jueves, 6 de junio de 2013

"Gabriela Ruiz" Encuentro Con El Destino 7

Capítulo 16

- ¿Danna? –Exclamó confuso Leonardo provocando que ella se quedara muda- ¿Eres tú?

- Si soy yo –dijo una vez que recuperó el habla- Disculpa es que estaba hablando hace un instante con mi amiga Caro.

- Si me he dado cuenta –río Leonardo imaginando la cara que tendría Danna- Soy Leonardo, por cierto.

- Sé quien eres –sonrió Danna- Pero, me sorprende que me llames.  ¿A qué se debe ese honor señor Ferraz? –concluyó en un fingido tono serio Danna.

- Pues mire señorita Báez le hablo para invitarle a un paseo con mi preciosa hija Beth –siguió el juego Leonardo sonriendo.

- Por supuesto que aceptó la invitación Leonardo –respondió feliz Danna- Estaré encantada de volver a verlos.

- Nosotros también ansiamos verte Danna –comentó Leonardo y enseguida se oyó una voz infantil- Si vienes ¿verdad Danna?

- Claro cariño yo voy porque estoy impaciente por verte –dijo a Beth quien se emocionó visiblemente y continuó- Ahora si me pasas a tu papi para ver donde quedamos.

- Pero Danna, nosotros estamos abajo en tu hotel.  Esperándote.

Danna escuchó como Beth protestaba porque su padre le arrebataba el teléfono.

– Ya esta bien señorita, ahora hablo yo –había dicho y enseguida se acercó el teléfono- Es cierto Danna estamos aquí, si no te molesta salimos en cuanto bajes o ¿tienes algo que hacer?

- No, yo bajo en un instante –Danna colgó y rápidamente se maquilló ligeramente y se puso unos jeans con una sencilla blusa celeste y una chaqueta en igual tono.

Cuando ingresó al vestíbulo buscó con la mirada a su cita.  Se río mentalmente y vio como Beth corría a su encuentro y se echaba a sus brazos.

- Estás preciosa nena –comentó Danna haciendo que Beth le sonriera y diera una vuelta.

Danna sonrió y reparó en Leonardo que miraba la escena con expectativa. 

- Hola Danna ¿Cómo estás?

- Hola Leonardo, estoy muy bien y ¿tú?

- Bien, extrañando el trabajo y la compañía en la empresa –comentó- Pero feliz de estar más tiempo con mi pequeña –sonrío con ternura a Beth quien tomó la mano de Danna y de su papá.

- Vamos que ya quiero patinar –dijo halando sus manos y haciendo que enseguida se pusieran en camino.

- ¿A dónde vamos? –preguntó Danna cuando el auto se puso en marcha.

- A un centro comercial –contestó atribulado Leonardo- Y no es que me haga ilusión sino que aún tengo que comprar unos cuantos presentes y tarjetas.  Dios, se supone que mi secretaria se encarga de todo eso pero ha caído enferma y no le he querido mortificar con eso.  Así que, me aprovecho de tu buena voluntad y te daré esa carga.

- ¡Que va! Ninguna carga Leonardo, con gusto te ayudo en lo que necesites.

- Gracias, sabía que contaba contigo.  Es extraño pero a veces siento como si te conociera de siempre.

- Si, es extraño –comentó Danna más que nada para no quedarse callada.

- Pero no te creas que todo va a ser trabajo –dijo Leonardo sonriendo- también nos vamos a divertir.

- Vale, con esa condición, acepto –rió Danna con ganas.

Leonardo en realidad no tenía ninguna obligación de hacer aquellas compras.  Si lo hubiera querido, tenía varias personas que podían encargarse, pero le pareció un excelente pretexto para estar con Danna, además, ¿que tan difícil podía ser?

