Mel abrazó a su madre-  Caro, señora Rivas ¿cómo están?  -saludó a la amiga de su hermana y su madre.
-  Igualmente, hija.  ¿Cuándo llegaste?  -terció
-  Hace unos días  -suspiró cansada-  Danna me ha tenido loca con lo de los preparativos…
-  ¡Me imagino!  -comento Caro riendo- con lo perfeccionista que es…  ¿Dónde está Dome?
-  Dome no pudo venir  -la miraron extrañadas-  Es que tuvo un problemita con Alex.
-  ¿Alex está bien?  -Caro dijo preocupada.
-  Si, solo que se resistió a viajar  -inventó mientras pensaba en el motivo de la ausencia de Dome.  En realidad no lo sabía… con certeza.  Tenía una ligera sospecha que se relacionaba con cierto hombre que estaba no muy lejos de ella.
-  Bueno, en otra ocasión será  -aceptaron y siguieron charlando animadamente en tanto esperaban a que aparecieran los anfitriones.

Capítulo 16
Después del brindis, Melina ya no pudo más.  Se escabulló por un costado porque, aunque no fuera una pomposa fiesta, si era muy elegante y ella no sentía que encajaba ahí.  Caminó hasta dar con uno de los jardines más apartados.  Empezó a escuchar a alguien siguiéndola con pasos sigilosos, cuando iba a enfrentar al desafortunado intruso escuchó su voz:
-  ¡¿Melina?!  -preguntó con aquella voz tan… magnífica.
-  Daniel…  -susurró al tiempo que volteaba para mirarlo.
-  ¿Huyendo?  -sonrió comprensivo mientras ella agachaba la cabeza como una niña descubierta en medio de una travesura- Yo también.
-  ¿Si?  -Mel lo miró curiosa-  Es extraño verte aquí.  Tú dijiste…
-  ¿Qué no asisto a estos eventos?  -Mel afirmó-  Si, pero esta vez hice una excepción.
-  ¿Por qué?  -él se lo pensó un poco.
-  Quería conocer a tu hermana.
-  ¿Danna?  -sintió un nudo-  Está casada…  -dijo sarcástica.
-  Si, lo sé  -contestó igual-  Es una lástima  -comentó y Mel empezó a sentir rabia hasta que vio que él se estaba riendo.
-  ¿De qué te ríes?
-  Nada, Melina  -Daniel se detuvo y la miró-  Solo quería saber si se parecen.
-  ¿Y?  -él ladeó la cabeza-  No somos parecidas, precisamente.  Danna tiene la estatura, cabello y ojos de mi madre.  Yo tengo la estatura, cabello y ojos de mi padre.
-  Si, no las hubiera relacionado a primera vista pero…
-  Obviamente, no.  Mi hermana es elegante, pequeña y hermosa.  Como una princesa  -Melina comentó lo último un tanto irónica.
-  ¿Qué quieres decir?  ¿Princesa?  -Daniel estaba divirtiéndose.
-  ¿No la has visto?  ¡Es perfecta!  -Mel bufó- No se como lo soporta… -susurró-  Su vestido le calza como a una muñequita delicada y pequeña –sonrió mirándose- y a mi… ¡a mi!  ¡Por qué tuve que hacerle caso!  -se lamentaba y Daniel sonrió.
-  ¿A qué te refieres exactamente?  A mi me parece que…
-  Soy como una palmera  -concluyó y él se echó a reír-  ¿¿Qué??  -replicó molesta.
-  ¿Una palmera?  Pero…
-  Si, me queda como si una palmera gigante se hubiera puesto un vestido.  Mírame  -quejándose se dio una vuelta-  ¿qué te parece?
-  Que si me dejas completar una frase podremos conversar  -él sonrió al ver que ella se azoraba un poco-  Bien, ahora que puedo te digo que yo no comparto tu opinión.  Te ves muy guapa y no te pareces a una palmera precisamente  -él sonrió seductor y miró sus largas piernas-  estás… espectacular  -soltó con voz ronca y Mel sintió un ligero cosquilleo-  Quiero decir el vestido es hermoso y te sienta muy bien  -terminó después de carraspear un poco.
-  Gracias, Daniel  -Mel sonrió radiante sintiéndose en verdad espectacular-  ¿Viniste solo?
-  No  -dijo un poco cortante y acercándose le preguntó-  ¿Y tú?
-  Si  -respondió escueta y bajó la mirada.
-  Melina, ¿cómo estás?  -preguntó con ternura sabiendo que no necesitaba decir más.
-  Bien…  -dijo bajito pero enseguida negó con la cabeza.  Aquel hombre no se merecía esa respuesta sin sentido-  Mal…  -fue tan solo un susurro pero Daniel lo escuchó perfectamente y sin pensárselo mucho le tomó una de sus manos entre las suyas y la apretó con cariño.  Transmitiéndole fuerza y valor para revelar lo que tanto daño le hacía.  Melina se sentía sumamente extraña y… protegida.  No sabía como, pero Daniel le hacía desear contarle toda su historia y refugiarse en sus brazos del dolor punzante que le amenazaba.  No había sido capaz de hablar con nadie sobre Diego, ni siquiera con Doménica, pero con él… con Daniel el panorama daba un giro.  Parado ahí tomando su mano, tan seguro y varonil, le hacía desear por una vez derrumbarse en los brazos de alguien sin importarle si era juzgada o recriminada-  Yo…  -sintió como las lágrimas pugnaban por salir y un nudo atenazaba su garganta.  Él se acercó más a ella y apretó más aún su mano.
-  ¿Por qué?  -fue algo pronunciado suavemente.
-  No puedo dejarlo…  -Mel sentía como la voz se le cortaba como siempre que intentaba hablar-  Yo estoy…  -ella se puso rígida de pronto y se separó desistiendo de hablar.
-  ¿Qué es lo que…?  -empezó a decir Daniel para mirar quien los interrumpía y su voz también se atoró por la sorpresa.

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