Al llegar el centro comercial estaba abarrotado de gente.  Leonardo no estaba disfrutando nada, pero Danna parecía muy feliz y con Beth se movían de una tienda a otra.  Cuando después de dos eternas horas lograron comprar todos los presentes y tarjetas requeridas, fueron a patinar.  Sorprendentemente, Beth se comportó como toda una señorita.  No se aburrió ni protestó por las largas filas que había que hacer.  Leonardo no entendía ese cambio repentino, hasta que notó que Beth se encontraba encantada con la conversación de Danna y ni siquiera parecía notar su presencia.  ¿Qué tendría Danna que hacía que Beth la quisiera tanto?

Dejaron a Beth recorrer la pista junto con una instructora que se ocupaba de los niños.  Leonardo tenía una pregunta que le carcomía la mente y no lo dejaba en paz.  Debía formularla.

- Sé que es un tanto absurdo, Danna, pero ¿conocías antes a mi hijo? ¿Por qué te pusiste tan tensa, cuando él te dio el obsequio en la fiesta de navidad de la empresa?

Danna sin querer se puso en tensión por la sorpresa que le causaron las palabras de Leonardo.  Era muy perspicaz sin duda, porque nadie más, que ella supiera, había reparado en la tirantez entre ella y Stefano.   Y ahora, ¿qué debía hacer? ¿Debía decirle toda la verdad y acabar de una vez con todos los secretos? ¿Debía mentir y negar que conociera a Stefano? Le preocupaba la incertidumbre que sentía y más que nada, no sabía cual sería la reacción de Leonardo si se enterase que el estúpido que le arruinó la vida y había sido padre de su bebé no nacido era Stefano.  Ahora si que se encontraba en un buen dilema.


- ¿Asistirás a la fiesta de Leonardo este año, madre? –preguntó Stefano indiferentemente a Marie.

- Si, no me queda de otra, como siempre hijo, haré acto de presencia por un momento y luego me retiraré. Y ¿tú? ¿Asistirás con Mandy?

- Si, yo tampoco deseaba quedarme hasta el final, pero me temo que no me quedará otra alternativa.

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que sucede? –inquirió Marie preocupada.

- Creo que Leonardo está enamorado, mamá –finalizó Stefano con chispas en los ojos.

- ¿Enamorado? ¿De quién? ¿Estás seguro? –preguntó Marie con rabia porque la herencia no se les podía escapar otra vez de las manos.

- De Danna, la nueva diseñadora –concluyó Stefano con una rabia igual a la de su madre.

- ¿Qué? ¿De esa niña poca cosa?  Es completamente inaceptable –protestó Marie con indignación y enseguida añadió con maldad- Más vale que estés equivocado hijo o esa niñita lamentará haber aspirado tan alto.

Ambos cruzaron miradas relampagueantes de acuerdo, llenas de aversión hacia una posible relación entre Leonardo y Danna.


Capítulo 17


- ¿Danna? –agitó por quinta vez su mano frente a los de ojos de ella.  Parecía sumida en ¿recuerdos?- ¿Danna esta todo bien? –esta historia le intrigaba cada vez más.

- Si –de pronto volvió a la realidad- Y la verdad es que…

- ¿Leonardo? –una voz femenina los interrumpió.  Tal vez era lo mejor- ¡Cuánto tiempo!

Leonardo la miró un poco fastidiado pero enseguida suavizó la expresión.  Era Antonella.

- Antonella, querida ¡qué dicha tenerte por aquí! –Leonardo se levantó y le plantó dos delicados besos en las mejillas- Te ves muy bien.

- Lo mismo digo –pronunció mientras deslizaba su mirada apreciativa por el cuerpo de Leonardo y finalmente se detuvo en su rostro- Me enteré que este año sigue la tradición.

- Si, tú sabes que soy un hombre de costumbres –sonrió coqueto y ella simuló sonrojarse avergonzada- ¿Asistirás?

- Si me invitas, por supuesto –sonrió provocativa- Será un placer compartir contigo.

De pronto reparó en Danna.  La muchacha no los veía, sino que estaba concentrada mirando deslizarse en la pista a Beth, sin embargo juraba que una ligera crispación turbaba su rostro.

- ¿Es la niñera? –preguntó en tono desenfadado y sin darle importancia.  Leonardo miró la cara de Danna ante el desafortunado comentario, pero estaba impasible.

- No, es la nueva diseñadora de la empresa –aclaró Leonardo- Danna Báez, ella es Antonella Lucerni una gran amiga –ésta le guiñó el ojo y estrechó la mano que Danna extendía.

- Mucho gusto señorita Báez.  Usted no es de aquí –afirmó desdeñosamente y centró su atención en Leonardo nuevamente- ¿Qué haces en el centro comercial? Eso no es habitual en ti.

- No, lo sé. Es que mi secretaria está enferma y tuve que hacer unas compras de emergencia.

- Y ¿la fiesta la celebrarás en tu casa? –casa no era la palabra exacta para describir la enorme
mansión de Leonardo.

- Si, este sábado.  Si me das la dirección de donde te estás hospedando te haré llegar la
invitación –él le sonreía con entusiasmo.

- Por supuesto –tomó una tarjeta y anotó detrás- Aquí tienes.

Leonardo extendió la mano y los dos se miraron con complicidad.  Danna ya no lo soportaba más.  Si Leonardo quería hacer esas escenitas de romance, que las hiciera, pero no frente a ella.  Desvió nuevamente la mirada y Beth estaba a punto de salir de la pista.  Se levantó con presteza y en cuanto caminó unos pasos, Leonardo tomó inconcientemente su mano:

- ¿A dónde vas? -Danna lo miró y a continuación miró la mano que él aprisionaba.  Él notó su gesto y la soltó de inmediato.

- Voy a ayudar a Beth a quitarse los patines –dijo con tono frío.

- Si, yo también voy –Leonardo miró a Antonella- Te enviaré la invitación.  No olvides asistir.

- Jamás lo olvidaría –contestó en tono anhelante y se acercó a su oído- Llámame pronto, querido –susurró suavemente.

Danna no se lo creía.  ¡Maldito Leonardo! Y ella que pensaba que tal vez él era diferente.  Pero no, igual que todos los hombres, se derretía apenas escuchaba la invitación de una escoba con falda.  Esos dos habían tenido algo, sin duda, pero eso no le daba derecho a Leonardo a ignorarle.  Estaba furiosa y sus ojos refulgían de ira, pero, eso era lo único que delataba su estado de ánimo.  Su rostro volvió a ser una máscara impasible sin emociones.

- Vamos –habló Danna impaciente sacando de sus pensamientos a Leonardo.

- Si, claro –Leonardo la siguió sin poder evitar el recuerdo de la presencia de Antonella.  Hacía tiempo que no la veía.  Desde antes de conocer a su difunta esposa.  Sin embargo, cuando él había quedado viudo ellos se habían frecuentado.  De eso hace casi un año que ella desapareció para viajar por el mundo.  Suspiró.

Danna no pudo evitar escuchar el suspiro de Leonardo.  Pero ¿a qué se debería?  Sin duda a esa Antonella, pero por qué ¿anhelo? ¿tristeza? ¿amor?

Recogieron a Beth y ella emocionada les relató todo lo que había aprendido.  Sus ojos brillaban y eso hizo que Danna olvidara todo los sentimientos negativos que antes la embargaban, dejando tan solo un sincero cariño por esa niñita.

Leonardo se comportó extraño durante el resto del tiempo que estuvieron juntos.  Estaba distante, como si su mente estuviera en otro lado.  Antonella, seguro sobre ella eran sus pensamientos.

- Llegamos –Danna abrió la puerta del coche y bajándose cerró la puerta- Gracias por el paseo.  Me he divertido mucho.  Adiós señor Ferraz –él solo asintió ensimismado- Adiós Beth –Danna asomó su cabeza al interior del coche en el asiento trasero- Dame un abrazo, cariño –Beth se lanzó a sus brazos y le besó la mejilla con ternura. 

- Adiós Danna, espero verte pronto –Beth sonrió y su padre arrancó el auto.  Danna no pudo reprimir una punzada de decepción que la invadió.  Él ni siquiera había notado su frialdad ni su cambio en la manera de tratar.  No era importante –se dijo- Al fin y al cabo tarde o temprano debía darse cuenta de la clase de hombre que realmente era.  Y no pudo evitar que las palabras de Stefano retumbaran en su cabeza “para él, serás solo un entretenimiento, como lo fuiste para mí”


Leonardo entró a su despacho y aseguró la puerta.  Quería estar solo y pensar en lo que debía hacer.  No había esperado volver a ver, tan de repente a Antonella, seguía estando hermosa como siempre.  Sonrió, era una mujer magnífica entonces, ¿por qué la abandonó en el pasado?.... Por su esposa, había conocido a su amada Elizabeth y Antonella había perdido sentido para él.  Ahora, ella volvía a su vida, ¿en el momento oportuno?... Justamente había llegado a dar por tierra con todo lo que creía sentir por Danna.  ¡Danna! –suspiró- aquella muchacha que había sufrido tanto y no se merecía más decepciones.  Pero, él no lo pudo evitar, cuando vio a Antonella… ¿qué le sucedía?... Él ya no era ningún adolescente indeciso y sin embargo se encontraba en una encrucijada con aquellas dos mujeres.  ¿Cuál era la correcta?  ¿Cuál lo haría feliz?  Sin duda las dos podrían, pero Antonella lo conocía más y sabía qué exactamente esperar de él y… Danna no lo conocía, él no la conocía a ella, mas, eso no impedía que a cada momento que estaba junto a Danna su cariño, amor, pasión hacia ella se acrecentaran.   No –se dijo mentalmente- si el pasado vuelve es por alguna razón.  Tal vez era una señal de que debía dejar a Danna en paz con sus recuerdos.

- ¿Lo encontraste? –Antonella no pudo evitar una mueca de disgusto ante la persona que le cuestionaba.

- Si, precisamente estaba con una muchachita muy joven –Antonella sonrió con malicia- seguramente inexperta.  Así, que no hay mucho de lo que preocuparse.

- ¿Estás segura? –su interlocutor miró con suspicacia ante el asentimiento de ella- Si es así, debemos continuar con nuestro plan.  ¿Te invitó?

- Claro que sí, y yo aprovecharé la oportunidad para lograr mi objetivo –se corrigió- nuestro objetivo.

- Así me gusta –sonrió- Espero que no desistas, porque ¿alguna vez lo amaste no? –ironizó el comentario.

- Ya es tarde para desistir –aseguró Antonella quitándose su chaqueta despreocupadamente- Y en cuanto al amor… eso acabó cuando él me cambio por aquella mujer.

- ¿Elizabeth? ¿su difunta esposa? –hizo una mueca de disgusto.

- Si, pero eso es el pasado.  Ahora ella está muerta y yo más que lista para poner a Leonardo a mis órdenes –las dos personas en la sala prorrumpieron en carcajadas llenas de maldad.


Capítulo 18


- Disculpa el retraso, cariño –Stefano besó a Mandy y tomó asiento a su lado.

- No tiene importancia –Mandy sonrió- aunque tú nunca te demoras, debió haber sido algo importante.

- No –fue la respuesta cortante de Stefano- y no quiero hablar de ello.

Mandy estaba desconcertada por aquel cambio repentino.   Su voz se había vuelto fría y sus ojos eran sombríos.  Ella debía replicar y cuando lo iba a hacer.

- Siento mucho el retraso –Marie se acercó con mirada complacida a Mandy y besó sus mejillas al igual que a Stefano.

- No hay problema –Mandy sonrió- Creo que hoy es el día de los atrasos porque Stefano también acaba de llegar.

Stefano y Marie intercambiaron miradas interrogantes pero enseguida cambiaron el rumbo de la conversación.  Ninguno quería cuestionamientos sobre el motivo de sus respectivas tardanzas.


Danna estaba nerviosa.  Había recibido una nota en la que requerían su presencia en el bar del hotel.  Firmaba Leonardo y aquello le preocupaba.  ¿A qué se debería su presencia tan solo horas antes de la fiesta?  Entró y miró a todas partes.  En un rincón localizó a un hombre solo, debía ser él.

- ¿Señor Ferraz? –él la miró interrogante pero Danna no se inmutó- ¿Puedo sentarme?

- Por supuesto, permíteme por favor –pronunció Leonardo al salir de su sorpresa y levantándose le apartó caballerosamente la silla.

- Gracias –Danna se sentó y lo miró directamente- ¿Qué necesita?

- Yo… -Leonardo estaba confundido por aquella frialdad repentina- solo venía a ultimar detalles de la fiesta.  No lo tomes a mal, pero creo que… -Dios, no sabía como continuar, ¿debía decirle?, no estaba seguro de lo que sentía y como lo tomaría.  No –se corrigió- si estaba seguro de lo que sentía pero no se creía capaz de aceptarlo-.

Al ver que Leonardo se debatía en lo que debía decirle, Danna decidió tomar las riendas.

- Está bien –pronunció Danna con seguridad y ante la mirada confusa continuó- No lo tomo a mal, por ello no iré a la fiesta.  Listo, asunto solucionado.  ¿Algo más? –ella le dedicó una sonrisa fría que denotaba una indiferencia que estaba lejos de sentir.

Leonardo negó con la cabeza.  Él no deseaba que Danna no estuviera allí, solo quería obsequiarle un vestido precioso que había visto en una estantería y enseguida había pensado en ella luciéndolo.  Además lo combinó con un juego de joyas que esperaba le agradaran.  No entendía aquel cambio repentino.

Danna se iba a levantar pero el asió sus dedos y cuando ella clavó sus ojos castaños claros, él le dirigió una mirada para que tomara asiento nuevamente.

- Yo quiero que asistas a la fiesta, Danna.  Por eso te invité –Leonardo le sonrió cálidamente y ella sentía que el frío se apartaba de su corazón- No venía a cancelar este compromiso, al contrario –ella lo miró sin entender- vine para hablar de ciertos detalles.  Pero no aquí –el se levantó y separó la silla de Danna- vamos a un lugar tranquilo que conozco. 

Al ver que ella vacilaba él tomó su mano y le guió hasta la salida.  Cuando atravesaron el vestíbulo todos los miraron curiosos por aquel gesto, pero esta vez, él no soltó su mano, al contrario, le apretó firmemente y la colocó a su altura.  Danna estaba avergonzada por la manera en que aquellos ojos se fijaban en ellos, gente importante del círculo de Leonardo los miraban a medida que él pasaba y los saludaba solo con un asentimiento, era como si tuviera mucha prisa o temiera que ella se le escapara.

- No te molesta ¿verdad? –Leonardo interrumpió sus pensamientos y aclaró- A salir, me refiero.

- No –Danna no supo que más decir, pero era cierto.  No le molestaba ir con él, aunque fuera al fin del mundo.  ¡Eso era una locura! –pensó- pero que más daba, eso sí, esto no significaba que lo amaba, eso si que no.

Recorrieron unas cuantas cuadras en sentido contrario al que ella siempre empleaba para dirigirse a cualquier lugar.  Se sorprendió de ver un parque tan bonito en medio de aquella ciudad, que daba la impresión de estar conformada solo por edificios y calles.  Lo atravesaban caminos de piedra que finalizaban en pequeñas garitas de hermosos acabados blancos; miles de faroles, que seguramente formarían un espectáculo maravilloso en las noches y en el centro de todo, se alzaba imponente una fuente con magníficas figuras esculpidas en piedra.  Danna miraba maravillada y mientras recorrían el parque Leonardo se detuvo y la miró:

- ¿Por qué pensaste que quería cancelar mi invitación?

- Porque –Danna no estaba segura de sus pensamientos, ¿por qué pensó eso? Fácil, por Antonella, pero eso no se lo podía decir o pensaría que estaba celosa.  Estaba siendo una tonta ¿Por qué el supondría eso?- Como no decías nada y parecía que tenías cierta dificultad, yo imaginé que ya habías invitado a alguien más y no necesitabas que te acompañara.

- No, yo jamás rompo un compromiso, además no te haría semejante desaire porque no te lo mereces –él sonrió- Además ¿con quién iba a reemplazarte?

- No lo sé –Danna simuló pensar- con Marie o Antonella, por ejemplo.

- ¿Marie? –él hizo una mueca de disgusto que divirtió a Danna- Ya te dije que por ella no siento nada.  Es cosa del pasado.  Y en cuanto a Antonella, ella está invitada, al igual que Marie.

Danna no pudo evitar sentir una punzada de decepción.  Cuando había creído que todo se aclararía, el panorama se nublaba otra vez.  ¿Por qué?... Porque Leonardo había dejado en claro lo que sentía por Marie, pero no por Antonella.

- Entiendo –pronunció Danna- Yo asistiré Leonardo, porque yo siempre cumplo mis promesas, pero si deseas cambiar el tipo de invitación.  Quiero decir, si quieres que Antonella sea “tu acompañante” yo no tendría inconvenientes.  Seguramente, ella sabrá desenvolverse mejor que yo en esos actos y lo hará, feliz –concluyó con un deje de ironía.

- Danna, ¿de qué hablas? –Leonardo la miró un tanto molesto- yo te invité a ti, no a ella, porque así lo quise.  Y no voy a cambiar mi invitación, a menos que eso sea lo que tú desees.  Yo quiero y deseo compartir contigo esa noche, contigo más que con cualquier otra persona ¿Entendido?

Danna asintió pero no pudo evitar comentar:

- Es que cómo te mostrabas tan animado con Antonella, yo pensé que entre tú y ella… -Danna calló de pronto, estaba siendo una imprudente y sin embargo Leonardo le animó a seguir-  Bueno, deberías haber visto tu rostro, tus ojos brillaban y tu sonrisa…

Leonardo sonrió conciente de lo que Danna decía.  ¿Sería posible que estuviera celosa?  Era demasiado bueno para ser verdad, porque eso significaría que ella sentía algo por él.

- ¿Celosa? –Leonardo inquirió con suspicacia ante la mirada atónita de ella- Yo aprecio mucho a Antonella –dio un giro a la conversación para restar importancia a lo que había dicho- también le tengo cariño porque me apoyó en los peores momentos de mi soledad.  No voy a negar que existió entre nosotros más que una amistad, fuimos novios antes de que yo conociera a Elizabeth y me casara.  Pero ahora es distinto.

- ¿Qué es distinto? –Danna no pudo reprimir la pregunta- Tuviste una relación con ella, pero la abandonaste por tu esposa.  Y luego, retomaste esa relación, cuando murió tu esposa, me refiero –Leonardo asintió- ¿Qué ha cambiado?  Al final tú volviste con ella o ¿no?

- No, no lo expreses de esa manera –Leonardo replicó con una furia inusitada- Yo amaba y aún amo a mi esposa.  Tú no me conoces, así que no te atrevas a decir eso.  Hablas como si hubiera traicionado a mi esposa pensando siempre en Antonella y eso no es así –la tomó de los brazos inconcientemente y le apretó- No te lo permito.

Estaba furioso y Danna lamentó haber tocado el tema.  Él tenía razón, eso no era su asunto y –debía admitirlo- no lo conocía.   - Lo siento –musitó Danna con un ligero temblor en su voz.
 
 

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